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1.3. Cataluña. Cultura, lengua y enseñanza bajo el franquismo

El 5 de abril de 1938, mientras las tropas franquistas ocupaban Lérida, el Gobierno nacional de Burgos abolió el Estatuto de Autonomía de Cataluña —en mala hora concedido por la República— según la exposición de motivos por una ley dictada por el general Franco. Esta norma borró cualquier indicio de nacionalidad y rastro de autonomía en Cataluña y además obligaba a los ciudadanos de Cataluña a someterse a las normas de las autoridades del orden público y eclesiástico. Veamos algunos ejemplos donde se refuerza esta afirmación. El 10 de agosto de 1938, el delegado de Orden Público de Lérida dispuso, entre otros asuntos:

«Respecto al uso del dialecto catalán, hay que atenerse estrictamente a las órdenes de la superioridad; pero quiero dirigirme a todos los españoles de esta provincia para decirles que los momentos actuales exigen que todos demos pruebas de un ferviente españolismo y entusiasmo por la Causa. Estos sentimientos es necesario evidenciarlos y exteriorizarlos; y, lógicamente, se da una prueba de ello no hablándolo en público (por lo menos).»33

El 27 de enero de 1939 el jefe de Servicios de Ocupación de Barcelona y subsecretario de Orden Público, general Eliseo Álvarez Arenas, la máxima autoridad gubernativa, dictó este bando:

«Persuadido de que Cataluña siente a España y la unidad española pese a la maldad de algunos y a los errores de muchos, el Caudillo Franco formula la promesa solemne de respetar en ella todo lo auténtico e íntimo de su ser y de su autarquía moral que no aliente pretensiones separatistas ni implique ataque a aquella sacrosanta unidad. Estad seguros, catalanes, de que vuestro lenguaje en el uso privado y familiar no será perseguido (...).»34

En el ámbito religioso, siguiendo la misma línea, el vicario general de la Diócesis de Barcelona distribuyó la siguiente orden el día después de la ocupación:

«Accediendo gustosamente a las indicaciones que nos han sido hechas por las dignísimas autoridades de esta provincia, rogamos a los Reverendos Rectores de iglesias, en la seguridad de que nuestro ruego será devotamente atendido, que en los actos de culto público que se celebren en sus respectivos templos no se use otra lengua vernácula que la lengua española.»35

Un testigo directo de la ocupación de Cataluña, Dionisio Ridruejo, jefe de Propaganda de Falange Española, comentó así la situación:

«La llegada de las tropas nacionales a Barcelona —puedo hablar de ello porque constituyó mi primera decepción, mi primera crisis de esperanza frente a la acción en la que participaba— fue, para empezar, una apoteosis. Pero, inmediatamente después, una brutalidad (…). Durante años fueron prohibidas todas las manifestaciones escritas y las oralmente públicas en idioma regional. Los institutos de cultura cerrados, la enseñanza del idioma proscrita, los rótulos comerciales traducidos y las ciudades y los pueblos llenos de impertinentes recomendaciones: “Hablad en español”, “Hablad en el idioma del imperio”, etc. El cuadro de las autoridades políticas y de los funcionarios, incluidos los nuestros, fue sistemáticamente forastero (...). En el orden económico se hizo todo lo posible para beneficiar el resto de España, con la extensión de la industrialización, pero se procuró extremar el criterio en sentido negativo, a disfavor de las regiones culpables, para darles a entender que se las castigaba frenando ya su notable desarrollo. He tenido noticias de innumerables expedientes de iniciativa catalana y capital catalán para la instalación de industrias nuevas, resueltas con la fórmula de “autorizadas fuera de Cataluña”. En fin, los periódicos de Barcelona y Bilbao —todos ellos en lengua castellana— se encargaron durante años de españolizar las correspondientes regiones.»36

