Kitabı oku: «Causa para Matar », sayfa 5

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CAPÍTULO NUEVE

En sus sueños, Avery estaba nuevamente con su familia.

Su ex era un hombre atlético de cabello castaño recortado y deslumbrantes ojos verdes. Ávidos escaladores, fueron de excursión juntos con su hija, Rose; ella tenía tan sólo dieciséis años y ya había sido aceptada anticipadamente a la Universidad Brandeis, a pesar de estar aún en la secundaria, pero en el sueño tenía seis años. Iban cantando y caminando por un camino rodeado de densos árboles. Aves oscuras revolotearon y chillaron antes de que los árboles se convirtieran en un monstruo de sombras y una mano con forma de cuchillo apuñalara a Rose en el pecho.

"¡No!" gritó Avery.

Otra mano apuñaló a Jack y él y su hija se alejaron suspendidos en el aire.

"¡No! ¡No! ¡No!" lloró Avery.

El monstruo descendió.

Unos labios oscuros susurraron en su oído.

No hay justicia.

Avery se despertó de una sacudida con el sonido de un teléfono sonando incesantemente. Aún estaba en la terraza en su bata. El sol ya había salido. Su teléfono continuaba sonando fuertemente.

Atendió.

"Black."

"¡Oye Black!" respondió Ramírez. "¿Nunca atiendes o qué? Estoy abajo. Junta tus porquerías y salgamos de aquí. Tengo café y bocetos."

"¿Qué hora es?"

"Ocho y media."

"Dame cinco minutos," dijo y colgó.

El sueño seguía penetrando en sus pensamientos. Perezosamente, Avery se levantó y entró al apartamento. La cabeza le pulsaba. Forcejeó con los vaqueros desteñidos. Hizo que una camiseta blanca se viera respetable con una chaqueta negra. El desayuno fueron tres tragos de jugo de naranja y una barra de granola. De salida, Avery se echó un vistazo en el espejo. Su atuendo, y su comida matutina, tenían poco que ver con trajes de miles de dólares y desayunos diarios en los más elegantes restaurantes. Supéralo, pensó. No estás aquí para verte bonita. Estás aquí para atrapar a los malos.

Ramírez le alcanzó una taza de café en el auto.

"Te ves bien, Black," bromeó.

Como siempre, él parecía ser el modelo de la perfección: vaqueros azul oscuro, una camisa abotonada celeste, y una chaqueta azul oscuro con cinturón y zapatos marrones.

"Deberías ser modelo," gruñó Avery, "no policía."

Una sonrisa exhibió su dentadura perfecta.

"En realidad, hice un poco de modelaje una vez."

Salió del corredor y se dirigió al norte.

"¿Dormiste algo anoche?" preguntó.

"No mucho. ¿Y tú?"

"Dormí como un bebé," dijo orgullosamente. "Siempre duermo bien. Nada de esto me afecta, ¿sabes? Trato de dejarlo pasar," dijo haciendo una ola en el aire con sus manos.

"¿Alguna novedad?"

"Los dos muchachos estaban en su casa anoche. Connelly les puso vigilancia sólo para asegurar que no se escapen. También habló con el decano para obtener información y asegurarse que nadie se ponga nervioso con un montón de policías vestidos de civil merodeando por el campus. Ninguno de los chicos tiene antecedentes. El decano dice que son buenos muchachos de buenas familias. Lo veremos hoy. No hay noticias de Sarah sobre el reconocimiento facial. Deberíamos tener noticias esta tarde. Algunos concesionarios de autos me devolvieron la llamada con nombres y números. Voy a hacer una lista y ver qué pasa. ¿Viste el periódico de la mañana?"

"No."

Lo sacó y lo arrojó sobre su falda. En letras negras grandes, el titular decía "Muerte en Harvard." Había otra fotografía del Parque Lederman, junto con una foto más chica del campus de Harvard. El artículo era un refrito de la editorial del día anterior e incluía una imagen más pequeña de Avery y Howard Randall de sus días juntos en la corte. Se mencionaba a Cindy Jenkins por su nombre, pero no había ninguna foto de ella.

