Kitabı oku: «Un Meta-Modelo Cristiano católico de la persona - Volumen I», sayfa 11

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CARACTERÍSTICAS PSICOLÓGICAS Y TEOLÓGICAS ADICIONALES

A la luz de estas consideraciones, desde la perspectiva cristiana, está claro que el conocido libro de Carl Rogers On Becoming a Person (1961) tiene un título erróneo. Su libro trata sobre cómo convertirse no en una persona, sino en un individuo, en particular en un individuo autónomo, autorrealizado e independiente. Un individuo es creado al separarse de los demás, al concentrar su pensamiento psicológico, energía y emoción en el yo, no en Dios y otras personas.

Convertirse en un individuo, es decir, separarse y distanciarse de los demás, tiene una progresión lógica. Primero, se rompen las «cadenas» que te unían a tus padres, y luego a otros, y después a la sociedad y la cultura. Finalmente, rechazas el propio yo, es decir, separas la conciencia de la ilusión del yo. Rechazas el yo y todos sus deseos, y así el proceso de separación culmina en una experiencia de un estado de nada. La autonomía radical significa, en última instancia, la separación de todo; significa la total autonomía o ultraautonomía, donde incluso el yo se ha ido.

Permítanme ofrecer un breve esbozo para ilustrar la distinción entre una persona y un individuo:

Una persona es creada por Dios a imagen y semejanza de Dios.

Un individuo es creado por el yo en la imagen del yo.

Una persona ama y confía en Dios, y ama a los demás como a sí misma; las personas perdonan a quienes les han hecho daño.

Un individuo ama y confía en sí mismo, confía en los demás y rechaza o ignora a Dios; los individuos olvidan las heridas y a quienes les han herido.

Una persona tiene como objetivo relaciones comprometidas con los demás y la unión con Dios.

Un individuo tiene el objetivo de separarse de los demás, o incluso separarse de sí mismo.

Para una persona, la verdadera libertad es elegir la completa dependencia de Dios, que es libre.

Para un individuo, la verdadera autonomía es elegir la dependencia completa del yo.

Una persona acepta la realidad de Dios, de otras personas y del mundo físico.

Un individuo rechaza todo lo que está fuera de sí mismo por considerarlo subjetivo y no real.

PONIENDO AL INDIVIDUO EN PERSPECTIVA

Estos contrastes exageran el caso, en el sentido de que ningún individuo es apto para llevar estos principios modernos a tal extremo. La realidad no nos deja. La mayoría de nosotros tenemos suficiente sentido común para evitar tomarnos las teorías psicológicas demasiado en serio. La imagen de una persona también es idealizada. Todos somos conscientes de lo insuficientemente que la mayoría de los cristianos vive de acuerdo con tales ideales. En la realidad cotidiana, puede ser difícil distinguir quién está operando desde uno de estos dos modelos, teóricamente muy diferentes.

El énfasis secular en la independencia y la individuación puede ser bueno, e históricamente ha traído grandes beneficios, como la noción de los derechos individuales. La independencia de los puntos de vista no examinados de los demás es también una virtud importante, no solo para el mundo secular, sino también en el mundo cristiano. La teología cristiana enfatiza el libre albedrío o la libre elección. Dios nos da libertad para elegir o no. A lo largo de las Escrituras, este es un tema central. El hincapié que el mundo ha hecho en la libertad en los últimos siglos puede entenderse como un principio básico cristiano traducido al mundo social y político, donde, a menudo como resultado de la Ilustración secular, ha logrado mucho bien.

EL PROCESO REAL DE CONVERTIRSE EN UNA PERSONA: «PERSONAGÉNESIS»

¿Cuál es el proceso de convertirse en una persona dentro de tal teoría cristiana católica de la personalidad? ¿Qué es la «personagénesis», como la denomina Robert Connor (1992, pp. 45-49)? Aunque a continuación se describe el proceso de convertirse en una persona, en realidad es un proceso de cómo la persona, que ya está presente desde la concepción, se desarrolla de formas cada vez más complejas a lo largo de una vida normal.

En primer lugar, una teoría cristiana no rechaza la afirmación de que una persona es una sustancia representada por la encarnación, sino que da igual o mayor énfasis a la persona como relación. En el lenguaje de Karol Wojtyła (posteriormente Juan Pablo II), una persona se construye en el «sitio metafísico» de la sustancia, pero el proceso de construcción implica la dinámica de las relaciones (Connor, 1992, p. 47).

