Un Meta-Modelo Cristiano católico de la persona - Volumen II

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Un Meta-Modelo Cristiano católico de la persona - Volumen II
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La psicología no es más que una de las principales tradiciones de sabiduría que han intentado comprender a la persona. Otras fuentes de sabiduría, como la antigua tradición filosófica occidental y la tradición teológica judeocristiana, con sus tres mil años de antigüedad, también han contribuido de manera significativa a nuestra comprensión de la persona. Colectivamente, estas tres tradiciones —psicología, filosofía y teología— ofrecen percepciones únicas y complementarias de la persona, y la exclusión de cualquiera de las tres disminuye o distorsiona nuestra comprensión de la naturaleza humana.

El objetivo principal de la presente obra es emplear estas tres tradiciones de sabiduría para conseguir desarrollar un marco integrador, sintético, integral y realista que permita comprender a la persona: el Meta-Modelo Cristiano Católico de la Persona (MMCCP). Y el objetivo final de la presente obra es demostrar cómo dicho Meta-Modelo puede enriquecer enormemente las ciencias psicológicas, así como la práctica de la salud mental.

Un Meta-Modelo Cristiano Católico de la Persona

Integración con la psicología y la práctica de la salud mental

Volumen II


Colección Razón Abierta

Comité Científico Asesor

Daniel Sada (Universidad Francisco de Vitoria)

Federico Lombardi S. J. (Fundación Joseph Ratzinger)

Stefano Zamagni (Universidad de Bolonia. Johns Hopkins University)

Paolo Benanti (Pontificia Universidad Gregoriana)

Andrew Briggs (Universidad de Oxford)

Rafael Vicuña (Pontificia Universidad Católica de Chile)

Javier Prades (Universidad Sán Dámaso)

© 2021 Paul C. Vitz, William J. Nordling y Craig Steven Titus de la edición

© 2021 Los autores de sus textos

© 2021 Editorial UFV

Universidad Francisco de Vitoria

editorial@ufv.es

Diseño cubierta: Cruz más Cruz

Primera edición: julio de 2021

ISBN volumen II edición impresa: 978-84-18746-30-7

ISBN volumen II edición digital: 978-84-18746-31-4

ISBN volumen II edición EPUB: 978-84-18746-35-2

ISBN obra completa edición impresa: 978-84-18746-32-1

ISBN obra completa edición digital: 978-84-18746-33-8

ISBN obra completa edición EPUB: 978-84-18746-36-9

Depósito legal: M-20499-2021

Impresión: Producciones Digitales Pulmen, S. L. L.

Este libro ha sido sometido a una revisión ciega por pares.


Esta editorial es miembro de UNE, lo que garantiza la difusión y comercialización de sus publicaciones a nivel nacional e internacional.

Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sin contar con autorización de los titulares de la propiedad intelectual. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (arts. 270 y ss. del Código Penal). El Centro Español de Derechos Reprográficos (www.cedro.org) vela por el respeto de los citados derechos.

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Impreso en España – Printed in Spain

Índice

PARTE III (CONT.)

