Kitabı oku: «El odio y la clínica psicoanalítica actual», sayfa 7

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La idea de soledad fundamental y de narcisismo primario encuentran un correlato en la obra de Freud y Winnicott, que hacen una metapsicología sostenible para pensar desde un vértice en el cual la pulsión de muerte no tiene lugar como causa de la destructividad, que es en un inicio “no intencionada”, palabra relevante para la consideración de la naturaleza humana desde Winnicott.

Lo no vivo, lo previo de la existencia, la no vida de algunos pacientes, como lo plantea Winnicott, da una idea de nada, cero, que nos permite pensar en un inicio cero, pero no destructivo. La retirada de las investiduras planteada en introducción del narcisismo (Freud, 1915) y lo no integrado nos ponen lejos de la idea relacional de algunos autores que tratan de identificar a Winnicott con sus postulados (Green, 2010). Al inicio no hay, que no es lo mismo que proponer al inicio un empuje en reversa y opuesto a la vitalidad. Green habla del agotamiento de la libido, “la muerte no era en suma sino el agotamiento del potencial de la vida y por lo tanto de la libido, versus la idea de Klein de una libido ahogada en un baño de sangre” (Green, 2010, p. 101). Escena que nos pone de manera muy visual en la escena analítica propia del marco de referencia kleiniano del trabajo analítico.

Lo propiamente originario y pulsional del empuje a la vida o, por el contrario, lo propiamente originario del empuje como anhelo de lo inorgánico y destructivo por consecuencia, determinan cada uno la construcción metapsicológica del paciente con el que trabajamos, nuestra escucha e intervenciones psicoanalíticas y sus posibilidades de desarrollo hacia la salud.

Si vemos, a la manera de Freud (1930) a los “seres humanos como bestias salvajes que ni siquiera respetan a los miembros de su propia especie” (p. 108) como muestra de la naturaleza humana originaria, entonces el análisis tendría que fortalecer las defensas del yo para que esta naturaleza no se manifieste y quede reprimida a favor de las construcciones culturales permitidas por la libido. Si por el contrario vemos, a la manera de Winnicott, en los seres humanos una esencia del ser donde está el espacio de la creatividad y el gesto espontáneo, entonces el camino del trabajo del análisis es la conexión con el verdadero self y la esencia del sujeto, donde se pueda encontrar con lo más verdadero y vital.

En todos los ámbitos de la consideración de la naturaleza humana como objeto de estudio y de interés para pensar la clínica, encuentro necesario reafirmar, tal como lo plantea Winnicott, la necesidad de revisar en profundidad las raíces teóricas de la destructividad, de modo de ampliar la clínica y la comprensión del devenir del proceso analítico de nuestros pacientes, lo que espero haber hecho en alguna medida en este artículo

Referencias bibliográficas

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______ (1940 [1938]). Esquemas del psicoanálisis. Parte I [La psique y sus operaciones]. En Obras completas. Tomo XXIII. Buenos Aires: Amorrortu Editores, 1979.

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Green, A. (2010). ¿Por qué las pulsiones de destrucción o de muerte? Buenos Aires: Amorrortu Editores.

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______ (1962). Los comienzos de la formulación de una evaluación y crítica del concepto de envidia enunciado por Klein. En Exploraciones psicoanalíticas II. Barcelona: Ediciones Paidós, 1989.

