Kitabı oku: «Causa para Matar », sayfa 10

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CAPÍTULO VEINTE

Molly Green estaba teniendo una noche difícil. Sopló un mechón de rubio cabello lejos de su rostro, se secó la ceja, y fingió enrollarse las mangas.

"¡Luke y Gidget!" gimoteó. "¡Ya tuve suficiente de esto!"

La casa donde trabajaba como niñera a medio tiempo parecía grande y vacía. Estaba de pie en la sobredimensionada sala de estar en el primer piso y buscó detrás de los sillones. Con la cara pegada a las puertas corredizas de vidrio que llevaban al porche trasero, se protegió con las manos los ojos de la luz del interior y pensó: Mas les vale que no estén afuera.

No había nadie en la cocina, armarios, ni en el baño de abajo.

Una pequeña habitación de huéspedes estaba igualmente vacía.

"Lo digo en serio," gritó, "hace mucho que debían estar en la cama."

Subió dando pisotones en tacos altos, una minifalda de cuero negra, y la diminuta musculosa que planeaba ponerse para la fiesta luego esa noche.

"¡Mas les vale que estén en la cama!"

Desde luego, Luke y Gidget estaban escondidos bajo las sábanas, riéndose como locos porque habían sido más listos que ella una vez más.

Los niños compartían una habitación y cada uno tenía su propia cama. Se podía apreciar un fuerte contraste entre el lado de la habitación que pertenecía a Gidget, y el de Luke. El de lado de ella estaba pintado de rosa; estaba limpio y ordenado, con los juguetes en los lugares indicados y la ropa en sus cajones. El lado de Luke de la habitación estaba pintado de azul. Todos sus juguetes estaban en el piso, la ropa tirada por todas partes, y las paredes manchadas con tierra y marcadores.

"Ahora veo como es la cosa," dijo Molly. "Me hacen correr por toda la casa y luego fingen que todo este tiempo estaban dormidos. Buen intento."

Las sabanas fueron arrojadas y ambos compitieron por su atención.

"Léeme un libro, Molly."

"No apagues la luz del pasillo," dijo Luke.

"Tus padres me van a matar si los encuentran despiertos cuando vuelvan. Tienen que ir a dormir. No más libros. Dejaré la luz del pasillo encendida. ¿Me escucharon? Si encuentro a alguno de ustedes deambulando por los pasillos de nuevo o intentando asustarme abajo, me pondré chillona. Y saben lo que significa eso."

"No, no," gimió Gidget.

"No le digas a papá," imploró Luke.

"De acuerdo pues. Hora de dormir. Buenas noches."

Nuevamente, cerró la puerta, dejándola entreabierta como un centímetro para que pudiesen ver la luz del pasillo.

De nuevo abajo pensó: Uf... Niños.

Un rápido vistazo en el espejo de la sala de estar confirmó que aún se veía increíble, la sombra de ojos verde en su lugar, pestañas largas, labial perfecto, ojos azules brillantes.

Te ves tan sexy, pensó ella con un chillido.

Alrededor de veinte minutos más tarde, mientras Molly veía una edición grabada del Show de John Oliver, El Sr. y la Sra. Hachette abrieron silenciosamente la puerta principal.

Se repartieron cumplidos.

Molly los puso al día con lo que había ocurrido en la noche. "La cena estuvo genial. Leímos libros. Les di baños a ambos. Correteamos un rato y luego se fueron a la cama. Nada especial.

Como siempre, los Hachette preguntaron si quería quedarse un rato, comer algo, o dormir en la habitación para huéspedes. Molly rechazó sus propuestas.

Todo lo que podía pensar era la fiesta, un enorme baile organizado por una de las fraternidades más grandes del campus. Tres chicos con los que había estado saliendo estarían allí, pero ninguno de ellos tenía potencial de novio. Esta noche, esperaba conocer a alguien nuevo.

Tomó su bolso y salió por la puerta.

Que comiencen los juegos, pensó, sonriendo.

* * *

Él había estado esperando afuera por un rato, escondidos en las sombras del interior de su camioneta. Durante la última hora, él había estado allí, mirando y preparándose para el momento indicado. Había visto en silencio como Molly buscaba a los niños por la casa y los había encontrado en su cama. Había visto a los Hachette entrar a la casa.

