Kitabı oku: «Ejército de Liberación Nacional (ELN). Historia de las ideas políticas (1958-2018)», sayfa 2
Hacia una historia de vida del ELN
Un aporte significativo de este trabajo de investigación consiste en haber asumido una metodología para la construcción de la historia de la Organización fundamentada en historias de vida, haciendo especial énfasis en su naturaleza política.
Así, la narración histórica está atravesada por una concepción metodológica, en la que se busca colocar en conocimiento de la comunidad académica, social y política un conjunto de representaciones, imaginarios y significaciones que el actor, el ELN, tiene sobre sí mismo y sobre el universo que lo rodea; por decirlo de una manera precisa, se explora su particular forma de ver, describir, interpretar y analizar los hechos que tienen que ver con su manera de existir en el tiempo y devenir en la memoria.
Conforme a lo señalado anteriormente, este trabajo concebido como una historia de vida, que se da en el marco de una concepción metodológica en la que el autor le posibilita al actor que se exprese desde sus propios universos de representación. Esto no significa que el autor se convierta en un escribano de la historia de vida del actor, en una propuesta comparativa que lo va referenciando en relación con la historia del país, pues resulta inevitable que el investigador sea el principal autor de esta historia cuando es precisamente él quien ordena el texto de acuerdo a cortes temporales o temáticos, titula, subtitula, forma, divide, recorta y le da a la versión final la apariencia que esta asume al presentarse.
Esta metodología se erige sobre dos referentes básicos: primero, existe el más riguroso respeto por la percepción que el actor tiene sobre sí mismo, sobre su forma de representarse y hacerse presente en el conflicto colombiano: se toma en consideración los aspectos que constituyen en esencia la historia de sus ideas políticas, pues es esta la que determina y legitima su existencia social y política; segundo, se toman en consideración los referentes teóricos esenciales que son característicos de los estudios e investigaciones que giran en torno a las historias de vida. Conforme a estos dos referentes, es necesario precisar algunos aspectos sobre la relación entre el investigador y su objeto de estudio:
Primero. El actor (ELN) está constituido por unidades de sentido, palabras y frases dichas por ellos, textos y discursos, prácticas sociales y acciones militares a través de los cuales se comunican y se representan.
Segundo. El autor se ha preocupado porque el actor, además de protagonizar el relato, narre y exprese en él su propio punto de vista, lo que no implica que como interlocutor no introduzca la reflexión crítica de este y convoque al cuestionamiento permanente.
Tercero. El relato se estructura sobre episodios y acontecimientos que de alguna manera tienen mayor relevancia para la propia representación del actor (por ejemplo, Simacota o Anori); sin embargo, el autor ha puesto interés en convocar a la memoria aquellos acontecimientos que el personaje desplaza, o se refiere a ellos en forma mínima, pues constituyen puntos de inflexión de su propia existencia (crisis internas, fusilamientos, y otros eventos).
Cuarto. El autor, tomando en consideración la lógica de la fuente documental, define las características del desarrollo cronológico del discurso, la profundidad de la argumentación, la importancia de los personajes, el sentido de sus acciones, entre otras múltiples posibilidades de la construcción del discurso histórico.
Quinto. El texto escrito obligó a estructurar algunas unidades narrativas que favorecen la comprensión del discurso histórico, su lectura y posibilidades interpretativas y analíticas; por esta razón, se tomaron en consideración al menos cinco elementos constructores: las secuencias, los hitos, las etapas, los motivos y las causalidades-determinantes, todos interactuando en la configuración global del discurso.
Las secuencias son divisiones al interior del texto que poseen un alto grado de variabilidad e impredecibilidad, en los que no siempre se distinguen claramente los puntos de partida y final. El concepto de secuencia nos resulta relevante y útil porque la evolución de la narración casi nunca sigue un orden lineal ni cronológico, sino que en ella abundan las superposiciones, las proyecciones y los cambios súbitos de énfasis. A pesar de esto, es necesario distinguirlos y ello es viable a través de los cortes que se van haciendo en la narración.
