Kitabı oku: «Ejército de Liberación Nacional (ELN). Historia de las ideas políticas (1958-2018)», sayfa 7

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La primera marcha guerrillera. Nacimiento del Ejército de Liberación Nacional (ELN)

En los operativos de la Primera Marcha Guerrillera participó la gente de mayor confianza en la región; el trabajo político había ido generando una disposición de la población para colaborar que fue canalizada hábilmente por el grupo de Fabio. En el comienzo la necesidades logísticas fueron muy sencillas: la alimentación se solucionaba con lo que se producía en la región y con lo que espontáneamente colaboraban los campesinos; como no existían recursos económicos para comprar cosas que pudieran necesitarse, prácticamente la dotación iba apareciendo por la vía de la solidaridad, los viejos regalaban un par de botas, un machete, una toalla, una camisa, un pantalón o los tiros para los revólveres y las escopetas que lograron conseguirse61.

El 4 de julio de 1964, en un rancho abandonado en la finca de los padres de Pedro Gordillo, a las 8 de la noche, se encontraron los 18 que emprenderían la primera marcha. Después de recibir las instrucciones pertinentes y establecer las contraseñas para el camino, se inicia la marcha con rumbo hacia Noroccidente con el propósito de llegar al cerro de los Andes. La travesía duró tres días de jornadas diurnas y nocturnas a través de caminos reales y carreteras; cruzaron las veredas de San Carlos, Loma de Tunja, Oponcito, Los Aljibes, La Salina, Rancho Grande, Cascajales y Riosucio hasta llegar al sitio escogido para el entrenamiento en el cerro de Los Andes. Durante el recorrido fueron visitando la base campesina que había sido trabajada con anterioridad para solucionar el problema de alimentación; una de esas estaciones fue la casa de Pedro Landínez62. A las tres de la mañana del 7 de julio, después de atravesar Riosucio llegaron al que sería su primer campamento.

La vida de los primeros meses no fue nada fácil. El impulso de un proyecto revolucionario de la magnitud que se proponían exigía en tales condiciones grandes sacrificios que solo era posible obtener si se alimentaba una mística revolucionaria a prueba de dificultades, labor que se realizó en los meses que siguieron a la primera marcha.

Entre las dificultades y el compromiso

Una vez se establecieron en el cerro de los Andes, organizaron el campamento y se inició el proceso de capacitación y acomodamiento a la vida militar y política en medio de cotidianos contratiempos y grandes limitaciones63. El grupo era relativamente heterogéneo, jóvenes cargados de expectativa, fantasía y en alguna medida una dosis considerable de deseo de aventura se encontraban con hombres formados, que como Luis José Solano Sepúlveda, Jorge González, Domingo Leal, Hernán Moreno y Jacinto Bermúdez habían sido jefes de grupos guerrilleros en la cercana violencia liberal-conservadora. A ellos se sumaban Fabio Vásquez Castaño, Luis Rovira y José Ayala, cuya visión revolucionaria se había consolidado en el conocimiento de la reciente Revolución cubana.

Durante las primeras semanas Fabio se preocupó por crear una mística revolucionaria, sobre la base del estudio de dos materiales que marcaron profundamente la actividad y las costumbres del grupo por más de diez años: el Manual de táctica guerrillera y el Código del guerrillero. Durante los seis primeros meses, los documentos fueron estudiados hasta que, interiorizado su contenido, se hizo de obligatorio y riguroso cumplimiento.

El Manual de táctica guerrillera educó militarmente al grupo en los fundamentos esenciales de la guerra irregular, los instruyó en técnicas de combate y les fue creando una mentalidad de guerra que debía funcionar las 24 horas del día; por su parte, el Código del guerrillero se desarrollaba a través del reglamento interno que distribuía el tiempo y las actividades diarias, normatizaba y penalizaba la conducta militar y política del grupo (Rodríguez, 1990). Los espacios de motivación revolucionaria que trabajaba a diario Fabio Vásquez se confundían con el imaginario cristiano que fundamenta un idealismo religioso en el que la mayoría de los jóvenes inspiraba sus acciones64.

