Kitabı oku: «El ministerio de las publicaciones», sayfa 3
9 Aquí se hace referencia a la obra Rise and Progress of Seventh-day Adventists [Surgimiento y progreso de los adventistas], publicada en 1892 por J. N. Loughborough (revisada en 1905 y publicada con el título de The Great Second Advent Movement [El gran movimiento de la segunda venida]).
10 En 1915, siete años después que se escribiera el Manuscrito 13 (1908), se publicó Life Sketches of Ellen G. White [Notas biográficas de Elena G. de White]. En sus páginas Elena de White “describe las pruebas, las luchas y los éxitos que acompañaron los trabajos de unas pocas almas fervientes cuyos esfuerzos dieron origen a las iglesias que posteriormente se unieron para constituir la denominación adventista del séptimo día” (Prefacio, pág. 5). A partir del capítulo 42, página 282, la historia de su vida y la de su esposo la continúan C. C. Crisler, W. C. White y Dores Robinson. De modo que las historias de fortaleza, entereza y sacrificios de los pioneros se presentan en forma impresa para que todos obtengan provecho de ellas. Las biografías de Jaime White y John Loughborough se encuentran disponibles en los Centros Adventistas de Publicaciones.
Capítulo 3
La visión del 3 de enero de 1875 y la expansión mundial11
La casa editora de Basilea, Suiza.–La Hna. White y su secretaria, la Srta. Sara McEnterfer, junto con W. C. White y familia, salieron de Boston el 8 de agosto de 1885,12 a bordo del barco Cephalonia, y llegaron a Liverpool el 19 de agosto. Pasaron dos semanas en Inglaterra, visitando grupos de observadores del sábado en Grimsby, Ulceby, Riseley y Southampton. Predicaron varios sermones en salones públicos.
El grupo salió de Londres el 2 de septiembre, y llegó a Basilea, Suiza, a la mañana siguiente...
Acababa de completarse la instalación de la casa editora de Basilea, más tarde denominada “Imprimerie Polyglotte” (Casa Publicadora Políglota). Se había comprado el terreno y planificado el edificio durante la visita del Pr. Butler en la primera parte de 1884. El edificio se había construido bajo la vigilante supervisión del Pr. B. L. Whitney, director de la Misión Europea; y su equipo había sido comprado e instalado por el Hno. H. W. Kellogg, quien por muchos años fue gerente de la Review and Herald Publishing Association de Battle Creek, Míchigan.
La nueva casa editora constaba de un edificio grande y bien construido, de unos 15 metros por 25, que tenía cuatro pisos además del subsuelo. Los pisos superiores estaban construidos de tal manera que, hasta que lo requiriera el progreso de la empresa, podían usarse como residencias para familias. Fue en uno de estos departamentos donde la Hna. White se instaló durante la mayor parte de los años que pasó en Europa.
La visión del 3 de enero de 1875.–Cuando la Hna. White y sus acompañantes llegaron a la casa editora, el Pr. Whitney dijo: “Observen nuestra sala de reuniones antes de ir a los pisos superiores”. Era una hermosa sala que estaba en la planta baja, bien iluminada y amueblada. La Hna. White miró atentamente todos los detalles del lugar, y luego dijo: “Es un buen salón de reuniones. Creo que he visto antes este lugar”.
No mucho después de esto visitaron las secciones del edificio ocupadas por la editorial. Cuando el grupo llegó al departamento de prensas, la prensa estaba funcionando, y la Hna. White dijo: “He visto esta prensa antes. Este ambiente me parece muy familiar”. Cuando los dos jóvenes que manejaban la prensa se adelantaron y fueron presentados a los visitantes, la Hna. White les estrechó la mano y preguntó:
–¿Dónde está el otro?
–¿Cuál otro? –preguntó el Pr. Whitney.
–Hay un hombre de más edad aquí –replicó la Hna. White–, y tengo un mensaje para él.
El Pr. Whitney explicó que el encargado de las prensas estaba en la ciudad haciendo diligencias. Hacía poco más de 10 años que la Hna. White, al relatar delante de un gran auditorio reunido en la Iglesia de Battle Creek lo que se le había mostrado en su visión acerca de la obra que debía hacerse en muchos países extranjeros, había visto prensas funcionando en muchos países, e imprimiendo periódicos, folletos y libros que contenían la verdad presente para los habitantes de esas naciones. En este punto de su narración, el Pr. Jaime White la interrumpió, preguntándole si podía mencionar algunos de estos países. Ella contestó que no podía hacerlo, porque no le habían sido mencionados los nombres. “Excepto uno –afirmó –. Recuerdo que el ángel dijo: Australia”. Pero ella declaró que aunque no podía nombrar los países, podía recordar los lugares si alguna vez los viera, porque la escena había quedado grabada con mucha claridad en su mente.