Los hitos son ciertos sucesos externos (la violencia, la dictadura de Rojas, el Frente Nacional) o internos (la toma de Simacota, asambleas y congresos de la guerrilla, las operaciones militares que expresan un cambio en la estrategia, etc.) presentados por el actor como cruciales en el desarrollo de su propia existencia. Los hitos pueden definirse como los momentos claves de la vida relatada, que poseen en el interior del relato capacidad explicativa o referencial, y para que un hito sea tal, es necesario que aparezca revestido de un carácter extraordinario y generador de nuevas circunstancias; es decir, se trata de hechos hasta cierto punto dramáticos a los cuales el personaje les otorga capacidad explicativa, explícita o implícitamente.
Las etapas son los fragmentos temporales con que es presentado el relato. Estas no siempre corresponden al esquema de clasificación cronológica usualmente utilizado. Suelen ser variables la cantidad de años y de texto que se les dedica. Cada etapa, como podrá verse en este trabajo, contiene o va asociado a un referente histórico o anclaje.
Los motivos son afirmaciones directas o indirectas, que tienden a explicar conductas de cada personaje o de otros del relato histórico; son supuestos del porqué de las conductas y de los actos y acciones desarrollados.
La causalidad-determinante es un encadenador que relaciona, une y explica tanto los sucesos como las etapas y los hitos. Existen diferentes órdenes de causalidad-determinante que en el relato se sobreponen y enuncian sin mayores rupturas de continuidad. Las causalidades-determinantes más recurrentes son las de tipo histórico, psicológico, natural y mítico:
• La causalidad de tipo histórico se produce cuando el autor, siguiendo la lógica argumental de los actores armados, hace énfasis en los acontecimientos referidos o en el contexto en que ellos se dieron. Así, los sucesos son producto de otros sucesos precedentes y dan origen, a su vez, a sucesos posteriores.
• La causalidad de tipo psicológico alude a rasgos de carácter de algunos de los personajes intervinientes. En este caso, las etapas quedan encadenadas de modo altamente personalizado, es decir, los hechos suceden más por efecto de cómo son los individuos que participan en ellos, que por aspectos sociales, estructurales o exteriores a las características de los involucrados. Los protagonistas materializan determinadas conductas por sus rasgos personales, de modo que la acción aparece como prefigurada en su interioridad y no como factores determinantes externos.
• La causalidad de tipo natural es, en algún sentido, la casi no causalidad: los hechos sucedieron porque tenían que suceder. El devenir se ve como natural, en el sentido en que corresponde no a una lógica de los hechos ni de las personas, sino de la naturaleza de la vida.
• La causalidad de tipo mítico alude, principalmente, a referencias que están fuera del dominio de lo estrictamente humano, en este terreno son frecuentes las alusiones religiosas y mágicas. En el estudio del ELN, como en el de toda organización de esta naturaleza, son importantes, entre otros, el mito generador, el mito del héroe, el mito paradisíaco, que expresan y explican la lógica de las representaciones simbólicas desde donde se justifica el compromiso, a través del cual se desarrolla la existencia histórica de la Organización11.
El uso de este tipo de metodología de investigación, posibilita la confrontación y contrastación de puntos de vista en los que se comienza a dilucidar la realidad del movimiento guerrillero, superando las lecturas politizadas y románticas que han caracterizado este tipo de estudios. Para ello, ha sido necesario agotar los más variados recursos documentales y las fuentes de informaciones más diversas, pero igualmente arriesgar periodizaciones que están en estrecha relación con la información proporcionada por las fuentes y con los estudios teóricos existentes al respeto.
La estructura de esta historia política del ELN busca respetar el proceso de desarrollo que ha tenido la Organización a lo largo de la segunda mitad del siglo XX y lo que va del presente (2018), en cincuenta años de historia, tomando en consideración, en lo esencial, los momentos que se comportan como hitos, en cuanto que han aportado a la construcción de los imaginarios elenos, a la configuración de una cultura política que define sus puntos de vista y las prácticas sociales, políticas y militares a través de las cuales adquieren identidad y se expresan como sujetos históricos y políticos.
