Kitabı oku: «Causa para Matar », sayfa 14

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CAPÍTULO TREINTA Y DOS

El domingo se sintió como un lunes para Avery.

Estaba levantada y energizada a las siete. Extrañamente, había dormido como un bebé en el momento que llegó a su casa, probablemente la mejor noche de sueño que había tenido en meses.

Se puso un pantalón negro y camisa abotonada blanca. Como siempre, tenía puestas zapatillas deportivas Skechers negras en sus pies. Los días de Manolo Blahniks de tacón estaban muy lejos. Luego del desayuno y una taza de café, se paró en su vestíbulo y se miró.

Ve a buscarlo, dijo.

Una punzada de duda invadió sus pensamientos. Habían estado cerca tantas veces ya, tantas pistas que habían resultado estar muertas. No, pensó. Esta vez es la vencida. Tiene que serlo.

De camino a su auto, inspeccionó el paisaje de su vida como policía: tráfico, crímenes menores, disputas domésticas, guerras de pandillas, y ahora esto, su caso más grande, detective de homicidios a la caza de un asesino serial. Esto es para lo cual has estado trabajando durante los últimos tres anos, se dijo a sí misma: una oportunidad para reparar el pasado, para cerrar el capítulo de Howard Randall para siempre y salir de las sombras del miserable remordimiento, y vivir.

Los turnos matutinos de los fines de semana en la A1 cambian a las ocho. La mayor parte de la oficina estaba vacía por la transición, con una gran mayoría del equipo o bien en las calles o de camino al trabajo. Connelly ya estaba allí, junto con el jefe y Thompson.

El jefe estaba de vaqueros y una camiseta roja del departamento de policía de Boston, lo más casual que Avery lo había visto jamás Al teléfono, le hizo señas de que entrase a la oficina con el resto del grupo.

"Espera," dijo O'Malley a la línea, "Tengo a Black aquí. Déjame ponerte en altavoz así podemos solucionar esto ahora."

Una voz cascajosa emanó a través de la habitación.

"¿Hola? ¿Pueden todos escucharme?"

O'Malley dijo con sus labios "el alcalde."

"Estamos aquí," dijo.

"Detective Black," dijo el alcalde como si las palabras le dieran mal sabor de boca, "Tengo entendido que ha sido implacable en este caso, incluso luego de ser suspendida. ¿Cuán segura está sobre Devante? Sabe que Miles Standish es un buen amigo mío."

O'Malley dijo con sus labios "el dueño."

"Dudo mucho que el Sr. Standish tenga algo que ver con esto," dijo Avery. "Creemos que el asesino es alguien dentro de sus oficinas, probablemente un gerente de recursos humanos o enlace que se reunía con estas chicas, leía sus hojas de vida, y luego las pasaba a los departamentos correspondientes."

"Pregunté cuán segura está sobre Devante, Sra. Black. ¿Está segura que esta es la mejor pista? Tengo que hacer una llamada muy difícil."

"Hay tres chicas muertas," dijo ella. "Cada una de ellas de universidades diferentes, y sin embargo todas tenían empleos esperándolas en Devante. Es la única conexión que tiene sentido. Estoy cien por ciento segura."

"Bien," dijo el alcalde. "Mike," agregó, "llamaré a Miles ahora. Espera recibir noticias de él pronto. Si no coopera, consigue tu orden y haz lo que tengas que hacer. Quiero este caso cerrado para el lunes."

"Sí señor," dijo O'Malley.

Cuando el alcalde colgo, O'Malley se dirigió al grupo.

"De acuerdo," dijo, "esto es lo que vamos a hacer. Avery, tú eres la líder. Eso que hiciste el otro día estuvo fuera de lugar, pero ya que descifraste esto, deberías seguirlo hasta el final. Discutiremos tu futuro más tarde. Connelly es tu supervisor. Tienes a Thompson y a quienes podamos reunir una vez que tengamos toda la información. Thompson." dijo e hizo una pausa de un minuto para encontrar las palabras adecuadas, "solía pensar que eras un gigante irlandés extraño que entraría en esta oficina y haría que las cosas sucedieran. Tristemente, nada de eso ha sucedido. De hecho, creo que eras más perezoso que Finley. Olvida eso," corrigió instantáneamente, "Estaba equivocado sobre Finley. Ha estado trabajando muy duro. Todos cometemos errores. Tú, sin embargo, más vale que me sorprendas hoy. ¿Está claro?"

