Kitabı oku: «Un Rastro de Muerte », sayfa 10

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CAPÍTULO VEINTE

Martes

De madrugada

Luchando con las ganas de dormir, Keri condujo hasta la Secundaria West Venice. Había escuchado rumores de que había una vigilia. Aparcó cerca de la entrada principal y entró a pie. De inmediato los vio. Cerca de cuarenta estudiantes y maestros se hallaban en el césped junto a los escalones de acceso a la entrada principal, portando velas, cogiéndose de las manos y hablando de Ashley. Algunos conversaban tranquilamente. Otros hablaban con dramatismo frente a las cámaras de las estaciones locales que habían levantado tienda en el sitio. Unos pocos oficiales uniformados se hallaban a un costado, recostados del capó de su patrulla, conversando entre ellos.

Keri se movió tan sutilmente como pudo. Estas personas podrían estar dispuestas a hablar, especialmente estando fuera del intimidante confinamiento de una estación de policía. Quizás, por medio de conversaciones casuales, podía enterarse de algo valioso, que las entrevistas formales podrían pasar por alto.

El profesor de geometría de Ashley en el tercer período, Lex Hartley, un cincuentón panzón y con algo de calvicie, dijo que Ashley era una buena chica, una chica normal, aunque tenía que admitir que sus calificaciones habían bajado últimamente.

—Hábleme de Artie North.

Hartley la miró sorprendido.

—¿Por qué? ¿Está involucrado?

—Solo reviso algunos rumores. ¿Alguna vez ha escuchado algún rumor acerca de que él estaba extorsionando a Ashley para que tuviera sexo con él?

—Absolutamente no. Conozco a Artie desde hace cinco años. Es un buen tipo, un poco solitario, quizás. Pero se toma muy en serio lo de proteger a los chicos.

—Hace un mes más o menos, ¿recibió unos golpes?

—Sí. He has a second job doing security work down at a Metrolink maintenance yard. A couple of homeless tipos attacked him when he was trying to get them off the grounds.

—¿Eso fue lo que le dijo?

—Sí.

—¿Qué tan golpeado estaba?

—No lo sé…un ojo morado, un labio hinchado.

En la guerra de historias entre Artie North y Walker Lee, Keri se preguntó si alguna vez sabría la verdad.

Se mezcló con la multitud, colectando fragmentos de información de los estudiantes que venían hasta ella.

Una chica llamada Clarice Brown dio que Ashley había estado aprendiendo a disparar un arma. Dijo que era para su protección, pero no estaba claro si ella se estaba protegiendo a sí misma o a alguien más. Susurró que Ashley había tomado muchas drogas últimamente. Para conseguir el dinero, había estado sacando las joyas de su madre de la caja fuerte y las había empeñado.

Miranda Sanchez, la chica que originalmente vio a Ashley subirse a la van, estaba allí también. Dijo que muchas chicas en la escuela eran unas perras celosas que odiaban a Ashley. Inventaban toda clase de rumores. Nunca sabías qué era verdadero acerca de Ashley o qué era basura totalmente fantasiosa, esparcida por gente que siente odio hacia los demás. Personalmente, a ella le simpatizaba Ashley.

Un estudiante de penúltimo año llamado Sean Ringer dijo que Ashley le había dicho hacía un par de semanas que su papá, tenía alguna clase de problema. Ashley no lo detalló pero parecía sincera cuando dijo que estaba un poco asustada.

Con el rabillo del ojo, Keri captó un repentino movimiento en dirección a ella. un reportero de KTLA la había divisado y corría hacia ella con un equipo de camarógrafos a remolque. Ella le dio la espalda, se puso una gorra de béisbol que traía en el bolsillo para estas situaciones, y rápidamente se deslizó por entre la multitud, de regreso al auto. Escuchó que por detrás, a unos diez metros, le gritaban una pregunta.

—Detective Locke, ¿es verdad que el FBI se ha hecho cargo de la investigación sobre Ashley Penn?

Continuó moviéndose, sin decir nada, caminando tan rápido como podía sin tener que empezar a correr..

*

De regreso al auto camino de la casa bote, Keri trató de procesar todo lo que le había llegado en esos pocos minutos.

¿Se había hecho cargo el FBI de la investigación? Quería llamar a Hillman pero lo pensó mejor ya que eran las 3:30 de la mañana.