En medio de la educación política, militar e ideológica se fue perfilando una práctica cotidiana en que la autoridad y la posibilidad del mando, se construía en un reconocimiento del trabajo diario, de la capacidad de entrega y de servir de ejemplo a los demás. Las condiciones para que madurara el espíritu de sacrificio, sobre el cual se reconocía el carácter revolucionario, estaban presentes en cada momento: grandes limitaciones materiales y una extrema pobreza económica se pudieron superar porque se predispuso el espíritu de cada uno para probarse en la dificultad (Rodríguez, 1990).

En esta atmósfera de limitaciones y carencias políticas, fueron incubándose prácticas de autoritarismo y unilateralidad que posteriormente madurarían al no existir capacidad política para asumir críticamente los desarrollos que iba teniendo el grupo. Era inevitable que la ausencia de una formación ideológica consistente diera paso a prácticas machistas y autosuficientes, que se considerarían como normales. El verticalismo con que se comenzó a desarrollar la vida guerrillera, fue posible en gran medida por la formación de la base campesina que componía el proyecto, esto no quiere decir que en los primeros tiempos y mucho antes de que maduraran las confrontaciones políticas internas, que llevarían a las rupturas y los fusilamientos, no existiese en el interior del ELN unos estrechos lazos de hermandad y solidaridad muy similar al que viven las cofradías religiosas65.

Después de algunas semanas de entrenamiento militar, de recibir formación política e ideológica, incluso de alfabetizar a los que no sabían leer y escribir para hacer más fácil la tarea de formación, se produjo el juramento de bandera, como se hace en el Ejército regular, en el que se comprometía cada cual a ir hasta las últimas consecuencias según lo establece la consigna tomada del movimiento de Los Comuneros de 1789: Ni un paso atrás, liberación o muerte (Nupalom). El ritual en alguna medida se constituía en un pacto de muerte, de entrega total y desprendimiento absoluto, porque hecho el juramento, el compromiso con la Organización, y a través de ella con la revolución, se hacía irreversible (Entrevista a Nicolás Rodríguez, 1992-3).

En síntesis, en los primeros meses, los integrantes de este núcleo guerrillero del ELN se dedicaron a asimilar el manual de táctica, a ganar disciplina, a cumplir e interiorizar el código guerrillero66, a estudiar política e ideología y a prepararse para trabajar la base campesina, lo que por las condiciones del grupo resultaba más angustioso y difícil que pasar las pruebas forzadas por las limitaciones materiales.

El trabajo campesino se erigió sobre algunas temáticas centrales, que buscaban educar y construir bases de apoyo en el reconocimiento de diferencias substanciales con otros proyectos políticos y militares precedentes. Era necesario, entonces, explicarle a la población que no se trataba de “chusmeros”, sino, de guerrilleros que luchaban contra el Gobierno y en favor de los pobres; que su lucha no se circunscribía a la vieja confrontación liberal-conservadora y que en esa medida no era una lucha partidista, porque para ellos liberales y conservadores eran igualmente pobres; que respetaban las creencias religiosas de cada cual; que el comunismo no era malo, como se le había hecho creer a la gente, sino, que era un sistema social que buscaba el bienestar colectivo; que la lucha estaba dirigida contra los gringos que se llevaban los recursos y las riquezas de los colombianos y contra los ricos y el Gobierno que lo permitían; que esa lucha necesitaba de la unión de liberales y conservadores, de católicos y protestantes, de todos los pobres de Colombia, para hacer efectivo el cambio; que por medio de las elecciones era imposible tomar el poder, “porque los candidatos eran de los mismos ricos, ellos controlaban el sistema electoral y si alguien que estuviese de acuerdo con los pobres tuviese oportunidad de ganar lo asesinarían como hicieron con Jorge Eliécer Gaitán y Rafael Rangel Gómez; que el ELN era un ejército para la defensa de todos los pobres de Colombia” (Rodríguez, 1990, pp. 14-19).

Este tipo de enunciado elemental, expresión más del sentido político común que de una concepción elaborada o un proyecto político estructurado, fue el que guió el trabajo con la base campesina, antes de que apareciese públicamente la Organización. Después este sería reemplazado por los principios programáticos que sirvieron de sustento político a la Organización, hasta que se realizó la primera Asamblea Nacional del ELN, en 1983.