Para Wojtyła, el primer paso en la personagénesis «parece ser la pasividad, la receptividad del amor del otro» (Connor, 1992, p. 45). En el mundo natural, este es usualmente el amor que un recién nacido recibe de su madre y su padre. En el ámbito espiritual, que es el núcleo de la personalidad, es escuchar la llamada y el amor de Dios. Una vez iniciado, el proceso de convertirse en persona continúa como una «trascendencia vertical» en la que la persona entrega «el yo a otro» (Connor, 1992, p. 47). El proceso de entrega en el amor del yo al otro trasciende y determina el yo en su acto de realización de servicio. La entrega del yo al otro es la forma en que se trasciende el yo individual; y es también la forma en que se llega a conocer al otro y, desde la perspectiva del otro, a conocerse a uno mismo mucho más objetivamente de lo que nunca se podría desde el interior de un yo autónomo. Así, uno se convierte en una persona o, más exactamente, uno alcanza en el presente la persona que estaba allí desde el principio.

Wojtyła (1979) señaló que el libre albedrío es el centro de la donación de una persona a otra, ya que, mientras el hombre determina libremente sus acciones, es «al mismo tiempo plenamente consciente» de que sus acciones «a su vez lo determinan y, además, siguen determinándolo incluso cuando han pasado» (Connor, 1992, p. 48).

Cuando la otra persona recibe el regalo de amor y se da a sí misma a cambio, se produce la forma más elevada de intimidad. La intimidad con Dios y con los demás se convierte así en una característica principal de la persona.

INTERRELACIÓN Y FILOSOFÍA

En ciertos casos se ha interpretado que Aquino no aprecia ni reconoce la importancia de las relaciones como elemento central del concepto de persona (mencionado por Clarke, 1993, «Introducción»). Sin embargo, Norris Clarke (1993) desarrolló una respuesta tomista significativa a este problema, sosteniendo que la relación siempre estuvo implícita en la comprensión tomista de la persona como sustancia racional. Clarke extrae la apreciación tomista de la relación y concluye: «Todo ser, es, por lo tanto, debido a su propia naturaleza como ser, diádico, con una dimensión “introvertida”, o en sí mismo, como sustancia y una dimensión “extrovertida”, o hacia-otros, como se manifiesta a través de la acción. […]. Ser es estar en relación con la sustancia» (pp. 15 a 17).

En conclusión, la precedente teoría cristiana católica de la personalidad, que se presenta aquí de forma resumida, es un modelo distintivo que incluye algunos de los supuestos y énfasis de las teorías existentes, pero suprimiendo muchos supuestos seculares, y combinándolos con nuevos supuestos y aspectos básicos de la personalidad. Además, a diferencia de las teorías seculares existentes, el presente enfoque tiene un listado explícito y una defensa de los supuestos subyacentes a la teoría.

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1 Partes de este capítulo aparecieron en «A Christian Theory of Personality», en R. C. Roberts M y R. Talbot, eds., 1997, Limning the Psyche, 20-40, Grand Rapids, MI: Eerdmans. El capítulo que se presenta aquí es una versión ampliada y revisada de un texto que fue publicado originalmente como «Volver a concebir la teoría de la personalidad desde una perspectiva, Edification: Journal of the Society for Christian Psychology, Edificación: Revista de la Sociedad de Psicología Cristiana, 3(1), 42-50. Copyright 2009 por Christian Counseling Resources. Adaptado con permiso.

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Apoyo psicológico básico para el Meta-Modelo Cristiano Católico de la Persona

PAUL C. VITZ

El capítulo 2 presentó el Meta-Modelo Cristiano Católico de la Persona (Meta-Modelo para abreviar), con sus fundamentos teológicos y filosóficos sistemáticos, así como una lista preliminar de las premisas psicológicas asociadas al Meta-Modelo. Aquí presentamos la teorías y evidencias dentro del campo de la psicología que subyacen y apoyan las premisas filosóficas y teológicas en las que se basa el Meta-Modelo.

PARTE 1: APOYO DE LA PSICOLOGÍA SECULAR A LA ESTRUCTURA NARRATIVA DE LAS PREMISAS TEOLÓGICAS DEL META-MODELO

Una característica importante de la persona, de acuerdo con el Meta-Modelo, es el carácter narrativo de la persona, la estructura narrativa teológica de la persona como creada, caída y redimida, y la respuesta de la persona a sus vocaciones o llamadas. Si desea obtener más información sobre enfoques cristianos significativos sobre el tema de la narrativa y la teología, puede consultar las obras de Goodson (2015), Hauerwas y Jones (1997), MacIntyre (1981) y Ricoeur (1984).

