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Preliminares

Partimos de una inquietud: ¿Por qué las mujeres hablan del amor? Es habitual en las reuniones de ellas que este tema esté presente; también en nuestra práctica clínica nos encontramos con mujeres que llegan al consultorio, en un alto porcentaje, por temas de amor.

Para darle forma a esta interrogación inicial tenemos en cuenta la complejidad y transversalidad que el amor ha adquirido a lo largo de la historia y en la actualidad; transversal por la multiplicidad de disciplinas que lo abordan.

El amor ha sido y es objeto de estudio no solo del psicoanálisis, sino de múltiples teorías y modelos del conocimiento que intentan dar una explicación del “por qué” nos enamoramos y a su vez intentan responder qué es el amor.

Cada abordaje ofrece, a su modo, una respuesta a estos interrogantes y propone ciertos elementos que le son propios. Así, por ejemplo, la biología intenta explicarlo desde una base psicofísica o fisiológica argumentando que el amor es “producto” de la acción de determinas hormonas sobre el sistema nervioso; desde la filosofía, de la mano de Sócrates y tantos otros, el amor es el más fuerte de todos los deseos, el amor sería una pasión; parte del deseo humano de lo bello y lo bueno, nace del ansia de felicidad e inmortalidad. El amor es carencia y deseo. La unión más ideal, de acuerdo al esquema del amor socrático, es la que se da entre un alma bella y un cuerpo bello.

El psicoanálisis no es la excepción a todo esto y tanto Freud como Lacan también se ocuparon del tema e identificaron conceptos y construcciones que funcionan como determinantes de la vida amorosa: el narcisismo, el objeto a, el goce, el deseo, la no relación sexual, entre muchos otros. A la vez, nos confrontamos con que la caracterización del amor ha ido variando a lo largo de los desarrollos de la elucidación teórica psicoanalítica. Desde el psicoanálisis de la orientación lacaniana, encontramos una lectura inédita del amor que produce distinciones fundamentales respecto a su conceptualización y modos de abordaje.

En los comienzos de esta teorización, el amor es un fenómeno de carácter ilusorio detrás del cual se esconde la verdadera naturaleza inconsciente de la elección de objeto. Este hecho determinará al sujeto en el continuo devenir de sus relaciones amorosas. Es el recorrido de Lacan el que demuestra que la experiencia analítica apuesta a la transformación del lazo de amor para acceder a un ‘nuevo amor’.

Tempranamente el amor está “capturado y adherido” en una intersubjetividad imaginaria, pero, la exigencia de ser amados conlleva la renuncia a cierta libertad del otro y a un compromiso no tan libre. Esto exige la participación del registro simbólico que implica “el intercambio libertad-pacto que se encarna en la palabra dada” (Lacan, 2007, p. 316). Esto es, una palabra que implica un acuerdo, un compromiso, un pacto, con lo cual el amor de la intersubjetividad imaginaria supone la dimensión simbólica.

El amor es situado por Lacan –junto con el odio y la ignorancia– como una de las pasiones del ser, pasiones de la relación con el Otro. Partimos del sujeto como falta en ser que busca colmar su carencia demandando recibir el complemento del Otro. En el Seminario 1, Los escritos técnicos de Freud, ubica el amor como pasión del ser en la unión entre lo simbólico y lo imaginario. Destaquemos, no obstante, que las pasiones del ser no se confunden con las pasiones del alma que son las pasiones del objeto, a las que nuestro autor se refiere a partir de la llamada última enseñanza donde el sujeto es definido como parlêtre.

Para Freud la sexualidad infantil y la elección de objeto amoroso tienen su origen en la constelación Edípica y su lectura del amor queda ligada a esta, pero vislumbramos, inclusive, que va más allá. Lacan en sus Seminarios retoma el trabajo hecho por Freud sobre este tema para darle su lectura a partir de su experiencia clínica. Se refirió al amor de diferentes maneras: amor pasión, amor ilusorio, amor como don, amor cortés, amor como acontecimiento: dos medio decires que no se recubren, el amor es vacío.