En el departamento de prensas de la nueva casa editora de Basilea reconoció uno de estos lugares. Pocos meses más tarde, durante su visita a Noruega, reconoció en el departamento de prensas de la ciudad de Cristianía (hoy Oslo) otro de esos lugares; y seis meses más tarde, durante su visita a Australia, ella vio, en la sede del Bible Echo de Melbourne, otro departamento de prensas. En él reconoció el lugar y las prensas como pertenecientes al grupo que había visto en su visión de Battle Creek del 3 de enero de 1875.13
Palabras de ánimo para los obreros europeos.–El congreso de la Asociación Suiza se realizó del 10 al 14 de septiembre de 1885. Asistieron más o menos doscientas personas. A esta reunión siguió inmediatamente el Concilio Misionero Europeo, que continuó por dos semanas. En estas reuniones se recibieron informes muy interesantes de Escandinavia, Gran Bretaña, Alemania, Francia, Italia y Suiza, países en los cuales la causa de la verdad presente había empezado a afianzarse. Los informes produjeron algunas discusiones animadas de temas como éstos: los planes más eficaces para la circulación de nuestras publicaciones; la ilustración de nuestros periódicos y libros; el uso de carpas y la posición de la iglesia acerca de portar armas.
Los hermanos de Escandinavia informaron que la venta de publicaciones en sus asociaciones durante el año fiscal anterior había alcanzado la suma de 1.033 dólares. Los delegados de Gran Bretaña informaron que las ventas habían sido de 550 dólares. La oficina de Basilea había recibido 1.010 dólares por sus periódicos en alemán y francés.
Los colportores que trabajaban en la Europa católica pasaron mucho tiempo relatando sus incidentes y refiriendo ante el concilio las causas por las cuales nuestras publicaciones no podían venderse en Europa con los mismos planes que se usaban con mucho éxito en Estados Unidos; e instaban a que al colportor se le diera un sueldo, como lo hacían las sociedades evangélicas importantes que operaban en países católicos.
Durante los diecinueve días de duración de la conferencia y el concilio, la Hna. White escuchó con atención los informes presentados mayormente en inglés. Pronunció palabras de ánimo y alegría en las reuniones administrativas, y en las reuniones que se hacían temprano en la mañana dio una serie de discursos instructivos sobre temas como el amor y la tolerancia entre los hermanos; el valor y la perseverancia en el ministerio; y cómo trabajar en nuevos países. Al dirigirse a los obreros misioneros les dijo:
“En los momentos de incertidumbre, recuerden hermanos, que Dios tiene todavía sus ángeles. Pueden hacer frente a la oposición; sí, aun a la persecución. Pero si se mantienen leales a los principios, encontrarán, como lo hizo Daniel, una pronta ayuda y un libertador en el Dios a quien sirven. Ahora es el tiempo de cultivar la integridad de carácter. La Biblia está llena de preciosas promesas para los que aman y temen a Dios.
“A todos los que están empeñados en la obra misionera quiero decirles: Refúgiense en Jesús. No permitan que nada del yo aparezca en todas sus labores, sino que se vea solamente a Cristo. Cuando la obra sea difícil, y se desanimen y estén tentados a abandonarla, tomen su Biblia, doblen sus rodillas delante de Dios y digan: ‘He aquí, Señor, tu Palabra que lo ha prometido’. Echen su peso sobre las promesas del Señor, y cada una de ellas se cumplirá”.
Cuando los informes desanimadores de los colportores habían alcanzado su punto culminante, ella instó a los obreros a que, frente a todas estas dificultades, tuvieran fe en que el éxito coronaría sus labores. Repetidamente aseguró a los descorazonados colportores lo que se le había mostrado sobre los libros: que podían venderse en Europa en forma tal que los obreros pudieran sostenerse y producir suficientes entradas a la casa editora para hacer posible la publicación de más libros (NB 312-314).
Difusión de la luz en Europa.–Permitan que las publicaciones, las revistas y los folletos hagan su obra entre la gente, preparando las mentes de la clase lectora para la predicación de la verdad. No escatimen esfuerzos en este sentido, y la obra, si comienza sabiamente y prosigue en la misma forma, tendrá éxito. Pero sean humildes y estén dispuestos a ser enseñados, si quieren enseñar a otros y guiarlos en el camino de la verdad y la justicia...
