Kitabı oku: «El fin del dragón», sayfa 2
Ya con las cantidades necesarias, el hombre, además de la puerta de madera, crea un horno de piedra y un cofre de madera, para cocinar las chuletas de cerdo y para guardar y ordenar todos los materiales que ha conseguido, respectivamente.
En cuanto la oscuridad comienza a cubrir por completo el interior de la cueva, el hombre rápidamente coloca la puerta de madera en la entrada, empotrándola contra la roca, y enseguida intenta encender el horno para poder iluminar la cueva…, aunque hasta ahora olvidaba dos cosas muy importantes: ¿cómo prenderá el fuego? y ¿cómo lo mantendrá sin combustible alguno en el horno? No tenía idea de cómo conseguir lo que en su cabeza parecía irrelevante. Pero en este momento de desesperación, inhibiendo su razonamiento, introduce todos los materiales que tiene dentro del horno hasta colmarlo… Sorpresivamente, en cuanto lo hace, una gran llama se produce de forma espontánea en el interior del horno de piedra, algo que deja al hombre sin palabras y lo hace retroceder, pues ahora tiene fuego sin la necesidad de generar alguna chispa o energía que encendiera las llamas, aunque también por el inesperado fogonazo que casi le quema el poco vello facial que tiene.
Ahora el hombre dispone de luz y calor, aunque, intrigado sobre qué es lo que mantiene el fuego con vida, observa fijamente el interior del horno, descubriendo así que el combustible que se está consumiendo son los palos, tablones de madera y troncos, aunque también hay algo más que parece estar liberando chispas…, algo delgado y aplanado que no deja de producir un sonido como el de la bestia explosiva… “¡Las chuletas de cerdo!”, reconoce; mismas que metió descuidadamente junto con todo lo demás, por lo que, al momento en el que se percata de su error, sin pensarlo dos veces, mete las manos al fuego y saca la carne cruda…, que ahora ya no está del todo cruda, además de la piedra, tierra y demás objetos que introdujo, para mantener el fuego controlado y que no se extinga. Ahora bien, coloca las chuletas en la parrilla de la parte superior del horno, cocinándose así uniformemente, mientras que al mismo tiempo la cueva se cubre de luz y calor agradables, pero solo por poco tiempo, ya que, lamentablemente, la madera no dura mucho tiempo como combustible para mantener el fuego encendido, y en cuestión de pocos minutos solo quedan brasas. Para ello, solo habría que meter más tablones, solo que, antes que quemar toda la madera que tiene, el hombre piensa que tal vez podría utilizar las herramientas de madera que había creado anteriormente, ya que, de cualquier manera, después podría crear nuevas, e incluso podría hacerlas de piedra.
Y así fue como a duras penas el hombre pudo mantener el fuego el tiempo suficiente para poder cocinar totalmente la carne del cerdo salvaje, aunque también, gracias a la calidez que el horno irradiaba y al cansancio que acumuló, poco a poco va cerrando sus ojos…, hasta quedar completamente dormido, recostado y encogido sobre sí mismo en el frio suelo de la cueva…, sin darse cuenta de que el fuego solo duraría unos pocos minutos más luego de quedarse dormido…
Al despertar, el hombre abre lentamente sus ojos con la esperanza de aparecer en el lugar al que pertenece…, deseando que todo lo sucedido haya sido solo un mal sueño… Pero nada ha cambiado. Todavía sigue en la cueva… Aunque esto no lo deprime, porque significa que lo que hizo no fue en vano; quizá realmente este es el lugar al que pertenece… Tal vez después pueda responderse quién es en verdad, pero por ahora solo queda levantarse y retomar sus actividades de supervivencia.
Ya completamente despierto, se asoma por las ventanillas de la puerta de madera, y se da cuenta de que la noche ya ha transcurrido, así que decide salir al exterior. No sin antes asegurarse de que no hay peligro afuera y de tomar la carne de cerdo cocinada del horno de piedra con una gran felicidad en el rostro, así como el horno de piedra, la mesa de trabajo, el cofre y la puerta de madera.