Intentó separar los hechos a partir de los simples rumores. ¿Había Ashley comprado un arma? ¿Artie North había sido golpeado por alguien? ¿Estaba Ashley empeñando joyería? ¿El Senator Penn estaba metido en alguna clase de problema?

En lugar de conseguir pistas sólidas, todo lo que tenía ahora eran más preguntas, y casi ninguna de ellas tenía respuestas fáciles. Se daba cuenta demasiado tarde que había empeorado las cosas yendo a la escuela. Si se hubiera ido directo a la casa, ahora estaría dormida. En lugar de eso, conducía a mitad de la noche por las calles de Venice, usualmente habitadas por proveedores, prostitutas, y proxenetas. Estaba demasiado agotada para que eso le importara. Además, su cabeza y su costilla todavía palpitaban de dolor luego del altercado con Auggie.

Al aproximarse a Windward Circle, a solo cuadras del sitio donde Ashley había desaparecido, los pensamientos de Keri se volvieron hacia Evie. ¿Cómo podía ayudar a cualquier chica adolescente si ella no podía ayudar a su propia hija?

Entonces cayó en cuenta: Evie misma era ahora una chica adolescente. Esto es, si estaba viva.

¡Cállate! Ni lo pienses. ¿Cómo te atreves? Ella cuenta contigo para que la encuentres, para que la salves. Si te rindes, ¿cómo supones que continuará teniendo fortaleza? Te encontraré, Evie. ¡Lo haré! No te rindas, bebé. Mami no lo ha hecho. Te amo.

Se obligó a no seguir con eso. No servía de nada. Ella tenía que concentrarse. Cuando este caso concluyera, podía acercarse a Jackson Cave, y encontrar alguna manera de hacer que él le hablara del Coleccionista. Ella ya no era una profesora universitaria. Ahora tenía todos los recursos de Departamento de Policía de Los Ángeles a su disposición y tenía intención de emplearlos. Encontraría a este Coleccionista, o moriría en el intento.

Y en esas estaba cuando la vio, justo en la esquina de Windward y Main. ¡Era Evie!

Ella había visto suficientes representaciones generadas por computadora de los cambios físicos a través de los años, para reconocer las similitudes. La chica rubia en la esquina con minifalda ajustada tenía la misma estructura ósea y el tono de piel de su hija. Sí, ella tenía demasiado maquillajes y había sido obligada a ponerse un top tan mínimo que era ofensivo para una chica de su edad. Pero coincidía.

Keri casi vomitó a la vista del hombre blanco, alto y desaliñado que la tenía agarrada por su trasero. Pasaba de los cuarenta, del metro noventa y de los ciento diez kilos. Y era a todas luces su chulo.

Keri pisó el frenó a fondo. El Prius derrapó hasta parar cerca del borde de la acera donde estaban parados. Ella saltó del auto y lo rodeó.

—¡Evie! —gritó.

El hombre alto se adelantó para cerrarle el paso.

Ella intentó hacerlo a un lado de un empellón para llegar a la chica, pero él la agarró con rudeza por su muñeca derecha.

—¿Qué crees que estás haciendo, perra loca?

Keri ni siquiera lo vio. Sus ojos estaban puestos exclusivamente en Evie.

—Más te vale quitarme las manos de encima, Jabba —gruñó ella.

Él apretó aún más su muñeca.

—Incluso las mujeres de mediana edad no tocan la mercancía sin antes negociar —dijo él.

Keri se dio que con él agarrando su muñeca derecha, su arma era inaccesible. El hombre era afortunado. De otra forma ya ella le hubiese disparado.

Ella dejó de tirar y él sin quererlo aflojó la presión. Ella supo que no podría zafarse pero había logrado que bajara la guardia. Se movió hacia él y pisó el empeine de su pie con su tacón. Él gruñó y se dobló pero no la dejó ir. Ella se giró y, aprovechando que había bajado la cabeza, lo golpeó con su codo izquierdo. Él la soltó y cayó hacia atrás.

Hubiera sacado su arma pero la muñeca se sentía débil y dormida. No estaba segura de di podría sostenerla, mucho menos dispararla. En lugar de ello, avanzó hacia él y lo pateó, esperando aprovecharse de su caída hacia atrás para terminar de mandarlo al suelo. Hizo buen contacto, pero él se las arregló, mientras caía, para agarrar el tobillo de ella, y así la derribó.