Pese a las limitaciones del momento y a las dificultades para acceder a recursos básicos de subsistencia, se impuso como norma mantener con la población unas relaciones de fraternidad y cooperación permanente. La mayor parte de los integrantes del grupo iban a trabajar a las parcelas de los colonos con el objeto, no solo de realizar el trabajo político sino, además, de ganarse la comida. De todas maneras, en la medida en que pasaba el tiempo las condiciones de existencia se hacían más precarias. En esos primeros meses la dirigencia del ELN que buscaba apresuradamente darle un perfil al grupo que lo distanciara del bandolerismo y las prácticas de cuatrerismo, se opuso al secuestro y al robo de ganado, insistiendo en la necesidad de contar con la solidaridad de la gente de la región como base fundamental para el apoyo logístico de subsistencia. El hambre y el desabrigo pusieron a prueba el compromiso del grupo durante ese tiempo (Rodríguez, 1990).

En el mes de septiembre de 1964, se articula Víctor Medina Morón al grupo, como segundo al mando. Una serie de atentados contra los institutos colombo-americanos, realizados en los días anteriores en Bucaramanga y Bogotá, lo ponen al descubierto frente a las autoridades y lo obligan a marchar a la guerrilla (Entrevista con Nicolás Rodríguez, 1992-3). La llegada de Medina a la guerrilla del ELN como segundo responsable fue generando una contradicción que maduraría con el tiempo, y cuyo desarrollo acarrearía lamentables consecuencias. Por una parte, sin existir realmente, se generaría una doble división entre lo urbano y lo rural y, entre lo político y lo militar. El papel asignado a la ciudad, en el desarrollo de la guerra, se ubicaba en el orden logístico para esa época y, en lo fundamental a lo largo de toda la historia del ELN, fue siempre insuficiente y contó con grandes limitaciones para desarrollarse. Prácticamente el campo tuvo que asumir, con el tiempo, la responsabilidad de mantener viva la actividad en la ciudad e incluso sostenerla económicamente (Medina, 1996).

Las limitaciones, que en el aspecto militar tenía Medina Morón, lo llevaron a desarrollarse con mayor intensidad en las tareas de lectura y elaboración de materiales políticos, oficialmente se le asignó la responsabilidad de orientar el estudio individual y colectivo de la base guerrillera. A finales de agosto y comienzos de septiembre, aún sin iniciar la actividad militar, el ELN tiene su primera deserción; Conrado, un muchacho campesino, pide el retiro de la guerrilla, a pesar de las conversaciones que realizaron con él sus compañeros, Conrado deserta dejando el equipo, el fusil, las cartucheras con una carta en la que señala su imposibilidad emocional para seguir en el proyecto y su deseo de ir lejos a trabajar como agricultor. Este hecho permite conocer la posición del ELN a este respecto en esa primera etapa de implantación67.

El reglamento interno del ELN, considera la deserción como un delito y a este, como “aquellos actos que de manera deliberada y en materia grave van en contra de la Organización, el pueblo y la revolución”. Cuando la deserción es sin agravante, que sería el caso de “René”, existe una serie de sanciones específicas en las que se contempla la suspensión de tareas y funciones, la remoción de responsabilidades, el desarme temporal, la suspensión de sus derechos políticos y la expulsión de la Organización, esto para el caso de que sea capturado. Cuando la deserción es con agravantes (homicidio, traición, delación, suplantación) esta se convierte en un crimen y no tiene sino un tipo de sanción: la pena de muerte (ELN, s. f., Reglamento interno del ELN, Fallas, delitos y crímenes, arts. 9-14).

A mediados del mes de septiembre, en medio de las limitaciones y las dificultades existentes, Fabio Vásquez Castaño se ve en la necesidad de salir del país para atender en Cuba una serie de insubordinaciones de un grupo de hombres, que se estaban preparando como cuadros conductores en la isla para regresar e incorporarse en la guerrilla del ELN. Entre ellos estaba José Ayala, Mario Hernández, Antonio Vásquez y Julio Portocarrero, entre otros. A pesar de los esfuerzos realizados por Fabio para conseguir apoyo para el impulso del proyecto, la situación creada por el grupo imposibilitó acceder a todo tipo de ayuda.

El 12 de diciembre de 1964, llegó al campamento Fabio acompañado por Mario Hernández, José Ayala y Wilson. Fabio encontró el grupo guerrillero en condiciones lamentables, la carencia de recursos económicos, la escasa y deficiente alimentación y la huella que fue dejando en el grupo las inclemencias de la selva y los problemas internos, obligaban a buscar una salida urgente a la situación antes de que el grupo muriera sin haber nacido a la luz pública.

