Kitabı oku: «Causa para Matar », sayfa 11
CAPÍTULO VEINTITRÉS
Avery estacionó su auto en el borde este del Parque Stony Brook y caminó hasta la calle Mill a la entrada.
El área de juegos para niños Stony Brook era un extenso parque acuático para niños, combinado con tres áreas de juegos separadas y un enorme fuerte de madera, todos anidados en un círculo de árboles detrás de un cerco cerca de una comunidad cerrada.
Una cantidad de coches patrulla de la policía de Belmont, junto con camionetas de noticias y reporteros y multitudes, rodeaban el área cerca de la puerta.
"¡Allí está!" gritó alguien.
Antes de que Avery tuviese tiempo de pensar, una cantidad de reporteros avanzaron hacia ella. En su vida anterior, cuando había sido despedida de su firma legal, Avery había asumido que las cámaras y las luces y los micrófonos eventualmente se desvanecerían. Desafortunadamente, ese no había sido el caso. Siempre era ella el objeto de burlas en un periódico u otro en días lentos para las noticias.
Una pequeña reportera de melena corta negra le metió un micrófono en la cara.
"Sra. Black," dijo, "está en una relación con Howard Randall?"
"¿Qué?" exigió Avery.
Alguien más extendió un micrófono.
"Usted fue a visitarlo ayer. ¿De qué hablaron?"
"¿De dónde sacan esa información?" preguntó Avery.
Un periódico fue extendido frente a ella, y mientras Avery echaba un vistazo a la página principal y luego daba vuelta la página para leer el artículo dentro, las cámaras estaban filmando y todos esperaban una respuesta.
El titulas leía "Dos chicas muertas y ninguna pista." La foto era del cementerio. Un subtítulo al final decía: "Una Policía y un Asesino: El Romance Florece." Avery se vio a si misma sollozando dentro de su auto, justo afuera de las paredes de la prisión.
Los guardias, se dio cuenta. Tomaron fotografías.
El verdadero artículo estaba en la tercera página: "¿Quién dirige el Departamento de Policía de Boston?" Términos como "incompetente," "mal manejo," y "negligencia" prácticamente saltaban de las páginas. Una línea: "¿Por qué permitiría el Departamento de Policía de Boston que una ex abogada con ética cuestionable manejase otro caso de un potencial asesino en serie?"
Sintiéndose con náuseas, Avery devolvió el periódico.
"¿Puede hacer algún comentario?" preguntó alguien.
Avery siguió empujando en silencio.
"¿¡Oficial Black!?" ¿¡Oficial Black!?"
Una mujer que no pesaría más de cuarenta kilos se abrió camino hasta Avery y le dio un puñetazo en el pecho.
"¡Maldito pedazo de mierda!" gimió. "¿Mis impuestos pagan por ti? ¡De ninguna manera! Voy a hacer que te despidan, maldita asesina hija de perra."
La multitud se movilizó al lugar.
"¿Por qué estás en este caso?" gritó alguien más.
"¡No dejen que se acerque a los niños!"
En la puerta, Avery mostró su placa y un oficial le empujó hacia adentro.
"¿Quién está a cargo aquí?" dijo ella.
"Por aquí," señaló el policía. "Talbot Diggins. Teniente Diggins."
Normalmente, el abuso era fácil de ignorar para Avery, pero hoy, luego de su lamentable interrogatorio a John Lang y otro cuerpo, y ninguna pista, y le periódico, y todo lo demás, le llevaba toda su energía tan sólo estar de pie y caminar hacia adelante.
Incluso separada de la horda fuera del portón, podía oír a la gente expresando su indignación mientras los reporteros metían cámaras entre las barras.
Los policías en la zona se dieron vuelta y observaron a Avery pasar. Algunos murmuraron en voz baja. Otros sólo la veían con desdén.
¿Cuándo terminará todo? se preguntó.
Talbot Diggins era un hombre negro extremadamente grande con la cabeza afeitada. Tenía puestas gafas de sol y sudaba profusamente en el calor de la mañana. Estaba vestido con un elegante traje gris y una camiseta debajo, y los únicos elementos que delataban que era un policía eran la placa alrededor del cuello y un arma asomándose desde la parte trasera de su chaqueta.
