Kitabı oku: «La flor artificial», sayfa 2

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«Desaconsejados»: Montaigne, Proust, Bergson.
25 de octubre

Una semana sin ver a M. Acepto acompañar a César quien ha sido invitado al 54, rue du Château, con la esperanza de verlo. Se trata de una velada «cadáver exquisito» con Marcel Duhamel, Jacques Prévert e Yves Tanguy. César me pone al tanto: el «cadáver exquisito» es un juego que encandila a los surrealistas. Se trata de que varias personas construyan una frase sin que ninguna de ellas pueda ver lo escrito anteriormente por los demás. La idea es que cada participante escriba por turno parte de una frase respetando el orden sujeto-verbo-complemento. El juego se llama así porque «El cadáver exquisito beberá el vino nuevo» fue la frase que salió cuando jugaron por primera vez. Bretón pretende que solo se trata de una actividad lúdica, pero lo que experimenté esta noche me da la impresión de poder ir mucho más allá de la simple diversión. ¿Será porque no estaba M? ¿O porque yo estaba lista para el deseo puro, para la pura ausencia presencia?…

Participaron:

Yves Tanguy, Marcel Duhamel, Jacques Prévert, Benjamin Péret, Pierre Reverdy, André Breton, René Char, Paul Eluard, Nusch Eluard, Robert Desnos, César Moro, Remedios Varo, Leonor Fini.

César, Remedios, Dora, Leonor y yo ¿armamos / amamos? (ilegible) nuestro pequeño grupo hispanista aparte.

Resultados:

–El ser vivo aguantaba bajo la manga de una chica de dieciocho años.

–Nada tiene sentido si no hay tinta en el lapicero, pero, como hay vino en la botella, podemos escribir un poema.

–Y me he callado porque mi vida está en tu boca.

–No sabemos el lugar de las personas, fuerza golpeando la ausencia, escúchame, fuerza, diciendo, fuerza, nosotros gritando.

–Llega el final del camino en la mesa cuadrada.

–Bajo la cama hay más polvo que sobre el colchón.

–El circulo redondo como la tierra, donde los secretos fulgurantes, se expresan en las miradas.

–Y entonces el caos se vio en el espejo, sonrió. No había errores. Solo varias formas de decirte… ¡Estoy!

17 de diciembre

Me han expulsado del criadero de pavas. Es que debo ser un patito feo. ¡Qué felicidad! Ahora, lo único que queda es libertad, amor loco y encontrar la mejor mentira para mi madre… Alina me botará de su casa, pero Alice ya me dijo para ir a vivir con ellos… Así tiene que ser…

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MATERIAL PARA UNA BIOGRAFÍA

Certificado de estudios de Silvia Linares Lira11, Arequipa, 18 de diciembre de 1928



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SILVIA LI O LAS PEREGRINACIONES DE UNA PARIA

Biografía, por Bárbara Román

Proyecto de número especial Silvia Li, revista Gradiva,

Lima, 2000

Silvia Linares Lira
(Arequipa, 1913-¿Iquitos, 1987?)
INFANCIA Y ADOLESCENCIA (1913-1929)

1913

Silvia Linares Lira nace en Arequipa el 29 de febrero de 191312 en el seno de una familia acomodada. Es hija de Alberto Linares, comerciante exportador de lana y de Clorinda Lira, hija de un rico hacendado. Dicha alianza del comercio con la oligarquía permitió que la familia viviera en una bonanza que se vio aún más favorecida durante la Primera Guerra Mundial por el incremento de las exportaciones.

La amistad de sus padres con el representante en Arequipa de la empresa exportadora francesa Braillard-Claussen influye en el hecho de que le pongan una maestra particular francesa sin sospechar que, posteriormente, el conocimiento de dicho idioma desempeñaría un papel clave en su vida.

Hija única de una pareja que, pese a no llevarse bien, no se separó por temor al qué dirán de la tradicional sociedad arequipeña, Silvia tiene en su primera infancia escaso contacto con niños de su edad. Está al cuidado de una nana, Casilda Samamé Barahona, con quien pasa la mayor parte del tiempo y cuyo cariño compensa la relación difícil que tiene con su madre. Silvia siempre definirá su infancia como una época feliz, especialmente durante sus estadías veraniegas en la hacienda familiar a la que se trasladaba con su nana y demás empleados de la casa.