Esta situación represiva en todo lo referente a las libertades de expresión y libre pensamiento continuó en niveles extremos hasta el año 1945, momento en que los acontecimientos externos, desfavorables al régimen, obligaron a este a cambiar de táctica, suavizando la presión sobre su enemigo interno, sobre todo después de haberse consumado la victoria aliada. No obstante, pese al férreo control efectuado por la dictadura, cabe decir que en el ámbito universitario la lucha antifranquista había comenzado nada más terminar la Guerra Civil aunque con una efectividad casi nula, pues el franquismo aplicaba en la universidad lo mismo que a otros estamentos sociales —los esquemas totalitarios— que consistían en una fuerte depuración de catedráticos y profesores de ideología contraria al régimen, desarbolando los claustros de profesores y sustituyendo, mediante las llamadas «oposiciones patrióticas», personal afecto al nuevo sistema implantado. Otro aspecto en la política represora franquista fue la implantación, mediante la Ley de Ordenación Universitaria de 1945, de un nuevo ideario histórico basado en el pasado imperial de España coartando la independencia y la crítica que siempre se había instalado en los ámbitos universitarios, desapareciendo estos factores de repente y convirtiéndose la Universidad en un mero aparato del Estado politizado bajo la ideología de los vencedores. Incluso los rectores tenían que pertenecer al partido único, la Falange Española de las JONS (FE de las JONS), y los accesos a las cátedras pasaban por la adhesión a los Principios Fundamentales del Estado y la obligatoriedad de pertenecer al Sindicato Universitario Español.

Aun así, y en medio de un ambiente desolador, el Front Universitari de Catalunya (FUC)37 fue creado en la clandestinidad en 1942 en la Universidad de Barcelona (UB) y llegó a publicar la revista Orientacions. Esta organización catalanista y democrática se formó a partir de una estructura celular fuertemente clandestina que se mantuvo hasta el año 1949. En toda su existencia se realizaron dos congresos: el primero en Montserrat en 1943 y el segundo en Poblet en 1945. Entre sus componentes destacó Josep Benet, que fue su presidente, y Josep Mª Ainaud de Lasarte, su secretario contable, aunque también pertenecían al grupo dirigente, Ramon Folch i Camarasa, Enric Gispert, Francesc Sardá y Francesc Casares. Ainaud fue detenido el 11 de febrero de 1946 pero fue puesto en libertad con prontitud, aunque este contratiempo no influyó en su posterior actividad clandestina. También tuvieron su protagonismo los llamados Grupos Nacionales de Resistencia (GNR), una organización radical catalanista que actuó entre 1945 y 1947, siendo su principal acción reivindicativa el despliegue de banderas catalanas en la Sagrada Familia de Barcelona, en el monasterio de Montserrat y en el Palacio de la Música durante las fiestas de entronización. Antoni Boronat y el médico Oriol Domènech formaron parte de su dirección38. Joan Reventós39 describía el clima social que se vivía en 1945 como estudiante universitario en la Universidad de Barcelona cuando tomó contacto con los que él llamaba «los hijos de los perdedores de la Guerra Civil», dentro de una politización embrionaria y clandestina pero real:

«En aquellos primeros años de facultad, los tres grupos que populaban por derecho, descontados los adocenados de siempre, se centraban en cuatro grandes familias: los adictos al régimen, aglutinados alrededor del SEU y capitaneados por Pablo Porta que, en su etapa estudiantil, puso un marchamo de violencia a lo largo de varios meses en las aulas de la Facultad de Derecho, contra todos aquellos estudiantes susceptibles de ser miembros del FUC, o simplemente como catalanistas; los de orientación catalanista, divididos en múltiples familias; los preocupados exclusivamente por la creación artística, que se resumirían en el grupo poético, Carlos Barral, Eduard Castellet, Alfonso Costafreda y el que sería después el grupo del Dau al Set, formado básicamente en torno al escritor Joan Brossa y al pintor Antoni Tàpies; y finalmente, los monárquicos juanistas, envalentonados por el manifiesto de Don Juan de Borbón en Estoril, grupo que en aquellos años era el que podía desarrollar una más amplia actividad anti régimen por cuanto su oposición no pasaba de ser penada con unas noches en la Jefatura Superior de Policía. La clandestinidad de aquellos años se refleja en algo que ahora puede resultar pueril: tomar contacto con la gente tras observar que tipo de libro extraacadémico leían o llevaban solapadamente en los bolsillos.»40

Algunos años después, tras las manifestaciones estudiantiles ocurridas en Madrid entre el 8 y el 9 de febrero de 1956, se produjo en la Universidad una ligera reacción antifranquista acompañada de una cada vez mayor politización universitaria contraria al régimen, apareciendo diversos grupos políticos de diferentes tendencias (ASU, FLP, UED, FUDE, etc.) dentro de las facultades. Dichas protestas surgieron tras la convocatoria del Congreso Democrático de Estudiantes promovido por dirigentes estudiantiles como Víctor Pradera, Ramón Tamames y Enrique Mújica, utilizando eslóganes como: «¡Abajo el SEU!», «¡Abajo la Falange!», «¡Queremos sindicatos libres!». Irremediablemente, la reacción y el enfrentamiento con los estudiantes falangistas fue inevitable, llegando estos últimos incluso a asaltar la Facultad de Derecho de la Complutense41.

