Kitabı oku: «Un Meta-Modelo Cristiano católico de la persona - Volumen II», sayfa 7

Yazı tipi:

REFORMANDO NUESTRAS EMOCIONES

Una vez que nuestras capacidades emocionales están bien o mal formadas —generalmente cuando somos jóvenes— es difícil cambiarlas. No obstante, como adultos, frecuentemente somos llamados a cambiarlas. Esto es especialmente necesario en el campo de la psicoterapia para el tratamiento de emociones como el odio, la ansiedad y la depresión. Las virtudes y los vicios, incluidos los relativos a nuestras capacidades afectivas sensoriales inferiores, alteran profundamente el carácter de las personas. Aristóteles (ca. 350 a. C./ 1941, 1152a30-34) y Aquino (1273/1981) comparan la «disposición operativa» de la virtud y el vicio con una especie de segunda naturaleza dirigida a la acción moral (I-II, 55.4). Aquino (1273/1981) afirma que una disposición «es como una segunda naturaleza, y aún se queda corta» (I-II, 53.1 ad 1). En el caso del vicio, existe esperanza cuando todavía existe la posibilidad de cambio hacia la virtud. Asimismo, una disposición parcialmente formada puede entenderse en un sentido como un carácter de la persona, menos permanente, más inestable y fácil de cambiar (Aquino, 1273/1981, I-II, 49.2 ad 3) que una disposición totalmente formada, que puede ser modificada, pero solo con esfuerzo.

Incluso mediante la ayuda de la gracia de Dios, el cambio es difícil para el individuo cuyas capacidades emocionales han sido desordenadas por el vicio. Aunque la gracia sana al pecador de los vicios, frecuentemente queda algún rastro de ese pasado, el comportamiento permanece aún en la persona por los efectos negativos producido por el vicio adquirido (Aquino, 1272/2005, a. 10 y 16). Cuando las disposiciones contrarias continúan obstaculizando al individuo para conseguir una vida bajo la gracia, este lucha contra sus emociones y se aferra a su pura fuerza de voluntad en lugar de experimentar la facilidad de una virtud bien establecida (Aquino, 1272/2005, a. 11 y 15).

Sherwin (2009) pone como ejemplo al venerable Matt Talbot como la materialización del tipo de persona que Aquino imagina cuando reconoce el poder y la naturaleza profunda del vicio. Talbot, un obrero irlandés, sufría de intemperancia; fue un alcohólico desde su adolescencia hasta su conversión a los veintiocho años. A partir de entonces, dejó el alcohol y dedicó su vida a Dios y al servicio de los pobres. A pesar de su conversión, su anterior estilo de vida le atraía y le daba instrucciones; recordó el sabor, el agradable estado mental que le aportaba, y a sus viejos amigos. Particularmente al principio de su nueva vida cristiana, sintió un fuerte deseo de beber y volver a sus antiguas prácticas. Aunque la gracia divina le aportó la virtud moral infusa de la templanza, las influencias de sus antiguas disposiciones viciosas adquiridas aún permanecen. A pesar de todo, y con la ayuda de la gracia de Dios durante un largo tiempo, fue capaz de superar incluso este deseo de su vida anterior (Sherwin, 2009).

Hallazgos relativamente recientes en el campo la neurociencia sobre la plasticidad del cerebro confirman las ideas de la ética de la virtud aristotélica-tomista sobre la dificultad de superar el vicio. Las investigaciones han demostrado que el cerebro «puede cambiar su propia estructura y función a través del pensamiento y la actividad» (Doidge, 2007, p. xix). Si bien parecería que este poder del cerebro facilitase la conquista del vicio, Doidge señala que «una vez que se produce un cambio plástico particular en el cerebro y se fija sólidamente, puede evitar que se produzcan otros cambios» (p. xx). Se refiere a este fenómeno como «la paradoja plástica» (Doidge, 2007, p. xx).