Comenzó entonces a considerar seriamente la necesidad de realizar una acción militar que cumpliera tres objetivos: obtener ventajas de tipo económico, adquirir a través de ella material logístico (armas, municiones, víveres y medicamentos) y, para él lo más importante, elevar la moral de los combatientes, consolidar la confianza de los campesinos de la zona en la Organización y dar a conocer al país la existencia del Ejército de Liberación Nacional.

Ocho días después de su llegada oficializó la incorporación permanente de quienes habían llegado con él. Ese veinte de diciembre se dio la orden a los 22 hombres con que contaba el foco guerrillero del ELN, de preparar los equipos para salir al combate. La noticia fue recibida con júbilo. El objetivo: la toma de Simacota.

La toma y el manifiesto de Simacota

Al comenzar la última semana de 1964, un grupo compuesto por 22 hombres, bajo la conducción de Fabio Vásquez y Medina Morón68, inicia la marcha de acercamiento hacia el objetivo militar de su primera acción guerrillera: la población santandereana de Simacota, con aproximadamente cinco mil (5000) habitantes.

Simacota, afirma Bautista, reunía las exigencias para el tipo de acción que se buscaba: quedaba a considerable distancia del cerro de los Andes, asiento inicial de la guerrilla y que constituía hasta ese momento su zona de apoyo más firme e importante, hacia la cual, realizada la acción, se haría de nuevo el repliegue. Poseía, además, una sucursal de la Caja Agraria, en la que se pensaba encontrar recursos económicos que aliviaran la situación; había droguerías y almacenes de víveres y solamente existía allí un puesto de la Policía con cinco agentes, por lo cual sería fácil tomar la población. El batallón más cercano quedaba en El Socorro, ubicado a una hora por carretera; la cortada de los hilos telefónicos y telegráficos debía impedir un rápido aviso a la tropa. A esto se sumaba el conocimiento de la zona por parte de uno de los guerrilleros que les permitía transitar por trochas para llegar al pueblo (Entrevista con Nicolás Rodríguez Bautista, 1992-3).

Después de una fatigante marcha, el grupo guerrillero integrado por 26 hombres y una mujer, Paula González Rojas (Mariela), llegó la noche del 6 de enero a un kilómetro del perímetro urbano de Simacota69. En la mañana del 7 de enero de 1965 la guerrilla entró a Simacota después de haber puesto fuera de combate a los agentes de la Policía dándolos de baja. Una vez eliminada toda posibilidad de resistencia, la guerrilla se hizo dueña de la población, ubicándose estratégicamente y convocando a la población a una reunión en la plaza principal. Un grupo se emboscó en la carretera que conducía hacia el Socorro, en la cual colocó algunas minas previendo la llegada de la tropa. Se cortaron los hilos telefónicos, pero la telefonista alcanzó a dar parcial aviso al batallón de El Socorro.

Unas dos horas estuvo Simacota bajo el control de la guerrilla, al cabo de las cuales arribó una pequeña patrulla militar: al entrar la patrulla se hicieron estallar las minas y se hizo fuego sobre la tropa muriendo dos soldados. Sin embargo, el intercambio de disparos con el Ejército produjo la baja de Pedro Gordillo (Parmenio). Uno de los primeros y más entusiastas militantes del ELN.

La acción de Simacota tuvo como resultados materiales, la baja de tres policías, tres soldados, un suboficial de la Policía, la recuperación de cuatro fusiles 7mm y algunas armas cortas, dos fusiles punto treinta, cerca de sesenta mil pesos tomados de la Caja Agraria y de la sucursal de Bavaria; tuvo dos desertores y días después sufrió la captura de dos guerrilleros, además de la muerte de Parmenio.

La aparición pública del ELN, su primera acción de Simacota, estuvo acompañada de un manifiesto en el que en enunciados breves se buscaba expresar el punto de vista de la Organización acerca de la educación, la propiedad agraria, las condiciones de existencia de los obreros, los pequeños y medianos productores, asumir una posición antiimperialista y dar a conocer el inicio de la lucha revolucionaria. No había otro objetivo, por el momento, que el de derrocar el Gobierno convocando a los protagonistas del conflicto social y llamando al pueblo liberal y conservador, a hacer frente a la oligarquía de ambos partidos.