Los diferentes modos de conceptualizar el amor nos orientan en nuestra práctica analítica donde escuchamos a los analizantes, muchas de ellas mujeres, que consultan por sus sufrimientos respectos a sus enredos en el amor, por los encuentros y desencuentros con el partenaire.

En esta línea consideramos un aporte importante para nuestra investigación trabajar acerca de los antecedentes lacanianos del amor que constituirán el capítulo uno, sobre los cuales Lacan se apoyó para avanzar en su teoría.

Uno de ellos es la novela Las penas del joven Werther, de Goethe, que pertenece a la época del romanticismo, específicamente al preromanticismo, al movimiento literario llamado Sturm und Drang. Lacan se refiere a esta obra desde el inicio de sus elaboraciones. En el Seminario 1 lo hace para hablar del amor en su vertiente imaginaria.

También nos adentramos en el Heptamerón de Margarita de Navarra, obra que por sus características interesó a Lacan, especialmente por su realismo ya que se cuentan historias verdaderas, no novelescas. Esta le permite trabajar el amor cortés que desarrolla en el Seminario 7 para darle un lugar destacado en su investigación sobre el amor.

Por último, tomamos como otro antecedente El Banquete de Platón por el interés de Lacan en esta obra ya que le sirve de modelo para sus desarrollos acerca del amor de transferencia. Es el amor de Alcibíades por Sócrates y la metáfora del amor lo que le permite ubicar el lazo analítico y la posición del analista.

Respecto a la lectura freudiana del amor, desarrollaremos tres órdenes de elaboraciones diferentes que conformarán el capítulo dos en los que abordaremos textos que van de 1910 a 1918. Tres Contribuciones a la psicología del amor: “Sobre un tipo particular de elección de objeto en el hombre” (1910),Sobre la más generalizada degradación de la vida amorosa” (1912) y “El tabú de la virginidad” (1918), textos ligados al amor entre las parejas, a los encuentros y a lo que allí sucede enlazado al comercio sexual. Dos obras centrales pertenecientes a la Metapsicología, momento donde ordena, conceptualiza la teoría y construye los conceptos fundamentales para pensar el amor: “Pulsiones y destinos de pulsión” (1915) e “Introducción del narcisismo” (1914). Por último, “Puntualizaciones sobre el amor de transferencia” (1915) donde presenta el amor como motor para la práctica analítica. Además nos servimos de referencias que nos conducen directamente a ubicar lo que les sucede a las mujeres con el amor: “Inhibición, síntoma y angustia” (1926), (1931); “Sobre la sexualidad femenina” (1931); “33ª conferencia. La feminidad” (1932-36) y “Esquema del psicoanálisis” (1940 [1938]).

De la mano de Lacan avanzamos del amor ilusión, enamoramiento – fascinación, al amor engañoso y también al amor pasión (Seminarios 1 y 2); al amor como don activo (Seminario 4); y al amor cortés (Seminario 7) que si bien es el amor idealizado e imposible, preserva el lugar del vacío. Abordamos el amor como metáfora (Seminario 8) y su relación con el objeto a como ágalma. Cuando el objeto a pasa a ser causa de deseo el amor adquiere el estatuto de ser un medio que “permite al goce condescender al deseo” (Seminario 10) que abre la posibilidad de acceder a un amor vivible (Seminario 11), e incluir la extimidad en las consideraciones del amor (Seminario 16). Finalmente trabajamos el amor y su relación con el semblante (Seminario 17 y 18) y el amor que viene a suplir la relación sexual que no hay (Seminario 20), para arribar al amor en tanto acontecimiento y como dos medios decires que no se recubren (Seminario 21); dando así al amor otro lugar que Miller nombra como la revalorización del amor a partir de la última enseñanza de Lacan.

El amor en Lacan es el tema del capítulo tres de este libro donde planteamos una de las ideas centrales de nuestra investigación, esto es, las distintas variaciones (modulaciones) sobre el amor que, hay que destacar, se deben a los giros de su producción a lo largo de los años. Hacemos notar la estrecha conexión entre el amor, el deseo y el goce, y nos servimos de la formalización de las escansiones temporales realizadas por Miller en su libro El ultimísimo Lacan (2013), como lo mencionamos anteriormente, quien divide la enseñanza de Lacan en períodos: a) Período imaginario; b) Período simbólico; c) Período topológico (real); y d) Período de la ultimísima enseñanza. En este recorrido, llegamos hasta el umbral de su ultimísima enseñanza.