Lo que el modelo entiende como «narrativa» es lo siguiente: para empezar, una narración es una secuencia de eventos presentada por un narrador, o contador de historias, a una o más personas. Una narración es intrínsecamente social e involucra a una comunidad de al menos dos personas, aunque, frecuentemente, a muchas más. Esta cualidad interpersonal significa que las narraciones son también interactivas, dialógicas. Una narración tiene tanto un tema general como un objetivo o telos. A medida que se avanza hacia el objetivo, hay tanto personas y eventos que ayudan al movimiento como personas y eventos que trabajan para evitar que se alcance el objetivo. Como resultado, una narración tiene un carácter moral en el que existe una lucha entre el bien y el mal, normalmente, pero no siempre, entre los que apoyan el objetivo y los que son hostiles a él. Esta lucha anima a la persona a desarrollar virtudes enraizadas en la sabiduría y la verdad, basadas en el contacto con la realidad. Esto conduce frecuentemente al desarrollo de personajes y siempre conlleva un mensaje implícito para la audiencia. Los seres humanos, en todas las culturas, parecen necesitar narraciones o historias. En la actualidad, es comúnmente aceptado en psicología que la comprensión y la respuesta a las historias son propiedades fundamentales de la naturaleza humana, y en concreto todos los seres humanos encuentran gran parte del significado de sus vidas a través de ellas (esta idea se desarrollará en la próxima sección). Incluso los niños en la etapa preverbal parecen disponer de una capacidad rudimentaria para interpretar los eventos externos en un marco narrativo moral (Hamlin, 2013).

La narrativa general judeocristiana, común a todas las personas, no se encuentra, en mi conocimiento, en ninguno de los enfoques narrativos de la persona en la psicología actual. Bajo el modelo general, la narrativa cristiana enfatiza que cada persona tiene una historia y vocación distintiva y particular. Esta narración específica de cada persona se desprende de la suposición de que cada persona es única y tiene una vocación o una llamada de Dios; es decir, en lenguaje psicológico, tiene un papel en la narración de su propia vida.

Introducir a Dios en el Meta-Modelo es, sin duda, una novedad para la psicología, pero hay una razón para ello. En primer lugar, hay que tener en cuenta que todas las teorías psicológicas existentes sobre la persona, al dejar fuera a Dios, son ateas; no obstante, esta omisión es simplemente una suposición que, rara vez, si es que lo hace alguna, se defiende. La ausencia o no relevancia de Dios no es algo que la psicología científica haya establecido. Volvamos brevemente a un importante debate en psicología que tuvo lugar hace algunas décadas entre dos psicólogos muy prominentes, Albert Ellis (1980), un ateo, y Allen Bergin (1980), un teórico mormón. Bergin argumentó explícitamente que los valores se derivaban de la visión del mundo del psicólogo, y contrastó los valores teístas con los valores humanistas que a menudo se expresan en la psicoterapia. Ellis aceptó que los valores se desprendían de la visión del mundo, y no directamente de la psicología científica. Contrastó sus particulares puntos de vista humanistas ateos con algunas de las interpretaciones de Bergin. Y, por supuesto, argumentó que sus puntos de vista ateos eran más racionales. Pero el resultado del debate fue un acuerdo en que los valores del psicólogo no provienen de la ciencia objetiva de la psicología, sino de las propias suposiciones personales del terapeuta, la visión del mundo religiosa o no religiosa y las suposiciones filosóficas generales.

Las teorías seculares a menudo se incluyen en una teoría general implícita, que destaca una narración particular o individualista para cada paciente o cliente. Aunque esos enfoques no especifican una narrativa general explícita para todos los pacientes, ya que no tienen un modelo normativo de la persona, describiré brevemente la teoría de la narrativa implícita realmente presente en ellos. Y, como veremos más adelante, los enfoques de la narrativa secular tienen muchas analogías o similitudes implícitas con la narrativa cristiana general.