Luego de salir al exterior y sin peligro a la vista, el hombre se prepara para este nuevo día, esta vez con el objetivo de explorar sus alrededores. Por lo tanto, para comenzar con la exploración, empieza por determinar en qué dirección ir. Aunque en este momento divisa a lo lejos a una criatura idéntica a la que explotó detrás de él el día anterior, y, además, bajo la sombra de un árbol un poco más lejos alcanza a ver una silueta blanca, delgada y, aparentemente, del mismo tamaño y forma que él, pero lo extraño es que dicha criatura no parece tener piel…, ni siquiera carne, literalmente es un esqueleto viviente. Más curioso aún, aquel esqueleto, además de moverse en dos pies sin problema alguno, sostiene un objeto con una de sus extremidades superiores, mismo al que, después de verlo detenidamente, reconoce como un arco. ¡Un esqueleto vivo con un arma de ataque a larga distancia! Al darse cuenta, el hombre queda atónito, aunque tan solo por unos segundos, ya que, en el instante en el que se percata de la presencia de aquel monstruo, nuevamente su libro muestra una página con información específica acerca del esqueleto, llamándolo “Arquero esquelético” (o solo “esqueleto”, para los amigos), junto con una breve descripción: “No tiene carne ni cerebro, pero no quieras tomarle el pelo, pues precisión con el arco le sobra, la cual le funciona muy bien, ya que ataca desde las sombras… y muy pocos lo prevén.”.
Luego de leer la poca información que le proporciona el libro, el hombre, intimidado, regresa a la seguridad de la cueva para pensar un momento sobre qué debería hacer ahora, pues sabe que no tiene posibilidad alguna de sobrevivir si se encuentra de frente con una bestia explosiva o un esqueleto ¡armado!, y mucho menos contra los dos al mismo tiempo.
Dominado por el miedo, no tiene más opción que quedarse en la cueva hasta que los monstruos se marchen lejos de su guarida. Pero pronto, la desesperación por estar mucho tiempo en la cueva sin poder hacer algo de provecho lo motiva a pensar en qué otra cosa podría hacer además de esperar. Entonces, se le ocurre que sería una buena idea picar más allá de la cueva, y así conseguir más piedra, y quizás encuentre algo nuevo o, incluso, otra forma de salir al exterior. Por lo tanto, vuelve a colocar los “muebles” de su hogar provisional, y, a pesar de que ya conoce las recetas para crear herramientas de piedra, crea un par de picos de madera, ya que gastó la mayoría de la piedra que consiguió haciendo el horno de piedra, y antes que acabar con la que le queda, piensa que lo mejor sería primero conseguir más. Así que de inmediato comienza a picar en una de las paredes de roca.
No obstante, luego de picar durante un rato, el hombre se topa con unas manchas negras incrustadas en algunas rocas, y al tratarse de algo nuevo e intrigante, no duda en golpear esas extrañas manchas oscuras con su pico, pero tan solo al primer golpe su pico de madera se destruye, siendo este el segundo de los dos picos que había hecho, aunque por lo menos pudo conseguir bastante piedra, misma con la que ahora puede crear tantos picos de piedra como quiera. Sin embargo, por el momento solo crea uno, además de una espada de piedra mucho más resistente y eficiente que la de madera, aprovechando la oportunidad.
Ya con el pico de piedra, enseguida lo estrena picando las manchas negras, las cuales resultan ser pequeñas rocas oscuras de un mismo mineral, mismas que va descubriendo con mayor facilidad y rapidez gracias al pico de piedra, hasta separarlas por completo de la roca natural, desprendiéndose así varias piezas de diferentes formas y tamaños. Justo cuando el hombre levanta uno de estos minerales del suelo, su libro lo reconoce como “Carbón mineral”, mostrando en una de las páginas una nueva receta para crear “Antorchas”, utilizando carbón y palos de madera, y sin la necesidad de recurrir a la mesa de trabajo. Además, después de recoger todo el carbón y disponerse a picar lo demás que faltaba, observa, del hueco que hizo, unas pequeñas esferas brillantes de tonalidades verdes cambiantes y muy llamativas. Por curiosidad, extiende su mano lentamente para tomar uno de los peculiares orbes, pero en cuanto lo hace, de alguna manera, todos comienzan a moverse hacia él por cuenta propia, y por la reacción tan repentina, retrocede y cae de espaldas por miedo a estas esferas, aunque estas no se detienen y continúan acercándosele, hasta que, sorpresivamente, todas son “absorbidas” por su cuerpo y desaparecen sin dejar rastro alguno.