Por otro lado, la burguesía y la clase media en Cataluña se balanceaba entre el catalanismo y el nacionalcatolicismo imperante, mientras que la clase obrera e intelectual pasaba desapercibida en su rechazo al régimen franquista, siendo sus acciones reivindicativas de escasa importancia debido al férreo control gubernativo que impedía cualquier tipo de exaltación opositora bajo la represión, la cárcel e incluso la muerte. Los derechos humanos y la libertad de expresión, anulada por la censura, brillaban por su ausencia, pero aun así hubo organismos como la Societat d’Estudis Juridics, Economics i Socials, vinculada al Institut d’Estudis Catalans, que continuaron su labor política en la clandestinidad utilizando domicilios particulares o locales de la Societat Económica Barcelonesa d’Amics del País, sin menoscabo de su actividad académica.

Cabe destacar entre los socios de esta Societat d’Estudis Juridics sus primeros presidentes, Lluís Duran i Ventosa (Lliga Regionalista), Francesc Maspons i Anglasell (independiente nacionalista), y la participación de Maurici Serrahima (UDC), Frederic Rahola (ERC), Edmon Vallés, Antoni Piferrer, Lluís Torres, Alexandre Cirici (MSC), Jaume Carner, Joan Hernández Roig, Agustí Bassols, Francesc Casares, Joan Cornudella, Joaquim Camp i Arboix y Ramon Mª Roca Sastre, Josep Mª Ainaud, Joan Reventós que ingresó en el MSC (fundado el 15 de enero de 1945) en 1949 a través de Edmon Vallés; Ramon Porqueras (alias Ramon de la Gorra), detenido en febrero de 1953 que militó en la UGT y en el PSOE histórico; Miquel Casablancas, Anton Canyellas , Josep Benet y Jordi Pujol —que en aquella época estaba ocupado en problemas de la inmigración—.

Por otra parte, Maurici Serrahima organizó entre 1947 y 1948 otra asociación cultural llamada Miramar, organizando conferencias y mesas redondas sobre temas políticos e históricos, lugar donde participaron asiduamente: Alexandre Galí, Jordi Rubió, Jaume Vicens Vives y Jordi Carbonell42.

33. BENET, Josep, L’intent franquista de genocidi cultural contra Catalunya, Barcelona, Publ. Abadía de Montserrat, 1995, pp. 208-209.

34. MOLINERO, Carmen y Pere YSÀS, Catalunya durant el franquisme, Barcelona, Empuries, 1999, p. 144.

35. MHC, «Campanya per a l’us oficial de la llengua catalana», en ASSEMBLEA, op. cit., pp. 124-125.

36. MHC, «Escrito en España», en ASSEMBLEA, op. cit., pp. 177-178.

37. MARTÍ, José, op. cit., p. 73.

38. FABRÉ, Jaume, HUERTAS, Josep Mª, Vint anys de resistencia catalana 1939-59, Barcelona, La Magrana, 1978. También en COLOMER, Josep Mª, Els Grups polítics a Catalunya, Barcelona, Avance, 1976. Ver MOLAS, Isidro, op. cit., p. 128.

39. Reventós Carner, Joan. Político y dirigente del Moviment Socialista de Catalunya (MSC), fundador de Convergencia Socialista de Catalunya, PSC, y presidente del Parlamento de Cataluña (1995-99).

40. MARTÍ, José, op. cit., p. 72. Nota del autor: Pablo Porta fue en años posteriores presidente de la Federación Española de Fútbol.

41. TUSELL, Javier, Manual de Historia de España. Siglo XX, Madrid, Historia 16, 1994, p. 677. También ver Mundo Obrero, 1-2-1956.