"¿Un día lento para las noticias?" dijo Avery.

"Es una chica blanca de Harvard," respondió Ramírez, "por supuesto que es noticia. Hay que mantener seguros a los niños blancos."

Avery levantó una ceja.

"Eso suena vagamente racista."

Ramírez asintió vigorosamente.

"Sí," reconoció, "probablemente sea un poco racista."

Serpentearon por las calles del sur de Boston y de dirigieron hacia el puente Longfellow y hacia Cambridge.

"¿Por qué te hiciste policía?" preguntó ella.

"Me encanta ser policía," dijo él. "Mi padre era policía, mi abuelo era policía, y ahora yo soy policía. Fue a la universidad y ascendí rápidamente. ¿Qué podría no gustarme? Me dejan llevar un arma y una placa. Acabo de comprarme un bote. Salgo a la bahía, me relajo, atrapo unos peces, y luego atrapo unos asesinos. Haciendo el trabajo de Dios."

"¿Eres religioso?"

"No," dijo él, "sólo supersticioso. Si hay un dios, quiero que sepa que estoy de su lado, ¿entiendes lo que digo?"

No, pensó Avery, no entiendo.

Su padre había sido un hombre abusivo, y aunque su madre iba fielmente a la iglesia y le rezaba a Dios, era más una fanática que cualquier otra cosa.

La voz de su sueño regresó.

No hay justicia.

Estás equivocado, contestó Avery. Y voy a probarlo.

* * *

La mayor parte de los alumnos de último año de Harvard vivían fuera del campus en alguna residencia estudiantil propiedad de la escuela. George Fine no era la excepción.

Peabody Terrace era un gran edificio alto ubicado junto al Río Charles cerca de la calle Akron. El edificio blanco de veinticuatro pisos incluía un amplio patio, hermoso césped, y una clara vista al otro lado del río para aquellos afortunados estudiantes alojados en los pisos más altos; George era uno de ellos.

Una cantidad de edificios unían al Peabody Terrace. George Fine vivía en el edificio E en el décimo piso. Ramírez estacionó su auto en la calle Akron y hallaron su camino hacia adentro.

"Aquí está la foto," dijo Ramírez. "Seguro está durmiendo ahora. Su primera clase es recién a las diez y media."

La imagen era un recorte de una foto más grande sacada de Internet. Mostraba un estudiante malhumorado, extremadamente arrogante, de cabello aceitoso color negro y ojos oscuros. Una pequeña sonrisa se dibujaba en su rostro; parecía estar desafiando al fotógrafo a que encontrara una falla en su perfección Una fuerte mandíbula y facciones agradables hicieron que Avery se preguntara por qué le decían raro. Se ve confiado, pensó. ¿Entonces por qué acosar a una chica que obviamente no está interesada en él?

Ramírez le mostró su placa al portero.

"¿Tienen problemas?" preguntó el portero.

"Pronto lo sabremos," contestó Ramírez.

Les hicieron señas para que subieran.

En el décimo piso, giraron a la izquierda y caminaron por un largo pasillo. Las alfombras eran espirales color marrón claro. Las puertas estaban pintadas de blanco brillante.

Ramírez golpeó la puerta en el Apartamento 10E.

"George," dijo, "¿estás ahí?"

Luego de un breve silencio, alguien dijo: "Piérdete."

“Policía,” interrumpió Avery golpeando la puerta. "Abre la puerta."

Silencio de nuevo, luego ruidos y luego más silencio.

"Vamos," dijo Avery. "No tenemos todo el día. Sólo queremos hacerte algunas preguntas."

"¿Tienen una orden?"

Ramírez alzó sus cejas.

"El chico sabe lo que hace. Debe tener educación de primera."

"Podemos conseguir una orden en una hora," gritó Avery, "pero me la haces difícil, voy a estar de mal humor. Ya me siento como la mierda hoy. No quieres verme enojada además de eso. Sólo queremos hablar de Cindy Jenkins. Escuchamos que la conocías. Abre la puerta y seré tu mejor amiga."

El cerrojo se destrabó.

"Realmente tienes talento para la gente," notó Ramírez.