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Parte II

El odio y su relación con el desarrollo

VOLVER A CONCEBIR LA DESTRUCCIÓN: SOBRE “EL USO DEL OBJETO Y LA RELACIÓN POR MEDIO DE IDENTIFICACIONES” DE WINNICOTT9

Thomas H. Ogden

“El uso del objeto y la relación por medio de identificaciones”, es quizás el artículo de Winnicott más difícil y probablemente uno de los más importantes. Hay una historia lamentable asociada con la primera presentación de este artículo en el Instituto de Psicoanálisis de Nueva York el 12 de noviembre de 1968. Con decepción Winnicott recibió una respuesta al texto desconcertante y escéptica. Milrod, en un minuto determinante de la reunión, escribió: “En una encantadora y juguetona actitud el Dr. Winnicott respondió diciendo que su concepto había sido roto en pedazos y que estaría feliz de darse por vencido (Rodman, 2003, p. 328). Inmediatamente después de la reunión, Winnicott sufrió un ataque al corazón. Una versión adaptada del artículo presentado en Nueva York, fue publicado al año siguiente en el International Journal of Psychoanalysis (Winnicott, 1969a), y una versión ligeramente revisada de ese artículo fue publicado póstumamente en Realidad y Juego (1971). Winnicott habría estado “aún revisando el artículo para su publicación en Realidad y Juego el día de su muerte, el 25 de enero de 1971” (Samuels, 2001, p. 23). Discutiré aquí la versión del año 1971 del texto de Winnicott.

Mucho de lo escrito en este texto está solamente sugerido de tal manera que uno no solo debe leerlo, sino también tiene que participar en escribirlo. Las ideas que desarrollo en este artículo representan mí propia lectura y escritura del texto de Winnicott; lo que hago de él, y más importantemente, lo que hago con él.

El tema de este texto

Winnicott, en el párrafo inicial del artículo, escribe de una manera íntima y coloquial que establece el tono del resto del texto.

Me horroriza pensar cuanto cambio profundo he impedido o retrasado en pacientes de una categoría especial por mi necesidad de interpretar. Si solo pudiéramos esperar, el paciente llegaría a un entendimiento creativamente y con inmenso placer, y yo ahora disfruto ese placer más de lo que disfrutaba la sensación de estar siendo inteligente. Pienso que interpreto principalmente para hacer saber al paciente los límites de mi entendimiento. El principio es, que es el paciente y solo el paciente, quién tiene las respuestas. (1971, pp. 86-87)

Mientras este párrafo toca en mí un acorde de verdad, me pregunto qué tenía Winnicott en mente cuando dice “interpreto principalmente para hacer saber al paciente los límites de mi entendimiento”. Deja al lector libre de desarrollar su propia respuesta a esta pregunta (tal como trata de hacer con el paciente). Como veremos, Winnicott hace uso de la experiencia que tiene el lector al leer el artículo para mostrarle, más que decirle, qué es lo que tiene en mente, ya que lo que tiene en mente no puede ser dicho o explicado, sino que tiene que ser experienciado.

Winnicott inmediatamente después de esta afirmación acerca de no interpretar continúa con una afirmación acerca de la importancia de la interpretación:

En contraste con esto, está el trabajo de interpretación que el analista debe de realizar, el cual distingue al análisis del autoanálisis. La interpretación del analista, si tiene efecto, debe estar relacionada con la habilidad de ubicar al analista fuera del área de los fenómenos subjetivos. Lo que está involucrado es la habilidad del paciente para usar al analista, lo cual es el tema de este texto. (p. 87)

Winnicott, en párrafos consecutivos, presenta dos ideas aparentemente contradictorias: uno no debe ceder a la “necesidad de interpretar” y, a la vez, que existe “el trabajo interpretativo que el analista debe realizar”. Winnicott no explica relación entre estas ideas, pero ofrece cierta guía cuando dice: “La interpretación del analista, para que tenga efecto, debe estar relacionada con la habilidad de ubicar al analista fuera del área de los fenómenos subjetivos”. La interpretación del analista, “para que tenga efecto” (para que tenga consecuencias en la vida real del paciente) debe ser realizada solo después que el paciente haya desarrollado la capacidad de “ubicar al analista fuera del área de los fenómenos subjetivos”. Winnicott no se explaya acerca de qué significa esta frase, pero dice que “es el tema de este texto”. Interesantemente, más adelante, Winnicott vuelve, solo en una breve alusión, a estas ideas esencialmente importantes relacionadas con el uso del analista de la interpretación (o el abstenerse del uso).

En esta coyuntura del texto, el lector se queda sin entender realmente qué tiene Winnicott en mente con respecto del lugar de la interpretación en el análisis y mucho menos cómo llegó a sus ideas.

