Kitabı oku: «Ejército de Liberación Nacional (ELN). Historia de las ideas políticas (1958-2018)», sayfa 8

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El ELN después de Simacota

En los días que siguieron a la toma de Simacota, la reacción de las fuerzas armadas no se hizo esperar; el hostigamiento militar al grupo obligó prácticamente a la realización de una nueva acción, llevada a cabo por los grupos de apoyo, que en la zona urbana de Barrancabermeja dirigía Juan de Dios Aguilera.

Pese a la distante y accidentada relación que mantenía la ciudad y el campo, dada la naturaleza diferente de sus tareas —la primera de tipo logístico y la segunda de crecimiento y expresión de tipo político-militar como guerrilla propiamente dicha—, el trabajo de aglutinamiento y politización se desarrollaba a distinto nivel en las más importantes ciudades del país.

El proceso de nucleación se fue produciendo en el interior de las organizaciones gremiales, principalmente obreras y estudiantiles en la ciudad y posteriormente de las organizaciones campesinas y populares. En esta medida, el ELN contó desde su comienzo con una importante red de trabajo de apoyo político y militar en la ciudad, que en algunas ocasiones se vio en la necesidad de realizar tareas militares para dispersar las acciones de las fuerzas militares concentradas en los puntos golpeados por la Organización.

Así, en Barrancabermeja, que era la puerta de entrada a la zona de implantación, existía desde muy temprano una red urbana que se constituyó en requisito esencial para que el proyecto pudiese sostenerse, pero igual la había en Bucaramanga, Bogotá, Cali, Medellín y otras ciudades del país.

El 5 de febrero de 1965, el ELN se toma la población de Papayal en el departamento de Santander, con un primer objetivo: el de dividir la acción de las fuerzas armadas y llamar la atención de estas sobre esa región. La Dirección del ELN le encomienda al grupo de Barrancabermeja la realización de esta toma. Estudiadas sus posibilidades su ejecución, se escoge el sitio de Papayal, al que se podía llegar rápidamente por carretera, se reunió un grupo de campesinos conocedores de la región y junto con un colectivo de militantes urbanos, sin mayor armamento, se impartió la orden de tomarse el puesto de policía. Esta acción tiene dos particularidades importantes a resaltar: primero, quienes la llevaron a cabo no tenían ni los recursos, ni la capacitación, ni la experiencia suficiente para hacer este tipo de trabajo; lo hacían forzados por las circunstancias y necesidades del grupo que se había tomado Simacota. Segundo, lo que se ponía allí de presente era la disposición alcanzada por los integrantes del ELN para cumplir con las orientaciones, sin temer las dimensiones del riesgo. Así, la acción de Papayal, se presentaba como una misión suicida, pues, por una parte, algunos de los participantes desconocían por completo la zona y, por otra, el armamento era precario y el número de combatientes en disposición de cumplir la orden era mínimo. Todos carecían de experiencia combativa y era la primera acción militar de ese tipo que realizaban.

La acción estuvo a cargo de cinco militantes de la Organización, coordinada y dirigida por Julio Portocarrero, un estudiante residente en Bogotá, a quien se le asignó esa responsabilidad. Los demás miembros del comando fueron “Ricardo Lara Parada, Heriberto Espitia, José Antonio Rico Valero y Rodolfo León. Armados con un fusil calibre 30, una ametralladora fabricada en San Vicente de Chucurí, una carabina calibre 22 y cuatro revólveres, dieron muerte al inspector y a tres agentes de policía y recuperaron su armamento” (Arenas, 1971, p. 53).

Motivados por el triunfalismo de las dos primeras acciones, el Estado Mayor del ELN no realiza una reflexión colectiva y crítica de estas, dadas las particularidades operativas en que fueron realizadas y las consecuencias que de ellas se derivaron: la muerte de Pedro Gordillo, la deserción de Samuel Martínez y Manuel Muñoz, la delación y captura de guerrilleros, y el hostigamiento a las bases campesinas, debían haber generado una lectura crítica de ese primer accionar (Entrevista a Nicolás Rodríguez, 1992-3).