George apareció de musculosa y pantalones deportivos, extremadamente muscular y tonificado. Medía un metro sesenta y cinco aproximadamente, la misma estatura que Avery asociaba con el asesino, según los registros de Cindy. A pesar de verse como que o estaba drogado, o no había dormido en días, cierta audacia ardía en su mirada. Avery se preguntó si habría sido intimidado durante años y finalmente decidió devolver el golpe.

"¿Qué quieren?", dijo.

"¿Podemos pasar?" preguntó ella.

"No, podemos hacer esto aquí."

Ramírez metió su pie dentro de la habitación.

"En realidad," dijo, "preferiríamos pasar."

George miró primero a Avery y luego a Ramírez, al pie que sostenía la puerta abierta. Resuelto, se encogió de hombros y se apartó.

"Pasen," dijo. "No tengo nada que esconder."

La habitación era grande, para dos ocupantes, con una sala de estar, terraza, dos camas en lados opuestos de la habitación, y el área de la cocina. Una de las camas estaba prolijamente hecha y estaba tapada de ropa y equipos electrónicos; la otra era un desastre.

George se sentó sobre la cama desastrosa. Con las manos a su lado, agarró el colchón. Parecía listo para lanzarse hacia adelante en cualquier momento.

Ramírez se paró junto a la ventana de la terraza y admiró la vista.

"Que buena casa," dijo. "Es sólo un estudio, pero magnífico. Mira esta vista. Vaya. Te debe encantar mirar por aquí hacia el río."

"Terminemos con esto," dijo George.

Avery tomó una silla y se sentó enfrentando a George.

"Estamos investigando el asesinato de Cindy Jenkins," dijo. "Pensamos que podrías ayudarnos, considerando que fuiste una de las últimas personas en verla con vida."

"Mucha gente la vio con vida."

Las palabras intentaban sonar duras, pero había dolor en sus ojos.

"Teníamos entendido que te gustaba."

"Yo la amaba," dijo. "¿Qué importa eso? Ya no está aquí. Nadie puede ayudarme."

Ramírez y Avery compartieron una mirada.

"¿Qué significa eso?" preguntó Ramírez.

"Por lo que tengo entendido," dijo Avery, "te fuiste de la fiesta justo después de ella."

"No la maté," declaró, "si es eso lo que quieren decir. Me fui de la fiesta porque prácticamente se fue tambaleando. Estaba preocupado por ella. No pude encontrarla cuando llegué abajo. Tuve que despedirme de algunas personas. Preguntar. Esa es la verdad."

"¿Por qué tenías que despedirte de alguien?" preguntó Ramírez. "Si estabas enamorado de ella, y preocupado, ¿por qué no la ayudaste?"

"Habla con mi abogado."

"Estás ocultando algo," señaló Ramírez.

"No la maté."

"Pruébalo."

George bajó la vista y sacudió la cabeza.

"Ella arruinó mi vida," dijo. "Arruinó mi vida y ahora ustedes también están intentando arruinar mi vida. Se creen tan importantes."

Ramírez le echó una mirada a Avery como queriendo decir ¡este chico está loco! y se alejó a admirar la espectacular vista de la terraza.

Avery tenía una idea mejor. Había visto a los de su tipo anteriormente, como abogada y como policía. Había algo dañado en él, y algo poderoso. Enrollado y listo para atacar, pensó, igual que algunos de los miembros de pandillas que había entrevistado: una inocencia mezclada con indignación que rápidamente se convertía en violencia. Llevó una mano a su cinturón. Sus dedos se deslizaron cerca de su funda de pistola sin realmente hacer ningún movimiento hacia el arma.

"¿Qué quisiste decir con eso, George?" preguntó.

Cuando miró hacia arriba, su cuerpo estaba tenso. Una mueca salvaje desfiguraba sus facciones. Los ojos bien abiertos y los labios apretados. Hizo una mueca de rabia. Al borde de las lágrimas, se las tragó.

"Yo importo," lloró.

Un pavoneo arrogante tomó el control. Se puso de pie y abrió sus brazos a lo ancho. Las lágrimas vinieron y lo tomaron por sorpresa, entonces se entregó a las lágrimas.