"Sí, señor," juró Thompson.

Quince minutos después, la llamada que habían estado esperando llegó. O'Malley instantáneamente tocó el altavoz.

"Aquí O'Malley," dijo.

Una entusiasta voz joven llenó la habitación.

"¡Hola!" dijo. "Habla Laura Hunt. Soy la asistente personal del Sr. Miles Standish. Me dijeron que llamara y le brindara toda la información que necesite sobre Devante."

O'Malley hizo señas a Black.

"Te toca," dijo él.

"Habla Avery Black," dijo ella. "No estoy segura si ha sido informada, pero tenemos un asesino serial suelto con una posible conexión con la firma de contadores Devante."

"Sí, Sra. Black, me han informado completamente."

"Lo que necesitamos es un nombre, alguien que se pueda haber reunido con cada una de estas universitarias y luego o bien les ofreció empleos, o las redirigió a otro departamento dentro de la empresa donde fueron contratadas."

"De acuerdo," dijo. "¿Puedo preguntar de qué firma de Devante estamos hablando?

"¿A que se refiere?"

"Bueno, tenemos oficinas en Boston, Chicago, y San Antonio."

"La oficina de Boston."

"De acuerdo, espere un segundo. Aquí está. Timothy McGonagle es el presidente de Recursos Humanos para la oficina de Boston. No creo que él maneje los reclutamientos universitarios directamente, pero puede hablar con él o alguien de su equipo," y le ofreció su número de teléfono celular, número de teléfono de su casa, y dirección.

"¿Cuántas personas tiene McGonagle a su cargo?" preguntó Avery.

"Hay otros veintiocho empleados en recursos humanos."

"Si tengo algún problema, ¿puedo llamarla a usted directamente?"

"Por supuesto," dijo y le dio a Avery su número. "El Sr. Standish quiere ayudar de cualquier manera posible. Solamente pide que intente mantener al nombre de Devante fuera de los periódicos si fuese posible. No quisiéramos que la gente asocie ningún crimen con nuestra firme de contaduría."

"Entendido," dijo Avery.

La llamada telefónica terminó poco después, y O'Malley inspeccionó al grupo.

Avery quería ver a Timothy McGonagle con sus propios ojos, de cerca y en persona. Incluso si no era la persona directamente responsable de los crímenes, se estaba volviendo casi un hecho que había contratado a un asesino, o que había contratado alguien que había contratado a un asesino. Una rápida revisión de antecedentes no reveló nada sobre McGonagle: ni siquiera una multa de tráfico.

"De acuerdo," dijo él, "pónganse a trabajar. Tengo un cumpleaños de dieciséis al que asistir."

* * *

McGonagle no estaba lejos de la A1. Vivía en el barrio adinerado de Beacon Hill al norte de las oficinas, cerca del parque Lederman. Connelly se quedó detrás para supervisar dos equipos relacionados a pandillas e intentar armar un equipo para Avery si lo necesitaba.

Thompson fue asignado como su compañero por el día. Mantuvo la boca cerrada durante la mayor parte del viaje, sentado incómodamente en el asiento del acompañante de Avery, con el cuerpo apretujado.

"¿De dónde eres?" preguntó Avery casualmente.

"Boston," murmuró él.

"¿De qué parte de Boston?"

"De todas partes."

"¿Qué te hizo querer ser policía?"

Un entrecejo fruncido apareció en su rostro casi albino, y sus labios gordos hicieron una mueca de desprecio.

"¿Qué es esto? ¿Veinte preguntas?" ladró.

Avery estacionó en la calle Pinckney.