Después de Simacota y Papayal, las identidades de Fabio Vásquez y Víctor Medina Morón quedan al descubierto. Desde entonces se inicia una movilización de gente buscando al ELN por el impacto que provocaron las acciones, pero, sobre todo, por la ola guevarista y guerrillera que recorría toda América Latina y llevaba a los jóvenes a asumir el compromiso de la lucha revolucionaria como una necesidad de existir, en el contexto de una década que los convocaba románticamente a la revolución. La aparición del ELN, en gran medida, ofrecía la posibilidad de concretar ese romanticismo.

La lectura que realiza la Organización sobre las acciones ejecutadas estaba más cerca de los principios y los imaginarios de la revolución que de la realidad. La atmósfera que respiraba el grupo era la de estar cumpliendo, y el punto de vista que fue estructurando tenía la particularidad de aumentar su autoestima, elevar su moral y mantener su disposición para el trabajo (Entrevista a Nicolás Rodríguez, 1992-3).

Simacota se convertía en ese tipo de símbolo necesario para que el imaginario revolucionario comenzara a coger la carne de la historia; era algo real de que hablar, algo que mostrar, para ofrecer un discurso que convocara el interés de la comunidad y la sociedad en su conjunto hacia el proyecto armado, discurso que además había que construir desde las particularidades de la nación y desde las posibilidades intelectuales del grupo para comprender e interpretar su realidad.

Hasta entonces lo único que se conocía era el manifiesto de Simacota, el cual por las características ya señaladas no llenaba las expectativas de los sectores sociales y núcleos de intelectuales y obreros. Estos, dado su particular desarrollo político, exhortaban a la Organización a tener una mayor concreción en sus objetivos y propuestas, en particular, el sindicalismo independiente, la Federación Universitaria Nacional, sectores de intelectuales de izquierda y el movimiento de los trabajadores petroleros.

Los principios programáticos del ELN

En marzo de 1965, la dirección del ELN encomienda a Jaime Arenas la redacción de un documento que sentara las bases políticas de la Organización, despejara las dudas que pudieran existir acerca de sus propósitos fundamentales y sirviera como propuesta y convocatoria a vincularse a la lucha revolucionaria a los sectores sociales que el ELN consideraba fundamentales para el proceso. Elaborado el documento fue adoptado como programa oficial del ELN y publicado con las firmas de Fabio Vásquez Castaño y Víctor Medina Morón.

En él, se plantea el surgimiento del ELN, como un brazo armado del pueblo, que tiene como finalidad liberarlo de la explotación, tomarse el poder y establecer un sistema social acorde con el desarrollo del país. Determina como enemigos fundamentales a la oligarquía y al imperialismo, desecha la vía pacífica para las transformaciones sociales y políticas y, propone la lucha armada como una guerra del pueblo para establecer un gobierno popular y democrático de liberación nacional.

Conforme a lo anterior, se define como una organización político-militar, cuyo objetivo estratégico es la toma del poder para el pueblo, y la creación de un frente democrático y revolucionario de obreros, campesinos, intelectuales de avanzada, estudiantes y sectores progresistas de las capas medias afectadas por el sistema.

El ELN define su programa básico en doce puntos en los que aborda el contenido político, social, cultural, económico y militar de su propuesta.

En primer lugar, se plantea la toma del poder por las clases populares como requisito básico para la formación de un gobierno democrático y popular que libere al país de los monopolios internacionales y de la oligarquía criolla, garantice la plena igualdad social del pueblo, otorgue libertades democráticas a los sectores populares, conceda a la mujer sus derechos y garantice el respeto a la dignidad humana y el libre desarrollo de los colombianos.

En segundo lugar, se plantea una revolución agraria que elimine el latifundio, el minifundio y el monocultivo; realice una distribución justa y un acompañamiento técnico a los campesinos que la trabajan; otorgue créditos e insumos de trabajo a los agricultores, impulse la mecanización de la agricultura y su tecnificación; que cree mecanismos adecuados de distribución de la producción de alimentos que elimine los intermediarios, la especulación y el acaparamiento, asegure la asistencia médica y educacional a los campesinos, así como el desarrollo del sistema de riego, de electrificación de vivienda y de vías de comunicación. Plantea la confiscación de latifundios y propiedades de grandes compañías extranjeras, y de los terratenientes y latifundistas nacionales, asegurando respetar las propiedades que benefician positivamente la economía nacional. Define fomentar la creación de cooperativas de producción, distribución y consumo, y de granjas estatales, mediante la planificación de la producción agropecuaria que diversifique los cultivos y desarrolle la ganadería.