Una hipótesis teórica

En la segunda parte del artículo —las “secciones” no están nombradas ni numeradas, sin embargo veo el artículo como si estuviera dividido temáticamente en cuatro aspectos— Winnicott clarifica la diferencia entre los dos tipos de relaciones de objeto, de las cuales está preocupado en este artículo: la relación de objeto [subjetiva] (object-relating)10 y el uso objetal (object-usage).11

Cuando hablo de uso objetal […] doy por garantizado la relación de objeto [subjetiva] y le agrego nuevas características que involucran la naturaleza y el comportamiento del objeto. Por ejemplo, el objeto, si tiene que ser usado, tiene necesariamente que ser real, en el sentido de ser parte de la realidad compartida, no manojo de proyecciones. (1971, p. 88, la cursiva es mía)

Aquí, Winnicott revierte la terminología convencional del psicoanálisis al usar el término ‘relación de objeto’ (usualmente utilizado para referirse a una relación de objeto madura y total) para referirse a una forma de relación de objeto más primitiva (narcisística), en la cual el objeto es un “atado de proyecciones”, una extensión del self. Por otra parte, utilizó el término ‘uso-objetal’ (usualmente asociado con explotación de otra persona) para referirse a una relación de objeto madura en la cual el objeto vive en el mundo externo de la realidad compartida y a la vez se experiencia al objeto como genuinamente externo al sí mismo. Este cambio genera que el lector deje de aferrarse a aquello que pensó que sabía para abrirse a no saber.

Winnicott concluye su argumentación teórica con una historia:

Dos bebés se están alimentando del pecho. Uno se está alimentando de sí mismo, ya que (para el bebé) el pecho y él mismo, aún no son fenómenos separados. El otro se está alimentando de una fuente que es otro-distinto-de-mí o de un objeto al que se le puede dar un tratamiento displicente sin efecto para el bebé, a no ser que este objeto, retalíe. Las madres como los analistas, pueden ser buenas o suficientemente buenas, algunas podrán y otras no podrán llevar al bebé desde la relacionalidad al uso. (p. 89)

En este párrafo quedan dos “asuntos pendientes” que anuncian el tema central de este texto, que se desarrolla en las siguientes secciones. Una es la idea que la fuente otro-distinto-de-mí “puede darle al bebé un tratamiento displicente”. La otra es la ominosa frase que no augura nada bueno y que viene inmediatamente después de “tratamiento displicente”: “A no ser que retalíe”. Una vez más los significados no son explícitos, solo son sugeridos.

Un conjunto revolucionario de ideas

Habiendo definido sus términos, Winnicott comienza de una manera sorprendente y radical esta tercera parte del texto: “Ahora estoy listo para ir directo al establecimiento de mi tesis. Pareciera que me preocupa llegar allí, como si temiera que una vez planteada la tesis, el propósito de mí comunicación estaría finalizado, ya que es tan simple”.

Esta manera de dirigirse al lector es única de Winnicott. Ningún otro psicoanalista escribe de esta forma. Aquí creo que Winnicott nos muestra cómo se siente usar a los objetos. Él está “listo” para exponer el tema central de su texto, pero teme hacerlo porque una vez planteado esto, cae en manos de otras personas (el lector) que son reales, y porque son reales y son personas separadas con sus propias mentes, son libres de hacer lo que deseen con sus ideas, a pesar de lo que él quisiera que hicieran. Esta es la “tesis” de Winnicott en el texto, la que cobra vida para el lector en la experiencia de lectura.

Su tema principal no es del todo simple: “Para usar un objeto el sujeto debe haber desarrollado una capacidad que le permita el usar objetos. Es parte del paso al principio de realidad” (1971, p. 89).

La primera de estas dos frases puede parecer absurdamente obvia: “Para usar un objeto el sujeto debe haber desarrollado una capacidad de usar objetos”. Sin embargo, a lo que Winnicott se refiere no es evidente. De hecho, esta puede ser la primera vez que un analista ha explorado el proceso de desarrollar una capacidad para usar objetos (“incluso puede no haber sido nunca [antes] específicamente estudiado” [p. 86]). Winnicott sugiere en la segunda de estas frases que su concepción del proceso de desarrollar esta capacidad cambia nuestra concepción de cómo el individuo desarrolla la habilidad para enfrentarse al mundo real (como el principio de realidad se convierte en una dimensión de la conciencia humana).