Se percató de su presencia y señaló.
"¿Eres Black?" dijo.
"Sí."
"Sígueme."
El parque en sí fue ignorado. Detrás de la ancha piscina que normalmente salpicaba agua en incontables direcciones, pasaron un área de juegos para niños pequeños y se dirigieron directamente hacia un castillo de madera, completado con puentes, una fosa, y una ciudad de madera.
Dentro de la estructura de madera brillaban luces del flash de un fotógrafo policial.
"Un niño la encontró esta mañana," dijo Talbot. "Una niña de diez años. Dijo que estaba intentando jugar con ella, pero el cuerpo no se movía. Entonces la tocó. Fría como el hielo."
La estructura de madera tenía una apertura hacia el frente que cumplía la función de entrada al castillo.
Una muchacha muerta estaba sentada en la entrada, posicionada como si sencillamente se hubiese tomado un descanso del juego. Tenía dieciocho o diecinueve, estimó Avery. Cabello rubio. Vestida con una blusa y falda ajustadas. Una expresión juguetona y graciosa decoraba su rostro. Las manos estaban alzadas y habían sido atadas a una barra sobre su cabeza con fibras muy delgadas, como hilo de pescar. Los ojos, como los otros que había visto Avery, parecían drogados y torturados.
"¿Sabe quién es ella?" preguntó Avery.
"Aún no."
Luego de un vistazo rápido Avery comprobó que la víctima tenía puesta toda su ropa interior. ¿Tal vez la última chica fue una casualidad? se preguntó.
Como las otras chicas, esta parecía estar mirando algo. Avery siguió la línea de la vista hasta el área de juegos de niños. Inmediatamente se dio cuenta de qué se suponía que estuviese mirando la víctima: un mural pintado de niños que decoraba uno de los bordes de plástico. Los niños eran niños y niñas, multiculturales, y había muchos, todos agarrados de las manos.
Talbot la observó sospechosamente.
"¿Es verdad?" preguntó.
"¿Si es verdad qué?"
"Tú y Randall. Los periódicos dicen que están juntos. ¿Es verdad?"
"Eso es repugnante," dijo ella.
"Tal vez," sugirió él. "¿Pero es verdad?"
"No es asunto tuyo," dijo ella.
"Demonios, estás arruinando mi día, ¿lo sabes? Primero tuve que lidiar con un desastre sobre un asesino serial porque tú no sabes hacer tu trabajo, y ahora no eres capaz de responder una simple pregunta. Vamos, tenemos una apuesta en la oficina sobre esto."
"No tienes que preocuparte por esto," dijo Avery. "Mi departamento—”
"No, no, no," se quejó él, "eso no va a suceder. Esta es mi escena del crimen, ¿entiendes? Llamé a tu departamento por cortesía. No puedo darte esto," declaró señalando al cuerpo. "Llevas dos chicas muertas en menos de una semana. Ahora tenemos una tercera en Belmont. ¿Sabes lo que quiere decir eso? Trabajo en equipo."
"No necesitamos—”
"Oh, sí que lo necesitamos," dijo con los ojos puestos en blanco. "Sinceramente. ¿Cuán cerca estás de resolver este caso?"
"Tenemos muchas pistas sólidas que—”
"¡Bip! ¡Respuesta incorrecta!" gritó como una alarma fingiendo ser un robot. "No puedo creer eso," indicó calmadamente. "Mírate. Te ves tan trastornada como dicen los periódicos. Y ni siquiera le das una pista a otro policía sobre tu vida personal. ¿De qué se trata todo eso? ¿Así que sabes qué? Somos compañeros de equipo ahora, y en Belmont resolvemos los casos rápidamente."
"¿Ah sí?" dijo Avery. "¿Cuántos cuerpos como este has visto?"
"Pssss," dijo él.
"No, de verdad."
"Eso no importa."