APOYO FILOSÓFICO

13. SENSORIAL-PERCEPTIVA-COGNITIVA

Matthew R. Mcwhorter, Paul C. Vitz y Craig Steven Titus

14. EMOCIONAL

Christopher Gross, Craig Steven Titus, Paul C. Vitz y William J. Nordling

15. RACIONAL

Craig Steven Titus, Paul C. Vitz y William J. Nordling

16. VOLITIVA Y LIBRE

Craig Steven Titus, William J. Nordling y Paul C. Vitz

PARTE IV

APOYO TEOLÓGICO

17. CREADA A IMAGEN Y SEMEJANZA DE DIOS

Craig Steven Titus, Paul C. Vitz y William J. Nordling

18. CAÍDA

Craig Steven Titus, Matthew R. Mcwhorter y Christopher Gross

19. REDIMIDA

Matthew R. McWhorter y Craig Steven Titus

PARTE V

APLICACIONES TEÓRICAS Y CLÍNICAS DEL META-MODELO

20. PRINCIPIOS PARA LA FORMACIÓN

William J. Nordling, Harvey Payne y Craig Steven Titus

21. CONCEPTUALIZACIÓN DE CASOS: EL META-MODELO CRISTIANO CATÓLICO DE LA PERSONA COMO MARCO

Su Li Lee y William J. Nordling

22. FACTORES CURATIVOS DE LA PSICOTERAPIA DE GRUPO

Philip Scrofani y Margaret Laracy

23. CONTEXTUALIZANDO EL DSM-5. CONSIDERACIONES PARA ENRIQUECER EL DIAGNÓSTICO PSICOLÓGICO

Philip Scrofani y G. Alexander Ross

24. EVALUACIÓN PSICOLÓGICA

Frank J. Moncher y Philip Scrofani

25. LA VIRTUD EN LA PRÁCTICA DE LA SALUD MENTAL: UN ESTUDIO COMPARATIVO DE CASO

Frank J. Moncher y Craig Steven Titus

26. PSICOLOGÍA SOCIAL

G. Alexander Ross



13
Sensorial-perceptiva-cognitiva
MATTHEW R. MCWHORTER, PAUL C. VITZ Y CRAIG STEVEN TITUS

La persona forma un todo. En conjunto, las personas percibimos y comprendemos el mundo, a otras personas y a nosotros mismos. Cuando negamos que la persona sea una unidad cuerpoalma, hacemos una injusticia a la persona (capítulo 8, «Plenitud personal»). De la misma forma, provocamos una injusticia sobre la persona cuando negamos o descuidamos la exploración del conocimiento y la conciencia. Dado que las personas son multidimensionales, cometemos más injusticias cuando no reconocemos sus múltiples capacidades o cuando las subestimamos.

El presente capítulo analiza la gama de capacidades sensoriales-perceptivas-cognitivas que subyacen y contribuyen a nuestra comprensión humana. Se trata de un ejercicio de psicología filosófica clásica, que es una visión de la persona (antropología humana) sustentada por el pensamiento y los métodos que permiten una comprensión realista del mundo y de la vida humana (Aquino, 1273/1981; Aristóteles ca. 350 a. C./2000c; MacIntyre, 1999; Popper, 1983; Wojtyła, 1979). Siempre bajo el enfoque multidisciplinar y «multicapa» de comprensión de la persona que aporta el Meta-Modelo, tratamos de integrar los hallazgos de la neurociencia (Kolb y Whishaw, 2009; Siegel, 2012; et al.), para establecer así una interacción útil con la tradición realista. Esta visión filosófica y psicológica incorpora, por lo tanto, elementos de la neurociencia, así como una teoría realista del conocimiento y ejemplos aplicables a la práctica de la salud mental.

 

Comenzando por Gustav Fechner y Wilhelm Wundt en el siglo XIX, la psicología contemporánea adoptó una metodología experimental que permitía comprender las funciones sensoriales, perceptivas y cognitivas, así como las funciones emocionales básicas de la persona (Ashley, 2013b, pp. 21 y 22; Ashley, Deblois y O’Rourke, 2006, p. 137; Wundt, 1904). Partiendo de observaciones empíricas sobre la conducta y cognición humanas, este campo del conocimiento se ha interesado en especial sobre el análisis de las bases neurológicas de las capacidades mentales (sobre la orientación teórica de la neuropsiquiatría, véase Beck, 1979, pp. 8-9). No obstante, una tendencia habitual es tratar las experiencias humanas de la cognición y afecto simplemente como eventos neuroquímicos o como movimientos ascendentes, efectos emergentes que surgen del sustrato material y biológico de la persona (Murphy, 1998; Siegel, 2012; Życiński, 2006). En general, gran parte de la psicoterapia contemporánea procede del sesgo filosófico producido por el materialismo reductor (Ashley, 2013b, p. 25). Como formas extremas de esos enfoques reduccionistas y materialistas, los tratamientos farmacológicos pueden considerarse soluciones totalmente adecuadas para todos los trastornos psicológicos (Życiński, 2006). Pero, recientemente, los científicos han estado desarrollando importantes enfoques, no reductores, en los campos de la teoría, la investigación y la práctica de la salud mental (Beauregard y O’Leary, 2008; Enright y Fitzgibbons, 2014; Worthington, 2003; Worthington, 2005). La psicología positiva, gracias al énfasis que concede a la voluntad, ofrece otra perspectiva, no reductora (Peterson y Seligman, 2004).