McGonagle vivía en una casa grande, con fachada de ladrillos, cortinas blancas y una puerta roja hundida en un recibidor exterior. Thompson se quedó al borde de la entrada y parecía que quería estar en cualquier otro sitio que no fuese cerca de Avery Black. Su tamaño y extraña apariencia, sin embargo, eran un imán para la gente que pasaba por allí; incluso si estaba del otro lado de la calle, cruzaban y miraban intensamente su rostro mientras pasaban.

Sonó el timbre y fue rápidamente contestado.

"¿Hola?" dijo alguien.

Tim McGonagle era más joven de lo que Avery había esperado, posiblemente es sus treinta, con cabello negro y brillantes ojos verdes que parecían estar calculando cifras todo el tiempo. Estaba vestido con pantalones grises, una camisa abotonada color rosa y una corbata verde.

Un metro setenta o setenta y cinco, pensó. Demasiado alto. La estatura no coincide.

"¿Puedo ayudarlos en algo?" preguntó.

"Avery Black," dijo, "Homicidios de Boston."

"Sí, ya veo. Una oficial famosa en persona." Sonrió.

Notó a Thompson antes de volverse hacia Avery.

"¿Qué puedo hacer por ustedes?"

"¿Ha estado siguiendo el caso del asesino serial?" preguntó Avery.

"Sí, lo he seguido," dijo él.

"¿Es usted consciente de que tres de las víctimas fueron recientemente contratadas por su firma?"

"No," dijo él, "dios mío, eso es espantoso."

"¿Qué es lo que hace exactamente en Devante?"

Les hizo señas para que entrasen.

"¿Les gustaría tomar asiento?"

"No, gracias."

Una voz femenina gritó desde algún lugar dentro de la casa.

"¿Timmy? ¿Quién es?"

"Espera un segundo, Peg," gritó él. "Soy presidente del departamento de Recursos Humanos de Devante para la división de Boston," le dijo a Avery. "Mis principales responsabilidades son contratar y manejar personal. Superviso problemas dentro de la empresa, cualquier disputa importante entre empleado y empleador, cosas de esa naturaleza. Las únicas hojas de vida que veo son las del personal de alto nivel que podamos necesitar, como para el puesto de Presidente o auditores jefes."

"¿Quién recluta en las universidades?"

"Uno de mis empleados. Su nombre es Centro Villasco, pero honestamente, no me lo imagino haciendo nada como esto. Es director administrativo. Lidera un equipo de cuatro personas. Ellos supervisan las universidades, hojas de vida de universidades, y hacen reclutamiento en los campus."

"Si un estudiante universitario quiere un puesto en su firme, ¿tendrían que pasar por él?"

"Correcto. Su equipo puede filtrar las listas de candidatos y seleccionar las mejores hojas de vida, pero eventualmente tendrían que pasar por él. Si a Gentry le gusta lo que ve, los pasa al departamento correspondiente donde haya quedado algún puesto vacante."

"¿Puede decirme algo sobre él? ¿Es soltero? ¿Casado? ¿Qué le gusta hacer los fines de semana? ¿Tiene amigos?"

Timothy se rio.

"Gentry definitivamente no es un asesino," dijo él. "Es un solitario, eso es seguro, un poco más viejo que yo. ¿Tal vez en los cincuenta? Tiene una casa en West Somerville. Toma el transporte público hasta el trabajo. Es sociable pero reservado, ¿entiende lo que digo? Ha trabajado en Devante más tiempo que yo, como quince años."

Avery le sostuvo la vista.

"¿Está seguro que no tenía conocimiento de las tres víctimas en cuestión? Permítame decirle sus nombres otra vez, en caso de que los haya olvidado: Cindy Jenkins, Tabitha Mitchell, y la última no ha aparecido en los periódicos aún. Molly Green."

"Nunca he oído hablar de ninguna de ellas," dijo e instantáneamente se corrigió. "Bueno, escuché hablar de las primeras dos, pero no dentro de la empresa. Leo los periódicos. Estoy familiarizado con el caso," y luego se enderezó y le sostuvo la mirada.