Desde esta lectura abordamos lo que enfrentamos en nuestra praxis: los enredos del amor, los encuentros y los desencuentros entre los partenaires, la disparidad en el amor inevitable entre los sexos. La lógica fálica y la lógica femenina presentadas por Lacan nos orientan respecto de la posición sexuada y también sobre las diferencias entre los sexos en relación al amor.

Uno de los objetivos es situar que hombres y mujeres no viven el amor de la misma manera. Ellas necesitan de las palabras de amor para consentir a ser objeto de goce para el hombre mientras que para este el falo le hace de obstáculo para amar (conceptos que desarrollamos en el capítulo tres). Miller en El partenaire-síntoma (2008) sostiene que: “…del lado mujer, el amor está entretejido con el goce, son indisociables” (Miller, 2008, p. 316).

Destacamos dos formulaciones respecto al amor en las mujeres. Para Freud: “…más que de la ausencia o de la pérdida real del objeto, se trata de la pérdida de amor de parte del objeto” (Freud, 1993b, p. 135). Para Lacan: “Es por lo que no es por lo que pretende ser deseada al mismo tiempo que amada” (Lacan, 1987, p. 674). Formulaciones que nos invitan a sostener una de nuestras hipótesis: la particular relación de las mujeres con el amor.

A simple vista pareciera poder ubicarse de manera más sencilla en Freud que para la mujer la pérdida de amor por parte del objeto la confronta con la castración. Pero desde Lacan no es tan claro, ya que si bien la castración nos atraviesa no es solo desde la lectura de Freud sobre la misma que podemos avanzar para hablar de las mujeres y de los hombres respecto al amor.

Por eso, con los conceptos goce fálico, la dimensión del otro goce, las fórmulas de la sexuación desarrolladas por Lacan, ubicamos qué incidencias tienen respecto al amor y analizamos la relación de las mujeres con dichos conceptos. Esta temática es la que desarrollamos en el capítulo cuatro sobre el amor en las mujeres en Freud y en Lacan.

A su vez, consideramos la importancia para el psicoanálisis de la orientación lacaniana de arribar a un fin de análisis y atravesar la experiencia del pase, modo de testimoniar cómo los conceptos sirven a nuestra praxis. Es así, que nos remitimos a algunos testimonios de pase de mujeres, a modo ilustrativo, para ubicar qué nos enseñan acerca de cómo vive el amor una mujer al final de un análisis. En el capítulo cinco realizamos la articulación teórico clínica y es en el que verificamos cómo a partir de la particularidad del amor en cada una de ellas se puede acceder a las condiciones de amor y goce siempre singulares. Son las incidencias del análisis sobre dichas condiciones las que permiten poder acceder a un ‘nuevo amor’. Es decir, un nuevo modo de amar, de hacer lazo, “un saber hacer” con lo que no anda, con lo que no funciona en el vínculo amoroso.

Al final de este libro el lector encuentra tres Apéndices. En ellos queremos reflejar que para el sujeto, lo lejano, lo distinto puede ser vivido como amenaza y, al mismo tiempo, como atracción. Con El amor en Occidente y de la mano de Denis de Rougemont, queremos rescatar brevemente el legado que parte del encuentro entre Eros y Ágape, y cómo se introduce la pasión en Occidente que el amor cortés supo retratar. Nos proponemos trazar el arco que va del amor pasión al amor en su cara real, de la Dama a la mujer.

En El reino de las mujeres y el amor queremos responder a una inquietud: ¿La particularidad de las mujeres y el amor remite a una condición propia de ellas o se trata de un hecho cultural? Sabemos que Oriente y Occidente han vivido, viven, observándose, al mismo tiempo que defienden sus diluidas fronteras de identidad. Indudablemente, los rasgos culturales son grandes embajadores de lo humano al ofrecer los rasgos evidentes de una comunidad. Es indiscutible la riqueza que encontramos en lo ajeno, en lo extranjero. Con Ricardo Coler nos adentramos en cómo viven el amor las mujeres en una cultura que había estado oculta para este lado del mundo: las sociedades matriarcales.