En contraste con los enfoques estrictamente materialistas, lo que sigue es una consideración cristiana, no reductora, de las capacidades sensoriales, perceptivas y cognitivas de la persona, examinando no solo los aspectos materiales y fisiológicos de la persona, sino, a la vez, la mente y la conciencia de sí misma entendidas como no materiales o espirituales. Las actividades sensoriales-perceptivo-cognitivas pueden distinguirse de las capacidades intelectuales superiores de la persona, así como de la autoconciencia no material (Aquino, 1265/2001, 60.2). Si bien las sensaciones, percepciones y conocimientos contribuyen a la realización del ser humano, el examen de esas capacidades no basta por sí solo para explicar plenamente cómo y por qué las personas perciben y evalúan el mundo que les rodea e interactúan entre ellas. Mientras que el conocimiento humano comienza con las sensaciones, no obstante, no termina en ellas (capítulo 15, «Racional», y capítulo 16, «Volitiva y libre»).

En el presente capítulo se describe el primero de los cuatro pasos necesarios para analizar los tipos de conocimiento y afecto humanos. Los cuatro capítulos se dirigen a la persona como sensorial-perceptiva-cognitiva, emocional, racional, y volitiva y libre, reconociendo varias formas de conocer y amar. En este capítulo examinaremos detalladamente el carácter sensorial-perceptivo-cognitivo de la persona. Consideramos, en primer lugar, cómo las capacidades sensoriales de la persona nos permiten recibir e interactuar con el mundo exterior. A continuación, ofreceremos una breve descripción de las sensaciones particulares asociadas con cada uno de los cinco sentidos primarios. Seguidamente, examinaremos las actividades asociadas con capacidades perceptivas de orden superior, como el recuerdo y las evaluaciones básicas de la experiencia. En cuarto lugar, trataremos la cuestión de las disposiciones cognitivo-afectivas, ordenadas y desordenadas (o positivas y negativas) que resultan del condicionamiento de las capacidades perceptivas de orden superior (capítulo 14, «Emocional»). A lo largo de todo este capítulo analizamos cómo la dimensión sensorial-perceptivo-cognitiva de la persona permite interactuar en un encuentro activo con el mundo.

RECEPTIVOS AL MUNDO EXTERIOR

Las personas interactuamos con nuestro entorno físico y con toda la realidad a través de una jerarquía de capacidades. En el caso de la sensación, la actividad de cada capacidad sensorial constituye una actividad de la persona considerada como una unidad cuerpo-alma. La experiencia de sensación de la persona implica un cambio fisiológico determinado, como, por ejemplo, cuando los elementos de la retina responden al brillo y al color (De Anna, 2000, p. 48). Nuestras capacidades de percepción de orden superior, como capacidades fisiopsicológicas, reciben información del mundo físico circundante, reaccionan a él y se comprometen con él. Los receptores sensoriales especializados son únicos para cada capacidad sensorial y contribuyen a la realización de cada tipo de sensación particular (Kolb y Whishaw, 2009, p. 198). Estos receptores sensoriales pueden estar orientados exteroceptivamente a propiedades sensibles, que se encuentran fuera del cuerpo de la persona (como la forma de las cosas exteriores) o interoceptivamente, orientados a propiedades sensibles, fisiológicamente internas, en el cuerpo de la persona (como podría ser un dolor abdominal o de cabeza) (Kolb y Whishaw, 2009, p. 201). Los receptores de los sentidos están conectados con neuronas especializadas en el cerebro (Goldstein, 2010, pp. 26-27).

Las reacciones biofisiológicas instintivas a nivel reflejo (como la dilatación de la pupila del ojo con poca luz) actúan de manera prevolitiva (es decir, independiente del ejercicio de la voluntad). De manera similar, las inclinaciones naturales responden a sensaciones de los objetos en el mundo exterior alrededor de una persona. Entre ellas figuran la inclinación a la autopreservación (reacción a sensaciones de comida y bebida) y las inclinaciones que implican otras atracciones a objetos sensoriales (como las atracciones a otras personas en asociación con el disfrute del bien de la comunidad), que surgen antes del consentimiento de la voluntad. Algunas de estas inclinaciones naturales hacia las necesidades y bienes básicos disponibles en el mundo exterior son: a) comunes a todas las cosas (autoconservación); otras son: b) compartidas entre los seres humanos y otros animales (unión sexual y crianza de la descendencia); y otras son: c) propias de la naturaleza humana (inclinaciones naturales a conocer la verdad, especialmente sobre Dios, y a vivir con otros en una comunidad racionalmente ordenada, así como a apreciar la belleza) (Aquino, 1273/1981, I, 5.4 ad 1; I-II, 94.2; II-II, 145.2; Juan Pablo II, 1993, §51). El fracaso en el cumplimiento de estas inclinaciones propiamente humanas a través de la interacción con personas y objetos en el mundo exterior puede conducir a trastornos psicológicos. No obstante, esas inclinaciones suelen quedar ocultas bajo esos trastornos. Asimismo, estas inclinaciones subyacen a preceptos éticos, las vocaciones y las virtudes por las que estimulamos racionalmente la realización moral y espiritual (véase el apartado «Inclinaciones naturales, ley natural y norma personalista» en el capítulo 11, «Realizada en la virtud»).