A pesar del inquietante incidente, lo extraño es que a simple vista no hubo cambio físico alguno en el hombre, quien, muy sorprendido, busca a aquellos orbes brillantes por todas partes…, mas no encuentra ninguno.
Cuando el susto pasa, el hombre se levanta del suelo y vuelve a intentar picar el carbón que todavía queda entre la pared de roca, aunque temeroso al no saber qué más pudiese pasar. Y al igual que antes, además de carbón, también se desprenden más esferas brillantes de la roca natural, que igualmente son absorbidos por su cuerpo, mismo que sucede cada vez que pica más de este mineral, y en cada ocasión tanto el tamaño como la cantidad de los orbes varían, llegando el punto en el que ya no se sorprende por el comportamiento tan extraño de estas… cosas. Aunque todavía más extraño, él cree ya haber tenido una experiencia así, como si esta no hubiera sido la primera vez que se relaciona con estas esferas, asegurando que las obtuvo de una forma diferente en algún otro momento, ya que recuerda haber tenido la misma sensación que ahora, concretamente, cuando sacó las chuletas de cerdo cocinadas del horno de piedra. Además, cree que ese debe ser el único momento y de mayor sentido en el que pudo haber conseguido más de estos orbes sin darse cuenta, pues en ese momento todavía se encontraba somnoliento. Así que lo más probable es que al cocinar también aparezcan estas esferas intangibles y curiosas, aunque solo es una mera especulación de él. Realmente, la única forma de estar seguro de lo que cree sería comprobándolo, pero por ahora deja de lado este tema y decide usar una parte del carbón que consiguió para crear unas cuantas antorchas e iluminar la cueva, y la otra parte la guarda para otra necesidad.
Para probar la funcionalidad de las antorchas, el hombre procede a colocar una en la cueva, aunque es justo en este momento cuando se da cuenta de que no tiene cómo encenderla, lo cual es un gran problema. No obstante, este imprevisto se soluciona por sí solo, ya que, justo cuando toma la antorcha con su mano, esta se prende en llamas de manera instantánea, al igual que como sucedió con el horno de piedra.
Posteriormente, ahora con una fuente de luz manipulable, el hombre avanza con mayor confianza picando la roca durante un largo tiempo, encontrando así un poco más de carbón, pero también un nuevo mineral adherido a la roca, casi con las mismas características que el carbón, solo que este es de tonalidad café claro. Además, al picarlo, dicho mineral no se separa totalmente de las rocas, al contrario de como sucede con el carbón. De cualquier manera, el hombre logra picarlo, aunque sin poder deshacerse por completo de las rocas que lo cubren. Aun así, es suficiente para que el libro lo identifique, mencionando que se trata de “Mineral de hierro”, con el cual, por alguna razón, no se puede crear absolutamente nada, o al menos el libro no muestra algo relacionado, intuyendo el hombre que lo más probable es que se deba a que el objeto principal está mezclado con la roca. He ahí el dilema. Pero si ese es el verdadero problema, ¿cómo podría separar la roca del mineral? Luego de pensarlo con detenimiento, lo único que se le ocurre, al no poderse valer de la mesa de trabajo para transformar el objeto en cuestión, según lo indica el libro, es recurrir al horno de piedra como su última opción, con el fin de extraer el mineral por medio de calor, aunque por ahora decide guardar el mineral de hierro obtenido y seguir picando por si encuentra algún otro objeto nuevo. Sin embargo, su actividad se interrumpe tan pronto se le rompe el pico de piedra, habiendo conseguido todavía un poco más de carbón y otros dos minerales de hierro más, mismos que le sirvieron para comparar su extracción y darse cuenta de que, a diferencia del carbón, de estos no aparecen más orbes brillantes, lo cual le resulta un poco extraño, aunque aun así sigue sin comprender la utilidad de esos objetos, así que no le toma mucha importancia.