Para darle fuerza al tema central de su texto, Winnicott empieza por decir que el movimiento desde la relación de objeto [subjetiva] al uso-objetal es un proceso de maduración innato que depende, para su desarrollo exitoso, de personas reales (“un ambiente facilitador” [p. 89]).

En este punto, Winnicott realiza una sorprendente afirmación sobre las implicancias de su “tema principal”.

En la secuencia (bajo discusión) uno podría decir que primero existe la relación de objeto [subjetiva], luego al final existe el uso-objetal. Entremedio, sin embargo, está la parte más difícil quizás, en el desarrollo humano o el más molesto de todos los fracasos tempranos que luego acuden para ser reparado. Esto que está entremedio de la relación de objeto [subjetiva] y el uso, es la ubicación del objeto fuera del área del control omnipotente; esto es, la percepción del sujeto acerca del objeto como un fenómeno externo, no como una proyección, lo que implica el reconocimiento de este como una entidad por derecho propio. (p. 89)

El escenario está ahora preparado para lo que considero las tres frases más difíciles, enigmáticas y ricamente evocativas del texto. Este párrafo es también uno de los más inusuales en la literatura psicoanalítica en términos de su forma literal: una conversación imaginaria entre el bebé y su madre. En la primera frase de este párrafo Winnicott “arroja el guante”: “Este cambio (desde la relacionalidad hacia el uso) significa que el sujeto destruye al objeto” (p. 89).

Winnicott se anticipa a las objeciones de esta afirmación a través de la idea de un “filósofo sentado en su sillón” que plantea que “si el objeto es externo, el objeto será destruido por el sujeto” (pp. 89-90). En otras palabras, si el objeto externo es destruido por el sujeto, puede no existir algo así como un objeto externo.

Winnicott contesta diciendo que si el filósofo estuviera “sentado en el piso con su paciente” [viviendo una experiencia analítica con su paciente], “él encontrará que allí hay una posición intermedia”: “Después que el ‘sujeto se relaciona con el objeto’ viene el ‘sujeto destruye el objeto’ (a medida que se hace externo)” (p. 90).

Estas palabras me detienen en mi comprensión. Genuinamente no comprendo qué significa para el sujeto destruir al objeto a medida que se hace externo. (Estoy experienciando aquí algo que solo muy gradualmente se va aclarando para mí, en la medida que leo y releo el texto: la palabra “destruir” es rehecha en esta oración. Tiene un significado que nadie antes le dio, y yo solo estoy empezando, en este punto del texto, a aprender algo de lo que significa esa palabra).

La frase termina con estas palabras: “Y luego [después que “el sujeto destruye al objeto”] puede venir ‘el objeto sobrevive a la destrucción del objeto’” (p. 90).

Winnicott está en efecto diciendo que para moverse desde la relación de objeto [subjetiva] como un “atado de proyecciones” a relacionarse con un objeto como una persona separada, el sujeto debe destruir al objeto. Me pregunto, ¿Winnicott está hablando sobre la fantasía de destruir el objeto o el sujeto realmente destruye el objeto como una entidad separada? ¿Y qué es lo que significaría en realidad destruir el objeto externo? Si la destrucción es simplemente una fantasía, ¿qué es lo distinto de la proyección implicada en la relación de objeto [subjetivo]? y ¿qué significa para el objeto “sobrevivir” si la destrucción es real y no una fantasía de destrucción?