En El amor y las mujeres hoy, buscamos interrogar cómo el comienzo del siglo XXI encierra un mandato para las mujeres: ser modernas. Hemos sido trasladados a una cultura abrumada por la inmediatez y el consumo que requiere investigar cómo viven hoy las mujeres el amor. No obstante, destaquemos que una mujer disponible al “acontecimiento amor” puede no vivir esos mandatos de la misma manera y decidir dejar de ser original, abandonar la novedad, y disponerse a un encuentro donde un nuevo amor abierto a la contingencia despliegue alas.

CAPÍTULO 1 Antecedentes lacanianos del amor

A continuación, nos centraremos en algunos de los antecedentes que inspiraron a Lacan para trabajar la temática del amor, específicamente, en tres obras que podemos ubicar como marco para introducirnos en nuestro tema.

1. STURM UND DRANG O PRERROMANTICISMO ALEMÁN (1767-1785)

En el Seminario 1, Lacan para referirse al amor se remite a Goethe, autor que pertenece a la época del romanticismo, específicamente al prerromanticismo, al movimiento literario llamado Sturm und Drang, que se centra en una de sus novelas, Las penas del joven Werther y aborda el amor desde esa perspectiva.

El Sturm und Drang (en español ‘tormenta e ímpetu’), fue un movimiento literario desarrollado en Alemania durante la segunda mitad del siglo XVIII, también tuvo sus manifestaciones en la música y en las artes visuales.

EL IRRACIONALISMO. EL INDIVIDUALISMO

La rebeldía del Sturm und Drang no estuvo exclusivamente orientada hacia la demolición del racionalismo en el arte. El movimiento sostuvo la posición rebelde en varios órdenes: protestó contra el despotismo político, exaltó la libertad en todas sus formas, buscó quebrar los moldes estrictos de la Ilustración. Desplazado el conocimiento positivista, científico y racional, lo sustituye por la intuición y la metafísica. El irracionalismo se une indefectiblemente al Romanticismo que lo encauza mediante el sueño y la imaginación, la fábula fantástica y lo maravilloso.

El Sturm und Drang fue revolucionario en cuanto al hincapié que hace en la subjetividad personal y en el malestar del hombre en la sociedad contemporánea. La gran figura de este movimiento fue Goethe, quien escribió la novela más representativa de esta corriente, Die Leiden des jungen Werthers, Las penas del joven Werther (1774).

A los principales lineamientos del Sturm und Drang, el rechazo del racionalismo y la valoración de lo misterioso, se añade la exaltación de la sensibilidad, en cuanto manifestación del sentimiento, de la pasión y la influencia del amor.

GOETHE Y LA ESCRITURA DE SU NOVELA: LAS PENAS DEL JOVEN WERTHER

Werther expone como tema central un amor frustrado que sumerge al personaje en un estado depresivo y melancólico que lo lleva al suicidio. El apartado que lleva por título “Las Incomodidades de Werther” expresa las incomodidades de su autor, Goethe, con su novela. Ya no veía bien una creación entusiasmada e inmediata, libre del peso de una elaboración; ya con un juicio maduro, pasado el torbellino de la juventud, ubica como poco artístico los excesos sentimentales que aparecían en sus obras.

Sorprendió negativamente a Goethe la influencia que tuvo sobre sus lectores jóvenes, sobre sus pensamientos y sus conductas. Había transformado, sin proponérselo, la realidad en poesía. No se contentaba con que los jóvenes wertherianos adoptaran la muerte por mano propia, como respuesta a un mundo incapaz de contenerlos, y como modo de enfrentar el tedio vital.

A partir de su Werther, había crecido una generación de hombres muy sensibles, de almas vulnerables y frágiles. Goethe enfrentó esa realidad con una frase que define el pensamiento de una época: “Lo romántico es lo enfermo” (Goethe, 2005, p. XV).