Ya no más dispuesto a subestimarla, el chulo rodó en el suelo para ponerse encima de ella con todo su peso. Presionó sus rodillas sobre las ya tocadas costillas de ella, haciéndola gritar de dolor. Puso entonces sus brazos alrededor de su cuellos. Los ojos de él brillaban de furia y la baba caía de su boca en el pelo de ella.

Keri sintió que solo le quedaban unos segundos de consciencia. Miró a Evie, inmóvil y horrorizada en el borde de la acera. Su visión empezaba a volverse borrosa.

¡No me voy a ir así!

Keri se forzó a concentrarse en el hombre que estaba encima de ella. Él era fuerte pero también muy arrogante.

Usa esto.

Con un rápido y hábil movimiento. levantó ambas manos al unísono y metió los pulgares en sus ojos desorbitados. Él aulló y la soltó de inmediato. Ella no perdió tiempo en usar entonces toda su fuerza y golpearlo en la manzana de Adam. Él se atragantó y tosió. Al abrir su boca jadeando, ella golpeó su mentón con la mano abierta. Le escuchó entonces gritar y supo que se había mordido la lengua.

Lo empujó y lo revolcó antes de ponerse ella de pie. Antes de que pudiera levantarse del todo, ella lo golpeó en la espalda y él cayó al suelo, sobre su estómago. Ella se echó sobre él, poniendo la rodilla sobre su glúteo. Sacó las esposas,agarró uno de sus brazos, esposó una muñeca y luego la otra. Se levantó de nuevo y puso su pie en la nuca de él.

—No te muevas, imbécil —le dijo—, o estarás usando una bolsa de colostomía por el resto de tu vida.

Su cuerpo se rindió y ella quedó convencida de que él no presentaría más pelea. Se permitió entonces respirar profundamente antes de sacar su radio y pedir apoyo. Finalmente, volvió su rostro hacia Evie, quien todavía seguía petrificada a la luz del farol.

Fue solo entonces, con más luz y más de cerca, que se dio cuenta que no era Evie. De hecho, aparte de ser joven, rubia y blanca, ellas realmente no se parecían mucho.

Keri pudo sentir el llanto que subía por su pecho y se obligó a sofocarlo. Bajó la vista a su radio y simuló manipular uno de los diales, para que la chica enfrente de ella no pudiera ver el abatimiento en sus ojos. Cuando se sintió segura de que podría hablar sin que su voz se quebrara, la miró de nuevo y habló.

—¿Cuál es tu nombre, cariño?

—Sky.

—No, tu nombre verdadero.

—Se supone que no...

—Dime tu nombre verdadero.

La chica observó al hombre enorme, ahora caído en el suelo, como si esperara que fuese a saltar para agarrarla por el cuello, y entonces dijo:

—Susan.

—¿Cuál es tu apellido, Susan?

—Granger.

—¿Susan Granger?

—Sí.

—¿Qué edad tienes, Susan?

—Catorce.

—¿Catorce? ¿Te fuiste de tu casa?

Los ojos de la chica se llenaron de lágrimas.

—Sí.

—Bueno, yo y otras personas vamos a ayudarte —dijo Keri. —¿Te gustaría?

La chica vaciló y entonces dijo:

—Sí.

—No tendrás que preocuparte más por este tipo —dijo Keri. —Él ya no te hará daño. ¿Te ha obligado a tener sexo con hombres?

La chica asintió.

—¿Te ha hecho consumir drogas?

—Ajá.

—Bueno, eso se acabó —dijo Keri. —Vamos a llevarte a un sitio donde estarás segura, a partir de ahora. ¿Lo comprendes?

—Sí.

—Bien. Confía en mí, estás segura ahora.

Dos patrullas llegaron.

—Los oficiales de un de estos autos te van a llevar a un sitio donde vas a estar segura por esta noche. Te verás con un consejero por la mañana. Te voy a dar mi tarjeta y quiero que la uses si tienes alguna pregunta. Estoy buscando a una chica desaparecida que ahora tiene más o menos tu edad. Una vez que la encuentre volveré para asegurarme que estás bien. ¿Okey, Susan?

La chica asintió y tomó la tarjeta.

Mientras los oficiales se la llevaban, Keri se inclinó hacia el chulo, todavía echado en el suelo, y le susurró:

—Estoy poniendo todo de mi parte para no dispararte en la nuca. ¿Comprendes lo que estoy diciendo?

El hombre torció su cuello, la miró, y dijo:

—Jódete.