LOS CINCO SENTIDOS PRIMARIOS

Los cinco sentidos primarios del cuerpo (visión, oído, olfato, gusto y tacto) a veces se denominan sentidos «externos». El término «externo» indica en este caso que tales sentidos permiten a la persona orientarse entre las propiedades de las cosas, que existen fuera de ella, en el entorno físico circundante. No obstante, estos sentidos primarios a veces implican sensaciones que son respuestas no solo a estímulos exteriores, sino también a estímulos que son fisiológicamente interiores al cuerpo de la persona (como el hambre) (Kolb y Whishaw, 2009, p. 201). Con el objetivo de realizar esa distinción, haremos referencia estrictamente a los cinco sentidos «primarios» y no a los sentidos «externos».

Cada uno de esos cinco sentidos primarios está orientado hacia un único tipo de propiedad sensitiva (Ashley, 2013b, p. 154). Ya sea debido a que la propiedad sentida sea externa al cuerpo (como por ejemplo, en el caso del sonido producido por una orquesta) o interna (dolor abdominal), son realidades dentro de las capacidades de los sentidos: la sensación implica conocer lo que está cerca de la persona «ahora mismo», en este momento temporal (Aquino, 1269/2005b, p. 158). Una propiedad sensible es una cualidad específica (por ejemplo, el brillo, el sonido, olor, sabor, temperatura o dolor), que afecta o actúa sobre la capacidad sensorial (Aquino, 1268/1994a, §§383-384; Macdonald, 2007, p. 346). La capacidad sensorial es directamente receptiva a esa cualidad sensible específica —o queda inmediatamente afectada por ella (Aquino, 1266/2005c, q. 13). El hecho de percibir una sensación es en sí mismo receptividad: «Sentir es quedar afectado de alguna forma» (Aquino, 1269/2005a, p. 185). Por ejemplo, cuando los receptores de substancias químicas están activados, activan parcialmente el gusto y el olfato; cuando los fotorreceptores están activados, activan parcialmente la visión (Bear, Connors y Paradiso, 2007, p. 252, p. 290). La «experiencia» de sensación, no obstante, sigue siendo un acontecimiento notable, con una calidad especial (sobre la consciencia básica o qualia 1, véase Vitz, 2017, y el capítulo 6, «La persona como capas integradas»), que trasciende nuestras explicaciones físicas de la actividad neurológica.

Se podría decir que cada elemento receptivo dentro de una capacidad sensorial está «naturalmente equipado» para actuar sobre una propiedad sensible específica, o sobre un estímulo sensorial específico (Aquino, 1268/1994a, §387). Tales propiedades sensibles producen sensaciones cuando las condiciones son apropiadas (Aquino, 1273/1981, I, 78.3 ad 2). La capacidad sensorial es en sí misma pasiva, frente a estas propiedades sensibles: «el objeto sensible imprime su semejanza al sentido» (Aquino, 1269/2005a, p. 198). La semejanza que se recibe mediante la sensación puede denominarse «impresión» (Aquino, 1269/2005a, p. 185). A veces, esto también se denomina intención sensorial (Aquino, 1273/1981, I, 78.3; Macdonald, 2007, pp. 347 y 348). Para subrayar el carácter dinámico de la capacidad sensorial, se podría hablar de su orientación intencional (Kenny, 1994, p. 34) o de su «direccionalidad», que se refiere a la forma en que la capacidad sensorial apunta hacia el estímulo que la activa (Tellkamp, 2007, p. 276).

Todo sentido primario sano dispone de una especie de certeza cognitiva con respecto a la propiedad sensible específica a la que está orientado. El conocimiento de un sentido primario saludable no puede ser «falso» cuando se considera en relación con la propiedad sensible que percibe (Aquino, 1268/1994a, §384, §630; Aristóteles, ca. 350 a. C./2000c, 427b13). Asimismo, el sistema de órganos fisiológicos que permite a una persona tener sensaciones puede sufrir en sí mismo una patología (por ejemplo, alucinaciones asociadas a la psicosis o al uso de drogas). Por consiguiente, las sensaciones de una persona pueden considerarse anormales en comparación con las sensaciones de otras personas cuyos sistemas orgánicos están bajo una norma aceptada de funcionalidad saludable. Asimismo, cualquier sentido primario puede resultar falible en la exactitud de su sensación cuando esa capacidad sensorial se utiliza de manera aislada en un intento de discernir una propiedad sensata común (como el intento de determinar la causa de un sonido utilizando solo el sentido del oído) (Aquino, 1268/1994a, §385).