Para ilustrar la plasticidad del cerebro, Doidge (2007) pone como ejemplo el aumento desenfrenado de la pornografía en Internet y el correspondiente aumento de la adicción a la pornografía (pp. 103 a 109). Debido a que las neuronas que se disparan entre sí se conectan, los usuarios de pornografía envían imágenes a los centros de placer de sus cerebros (pp. 108-109). Con el tiempo, lo que antes les parecía sexualmente excitante, como el sexo con novias o cónyuges, se vuelve menos excitante. Tienen que llevar sus experiencias de pornografía a su relación sexual, recordando mientras tienen relaciones sexuales las imágenes que han visto. Con el tiempo, a medida que los usuarios se van sensibilizando a las imágenes contempladas, anhelan intensamente la pornografía y necesitan aún más imágenes gráficas para producir el mismo efecto, aunque en realidad no les guste la pornografía (pp. 108 y 109). En un lenguaje más tradicional, el usuario de pornografía ha abusado de su deseo sexual y él mismo ha construido el vicio de la lujuria en sí mismo. Su transformación requerirá que ignore el vicio producido por falta de control, y consiga el autocontrol que aporta la virtud de la castidad. Necesita progresar, reordenando en primer lugar su cognición para saber que la castidad es buena, mientras que la falta de control no lo es. Esto implica pasar del vicio de la lujuria a la decisión del autocontrol. A continuación, tendrá que reordenar su voluntad para conseguir tomar decisiones castas. Finalmente, también se ayudará adquiriendo un deseo casto (templanza, en particular castidad). A lo largo de esta transformación, sus cogniciones, elecciones y emociones desordenadas deberán ser modificadas para conseguir motivar y apoyar la virtud, en lugar de la lujuria.

Dado que este proceso es extremadamente difícil, la persona se verá muy favorecida por prácticas virtuosas y amigos, así como por diferentes formas de psicoterapia, incluida la terapia cognitiva-conductual (Ellis, 2004), la terapia experimental y la terapia centrada en las emociones (Greenberg, 2012; Greenberg y Johnson, 1988), así como por la misericordia y la gracia de Dios (Mattison, 2004, pp. 172-175; Mattison, 2008, pp. 87-90).

CONCLUSIÓN

El punto de vista católico comprende la importancia de la razón, la voluntad, las relaciones interpersonales y la gracia divina en la vida de las emociones. Disponemos de una capacidad limitada para controlar nuestras emociones particulares. Pero las emociones sí participan en la razón, ya sea: a) cuando una persona desea seguir libremente el control de la razón y desarrolla las disposiciones morales emocionales para hacerlo, o b) cuando los movimientos prevoluntarios espontáneos —que surgen de las disposiciones emocionales adquiridas— empujan a la razón. Las emociones son moralmente buenas o malas, en función de cómo participan y son influenciadas por la razón y la voluntad. En los Evangelios, la propia expresión de las emociones de Jesús, como la ira (Jn 2:15) y la pena (Jn 11:35), nos ofrecen un modelo de integración de la emoción, la razón y la voluntad (Gondreau, 2007, 2009; Titus, 2009). Recurriendo a la sabiduría de la tradición católica cristiana, el Catecismo de la Iglesia Católica (2000) asocia las emociones con el crecimiento en «la perfección moral [que] consiste en que el hombre sea empujado al bien, no solo por su voluntad sino también por su apetito sensible [las emociones], como en las palabras del salmo: «Mi corazón y carne cantan de alegría al Dios vivo» (Ps. 84:2, §1770).

BIBLIOGRAFÍA

Aquinas, T. (1947). Compendium theologiae (C. Vollert, Trad.). St. Louis, MO: Herder. (Obra original compuesta en 1268).

— (1981). Summa theologiae (English Dominican Province, Trad.). Westminster, MD: Christian Classics. (Obra original compuesta en 1273).

— (1993). Commentary on Aristotle’s Nicomachean Ethics (C. J. Litzinger, Trad.). Notre Dame, IN: Dumb Ox Books. (Obra original compuesta en 1272).