Es aquí cuando el texto se vuelve más electrificantemente vivo:

De este modo, una nueva característica aparece en la teoría de la relación de objeto [subjetiva] en la medida que se desarrolla el uso-objetal. El sujeto le dice al objeto “Te destruí” y el objeto está allí para recibir la comunicación. Desde ahora el sujeto dice: “¡Hola objeto!”, “Te destruí”, “Te amo”. “Tienes valor para mí por tu sobrevivencia a mi destrucción”. “Mientras te estoy amando, todo el tiempo te estoy destruyendo en mi fantasía (inconsciente)”. (p. 90)

Por décadas, he leído las palabras “¡Hola objeto!”, “Te destruí”, “Te amo”, “Tienes valor para mí por tu sobrevivencia a mi destrucción”, como la experiencia del infante destruyendo (renunciando a su dependencia del) al objeto materno interno omnipotente (Ogden, 1983). Pensé que la renuncia (destrucción fantaseada) del objeto materno interno permitía la emergencia en el niño de la capacidad para experienciar la cualidad de realidad de la madre como objeto externo.

Esta lectura de la “destrucción” del objeto es opuesta a la manera en que hoy entiendo lo qué está ocurriendo cuando el “sujeto destruye al objeto”. Me parece hoy que mi entendimiento de la destrucción de objeto no incluía un elemento clave de la concepción de Winnicott de cuando el “sujeto destruye el objeto”: es el objeto real externo (no el objeto interno) que es destruido en el proceso del movimiento de la relación de objeto [subjetiva] hacia el uso-objetal. Como lo veo hoy día, mi mala lectura resultaba de mi incapacidad de entender qué significa para un objeto real externo, una persona real, ser destruida.

Después que el infante “le dice” a su madre, “Te destruyo y el sujeto está ahí para recibir la comunicación”, lo que el bebé le dice a su madre es expresado de una manera inolvidable: “Desde ahora en adelante el sujeto dice ¡Hola objeto!”, ¿qué mejor manera que poner en palabras el alivio y la alegría del saludo que el bebé le da a su madre, quien ha sobrevivido y a quien ama (y por quien se siente amado) de una manera que nunca antes experimentó porque solo puede ser experimentado con una madre que es una persona separada de él mismo? Los signos de exclamación aquí son un punto importante.

Luego el niño orgulloso y jubilosamente vuelve a gritar sus logros, esta vez con más confianza y orgullo: “Te destruí”, “Te amo”, “Tienes valor para mí porque sobreviviste a mi destrucción”.

Cada vez que leo estas exuberantes palabras, recuerdo vívidamente a uno de mis hijos —que debe haber tenido alrededor de seis meses de edad— sentado en su silla alta como un rey con su bandeja de comida en frente de él. Recuerdo su sonrisa de oreja a oreja. Mientras me miraba directamente a los ojos, tomó el pequeño trozo de salchicha que yo había puesto en su bandeja. Recuerdo su excitación al usar toda su fuerza muscular al tirarla al suelo mientras gritaba con placer. Yo recogí la salchicha para ponerla en la bandeja de nuevo, sin nunca perder el contacto visual con él, y él riéndose, gritando burlona y alborozadamente, con júbilo la lanzaría nuevamente al piso. (Unos pocos meses antes, él había empezado a jugar algo similar, el peek-a-boo [juego que consiste en esconderse y reaparecer], sin embargo, este juego no tenía la excitación del juego de lanzar la salchicha).

Pero esta imagen feliz no es equivalente a la “posición intermedia” (p. 20) entre relación de objeto [subjetiva] y el uso-objetal. Más bien, es la imagen del gran alivio y alegría sentida por el infante al descubrir que sus objetos primarios son fuertes y pueden ser tratados desconsideradamente, displicentemente, despreocupadamente, indiferentemente, juguetonamente, desdeñosamente, furiosamente y todo eso mientras el objeto puede sobrevivir a ello. “El sujeto puede ahora usar al objeto que ha sobrevivido” (p. 90). Agregaría que esta es también la imagen del logro de la permanencia y constancia objetal y el gran logro en la capacidad de simbolización con la subsecuente diferenciación del mundo interno y externo (si hay un objeto externo, debe existir un self interno separado que siente esa externalidad), y así como también lo que implica la separación de los aspectos conscientes e inconscientes de la mente. “Aquí la fantasía comienza para el individuo” (p. 90).