A pesar de su fatiga, el cuerpo de Keri temblaba de la rabia. Se alejó de él sin responder, por miedo de hacer exactamente lo que le había prometido, Los oficiales uniformados se aproximaron. Mientras uno de ellos tomaba al maleante para llevarlo al auto, Keri le hablaba al otro.

—Fíchenlo. Asegúrense de que pasen al menos unas pocas horas antes de que haga su llamada. No quiero que logre salir bajo fianza antes de que pongamos en un lugar seguro a la chica. Iré para allá a escribir mi reporte luego que duerma unas horas.

Vio al otro oficial a punto de bajarle la cabeza al chulo para introducirlo al asiento trasero del vehículo y dio un paso al frente.

—Déjenme ayudarles con eso —se ofreció ella, tomando al hombre por los cabellos y golpeando su cabeza con un lado del techo—. Oh, lo siento, se me resbaló.

Se encaminó de regreso a su auto, con sus insultos a lo lejos como dulce música de fondo.

Mientras conducía de regreso a casa, finalmente en dirección a la casa bote, marcó un número al que raramente llamaba.

—Hola —dijo una somnolienta voz femenina.

—Es Keri Locke. Necesito hablar contigo.

—¿Ahora? Son las cuatro de la mañana.

—Sí.

Una pausa, y entonces:

—Okey.

CAPÍTULO VEINTIUNO

Martes

Antes del amanecer

—Me estoy deshaciendo —ya se había imaginado la decepción que se pintaría en el rostro del psiquiatra asignado por el departamento, la Dra. Beverly Blanc.

—¿Cómo así?

Keri se lo explicó, dejando que todo saliera a borbotones.

Veía la cara de Evie por doquier. No podía dejar de pensar en ella. Quizás era porque se cumplirían cinco años la próxima semana. No lo sabía. Todo lo que sabía era que estaba pasando con mayor frecuencia que en los primeros seis meses después del secuestro. Ella no había tenido momentos en blanco en los últimos seis meses. Pero ahora, en las últimas doce horas, había tenido múltiples episodios. Peor aún, se había vuelto violenta. Golpeó a un chico de secundaria en la cabeza. Tiró un micrófono a la cabeza de otro sujeto. Y había confrontado deliberadamente a un traficante de drogas y a un proxeneta.

Tenía una pista, según la cual, Evie podía haber sido raptada por alguien llamado el Coleccionista. Un abogado local, Jackson Cave, podría saber el nombre verdadero y el paradero del hombre, pero no se lo diría a nadie voluntariamente. Keri se entretenía pensando en que podría chantajearlo para forzarlo a hablar.

Además, estaba trabajando en el caso de Ashley Penn.

—Lo sé —dijo la Dra. Blanc— Te vi en la TV.

Estaba en el caso, luego la quitaron, luego la reinstalaron: ahora mismo no sabía cuál era su estatus.

La Dra. Blanc dijo: —Estás recibiendo más de lo que puedes procesar. Eres como un globo al que le está entrando demasiado aire. Si no paras, vas a explotar. Tú tienes que, o dejar el caso de Ashley Penn o poner a Evie en espera. Deja de pensar en ella hasta que el caso se resuelva.

Keri la miró afligida.

—No puedo dejar el caso.

—¿Por qué no?

—Porque si lo hago, y algo termina sucediendo, no podré vivir conmigo misma.

La Dra. Blanc suspiró.

—Entonces que dejar a Evie por ahora. Tienes que dejar la fijación con ella. Y tienes que hacer lo mismo con el Coleccionista.

—Eso es imposible.

—Mira —dijo la Dra. Blanc— esta es la realidad. Si Evie está muerta...

—¡Ella no lo está!

—Okey, pero si ella lo está, hacer a un lado por un tiempo los pensamientos sobre ella no te va a afectar de ninguna forma. Si ella no está muerta, entonces, probablemente ella ha encontrado una manera de hacerle frente a su actual vida. El miedo y la desesperación que viste en su cara la última vez que la viste, no está ahí ahora.

—No sabemos eso —dijo Keri.

—Sí sabemos —dijo la Dra. Blanc—. Emociones como esa no son sostenibles. Si ella está viva, dondequiera que esté, hay grandes probabilidades de que haya encontrado una manera de funcionar día tras día. Ella tiene alguna clase de rutina. Se ha adaptado a la misma. Hacer a un lado al Coleccionista y a este abogado por una o dos semanas no va a significar una gran diferencia para Evie, en el panorama total de su vida.