— (2003). On evil (R. Regan, Trad.). New York, NY: Oxford Univeristy Press. (Obra original compuesta en 1266-1272).

— (2005). Disputed questions on the virtues (E. M. Atkins & T. Williams, Eds.; E. M. Atkins, Trad.). Cambridge, United Kingdom: Cambridge University Press. (Obra original compuesta 1272).

Aristotle (1941). Nicomachean ethics. In R. McKeon (Ed.), The basic works of Aristotle (pp. 935-1112). New York, NY: Random House. (Obra original compuesta ca. 350 aC).

Arnold, B. M. (1960). Emotion and personality: Vol. 1. Psychological aspects. New York, NY: Columbia University Press.

— (2013). Healing for freedom: A Christian perspective on personhood and psychotherapy. Arlington, VA: The Institute for the Psychological Sciences Press.

Ashley, B. M., Deblois, J., & O’Rourke, K. D. (2006). Health care ethics: A Catholic theological analysis (5.ª ed.). Washington, DC: Georgetown University Press.

Augustine (1972). The city of God (H. Bettenson, Trad.). New York, NY: Penguin Books. (Obra original compuesta en 427).

— (1998). Confessions (H. Chadwick, Trad.). New York, NY: Oxford University Press. (Obra original compuesta ca. 397).

Barad, J. (1991). Aquinas on the role of emotion in moral judgement and activity. The Thomist, 55(3), 397-413.

Beck, A. T. (1979). Cognitive therapy and the emotional disorders. New York, NY: Plume.

Blai, A. C. (2017). Possession, exorcism and hauntings. Steubenville, OH: Emmaus.

Brennan, R. E. (1941). Modern psychology and man. The Thomist: A Speculative Quarterly Review, 3(1), 8-32.

Brizendine, L. (2007). The female brain. New York, NY: Broadway Books.

— (2010). The male brain: A breakthrough understanding of how men and boys think. New York, NY: Three Rivers Press.

Catechism of the Catholic Church (CCC) (2.ª ed.). (2000). Vatican City, Vatican: Libreria Editrice Vaticana.

Cessario, R. (2001). Introduction to moral theology. Washington, DC: The Catholic University of America Press.

Cessario, R. (2002). The virtues, or the examined life. New York, NY: Continuum International Publishing.

Damasio, A. R. (1994). Descartes’ error: Emotion, reason, and the human brain. New York, NY: Putman.

Descartes, R. (1989). The passions of the soul (S. Voss, Trad.). Indianapolis, IN: Hackett. (Obra original compuesta en 1649).

DeYoung, R. K., McCluskey, C., & Van Dyke, C. (2009). Aquinas’s ethics: Metaphysical foundations, moral theory, and theological context. Notre Dame, IN: University of Notre Dame Press.

Dickens, C. (1989). A tale of two cities. New York, NY: Bantam Classics. (Obra original publicada en 1859).

Dixon, T. (2003). From passions to emotions: The creation of a secular psychological category. Cambridge, United Kingdom: Cambridge University Press.

Doidge, N. (2007). The brain that changes itself: Stories of personal trimuph from the frontiers of brain science. New York, NY: Penguin Books.

Ekman, P. (1992). An argument for basic emotions. Cognition and Emotion, 6, 169-200.

Elliott, M. A. (2006). Faithful feelings: Rethinking emotion in the New Testament. Grand Rapids, MI: Kregel Publications.

Ellis, A. (2004). The road to tolerance: The philosophy of rational emotive behavior therapy. New York, NY: Prometheus Books.

Evans, D. (2001). Emotion: The science of sentiment. Oxford, United Kingdom: Oxford University Press.

Evans, D., & Cruse, P. (Eds.). (2004). Emotion, evolution, and rationality. Oxford, United Kingdom: Oxford University Press.

Frankl, V. E. (1959). Man’s search for meaning. New York, NY: Washington Square Press.