42. MARTÍ, José, op. cit., p. 85.

1.4. El aislacionismo y el periodo autárquico (1945-1955)

Recién acabada la II Guerra Mundial en 1945 con la derrota del fascismo en toda Europa Occidental y en los Estados que formaban parte del Eje, prácticamente no hubo espacio temporal en la política internacional para buscar nuevos enemigos ideológicos de tal forma que un régimen pseudofascista como el español se convirtió, de un día para otro, en un aliado estratégico para las alianzas occidentales ante el peligro bolchevique, favoreciendo de esta forma que desde 1947 hasta 1950 se consolidase el franquismo en España, efecto que trajo como consecuencia la práctica desaparición de la efímera oposición interna antifranquista.

Tanto en Cataluña como en el resto de España las acciones políticas provocadas por la oposición al régimen no llegaron a superar las anécdotas puntuales, aunque alguna de ellas llegara a ser llamativa más por su contenido histórico que político. Véase como ejemplo el relevo en la Presidencia de la Generalitat en el exilio en el verano de 1954, de Josep Irla por el exconseller Josep Tarradellas en la Embajada de la República Española en México43.

Por otro lado, el llamado catalanismo conservador estaba en plena dispersión y el desconcierto era evidente, siendo sus principales dirigentes miembros de la Lliga Catalana que proponían salidas políticas diferenciadas y contradictorias. Ejemplos como la conversión franquista de Ferran Valls i Taberner y la aceptación como procuradores de las primeras Cortes franquistas de Joan Ventosa i Calvell y Ramon d’Abadal como principal promonárquico junto con el moderado activismo catalanista de Josep Puig i Cadalfach, disentía con la expatriación voluntaria del conde de Güell, con el republicanismo de Felip de Solá i Cañizares o con el intento frustrado de Narcís de Carreras y de Ventosa de reconstruir de nuevo la Lliga Catalana44.

En resumen, los años entre 1947-50 fueron tiempos de represión y de división a pesar de que el régimen comenzara su adaptación a las nuevas circunstancias políticas con el fascismo derrotado, hecho que facilitó el regreso de las embajadas, aliviándose en parte el clima de terror que hacía imposible una respuesta al franquismo45. Este periodo lo definió el historiador Javier Tusell como «El cambio cosmético»:

«Franco —dice Tusell— descubrió en fecha muy temprana la necesidad de mostrar una apariencia de cambio en sus instituciones y encontró un procedimiento para hacerlo con la aprobación de disposiciones legales que, siendo de rango constitucional, en realidad modificaban mínimamente el fondo de poder que siempre y de manera inequívoca mantuvo en sus manos. Así se explica la Ley de Cortes de 1942, mucho más que como un intento de aparentar ante los aliados una apariencia política que no existía.»46

La oposición desde el exilio también hizo esfuerzos por coordinar sus acciones llegando incluso a acuerdos contra natura. De esta forma los socialistas: Indalecio Prieto, Trifón Gómez, Luís Jiménez de Asúa y Antonio Pérez llegaron a pactar con los monárquicos representados por el antiguo dirigente de la CEDA, José Mª Gil Robles, y así, mediante el apoyo del gobierno británico se establecieron unos lazos políticos que culminaron con el Pacto de Sant Joan Lohitzune (Pacto de San Juan de Luz) el 30 de agosto de 1948, enmarcado en la nueva política anticomunista conocida como la Doctrina Truman47. Sin embargo, este acuerdo fue un error desde su inicio, pues Don Juan de Borbón ya había pactado anteriormente con Franco, en el yate Azor, despreciando el acuerdo antes mencionado. Indalecio Prieto, desacreditado, dimitió como presidente del PSOE y vicepresidente de la UGT.

Desde Cataluña, parece ser que el PiP era proclive a este pacto48 y su fracaso también aceleró la crisis dentro del Consejo Ejecutivo de la Generalitat del que ya habían dimitido Carles Pi i Sunyer en 1947, Josep Carner junto con Pompeu Fabra el 22 de enero de 1948 y Pau Padró con Rovira i Virgili posteriormente, por lo que el presidente Irla anunció el fin del Consejo Ejecutivo en el exilio. A partir de ese momento la representación institucional de Cataluña se personalizó casi en exclusividad en los presidentes de la Generalitat.

La década de los años cincuenta fue un periodo transitorio que culminó con el llamado Plan de Estabilización en manos de los gobiernos tecnócratas de Franco. El crecimiento demográfico en Cataluña había aumentado considerablemente, acercándose a los cuatro millones de habitantes, debido a la importante inmigración recibida desde las regiones de España menos industrializadas y de marcado carácter agrícola. Esta nueva mano de obra se concentró en los principales núcleos industriales cercanos a Barcelona, efecto que comportaría a la larga grandes cambios estructurales.