Estaba aparcado en una calle muy tranquila en un vecindario lleno de árboles justo al noreste de la Universidad de Brandeis, a tan sólo unos minutos en carro de la universidad y unos veinte minutos a pie. Molly, sabía, elegiría caminar. Bajaría saltando los escalones, giraría a la izquierda en calle Cabot, y luego a la derecha hacia la calle Andrea. Luego de eso, normalmente cambiaba su ruta según donde necesitaba ir en el campus.

Como sospechaba, Molly bajó brincando los escalones de la casa y giró a la izquierda.

Él salió en silencio de la camioneta y caminó hacia la parte trasera, donde fingía estar descargando algo del maletero. Cerró con fuerza el maletero, suspiró, y se dirigió a la calle. Molly venía directamente hacia él. Se quitó la gorra y levantó la vista.

Sumergida en sus propios pensamientos, Molly casi se lo lleva por delante. "Oh, disculpe," murmuró.

"Está bien," respondió él.

"¡Oye!" Ella de pronto se iluminó. "Yo te conozco. ¿Cómo estás?"

"Estoy bien." Sonrió. "Tengo algunos problemas con mi auto. Espera un minuto." Frunció el ceño y se frotó la barbilla. "Pensé que vivías en algún lugar en campus de Brandeis."

"Sí, es cierto," reconoció ella, "Sólo trabajo aquí. ¿Ves esa casa?," y se dio vuelta para señalarla, "cuido a los niños durante la semana. Pero no te preocupes, yo..."

En el momento en que giró, él la perforó rápidamente con su aguja.

"¡Oye! ¡Ay! Qué demonios..."

Molly comenzó a caer. Él se deslizó hacia atrás para atraparla.

"¿Estás bien?" Fingió entrar en pánico. "¿Molly?" Golpeó suavemente sus mejillas fingiendo preocupación. "Molly, ¿estás bien?" Echó un vistazo alrededor.

Las calles estaban oscuras y vacías.

"No te preocupes," susurró, "Yo te ayudaré."

CAPÍTULO VEINTIUNO

Grandes ventanas de vidrio reforzaban ambos lados de la puerta de vidrio del estudio Arte para la Vida. Avery podía ver una angosto y atestado espacio de galería dentro, con todo tipo de arte moderno: esculturas, pinturas, dibujos, y collages retro. Más atrás, la sala se expandía hacia un área mucho mayor, con un círculo de caballetes para lo que asumió que era la zona de reuniones de clases de arte.

Su teléfono sonó.

"Black," respondió.

"¿Quién es tu muchacho?" dijo Finley. "Me acaba de llamar una de las amigas de Tabitha. La víctima definitivamente tomaba clases en ese estudio."

"Ya lo había descubierto. ¿No viste todas las pinturas cuando fuiste a su cuarto?"

"¿Qué pinturas?"

"En su habitación."

"Eso no eran pinturas." dijo Finley. "Eso era basura. Pensé que lo habría comprado en una venta de garaje. Mira, Black, no me molestes. Te conseguí una buena pista."

"Estoy aquí ahora," dijo ella. "El estudio está cerrado."

"Yo estoy en un bar," contestó él. "Mi turno terminó hace dos horas. Te invitaría a que vinieras, pero no creo que dejen entrar lesbianas en este lugar."

"No soy lesbiana," dijo ella.

"¿De verdad? Me podrías haber engañado."

"Eres un ser humano repugnante, ¿sabías eso, Finley?"

"No, no," dijo él, "Soy un buen tipo. Es sólo mi crianza. Fue horrible. Lo haré mejor la próxima vez. Lo prometo. Eres genial, incluso si eres lesbiana. De verdad. Yo te apoyo. Nos vemos mañana por la mañana. Tengo que emborracharme."

Demasiado excitada por la adrenalina como para relajarse o dormir, Avery se dirigió a casa para investigar a Arte para la Vida desde la comodidad de su sala de estar. En el camino, ordenó comida china.

El apartamento estaba en penumbras. Una sola lámpara estaba encendida, junto al sofá. Se sentó a la mesa en la sala de estar y tragó su comida mientras trabajaba.