1923

Se degrada la relación entre los padres debido al alcoholismo de su madre y a las ausencias de su padre quien viaja con frecuencia a Lima. La niña inicia sus estudios de secundaria en el colegio de monjas francesas Los Sagrados Corazones13.

1927

Afirma ya sus dotes literarias al hacerse acreedora del primer premio en los Juegos Florales organizados con ocasión de la tradicional fiesta arequipeña de la Primavera.

1928

Termina secundaria. Su diploma de fin de estudios hace referencia a frecuentes incumplimientos a las normas educativas y religiosas impartidas en el colegio.

1930

Viaja a Lima con su padre. Para evitar el regreso a una vida arequipeña que le parece ya demasiado aburrida, pide que la manden a Francia para completar sus estudios con el bachillerato francés14.

PERÍODO PARISINO - SURREALISMO INFERIOR

1931

A mediados de año sus padres la envían a París, donde se aloja en casa de una pariente lejana de la familia Lira, la cantante soprano Alina Lestonnat15/16, esposa del compositor Alfonso de Silva17. Es en casa de los Lestonnat de Silva que conoce a César Moro18 a quien Alina aloja a veces a cambio del cuidado de sus hijos. Silvia entabla con él una amistad que durará hasta la muerte del poeta en 1956.

En setiembre, inicia las clases en el Lycée de Jeunes filles Molière19. Al no haber estudiado anteriormente latín ni griego, solo se le acepta en la sección B, es decir idiomas. Si bien su nivel de francés le permite cumplir con las exigencias académicas en todas las asignaturas, su formación es insuficiente en literatura y la poeta Alice Rahon20 le dicta clases particulares ampliando la gama de autores mucho más allá del programa y dándole a conocer obras consideradas, en la época, como «no aptas» para la educación de las señoritas tales como, Justine o los infortunios de la virtud21, Las flores del mal22y Los cantos de Maldoror23.

Frecuenta a los surrealistas y se inicia en la escritura automática. Más interesada por las veladas musicales en casa de sus huéspedes, las reuniones con el grupo de André Breton, su amistad creciente con Alice Rahon y César Moro, y sus recorridos por la ciudad luz, Silvia Linares lleva una vida bohemia poco compatible con su condición escolar y sus reiteradas inasistencias le valen la expulsión del liceo Molière a los tres meses de haberse matriculado.

Pese a la adoración que le tiene, se distancia un tiempo de Alice Rahon quien vive ahora con Wolfang Paalen24. Por la misma época, aún menor de edad, inicia una relación amorosa con Man Ray25 recién separado de la periodista Lee Miller.

1932

Debido a las frecuentas giras artísticas de la pareja Lestonnat de Silva que la alojaban, sus padres le alquilan una habitación en una pensión para señoritas a la que acude más de día que de noche y retoma su relación con la pareja Rahon/ Paalen. Posesiva, no acepta que su amante fotografíe desnudos femeninos y arma escándalos con las modelos. Acosa a Man Ray con la sospecha de que sigue teniendo relaciones con Lee Miller: «Por supuesto teníamos cita… Estoy casi segura de que sigue en casa de Lee». Entre peleas y reconciliaciones Silvia busca consuelo en amores fugaces tanto masculinos como femeninos mayormente dentro del grupo surrealista. Encontramos en su diario la siguiente pregunta a Man Ray: «¿A tu parecer, fue un error acostarme de nuevo con Max?26».

La producción poética sustituye progresivamente a la escritura del diario y suele leer sus poemas en las reuniones en casa de Breton quien, en el número 3 de LS.ASDLR27, la tilda de «auténtica surrealista» viendo en su espontaneidad a la mujer niña, mediadora entre la realidad y el misterio, tal como los surrealistas verían dos años después a la niña Gisèle Prassinos28 que, a sus catorce años, solo tenía de surrealista el poder de la imaginación. Según breve nota en el diario de Silvia, parece haberles encantado dos producciones: el poema «La pesca milagrosa», puro producto de la imaginación, lo cual, pregonaba Breton, no era un «don», un regalo, sino algo por conquistar, por ser el primer y último recurso contra lo insoportable, así como sus reflexiones acerca del azar objetivo que ella llama «HO29» jugando así con las palabras tal como les gustaba a los surrealistas.