En tercer lugar, se plantea el desarrollo económico e industrial mediante una política proteccionista de la industria nacional, el impulso de la industria semipesada y la confiscación de los intereses extranjeros y de las oligarquías nacionales. Define como política central del desarrollo económico la protección y el impulso a los pequeños industriales y comerciantes no especuladores, la diversificación de la industria y el desarrollo de una economía independiente, basada en los propios esfuerzos y recursos con que cuenta el país, que mediante la planeación científica garantice el pleno empleo de la mano de obra.

Igualmente, el ELN, se plantea, desde sus orígenes, la nacionalización del subsuelo y su adecuada explotación en beneficio de la economía nacional; la elaboración y realización de un plan de electrificación, de irrigación y de aprovechamiento de los recursos hídricos del país. A nivel de la actividad comercial abierta, establece como orientación el intercambio con todos los países del mundo, sin ninguna otra consideración que el interés colectivo y el beneficio del pueblo.

En cuarto lugar, el ELN define como uno de los fundamentos de su programa la realización de una reforma urbana y un plan de vivienda, que garantice un hogar higiénico y adecuado a los trabajadores de la ciudad y del campo, y elimine las prácticas de arrendamiento de los casatenientes. Establece la erradicación de los tugurios, en la ciudad y en el campo.

Como quinto punto, propone la creación de un sistema popular de crédito que elimine a los usureros y a los agiotistas, y fomente el desarrollo económico, industrial agropecuario y comercial de tal manera que favorezca el nivel de vida de los colombianos.

El sexto punto, toma en consideración la Organización de un plan nacional de salud pública que haga posible la asistencia médica, farmacéutica y hospitalaria a todos los sectores de la población sin gravar su economía, el desarrollo de la medicina preventiva y la lucha contra las enfermedades endémicas. Se propone la creación de puestos de salud y hospitales en ciudades y campos, así como una eficaz protección a la niñez y a los ancianos. Propone la creación de un organismo centralizado que se encargue de proyectar y realizar los programas de salud pública y, la reglamentación del seguro social para que responda adecuadamente a las necesidades de la población.

Como séptimo punto, fija la elaboración de un plan vial que sirva para articular a la economía nacional y preste un servicio eficiente a las regiones densamente pobladas, o con posibilidades de desarrollo económico. Considera necesario la apertura de vías de comunicación en las zonas agrícolas y ganaderas de gran potencial económico marginadas del desarrollo global. Propone la organización estatal del transporte, y la fijación de tarifas técnicamente estipuladas por los organismos del Estado.

Al referirse a la educación, en su punto octavo, propone una reforma que elimine el analfabetismo, promueva la construcción de instituciones escolares rurales y urbanas, y la formación de maestros competentes. Concibe la educación obligatoria y gratuita; plantea una reforma a los programas de estudio para adecuarlos a las necesidades del país, y en consonancia con la ciencia moderna; la vinculación con la realidad nacional e internacional y la elaboración del nivel técnico de los trabajadores; proyecta la nacionalización de la enseñanza a todos los niveles, buscando que esta cumpla una función social y esté a tono con los avances científicos, tenga el pueblo acceso a ella, se elimine el oscurantismo y el dogmatismo de las cátedras, y pueda desempeñar el papel de vanguardia intelectual y cultural de los trabajadores.

Plantea la creación de una academia nacional de ciencias, que sirva al desarrollo de la investigación científica la cual debe ser impulsada en los centros de enseñanza superiores. Asimismo, considera necesario la creación de residencias y comedores estudiantiles y el otorgamiento de numerosas becas, al igual que la ampliación de las redes de bibliotecas públicas y la dotación de los establecimientos educativos de los materiales académicos, y docentes necesarios para que su labor sea eficiente y de calidad. Concibe entre las preocupaciones de la educación el fomento y estímulo del deporte y la cultura física.