"Te diré lo que importa," dijo ella. "He estado en este caso por menos de una semana y ya tengo una idea general de dónde vive el asesino. Conozco su estatura y una descripción de su cuerpo. Sé que tiene debilidad por los animales y que auto conduce, y por la apariencia de este tercer cuerpo" dijo apuntando a la muchacha muerta, "sé que aún no ha terminado. Tres solía ser su número de la suerte. Ahora eso ha cambiado. Sé muchas otras cosas," dijo bruscamente. "¿Pero sabes qué? Tienes razón. Esta es tu jurisdicción. Resuélvelo tú solo."
Se dio vuelta para salir caminando.
"Oye, oye, oye," aulló Talbot. "¡Un momento, leona!"
Talbot tenía una actitud completamente diferente cuando Avery se volvió. Sus brazos estaban abiertos y mostraba una despampanante sonrisa con grandes dientes.
"Y yo pensando que estaba lidiando con una gatita, pero lo que tengo aquí es una leona blanca."
Se puso al lado de Avery, quien medía unos 3 centímetros menos y era más pequeña en todo sentido.
"No puedo interponerme entre una detective principal y un posible asesino serial en un caso tan importante como este," dijo. "Esta porquería está en todas las noticias. Tengo que ayudarte, me guste o no. Tómate tu tiempo," dijo sacudiendo los brazos. "Todo encaja."
"Pero acabas de decir que—”
"A nadie le caes bien," enfatizó con seriedad. "Mi gente no puede pensar que somos amigos. Ya es suficientemente difícil ser negro aquí. ¿Qué te parece esto? Haré que mi gente se ocupe de esta escena del crimen. Llevaremos el cuerpo a nuestro forense, intentaremos averiguar de quien se trata, y haremos que el equipo forense examine el área. ¿Cuál es tu número? Susúrramelo al oído. Susurra..."
Avery susurró su número y Talbot hizo una cara fea, como si estuviese tomando los dígitos de su supervisora así podía ser regañada.
"Acabo de llamarte," dijo. "Ahí está... ahora tú también tienes mi número. Cuando tenga noticias de todos los de mi equipo. Te enviaré un informe detallado. ¿No estás satisfecha? Habla con tu capitán y dile que llame a mi capitán, pero puedo decirte lo siguiente: esta mierda sucedió en mi ciudad esta vez, y eso significa que la policía de Belmont estará involucrada. ¿Quieres ayudarme? ¿Compartir lo que tienes?"
"Claro," dijo ella, "podemos hacer eso. También quiero que mi equipo vea el cuerpo y consultar a tu forense."
"No hay problema."
"Y quiero acceso total a esta escena del crimen."
"Hecho. ¿Estamos de acuerdo?"
"Sí," dijo ella frunciendo el entrecejo, "Eso creo."
"¡Me importa una mierda lo que pienses!" Talbot gritó y caminó hacia atrás para que todo el mundo pudiese escuchar. "¡Así son las cosas, Black!”
CAPÍTULO VEINTICUATRO
Talbot se alejó enseguida de terminar de gritarle, para consultar a su equipo. La mayoría de los policías de Belmont le echaban miradas hostiles a Avery, o sacudían la cabeza. Se escuchó a uno de ellos decir, "¿Por qué demonios tenemos que compartir? Esto es un crimen en Belmont."
Avery se tomó su tiempo para recorrer la zona.
Observó el cuerpo desde diferentes perspectivas. Todos la ignoraban, pero cada tanto podía oír a madres gritando desde fuera de los portones, o reporteros gritando preguntas.
Una sensación del asesino había comenzado a habitar en Avery. Todo había comenzado en Lederman Park, y luego en el cementerio, una sensación de que de alguna manera lograba entenderlo. Había elegido lugares tranquilos, lugares respetuosos para los muertos. Este era diferente. Aunque la chica estaba colocada en un parque entre árboles y plantas, era un parque de niños, el cual tiene una energía más agitada que un cementerio o un banco cerca del río.
¿Por qué aquí? se preguntó.
La imagen de la chica, también, era diferente: estaba mirando hacia varios niños, de diferente género y color.
Algo sucedió, pensó.
¿Qué cambió?