Quién sabe si demasiado rebelde y orgullosa para aceptar ser solo «musa» de los padres del surrealismo, sin que se reconozca su papel activo en la difusión y expresión del movimiento, Silvia se aleja un tiempo del grupo de la rue du Château30, pero sigue frecuentando los bares literarios31 y entra en una fase de escritura que solo da a conocer a César Moro a quien la une la nacionalidad y el uso del francés como lengua literaria. Por aquel entonces ya está en busca de una identidad que se va gestando, pero que no ha adquirido una forma definitiva.

Sus relaciones, en las que dominan poetas, pintores y artistas no necesariamente surrealistas, son amplias y cosmopolitas, sin embargo, no incluyen al poeta César Vallejo, recién retornado de la Unión Soviética y que, como es sabido, criticaba ferozmente el surrealismo.

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SOY NIWE (2)

Historia de Séraphine Le Piège grabada por Bárbara Román,

27 de febrero de 2000

Me pone usted en una posición muy, pero muy incómoda, Bárbara. La insistencia con la que impuso a una vieja mujer cansada y sin lentes la lectura de tantas páginas, merece un pequeño castigo de parte de los dioses. Usted no está sin saber que luchamos aquí, mi gata, yo y algunas cucarachas de por medio, para la supervivencia en las afueras de lo que fue mi interior, es decir mi casa. Con una luz escasa y unos ojos deficientes, nos fue casi imposible, para empezar, descifrar la letra enana que usted eligió en este —no sé cómo diablos llamarlo— especie de reporte zoológico.

¿Cómo pretende usted dar a conocer a la gran Silvia Li a través de unas rejas tan ajustadas como pueden ser los espacios entre fecha y fecha? ¿Cómo puede cometer el error de confundir la esencia cualitativa del tiempo creativo con la esencia cuantitativa del tamaño de un guion? ¿Qué clase de demonio engañó su pluma para que la creadora de La flor artificial, hada de Los Mirliflores y luego bruja de los bosques amazónicos, se vea reducida a unas miserables páginas, una mosca más del zoológico surrealista universal? Hasta los estoicos tenían más humor y grandeza cuando mandaban inscribir en la lápida de sus discípulos recién fallecidos el cínico: nació, vivió, murió.

A ver… que no se equivoque, no empiece a llorar. Aquí no se trata de destrozarla. Lejos de mí infligirle a usted el mismo golpe que la crítica de la época le dio a Silvia. No hay nada peor que las repeticiones inconscientes de sí mismas, disfrazadas de venganzas. Odio a los críticos. Son perros hambrientos que se autoalimentan del vómito que producen en sus víctimas. No soy y nunca seré una crítica de usted. Si no fuese por el interés que tenemos en común en la gestación de Silvia Li, no me tomaría la pena de malograrme los ojos y luego la voz armando esas palabras. Lo que me mueve hacia usted es la luz que percibo bajo las pequeñas celdas que ha ido acumulando en esas largas páginas, una luz tenue que ha empezado a acompañarla sin que se dé cuenta, iluminando algunas partes de la selva Silvia como si fuesen plantas sagradas. La meticulosidad con pizca de humor con la cual, por ejemplo, redacta algunas de sus notas al pie de página, me ha dado ganas de empezar todo de nuevo con usted. Hasta debo admitir que esas ganas me rejuvenecieron unas décadas. ¿Podemos empezar todo de nuevo? ¿Me permite cogerla de la mano para que saltemos juntas en búsqueda de quién era Silvia Li? Por lo que me cuenta, tenemos muchos y a la vez pocos documentos para contestar esa pregunta. Empecemos desde el principio. ¿No tenemos ningún documento para el inicio? Dejemos sus fechas de lado. Inventemos uno.