"¿Va a estar en casa todo el día?" preguntó Avery.

"Bueno, mi familia y yo estamos pensando en ir a la iglesia en un rato. Vamos a desayunar con los niños."

Parecía honesto y genuinamente perturbado por la conexión con Devante. Un hombre de familia, pensó Avery. Dio un paso atrás e intentó imaginarse a un asesino con esposa y familia.

"Aquí está mi tarjeta," dijo ella. "Por favor llámeme si recuerda algo más."

"Por supuesto," dijo él. "Lamento oír todo esto."

Thompson estaba recostado contra la fachada de ladrillos con el pie hacia arriba, ajeno a todo excepto el cielo.

Avery le dio una palmada en el pecho al pasar.

"¡Oye!" se quejó.

"La próxima vez que quieras comportarte como un tope para puertas," dijo ella, "vuelve a la oficina."

CAPÍTULO TREINTA Y TRES

Una rápida conversación con Laura Hunt y Avery quedó en posesión del número de teléfono celular y dirección de Gentry Villasco, así como los nombres, direcciones, e información de contacto de todos los miembros de su equipo, por si Villasco resultaba ser un callejón sin salida.

De las cuatro personas que trabajaban para Gentry, dos eran mujeres y dos eran hombres. Las mujeres vivían en Chelsea y Boston, respectivamente, ambas bien por fuera del rango general de Avery del hogar del asesino. El primero de los hombres usaba el transporte público desde el sur de Boston, también fuera del rango. El último vivía en Watertown: Edwin Pesh. Watertown era uno de los puntos clave de Avery. Encerró su nombre en un círculo y se subió al auto. Mientras manejaba, Thompson ingresó todos los nombres dentro de la base de datos para hacer una revisión de antecedentes. Una de las chicas tenía diez multas pendientes por estacionar indebidamente. El hombre del sur de Boston había sido arrestado por conducta inapropiada y alcoholización un año antes. No había ningún registro de los otros dos.

Gentry Villasco vivía en una calle ancha de Somerville. Su casa era muy pequeña, angosta, estilo Tudor de dos pisos, pintada de blanco con zócalos marrones y techo marrón. Varios árboles oscurecían la entrada a su casa. Un Honda Civic blanco estaba estacionado delante de un garaje cerrado.

Avery y Thompson se encontraban en medio de un acalorado debate.

"Lo único que digo es que intentes que parezca que te importa," suspiró Avery.

"Sí me importa," dijo él.

"Mira a tu alrededor," dijo ella. "Si estoy hablando con un sospechoso, observa las instalaciones, sonríe, finge tomar notas. Lo que sea. No te quedes viendo al cielo."

"He sido policía mucho más tiempo que tú."

"¿De verdad? Eso es difícil de creer. ¿Cuándo fue la última vez que te promovieron?"

Thompson apretó los labios con ira e intentó reposicionarse en el pequeño espacio del asiento de pasajeros del BMW.

Cuando salieron del auto y caminaron hasta la puerta principal, Avery estaba un poco adelantada, con el corpulento Thompson detrás de ella como un guardaespaldas listo para devorar cualquier oposición.

El timbre sonó.

Un amable, humilde hombre apareció a recibirlos. A Avery le recordó a un monje, o a algún santo. Bronceado y con una calva incipiente y pelos blancos a los lados de la cabeza, tenía ojos pequeños y entrecerrados. Todo lo suyo era pequeño: su mentón, sus manos y hombros. Tenía puestos pantalones marrón claro y un suéter negro sobre una camiseta, aunque afuera hacía al menos treinta grados.

Es de la complexión correcta, pensó Avery. Un poco pequeño, pero si tenía puesto un disfraz, también podría haber tenido tacos.

"Hola," dijo Villasco en la más dulce y suave voz imaginable. "¿Les gustaría pasar?"

Sorprendida, Avery dijo, "¿Sabe por qué estamos aquí?"

"Sí," asintió con una expresión de tristeza, "Creo que lo sé."

Se dio vuelta y volvió hacia adentro.