El informe de los forenses le diría si había diferencias dentro del cuerpo o en la escena del crimen, pero incluso si no encontrasen nada, Avery estaba segura de sus instintos. Luego de años trabajando en casos con asesinos, y antes de los asesinos, en casos que involucraban personas sórdidas en general como abogada, se había convertido en una experta en las pequeñas diferencias entre las personas, y en las escenas del crimen.
Sola, sin nuevas puestas, en una pésima mañana y con manifestantes, padres, y la policía de Belmont mirándola como si fuese un invitado no deseado, Avery bajó la cabeza y volvió al auto.
Su llegada a la oficina A1 era el final perfecto para un día horrible. En el momento que las puertas del elevador se abrieron y Avery quedó al descubierto, la oficina entera se quedó en silencio. Muecas de desprecio en sus rostros. Jones sacudió la cabeza y miró hacia otro lado y Thompson la dio la espalda. La falta de chistes y risas sólo lo hizo peor.
Finley estaba en su escritorio. Apenas más solidario que es resto de su departamento, le ofreció una mirada de lástima y bajó la cabeza.
El periódico de la mañana, con su escandaloso artículo sobre la visita a Howard Randall, estaba en una cantidad de escritorios, y algunas pantallas de computadoras mostraban una fotografía similar de Avery, llorando en su auto fuera de la prisión.
"Black," llamó alguien, "ven aquí."
O'Malley hizo señas desde su oficina.
Connelly se puso de pie.
"No. No," señaló O'Malley. "Tú no. Sólo Black."
"Este es mi caso," argumentó Connelly.
"Si quieres que lo siga siendo, te sientas y te callas."
Connelly se quedó de pie, desafiante, y sacó pecho.
"¿Estoy en problemas?" preguntó Avery.
"Entra." O'Malley le hizo señas y cerró la puerta detrás de sí. "¿Qué te hace pensar que estás en problemas, Black? Tú dímelo."
"No lo sé", dijo. "Fui a ver a Howard Randall para buscar pistas. Me dio una, bueno, no una muy buena, pero era una conexión entre las chicas. Él sabía algo."
Un profundo suspiró salió de O'Malley.
"¿Que podría Howard Randall saber sobre tu caso?" dijo él. "El tipo está en la cárcel. Todo lo que sabe es lo que lee en los periódicos."
"Tiene la mente de un asesino," insistió Avery. "Él piensa como nuestro tipo."
O'Malley frunció el ceño.
"Detente," dijo, "por favor, detente. Escúchame, Avery. Me caes bien. Te vi hacer cosas increíbles en la patrulla: valiente, dedicada, honesta, y lo más importante, inteligente. Otras personas también lo vieron. Puede que te hagan la vida imposible, pero eso es porque están envidiosos y asustados. La gente teme lo que no comprende, y estoy empezando a sentir ese miedo."
"Capitán, que es lo que quiere—”
Una mano la detuvo.
"Por favor," dejo, muy calmado, casi destrozado, "déjame terminar. Este caso, es uno grande. Más grande de lo que creía. Tenemos cuerpos desparramados por tres condados hasta el momento, tres muchachas muertas, ninguna pista, y mucha gente enojada. Eres un animal, Avery. Lo veo. Lo veo incluso ahora. Estás consumida por este caso. Realmente quieres encontrar a este tipo, tanto que has cometido algunos errores de principiante muy estúpidos."
Levantó un dedo.
"Uno," dijo, "acosaste a un civil esta mañana en Cambridge."
"Tenía motivos para creer que—”
"No me importa lo que creíste," gritó. "Intimidaste a un hombre en una tienda de arte, un hombre con muy buenas conexiones, dicho sea de paso, un hombre que ya ha pasado por cientos de situaciones muy difícil debido a su pasado. El tipo tuvo una crisis nerviosa luego de que te fuiste. Intentó suicidarse en el baño. Su jefe tuvo que tirar la puerta abajo. Llamaron a la ambulancia. Luego me llamó a mí, y llamó al jefe, y llamó al alcalde. ¿Y sabes qué dijo? Dijo que permitimos que una psicópata manejase este caso. Por suerte, no ha presentado cargos, todavía."