Una vez el pico de piedra está destruido, el hombre se da cuenta de que ya no tiene más tablones de madera ni troncos para hacer más, por perder una gran parte cuando intentó encender el horno; tan solo algunos palos de madera que alcanzan apenas para un pico de piedra nuevo y otra antorcha más. Siendo así, utiliza los palos para crear otro pico de piedra, pero no para seguir picando, sino para tenerlo listo cuando tenga que necesitarlo de nuevo, pues, considerando que ya ha paso bastante tiempo bajo tierra, decide salir a la superficie de una vez por todas. Entonces, enseguida echa un vistazo hacia el exterior, reconociendo que no hay ningún peligro a la vista y que aún queda mucha luz del día por delante. Por lo cual, recoge todas sus cosas de la cueva y sale con toda confianza, teniendo en mente explorar el territorio en el que se encuentra. Pero antes, por curiosidad, voltea hacia el lugar donde había visto al esqueleto al amanecer, en donde, extrañamente, solo ve los que parecen ser huesos en el suelo; sin olvidarse tampoco de la bestia explosiva, de la cual no hay rastro alguno.
Sea lo que sea que haya sucedido con aquellos monstruos, el hombre no se preocupa más por eso, sino en aprovechar la luz del sol para ser productivo. Entonces, comienza por conseguir una gran cantidad de recursos, suficientes para poder construir un hogar en mejores condiciones que su refugio en la cueva, principalmente madera, aprovechando, en cuanto puede, para hacer un hacha de piedra, la cual mejora aún más el proceso de tala de los árboles. Al mismo tiempo, va recorriendo la zona en busca de un lugar adecuado para cimentar su casa.
Después de un largo rato rondando por el campo y talando más árboles, el hombre por fin llega a una zona mayormente llana y sin tantos árboles, perfecto para construir una casa. Además, ve unas cuantas gallinas corriendo por los alrededores. Sin duda, un panorama hermoso que le sube el ánimo, ya que se trata de algo que difiere de la existencia de los monstruos aterradores.
Como ya había pasado mucho tiempo y la noche no tardaría en llegar, el hombre investiga de inmediato el nuevo territorio. Y cuando parece encontrar el lugar indicado para su hogar, empieza por establecer las dimensiones que este tendrá. Es así como, sin retraso alguno, da inicio a la construcción, comenzando por el suelo, el cual debe ser considerablemente grande para tener espacio suficiente. Una vez definido el tamaño, procede a cavar un poco en la tierra para sustituir el suelo de césped por los tablones de madera de abedul que recolectó, pues considera que quedarían bien para su casa, o al menos mejor que dejarlo así; para lo cual tuvo que crear una pala de piedra. En cambio, las paredes serán de piedra, pensando en que así su casa resistirá incluso la detonación de una bestia explosiva… probablemente. Mientras que el techo también será de madera, pero ahora de roble, pues no cree contar con suficiente madera de abedul ni piedra para hacerlo.
No obstante, a pesar de que construir resulta ser bastante fácil gracias al manejo y colocación tan prácticos de los objetos en este mundo, por el poco tiempo que disponía, el hombre apenas alcanzó a terminar de construir las paredes de piedra antes de que el sol se ocultara, incluyendo el establecer la que será la entrada, a la que concluye colocando dos puertas de madera de roble para su fácil acceso; por lo que no tuvo más opción que terminar con lo faltante al día siguiente.
Por ahora, bajo la seguridad de cuatro paredes de piedra sólida, el hombre se dispone a organizar el interior de su nueva casa, colocando la mesa de trabajo, el horno de piedra, el cofre de madera y antorchas para iluminar.
Al final de todo, el resultado es una casa en muy buenas condiciones y de buen aspecto…, omitiendo el hecho de que todavía no está concluida, al menos la menor parte, y que no resulta muy acogedor encerrarse por cuatro grandes muros de piedra que bloquean la vista al exterior.