Frijda, N. H. (1986). The emotions. Cambridge, United Kingdom: Cambridge University Press.

Fritz-Cates, D. (2009). Aquinas on the emotions: A religious-ethical inquiry. Washington, DC: Georgetown University Press.

Gallagher, T. M. (2005). The discernment of spirits: An Ignatian guide for everyday living. New York, NY: Crossroad.

Gilligan, C. (1982). In a different voice: Psychological theory and women’s development. Cambridge, MA: Havard University Press.

Gondreau, P. (2007). The passions and the moral life: Appreciating the originality of Aquinas. The Thomist, 71(3), 419-450.

— (2009). The passions of Christ’s soul in the theology of St. Thomas Aquinas. Scranton, PA: University of Scranton Press.

— (2013). Balanced emotions. In R. Cessario, C. S. Titus, & P. C. Vitz (Eds.), Philosophical virtues and psychological strengths: Building the bridge (pp. 139-200). Manchester, NH: Sophia Institute Press.

Goleman, D. (2005). Emotional intelligence: Why it can matter more than IQ (2.ª ed.). New York, NY: Bantam Books.

Greenberg, L. S. (2012). Emotions, the great captains of our lives: Their role in the process of change in psychotherapy. American Psychologist, 67(8), 697-707.

Greenberg, L. S., & Johnson, S. M. (1988). Emotionally focused therapy for couples. New York, NY: Guilford.

Hartel, J. (1993). Femina ut Imago Dei in the integral feminism of St. Thomas. Rome, Italy: Gregorian and Biblical Press.

Hobbes, T. (1994). Leviathan (E. Curley, Ed.). Indianapolis, IN: Hackett. (Obra original compuesta en 1651).

Hume, D. (2000). A treatise of human nature (D. F. Norton & M. J. Norton, Eds.). New York, NY: Oxford University Press. (Obra original compuesta en 1740).

John of Damascus (1958). An exact exposition of the orthodox faith. In F. H. Chase, Jr. (Trad.), Writings (pp. 165-406). Washington, DC: The Catholic University of America Press. (Obra original compuesta ca. 745).

Kahneman, D. (2011). Thinking, fast and slow. New York, NY: Farrar, Straus and Giroux.

Kant, I. (1996). The metaphysics of morals (M. Gregor, Ed. & Trad.). Cambridge, United Kingdom: Cambridge University Press. (Obra original compuesta 1797).

LeDoux, J. (1998). The emotional brain: The mysterious underpinnings of emotional life. New York, NY: Simon & Schuster.

Lewis, C. S. (1961). A grief observed. New York, NY: HarperCollins.

Lhermitte, J. (2013) True or false possessions? How to distinguish the demonic from the demented. Manchester, NH: Sophia Institute Press.

Linehan, M. M. (1993). Skills training manual for treating borderline personality disorder. New York, NY: Guilford.

Lombardo, N. (2011). The logic of desire: Aquinas on emotion. Washington, DC: The Catholic University of America Press.

Loughlin, S. (2001). Similarities and differences between human and animal emotion in Aquinas’s thought. The Thomist, 65(1), 45-65.

MacIntyre, A. (2007). After virtue: A study in moral theory (3.ª ed.). Notre Dame, IN: University of Notre Dame Press.

Mattison, W. (2004). Virtuous anger?: From questions of vindicatio to the habituation of emotion. Journal of the Society of Christian Ethics, 24(1), 159-179.

— (2008). Introducing moral theology: True happiness and the virtues. Grand Rapids, MI: Brazos Press.

Mayer, J. D., & Salovey, P. (1989). Emotional intelligence. Imagination, cognition, and personality, 9(3), 185-211.

Miner, R. (2009). Thomas Aquinas on the passions: A study of Summa theologiae Ia2ae 22-48. Cambridge, United Kingdom: Cambridge University Press.

Peterson, C., & Seligman, M. E. P. (2004). Character strengths and virtues: A handbook and classification. New York, NY: Oxford University Press.