Aunque podríamos decir que una impresión sensorial «representa» una propiedad objetiva de una realidad exterior (por ejemplo, la sensación del calor de un fuego), esto debe entenderse cuidadosamente para apreciar cómo las capacidades sensoriales de una persona le permiten experimentar la realidad del mundo que le rodea. Este es el punto de partida de la filosofía realista. Una impresión sensorial puede no concordar entre la capacidad sensorial y el objeto sentido, de forma que el último influya sobre el primero. Esta posición filosófica (llamada «realismo indirecto o representativo») es representada por el filósofo John Locke (2008) y contrasta con el realismo del Meta-Modelo Cristiano Católico de la persona. La posición de Locke queda abierta a la carga escéptica de que tal impresión de hecho oscurece o bloquea el acceso a la realidad, un defecto que eventualmente lleva al «fenomenalismo» y al antirrealismo, ejemplificado por el filósofo David Hume (BonJour, 2010, pp. 124-125; Sokolowski, 2008, pp. 157-161). Para el Meta-Modelo, la impresión sensorial individual forma la actividad misma de la sensación. En otras palabras, la impresión sensorial no es una entidad insertada entre el receptor sensorial y su objeto, sino que constituye la estructura de la sensación misma, una estructura que es realmente acorde con la propiedad sentida (Aquino, 1273/1981, I, 85.2; de Anna, 2000, pp. 48-49; Decaen, 2001, p. 186).

 

Es decir, existe un cierto tipo de unidad estructural entre la capacidad sensorial activada y la propiedad sensorial percibida (Aquino, 1273/1981, I, 87.1 ad 3). No obstante, la unidad o identidad que consideramos aquí es la identidad de la sensación, como identidad sentida o experimentada, estructural o codificada, no ontológica. En otras palabras, la capacidad de sentir no se vuelve ontológicamente idéntica a la propiedad real (no son un solo ser o una sola entidad), sino que solo se experimentan como idénticas (Aristóteles, ca. 350 a. C./2000c, 425b27-28; Aquino, 1268/1994a, §590; Esfeld, 2000, p. 327). La semejanza que se imprime en el sentido, aunque permite que la capacidad sensorial se unifique con la propiedad sentida, tiene su propio estatus ontológico, como estructura o código interno, distinto de esa propiedad real: la propiedad sensible existe realmente en la naturaleza, mientras que su semejanza, impresa en la capacidad sensorial, depende de la ocurrencia del estímulo real para su existencia (Aquino, 1268/1994a, §553; Aquino, 1269/2005b, p. 156; Haldane, 1983, p. 235, Tellkamp, 2007, p. 276). Cuando los elementos exteriores de una propiedad sensible se replican en un sentido primario como un código interno, el modo de ser que tienen esos elementos como replicados difiere de su existencia en la realidad objetiva (Aquino, 1268/1994a, §418; Burnyeat, 2001, pp. 132-133). De esta manera, es útil tener en cuenta que «todo lo que se conoce se conoce bajo la forma del conocedor» (Aquino, 1273/1981, I, 14.1 ad 3). En términos realistas, el estímulo externo es la realidad misma. La sensación es un código interior de la realidad externa. En este contacto, la realidad del estímulo está presente en la sensación codificada.

Asimismo, sigue siendo cierto que existe una verdadera unidad, estructuralmente codificada, que se produce entre la capacidad de los sentidos y la propiedad real de los sentidos. En otras palabras, los sentidos del cuerpo permiten conocer e interactuar con el mundo circundante, en su realidad. En el mismo momento de la sensación, la persona conoce la realidad presente, y la siente de tal manera que la experiencia cualitativa de esa sensación contiene en sí misma el contacto con la realidad. Es en este sentido como el presente enfoque para comprender las capacidades sensoriales y perceptivas ejemplifica un realismo filosófico. Si apelamos a los sucesos de ilusión o de identidad equivocada como motivos para dudar de la fiabilidad de los sentidos (véase Descartes, 1641/2000, p. 105), se podría reconsiderar que esos sucesos son más bien indicativos de un fracaso en el procesamiento humano de la sensación, a un nivel cognitivo superior, y no de un fracaso a nivel de la sensación. El hecho mismo de que una persona pueda llegar a reconocer que un juicio anterior es erróneo indica que tiene acceso a la realidad, lo que corrige su malentendido (para un análisis de esta observación como fundamento de un realismo científico, véase Popper, 1975, 1983; también Almeder, 1996). La realidad y la sensación de realidad son anteriores en el tiempo al pensamiento sobre la realidad.