—De hecho, si te empeñas en perseguir a este sujeto, el Coleccionista, podrías incluso cometer errores en los que no incurrirías más adelante cuando pienses con más sindéresis. Podrías darse cuenta que vienes por él. Y podría entonces escurrirse. Así que, aclara tu mente, deja también al abogado, y ponte a trabajar en el caso de Ashley Penn, si eso es lo que tienes que hacer, luego vuelves a lo de este hombre cuando te sientas saludable y puedas ponerle la máxima concentración. ¿Te parece que tiene sentido?

Keri suspiró. —Sí.

—Necesitas descansar, también, Keri. Descansar es extremadamente importante. Ve a casa y duerme al menos ocho horas. Considéralo una orden del doctor.

—Puedo quizás intentarlo por tres.

—Eso está bien.

*

Keri fue a casa.

Por esos días, su hogar era una casa bote de veinte años de antiguëdad en estado de deterioro, atracada en Marina Bay en Marina del Rey. Más a hacia oeste, la marina mostraba su rostro más fabuloso, con costosos edificios de apartamentos y clubes de yates. Pero la Dársena H, donde Keri lived, era más para la clase trabajadora. Su morada compartía espacio con botes de pesca industrial y antiguos buques que a duras penas estaban en condiciones de navegar. El propietario anterior lo había llamado Sea Cups, y había pintado un sostén rosado en un costado. No era exactamente el estilo de Keri, pero ella nunca había tenido ni la energía ni el tiempo para borrarla.

Las buenas noticias eran que tenía electricidad, agua, una pequeña cocina, y un retrete, y que no le daba mucho trabajo. Podía dejarlo allí sin pensarlo dos veces e irse a Alaska si su vida daba un giro repentino. Las malas noticias eran que no tenía ducha ni cuarto de lavado. Esas tareas tenían que ser hechas en el baño público de la Marina, o en su sitio de trabajo.

Casi no tenía espacio disponible. Todas las cosas se estorbaba entre sí. Si querías algo, tenías que mover tres. Para la gente con casas de ladrillo, la idea de vivir en una casa bote sonaría aventurero o exótico. Para alguien como Keri, que vivía allí día a día, el encanto hacía rato que se había esfumado.

Keri entró a la cocina, se sirvió generosamente un escocés, y se dirigió a la cubierta. Mientras ascendía por los peldaños, vio que un portarretrato se había volcado. La casa bote no se mecía mucho, pero había ocasiones en que se movía lo suficiente como para que las cosas se movieran o se cayeran. Enderezó la foto, mirándola sin procesar realmente en su cerebro qué era lo que estaba viendo.

Al cabo de un instante, se dio cuenta de que estaba contemplando lo que alguna vez fue su familia. Era una de esas fotos posando en la playa que ellos se habían hecho, como parte de una recogida de fondos en el preescolar, cuando Evie tenía cuatro años. Se habían sentado sobre unas rocas con el océano como fondo. Evie estaba en primer plano con un vestido veraniego de color blanco. Su cabello rubio se mantenía lejos de sus ojos gracias a un cintillo verde que hacía juego con sus ojos.

Ambos padres estaban sentados detrás de ella. Stephen tenía unos pantalones color kaki y una camisa de vestir de color blanco que llevaba con los faldones afuera del pantalón. Keri vestía de manera similar con una holgada blusa blanca y una falda kaki. Stephen tenía una mano posada sobre el hombro de Evie, mientras que la otra rodeaba la cintura de Keri. Ese recuerdo de una intimidad al natural pasó fugaz por su mente. Hacía bastante tiempo que alguien no la tocaba de esa manera, relajada y cómplice.

Recordó que hubiera sido difícil pensar con indiferencia en ese día: la foto había sido hecha en la mañana, y el brillante sol de principios de otoño caía directo sobre sus ojos. Evie estuvo todo el tiempo quejándose por ello, pero de alguna manera se las arregló para abrir bien sus ojos para esta única foto. Keri no pudo dejar de sonreír ante ese recuerdo.

Dejó la foto atrás mientras subía por los peldaños hacia la cubierta, para luego acomodarse en una tumbona barata que había comprado de manera impulsiva en Amazon. Cerró los ojos y trató de sentir el movimiento casi imperceptible de la casa bote. La foto se paseó de nuevo por su mente. La Keri Locke de esa foto no la reconocería ahora.