"¿Suicidio?"
Avery bajó la cabeza. La penetrante mirada de Wilson Kyle le vino a la mente, y recordó su apasionado discurso sobre la historia de Lang.
"Eso fue un error," dijo. "No fue mi intención."
"Dos," dijo O'Malley, levantando dos dedos. "Apareciste en los diarios. Sé que eso no fue tu culpa. Andas como si fueses la única persona en el universo la mitad del tiempo. Me hace preguntarme cómo es posible que veas algo, pero lo ves. Lo que no viste fue el montón de basuras paparazzi haciéndose un festín a tus expensas. A la fotografía del parque puedo tolerarla. Lo que no puedo tolerar es la fotografía de la prisión. Fuiste a visitar al asesino serial más famoso de la historia de Boston, un hombre al que tú dejaste libre, un hombre que luego volvió a matar en tu nombre, ¿y no se te ocurrió preguntar? ¿O tener cuidado de las cámaras? ¿O al menos darme una advertencia así podía decirte que estás loca?"
"Necesitaba la perspectiva."
"En ese caso me llamas, o a Connelly, o a cualquiera que esté conectado al caso. No vas a una prisión federal a reavivar una vieja llama. Es decir, por Dios. ¿Acaso lees los periódicos? Lo hicieron ver como que todo el departamento es un montón de idiotas, y que las únicas pistas que podíamos conseguir eran por una antigua llama. Es malo, Avery, realmente malo."
"Capitán, estoy—”
"Tres," dijo, levantando tres dedos, "tienes disidentes en tus filas. Thompson y Jones se están quejando sobre el trabajo de vigilancia."
"¡Desperdiciaron un día entero ayer!"
O'Malley levantó la mano.
"Connelly ni siquiera quiere hablar contigo—”
"¡Eso no es culpa mía!"
"No sé qué le hiciste a Finley," dijo, sorprendido, "pero de hecho ha estado trabajando muy duro y está realmente preocupado por todo esto."
De pronto, Avery comenzó a darse cuenta hacia dónde iba la conversación.
"¿Preocupado por todo qué?" dijo ella.
"Quizás te promoví demasiado pronto," O'Malley murmuró para sí.
"Capitán, espere."
Él sacudió la cabeza e hizo una mueca.
"No más, Avery, por favor. No más. ¿De acuerdo? Tengo al jefe molestándome. El alcalde está furioso. Tengo quejas entrando vaya uno a saber de quién, y todas son sobre ti. Pero lo peor de todo, de verdad," dijo con verdadero dolor en los ojos. "Lo peor de todo, es que esto no se trata de ti, ni nada de toda esta mierda insignificante. Tenemos tres chicas muertas en menos de una semana. Tres muertas, Avery. Y ninguna pista. Y un rastro muerto. ¿Estoy en lo cierto?"
Avery revivió la imagen del giro y reverencia del asesino frente a la cámara del estacionamiento.
"Voy a encontrarlo," dijo, "Lo juro."
"No mientras yo esté a cargo," contestó O'Malley. "Estás fuera del caso. Efectivo inmediatamente. Connelly se va a hacer cargo."
"Capitán—”
"Ni una palabra, Black. Ni una palabra porque ahora estoy tranquilo, ¿sí? Estoy tranquilo porque esto también me afecta, pero si me presionas me voy a enojar muchísimo por toda la presión que tengo sobre mí en este caso. Estás fuera. Quiero toda tu investigación en el escritorio de Connelly en la próxima hora. Cualquier información sobre la última escena del crimen en Belmont. ¿Cómo vamos con eso? ¿Dónde está el cuerpo? No, no quiero que me lo digas ahora. Lo quiero todo por escrito, junto con cualquier pista que estés siguiendo, cualquier cosa. No dejes nada afuera. ¿Entendido? Entonces puedes irte. Tómate el resto del día libre. Vuelve el lunes y hablaremos de lo que pasará a continuación. Necesito el fin de semana para pensarlo."
