Kitabı oku: «Un Meta-Modelo Cristiano católico de la persona - Volumen I», sayfa 12

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Es importante destacar que, aunque algunas psicologías seculares abordan el significado de la vida dentro de sus terapias, nunca es el objetivo de la psicoterapia basada en el Meta-Modelo sugerir siquiera la narrativa cristiana a los clientes, y mucho menos convertirlos. Un terapeuta o counselor cristiano busca curar la patología, eliminar los síntomas y centrarse en el crecimiento a través de una respuesta a la vocación libremente elegida del cliente y la práctica de la virtud. El objetivo es siempre respetar la libertad del cliente y, cuando sea posible, aumentarla. La redención en Cristo es una elección religiosa, y no parte de la terapia. Cualquier implicación en una cuestión de objetivos de vida debe ser introducida libremente por el cliente, y este debe permanecer libre de cualquier presión por parte del terapeuta. Aunque la terapia y el counseling con clientes cristianos puede ocasionalmente permitir al terapeuta mencionar a Cristo, incluso el confuso e incierto cristiano debe elegir su fe con libertad. Esta amonestación se aplica también a los terapeutas seculares, que pueden tener la tentación de implicar, o incluso imponer, diversas ideologías suyas a los clientes.

JUSTIFICACIÓN RECIENTE DE LA PSICOLOGÍA NARRATIVA

Actualmente, existen importantes enfoques psicológicos comprometidos con los modelos narrativos que proporcionan interpretaciones de la personalidad humana dentro de un marco narrativo explícito. Por ejemplo, varios argumentos importantes sobre la importancia de las narrativas en la psicología aumentaron su relevancia en los años ochenta y noventa. Tenían como objetivo crear un cambio de paradigma en la psicología, que se alejara de la interpretación mecanicista y determinista de la persona, y se orientara hacia un marco más humanista, literario y teológico. Un importante pionero fue Jerome Bruner, con sus influyentes publicaciones (1986, 1990, 1991). También influyó una obra teórica, con más de una docena de colaboradores, editada por Theodore Sarbin (1986). Retornando específicamente a la psicoterapia, encontramos muchos teóricos de la narrativa. Un buen ejemplo es Don Spence (1982), centrado en la verdad narrativa —en contraste con la verdad histórica reportada y presunta del paciente— como modelo apropiado para entender a un paciente. El propio psicoanálisis ha desarrollado una posición similar en los escritos no reduccionistas de Roy Schafer (1992), con su defensa de los modelos narrativos que utilizan conceptos psicoanalíticos en las sesiones psicoanalíticas. Se ha observado desde hace mucho tiempo que las historias de casos psicoanalíticos a menudo tienen un carácter narrativo; de hecho, Freud mencionó en un momento dado que sus historias de casos a menudo eran respondidas como si fueran historias cortas. (Tal vez por eso Freud obtuvo el Premio Goethe de Literatura, pero nunca el Premio Nobel de Ciencia.)

También está la comprensión narrativa de la ayuda a través del consejo, descrita en un marco cristiano por Vitz (1992a, 1992b), que prefigura en parte el actual enfoque del Meta-Modelo. Otro enfoque narrativo más reciente, y muy completo, de la orientación y la psicoterapia se presenta en la obra de John McLeod (1997), quien afirma que «todas las terapias son terapias narrativas» (véase también Angus y McLeod, 2003; McLeod, 2004; White, 2007). Una comprensión narrativa estrechamente relacionada implica la conceptualización de la personalidad misma, fuera de cualquier tipo de psicoterapia, como basada en la historia de la vida de una persona. Esto a veces se acerca a la biografía tradicional y se encuentra en los escritos del teórico de la personalidad Dan McAdams (1988), en su enfoque de la historia de la vida de una persona como un marco que permite la comprensión de la personalidad. McAdams (2013) considera explícitamente estas historias como «redentoras».