Dicen que hay principio y fin para todo. Ahí empieza nuestro problema, ¿cierto? Si el fin de una historia casi siempre es evidente, nunca lo es el inicio. Nadie es suficientemente consciente ni sabio para imponer principio a una historia. Porque siempre una historia es parte de otra más amplia. En realidad, cualquier historia lleva al principio del todo: tomemos la primera frase del Génesis que afirma que todo empieza con el verbo. El principio de esta historia tiene que empezar por un acto de fe literaria, presentándose como necesario, aunque sea arbitrario. En el caso de un cuento, todo bien, el inicio se define como parte de un juego que ya tiene sus bases escritas y a sus jugadores. En la vida real, una historia de amor, por ejemplo —y yo sigo creyendo que la vida de Silvia Li es una gran historia de amor—, nada claro, podría tener tantos inicios. ¿Acaso empieza en el momento en que los dos protagonistas se encuentran por primera vez?, ¿o cuando nace en cada uno el motivo del encuentro que lo hace posible? ¿En el punto en que cada uno recibe señales que lo anuncian? —como en el caso del anuncio a María que se puede considerar el principio de la llegada de Cristo—. ¿Cuándo empieza la historia de Silvia con Man?, ¿de adolescente, con la visita de Silvia a un brujo de Máncora que le dice «¡Busca al hombre blanco con un hijo!»? (Man Ray ya tenía un hijo cuando Silvia lo conoció), ¿ o cuando entra por primera vez en la casa de Alina en París y cruza su mirada con la del hombre disfrazado de Clyde Barrow?, ¿o más bien, con el relato de aquel hecho en su diario?, ¿ o cuando César, su aliado celeste, los toma a ambos en foto, el hombre disfrazado de Clyde Barrow dándole su número de teléfono con su cara la más fea, él escribiéndolo en su mano, con mueca de dandi nórdico, y lengua afuera, foto que tomará su alta simbología luego porque las dos siluetas dibujan un corazón inesperado en absoluta simetría? (¿Por cierto, encontró esa foto en la caja?), ¿o cuando ella, luego de dos días de espera, decide enfrentar su libreta para poner en palabras la historia de ambos, tres años después, porque dicen que al final todo empieza con el verbo?, ¿o a partir del momento en que usted y yo nos sentamos frente a frente para que le cuente mi versión de la historia de Silvia Li? ¿Y, por qué no, con el encuentro bizarro de una mujer apellidada Lira con un hombre apellidado Linares en la ciudad de Arequipa al inicio del siglo XX? En fin, con la presencia evidente de una casualidad objetiva narrada.

Al fin y al cabo, quien cuente la historia de Silvia Li debe de decidir (arbitrariamente, pero consciente de lo arbitrario que es, y eso lo cambia todo), que empezará con una casualidad objetiva que ya lo contiene todo, suerte de madrina cósmica que los padres se olvidaron de invitar al bautizo, como en los cuentos de hadas, y que impondrá su sello en la vida de la pequeña Silvia. ¿Ya lo tiene claro? Bastaría con describir la foto que les tomó César aquella noche en la casa de Alina, con el hombre personaje clave de la historia, respondiendo al nombre de Emmanuel y con ella, aún Silvia Linares. Bastaría con sumergirse en un lema cantado por ella como un mantra en la época que usted llama del «surrealismo inferior» y recitarlo, Le Pérou, c’est la face B de l’Amérique latine, hasta que una imagen borrosa y luego clara de Silvia aparezca; bastaría con hacer de la nota al pie de página sobre el 29 de febrero el primer capítulo de una novela llamada La flor artificial; bastaría con imaginar a partir del texto titulado Caso del cementerio Montparnasse, una película dirigida por Luis Buñuel; bastaría con hacer una canción llamada Acariciaré la ausencia / Sin desvío posible; bastaría con montar Los Mirliflores en Lima y París a la vez; basta con recordar que en latín «Emmanuel», el verdadero nombre de Man Ray, es Dios y que «Silvia» significa bosque…

En fin, la elección que hará quien narre la historia de Silvia Li empezando arbitrariamente, se justificará con el único argumento de que es fruto de su voluntad, libertad y deseo, las tres únicas puertas que abrirán al mundo de Silvia, porque contar autoriza todos los caprichos, en la medida en que raptan al lector de alguna forma. Además, ella decidirá actuar el papel que mejor corresponde a su elección, el papel del dios, digamos de la conciencia suprema, que puede leer un CASO32 en algo que, de lo contrario, sería pura imaginación y afabulación de los protagonistas.