Arte para la Vida había estado en el negocio por más de cinco años. El dueño era un hombre llamado Wilson Kyle, un ex artista y hombre de negocios quien también tenía un restaurante cerca del estudio y dos edificios cerca del área. Una rápida búsqueda en su base de datos policial no dio resultados sobre Kyle.

Dos personas estaban empleadas en su estudio: un vendedor a tiempo completo llamado John Lang y una empleada a tiempo parcial que venía los fines de semana. Kyle enseñaba las clases de arte él mismo los miércoles y jueves por la noche, pero Lang enseñaba dos clases sábado por medio.

Lang tenía antecedentes.

Criminal sexual registrado, con dos incidentes denunciados siete años atrás. Uno era un niño del que aparentemente era niñero, y la otra una niña que vivía en su cuadra. Ambos pares de padres decían que sus hijos habían sido abusados. Lang se declaró inocente pero luego cambió su declaración para evitar el juicio y posible cárcel. Le dieron cinco años en probatoria, terapia obligatoria por un año, y un estigma que le duraría el resto de su vida.

Según los archivos policiales, su estatura y peso concordaban con los estimados hechos para el asesino.

Avery se recostó.

Era cerca de medianoche. Estaba completamente despierta y lista para golpearle la puerta a John Lang. Este podría ser el tipo, pensó.

Excitada por la posibilidad de atrapar al asesino, Avery quería compartir las buenas noticias con alguien. Extrañamente, Ray Henley se le cruzó por la mente, pero la idea de una incómoda llamada nocturna a alguien que había conocido tan recientemente era demasiado intimidante. Finley estaba fuera de la discusión, y el capitán le había dado órdenes específicas sobre molestarlo en su casa.

Pensó en llamar a su hija.

La última vez que habían hablado había sido hacía meses, y no había marchado bien.

Avery le envió un e-mail. "Hola," escribió, "he estado pensando en ti muchísimo últimamente. Me encantaría que hablásemos en persona. ¿Qué te parece almorzar este fin de semana? ¿Tal vez el sábado? ¿En nuestro lugar habitual? ¿A mediodía? Avísame. Te amo. Mamá."

Aún ansiosa por hablar con alguien, marcó el número del hospital.

El número sonó muchas veces antes de que una voz adormilada atendiese.

"¿Hola?"

"Ramírez," dijo ella, "¿cómo estás?"

"Demonios, Black. ¿Qué hora es?"

"Casi la una."

"Más te vale que sea algo bueno," murmuró, "Estaba en el medio de un sueño genial. Estaba en un bote en un océano azul claro, y una sirena viene a mí y empezamos a besarnos."

"Vaya," dijo ella, pero no estaba de ánimo para escucharlo describir sus sueños sexuales.

"Tengo una buena pista," prosiguió, "Arte para la Vida. El tipo que trabaja allí se llama John Lang. Tiene antecedentes. Ambas chicas tomaron clases allí. Podría ser nuestro tipo."

"Pensé que Finley ya había resuelto tu caso," bromeó Ramírez. "Dijo que había abatido a un verdadero asesino serial ayer."

"Finley no sabe distinguir un asesino serial de una caja de cereal."

Ramírez rio.

"Está loco, ¿verdad? Escuché sobre el viejo con los cadáveres en el sótano. Una salvajada. Supongo que hay gente para todo. Nunca se sabe."

"¿Cómo te sientes?"

"Mejor, mejor. Sólo quiero salir de aquí y volver a trabajar."

"Lo sé, pero tienes que descansar."

"Sí, sí, y no está tan mal en realidad," dijo él. "Tengo habitación privada, una buena cama, me siguen pagando, comida decente. Tú eres quien me preocupa. ¿Es decir, Finley? El Capitán debe odiarte."

"No lo sé, me estoy acostumbrando. Si le sacas lo retrógrado y racista y esa boca sucia que tiene, la verdad no está tan mal. Sólo me gustaría poder entenderle."

Una risa fue instantáneamente interrumpida.

"Oh demonios, eso dolió," gruñó Ramírez. "Debo tener cuidado. Los puntos me están matando. Sí, él es un tipo duro," dijo. "irlandés del lado sur. Solía ser miembro de una pandilla. ¿Sabía eso? Casi lo matan cuando se cambió de bando. ¿Viste todos sus tatuajes? Los tiene en todo el cuerpo."