El enfoque narrativo no solo ha sido cada vez más importante en el campo de la psicoterapia y el counseling, sino que ha estado presente desde hace mucho tiempo en las metodologías de investigación cualitativa de los fenomenólogos, que buscan una rica comprensión del funcionamiento psicológico (como la depresión, la ansiedad, la soledad) y de los fenómenos humanos mediante el análisis de los relatos narrativos de los sujetos que los han experimentado (Giorgi, 1970). En resumen, la idea general de conceptualizar a la persona y a la psicoterapia dentro de un marco narrativo está ahora bien establecida en la psicología y no necesita ninguna justificación especial.

Pasamos ahora al apoyo psicológico para las tres etapas teológicas específicas del Meta-Modelo: creada, caída y redimida. Cada etapa debe ser considerada por sí misma, es decir, de forma separada de las demás. El hecho de que la persona haya sido creada por Dios y a imagen de Dios obviamente no tiene una expresión directa similar en la psicología secular. La mayoría de los psicoterapeutas en ejercicio asumen que la persona solo es, y, por lo general, como resultado de sus psicologías humanistas y existencialistas, los terapeutas simplemente asumen que la persona es valiosa y es básicamente buena. Como ya se ha señalado, algunos psicólogos asumen, junto con Rogers, Maslow y otros, que el yo, o la persona, es completamente bueno. Otros, como Melanie Klein, parecen asumir que la persona es completamente mala y nace de esta forma. El Meta-Modelo, por el contrario, no asume simplemente el valor básico de la persona, sino que deriva la dignidad y el valor de la persona explícitamente de la premisa de que estamos hechos por Dios y a su imagen, y como «muy buenos» (Gn 1:31).

A pesar de nuestra original y significativa bondad, el Meta-Modelo afirma que hemos caído. Ahora bien, por supuesto, la psicología existente no habla de «caídas» o de pecado original, aunque Sigmund Freud identificó explícitamente la motivación edípica como una expresión de pecado original (Freud, 1913/1957, p. 153; Vitz, 1988, pp. 166-169). No obstante, la psicología contemporánea proporciona muchas descripciones detalladas de los estados negativos que suelen observar los psicólogos, y que son aparentemente intrínsecos a la humanidad. Estos estados negativos a menudo pueden ser fácilmente entendidos como una fuerte evidencia de la inclinación humana hacia el pecado. Como ejemplos, se puede citar la facilidad con la que las personas muestran el odio y la violencia interpersonales; la tendencia que tienen muchas personas a envidiar lo que no poseen, especialmente lo que es bueno, y que otros poseen; la predisposición al orgullo y la arrogancia; la sobreabundancia de narcisismo perjudicial; la frecuencia de violaciones y abusos sexuales, y el omnipresente sesgo egoísta. En el plano interpersonal, Gottman (1999) ha resumido su bibliografía sobre las parejas casadas, destacando la facilidad con que las parejas con problemas caen en percepciones negativas y distorsionadas, se comportan de manera inadaptada e incluso se desregulan fisiológicamente.

Todo esto puede ser visto como expresiones de nuestra naturaleza caída. En resumen, los humanos tenemos muchos problemas profundos e importantes. La psicología católica cristiana se resume brevemente en la tabla 5.2.

Tabla 5.2. La teología del Meta-Modelo y su relación con la psicología tradicional Cristiana Católica


Teología del Meta-Modelo
Creada Caída Redimida
Creada por Dios: a la imagen de Dios Caídas debido a nuestras acciones: la desobediencia de Adán y Eva y las consecuencias para las personas Redimida por Cristo: deber buscar y seguir a Cristo
Estado original: justicia, soledad, inocencia, felicidad Pecado original: vicios y sus numerosos efectos negativos Llamadas a: redención, santificación y comunión, así como a las virtudes teologales
Bondad intrínseca y gran valor de la persona; la vida como un don; unidad de la persona; deseo de realizarse; determinada por el orden moral y natural divino. La persona vivía en una unión continua con Dios, por lo que nuestra psicología cristiana católica original era una mezcla de psicología positiva natural (las virtudes) y una psicología trascendente Resultaron de la pérdida del contacto trascendente con Dios; nuestra motivación dominante se volvió egocéntrica. Los vicios expresan y simbolizan la naturaleza de la comprensión tradicional cristiana católica, fuente de gran sufrimiento humano. 1. Orgullo y vanidad 2. Envidia 3. Ira 4. Codicia 5. Pereza 6. Lujuria 7. Gula Llamadas por Cristo a amar a los demás; ayudadas por las virtudes (1-3 son trascendentes) y las vocaciones a la santidad, al estado de vida, al trabajo. Las virtudes son las tradicionales respuestas psicológicas cristianas católicas. 1. Fe 2. Esperanza 3. Amor (caridad) 4. Humildad 5. Sabiduría práctica (prudencia) 6. Justicia 7. Coraje 8. Autocontrol (templanza)