Sobre la estructura de la obra
Siguiendo la propuesta metodológica, este trabajo consta de ocho partes:
En la primera parte, correspondiente a la introducción, se abordan en lo esencial, tres aspectos de reflexión que convocan la atención de este estudio. El primero tiene que ver con la investigación histórica en cuanto enfoque metodológico para la comprensión de los fenómenos de violencia y el conflicto armado, desde perspectivas de análisis que persisten en explorar el camino de especificidad de los casos y problemas que se abordan, sin renunciar a las posibilidades que estos ofrecen a la generalización y construcción de explicaciones universales; el segundo retoma la discusión sobre la naturaleza y caracterización del conflicto armado colombiano, en el marco de los distintos enfoques teóricos y puntos de vista que se han venido construyendo al respecto, con el propósito de aplicarlos al estudio del ELN, en un ejercicio investigativo que analiza y contrasta su historia; el tercero centra su atención en la construcción del discurso, como referente de identidad y fundamento de la cultura política del actor desde una perspectiva fundamentalmente histórico-politológica.
El primer capítulo toma en consideración el contexto en el que surge la organización armada (1958-1965) —es decir, en el marco del desarrollo de La Violencia y el Frente Nacional—. A partir de ahí, señala los procesos en que se van generando sus mitos fundacionales, los aspectos que la identifican y la diferencian, y sus referentes programáticos básicos.
El segundo capítulo aborda los desarrollos organizativos y políticos, los reveses militares y las dificultades político-organizativas recurrentes (1965-1974).
El tercer capítulo centra su atención en los desarrollos de la Organización en una fase en la que se agudizan las crisis y se inician los procesos de recuperación y refundación de la Organización (1974-1982).
El cuarto capítulo cubre un periodo en que la historia del país atraviesa por uno de sus más agudos problemas de gobernabilidad, y de mayor recrudecimiento de la violencia, en la segunda mitad del siglo XX (1982-1994). En ella se convocan los actores que se han de confrontar durante las dos décadas siguientes: el Estado a través de sus fuerzas armadas, el paramilitarismo, el narcotráfico y la insurgencia, en la primera fase del periodo que he denominado de degradación y enrarecimiento de los conflictos.
Los capítulos quinto y sexto toman en consideración doce años de la historia del ELN, en el marco de los gobiernos de Ernesto Samper Pizano (1994-1998), Andrés Pastrana Arango (1998-2002), Álvaro Uribe Vélez (2002-2010) y Juan Manuel Santos (2010-2014). Durante estas administraciones el conflicto armado se desarrolla y se transforma en un proceso que va del crecimiento exitoso de las operaciones militares de las FARC-EP contra las instituciones armadas del Estado (1994 a 1998), pasando por frustrados e inacabables procesos de paz (1998-2002), la reactivación de la ofensiva militar institucional contra la insurgencia, en el marco de la política de Seguridad Democrática del gobierno Uribe Vélez (2002-2010), hasta el retorno a las mesas de conversaciones y la búsqueda de una salida política negociada al conflicto armado, durante la administración del presidente Juan Manuel Santos (2010-2014).
La última parte del trabajo, el capítulo séptimo, hace un balance general de la historia de la Organización, a manera de conclusión, señalando los aspectos relevantes de este, que pueden orientar futuras investigaciones.
Elementos teóricos para el estudio histórico del ELN como actor armado
Colombia es un país cuya historia se ha construido sobre el ejercicio de la violencia y el desarrollo de un encadenamiento de guerras que se transforman en el tiempo, a la vez que transforman las relaciones que las determinan. De las guerras prehispánicas a las de la Conquista, de estas a los levantamientos coloniales, de allí a las guerras de independencia y luego a las guerras civiles del siglo XIX, que le abrirán paso a las luchas sociales de indígenas, artesanos, campesinos y obreros durante las tres primeras décadas del siglo XX, para luego hundirse nuevamente en ese periodo de la historia que se conoce como La Violencia, que ha de terminar con el inicio de una nueva guerra ideológica y política en la modalidad de guerra insurreccional, irregular o guerra popular prolongada, desde la caracterización que hacen los actores armados de esta, para, finalmente, a comienzos del siglo XXI, en la perspectiva de los cambios globales y sus correspondientes confrontaciones, resistencias y amenazas, localizar nuestros conflictos en la lucha contra el terrorismo. Total, existen problemáticas que haya atravesado la historia de Colombia en sus distintas épocas esa son la violencia y la guerra.