"Sr. Villasco, ¿adónde va?" gritó Avery. "Sr. Villasco, podría por favor—disculpe, ¿señor? Necesito ver."

Ella y Thompson compartieron una mirada.

"Haz la llamada," dijo y sacó su arma.

Thompson desenfundó su arma.

"Estoy contigo."

"No hay manera," se rio ella y señaló al césped. "Tú haz la llamada. Espera a los otros. Yo trabajo mejor sola."

La casa estaba extremadamente fría, posiblemente por medio de calefacción central ya que Avery no había visto ningún aire acondicionado. Cerró la puerta detrás de sí y dio un paso hacia adentro.

Pasando el recibidor gris azulado había una escalera hacia un segundo piso. Un gato gris con ojos verdes la observaba desde uno de los escalones. Giró hacia la derecha hacia una pequeña sala de estar. Muchas plantas decoraban los alféizares y colgaban desde el techo.

Su corazón latía muy rápido.

Llevaba el arma baja.

"¿Sr. Villasco?" gritó. "¿Dónde está?"

"En mi oficina," respondió.

Lentamente, se dirigió hacia un pequeño pasillo en la parte trasera de la sala de estar. Luego de cada paso, se daba vuelta para asegurarse que no la estaban siguiendo. Sólo una vez en su vida había recibido un disparo. Recibió dos balas: una en la pierna y una en el hombro.

Gentry Villasco estaba sentado detrás de un gran escritorio de caoba a la derecha. Había una lámpara verde en un lado del escritorio, y papelerío apilado en el otro. Sus anos estaban escondidas en su regazo. Había un pequeño sofá verde a la izquierda de Avery, debajo de una ventana.

"Sr. Villasco," dijo ella, "por favor, muéstreme sus manos."

"Trabajas tan duro," dijo él con un suspiro, "toda tu vida."

"Sr. Villasco. Realmente necesito ver esas manos."

"Es todo por la familia. Usted sabe eso, ¿verdad? Lo hice por la familia."

"Por favor—sus manos."

"Sólo se siente bien." Él asintió. "Ya he vivido. ¿Para qué necesito estar aquí de todas formas? Mi esposa murió de cáncer hace dos años. ¿Sabía eso? Horrible enfermedad."

Avery se acercó de a poco al escritorio.

"¡Sus manos!"

"Esas chicas," dijo él. "Lo sabía, lo sabía. Una tragedia horrible. Realmente lo es. ¿Pero quién somos para juzgar? Todo el mundo merece existir."

Rápidamente levantó un arma desde su regazo y la colocó debajo de su barbilla. El arma debía tener al menos cincuenta años, un arma de seis tiros: plateada con mango blanco, parecía ser algo que podría comprarse en una venta de garaje, o en una tienda de antigüedades.

Avery levantó la mano.

"No lo haga", gritó ella.

Villasco disparó.

CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO

"¡No!"

El disparo hizo eco a través de la habitación. Su cabeza se sacudió por la explosión y la sangre salió desde atrás y salpicó la pared detrás de él.

"Mierda," susurró Avery.

Thompson corrió hacia adentro con su arma apuntándole a todo.

"¡¿Qué demonios?!" gimió él. "Oh mierda."

Avery se volvió hacia él

"¿Hiciste la llamada?"

"Todos vienen en camino."

Avery se quedó de pie junto al hombre muerto, tan sólo unos pocos metros delante de ella, quien había estado vivo unos momentos antes, y su corazón se rompió en un millón de pedazos.

* * *

Sacaron bolsas y guantes de su auto. Le dieron un par a Thompson y le dijeron que revisara el perímetro. Avery tomó el primer piso.

En la sala de estar, las alfombras eran grises y las paredes estaban pintadas de un blanco sucio. Además de la sala de estar y la oficina de Villasco, había una cocina en el lado opuesto de las escaleras. Los gabinetes de la cocina eran de madera oscura. Las mesadas eran azul oscuro y los pisos de cerámica blanca.