CAPÍTULO 2
Invitados indeseados
Al llegar la noche, el hombre aprovecha para “cocinar” el mineral de hierro que consiguió en la cueva, así que mete una gran parte del carbón en su horno de piedra junto con el mineral en cuestión para probar si sus sospechas son ciertas. Luego de un rato, cuando el calor del horno ya era muy intenso, el hombre pudo observar cómo se separaba la roca sobrante del mineral, mismo que se fundía en un rojo intenso hasta formar algo parecido a un ladrillo pequeño. En este momento, al ver que no pasaba nada más, saca dicho objeto del horno, y aunque al principio se quemó la mano por estar a una gran temperatura, un instante después el ladrillo dejó de arder, por lo que ahora pudo volver a tomarlo con seguridad. Curiosamente, al mismo tiempo que sacó el mineral del horno, de este aparecen orbes brillantes como los que había conseguido antes. Pero lo más importante es que su libro no tardó en mencionar que dicho ladrillo es un “Lingote de hierro”, mostrando además nuevas recetas, para crear “Palas de hierro”, superando a las de madera y piedra; y “Pepitas de hierro”.
Examinando el lingote, el hombre reconoce que este es bastante duro y pesado, incluso en su forma a escala. Pero lo que realmente le extraña es que con él solo puede crear palas, de entre tantas herramientas más que ha visto en el libro.
“¿Por qué solo palas?”, se pregunta. Y en la búsqueda de la razón, llega a su cuestionamiento la otra creación que le facilita el libro: las pepitas de hierro, mismas que podría conseguir al transformar el lingote de hierro…, pero en una cantidad limitada… o, mejor dicho, equivalente a la cantidad de hierro del lingote. Entonces, llega al hombre el pensamiento de que quizá el libro solo muestra las posibles creaciones que él puede hacer, siempre y cuando cuente con los materiales y cantidades necesarios, lo cual explicaría por qué no puede crear otras herramientas, como picos, espadas, hachas…; mismas que evidentemente exigen una cantidad de material mayor al de una simple pala. Y, de hecho, eso lo puede verificar al revisar las recetas de las herramientas de madera y piedra, las cuales demandan cantidades de material variables entre sí.
La suposición parece tener lógica, pero, una vez más, no será un hecho hasta que el hombre mismo confirme que tiene razón. Para su fortuna, recuerda que tiene otros dos minerales de hierro más, los cuales serán la clave para sacarlo de sus dudas, pues con ellos podría conseguir otros dos lingotes de hierro, que, en teoría, junto con el que ya tiene, debería ser suficiente para crear otras posibles herramientas de hierro además de la pala, basándose en las recetas ya conocidas de estos artículos.
Por lo tanto, esperanzado, el hombre mete al horno los minerales de hierro que tiene, y espera ansioso a que se fundan en bloques homogéneos. Una vez consigue los dos lingotes de hierro, inmediatamente revisa su libro, y, para su suerte, confirma que su hipótesis es acertada, ya que el libro muestra cómo crear “Espadas de hierro”, “Picos de hierro”, etcétera. Además, aparecen otras recetas, las cuales muestran cómo crear “Escudos”, “Placas de presión de hierro”, “Ganchos para hilo”, “Tijeras” y “Cubetas de hierro”.
Sin embargo, no todo es alegría, pues ahora sabe que podrían existir variantes de las creaciones que no podrá descubrir sino hasta que tenga los materiales exactos y suficientes.
Como sea, ahora con los tres lingotes de hierro, el hombre tiene la facilidad de crear una espada de hierro, que es la opción más sensata que optar por otra cosa, priorizando su seguridad, aunque con el pesar de no haber tenido la oportunidad de probar la espada de piedra.
Como sea, al final le quedó solo un lingote de hierro, con el cual, para lo único en lo que lo podría emplear y que a la vez valiera la pena, era en hacer un escudo. Siendo así, junto con unos cuantos tablones de madera, se dispone a crearlo. Quizás le podría servir para protegerse de un ataque por parte de una bestia explosiva…, aunque lo duda mucho…
Ya con el nuevo equipamiento tan sobresaliente y diferente a las variaciones de materiales inferiores, el hombre queda maravillado y con una gran alegría en el rostro, sobre todo por la hermosa, uniforme, reluciente y afilada espada de hierro de doble filo y para una sola mano que creó con gran facilidad en su mesa de trabajo. Simplemente, no puede esperar a probar sus nuevas creaciones… Y precisamente ahora, el destino actúa ante su impaciencia…, ya que, justo en el momento en el que termina de crear su escudo, la tranquilidad en su casa se ve interrumpida por fuertes golpes contra las puertas de su humilde morada. Por instinto, voltea hacia la entrada de su casa en busca de la causa de dichos golpes, pero en este mismo instante, mientras observaba a través de las ventanillas de las puertas con suma atención, estas sorpresivamente ¡se destruyen!, y con ellas la seguridad desaparece. Resultando en un gran agujero en la entrada por donde ingresaría con gran facilidad cualquier intruso.