Por último, señala que el Estado se preocupará por la defensa, difusión y desarrollo de la cultura nacional, del arte popular y folclórico y la protección de escritores y artistas nacionales. En este mismo sentido señala la obligatoriedad de divulgar con amplitud todas las manifestaciones artísticas que revistan formas populares y democráticas de otros pueblos.

El programa también asume posición frente a la cultura y manifestaciones de existencia social, política y económica de las minorías nacionales. En esta medida un nuevo punto plantea la incorporación a la economía y a la cultura de la población indígena, respetando sus costumbres, tierras, lenguas y tradiciones y desarrollando su vida cultural. Es decir, el otorgamiento de la totalidad de sus derechos de colombianos a la población indígena.

El programa, en el décimo punto, define la relación Estado-Iglesia, garantiza la libertad de pensamiento y cultos, convoca a la necesaria separación del poder político del poder religioso. En el mismo sentido, de la libertad de cultos, propugna por la eliminación de todo tipo de discriminación por raza, género, creencia religiosa y origen social.

En relación con el manejo de la política exterior, el ELN defiende la independencia absoluta de los Estados, la libre autodeterminación de los pueblos y la no intervención de un Estado en los asuntos internos de otro. En esta medida se opone a toda forma de opresión, de dominación imperialista, colonialista o neocolonialista; se propone la defensa de la paz mundial y la solidaridad con los pueblos que luchan por su liberación e independencia nacional. Para el ELN, la soberanía se constituye en fundamento de su lucha de liberación y en ese sentido se plantea la necesaria anulación de todo compromiso, misión o ayuda que la condicione y deteriore. Para la Organización el establecimiento de relaciones diplomáticas, culturales y comerciales con todos los países del mundo debe darse sobre la base del principio de mutuo respeto.

Por último el ELN se plantea la formación de un Ejército popular permanente, técnicamente dotado y disciplinado, que garantice las conquistas populares, defienda la soberanía nacional y sea el más firme apoyo del pueblo para defender su proyecto de sociedad y Estado revolucionario (ELN, 1972, Principios programáticos del ELN, Compendio)71.

Nótese que el programa concebido tiene en lo fundamental un carácter democrático-popular y que en él no aparece un énfasis de tipo socialista. Se trata básicamente de una aproximación a condiciones específicas del desarrollo del país en niveles de dependencia que lleva a pensar en la construcción de una vía de transición para un momento en que se caracteriza la sociedad colombiana a través de variables tales como la miseria, el hambre, el analfabetismo, el desempleo, la falta de vivienda y “todo lo que sea el fruto de la injusticia social de un sistema caduco y oprobioso: el capitalismo imperialista”.

Es un discurso que intuye situaciones problemáticas de orden sociológico y político, y formula salidas globales en términos fundamentalmente ideológicos. De ahí que lo esencial es que reafirma el carácter antiimperialista y antioligárquico del ELN, hace énfasis en la lucha armada como “vía para la toma del poder”, se propone la construcción de un frente democrático revolucionario policlasista con el fin de establecer un gobierno popular y democrático de liberación nacional que impulse un programa administrativo que cobija aspectos centrales del desarrollo económico, social, político, cultural y militar, enunciados en unos puntos sobre la base de generalidades. Aun cuando representa un avance en relación con el Manifiesto de Simacota, en lo fundamental se reafirma en lo ya dicho.

Muchas de las propuestas del programa se fueron materializando en la práctica como consecuencia de las lógicas del mismo desarrollo capitalista. Desde luego, no con el mismo enfoque y desde la misma concepción política que lo proponía el ELN, pero, sí como resultado del inevitable proceso de desarrollo y crecimiento del país en los años posteriores y de los conflictos sociales que fueron madurando y desarrollándose en su interior (Entrevista a Nicolás Rodríguez, 1992-3). Estos enunciados programáticos alimentaron la lucha del ELN hasta la realización de la primera Asamblea Nacional de la Organización promediando la década de los ochenta.