Había sido tomada casi cuatro años antes de que Evie fuese secuestrada. Mirando hacia atrás, eso fue lo más cercano a la perfección que llegó a ser la vida de Keri. De alguna manera había sobrevivido a una infancia que no le hubiese deseado a nadie para convertirse en una exitosa profesora de criminología y psicología en LMU. Era una respetada consultora para el Departamento de Policía de Los Ángeles. Estaba casada con un prominente abogado del mundo del entretenimiento, quien nunca permitía que su trabajo interfiriera con un recital de preescolar o un desfile de Halloween.

Y ella tenía una hija que le demostraba día a día que crecer no tenía que ser un trauma. Podía ser maravilloso y lleno de alegría. Había sembradíos de calabaza para visitar, galletas con chispas de chocolate para hornear entre ambas. El gozo de los Domingos en la mañana, haciendo el amor de manera furtiva y rápida, antes de que unos pequeños pies entraran corriendo en su alcoba. Ese fue el tiempo de la inocencia y nunca se había dado cuenta de ello.

La Keri del pasado estaría espantada frente a la actual, trasegando licor como si fuera agua, sola en una casa bote que llevaba el nombre de una talla de sostén. Intentó reconstruir como se había desmoronado. Primero fue beber para olvidar, luego las discusiones a gritos con un marido que se había vuelto frío y distante. Keri sabía ahora que había sido una forma de auto-proteccción, la vía escogida por Stephen para sobrevivir a la pesadilla viviente que compartían, manteniéndola a raya. Pero en su momento, eso la había enfurecido, haciéndola pensar que a él no le importaba lo que le había pasado a su hija.

Luego que finalmente la abandonó un año más tarde y se mudó, la casa de ambos se sentía de alguna manera vacía y demasiado llena, en cambio, de recuerdos, así que ella se mudó a la casa bote. También mudó de sujetos en la universidad. Algunas veces eran estudiantes graduados, en otras estudiantes de pregrado, cualquiera dispuesto a hacerla sentir bien por unos momentos, y que la ayudara a olvidar la angustia que consumía sus horas de vigilia.

Eso duró alrededor de un año, hasta que un chico de diecinueve ingenuo y perdidamente enamorado, abandonó la escuela solo porque Keri lo dejó por otro. Los padres del chico amenazaron con una demanda. A la prestigiosa escuela jesuita no le quedó otra opción que llegar a un acuerdo rápido y discreto. Parte del acuerdo era que Keri fuese despedida.

Fue por esa época que Stephen le anunció su casamiento con una de sus clientas, una joven actriz con un papel menos que secundario en una serie de hospital. Iban a tener un bebé, un varón. Keri pasó una semana abatida por la noticia. It was around that time that Stephen told her that he was marrying one of his clients, a young actress with sixth billing on a medical drama. They were having a baby, a little boy. Keri had gone on a week-long bender at that news Poco después, un antiguo colega, un detective de la División Pacífico, llamado Ray Sands, había venido hasta el bote con una propuesta.

—He escuchado que las cosas no te han estado saliendo como quisieras —dijo él, sentándose en la misma cubierta donde Keri estaba acurrucada ahora—. Quizás necesitas un nuevo comienzo.

Él le relató su propio itinerario desde el pozo de la desesperación, y cómo se las había arreglado para salir de allí, dejando de sentir compasión por sí mismo, y hacer la diferencia con la vida que todavía tenía.

—¿Alguna vez has pensado en solicitar tu ingreso a la Academia de Policía? —preguntó.

La marina estaba en silencio ahora, salvo por el sonido de las olas lamiendo los cascos de los botes y de una lejana sirena llamando tristemente en la oscuridad. Keri podía sentir que se iba rindiendo y optó por no resistirse. Puso el vaso en el suelo, se arropó con una manta, y cerró sus ojos..

*

Su duermevela fue interrumpido por el repique de su celular. Miró la pantalla, que con su brillo despejaba poco a poco la bruma en sus ojos. Eran las 5:45. Había estado dormida por menos de dos horas. Era Ray. Contestó.

—Por fin estaba durmiendo —dijo con irritación.

—¡Encontraron la van negra!”

Yaş sınırı:
16+
Litres'teki yayın tarihi:
10 ekim 2019
Hacim:
231 s. 3 illüstrasyon
ISBN:
9781640291065
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