"Yo importo," lloró y se puso en cuclillas.

Avery se puso de pie y se alejó, con la mano cerca del arma.

"¿Qué es todo esto?" preguntó Ramírez.

"Déjalo tranquilo," dijo Avery.

Ignorando la desesperación que emanaba de su destrozado sospechoso, Ramírez se puso en cuclillas junto a George y dijo: "Oye, hermano, está bien. Si lo hiciste, sólo admítelo. Tal vez estás loco o algo. Podemos conseguirte ayuda. Por eso estamos aquí."

George se puso tenso y quedó inmóvil.

Un susurro salió de sus labios.

"No estoy loco," dijo, "Sólo estoy harto de todos ustedes."

Tan diestro como un soldado entrenado, llevó una mano tras su espalda y sacó una cuchilla escondida. En el siguiente instante, giró alrededor de Ramírez y sujetó su cuello. Rápidamente lo apuñaló en el lado derecho, justo debajo del pecho, y mientras Ramírez gritaba, George se hundió nuevamente hasta quedar sentado, usando a Ramírez como escudo.

Avery desenfundó su arma.

"¡No te muevas!" gritó.

George llevó la cuchilla a la sien de Ramírez.

"¿Quién es el perdedor ahora?" dijo. "¿¡Quién!?" gritó.

"¡Déjala caer!"

Ramírez gruñó por la herida entre sus costillas. El brazo alrededor de su cuello claramente le dificultaba la respiración. Intentó alcanzar su arma, pero la punta de la cuchilla le presionó más la sien. George lo agarraba fuerte y le susurraba al oído.

"Quédate quieto."

Un gruñido de Ramírez y luego gritó.

"¡Dispárale a este hijo de perra!"

Avery observó a George presionar la cuchilla firmemente contra la cabeza de Ramírez, y un hilo de sangre comenzó a fluir, y en ese momento supo que no tenía opción. Era la vida de su compañero o la de ese enfermo, y cada segundo contaba.

Disparó.

De repente, George gritó de dolor y se tambaleó hacia atrás, soltando a Ramírez.

Avery miró y lo vio cubierto en sangre, agarrándose el hombre. Sintió alivio al ver que era un disparo limpio en el hombro, justo como había esperado que fuera.

Ramírez se revolvió intentando alcanzar su arma, pero antes de que pudiese reaccionar, de repente George estaba de nuevo en pie. Avery no podía creerlo. Nada podía detener a este chico.

Más sorprendente fue que George no embistió a Ramírez, ni a ella.

Su embestida iba en dirección al balcón abierto.

“¡ESPERA!” gritó Avery.

Pero no había tiempo. Le sacaba unos tres metros de ventaja, y podía ver por la carrera que llevaba que iba a saltar.

De nuevo, tomó una decisión difícil.

De nuevo, disparó.

Esta vez, apuntó a su pierna.

Él cayó sobre su rostro primero, agarrándose la rodilla, y esta vez no volvió a ponerse de pie. Se quedó allí, gimiendo, a un metro del balcón.

Ramírez se puso de pie y dio unas vueltas. Con una mano en su herida, tomó su arma y apuntó la boca al rostro de George.

"¡Me cortaste!"

"Lo tengo," dijo Avery.

Ramírez le dio una patada en el costado a George y Ramírez hizo una mueca de dolor mientras lo hacía, agarrándose la herida con más fuerza.

"¡Mierda!" gritó.

De su lado del suelo, George sonrió, la sangre caía desde sus labios.

"¿Se sintió bien, policía? Espero que se haya sentido bien, pero voy a salir de esta."

Avery se adelantó un paso, sacó sus esposas, jaló sus brazos detrás de su espalda, y los sujetó firmemente.

"Tú," dijo, "vas a ir a la cárcel."

CAPÍTULO DIEZ

Avery llamó al 911 con el arma apuntando a George. Usó su walkie-talkie para pedir refuerzos. Ramírez no podía creer lo estúpido que había sido, ni cuánto le dolía la herida. Cada tanto, sacudía la cabeza y murmuraba para sí mismo.