"No. No he visto sus tatuajes en todo el cuerpo aún."

Ramírez lanzó un resoplido.

"Muy bien, mira, Avery, gracias por llamar. Me siento un poco cansado así que voy a irme. Buena suerte con esta nueva pista. Rezaré por ti."

Avery agarró una cerveza y se fue al balcón. Había nubes rápidas desparramadas por un cielo iluminado por la luz de la luna.

Tomó un largo trago.

Te tengo, pensó.

CAPÍTULO VEINTIDÓS

Avery tomó dos pastillas para dormir esa noche y puso la alarma para las siete; Arte para la Vida no abría hasta las nueve, pero quería estar lista.

A las seis cuarenta y cinco, se despertó sola, aturdida y ansiosa de comenzar el día. Se puso sus ropas habituales, sólo que cambiando los colores: pantalones marrones y una camisa abotonada azul. El azul es relajante, pensó. Quiero que todos estés tranquilos hoy. El walkie-talkie estaba enganchado en la parte trasera de su cinturón. El arma en su funda. La placa era visible cerca de la hebilla.

Echó una mirada al espejo.

Según la mayoría, todavía se veía de maravilla. Sin embargo, defectos era todo lo que Avery lograba ver: líneas que no estaban allí unos años antes, la pesada preocupación en sus ojos, el cabello estropeado de tantas tinturas.

Con un rostro provocativo, un giro de baile, y los labios fruncidos, Avery sonrió.

Esa es la chica que conozco, pensó.

La calle Cambridge tenía solo tráfico ligero tan temprano en la mañana. Avery se detuvo para comprar café y una rosca, y luego estacionó frente al estudio, a dos puertas de distancia. La espera era la parte más molesta del trabajo, y Avery se acomodó para una larga espera.

Sorprendentemente, John Lang apareció en el espejo retrovisor de Avery cerca de las ocho y media.

Era delgado y alto, su cuerpo no encajaba exactamente con el asesino, pero era su única pista, y había una conexión, y la manera en que caminaba le recordaba al asesino: con cierto encanto al caminar, moviendo las caderas y los pies firmes.

Cuando llegó a la oficina, Lang abrió la puerta con la llave.

Avery salió de su auto.

"Disculpe," gritó desde el otro lado de la calle. "¿Puedo hacerle una pregunta?"

Lang tenía un rostro desagradable, cabello rubio muy fino, y anteojos. Un entrecejo fruncido le arrugó la frente mientras miraba a Avery por un momento y luego se dirigió adentro otra vez.

"¡Oye!" Avery gritó. "Policía."

Le mostró su placa.

La sorpresa y la preocupación invadieron a John Lang. Miró tímidamente por la ventana. Del otro lado de la calle, dos personas con café miraban a Avery correr hasta el estudio. Resignado, Lang tomó un aire imperioso y abrió la puerta.

"La tienda está cerrada en este momento," dijo.

"No vine por el arte."

"¿En qué la puedo ayudar, Oficial?"

"Quiero hablar de Cindy Jenkins y Tabitha Mitchell."

Una mirada confundida atravesó su rostro.

"Esos nombres no significan nada para mí."

"¿Estás segura? Porque ambas chicas tomaron clases de arte en este estudio, y ahora están muertas. ¿Tal vez quieras reconsiderar tu declaración? ¿Puedo pasar?"

Durante una larga pausa, Lang miró dentro del estudio, a su computadora, y luego nuevamente hacia la calle.

"Sí," dijo, "pero sólo por un minuto. Estoy muy ocupado."

El estudio estaba frío, como si el aire acondicionado estuviese programado para encenderse temprano. Lang dejó caer una bolsa sobre su escritorio, se sentó en una gran silla giratoria negra, y se volvió hacia Avery. No le ofreció asiento. Un par de bancos acolchonados estaban desparramados alrededor del espacio. Avery se quedó de pie.

"Cindy Jenkins y Tabitha Mitchell," dijo ella.

"Ya le dije, no las conozco."

"Tomaron clases aquí."