Pinckaers, S. (2005). Reappropriating Aquinas’s account of the passions. In J. Berkman and C. Titus (Eds.), The Pinckaers reader: Renewing Thomistic moral theology (pp. 273-287). Washington, DC: The Catholic University of America Press.

Rhoads, S. E. (2004). Taking sex differences seriously. San Francisco, CA: Encounter Books.

Scarantino, A. (2016). The philosophy of emotions and its impact on affective science. En L. F. Barrett, M. Lewis, & J. M. Haviland-Jones (Eds.), Handbook of emotions (4.ª ed., pp. 3-48). New York, NY: Guilford Press.

Sherman, N. (1997). Making a necessity of virtue: Aristotle and Kant on virtue. Cambridge, United Kingdom: Cambridge University Press.

Sherwin, M. S. (2009). Infused virtue and the effects of acquired vice: A test case for the Thomistic theory of infused cardinal virtues. The Thomist, 73(1), 29-52.

Shields, S. A., & Kappas, A. (Eds). (2006). Magda. B. Arnold’s contributions to emotion research and theory. London, United Kingdom: Psychology Press.

Siegel, D. (2012). Interpersonal neurobiology. New York, NY: Norton.

Sokolowski, R. (1982). The God of faith & reason: Foundations of Christian theology. Washington, DC: The Catholic University of America Press.

Sripada, C., & Stich, S. (2004). Evolution, culture, and the irrationality of emotions. In D. Evans & P. Cruse (Eds.), Emotion, evolution, and rationality (pp. 113-158). Oxford, United Kingdom: Oxford University Press.

Solomon, R. (1993). The passions: emotions and the meaning of life (2.ª ed.). Indianapolis, IN: Hackett.

Teske, J. A. (2003). The social construction of the human spirit. In N. Gregersen, W. Drees, & U. Görman (Eds.), The human person in science and theology (189-212). Edinburgh, Scotland: T&T Clark.

Titus, C. S. (2009). Passions in Christ: Spontaneity, development, and virtue. The Thomist, 73(1), 53-87.

Vitz, P. C. (2018). Addressing moderate interpersonal hatred before addressing forgiveness in psychotherapy and counseling: A proposed model Journal of Religion and Health, 57(2), 725-737.

Wojtyła, K. (1979). The acting person (A. Potocki, Trad.; Tymieniecka, A.-T., Ed.). Boston, MA: D. Reidel. (Obra original publicada en 1969).


15
Racional
CRAIG STEVEN TITUS, PAUL C. VITZ Y WILLIAM J. NORDLING

La humanidad ha sido identificada a través de sus logros, y sus logros se han identificado con la razón o la inteligencia. Los principales logros de la inteligencia incluyen el lenguaje sintáctico y las herramientas complejas, las diferentes culturas y el arte, la literatura y las historias, así como los avances tecnológicos y los descubrimientos científicos, los progresos económicos y médicos, y los avances terapéuticos. Estos logros están enraizados en el instinto y los impulsos, así como en la intuición y la inteligencia racional. A un nivel más personal y oculto, los logros de la humanidad también se encuentran en la autocomprensión de cada persona, así como en las relaciones interpersonales, especialmente con la familia, los amigos y la comunidad. Por supuesto, existe asimismo un lado negativo en la historia humana, como en el caso de las guerras e injusticias, o de la indiferencia hacia los necesitados, o de los prejuicios contra ciertas razas y culturas, o en la falta de miras amplias a nivel personal, familiar y comunitario. Afirmar que los humanos son racionales e inteligentes no niega la presencia de la ignorancia o de esquemas cognitivos distorsionados, por ejemplo, los impulsos narcisistas, o de envidia o agresividad, que no están de acuerdo con la razón. Nuestra propia capacidad de identificar tanto los logros como los fracasos, está asimismo arraigada en la inteligencia racional humana.