"No puedo creer que este mocoso se me adelantó."

"Es rápido," dijo Avery. "¿Has estado entrenando, George? ¿En el ejército? ¿En la naval? ¿Así fue que pudiste secuestrar a Cindy?"

George estaba sentado de piernas cruzadas y en silencio, con la cabeza baja.

"¿Cómo está la herida?" preguntó Avery a Ramírez.

"No lo sé. Puedo respirar, así que le erró al pulmón. Pero la hija de perra duele."

Luego se detuvo y la miró con asombro.

"Gracias, Black. Me protegiste. Te debo una."

Cuando llegó la ambulancia, el equipo de emergencias le aplicó presión a la herida y le hicieron a Ramírez algunas preguntas. El diagnóstico inicial fue que el cuchillo le erró al pulmón. Todo el tiempo, Ramírez estuvo sacudiendo la cabeza. "Estúpido," dijo. "Estúpido."

Trajeron una camilla para llevárselo.

"Volveré," le dijo a Avery. "No te preocupes. Esto no es nada. Sólo un rasguño. Oye, George," gritó. "Atacaste a un policía. Eso son seis años máximo. Y si mataste a una niña, te darán cadena perpetua."

La seguridad de Harvard se quedó con Avery hasta que la policía vino a buscar a George. Nadie habló en todo el rato. Avery había estado con asesinos antes, muchos asesinos, en sus tres años en la policía, pero eran los chicos con armas y cuchillos que siempre le daban que pensar: chicos como George. Estudiante universitario. Universidad de Harvard. Alguien que al parecer lo tenía todo, y sin embargo por dentro estaba fracturado, roto.

Luego de que los policías se llevaron a George, Avery se quedó sola en el apartamento. La pregunta "por qué" le seguía dando vueltas por la cabeza.

¿Por qué hizo esto?

¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?

El rostro de Howard Randall seguía apareciendo. ¿Qué le pasa a este mundo? se preguntó. Mira este lugar. Vista del cielo. Lujo por todas partes. Joven, apuesto, en forma, y sin embargo acaba de atacar y apuñalar a un oficial de policía. Otros rostros le vinieron a la mente: rostros de pandillas y esposos enojados y psicópatas borrachos que mataron a gente inocente y otros niños, algunos de seis años con Uzis colgadas del pecho.

¿Por qué?

¿Acaso era dolor? ¿El dolor de una vida tan dura?

Un recuerdo llegó: su padre, cabello gris desprolijo, dientes faltantes, una herida de bala en su mano. "¿Quieres hablar de dolor?" estalló. "¡Te dispararé en la maldita cabeza! Ahí sí que conocerás el dolor, ¿no es así, niña? ¿¡No es así!?"

Avery se puso de pie.

Le había costado concentrarse en el apartamento hasta que todos se habían ido. Ahora había convertido a la habitación, y a George Fine, en sus principales prioridades.

¿Quién eres? preguntó.

Las paredes estaban prácticamente desnudas excepto por una foto de George, exhibiendo orgullosamente una medalla que había ganado en una carrera. En su escritorio, Avery encontró llaves y una billetera. Había al menos diez llaves en el llavero. ¿Para qué necesitas todas estas? se preguntó.

Su computadora no estaba protegida por contraseña. Una revisión rápida de su actividad reciente en Internet no aportó nada: un montón de videos pornográficos, consejos sentimentales, y lugares para hacer ejercicio en el campus. Había dos sitios de redes sociales abiertos. Tenía treinta y dos amigos en uno de ellos. Sr. Popularidad, pensó sarcásticamente.

Escondida en su closet había una caja llena de fotos: George con un grupo de hombres en el bosque, todos vestidos con camisetas de las fuerzas militares; George entre sus padres con Harvard de fondo; y Cindy Jenkins, cientos de fotos de Cindy Jenkins: Cindy en el centro comercial, Cindy en el Harvard Yard, Cindy en una fiesta. Cada foto parecía haber tomado en secreto, desde lejos, o a veces desde al lado, sin que ella lo supiera.

"Jesucristo."