"Estoy fuera del caso," dijo ella.
"Estás fuera."
"¿Para siempre?"
"Para siempre." Él asintió.
"¿Estoy en homicidios todavía?"
O'Malley no contestaba.
CAPÍTULO VEINTICINCO
Avery no tenía adónde ir. Su lugar favorito, el campo de tiro, era para policías, y ella ya no se sentía como una policía. Su casa estaba oscura y vacía, y sabía que si se iba a casa, simplemente se metería en la cama y se quedaría allí por días.
Un bar local, justo a la vuelta de la esquina de su casa, estaba abierto.
Empezó la mañana bien.
"Escocés," dijo, "del bueno."
"Tenemos muchos buenos," respondió el cantinero.
Avery no lo reconoció. Sólo había ido al bar durante la noche. Ya no, pensó con descuido imprudente. Soy una bebedora diurna ahora.
"¡Lagavulin!" exigió golpeando la barra.
Sólo había un par de otras personas en el bar a esa hora, todos locales, dos viejos que parecía que bebían como profesión.
"¡Otro!" gritó Avery.
Luego de cuatro tragos, estaba muy borracha.
Extrañamente, la sensación le recordó su pasado. Luego de que Howard Randall mató otra vez después de ser liberado gracias a la genial defensa de Avery, ella se fue de juerga por unas cuantas semanas. Todo lo que recordaba de ese tiempo era noches solitarias en su habitación oscura, y resacas, y la constante cobertura de los medios que parecía estar en un bucle.
Se miró a sí misma, su mano y su ropa y las personas en el bar.
Mira cuán bajo has caído, pensó. Ni siquiera eres policía ahora.
Nada.
El rostro de su padre riendo le vino a la mente: "Te crees tan especial," le había dicho una vez, con un arma apuntada en su sien. "No eres especial. Yo te hice, y yo puedo llevarte."
Avery se tambaleó hasta su casa.
Imágenes del asesino mezcladas con recorridas de vehículos y su padre y Howard Randall, y lo último que recordó antes de desmayarse fueron sus propios sollozos.
* * *
Avery pasó el resto del día en la cama, con las cortinas cerradas. Cada tanto durante la tarde y la noche, se levantaba a hidratarse o tomarse una cerveza o atiborrarse con sobras del refrigerador antes de regresar a su cuarto y colapsar.
A las diez de la mañana del sábado, el teléfono sonó.
El identificador de llamadas decía Rose.
Avery levantó el teléfono, aturdida y consumida por el sueño.
"Hola."
La voz del otro lado era dura e implacable.
"Suenas dormida. ¿Te desperté?"
"No, no," dijo Avery y se sentó para secarse la saliva del mentón. "Estoy levantada."
"Nunca respondiste mi correo electrónico."
"¿Cuál correo electrónico?"
"Respondí tu correo electrónico. Te dije que sí quería almorzar juntas. ¿Todavía sigue en pie?"
A Avery le llevó un segundo entender lo que quería decir, pero recordaba haberle escrito un correo electrónico a Rose en la cúspide de su propia excitación, cuando pensaba que estaba a punto de atrapar a un asesino. Ahora, con resaca, una paria en el trabajo, y ni siquiera segura de su propio puesto de trabajo, era reacia a vestir su miseria en ropas y maquillaje e intentar actuar como una madre amorosa frente a su hija distanciada.
"Sí," dijo ella. "Por supuesto. No puedo esperar para verte."
"¿Estás segura? Suenas horrible."
"Sólo estoy, estoy bien, cariño. A mediodía. ¿Cierto?"
"Nos vemos entonces."
La línea quedó muerta.
Rose, pensó Avery con un suspiro.
Eran extrañas. Avery nunca lo había admitido ante nadie, pero amamantar a Rose e intentar ser madre había sido una pesadilla. En el momento, la idea de la maternidad había sido hermosa: una nueva vida, la maravilla del parto, la posibilidad de que Rose pudiese salvar su relación con Jack. En la práctica, sin embargo, había descubierto que era muy agotador, ingrato, y otra razón para pelear con Jack. Ante cualquier oportunidad que tenía, Avery contrataba a una niñera, o dejaba a Rose en la guardería, o se la entregaba a su ex esposo. El trabajo era su único refugio.