Lo que lo condujo a escribir el Werther fueron diferentes episodios: anoticiarse que un joven culto se enamoró de la mujer de un colega y ante la imposibilidad de consumar su amor se suicida al enterarse del casamiento de Carlota (su amor imposible) con Ketzner (su prometido) y un amor más reciente que creía haber sentido por una joven que se termina casando. Aunque las penas de amor lo llevaron a escribir otras obras, esta fue, para Goethe, una experiencia no solo literaria sino vital. El tema central es el amor y muestra con su genialidad una vehemencia sentimental.

El amor a Carlota Buff lo inspira en la escritura de Werther; este amor, esta pasión, llevan a Goethe a un constante sufrimiento que define como el atormentado, el trastornado. En las cartas que podemos ubicar en la novela se resalta no solo el amor por una mujer, sino la fascinación idealizante; y es como si continuara su enamoramiento a través del personaje de Werther (como si él mismo estuviera escribiendo esas cartas). A Werther se lo puede identificar por momentos con el enajenado, con el loco por sus estados de perturbación y por momentos con el niño.

La escritura salvó a Goethe ya que pudo pasar a la pluma sus pasiones, su estado de tormento y casi enajenación. La moda Werther consistía en el uso de chaleco amarillo, la costumbre de largos paseos espirituales por el campo, la conducta suicida de algunos enamorados, y los juicios estéticos y éticos. Por momentos, pareciera que la obra se convierte en un elogio del suicidio y la locura.

Como sostiene Jorge Warley, en la Introducción de la edición de la editorial Colihue: “Werther es el poeta, el artista, el filósofo, […]. Los más felices, dice Werther, son aquellos que, como los niños, viven el presente” (2005, p. LXI). La poesía amorosa, prepara el trágico final del héroe y adelanta la noción de genio tan importante para el romanticismo. El suicidio que se comete a causa de las penas de amor, y que el escritor imaginó en la ficción, encontró eco en la vida misma. Un crítico expresa que para leer el Werther hay que haber amado, para no parecer ridículo.

LACAN Y WERTH ER

Es importante mencionar que, en lo anteriormente expuesto, se destaca la palabra pasión como un afecto prevalente en este movimiento literario. Lacan aborda el amor en su primer Seminario desde la vertiente de lo imaginario, concepto que se convertirá en pilar del andamiaje teórico del corpus lacaniano. Por eso, podemos inferir que se sirvió del movimiento romántico para sus iniciales desarrollo sobre el amor.

Desde el lugar de lo imaginario, la situación del sujeto y la transferencia, expresa que respecto al amor no hay en el plano psíquico diferencia entre el fenómeno artificial de la transferencia y el fenómeno espontáneo del amor. Habla del amor pasión, tal como lo vive el sujeto, como una catástrofe psicológica, y sostiene que el carácter narcisista de la relación de amor es imaginaria. Se confunde el objeto amado, sus atributos, con el Ideal del Yo del sujeto. Lacan sostiene que: “el amor imaginario participa en el fondo de la ilusión” (2007, p. 174). Este aspecto del Seminario 1 lo desarrollaremos en el capítulo tres de este libro. Desde ahí, intentaremos rastrear cuáles de estas características del amor, podemos ubicar en Las penas del joven Werther.

En la primera parte de la obra encontramos las características del protagonista y conocemos cómo piensa. En una de sus cartas expresa: “…quiero mejorarme, ya no deseo volver a probar una y otra vez esos pequeños sin sabores que nos depara el destino como siempre lo hice, quiero gozar el presente, que el pasado sea pasado. Seguro, tienes razón, querido las penas del ser humano serían mucho menores si los hombres no se dedicaran con tanto afán –solo Dios sabe porque nos hizo así– a empeñarse con la imaginación en volver a recordar los dolores del pasado, en vez de soportar aceptablemente el presente” (Goethe, 2005, p. 5).

Respecto del amor dice:

Un joven corazón se enamora de una muchacha, pasa todas las horas del día con ella, desperdicia todas sus fuerzas, toda su fortuna, sólo para expresarle en cada momento que su entrega es total. Y en eso llega un filisteo, un hombre […], y le dice: «Distinguido señor, amar es humano, solo que usted tiene que amar como un humano. …».