La ira se acumuló en su interior, no por haber descubierto lo que George podría haber hecho si se descontrolaba, sino por Harvard, el decano, y una vida de secretos que casi había matado a su compañero.

Unos minutos buscando en su teléfono y Avery marcó un número.

"Quiero hablar con el Decano Isley, ahora mismo," dijo.

"Lo lamento," contestó la asistente, "el decano está en una reunión."

"No me importa si está en la maldita luna," estalló Avery. "Hablar Avery Black, del departamento de policía de Boston, Homicidios. Estoy en la habitación de uno de sus estudiantes: George Fine. ¿Isley sabe lo de George? Debe saberlo, porque su estudiante 'normal' de último año en Harvard acaba de apuñalar a un policía. ¡Ponlo al teléfono ahora mismo!"

"Espere, por favor."

Dos minutos después, apareció el decano.

"Hola, Detective Black," dijo, "disculpe por hacerla esperar. Me acaban de informar sobre sus actividades de esta mañana."

"Sólo quiero comprender una cosa," dijo Avery. "Mi supervisor, Dylan Connelly, lo llamó anoche para constatar los antecedentes de George fine y Winston Graves. Usted dijo, y estoy citando a mi compañero, el que fue apuñalado, 'Los dos son buenos muchachos de buenas familiar.' ¿Quiere reconsiderar esa declaración?"

El decano se aclaró la garganta.

"No entiendo qué es lo que me está preguntando," dijo.

"¿De verdad? Porque voy a ser más clara que el agua. Déjeme ponerlo de otra forma. Tenemos un policía caído. Tenemos una chica muerta. Ahora tenemos un sospechoso principal el cual usted dijo que no era problemático. Le doy una última oportunidad para cambiar su declaración antes de considerar seriamente levantar cargos. Acabo de descubrir que George Fine estaba en las fuerzas armadas. Eso puede haber sido información relevante, ¿no le parece? También es artista marcial entrenado. De nuevo, relevante. Buen muchacho de una buena familia no es suficiente. ¿Qué más sabe usted sobre él?"

"Oficial Black, nuestra relación con nuestros estudiantes es—”

"Dígame ahora o colgaré en teléfono y quedará solo."

"Sra. Black, no puedo simplemente—”

"Cinco... cuatro... cuando llegue a uno cuelgo..."

"Tenemos—”

"Tienen una chica muerta y un posible asesino en sus manos... tres... dos..."

"¡De acuerdo!" gritó, nervioso.

Su voz bajó de volumen.

"Quiero que entienda," dijo, "nadie aquí cree que uno de nuestros alumnos pueda ser responsable de—”

"Apuñaló a un policía. A mi compañero. Dígame lo que sabe."

"Estuvo en período de prueba disciplinario sus primeros dos años en la universidad," admitió el decano. "Siguió a una joven de Scarsdale hasta aquí: Tammy Smith. Hubieron... problemas. No se presentaron cargos. No queríamos involucrar a la prensa. Él recibió estrictas órdenes de mantenerse a doscientos metros de ella y tener reuniones semanales con nuestro psicólogo escolar. Tenía entendido que las sesiones marchaban bien. Ha sido un estudiante modelo desde entonces."

"¿Algo más?"

"Eso es todo. Los registros están aquí, si le interesa revisarlos."

"¿Y qué hay de Winston Graves?"

"¿Graves?" El decano casi se rio, "Es uno de nuestros mejores alumnos de último año, destacado en todos los aspectos. Lo tengo a él y a su familia en la más alta estima."

"¿No hay secretos?" presionó Avery.

"No que yo sepa."

"Eso significa tal vez," dijo Avery. "Investigaré por mi cuenta. Y la próxima vez que un policía lo llama pidiendo información, debería ser lo más comunicativo posible. 'Policía apuñalado en dormitorio estudiantil' probablemente no sea un gran titular para atraer nuevos alumnos."

"Esperé un momento, creí que—”

Avery colgó.

La próxima llamada fue a Jones, un delgado, gracioso jamaiquino que se quejaba por todo, incluso cuando se estaba divirtiendo a lo grande.

"Aquí Jones," dijo.