Entre las cuestiones que se abordan en el presente capítulo y en el resto del volumen, se encuentra el argumento de que la dimensión intelectual de la experiencia humana se basa, en gran medida, e incluso depende en cierto modo, en dimensiones sensoriales-perceptivas-cognitivas y emocionales de la inteligencia y que, incluso, se basa en niveles no conscientes, así como en experiencias interpersonales. Simultáneamente, ni lo intelectual ni lo sensorial pueden reducirse el uno al otro (véase tabla 15.1. y los capítulos 13, «Sensorial-perceptiva-cognitiva», y 14, «Emocional», en las dos celdas inferiores de la tabla 15.1., así como el capítulo 16, «Volitiva y libre», que corresponde a la celda superior derecha). En particular, la capacidad de la persona para conocer y amar espiritualmente distingue la cognición intelectual (la capacidad de la mente para comprender, saborear y conocer) del afecto intelectual (la capacidad para elegir, amar y hacer justicia), y ambos se distinguen de la cognición y la emoción sensorial-perceptiva. No obstante, todas estas capacidades existen bajo el concepto de persona única y unificada. En el siguiente capítulo, sobre la persona como volitiva y libre, nos centraremos en el afecto intelectual, es decir, el corazón o la voluntad. Observando que la persona es racional y explicando cómo se desarrolla, el presente capítulo estudia otro aspecto significativo del paradigma multidimensional de la persona bajo el Meta-Modelo Cristiano Católico, esto es: la persona no puede ser entendida sin contemplar su unidad o totalidad.

En el presente capítulo abordaremos en primer lugar la dimensión cognitiva intelectual de nuestras inclinaciones naturales, que alimentan nuestra capacidad de razón y de conocimiento de la verdad. Estas se expresan en conexión con nuestras inclinaciones biopsicosociales, a veces inconscientes, hacia el conocimiento. En segundo lugar, abordaremos la naturaleza de los objetos de conocimiento y cómo contribuyen a nuestra realización. Asimismo, estudiaremos el contexto de los conocimientos y recuerdos autoconscientes, preconscientes e inconscientes, contextualizando el debate en términos de fuentes emergentes (biológicas; de abajo arriba) y supervenientes (espirituales; de arriba abajo) (Aquino, 1273/1981, I 79.3 y 84.1; Aquino, 1268/1994a, §397; Ashley, 2006, p. 434). En tercer lugar, distinguiremos cómo la cognición humana varía, desde lo sensorial-perceptivo hasta lo intelectual, con especial consideración de la influencia de la gracia, especialmente sobre el conocimiento infundido, como la fe. En particular, tomaremos en consideración cómo la razón humana busca la verdad en medio de los actuales desafíos del relativismo. A continuación, las creencias se presentan como el conocimiento, con asentimiento volitivo, que puede manifestarse en creencias cotidianas así como en la creencia última, o religiosa. En las dos secciones siguientes de este capítulo estudiaremos el autocontrol, el razonamiento práctico (la virtud de la prudencia), junto con sus virtudes asociadas, opuestas al vicio, así como la influencia que los principios cristianos y la gracia tienen en el razonamiento moral práctico y en la acción. Por último, identificaremos la fuente de la belleza, su singularidad y capacidad para revelar la realidad e invitar a la contemplación. Este capítulo, junto con el resto del volumen, presenta asimismo un marco básico o filosófico que permite comprender la inteligencia y razón humanas a la luz de la persona, considerada como una unidad espiritual cuerpo-alma y realizada a través de sus vocaciones y virtudes. Interpersonalmente relacional, sensorial-perceptiva-cognitiva y emocional, así como volitiva y libre (en la figura 15.1. se presentan los datos en su contexto, así como las relaciones que se establecen con el conjunto de las premisas basadas en la razón aportadas por el Meta-Modelo).

TABLA 15.1. Estructura de las capacidades humanas correspondientes a las premisas filosóficas del MMCCP


Copyright © 2019 Universidad de la Divina Misericordia.

Quedan reservados todos los derechos.