Una pequeña puerta llevaba hacia un patio con césped cerrado con una cerca de madera. Diferentes tipos de flores florecían junto a la cerca, y había un juego para patio gris oscuro para los invitados.

De nuevo en la casa, Avery encontró una puerta hacia el sótano detrás de los escalones. Escaleras de madera chirriantes llevaban a un espacio común y corriente: piso de cemento, estantes de madera junto a las paredes, y otros espacios de almacenamiento. Abrió un contenedor de plástico y encontró ropa para el invierno.

En el primer piso, se topó con Thompson.

"Nada afuera," dijo él. "El garaje está lleno de latas y herramientas de jardinería."

Juntos, se dirigieron al segundo piso.

Avery llevaba la delantera, con el arma baja. El gato que había visto antes se escabulló por los escalones de arriba y desapareció. Llevó dos dedos hacia sus ojos y los apuntó a la izquierda. Thomson asintió, giró a la izquierda en las escaleras, y caminó por el pasillo. Avery entró en la habitación del gato. El pequeño dormitorio para huéspedes estaba pintado de un verde grisáceo. Tres cajas de arena para gatos estaban apoyadas sobre el piso de madera. Había dos gatos sobre la cama, el gordo gris que había visto antes, y un gatito blanco. El único armario contenía ropa femenina, plagada de polillas.

Dio la vuelta a la barandilla en la misma dirección hacia donde iba Thompson. La habitación principal a su derecha contenía una cama grande. Varios espejos decoraban las paredes. La alfombra era blanca. Abrió algunas de las puertas espejadas y encontró ropa y zapatos.

"Oye, Black," escuchó, "por aquí."

La última habitación parecía más u n armario con una pequeña escalera que llevaba a un ático. El espacio era muy pequeño para que Thompson pudiese entrar. En lugar de eso, se sentó en los escalones y bajó un objeto para que Avery inspeccionara.

"Hay dos más aquí arriba," dijo.

Avery tomó una estatua peluda.

Era un gato, un gato negro que había sido rellenado y montado en una base de madera. La madera no tenía ninguna inscripción.

"¿Hay un gato manchado ahí también?" preguntó ella.

"¿Cómo supiste?"

Thompson le pasó otra estatua de taxidermia. Era un gato más pequeño, naranja con líneas negras y ojos oscuros. Lo devolvió.

"Embolsa alguno de esos pelos," dijo.

"¿Sólo de este?"

"Sí. Los forenses encontraron pelos de gato manchado en los primeros dos cuerpos."

Se oyeron sirenas de policía a la distancia." A medida que se acercaban, Avery se bajó las escaleras y salió por la puerta principal.

Debería haber estado extasiada, o aliviada.

Por el contrario, Avery se sintió vacía, inquieta. Las piezas de rompecabezas le daban vueltas por la cabeza, desconectadas: las rutas del auto del asesino iban todas hacia el norte y oeste fuera de Boston. Él vive al noroeste de Boston, pensó. Coincide. Eso no explicaba la camioneta azul dirigiéndose más al oeste fuera de Cambridge. Una segunda casa, pensó. Debe tener una segunda casa. Ahí es donde tiene la camioneta. Todo lo demás encaja. Tiene flores. Había gatos viviendo en la casa.

Si los pelos del gato manchado coincidían con los que Randy había encontrado en los cuerpos, y si alguna de esas plantas era psicodélica, Avery sabía que el caso estaba cerrado.

Thompson apareció detrás de ella.

Ella miró por encima de su hombro.

"Fíjate que puedes encontrar en la oficina," dijo. "Intenta no tocar el cuerpo. Necesitamos una segunda casa. Y necesitamos encontrar esa camioneta azul oscuro. Busca recibos de renta, dirección de hipotecas, formularios de seguros de auto, cualquier cosa por el estilo."

"De acuerdo."

Las últimas palabras de Villasco estaban selladas en su mente.

Lo hice por la familia.

¿Quién somos para juzgar?

Todo el mundo merece existir.

* * *

Avery vio como los patrulleros de Somerville y Boston PD pasaban a toda velocidad por la calle con las sirenas sonando, estacionaban donde querían, y bajaban de sus vehículos con las armas desenfundadas.