Balance general de los orígenes del ELN

La lectura que hemos hecho sobre los orígenes del ELN nos coloca frente a una oferta de posibilidades analíticas que resulta importante abordar de manera puntual. Esto con el propósito esencial de comprender el comportamiento de la Organización en el tiempo y establecer los fundamentos de una cultura política, que la une a sus propósitos estratégicos y la diferencia de otras organizaciones, en la manera de implementar sus procesos tácticos y comportarse frente a la realidad del país, y frente a ellas mismas como actores sociales, políticos y armados.

Comencemos afirmando que el ELN busca sus anclajes históricos en las luchas de resistencia comunera del siglo XVIII y las guerras de independencia del siglo XIX. Se remonta en las razones reivindicativas de su lucha social y política a los procesos de los años veinte y establece sus causalidades inmediatas en los procesos de violencia de los años cincuenta y las alianzas excluyentes del Frente Nacional.

De ese fundamento histórico, toma en consideración los imaginarios reivindicativos básicos que definen su cultura política, en torno a las luchas de independencia y liberación nacional, a la defensa de la soberanía y la libre autodeterminación de los pueblos, a la lucha por el mejoramiento significativo de las condiciones laborales y de calidad de vida de los trabajadores del campo y la ciudad. Se inscriben en la lucha por la tierra y en la necesidad de una reforma agraria que democratice su propiedad y favorezca los procesos productivos agrarios de los campesinos pobres, hasta llegar a los enunciados discursivos que reivindican la transformación revolucionaria de la sociedad y el Estado y la construcción del socialismo.

La Organización establece sus antecedentes mediatos en el contexto de las luchas sociales y políticas que se desarrollan en el país desde comienzos de la tercera década del siglo veinte. Tales luchas que giran en lo esencial en torno a los procesos de desarrollo capitalista del país, a las transformaciones del sector agrario en el marco de una economía exportadora y, a la lucha que se derivan del surgimientos de nuevos sectores y clases sociales que reivindican para sí derechos fundamentales a través de distintas formas de organización y confrontación al Estado y a la clase empresarial y terrateniente.

El ELN ubica sus antecedentes inmediatos en las dinámicas de evolución de la violencia bipartidista y de la manera como la confrontación se desarrolló mediante la lucha armada, a través de las guerrillas liberales y posteriormente en las alianzas bipartidistas del Frente Nacional. En este sentido, el ELN es consecuencia del régimen de exclusión de la alianza bipartidista y se constituye como la primera generación de hijos de la Violencia, recibe la influencia de la Revolución cubana y desarrolla inicialmente un modelo de confrontación al Estado inscrito en la teoría del foco insurreccional. De esta forma, el ELN surge del fervor revolucionario de los jóvenes comunistas y liberales impactados por el proceso revolucionario cubano, en un contexto de exclusión política que los justifica.

La Organización une en sus imaginarios de origen, el pensamiento liberal y el comunista, se nutre de los jóvenes del Partido Comunista que han sido impactados por la Revolución cubana, de las juventudes del Movimiento Revolucionario Liberal, así como de miembros de experiencias políticas y armadas que no lograron trascender como el Movimiento Obrero, Estudiantil y Campesino (MOEC) de convicciones de izquierda. Se asienta en sus orígenes en territorios de influencia comunista y de la guerrilla liberal de Rafael Rangel en Santander, incorporando a la Organización viejos guerrilleros liberales y militantes del Partido Comunista Colombiano.

La Organización surge en el contexto de procesos de colonización agraria y ampliación de la frontera agrícola, su base social es predominantemente campesina, lo que hace que las reivindicaciones y la cultura campesinas pronto se instauren en sus imaginarios y en su forma de percibir la lucha revolucionaria. Los procesos sociales y políticos, las formas de ver el mundo, el tiempo y las relaciones de construcción de las organizaciones son cooptadas por las costumbres campesinas, donde las relaciones de parentesco, compadrazgo y vecindad son la base esencial del crecimiento, la unidad y la seguridad de la Organización. En esa relación surgen las diferencias entre el campo y la ciudad, entre campesinos y citadinos, entre militantes e intelectuales.

Desde sus orígenes, el ELN surge con una dirigencia de origen urbano e intelectual y una base guerrillera campesina, que rápidamente va imponer sus lógicas de comportamiento cultural y someterá a ella a sus dirigentes. La Organización está compuesta, en sus orígenes, esencialmente de base social campesina, y sus reivindicaciones políticas fundamentales están unidas a la lucha por la tierra en su primera generación de reivindicaciones programáticas72.