La posición del gobierno ante estos movimientos migratorios fue contradictoria, pues, si bien se formularon ciertas hipótesis favorables a romper el llamado círculo identitario catalán, esto no ha podido ser demostrado, ya que por el contrario eran las mismas autoridades franquistas las que rechazaban ese flujo migratorio, devolviendo en muchos casos a los emigrantes a su lugar de origen. No obstante, algo estaba cambiando en la actitud aislacionista del régimen, pues desde julio de 1951 el nuevo gobierno de Franco se esforzaba en liberar poco a poco el comercio exterior, finalizando de esta forma el periodo autárquico del estraperlo y del mercado negro que culminó en 1953 con la aceptación de ayudas económicas externas a cambio de tener en el territorio nacional bases militares norteamericanas.

Mientras tanto, en Cataluña iba creciendo una cierta conflictividad laboral aumentada por el boicot popular tras la subida del precio de los billetes en los tranvías en Barcelona, siendo este acto la máxima expresión de protesta desde el final de la Guerra Civil y que culmino con una huelga general el 12 de marzo de 1951 que exigía la liberación de los detenidos en las protestas populares que llegaron a tener un seguimiento de más de trescientos mil trabajadores contando no solo en Barcelona, sino también Tarrasa, Badalona, Mataró y Manresa.

La reacción gubernativa no se hizo esperar incrementándose de nuevo las detenciones y la represión policial, destacando ya por entonces la labor del activista del PSUC, Gregorio López Raimundo49. Estos hechos provocaron finalmente la sustitución del gobernador civil de Barcelona, Eduardo Baeza Alegría50, por Felipe Acedo Colunga, general del Ejército del Aire, conocido como «la Mula» por su enérgico autoritarismo ante la problemática social.

A raíz de estos actos reivindicativos surgieron dentro del movimiento obrero que había participado en la protesta, diferentes grupos activistas de ferviente carisma cristiano, destacando entre ellos las Hermandades Obreras de Acción Católica (HOAC) y la Juventud Obrera Católica (JOC) que llegó incluso a aliarse con el PSUC en la lucha antifranquista.

En 1957, coincidiendo de nuevo con el boicot de la ciudadanía a subir en los tranvías51, hecho que originó nuevamente otra huelga general en Barcelona, esta vez con la importante colaboración estudiantil, tuvo lugar un intento fallido de algunos activistas monárquicos para colocar a Don Juan de Borbón en la Jefatura del Estado aprovechando una escala de este en el aeropuerto de El Prat en Barcelona. En esta acción se contó con la complicidad de monárquicos catalanes como Antonio Mª Muntañola Tey, el Barón de Viver, y con la dudosa aquiescencia del capitán general de Cataluña, Juan Bautista Sánchez González, al que se le atribuye la frase: «Estoy convencido de que Franco ha de marcharse del poder antes de morirse»52. Casualmente, poco tiempo después, este general murió en extrañas circunstancias, constatándose ciertos rumores sobre la participación en estos hechos del general Agustín Muñoz Grandes, jefe de la División Azul y vicepresidente del gobierno entre 1962 y 1967. La viuda del desaparecido general Sánchez fue agraciada con el usufructo de un estanco de tabaco veinte años después53.

En 1958 se produjo en Cataluña un nuevo intento de aglutinar a diversos partidos catalanistas a fin de aunar esfuerzos en contra de la dictadura franquista. El protagonista de este experimento fue el periodista y republicano Claudio Ametlla54 que llegó a formar el Consell de Forces Democrátiques de Catalunya, también llamado Comité Ametlla del que quedó excluido el PSUC y el FNC. Este ilustre periodista y político había nacido en Conca de Barberà el año 1883 y murió en Barcelona en 1968. Fue redactor de El Poble Catalá y director de la revista Iberia. Militó en Acció Catalana y fue gobernador civil de Gerona en 1932 y de Barcelona en 1933. En 1936 fue elegido diputado a Cortes por el Frente Popular y terminada la Guerra Civil se trasladó a Perpiñán, regresando a Barcelona en 1948. Para Heribert Barrera, Ametlla junto con Coll i Alentorn, Manuel Juliachs y también Reventós, que estuvo representando al MSC, tuvieron un papel destacado en el comité que pudo jugar un papel importante si la posibilidad de restauración de Don Juan de Borbón se hubiese hecho realidad, ya que, según este, era la única esperanza histórica a través de la cual Cataluña fuese escuchada. Este organismo tuvo en la práctica una actividad política casi inexistente, aunque sirvió para renovar contactos con grupos políticos de la oposición española y con los «juanistas» catalanes.