Antes de esta etapa de uso-objetal, existe la “posición intermedia” que es el tema principal del texto de Winnicott. En esta posición intermedia “el sujeto destruye al objeto”. Y “hay un precio que tiene que ser pagado” (p. 90) por el sujeto (el infante) por la continua destrucción del objeto en la fantasía inconsciente. Pero ¿cuál es el precio pagado por el objeto, la madre real, un ser humano concreto, que, a diferencia del objeto-interno materno, (una madre fantaseada), siente el dolor de estar destruyéndose como madre?

Winnicott no responde esta pregunta, pero plantea algo que yo creo tiene directa relación con esto. Lo hace en una oración que considero fundamental para la comprensión del texto como un todo.

Esta es una posición [la posición intermedia entre la relación de objeto [subjetiva] y el uso-objetal] que puede ser alcanzada por el individuo en tempranas etapas del crecimiento emocional solo a través de la sobrevivencia real de los objetos catectizados que al momento de estar siendo destruidos porque son reales, se convierten en reales porque son destruidos (siendo destruible y prescindible). (p. 90)

Este párrafo es complejo tanto en estructura sintáctica como en la estructura paradojal que crea. La primera parte puede ser parafraseada como sigue: el uso-objetal puede ser logrado en el desarrollo emocional temprano solo a través de la sobrevivencia de la persona con la cual el infante o el niño tiene un lazo emocional (el objeto ‘catectizado’). Este es un pensamiento decepcionantemente simple ya que parece ser una repetición de lo que ya se ha dicho: el uso-objetal puede ser logrado solo a través de la sobrevivencia del objeto. Sin embargo, las palabras que destaco en esta parte del párrafo son “sobrevivencia real”. Winnicott no está hablando metafóricamente: el objeto de hecho (en la realidad) puede no sobrevivir emocionalmente (y quizás también físicamente).

Esta frase continúa con varias ideas que considero las más originales del texto: la sobrevivencia real del objeto es fundamental en el momento que la madre está “en el proceso de estar siendo destruida porque es real, se convierte en real porque es destruida” (la cursiva es mía). Mi mente se estremece, incluso ahora, cuando leo estas palabras. He estado muchas horas —hasta llegar a mi propio entendimiento— tratando de hacer algo con este par de ideas ¿Qué significa decir que el objeto “está destruyéndose porque (es) real”? Aquí, uno no tiene más alternativa que “escribir” el texto de Winnicott porque él plantea ideas fundamentales de una manera especialmente elusiva; ideas que no son explicadas, sino meramente sugeridas.

Escribiría esta parte del texto diciendo que el objeto (el objeto materno real, vivo, que respira y que es emocionalmente receptivo) está (inevitablemente, ineludiblemente) “siendo destruido” en el proceso del desarrollo que lleva al infante al logro del uso-objetal. Lo que quiero decir cuando digo que la madre concreta está destruyéndose, es que su experiencia de sí misma como madre suficientemente buena para su bebé, está bajo un severo ataque y “está en proceso de destruirse”. Winnicott a veces en este texto usa la frase “estar siendo destruida” y en otras ocasiones usa la palabra “destruida”, una única palabra con connotación más fuerte, para describir al objeto (la madre) en ese momento del desarrollo de la relación madre-infante. Me parece que ambas formulaciones son precisas. En distintos puntos de este proceso, la madre y el infante sienten como si la madre estuviera destruyéndose (está comenzando a destruirse) y en otros momentos sienten que ella ha sido destruida.