Pese a la dificultad que existe para poder ubicar en un concepto particular de “guerra”, el conflicto armado colombiano, y a la tendencia que se viene manejando de ubicarlo como una “guerra sin nombre” (Gutiérrez, Wills y Sánchez, 2006), es necesario flexibilizar las categorías convencionales y construir nuevas categorías que permitan caracterizarlo desde los elementos que le son propios (Medina, 2009). Tomemos acá algunas de las afirmaciones que se han hecho en un intento por establecer los componentes de una posible noción preliminar.
Una primera afirmación, que es necesario mantener presente, es la que considera que la caracterización de cualquier conflicto en el mundo de hoy tiene de inmediato connotaciones políticas, militares y jurídicas, tanto en el ámbito interno como en el internacional (Pizarro, 2004) y, que desde allí, se definen no solo las políticas públicas en materia de seguridad, sino, igualmente las formas de participación o intervención de la comunidad internacional, y que esta es una razón suficiente para ser cuidadoso en las implicaciones que tiene su caracterización.
Una segunda afirmación es la que señala que el conflicto colombiano se ha transformado en los últimos cincuenta años como consecuencia lógica de su crecimiento, expansión y complejidad. Esto se hace evidente en la confluencia de nuevos actores e intereses, nuevos escenarios y nuevas circunstancias históricas, que le han definido una lógica y una movilidad de nuevo orden, conforme a los cambios que se han operado en el país y en el mundo global.
En esta reflexión se reconocen dos momentos distintos en la caracterización del conflicto en las últimas cuatro décadas, determinados por la percepción que se tiene de este en relación con su origen y evolución posterior. El primero está definido por las lógicas de la Guerra Fría y la bipolaridad, que dieron origen a las luchas anticoloniales y de liberación nacional y social, en las que la guerra adquirió la forma de guerra revolucionaria, en la modalidad de guerra insurreccional, guerra de guerrillas y guerra popular prolongada y que desarrolló las estrategias contrainsurgentes de la doctrina de la seguridad nacional (DNS) y de los conflictos de baja intensidad (CBI); el segundo, por la caracterización de los conflictos en el desarrollo de la pos Guerra Fría, la unipolaridad y el mundo globalizado, en donde los conflictos son percibidos como nuevas guerras, lucha contra el narcotráfico y terrorismo.
Una tercera afirmación tiene que ver con el carácter irregular de la guerra, el cual se ha transformado sustancialmente, pues ya no es esa modalidad de guerra desarrollada por grupos mal armados y mal vestidos, dirigidos por soldados aficionados que con alguna frecuencia alcanzaban éxito frente a fuerzas superiores dirigidas por profesionales. Por el contrario, se desarrolla como una guerra de verdad con fuerzas bien armadas, vestidas, alimentadas y entrenadas adecuadamente (Heydte, 1987), que se mueven entre la guerra de guerrillas y estrategias de guerra convencional.
En una caracterización específica de la guerra irregular, y de sus motivaciones políticas, es necesario afirmar que esta se presenta como una guerra civil donde grupos insurrectos luchan por el poder dentro de la misma nación. La guerra irregular no es una guerra revolucionaria per se; puede ser una guerra de resistencia, de liberación nacional o una guerra contrarrevolucionaria y paramilitar.
Una cuarta afirmación consiste en señalar que, en el caso colombiano, se trata de un conflicto armado interno, internacionalizado, irregular, prolongado y con raíces históricas de índole ideológica. Este conflicto sufre, además, una etapa de metamorfosis de los propios actores internos, cuyas modalidades de acción incorporan día a día más actos terroristas, y una subordinación creciente de recursos provenientes del tráfico de drogas ilícitas (lo que se hace evidente en el escenario internacional en que se desenvuelve) (Pizarro, 2004).