Fui tan mala madre, pensó.
No, intentó recordarse. No fue todo tan malo.
Ella realmente amaba a Rose.
Tenía muchos recuerdos fantásticos. A veces se reían y disfrazaban juntas. Avery incluso le enseñó a usar zapatos de tacón. Había abrazos y lágrimas y películas tarde a la noche y helado.
Todo eso parecía tan lejano ahora.
Había estado separadas por años.
Luego de Howard Randall, Jack pidió la custodia y la obtuvo. Él dijo que Avery no era una madre apta, y citó numerosos incidentes, incluyendo fotografías de cuando Rose comenzó a cortarse, y textos y correos electrónicos a su madre que nunca fueron respondidos.
¿Cuándo fue la última vez que la vi? se preguntó Avery.
En Navidad, pensó. No, hace unos meses. La cruzaste en la calle. No la habías visto en tanto tiempo que prácticamente no pudiste reconocerla.
Ahora, Avery quería ser una madre, una verdadera madre. Quería ser la persona a quien Rose llamase para pedir consejo y pasar la noche juntas y darse atracones de helado.
El dolor seguía interponiéndose en el camino de Avery, el interminable dolor en su corazón y es su estómago por lo que había hecho en el pasado, y lo que todavía tenía que reparar como detective. Era algo que la consumía, un monstruo gigante y oscuro que exigía ser alimentado.
No hay justicia.
Avery se repuso.
De vaqueros, camiseta, y blazer marrón, se miró en el espejo. Demasiado maquillaje, pensó. Te ves cansada. Deprimida. Con resaca.
Una brillante sonrisa no pudo ocultar su agitación interna.
"A la mierda," dijo.
La Casa de Jake en la Avenida Harrison era un comedor oscuro y cavernoso con cabinas marrones y muchos sitios donde la gente pedía disfrutar de una buena comida y permanecer en el anonimato. En varias ocasiones, Avery había visto estrellas de cine y celebridades. Rose había elegido el lugar por primera vez durante la disputa por la custodia, y aunque Avery estaba segura de que era por Rose no quería ser vista con su propia madre, se había convertido en el hilo que las mantenía unidas, y el único lugar en el que se habían visto luego de meses separadas.
Rose había llegado temprano, y estaba ya sentada en una cabina, lejos de los otros clientes.
De muchas formas, era un clon de Avery cuando era joven: ojos azules, cabello castaño claro, rasgos de modelo, y excelente gusto en ropa. Tenía puesta una blusa de manga corta que dejaba al descubierto sus tonificados brazos. Un pequeño aro de diamantes había sido colocado cerca de su narina izquierda. Con una postura perfecta y una mirada defensiva, esbozó una perfecta sonrisa superficial antes de que sus rasgos se volvieran nuevamente inexpresivos e ilegibles.
"Hola," dijo Avery.
"Hola," fue la respuesta cortante.
Avery se inclinó para darle un incómodo abrazo que no fue devuelto.
"Me gusta el aro de la nariz," dijo.
"Pensé que odiabas los aros en la nariz."
"Te queda bien."
"Me sorprendió tu correo electrónico," dijo Rose. "No me contactas muy seguido."
"Eso no es cierto."
"Retiro eso," pensó Rose. "Sólo me contactas cuando las cosas van muy bien, pero por lo que leo en los periódicos, y por lo que puedo observar por mí misma," dijo con los ojos entrecerrados, "ese no es el caso."
"Muchas gracias."
Para Avery, que sólo veía a su hija ocasionalmente cada año, Rose parecía mucho mayor y más madura de lo que sus dieciséis años indicarían. Admisión temprana a la universidad. Beca total para Brandeis. Incluso trabajaba como niñera para una familia cerca de su casa.
"¿Cómo está papá?" preguntó Avery.
El camarero vino y las interrumpió.
"Hola," dijo. "Mi nombre es Pete. Soy nuevo aquí así que ténganme paciencia. ¿Puedo traerles algo para beber?"