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Para una detallada y rica discusión de la psicología de los principales vicios, listados en la tabla 5.2., véase Dennis Okholm (2014).

La tabla 5.3. presenta una breve caracterización de cómo la psicología cristiana católica de la tabla 5.2. conecta o integra el Meta-Modelo con la psicología clínica secular existente. Cabe destacar que en la tabla 5.3. se observa la mayor utilidad científica de las caracterizaciones seculares de la mayoría de las patologías y sus tratamientos, que son más específicas y mejores para identificar los procedimientos de tratamiento. El presente Meta-Modelo reconoce y acepta de esta forma, mediante su integración, las muchas contribuciones valiosas y positivas de la psicología moderna secular. El vocabulario teológico y filosófico del modelo es, a menudo, demasiado generalista y abstracto para ser útil en el ámbito de la terapia, al menos hasta que se desarrolle en términos psicológicos claros, que es el objetivo de muchos otros capítulos del presente volumen.

Tabla 5.3. Patologías mentales tradicionales cristianas (vicios) y sus descripciones psicológicas contemporáneas


1. Orgullo y vanidad: egocentrismo, abandono de los demás, narcisismo, ansiedad 2. Envidia: odiar lo bueno de los demás, resentimiento, celos, ansiedad, depresión 3. Ira: violencia, odio interpersonal hacia los demás, ausencia de perdón, ausencia de respeto hacia los demás, odio hacia uno mismo 4. Codicia: injusticia, prejuicios egoístas, ansiedad 5. Pereza: indiferencia hacia los demás o hacia uno mismo, falta de compromiso, depresión, desesperación 6. Lujuria: despersonalización objetiva de los demás, violación, abuso sexual a niños 7. Gula: autoindulgencia, placer desmedido al comer, beber y en el uso de drogas, frecuentemente adictivas

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El Meta-Modelo no es simplemente un modelo teórico, también sirve de base para los enfoques cristianos católicos de la psicoterapia. Debido a su naturaleza integradora, el Meta-Modelo permite integrar las verdades contenidas en las teorías seculares de la personalidad existentes, o de incorporar en sí mismo las metodologías efectivas existentes de la terapia secular. Por supuesto, el Meta-Modelo permite rechazar algunas de las suposiciones o valores de una teoría determinada, o considerar no lícitos algunos aspectos de las metodologías terapéuticas, pero en general el Meta-Modelo, y el enfoque de la terapia que de él se deriva, requiere en realidad la integración. Por ejemplo, la terapia psicoanalítica, junguiana, adleriana, cognitivo-conductual y la terapia centrada en las emociones son ejemplos que se han utilizado, o pueden utilizarse, en el marco del Meta-Modelo. El primer objetivo de un enfoque cristiano católico de la psicoterapia es liberar a la persona de patologías y comportamientos disfuncionales que amenazan la libertad humana. Un segundo objetivo, que suele surgir cuando se acerca el final de la terapia, es animar al cliente a elegir libremente desarrollar las virtudes en el proceso de expresar sus compromisos vocacionales. Como se mencionó anteriormente, este enfoque cristiano católico de la práctica de la salud mental no busca influenciar religiosamente al cliente, sino que crea las condiciones de una mayor libertad, que más tarde puede ser utilizada por el cliente para entregarse a los demás y a Dios.