Y pese a estas características, que nos muestran una modalidad de guerra civil no convencional, la particularidad del conflicto colombiano es que sigue siendo una guerra civil irregular (Sánchez, 2003).
Ahora bien, es necesario asumir acá una posición “distinta” en torno a la noción de guerra civil, que supere la caracterización que se hace de esta modalidad de guerra según el número de muertos, o el tamaño y proporción de los ejércitos confrontados, o según la intensidad y modalidades de combate. Esta definición reduce la idea de guerra civil al escenario de lo militar, sustrayéndola del carácter político y de la dinámica social en la que se legitima esta modalidad de guerra como tal.
La guerra civil no es solamente militar. Compromete actores sociales, económicos y políticos, que participan desde distintos escenarios de confrontación con una idea clara de la “situación de guerra”, y compromiso específico en su confrontación y superación. La base social y política de la guerra civil es mucho más amplia que la base militar; el escenario de la guerra va más allá del simple teatro militar de operaciones. El discurso de la guerra copa todos los espacios, no solamente el que construye la opinión pública, sino también el que define la normatividad y decide la política pública. Existe una economía de guerra y control territorial efectivo y supuesto, atravesado por el miedo y las prácticas de terror, y existe, además, un contexto internacional de intereses en el que se da.
Las guerras civiles contemporáneas se libran como guerras irregulares principalmente; de tal forma, se crea un nexo estrecho entre la guerra civil y la confrontación bélica irregular, en donde es necesario reconocer que la guerra irregular es en lo fundamental un método de confrontación bélica cuya naturaleza política define los propósitos que la orientan (Kalyvas, 2001). Entre las características definitorias de esta y todas la guerras civiles, está la escisión parcial y temporal de la soberanía, el ejercicio de la violencia de la guerra civil en las zonas rurales principalmente, las prácticas de genocidio y limpieza política y social. Estas singularidades fijan como propósito de la violencia el exterminio físico de un grupo social o político (étnico incluso) antes que el sometimiento de este a una autoridad política. Encontramos también el acto de expulsar, a propósito y en forma permanente, a ciertos grupos de población mediante la “limpieza política”, que conduce a la homogeneización de las identidades ideológicas y políticas, y la “limpieza social” que conduce a procesos de concentración de riqueza y acumulación económica de nuevo orden, mediante la amenaza, la creación de miedo colectivo, la masacre, el genocidio y el desplazamiento forzado, además de un escenario de disputa que tiene que ver con la población y los apoyos que los actores armados puedan recibir de ella.
Así, a diferencia de la guerra convencional, la guerra civil involucra no solo a los actores armados sino también a los civiles. El apoyo de la población civil llega a ser un componente fundamental del conflicto. El apoyo de la población se define en el curso del conflicto, en respuesta a la dinámica tanto de la guerra como de la violencia. Las opiniones políticas de la población estarían en extremo condicionadas al poder desplegado en torno suyo y a la lucha por la supervivencia. En la medida en que la guerra civil irregular se desarrolla, la violencia sobre la población se incrementa. Tanto el Estado, como la insurgencia y las fuerzas paramilitares apelan a la violencia para hacerse al apoyo de la población civil. En la guerra civil irregular, la disputa por el apoyo de la población puede asumir la forma de una guerra contra la población.
Una quinta afirmación consiste en aceptar que en los últimos años se ha consolidado una percepción pública de que la escala de los enfrentamientos –en términos de capacidad de fuego, control de territorio, poblaciones, y grado de organización de las múltiples fuerzas irregulares enfrentadas entre sí y con el Estado– ha entrado en una nueva fase: tiempo, espacio y contenido de la guerra se han trastocado. La dinámica actual de la guerra plantea problemas de soberanía para Colombia y para los países vecinos. Entonces, la soberanía se vuelve extremadamente frágil desde la posición colombiana, en tanto está atravesada por tres temas: el terrorismo, las drogas y el derecho humanitario, cuyas fronteras entre lo interno y lo externo, según los parámetros contemporáneos de la comunidad internacional, son esencialmente difusas (Sánchez, 2003).