"Sólo agua," dijo Rose.
"Para mí también."
"De acuerdo, aquí están sus menús. Volveré en un minuto para tomar su orden."
"Gracias," dijo Avery.
"¿Por qué siempre preguntas por papá?" dijo Rose bruscamente cuando quedaron solas.
"Por curiosidad."
"Si tienes tanta curiosidad, ¿por qué no lo llamas tú misma?"
"Rose—”
"Perdón," dijo ella. "No sé por qué dije eso. ¿Sabes qué? Ni siquiera sé por qué estoy aquí," se lamentó. "Para ser sincera, mamá, no sé por qué tú quieres que o esté aquí."
"¿Qué se supone que signifique eso?"
"Estoy yendo a un terapeuta," dijo Rose.
"¿De verdad? Eso es genial."
"Ella dice que tengo muchos problemas con mi madre."
"¿Cómo cuáles?"
"Como que nos dejaste."
"Rose, yo nunca—”
"Espera," insistió Rose, "por favor. Déjame terminar. Luego puedes hablar tú, ¿de acuerdo? Te fuiste. Le diste la custodia a papá y desapareciste. ¿Tienes idea de cómo me destruyó eso?"
"Tengo una idea—”
"No, no la tienes. Yo era muy popular antes de que pasara todo eso. Luego, prácticamente de la noche a la mañana, soy la chica de la que todos tienen que alejarse. La gente se reía de mí. Me llamaban asesina porque mi mamá dejó libre a un asesino. Y ciertamente no podía hablar contigo, mi propia madre. Te necesitaba en ese momento. Realmente te necesitaba, pero tú prácticamente me abandonaste inmediatamente. Te negaste a hablarme, te negaste a hablar sobre el caso. ¿Te das cuenta de que todo lo que sabía sobre ti desde entonces lo aprendí de los periódicos?"
"Rose—”
"Y por supuesto, no había dinero," Rose se rio e hizo un gesto con la mano. "Estábamos en bancarrota luego de que perdiste tu trabajo. Nunca pensaste en eso, ¿verdad? Pasaste de abogada estrella a policía. Bien hecho, mamá."
"Tuve que hacerlo," respondió Avery bruscamente.
"No teníamos nada," insistió Rose. "No puedes simplemente comenzar una nueva carrera en el medio de tu vida. Tuvimos que mudarnos. ¿Pensaste en eso alguna vez? ¿En cómo nos afectaría a nosotros?"
Avery se recostó.
"¿Es por eso que viniste? ¿Para gritarme?"
"¿Por qué querías tú venir aquí, mamá?"
"Quería que nos reencontrásemos, ver como estabas, intentar hablar y resolver las cosas."
"Bueno, nada de eso va a suceder a menos que superemos esto primero, y yo no lo he superado. Simplemente no lo he hecho."
Rose sacudió la cabeza y miró hacia el techo.
"¿Sabes qué? Durante años pensé que eras una estrella. Con tu personalidad increíble, gran trabajo, vivíamos en una casa genial, y era como, vaya, mi mamá es increíble. Pero luego todo se derrumbó, y todo desapareció, la casa, el trabajo y tú, sobre todo tú."
"Toda mi vida colapsó," dijo Avery. "Estaba destrozada."
"Yo era tu hija," se quejó Rose. "Yo también estuve ahí. Me ignoraste."
"Estoy aquí ahora," juró Avery, "Estoy aquí ahora mismo."
El camarero regresó.
"¡Muy bien, señoritas! ¿Ya saben lo que quieren?"
Al unísono, Avery y Rose gritaron: "¡Todavía no!"
"Vaya, de acuerdo. Sólo háganme señas cuando estén listas."
Nadie contestó.
El camarero se caminó hacia atrás y se fue.
Rose se frotó la cara.
"Es demasiado pronto," dijo. "Lo siento, mamá. Pero es demasiado pronto. ¿Me preguntaste por qué quise venir? Porque pensé que estaba lista. No lo estoy."
Se acercó al borde de su silla y se puso de pie.