Connelly estaba entre ellos.

Nada de la ira que normalmente albergada contra Avery estaba visible en su mirada, nada de incertidumbre ni desconfianza. El asombro apareció en su rostro, una sensación de incredulidad de que lo que había presenciado pudiese ser real: que una mujer, una figura pública caída en desgracia y vuelta policía, lo hubiese hecho nuevamente, hubiese resuelto otro caso y hecho parecer al resto de la policía unos perezosos.

"¿Qué tenemos?" dijo él.

La policía de Somerville comenzó a rodear la casa e ingresar.

Toda la escena se desarrolló como un sueño. Avery apenas podía ver a Connelly o los demás. Estaba a kilómetros de distancia en su propia mente. El rompecabezas no estaba completo, y sin embargo no tenía ningún hecho real para basarse excepto el instinto y las últimas palabras de Gentry Villasco. Lo hice por la familia. ¿Quién somos para juzgar? Todo el mundo merece existir.

¿Pudo Gentry haber secuestrado a todas esas mujeres? se preguntó Avery. Parecía dulce, casi desdichado, como si estuviese atado a algo sobre lo que no tenía ningún control.

"Avery. ¿Estás bien? Háblame," insistió Connelly.

"Está adentro," dijo ella, "Gentry Villasco. Muerto. Se disparó a sí mismo. Dijo algo de hacerlo por la familia Thompson está buscando algún documento que pueda llevarnos a la camioneta o a otra casa."

"¿Es este nuestro tipo? ¿Avery?"

Todo el mundo merece existir.

"Tengo que hacer una llamada," dijo ella.

Avery salió hacia la calle y marcó el número de Tim McGonagle. Su teléfono fue directo a correo de voz. Dejó un mensaje.

"Sr. McGonagle," dijo, "habla Avery Black. Necesito saber si Gentry Villasco tiene algún familiar que trabaje con usted en la oficina, un primo o sobrino, cualquiera. Esto es extremadamente importante. Por favor llámeme en cuanto pueda."

La lista que había hecho antes, de toda la gente que trabajaba con Villasco, fue desdoblada y leída. Un círculo rodeaba el nombre de Edwin Pesh.

No puedes simplemente abandonar una escena del crimen, se dijo a sí misma. Esta es tu escena del crimen. Connelly nunca te lo perdonaría. O'Malley nunca te lo perdonaría. Tienes que seguir hasta el final. Tomar declaraciones, hacer una búsqueda más completa de la casa.

La paciencia nunca fue uno de los puntos fuertes de Avery. Aunque su comportamiento tranquilo y sarcástico por fuera había, a través de los años, convencido a mucha gente de una falsa sensación de seguridad, por dentro ella era una máquina que se negaba a detenerse.

Si Villasco es tu asesino, está muerto ahora, razonó. No hay nada más que puedas hacer. La casa está siendo observada y registrada.

No puedes irte, gimió mentalmente.

Avery se volvió hacia la casa. No había rastros de Thompson o Connelly. Algunos policías de Somerville hablaban entre ellos. Los niños habían comenzado a acumularse en la escena desde más abajo en la calle, así como padres en hogares cercanos.

Ve, pensó y se fue en línea recta hasta su auto.

Nadie la detuvo.

La dirección de Watertown de Edwin Pesh estaba a treinta minutos de la casa de Somerville de Villasco. Sólo un viaje corto, se dijo a sí misma. Si no ves nada inusual, te das la vuelta y regresas. Di que fuiste a buscar un café, o que estabas enferma.

Avery se tomó su tiempo. Disminuyó la velocidad en las señales de detenerse y mantuvo la velocidad por debajo del límite. No hay necesidad de apresurarse, pensó.

A mitad de camino, se imaginó a Rose, angustiada por su almuerzo y de un humor miserable todo el fin de semana.

Tienes que arreglar las cosas con ella, reflexionó. No importa lo que suceda aquí ella es tu hija, y ya no ese bulto que llora, defeca y orina. Es una mujer ahora, una persona real, y necesita una madre.