"Mucha gente toma clases aquí. ¿Me puede dar un período de tiempo?"

"¿Por qué no las buscas en tu computadora?"

Se sonrojó.

"Los archivos son purgados con frecuencia," dijo.

"¿De verdad? ¿No guardan nombres y direcciones de los clientes para poder enviar folletos y correos electrónicos? Encuentro eso difícil de creer."

"Guardamos los nombres y las direcciones," dijo él. "Pero los documentos que usamos cuando recién se inscriben a clases son destruidos, así que no podría decirle un período de tiempo."

"Estás mintiendo," dijo ella.

"¿Estoy siendo acusado de algo?" exigió él.

"¿Has cometido un crimen?"

"¡Para nada!"

Avery no estaba convencida. Había algo en la forma en que pronunciaba las palabras, y como desviaba la mirada, y la computadora que se negaba a encender.

"¿Hace cuánto trabajas aquí?" preguntó ella.

"Cinco años."

"'¿Quién te contrató?"

"Wilson Kyle."

"¿Sabe Wilson Kyle que eres un delincuente sexual registrado?"

La vergüenza sonrojó las mejillas de Lang, y las lágrimas comenzaron a aparecer. Se sentó más erguido en su silla y la miró con malicia.

"Sí," dijo él, "lo sabe."

"¿Dónde estabas en sábado por la noche? ¿Y el miércoles por la noche?"

"En casa. Mirando películas."

"¿Tienes a alguien que pueda acreditarlo?"

A punto de derrumbarse, Lang prácticamente se sacudió de rabia.

"¿Cómo te atreves?" dijo agresivamente. "¿Qué estás intentando hacer? Ya pagué por mi pasado. Fui a la cárcel y tuve que buscar ayudar profesional y hacer servicio comunitario y tener una bandera roja a mi alrededor por el resto de mi vida: 'Delincuente sexual.' Soy mejor ahora," juró mientras su cuerpo se relajaba y las lágrimas comenzaban a fluir. "Soy diferente. Todo lo que pido es que me dejen en paz."

Estaba ocultando algo. Avery podía sentirlo.

"¿Mataste a Cindy Jenkins y Tabitha Mitchell?"

"¡No!"

"Muéstrame esa computadora."

Una cara arrugada y una sacudida de cabeza le dijeron a Avery todo lo que necesitaba saber.

"Si no inicias sesión ahora y me dejas ver tu historial de búsqueda ahora mismo, volveré esta tarde con una orden de arresto."

"¿Qué está sucediendo aquí?" gruñó alguien.

Un hombre grande y extravagante estaba de pie en el pasillo. Tenía cabello perfectamente cortado y suelto, de color blanco, peinado hacia atrás y una barba de chivo blanca bien recortada. Pequeños anteojos gruesos de color negro enmarcaban unos ojos enojados y verdes. Un suéter liviano color carmesí enroscado sobre una camiseta blanca. Tenía puestos vaqueros y Crocs negros.

Lang se cubrió el rostro e instantáneamente se derrumbó.

"¡Lo siento! Lo siento mucho."

Avery mostró su placa.

"¿Y usted sería?"

"Wilson Kyle. Soy el propietario de este establecimiento."

"Mi nombre es Avery Black. Homicidios. Departamento de policía de Boston. Tengo razones para creer que el Sr. Lang podría estar involucrado en dos posibles homicidios."

Alzó las cejas en señal de incredulidad.

"¿John Lang?" dijo. "¿Te refieres a él? ¿El hombre acobardado frente a usted? ¿Usted piensa que él podría ser responsable de asesinato?"

"Dos chicas de diferentes universidades," dijo ella escudriñando cada movimiento de John Lang, "posicionadas: una en el parque y otra en el cementerio."

"Leí sobre este caso," confirmó Kyle.

Una mano grande cayó sobre el hombro de John.

"¿John?" preguntó con tono sensible. "¿Sabes algo sobre esto?"

"¡No sé nada!" gimió John. "¿Acaso no he tenido suficiente?"

"¿Cómo exactamente es que usted lo ha relacionado a estos crímenes?"

"Las dos chicas ambas venían a clases aquí. Él tiene antecedentes. No tiene coartada para las noches de los secuestros y no me deja ver lo que hay en esa computadora," dijo ella.