El ELN surge en torno a un mito fundacional que se construye desde referentes de sentido distinto, según la percepción que la Organización tiene de las razones de sus orígenes. El ELN construye su propio mito, como parte del compromiso de la juventud con las transformaciones revolucionarias de la sociedad; no es la respuesta a una declaración de guerra institucional, como en el caso de las FARC, sino que es la Organización la que desde una concepción de guerra insurreccional le declara la guerra al Estado a través de una acción militar: la toma de Simacota. Así, Marquetalia y Simacota constituyen los mitos fundacionales de las dos organizaciones.

En torno a este mito, la Organización levanta sus propios héroes (Bolívar, José Antonio Galán, por ejemplo), definen los personajes que constituyen sus referentes de autoridad (Fabio Vásquez Castaño, Camilo Torres Restrepo) y va estableciendo sus listas de mártires (Jorge Gordillo, Parmenio). En relación con ellos y con su ejemplo van construyendo los símbolos, significados y sentidos que definen su cultura política, sus formas de comportarse y de actuar, de constituirse en sujetos y actores sociales y políticos, elementos que les dan identidad y los van diferenciando uno del otro.

El ELN desde el comienzo, en desarrollo de la concepción del foco insurreccional, unió de manera indisoluble lo político y lo militar, y no creó ningún organismo que mediara las relaciones políticas con la población, teniendo en consideración la premisa, que terminó convertida en principio, de que el ELN se constituía como una organización político-militar y como guerrilla debía generar y canalizar la conciencia de la población con su accionar, sin el requerimiento de ningún partido político73. El ELN mantuvo la concepción foquista de la inutilidad de la organización partidista, pese a que en el discurso reconoce que este tiene que jugar un papel determinante una vez se haya producido el triunfo revolucionario, con el paso de los años y sus giros políticos y estratégicos, el concepto de Organización Política de Masas (OPM) adquirirá una mayor importancia en la Organización y será el centro de sus preocupaciones organizativas en el campo de la acción política.

El ELN estructuró un programa de lucha que funciona como un plan de reivindicaciones básicas, más que como una propuesta de transformación revolucionaria de la sociedad y el Estado. Ese programa era y sigue siendo, en general, de naturaleza democrática y susceptible de desarrollarse en el marco de un gobierno de principios liberales. En lo esencial el programa se plantea, en sus orígenes, la lucha por una reforma agraria democrática y por la satisfacción de los derechos fundamentales de la población en materia de educación, salud, trabajo, vivienda, seguridad, ciudadanía, democracia; muchas de esas reivindicaciones se fueron materializando en la medida en que el país se fue desarrollando.

No obstante lo anterior, es importante señalar que esos programas corresponden a las condiciones particulares de la lucha revolucionaria, en el contexto de una sociedad que está dejando de ser rural para ser urbana, de ser agraria para ser industrial, y que tales programas se irán transformando en la medida que lo hacen los conflictos a través de los cuales se desarrolla el país.

El discurso antiimperialista de la Organización, se reduce a un anticapitalismo formal y a la reivindicación de los principios liberales de la soberanía nacional y la libre autodeterminación de los pueblos. Está inscrito en el discurso que mueve el espíritu revolucionario de la época: las luchas anticoloniales y de liberación nacional (contra el imperialismo) y social (contra las clases dominantes, todavía caracterizadas como oligarquía liberal conservadora); la Organización se irá colocando en el horizonte de realizaciones revolucionarias la construcción del socialismo.

La Organización surge en el contexto de la Guerra Fría y en el marco del impulso de la doctrina de la seguridad nacional (DNS), y recibe el impacto de los planes y estrategias contrainsurgentes, tanto el Plan Laso (Lazo)74 como la Alianza para el Progreso.

En general, el periodo de 1959 a 1966 es una fase de configuración de la Organización, de definición de sus razones de lucha, estructuración de programas y de aprendizajes organizativos y militares. Es una etapa de supervivencia y proyección política en la que se irán definiendo el carácter y temperamento de esta Organización, desde sus propias experiencias de vida.

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