Winnicott no habla en torno a la realidad de que algo importante ocurre en la experiencia de la madre (así como en la experiencia que tiene el infante de ella) en tanto madre que es realmente destruida en el curso del movimiento desde la relación de objeto [subjetiva] hacia el uso-objetal. ¿Qué madre no ha tenido la triste experiencia de sentir que ha fracasado completamente como madre, y más aún, que ha dejado de ser la persona que era antes de tener al bebé? La destrucción de la experiencia de la madre de ella misma como madre puede tomar innumerables formas, por ejemplo, a través de sentir que no es adecuada como madre porque es incapaz de consolar a su bebé cuando está muy irritado, o no es suficientemente amorosa para amamantar, o incapaz de ayudar al bebé a dormir precisamente cuando necesita de manera desesperada hacerlo o cuando odia a su bebé por alejarla de todos los placeres y fuentes de orgullo, competencia y creatividad que ha tenido en su vida antes de que el bebé naciera, o una de las miles de las otras maneras en que un infante o un niño puede destruir la creencia de la madre de su adecuación como madre (y por momentos, su adecuación como una persona que vale en cualquier sentido). El bebé no hace esto con el objetivo de atacar o destruir a su madre, lo hace simplemente por ser el bebé que es: un infante que plantea demandas físicas y psíquicas incesantes, demandas que ninguna madre puede atender. El sentimiento de la madre de estar siendo destruida es simplemente parte de la experiencia de ser una madre de un infante o niño, una experiencia que es una de las más mundanas e inimaginablemente intensa, dolorosa, desgastante, gratificante, aterradora y dichosa.

El sentimiento de la madre de “estar siendo destruida” no está restringido para los primeros meses de vida de la madre y el infante. Ocurre a través de toda la vida de la madre y el bebé (y más tarde del padre y el bebé), con frecuencia más visible durante los “terribles dos”12 y más violento durante la adolescencia.

La manera en que estoy concibiendo la destrucción concreta de la madre es muy afín con la idea de Loewald (1979) del asesinato del padre edípico. Un asesinato que no es simplemente simbólico: “Si no nos limitamos en el lenguaje, en nuestro rol como hijos de nuestros padres, a través de la emancipación genuina [genuinamente convertirnos en adultos independientes] nosotros asesinamos algo vital en ellos, no de una sola vez y no en los sentidos, pero contribuimos a su muerte” (p. 39).

Como padres, debemos permitirnos ser asesinados (psicológica y físicamente) por nuestros hijos, “no vaya a ser que los disminuyamos” (p. 395) interfiriendo el logro de su autonomía. La etapa de desarrollo que Loewald plantea es más tardía que aquella involucrada en el logro del uso-objetal. Sin embargo, creo que la concepción de Loewald de la realidad de la destrucción del objeto (“asesinamos algo vital en ellos”) es también cierto para la destrucción de la madre en el proceso constante del desarrollo de la capacidad para el uso-objetal. La madre no es simplemente una facilitadora del desarrollo del sentido de su externalidad (y su propio mundo interno), ella se sacrifica en ello. Ella hace nada menos que permitir ser destruida.

Ahora volveré a la segunda frase (en realidad son dos frases unidas) “se convierte en real porque es destruido” (1971, p. 90). Aquí el objeto es “real porque [el infante percibe la manera en que la madre se está sintiendo] se destruye”. En otras palabras, simultáneamente con la madre destruyéndose porque es una persona real, está el infante percibiendo la experiencia de la madre de estar siendo destruida como madre. El infante siente el dolor que su madre (como una persona real, no como su creación omnipotente) realmente siente que está destruyéndose. Esta es una parte critica del periodo entre relación de objeto [subjetiva] y el uso-objetal: el niño ve en los ojos de la madre, escucha en su voz, siente en la manera en que ella lo toma, el dolor que ella está experimentando mientras “está destruyéndose”.

Nada es más importante para un niño o un infante que la conciencia e inconciencia que él tiene del estado emocional de la madre, al cual él es exquisitamente sensible (Beebe & Lachmann, 2004; Fraiberg, 1980; Green, 1972; Winnicott 1960, 1963). El registro del niño y la respuesta emocional, al dolor de su madre mientras “está destruyéndose”, (cuando está empezando a sentirse incapaz para ser una madre) es una parte esencial de la ‘posición intermedia’ entre la relación de objeto [subjetiva] y el uso-objetal. La madre “se vuelve real porque se destruyó”, es decir, ella se vuelve real para el infante porque sus sentimientos de estar destruyéndose se vuelven reales para él.

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