Marcó su número.

El correo de voz respondió.

"De acuerdo, soy una idiota," dijo Avery. "Rose, habla tu mamá. Dios, ni siquiera merezco llamarme así, ¿verdad? Sé que no he estado para ti. Probablemente nunca he estado para ti de la forma que tú lo necesitabas. Fui una madre horrible. Es cierto, lo sé. Pero era joven, y estúpida, y tener un hijo es difícil. Esa no es una excusa," se corrigió inmediatamente. "Esto es todo mi culpa. Jack era genial, realmente era genial, especialmente contigo. Dame otra oportunidad, Rose. Odio lo que nos sucedió. Por favor. Otra oportunidad. Te prometo que repararé el pasado. Puedes no aceptarme como madre, pero al menos me gustaría intentar serlo."

El correo de voz le colgó.

"Mierda," susurró Avery.

Estaba a punto de volver a llamar cuando entró a Watertown. El área no le resultaba tan familiar como Cambridge o Boston. En un semáforo, ingresó la dirección de Edwin Pesh y vio el punto rojo tintineando en su pantalla.

A cinco minutos de distancia.

Dos.

La casa de Edwin Pesh estaba en un estado lamentable. La pintura gris estaba descascarándose del exterior de paneles de madera. Una persiana azul colgaba de un solo enganche, y el techo estaba cubierto de hojas y ramas. A diferencia de las demás casas de la cuadra, los árboles envolvían la propiedad entera en lúgubres sombras. El césped no había sido cortado en meses, y las flores estaban marchitas o muertas.

Una camioneta azul oscuro reposaba en la entrada.

Es aquí, pensó. Esta es su casa.

Todo volvió a ella: sus conversaciones con Randall, las rutas de auto desde el parque Lederman y Cambridge, el secuestro de Cindy Jenkins, y el asesino, girando y haciendo una reverencia y entrando en su vehículo para escapar.

Mantuvo el auto en una lenta marcha y avanzó por la calle. En la intersección, giró y estacionó. Metió un clip extra en su bolsillo trasero. Una linterna portable y poderosa estaba enganchada a su cinturón. El walkie-talkie quedó en el asiento del auto.

No vayas ahí sola, pensó. Llama y pide apoyo.

¿Y si tiene otra víctima? se preguntó. Ahora mismo, tienes el elemento sorpresa. No hagas una escena. Entra sola. En silencio. Rápidamente.

¡Necesitas ayuda! contendió.

Por un segundo, pensó en llamar a Connelly o Thomson, o incluso a Finley. No, argumentó, a ellos no. ¿Por qué? exigió. No confías en Connelly ni en Thompson, y Finley es una bala perdida.

Una voz entró a su cabeza, una de las conferencistas en su graduación de la academia de policía, una mujer que había dicho, "Todo el mundo necesita ayuda. No estás sola como oficial de policía. Eres parte de un equipo. Confía en ellos."

Durante años, ella había estado sola. Nadie había sido su amigo luego de que su mundo colapsara. Durante sus primeros años en la policía, casi todos habían sido enemigos. Extrañamente, una persona se destacaba en la memoria reciente: Ramírez. Desde el comienzo había sido honesto con ella, y apreciativo, y un verdadero compañero en todo sentido de la palabra. Está herido, pensó. Fuera de servicio. De todas formas.

Marcó su número.

Ramírez atendió al primer ring.

"¿Dónde has estado, Black?" dijo él. "Escuché que O'Malley te sacó del caso. ¿Qué demonios pasó?"

"¿Dónde estás?" dijo ella.

"Estoy en casa. El hospital me dejó ir. No se supone que haga ninguna actividad pesada por un tiempo, pero estoy aburrido como no te imaginas. Por favor dime que estás en mi vecindario."

Yaş sınırı:
16+
Litres'teki yayın tarihi:
10 ekim 2019
Hacim:
241 s. 2 illüstrasyon
ISBN:
9781640291027
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