"¿Tiene una orden de rastreo?"

"No, pero puedo obtener una."

Wilson Kyle descendió con su inmensa presencia y, con admirable paciencia y empatía, intentó que John le sostuviese la mirada.

"John," dijo, "está bien. La policía está tratando de resolver un crimen. ¿Qué hay en la computadora que no quieres que ella vea? Puedes ser honesto conmigo."

"¡Tenía que mirar!" sollozó.

"Está bien, John," dijo inclinándose hacia adelante para susurrarle, "No voy a juzgarte."

Le frotó la espalda a John, lo ayudó a ponerse de pie, y encendió la computadora.

"¿Contraseña?" preguntó.

John se frotó la nariz. Sacudió la cabeza y susurró algo suavemente, casi imperceptible, en respuesta.

Wilson Kyle escribió la contraseña.

"Ahí tiene, Oficial Black," dijo. "Busque y mire. Vamos, John," agregó él. "Vamos a esperar por aquí. Todo va a estar bien. Lo prometo. La oficial sólo quiere confirmar que no estás involucrado en un asesinato en masa. No eres un asesino, ¿verdad, muchacho? No, claro que no, John. Claro que no."

Avery se sentó en el escritorio.

Una rápida búsqueda en el historial no reveló nada. Sitios de arte. Ayuda para palabras de Scrabble, artistas y sus trabajos. Revisó cada día. El martes, temprano en la mañana, vio un montón de sitios pornográficos.

Ella levantó la vista.

John estaba sentado en una silla, con la cabeza baja, las manos en su rostro. Wilson Kyle estaba de pie detrás de él y miraba a Avery como un gran señor siendo forzado a mirar algo impensable, y ese hecho lo enojaba más y más.

De nuevo en la computadora, Avery hizo clic en algunos de los links. Aparecieron niños jóvenes, desnudos o semidesnudos. Las edades iban de los seis a los doce años. Completamente asqueada por lo que vio, Avery hizo clic en otros sitios para intentar formular algún argumento razonable sobre por qué debía ignorar lo que había encontrado. Teniendo en cuenta su proclividad hace los niños pequeños, le costaba imaginárselo como el asesino.

"¿Sabe usted dónde estaba él la noche del sábado?" preguntó ella.

"Sí," dijo Wilson. "John estaba en su casa viendo una película llamada La Noche del Cazador. Lo sé porque yo le recomendé esta película, y él me llamó luego de verla, creo que alrededor de las diez, para expresarme sus sentimientos. Yo estaba ocupado, pero estoy seguro que puede verificar esa llamada si revisa sus registros telefónicos."

"¿Puede comprobar sus propias acciones durante la semana pasada?" le preguntó a Wilson.

Wilson rio.

"¿Sabe usted quién soy yo, Oficial Black? No, por supuesto que no. No me malentienda. No soy famoso de ninguna manera, ni tengo buenas conexiones, pero tengo un gran interés en mi comunidad, y si no estoy con amigos, estoy usualmente alimentando a los pobres o en alguna subasta de caridad en algún lugar de la ciudad. Entonces, para responder su pregunta: Sí. Puedo comprobar mis acciones para todo el mes, pero me temo que necesitaré una orden antes de continuar con esto."

Estabas equivocada, pensó Avery. Este no es el asesino. Estas eran personas muy transparentes. John era un enfermo, y Wilson era un imbécil pomposo y santurrón. Pero no eran asesinos seriales. Eran demasiado débiles, ambos.

Lanzó un suspiro. Estaba perdiendo el tiempo allí.

Había estado en esta posición antes: sola, sin pistas, arriesgándose y evadiendo las normas de su profesión, pero esta vez se sentía personal. Esta vez, era un asesino serial. La última vez que Avery había lidiado con un asesino serial, lo había liberado y había matado de nuevo. Ahora era como si ese viejo caso hubiese renacido nuevamente con este nuevo asesino, como si pudiese detenerlo de alguna forma, así podría liberarse.

"Estaré en contacto," dijo Avery y encontró su camino de salida.

"Sra. Black," gritó Wilson.

"¿Sí?"