La sorpresa y miedo en el hombre son evidentes, pero sobre todo la incertidumbre de no saber cuál es la causa de tal atentado en su hogar. Al principio, imaginó que el culpable sería una bestia explosiva, pero, pensándolo mejor y tomando en cuenta los golpes consecutivos y el posterior destrozo de las puertas no correspondientes a una explosión, asegura que no es posible, principalmente porque en ningún momento escuchó el estruendo propio de una. No obstante, ahora que existe la oportunidad, no es de tardar que el causante se haga presente para profanar su hogar, y, como él ya sospechaba, aquel… o, mejor dicho, aquellos que invaden su aposento no constan de una bestia explosiva, y tampoco de un esqueleto (al menos por ahora)…, sino de dos criaturas aterradoras de apariencia similar al hombre, solo que de piel verdosa, ojos completamente blancos, con ropa simple, aunque desgarrada; con heridas de todo tipo por todo su cuerpo y sin algunas de sus extremidades…; en pocas palabras, de aspecto moribundo; los cuales se comportan de una manera muy extraña, incluso el traspasar la entrada les resultó muy complicado a pesar del gran agujero que hicieron, como si su cuerpo no les respondiera adecuadamente… Pero eso no quiere decir que sean inofensivos. De hecho, haber destrozado en pedazos las puertas de madera dice lo contrario. Además, sus movimientos un tanto torpes y lentos no son impedimento para que estos monstruos no hagan más daño del que ya hicieron.
Aunque tembloroso y con bastante miedo, el hombre reacciona enseguida y reconoce que estos invitados no buscan nada bueno en su casa, los cuales, acompañados por un hedor putrefacto y gruñidos anormales, podrían ser más peligrosos de lo que aparentan. Por lo cual, antes de que ellos actúen primero, el hombre rápidamente empuña su nueva espada de hierro en una mano y su escudo en la otra, logrando detener a uno de estos monstruos con su escudo mientras ataca a otro con su espada, aunque con dificultad por la obvia falta de práctica, para luego repetir lo mismo con la anterior, acabando así con ambas con cortes precisos y facilitados por su letal arma. Aunque, por ser la primera vez que maneja una espada así, de peso, capacidad y calidad notables, tan diferente a las de madera y piedra que una vez empuñó; al mismo tiempo que usa un escudo con la otra mano, sus primeros ataques resultan ser torpes y poco letales, permitiendo que el primer monstro se le acercara los suficiente para rasguñarle el brazo con fuerza, causándole un poco de daño, además de que este seguía moviéndose incluso después de haber recibido varios espadazos.
De cualquier manera, justo luego de acabar con esas criaturas, el hombre, todavía agitado, revisa su libro al reconocer que este reaccionó ante un nuevo descubrimiento, llenando una página con nueva información, esta vez acerca de estos monstruos que hasta ahora desconocía, a los que llama “Zombis”, y describe de esta manera: “No está ni vivo ni muerto, se mueve lento y con el estómago gruñendo, buscando a alguien indefenso. Pero solo con la ausencia de luz solar, pues su piel no es para broncear.”… Aunque ahora no es momento de distraerse, sino de centrarse en bloquear la entrada de su morada antes de que entren más monstruos, por lo que de inmediato guarda su libro y decide reparar el daño en la entrada de su casa…, aunque para este momento ya es tarde, pues, como si estuviesen esperando la oportunidad, comienzan a entrar más criaturas hostiles una tras otra, entre ellas más zombis, esqueletos e, inclusive…, una temible bestia explosiva.