PARTE 2: EL APOYO DE LA PSICOLOGÍA SECULAR A LAS PREMISAS FILOSÓFICAS DEL META-MODELO

Comenzamos recordando las ocho propiedades o componentes filosóficos de la persona identificados en el Meta-Modelo. Estas propiedades son elementos fundamentales, que los católicos y cristianos utilizan en sus enfoques, y que identifican una comunidad de investigación formada en torno a una tradición filosófica narrativa. Entre los filósofos que han desarrollado esta comprensión se encuentran MacIntyre (1981, 1990) y Boyd (2007). Las propiedades son: 1) la persona es un todo, una unidad de cuerpo y alma; 2) la persona está llamada a realizarse a través de una triple vocación hacia la santidad personal, los estados vocacionales, con o sin votos (por ejemplo, casada), y el trabajo y servicio de apoyo a la comunidad y la sociedad; 3) la persona está motivada hacia su realización a través del crecimiento en las virtudes; 4) la persona es relacional, es decir, es significativamente el resultado de sus relaciones interpersonales a lo largo de su vida; 5) la persona tiene capacidades sensoriales-perceptivas-cognitivas; 6) la persona es emocional, es decir, las emociones influyen de forma importante en lo que somos; 7) la persona es racional, utiliza la razón y la inteligencia, y 8) la persona tiene voluntad, es una parte significativa que la hace libre, y por lo tanto la persona adulta es moralmente responsable de gran parte de su comportamiento. En el capítulo 2 ya se presentan el fundamento teológico, y especialmente filosófico, y la comprensión de estas propiedades.

Tal y como se muestra a continuación, todas estas propiedades ya cuentan con un apoyo significativo dentro del campo de la psicología existente; no obstante, el Meta-Modelo añade nuevas características o énfasis psicológicos importantes a cada propiedad, proporcionando así una integración o síntesis de todas ellas.

1. LA PERSONA ES COMPLETA, ES UNA UNIDAD

Esta suposición sobre la persona ha sido destacada por muchos teóricos de la personalidad. Es importante tener presente que este énfasis holístico, y no reduccionista, no niega que haya rasgos y componentes importantes, aspectos psicológicos o biológicos inferiores de la persona en su totalidad, pero afirma que, en la mayoría de los entornos, como durante la sesión de psicoterapia, la persona responde como un todo integrado. Esta propiedad holística nunca debe olvidarse, ni siquiera cuando se atiende a los resultados de los exámenes de una persona que miden aspectos de su personalidad o comportamiento.

La importancia del cuerpo

Dado que la persona es una unidad cuerpo-alma, el cuerpo biológico supone una contribución significativa para la persona y la personalidad. Todas las funciones psicológicas quedan influenciadas por nuestro cuerpo y se desarrollan en él. En general, las principales teorías psicológicas de la personalidad desarrolladas en el siglo XX ignoraban el cuerpo humano, especialmente las diferencias entre sexos, como factor significativo para comprender a la persona. Sigmund Freud es una excepción, ya que distinguió entre la psicología masculina y femenina, a través de los complejos de Edipo y Electra. No obstante, esta interpretación ha sido rechazada actualmente por la mayoría de los profesionales de la salud mental. Carl Jung también distinguió entre los arquetipos masculino (ánimus) y femenino (ánima), pero principalmente para atribuirlos al sexo opuesto y así destacar la personalidad unisex o andrógina.

El psicólogo William Sheldon (1940) fue una verdadera excepción a esta falta de interés de la psicología por el cuerpo. En la década de 1940, propuso tres tipos principales de cuerpo como determinantes de la personalidad. Los endomorfos, ectomorfos y mesomorfos, que equivalían más o menos a sobrepeso, muy delgado o musculoso, se identificaban midiendo la forma del cuerpo desnudo de una persona. La puntuación de una persona en estas tres medidas se relacionaba con varios rasgos de personalidad y comportamiento. El trabajo de Sheldon recibió algún apoyo empírico, pero ha caído en desgracia, sobre todo porque tales medidas en bruto ya no son vistas como sensibles a las muchas maneras en que los cuerpos humanos difieren. Además, su teoría era insensible a los efectos ambientales y de la experiencia en la formación de la personalidad. El modelo de Sheldon también se basaba únicamente en sujetos masculinos.