"Habla Black. ¿Qué tienes de la vigilancia?"

Jones estaba apretujado en una oficina oscura, rodeado por dos técnicos vestidos de azul. Se inclinó hacia adelante sobre el teclado y abrió los ojos como si estuviese por saltar desde el techo.

"Estás loca, Black," se quejó. "Lo sabes, ¿no? ¿Cuánto tiempo más tengo que hacer mierda desquiciante? Es como un juego de adivinanzas. Tengo que adivinar adónde pudo haber ido, luego tengo que acceder a las cámaras y meter las horas correctas y ver qué pasa. Horas y horas mirando a la nada. Una sola vez tuve suerte."

"¿Tuviste suerte?"

"Sí," dijo mirando a la pantalla. "Estoy en control de tráfico ahora con Stan y su novia Frank. Estos muchachos son fantásticos. Me ayudan todo el día. Esto es lo que hice. Accedí a las cámaras en los postes de luz de Auburn, en Hawthorn. ¿Sabes lo que encontré? Encontré tu camioneta. Subió por Auburn, pasó Hawthorn. Me fijé en Auburn más hacia el oeste, pasando Aberdeen, y volví a ver la camioneta. Está yendo hacia el oeste."

"¿Adónde fue después de eso?"

"¿¡Estás bromeando!?" gimió Jones. "¿Qué parezco? ¡No soy un sistema de imágenes satelitales! ¡Eso me llevó como cinco horas!"

"Sigue así," dijo Avery y colgó.

La camioneta se dirigía al oeste, pensó. Fuera de la ciudad. Si George es nuestro hombre, seguro que tenía una casa en algún lugar.

Su próxima llamada fue a Thompson, viejo compañero de Jones, un hombre tosco que parecía casi albino por sus tonalidades, con cabello rubio, labios carnosos, y los rasgos faciales de una mujer. Thompson estaba reclinado en una oficina con un montón de policías estatales, comiendo donas y contando una historia de cuando encontró a Jones durmiendo y le pintó una cara de conejo.

"Thompson," respondió con voz grave.

"Es Black. ¿Qué hay de nuevo?"

"La camioneta fue hacia el norte por Calle Charles. Es todo lo que tenemos. No estaba seguro si revisar los puentes o no."

"Tenemos un asesino suelto," estalló Avery. "Revisa todo. Tu compañero Jones ya te lleva la delantera. ¿Adónde fue luego de la Calle Charles?"

"Déjame averiguarlo," dijo él.

"No," respondió ella. "Deja la vigilancia por el día. Te necesito para algo más importante: George Fine. Estudiante de Harvard. Estoy aquí ahora. Ramírez fue apuñalado. Está en el hospital. Necesito todo lo que puedas encontrar sobre George Fine. Contacta a sus padres si tienes que hacerlo. Está bajo custodia policial. ¿Tiene alguna casa en algún lugar, tal vez al noroeste de Harvard? Las llaves están aquí en su escritorio. ¿Algún historial médico anterior? Habla con sus amigos, familia, con quien sea que puedas, ¿entiendes? No tiene contraseña en la computadora así que puedes revisarla también. Estás asignado a Harvard por el resto del día."

"Estaré allí en un minuto."

"No, ¡ven para aquí ahora!" gritó y colgó el teléfono.

Al norte, pensó. Fue al norte desde Lederman Park. ¿Tal vez cruzó el puente y entró a Harvard? ¿Entonces por qué irías hacia el sur luego de levantar a Cindy desde el callejón?

Háblame, Fine, pensó y contempló la habitación. Háblame.

* * *

Una hora más tarde, Avery estaba en el hospital.

El cuchillo había le apenas perforado levemente el pulmón a Ramírez. Por suerte, había esquivado a todos los demás órganos vitales, pero los doctores tuvieron que abrir y coserle la herida interna.

Se dirigió a la sala de espera.

Tres policías de civil ya estaban allí. Uno de los policías tenía cara de rana; era regordete pero sólido, con cabello recortado color negro y ojos pequeños.

Genial, pensó Avery. Finley.