Comencemos con Sigmund Freud, que entendía a la persona como saliendo de un vago pasado evolutivo determinado por instintos biológicos, principalmente sexo y agresión. Presumía que estas fuerzas innatas, localizadas en gran parte en el inconsciente, causaban muchos conflictos psicológicos durante la mayor parte de nuestra vida. El propósito del psicoanálisis era reducir nuestros conflictos a un nivel manejable, es decir, a lo que se puede llamar el nivel normal de la miseria humana. Así, Freud rechazó cualquier síntesis psicológica de los problemas de la vida. Afirmó que hacerlo, como también Jung y Adler propusieron, era cambiar la psicología de una ciencia a una religión. Freud escribió que los analistas «no pueden guiar a los pacientes en su “síntesis”; podemos, mediante el trabajo analítico, prepararlos para ello» (citado en Roazen, 1975, p. 204). Como se indica a continuación, el terapeuta cristiano, en muchos sentidos, respeta el punto de vista de Freud en el proceso de terapia o counseling, al menos con los no cristianos. Freud veía a las personas como Adler (1931), como «bufones […], publicando libros sobre el significado de la vida» (Freud, 1960, p. 401). Freud dejó un lugar en la vida habitual para el amor y el instinto de vida y para la sexualidad sublimada, pero su comprensión básica de la naturaleza humana era que se caracterizaba principalmente por motivos peligrosos o dañinos. Debido a que no existía una síntesis definitiva, o una respuesta a los problemas de la vida, la visión de Freud sobre la persona, como la de muchos psicoanalistas, era esencialmente trágica (Schafer, 1976).

Carl Jung propuso que nuestro estado inicial estaba enraizado en un inconsciente colectivo heredado, universal, con un inconsciente personal más pequeño encima, recubierto con una cantidad aún más pequeña de consciencia. El inconsciente colectivo consistía en un gran número de arquetipos heredados, que provenían de nuestra vida primitiva y humana temprana. Algunos de estos arquetipos eran negativos o malos (por ejemplo, la sombra, los aspectos del personaje, el embaucador), pero la mayoría eran positivos (por ejemplo, el yo, el animus o ánima, el anciano sabio, la madre tierra). Nuestro problema fue el fracaso de hacer que estos arquetipos fueran conscientes, integrados y desarrollados. La terapia junguiana apuntaba a esto, y el proceso se llamaba individuación o autorrealización, y era en sí mismo tanto el objetivo de la terapia como el propósito espiritual de la vida. Jung afirmó explícitamente que la autorrealización era el propósito de su terapia y la aceptó como la forma ideal y más elevada de esfuerzo espiritual humano. Por ejemplo, en un libro de un destacado seguidor de Jung, respaldado por él (Jacobi, 1973, p. 60), encontramos la siguiente afirmación sobre la psicoterapia junguiana: «Es un Heilsweg, en el doble sentido de la palabra alemana: un camino de curación y un camino de salvación». Y «La psicoterapia junguiana es, por consiguiente, un sistema de educación y guía espiritual»; «Solo unos pocos están dispuestos y son capaces de recorrer el camino de la salvación». La psicología de Jung también tiene un componente narrativo significativo. Muchos de sus arquetipos son bien conocidos, como personajes mitológicos o legendarios (por ejemplo, el anciano sabio, la madre tierra, el héroe, la princesa, el rey, la sombra, etc.), que se encuentran en toda la literatura de la mayoría de las culturas. En ciertos aspectos, la psicoterapia de Jung requiere que los pacientes entiendan el significado de sus arquetipos para crear una nueva comprensión narrativa de su vida. El trabajo de Jung se ha utilizado a menudo para describir y conceptualizar narraciones aplicables a la vida fuera de la terapia. Véase, por ejemplo, los escritores que están detrás de gran parte del movimiento de hombres, como Bly (1990), y Moore y Gillette (1990).

En un contexto diferente, tanto Carl Rogers (1961) como Abraham Maslow (1970a) propusieron un tipo de redención o salvación psicológica, ampliamente conocida, llamada «autorrealización». Para Maslow (1970b), la máxima expresión de esto fue lo que él llamó «experiencia pico» (peak-experience). La logoterapia existencial de Viktor Frankl (1960, 1970) subrayó que algún tipo de significado superior trascendente, seleccionado por el cliente, es la respuesta al propósito final de una persona y es un objetivo importante de la psicoterapia. La posición de Frankl es probablemente la más cercana a la suposición de redención del Meta-Modelo.