Mientras los zombis se acercan lentamente al hombre, los esqueletos atacan desde la retaguardia disparando flechas hacia él, quien, arrinconado en su propio hogar, como última opción, decide pelear de frente contra todos los monstruos. Entonces, superando su pavor, se abalanza contra los zombis para acabar rápidamente con ellos y de alguna manera acercarse a la entrada para intentar bloquearla con piedra lo antes posible. Aunque, desgraciadamente, pese a que son solo un par, los esqueletos frenan sus movimientos con flechas certeras y veloces. Para empeorar la situación, al entretenerse demasiado en acabar con los zombis y sin poder avanzar, de entre todos los monstruos aparece la bestia explosiva, la cual entra al interior de la casa y se acerca al hombre sin complicación alguna…, e inmediatamente… ¡comienza a inflarse! igual al primer encuentro que tuvo con otra de su especie…, e, indiscriminadamente, esta horrible criatura ¡explota! en cuestión de segundos, matando a la gran mayoría de los monstruos dentro de la casa. Pero antes de que esto sucediera, el hombre, quien ya había experimentado un encuentro así, pudo reaccionar a tiempo para cubrirse con su escudo, el cual, afortunadamente, bloqueó gran parte del daño provocado por la devastadora explosión, mas no es así con la inmensa potencia producida, la cual lo golpea directamente, lanzándolo contra la pared de piedra de detrás.
De cualquier forma, aunque aturdido y un poco adolorido, el hombre pudo soportar el devastador ataque de la bestia explosiva, mientras que los monstruos cercanos no corrieron con la misma suerte… Pero eso no quiere decir que el peligro haya pasado. La entrada sigue expuesta y debe hacer algo para que no entren más monstruos a su casa. Para lo cual, inmediatamente después de recuperarse de la repentina detonación, se esfuerza por levantarse del suelo y corre hacia el hueco agrandado de lo que queda de su hogar, quitándose del camino a las pocas criaturas que sobrevivieron a la explosión y a las que había afuera. Y de la misma forma en la que construye, cubre todo el agujero de la pared con la poca piedra que le quedaba, evitando así que más monstruos irrumpan en su hogar, aunque con bastante dificultad… y miedo.
Pero no recupera la calma y seguridad de antes sino hasta estar completamente seguro de que no hay ni un solo hueco por el que puedan pasar más monstruos, y de que todos los que están adentro están “muertos” (si es que se les puede decir así).
Ya habiendo pasado lo peor, el hombre revisa cuánto daño recibió su casa, encontrando, además de un gran agujero en el suelo y pedazos de madera y piedras por todas partes, unos cuantos huesos de los esqueletos, algunas tiras de carne podrida nada apetecible entre los cuerpos de los zombis y una pizca de destrucción por parte de la bestia explosiva, pero también una gran cantidad de orbes brillantes alrededor de todos los cadáveres esparcidos por el piso.
Después de todo el alboroto, el hombre se sienta en un rincón de su casa aún con miedo, aferrándose a su espada y escudo como única protección, intentando asimilar lo que acaba de suceder. Para tranquilizarse un poco, intenta apartar su mente de los temibles monstruos de este mundo desviando su atención en su libro, encontrando en él que con los huesos que consiguió de los esqueletos podría crear “Polvo de hueso”, que no sabe para qué sirve, pero es bueno saberlo; de la carne putrefacta, parte del cuerpo de los zombis, solo señala que se trata de “Carne podrida”, y que para lo único que sirve es para comérsela…, aunque no debería ser una alternativa.
Cuando ya parecía estar más calmado, el hombre, luego de pasar por un día agotador y de diversas emociones, poco a poco va cerrando los ojos, hasta quedar completamente dormido.
Al día siguiente, cuando el hombre por fin despierta, traumatizado por la experiencia de ayer, lo primero que hace es mirar a todos lados con detenimiento, temeroso y con una mirada rígida, aparentemente por haber escuchado sonidos extraños al otro lado de las paredes de piedra a lo largo de toda la noche, mismos que hicieron más difícil el poder descansar. Aunque enseguida reconoce que afuera no hay ningún ruido…, lo cual también parece muy sospechoso… Además, observa que su casa no fue atacada mientras estuvo dormido, así que no tiene por qué seguir asustado.
Después de recuperar su confianza y levantarse del suelo, aunque con dolor en su espalda por no dormir cómodamente, se da cuenta de que los cadáveres de los zombis habían desaparecido por completo, como si nunca hubieran estado aquí, lo cual le sorprendió, aunque no le tomó mucha importancia. De hecho, le favoreció que esto pasara, pues no querría tener cadáveres en descomposición en su casa.