"Yo lidiaré con la pornografía que acaba de encontrar, no tenga dudas. Tengo curiosidad, de todas formas. ¿Sabe usted por qué John puede haber buscado esas imágenes? ¿Y sabe por qué abusó de esos niños hace tanto tiempo? Déjeme decírselo así puede obtener otra perspectiva, y tal vez no entrará en otra casa u oficina más tarde, mal preparada y llena de prejuicios e insinuaciones. Verás, John fue violado repetidamente por su madre y su madre cuando era niño."

John sollozaba suavemente entre sus manos.

Wilson se aferraba al hombro de John como un ángel protector.

"Asumo que usted no sabe lo que les sucede a los niños que son abusados, Sra. Black. Ellos aprenden que ese comportamiento es normal, y esperado. Y a medida que crecen, se sienten excitados por niños pequeños porque eso es para lo que fueron entrenados: para sentirse excitados. Es un ciclo enfermizo y atemorizante que es casi imposible de romper, pero John ha estado intentando con muchas fuerzas. Con muchas fuerzas de verdad. Este simple desliz," dijo señalando a la computadora, "no debiese borrar lo mucho que él ha trabajado para reconstruir su pasado. Si supiese algo sobre la naturaleza humana, quizá entendería eso."

"Gracias por la lección," dijo Avery.

"Y una cosa más," agregó Wilson caminando hacia ella con el rostro rojo de ira contenida. "Usted no tenía ningún derecho a venir a este estudio e interrogar a nadie sin la debida autorización. En el momento que se vaya de aquí, llamaré a su comandante en jefe y a quien sea que debo contactar, y voy a recomendar su despido, o al menos su suspensión por su total desprecio por las leyes y la decencia humana."

* * *

Avery estaba muy confundida cuando salió del estudio.

Segura de que encontraría a su asesino unas horas antes, ahora estaba casi segura de que John Lang era un callejón sin salida, y que se enfrentaría a mucha furia si Wilson Kyle llegaba a llamar a la oficina.

Avergonzada por sus acciones, se subió al auto de un salto y comenzó a conducir.

Las palabras de Howard Randall hacían eco en su mente: Tu asesino es un artista... no es alguien que elegiría chicas al azar desde la calle...

Seguí tu guía, argumentó ella. Encontré una conexión.

Las últimas palabras de Randall se convirtieron en un susurro.

Tiene que encontrarlas en alguna parte.

¿Dónde?, se preguntó ella. ¿Dónde las encuentra? Tiene que haber otra conexión, algo que se me pasó.

Tiene que haber algo más, algo que me estoy perdiendo, otra conexión.

La oficina era su destino de hecho, pero algo le decía que las respuestas que obtuviera no vendrían de la oficina. Vendrían de las pistas. Decidió asistir a Jones en la vigilancia de las rutas saliendo de Cambridge. Thompson ya la había actualizado sobre Graves. La coartada del arrogante alumno de último año era sólida: tres amigos confirmaron su ubicación el sábado a la noche.

Paró para otra taza de café y algo para desayunar.

Su teléfono sonó.

"Black", dijo.

La voz del otro lado sonaba sombría e insatisfecha.

"Es Connelly."

La preocupación atravesó el cuerpo de Avery. ¿Habría llamado Wilson Kyle? ¿Habremos hecho algún progreso en el caso?

"¿Qué hay de nuevo?" dijo ella.

"Te estás divirtiendo a lo grande, ¿verdad?" susurró Connelly.

"¿Qué se supone que signifique eso?"

"Esto se está saliendo de control, Black. Nos vemos como un montón de idiotas. El capitán está furioso. Y yo también, yo sabía que serías pésima en este trabajo."

"¿De qué estás hablando?" preguntó ella. "¿Llamaste sólo para acosarme?"

"¿No lo sabes?" preguntó él.

Luego de un momento de silencio, Connelly habló otra vez.

"Acabo de recibir noticias de la policía de Belmont. Encontraron un cuerpo en el área de juegos para niños en el Parque Stony Brook. Suena como nuestro tipo."

Yaş sınırı:
16+
Litres'teki yayın tarihi:
10 ekim 2019
Hacim:
241 s. 2 illüstrasyon
ISBN:
9781640291027
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