Como conclusión a todas estas estrategias de oposición al régimen franquista, podemos afirmar que en los años cuarenta y cincuenta fue complicado conseguir una convergencia de fuerzas políticas opositoras a la dictadura y los esfuerzos fueron de poca consistencia. Sin embargo, todas estas propuestas y movilizaciones obreras antifranquistas no fueron en vano, ya que, fruto de ellas surgieron nuevas entidades de lucha que bajo el amparo de la Iglesia fueron el germen de un nuevo movimiento de identificación cultural y política con Cataluña. Asociaciones como: Virtelia, la Asociación Democrática Popular de Cataluña entre 1959-1961, la Comunidad Catalana o Católicos Catalanes (CC) y Cristo Cataluña (CC) son muestra de ello. Esta última organización fue un movimiento parapolítico con una concienciación por la responsabilidad ciudadana de los cristianos frente al problema catalán. Fue fundada a finales de 1955 destacando entre sus militantes: Jordi Pujol (que procedía de Virtelia), Frederic Roda y Jaume Carner. Su organización se basó en los llamados círculos de influencia donde grupos de formación de militantes eran dirigidos por un círculo de gobierno presidido por un jefe. Su programa ideológico se centraba en la catalanidad, la democracia, la libertad, la responsabilidad y la justicia. Otros participantes de esta organización fueron Josep Benet, Jaume Nualart y Josep Bardes. En su última etapa, antes de constituirse en Comunidad Catalana, participaron Josep Mª Novell, Joan Bosch, Antoni Mirada, Josep Vilardell, Miquel Xancó, Enric Sòria, Josep Gassiot y Carles Monner. El partido se transformó en 1964 en Força Socialista Federal (FSF), publicando como órgano de difusión la revista Promos. Después de fracasar los intentos de unión con el MSC y el FOC, la organización se disolvió55.

Cabe decir que el denominador común en todas estas organizaciones fue que por costumbre algunas fuerzas políticas dentro de ellas planteaban la exclusión de otras, poniendo en cuestión su transparencia democrática; no obstante, conforme iba pasando el tiempo, fueron evolucionando en aras de aceptar el principio de no-exclusión en la mayoría, aunque el avance fuese muy lento56.

Otro aspecto destacable en aquellos años fue el relevo en la Alcaldía de Barcelona, siendo Antonio Mª Simarro Puig57 sustituido por el notario y antiguo militante de la Lliga Catalana José Mª de Porcioles Colomer58. La entrada del nuevo gobierno municipal coincidió con la expansión demográfica en Cataluña, efecto que ocasionó importantes problemas estructurales de carácter educativo y asistencial, acrecentado por el déficit de viviendas existente ante la avalancha inmigratoria que provocó el problema del barraquismo. En 1959 se cifraban en noventa mil las viviendas necesarias, siendo este un problema generalizado, pues el propio alcalde de Sabadell, en 1957, afirmaba en un informe enviado al jefe del Estado que eran más de cincuenta mil los niños sin escuela en Barcelona y su provincia, argumentando que los niños procedentes de la inmigración iban aumentando y viviendo en el más completo abandono59.

Por otro lado, las huelgas y protestas obreras originadas en empresas emblemáticas como la Maquinista Terrestre y Marítima, Enasa-Pegaso, Hispano-Olivetti, Fabra y Coats, etc., aceleraron el descontento social, sumándose a todo esto el incremento en la conflictividad del ámbito educativo. Hay que destacar entre sus actividades la protesta de los estudiantes universitarios en apoyo de otros movimientos sociales, induciendo al cierre de la Universidad en Barcelona (UB) en 1956 por primera vez desde 1939. No obstante, este hecho provocó como respuesta una fuerte represión policial que retrasó el desarrollo de los numerosos movimientos universitarios hasta la década posterior. Raimon Obiols, estudiante universitario en aquellos días, nos da una visión de lo que acontecía en el ámbito universitario, explicando su entrada en la UB en el curso 1957-58:

«(...) El curso siguiente, que es cuando yo entro en la universidad, fue un curso de una cierta atonía política en la universidad, fundamentalmente porque había habido una gran represión. Fue un curso muy pasivo, pero yo comienzo a hablar con la gente de la facultad, algún socialista y algún comunista, y en el curso siguiente es cuando me afilio al Movimiento Socialista.»60

Sin duda, el año 1958 fue muy negativo para los intereses de la izquierda política catalana, pues muchos de sus miembros fueron detenidos, entre ellos numerosos dirigentes del MSC y del socialismo catalán debido a las filtraciones obtenidas por la Brigada de Investigación Social (BIS) en los contactos mantenidos por el socialista Antonio Amat. Este singular militante, apodado «el ciclista» o «el francés», fue el enlace durante largo tiempo entre el MSC y el PSOE en Madrid. Sus contactos con el PNV y con el PSOE en Francia crearon en su momento cierta tensión entre Reventós y Pallach, creador del Secretariado de Orientación de la Democracia Social Catalana (SODSC), por la presencia de este en los comités nacionales del PSOE61. Lo cierto fue que, tras estas detenciones, el PSUC se afianzó como el partido con más protagonismo en la clandestinidad, mientras que grupos como la UDC, ERC o el FNC se mostraron inactivos hasta finales de los años cincuenta, momento en el cual surgieron nuevas acciones de carácter identitario como la prohibición en mayo de 1960 del Cant de la Senyera en un concierto del Orfeó Catalá en el Palau de la Música. El resultado acabó con una fuerte intervención de las fuerzas del orden, llevando a la prisión a varios detenidos, entre ellos a Jordi Pujol. A este respecto, es interesante presentar las reflexiones de este destacado dirigente nacionalista cuando se refiere al sentido identitario de una parte de la sociedad catalana de aquellos días:

«Si en los años sesenta —decía Pujol— la independencia no era el objetivo, tampoco lo era el federalismo. El sistema federal, sobre todo cuando es impuesto desde arriba, se aplica a colectividades y territorios en principios iguales o muy similares y que, en todo caso, el mismo federalismo iguala. El federalismo asimétrico, el que distingue personalidades nacionales dentro del conjunto territorial, es una quimera. El federalismo tiende a uniformar, a enrasar.»62

Otro de los acontecimientos de gran realce simbólico fue la presión ejercida por colectivos sociales de marcada influencia catalanista por conseguir la destitución del director de La Vanguardia Española, Luis Martínez de Galinsoga, debido a la provocación realizada por este al expresar aquella conocida frase de «todos los catalanes son una mierda», campaña que concluyó con su cese en febrero de 196063.

43. COLOMER, Josep Mª, op. cit., p. 34.

44. RIQUER, Borja de, CULLA, Joan B., Historia de Catalunya, vol. VIII. El franquisme i la transició democràtica (1939-1988), Barcelona, Edicions 62, 1994, p. 135.

45. MARTÍ, Josep, op. cit., p. 67.

46. TUSELL, Javier, Manual de Historia de España. Siglo XX… op. cit., p. 614.

47. Harry Swinomish Truman. Presidente de EE.UU (1945-51).

48. GRAN ENCICLOPEDIA CATALANA, Volúmen VIII, Barcelona, Enciclopedia Catalana., 2000, pp. 153-170.

49. En 1965 fue elegido secretario general del PSUC y entre 1977 y 1981 fue elegido presidente de su partido, repitiendo en 1982-85.

50. Gobernador Civil de Barcelona (1947-51). Fue sustituido por Felipe Acedo Colunga (1951-60).

51. Mundo Obrero, 1-1-1957.

52. MARTÍ, José, op. cit., p. 117.

53. Ibid.

54. MARTÍ, José, op. cit., p. 167.

55. MONNER, Carles, «Del CC al FSF», en AA.VV., Historia del Socialisme a Catalunya (1939-1972), Barcelona, Debat 4-5, Centre d’Estudis Socialistes, 1978, pp. 99-100. Jordi Pujol afirma que el nombre de CC lo puso Frederic Roda, aunque el significado de las siglas de esta organización no se refería directamente a Cristo Cataluña. Como dijo él «se puso CC lo mismo que podría ponerse RR», en PUJOL, Jordi, Memòries (1930-1980), Barcelona, Proa, p. 98.

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