La narrativa implícita de Erik Erikson (1950, 1959, 1968, 1982) se basa en sus ocho etapas psicosociales de desarrollo humano, que van desde el nacimiento hasta la vejez. Cada etapa tiene su propia meta. Comienza con la confianza básica y la virtud de la esperanza (infancia); a continuación, la autonomía y la virtud de la voluntad (primera infancia); seguidamente, la iniciativa y la virtud del propósito (infancia, edad de juego) y luego la industria y la virtud de la competencia (infancia, edad escolar). Sigue, a continuación, la identidad y la virtud de la fidelidad (adolescencia); luego, la intimidad y la virtud del amor (juventud); más tarde, la generatividad y la virtud del cuidado (madurez), y finalmente la integridad del yo y la virtud de la sabiduría (vejez). Por lo tanto, Erickson incorpora una narración explícita para cada etapa, y una implícita para el ciclo de vida completo.

También, la psicología positiva de Seligman (2012) defiende actualmente que el propósito del ser humano es realizarse a través del cultivo de las virtudes. Seligman (Peterson y Seligman, 2004, pp. 51 y 52) parece aceptar un origen evolutivo de las virtudes. Es decir, el énfasis mundial, casi universal, en las virtudes se deriva de su contribución a la supervivencia de los individuos y, especialmente, de los grupos y las culturas. Esta comprensión encaja con otras psicologías que asumen que el origen de la persona es solo material, o al menos no involucra a Dios. Los enfoques seculares descuidan la trascendencia y asumen solo la inmanencia. El énfasis del Meta-Modelo en la realización de la persona a través de las virtudes y la vocación significa que la realización que se propugna se basa en la entrega de uno mismo a Dios y a los demás. Esta realización de la persona comienza en la tierra y termina en la alegría eterna en la otra vida.

En la tabla 5.1. se resumen las pruebas de los diversos tipos de apoyo análogo, de la psicología secular a la comprensión narrativa básica de la persona que propone el Meta-Modelo examinado anteriormente.

Tabla 5.1. Comprensión narrativa general explícita y secular implícita de la persona en el Meta-Modelo: Breve resumen


Teoría Origen humano Nuestro problema La respuesta
El Meta-Modelo Cristiano Católico de la Persona Creado por Dios: a imagen de Dios; como persona originalmente buena; todas las personas poseen igual dignidad y valor La desobediencia de Adán y Eva, y, en el presente, nuestras propias acciones pecaminosas que llevan a malas consecuencias generalizadas Redimidos por Cristo: buscar y libremente seguir a Cristo por amor a Él y a los demás; enfoque trascendental
Sigmund Freud Solo existe con impulsos biológicos de la evolución; la persona es principalmente mala Impulsos/instintos biológicos en conflicto entre sí, la realidad y la sociedad Reducir la patología a un nivel normal; no hay síntesis ni propósito; visión trágica de la vida; enfoque en sí mismo y en este mundo
Carl Jung Solo existen arquetipos del pasado primitivo; arquetipos (y personas) en su mayoría buenos y algunos malos La ansiedad, la depresión y la falta de sentido se convierten en un problema importante en la vida adulta Integrar mediante la expresión de arquetipos un proceso espiritual gnóstico de autorrealización; centrarse en uno mismo y en este mundo
Alfred Adler Solo existimos como seres biológicos y, sobre todo, como un ser social; la persona tiene principalmente un potencial bueno Sentimientos de inferioridad con una solución centrada en un ego individual superando la inferioridad Expresar el yo creativo: a menudo centrado en los demás/interés social; centrado en uno mismo y en los demás; pero siempre en este mundo
Carl Rogers y Abraham Maslow Solo existencia; interpretación humanista del yo como todo bien Inhibiciones y malas experiencias creadas por la sociedad familiar Eliminar las inhibiciones; expresión autónoma de la autorrealización; centrarse en el yo y en este mundo
Viktor Frankl Únicamente existencia; interpretación existencial de la persona como fundamental-mente buena Ausencia de un significado superior; angustia existencial producida por el miedo a la muerte, el no ser Búsqueda de un significado personal más elevado, guiada por la terapia, a veces trascendente; se centra normalmente en el yo y en este mundo
Erik Erikson Solo existimos como seres biológicos y sociales; mezcla de bueno y malo No se logra avanzar con éxito en una o más de las ocho etapas psicosociales Pasa por las etapas y construye las virtudes asociadas, especialmente las virtudes adultas; se centra en uno mismo, en los demás, en este mundo
Martin Seligman Existimos debido a la evolución; la persona no es buena ni mala; vida, existen virtudes basadas en la casualidad y la supervivencia personal o grupal Falta de desarrollo de las virtudes Realizarse a través del desarrollo de las virtudes; enfocarse en uno mismo, en este mundo. No una ética explícita

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