Finley Stalls era uno de los peores abusones en el departamento, un irlandés profundamente infeliz que bebía todas las noches y andaba por la oficina con un humor de perros todos los días. Tenía un sentido del humor sarcástico, y aunque nunca era el primero en meterse con Avery, siempre era el primero en reírse.

Los tres oficiales le dieron la misma expresión sin emoción a la que estaba acostumbrada en el departamento. Estaba por saludar y tratar de disolver su típico encanto cuando Finley asintió con la cabeza en su dirección y habló en su veloz y prácticamente incomprensible acento de Boston.

"Magnífico trabajo," dijo.

No sabía si estaba bromeando o no.

El segundo oficial se metió en la conversación.

"¿Estás intentando obtener el récord de más compañeros muertos, Black?"

Ah, pensó. Bromeando.

"Vamos," se burló el tercer oficial. "Déjenla tranquila. No es culpa suya. Ramírez es un maricón con los sospechosos. Se la pasa actuando como si la mano de Dios no lo va a lastimar o algo. Estúpido imbécil. Ella lo trajo hasta aquí entero, ¿o no?"

"¿Atrapaste al asesino?" preguntó el segundo oficial.

"Veremos," dijo Avery.

Esperó la próxima broma, el próximo abuso verbal, pero no llegó. Los oficiales simplemente dieron unas vueltas, y por primera vez en mucho tiempo, Avery pudo relajarse mentalmente entre un montón de policías y tratar de enfocarse.

Llamó a los forenses.

"Randy, ¿alguna novedad?"

Randy estaba sentada en un laboratorio blanco en el sótano del departamento. Había un microscopio en su escritorio, y miraba a través de él mientras hablaba.

"Me alegra que hayas llamado," dijo. "¿Recuerdas esas drogas naturales de las que hablamos, las plantas que puede haber usado para paralizar y luego matar a su víctima? Tengo confirmación sobre eso. Las toxinas en su cuerpo indican un sesenta por ciento opio. Muy puro. Tiene que ser su propia planta. ¿Encontraste alguna pista con respecto a eso?"

"Hablé con un proveedor de drogas que conozco," dijo Avery. "Le pregunté quién sería tan estúpido como para vender las semillas de amapola y hacer que sus ventas de heroína se vayan por el caño. Estoy esperando una respuesta. Esperaba que tuvieses otras pistas. No tengo nada sobre las luces LED y los suministros de jardinería. Puedes comprarlos en cualquier lado."

"Ahora estoy mirando fibras encontradas en el cuerpo de la chica," dijo Randy. Una de ellas es definitivamente de un gato, ¿tal vez manchado? Creo que a nuestro asesino le gustan los animales. Ojalá no sólo los rellene para exhibirlos. Hay partículas de polvo, también. Típica variedad de jardín. Yo diría que estás buscando a un jardinero, alguien que tiene plantas, animales, un verdadero loco de la jardinería."

Avery no podía unir las piezas.

George Fine no tenía plantas ni gatos.

Tal vez en su otra ubicación, pensó. ¿Pero no tendría que haber alguna evidencia de eso en su habitación? ¿Libros de botánica, drogas?

"De acuerdo," dijo Avery. "Llámame si encuentras algo más."

* * *

Más tarde, Avery golpeó la puerta de Ramírez y entró.

Ramírez le hizo señas con los brazos y sonrió.

"Mira quién es," gritó. "Mi salvadora."

"En realidad no," contestó Avery. "¿Qué hice?"

"Mantuviste la calma," señaló Ramírez, "y te comportaste como una verdadera policía con el sospechoso, no como un novato idiota como yo. Está todo bien, igual," dijo frunciendo el ceño, "Saldré de aquí muy pronto. El doctor dijo que puedo irme mañana. Estaré de vuelta en mi escritorio para el viernes."

"Eso no es lo que yo escuché," dijo Avery. "El doctor dijo que necesitas al menos dos semanas para curarte. Quiere que hagas reposo."

Yaş sınırı:
16+
Litres'teki yayın tarihi:
10 ekim 2019
Hacim:
241 s. 2 illüstrasyon
ISBN:
9781640291027
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