El manifiesto firmado por Fabio Vásquez Castaño y Víctor Medina Morón, con los seudónimos de Carlos Villareal y Andrés Sierra, definía algunos elementos que en el transcurso de los meses habían de hacerse más evidentes en el discurso de la Organización y se constituirían en la base de su declaración programática:

Primero, buscaba darle a la lucha una perspectiva que superara la tradicional confrontación partidista liberal-conservadora, inscribiéndola en un conflicto de carácter social interclase. Pero, contrario a lo que otros movimientos políticos, que desde la década del treinta venían pregonando el mismo discurso, el que Jorge Eliécer Gaitán había sintetizado en la fórmula país nacional vs país político, este reivindicaba el carácter violento de la confrontación en el anuncio de la constitución misma del Ejército de Liberación Nacional.

Segundo, asumía una actitud claramente antiimperialista y, por lo tanto, se inscribía en el discurso de la liberación nacional, en el que otros movimientos políticos de oposición en Asia, África y Oceanía venían insistiendo. En gran medida son estas dos actitudes las que definen el nombre de la Organización y;

Tercero, si bien se plantea “una patria digna para los colombianos honestos” el manifiesto no iba más allá de buscar, por lo menos en lo enunciado, “derrocar el actual gobierno de engaño y de violencia”, el que identificaba en las personas del régimen Valencia-Ruiz Novoa-Lleras.

La manera como el ELN entiende y analiza la toma de Simacota, y el significado del manifiesto son plasmados en un documento escrito por Jaime Arenas, titulado “Simacota: una línea de acción revolucionaria para el pueblo” y que fue publicado posteriormente como documento oficial de la Organización, con el título de “Significado político-militar del Manifiesto de Simacota”. En él, el ELN, reivindica la toma de esa población santandereana y le da una dimensión político-ideológica en el universo de un tipo de representaciones a través de las cuales va creando su propio imaginario revolucionario, dentro de un contexto social e histórico específico, que no solo busca explicar, sino transformar radicalmente.

El documento tiene varios aspectos de los que se podrán enumerar al menos tres, pues en ellos se encuentran las definiciones esenciales de la concepción políticomilitar del ELN, que en gran medida aún prevalecen:

Primero, declara inaugurada una modalidad de lucha revolucionaria, la lucha guerrillera, concebida como una guerra popular, en la que el pueblo, y en particular la Organización como vanguardia, decide confrontar a quienes “mediante el engaño, la traición y la explotación han sumido en la miseria y el abandono a los pobres de Colombia” (ELN, 7 de enero de 1965, Manifiesto de Simacota).

Segundo, define su objetivo estratégico, a la vez que señala el blanco político de sus acciones: la obtención del poder por las clases populares y la derrota de la oligarquía nacional, de las fuerzas armadas que la sostienen y de los intereses económicos, políticos y militares del imperialismo norteamericano.

Tercero, señala la vía política electoral como equivocada y propia de “los politiqueros profesionales que salen a engañar al pueblo y a pedirle votos para beneficiarse con ellos, mientras a los campesinos y obreros se les extiende la violencia” (ELN, 7 de enero 1965, Manifiesto de Simacota).

Esto significa que sobre el ELN pesa, en particular sobre sus bases, el principio del abstencionismo beligerante en el que se descarta cualquier salida política al problema de la violencia70.

El ELN nace a la vida política del país a través de un discurso radical, que se va afianzando con el tiempo y que se constituye en su elemento más cohesionador, pero a la vez, el que define con mayor agudeza el carácter de sus contradicciones internas; la verticalidad, cierto grado de mesianismo político, y las posturas fundamentalistas y vanguardistas se conjugaron en una práctica revolucionaria que en los primeros años habría de marcar profundamente el acontecer cotidiano de la vida guerrillera. De ahí que la lectura que está haciendo el ELN de la toma y del manifiesto de Simacota, no sea otra cosa que la maduración de un discurso en el que comienza a encontrarse en símbolos, significados y sentidos que definen su cultura política y su práctica revolucionaria en esos primeros años, pero que se constituirá en un presupuesto de saberes y sentires que permanecerán en el tiempo.

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