Si el joven le hace caso, se convertirá en un hombre de provecho […]. Solo que su amor se habrá terminado, y si es artista, también su arte (2005, p. 17).

De la cita extraemos lo que supone la entrega total de un joven que se enamora, que pareciera que sin esa entrega total, sin esa vehemencia, el amor se termina. Esto nos permite desetacar qué concepción del amor es la que predomina; de ahí, Sturn und Drang, tormenta e ímpetu (o fuerza), pasión.

Sobre Lotte (Carlota), la mujer de quien Werther se enamora, yendo a una fiesta, expresa:

… presencié el espectáculo más encantador que jamás habían visto mis ojos. En el vestíbulo había seis niños, de entre once y dos años de edad, que se arremolinaban entorno de una muchacha hermosa, de estatura mediana, que llevaba un simple vestido blanco con moños rosados en las mangas y en el pecho (2005, p. 23).

…toda mi alma se concentraba en su persona, el tono, los gestos, y apenas tuve tiempo de recuperarme de esta sorpresa… (2005, p. 24).

En una de las cartas a su amigo le cuenta: “…he conocido a alguien que me ha tocado el corazón. […]. Y sin embargo, no estoy en condiciones de decirte de qué manera es perfecta y por qué es perfecta (p. 21).

Werther pasa de la fascinación a dejar de entender las palabras que ella pronunciaba. Cuando estaban bailando queda perturbado y confundido al confirmar que estaba comprometida. “… sumergido en un mar de sensaciones […]. No pude aguantarlo, me incliné hacia su mano y la besé, inmerso en un baño de lágrimas divinas” (2005, p. 31).

Se refiere a su enamorada como perfecta. La fascinación que ella despierta en él indican perturbación y confusión. Esta la podemos leer con Lacan cuando afirma: “El amor es un fenómeno que ocurre a nivel imaginario, y que provoca una subducción de lo simbólico, algo así como una anulación, una perturbación de las funciones del ideal del yo” (Lacan: 2007, p. 215).

Volviendo a los argumentos de Werther leemos: “No conozco a nadie a quien pudiera tenerle miedo por ocupar un lugar en el corazón de Lotte. Y sin embargo, cuando habla con tanto cariño, con tanto amor de su prometido, me siento como aquel caballero al que han despojado de su buen nombre, de todos sus honores y ha perdido hasta la espada” (Goethe, 2005, p. 45).

En otra de sus cartas dirá:

¡Desdichado! ¿Estarás loco? ¿Te estás engañando? ¿Qué esperas de esta interminable pasión desenfrenada? Solo a ella dirijo mis ruegos: mi fantasía solo puede imaginársela a ella; y todo lo que me rodea en este mundo lo relaciono con ella. Esto me depara de vez en cuando una hora feliz, hasta que vuelvo a tener que alejarme de ella (2005, pp. 65-66).

En la segunda parte de la novela, podemos comenzar a ver la perturbación en la que Werther se encuentra. Sus penas, sus pasiones, consumido por su amor a Lotte y su hastío de vivir, muestran que sus ideas de acabar con su vida son cada vez más claras: “Ay, tome el cuchillo ya cien veces para liberar este atormentado corazón. […]. “¡…quisiera abrirme las venas para alcanzar la eterna libertad! (2005, p. 86).

Más adelante, comparándose con Albert (el esposo de Lotte) expresa que ella hubiese sido mucho más feliz con él, porque este hombre, Albert, no puede satisfacer todos los deseos de ese corazón porque hay cierta carencia, cierta falta de sensibilidad. Y agrega: “Mis lágrimas se han secado. Estoy trastornado…”. (2005, p. 91). En páginas posteriores añade: “No puedo rogar ¡Dámela!, porque pertenece a otro. Mientras tanto me entretengo con mis penas”. […]. “Ella siente lo que estoy padeciendo” (2005, p. 106).