Los psicólogos aparentemente descuidaron la influencia del cuerpo debido a que se disponía de muy pocos conocimientos relevantes sobre este, así como a la actitud existente, en parte, debido a que era políticamente correcto considerar que no existían tales diferencias significativas. Como resultado, se asumió por defecto una interpretación unisex de la personalidad. Además, en el siglo XX, la tradición de los determinismos biológicos o corporales del comportamiento se asoció con interpretaciones conservadoras o no liberales, impopulares entre las gentes y la sociedad.

Sin embargo, en la actualidad existe una cantidad verdaderamente enorme de pruebas aceptadas de que el cuerpo es una parte inseparable de una persona y de la personalidad. Hay que considerar la enorme cantidad de pruebas que aporta la neurociencia sobre el desarrollo, y la posición relacionada con la teoría de la evolución. Véase, por ejemplo, la obra de David Buss (2008). Otra pequeña muestra de este material puede ayudarnos a traer a nuestra la memoria lo importante que ha sido este cambio. Daniel Siegel (2012) fue pionero en gran parte de esta comprensión de la mente en desarrollo a través de sus obras en «cómo las relaciones y el cerebro interactúan para dar forma a lo que somos». En la actualidad, existen importantes contribuciones a la neurociencia de las relaciones humanas (Cozolino, 2006) y a la neurociencia de la psicoterapia (Cozolino, 2010). Por ejemplo, desde hace bastante tiempo se sabe que la fisiología de la madre influye en el desarrollo del feto, pero los trabajos recientes demuestran que esas influencias van en ambos sentidos, ya que las células del feto migran a la madre para influir en su sistema inmunológico e incluso ayudar a reparar los órganos dañados de esta (véase Dawe, Tan, y Xiao, 2007; Khosrotehrani y Bianchi, 2005).

Junto con esta explosión de conocimiento de la neurociencia, se ha producido una gran cantidad de pruebas de importantes diferencias entre los sexos. Empezando, quizás, con Anne Moir y David Jessel (1991), esta investigación está ahora muy bien establecida. Pueden consultarse, por ejemplo, las obras que tratan sobre el cerebro femenino (2006) y masculino (2010) de Louann Brizendine; Steven Rhoads (2004) hizo otra contribución importante, así como Simon Baron-Cohen (2003). Más recientemente, los científicos han presentado una interpretación de que las diferencias de sexo se complementan entre sí de manera positiva y sinérgica. (Véase Allen, 2014, 2015; Ingalhalikar et al., 2014; Vitz, 2018; véase también el capítulo 9, «El hombre y la mujer»). Casi semanalmente se publican nuevos hallazgos sobre las diferencias biológicas en el mundo de la medicina.

Una importante conclusión, que se puede extraer de la asunción de la encarnación, está relacionada con algunos intentos hechos en el campo de la inteligencia artificial para modelar plenamente la inteligencia humana, que fracasarán salvo que incluyan también nuestro cuerpo. La inteligencia humana se basa en algo más que una inteligencia abstracta, numérica, del hemisferio izquierdo; incluye las emociones, que se encuentran en el hemisferio derecho, el cerebro medio e incluso en las zonas inferiores, así como nuestras capacidades sensoriales, perceptivas e imaginativas y quizás incluso órganos como el corazón. En resumen, para simular la mente humana, también hay que simular el cuerpo humano.

Una característica a menudo obviada sobre la plenitud es la integración de nuestras capacidades básicas, que hace que el significado o la interpretación sea intrínseca a la comprensión humana de la mayoría de las experiencias. Incluso los denominados «hechos» siempre se entienden en términos de nuestra visión del mundo. Y los valores surgen de la integración de la experiencia de la persona, e incluyen las emociones, la imaginación, la razón, la voluntad y las relaciones.

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