Pasamos ahora a considerar brevemente cada uno de los sentidos primarios. El sentido de la visión o vista es principalmente un sistema exteroceptivo, orientado a propiedades sensibles, que se encuentran fuera del cuerpo de la persona (Kolb y Whishaw, 2009, p. 213). La visión es receptiva de propiedades sensibles singulares o discretas (como el brillo de un objeto), así como de propiedades sensibles comunes (como la forma y el tamaño). Los datos del sentido visual pueden ser a veces interoceptivos, como cuando la manipulación física del ojo produce sensaciones visuales interiores (por ejemplo, la experiencia con fosfenos) o cuando se sufren alucinaciones visuales. Las sensaciones de la vista se procesan en la región de la corteza visual del lóbulo occipital (Goldstein, 2010, pp. 26, 74).

El sentido del oído es también principalmente un sistema exteroceptivo, orientado a propiedades sensibles reales, que están fuera del cuerpo (Kolb y Whishaw, 2009, p. 213). El sentido del oído es receptivo a la propiedad discreta sensible del sonido, incluyendo cualidades auditivas como la estridencia o su contrario. Los sonidos pueden describirse en función de su tono, intensidad y timbre (Goldstein, 2010, pp. 264-268). El sentido del oído también puede ser a veces interoceptivo, como cuando se oye el desplazamiento del fluido interior (por ejemplo, en la trompa de Eustaquio), o como cuando se experimenta una transducción anómala (como en la patología del tinnitus —véase Bear, Connors y Paradiso, 2007, p. 376), o se experimentan alucinaciones auditivas, a veces precipitadas por las drogas, o por psicopatologías graves. Las sensaciones auditivas se procesan en la corteza auditiva, que se encuentra situada en el lóbulo temporal del cerebro (Goldstein, 2010, p. 26, pp. 280-281).

El sentido del olfato es receptivo a la propiedad sensible discreta del olor o del aroma, incluidas otras características asociadas como la acritud o la nocividad. Las sensaciones relacionadas con los olores se basan en el encuentro con partículas diminutas de la cosa sentida; estas se procesan en los cortex olfatorios (Goldstein, 2010, p. 364). Mientras tanto, las sensaciones relacionadas con el gusto —también basadas en pequeñas partículas de lo que se degusta— se reciben en el núcleo solitario (SN), situado en el tronco cerebral, y a continuación se transmiten al tálamo y se procesan en el lóbulo frontal del cerebro (Goldstein, 2010, pp. 368-367). El olor y el sabor están íntimamente interconectados.

La capacidad sensorial táctil o tacto es el sentido más penetrante y básico, y es común a todos los animales (Aquino, 1273/1981, I, 91.1 ad 3; Ashley, 2013b, p. 155; Goldstein, 2010; Kolb y Whishaw, 2009). Dado que esta capacidad sensorial se extiende a lo largo de todo el sistema nervioso, e incluye múltiples receptores en toda la piel, a veces se denomina también «sentido cutáneo» o «sistema cutáneo» (Goldstein, 2010, pp. 329 a 352). El sentido del tacto o hapsis (que implica sensaciones táctiles de presión y densidad) es solo una modalidad de este sistema multifacético, que también incluye la nociocepción (la sensación de dolor o de temperaturas incómodas) (Kolb y Whishaw, 2009, p. 213). El mismo sistema sensorial incluye asimismo el sentido propioceptivo de la persona, que implica la consciencia corporal general y la sensación de posición corporal en el espacio (Goldstein, 2010, p. 330). El tacto es único entre los cinco sentidos primarios, en el sentido de que responde a más de un tipo discreto de propiedades sensibles (por ejemplo, por medio del tacto percibimos tanto la presión como la temperatura) (Aquino, 1268/1994a, §384; Macdonald, 2007, p. 346). Las sensaciones táctiles se procesan en la corteza sensorial somática, situada en el lóbulo parietal del cerebro (Goldstein, 2010, p. 26; Ashley, 2013b, p. 155).