Y si eso no basta: ponga a la vista todos los documentos de la caja y escoja uno al azar. Haga lo mismo para el segundo, y el tercero, y repítalo hasta que dé a luz a otra Silvia.

Para darle el ejemplo, haré lo mismo con mi propia historia. Quizás le ayude ¿empezamos mañana?

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OBRA DE SILVIA LI
Los Mirliflores, revista Gradiva, Lima, 1948
Obra de teatro en catorce actos
A mi hermano César Moro

Mirliflor: joven pedante que se jacta de elegante e importante.

(Considerado como una alteración (siglo XVIII) del latín mirare, de una forma latinizada de mil flores, para referirse a un joven elegante y perfumado).

Personajes:

Mirliflor A, Mirliflor B, Mirliflor C, Hada de salón.

Coro griego: juez, mozo, ángel, dictador latinoamericano, administrador, bufón del rey.

Escenografía: dos escenarios A y B.

Escenario B: amplia sala de estar, con pequeños elementos dispares (sillones alrededor de mesas de centro de estilos distintos. Es el nivel donde se desarrollarán las acciones del lado B de los hechos. Los espectadores se instalarán ahí para asistir a la obra.

Escenario A: tres niveles distintos (unidades de tiempo y espacio) donde se desarrollarán las acciones del lado A de los hechos).

Estilo: Surrealismo y Barroco latino en el lado B, estética industrial tipo «Bauhaus» en el lado A.

Dos bastidores: uno en el lado A, otro en el lado B. En cada bastidor se muestran imágenes que reflejan en paralelo un inconsciente colectivo del mundo A y B.

Bastidor A: corbatas, carros, cuero, falos, cuadrados, relojes, boletas de ventas, dientes, botas, esquemas, iglesias, conceptos, desfiles militares, patrones, jueces, madres histéricas, índices, cadenas, monos enjaulados, medicamentos…

Bastidor B: niños traviesos, juguetes, risas, plastilinas, artistas en éxtasis, escenas de sueños, de adolescencia loca, orgasmos, espaldas que sudan, ositos de peluche, dulces, escenas de La bella y la bestia de Cocteau…

Todos los personajes, menos el Coro, ya están posicionados en el escenario B, inmóviles como estatuas del lado A, vestidos con uniforme gris y las caras cubiertas con pantis de nylon.

Acto 1 (Escenarios B y A)

CORO GRIEGO (Máscara de Tiresias, harapos de mendigo, bastón, capa oscura).

La realidad es demasiado cruda, hay que cocinarla.

Acá, (Se desplaza por el escenario B, haciendo grandes gestos) quemaremos hasta el último cartucho, los momentos entre amigos se ofrecerán a nuestras copas vacías.

Allá, (Sube a los escenarios A) todo amenazará con derretirse sin que los invitados se den cuenta. El ser social hará de tirano.

Acá, (Baja al escenario B) la ciencia no resistirá a la química de los cuerpos celestes.

Allá, (Vuelve a subir en A) el súper yo le ganará al oriente del yo.

Acá, (Vuelve a bajar en B) fraternizarán con sus demonios.

Allá, (Sube en A) obreros de construcción se abrirán paso en la ciudad entre los deseos masculinos y femeninos.

Acá, (Baja en B) se dejarán llevar por las tareas de los niños. Aunque todavía usarán armas contra el desorden del mundo fenomenal, excavándolo y depositándolo en un gran basural que bien podría ser una cuna gigante.

Allá, (Sube en A) los niños erotizados se abrazarán sobre la tumba de sus padres.

Acá, (Baja de nuevo en B) se harán cantantes de sus propias psicologías.

Allá, (Vuelve a subir en A) vivirán en el olvido de sus metamorfosis.

Acá, (Vuelve a bajar en B) harán la amistad, ocupación mil veces más agotadora que la de hacer el amor.

Allá, (Vuelve a subir en A) sus únicos crímenes consistirán en ser superficiales.

Acá y allá, la ficción le ganará a lo real.

(Saluda al público con el gesto de quien acaba de presentar la condición humana y, contento de sí mismo, como si fuese un mirliflor, se instala en el fondo del escenario B).

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203 s. 6 illüstrasyon
ISBN:
9786124699979
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