En uno de los apartados, aparece Lotte dirigiéndose a él, pidiéndole que se modere en su trato con ella en las visitas. Y lo interroga:

¿Porqué yo, Werther? ¿Justamente yo, que pertenezco a otro? ¿Justo yo? Sospecho, sí, sospecho que tal vez solo sea eso, la imposibilidad de poseerme la que genera en usted esta exaltación del deseo.

[…].

… ¿no hay en este inmenso mundo ni una sola mujer que pueda satisfacer los deseos de su corazón? Haga un esfuerzo, sobrepóngase y búsquela, se lo juro, la va a encontrar (2005, p. 123).

Los dichos de Lotte, expresan muy bien, otra de las características del amor imaginario: el sufrimiento, la desesperación de quien ama. Si el otro tomado como objeto es imposible o no es correspondido, exaltando aún más la pasión que ella llama deseo, se trata del amor condenado y sacrificial.

El amor narcisista según lo concibe el psicoanálisis es un intento de capturar al otro en sí mismo como objeto y queda del lado de la fascinación imaginaria. Lacan expresa en su Seminario 1 que la fascinación imaginaria no es amor, este implica un don activo que requiere considerar el plano simbólico tal y como desarrollaremos en el capítulo tres del presente libro.

El amor sacrificial lo leemos en Werther cuando exclama:

“… ¡quiero morir! No es desesperación, he pergeñado una convicción, y me voy a sacrificar por ti. ¡Si, Lotte! ¿Por qué he de callarlo?”. […]. “Al empezar estaba tranquilo, ahora lloro como un niño, todo se aparece tan vivo ante mí” (2005, p. 125). “¡Quiero hacerlo, debo hacerlo! ¡Oh, qué bien me siento sabiendo que me he decidido!” (p. 127).

“¡Me ama!, ¡me ama! […]. Mi corazón vuelve a gozar ese delirio”. Respecto a unas flores que ella le envió manifiesta: “¡Oh pasé media noche mirándolas, sabiendo que eran testimonio de tu amor! Pero, ¡ay!, esas impresiones fueron pasajeras…” (2005, p. 139).

Lotte pensaba en Werther perdido para ella, al que no podía dejar, pero debía abandonar a su suerte: “…una vez que la sintiera perdida, no le iba a quedar nada más”. “¡Cómo le pesaba ahora algo de lo que no se había percatado en su momento, la parálisis de sentimientos que había surgido entre los dos” (2005, pp. 141-142).

Ya al final de la obra y en relación a las armas que le mandó a pedir vía su criado a Albert (esposo de Lotte) manifiesta Werther:

¡Y tú, Lotte, me entregas las armas! […]. ¡Temblaste al entregárselas, no dijiste adiós! ¿Ningún adiós? ¿Me has cerrado tu corazón, solo por culpa de ese instante que me unió a ti para toda la eternidad? ¡Lotte, no habrá milenio que pueda borrar ese recuerdo! ¡Y lo siento, eres incapaz de odiar a aquel que tanta pasión ardiente siente por ti! (2005, p. 144).

Y continúa: “¡Oh, Lotte!, ¿qué habrá que no encierre un recuerdo tuyo? ¿No estás presente en todo lo que me rodea?” (2005, p. 145). “¡Cómo me he apegado a ti! ¡Desde el primer momento ya no te pude dejar! ” (p. 146). Como desenlace final Werther se quita la vida.

Este final ilustra lo que Lacan llama el apego mortal como una característica del amor imaginario ya que en este se ama al propio yo realizado a nivel imaginario; y así como se lo ama también se lo puede aniquilar o aniquilarse.

Consideramos a partir de lo desarrollado que Lacan encuentra en la novela de Goethe un antecedente del amor que responde a las siguientes características: culto a la imaginación; una ternura ideal y mística; la imposibilidad y el sufrimiento que ilustran el amor condenado. De esto se desprende que el amor (en este caso, por una mujer) equivale a la fascinación idealizante, a una pasión imaginaria, con todo lo que ella implica. Manera ejemplar de exponer la cara imaginaria del amor.

Otro de los antecedentes que inspiraron a Lacan para trabajar la temática del amor y en especial lo relacionado con el amor cortés es el Heptamerón de Margarita de Navarra.

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