Se ha encomendado una gran obra a los que presentan la verdad en Europa... Allí están Francia y Alemania, con grandes ciudades y enormes poblaciones. También se encuentran Italia, España y Portugal, después de tantos siglos de tinieblas... abiertos a la Palabra de Dios, abiertos para recibir el último mensaje de amonestación al mundo.14 Holanda, Austria, Rumania, Turquía, Grecia y Rusia son el hogar de millones y millones, cuyas almas son tan preciosas a la vista de Dios como las nuestras, y que no saben nada de las verdades especiales para este tiempo.
Ya se ha hecho una buena obra de estos países. Existen personas que han recibido la verdad, esparcidas como portadores de luz en casi cada país... ¡Pero cuán poco se ha hecho en comparación con la gran obra que tenemos por delante! Los ángeles de Dios están conmoviendo las mentes del pueblo, y preparándolas para recibir la amonestación. Se necesitan misioneros en los campos donde hasta hoy apenas ha empezado la tarea. Nuevos campos están abriéndose constantemente. La verdad debe ser traducida a diferentes lenguas, para que todas las naciones disfruten de sus influencias puras y vivificantes...
Los colportores están teniendo un éxito animador en la venta de nuestros libros. Así la luz se está llevando a la gente, en tanto que el colportor –que en muchos casos es alguien que ha perdido su empleo por aceptar la verdad– puede sostenerse con su trabajo. Además, las ventas son una ayuda para la oficina de Publicaciones. En los días de la Reforma, monjes que habían abandonado los conventos, y que no tenían ningún otro medio de sostén, viajaban por el país vendiendo las obras de Lutero, que circularon así rápidamente por toda Europa. La obra del colportaje fue uno de los medios más eficaces para esparcir la luz entonces, y así resultará también hoy (NB 334, 335).
Hay que publicar libros en diversos idiomas.–Debe hacerse un esfuerzo mucho mayor para extender la circulación de nuestras publicaciones en todas partes del mundo. La amonestación debe darse en todos los países y a todos los pueblos. Nuestros libros se han de traducir y publicar en muchos idiomas diferentes. Debemos multiplicar las publicaciones de nuestra fe en inglés, alemán, francés, danés, noruego, sueco, castellano, italiano, portugués, y muchos otros idiomas, y personas de todas las nacionalidades deben ser iluminadas y educadas, con el fin de que puedan participar también en la obra.
Hagan nuestras casas editoras todo lo que esté a su alcance para difundir en el mundo la luz del cielo. De toda manera posible, llamen la atención de la gente de toda nación y lengua a las cosas que dirigirán su espíritu hacia el Libro de los libros (JT 3:160).
El doble y el triple.–La rama de las publicaciones de nuestra causa tiene mucho que ver con nuestro poder. Deseo que cumpla todo lo que el Señor se propuso. Si nuestros dirigentes cumplen su parte fielmente, sé, por la luz que Dios me ha dado, que el conocimiento de la verdad se duplicará y triplicará... Pero recordemos que en todos nuestros esfuerzos debemos buscar diariamente poder y experiencia cristiana individual. Únicamente en la medida en que permanezcamos en estrecha relación con la Fuente de nuestra fortaleza, seremos capaces de avanzar rápidamente en diversos ramos (NB 489, 490).
Mirada profética hacia el futuro15.–Durante los primeros días del concilio, uno de los oradores, después de referirse a algunas de las barreras que se oponían al progreso del mensaje, solicitó que la Hna. White expresara sus puntos de vista para indicar qué más podría hacerse, y si podían esperarse cambios en las condiciones en las cuales los obreros estaban luchando.
En respuesta a esta pregunta, la Hna. White declaró que vendrían cambios que abrirían puertas hasta entonces cerradas, cambios en muchas cosas que alterarían las condiciones y despertarían las mentes del pueblo para que comprendieran y apreciaran la verdad presente. Se producirían tumultos políticos y cambios en el mundo industrial, y un gran despertar religioso que prepararía las mentes para escuchar el mensaje del tercer ángel. “Sí, habrá cambios –ella les aseguró–, pero no hay razón para que esperen. La obra de ustedes ha de seguir adelante, presentando la verdad ante el pueblo”.
Entonces les dijo cómo el asunto le había sido presentado en visión. A veces le fueron presentadas las multitudes de nuestro mundo a quienes va dirigido el mensaje divino de amonestación de que Cristo viene pronto, como envueltas en una neblina y en nube de densas tinieblas, tal como lo describe Isaías, quien escribió: “Porque he aquí que tinieblas cubrirán la tierra y oscuridad las naciones” (Isa. 60:2).
Mientras en la visión estaba observando esta escena con intenso pesar, su ángel acompañante dijo: “Observa”, y al mirar ella de nuevo, aparecieron pequeños rayos de luz, como las estrellas que brillan débilmente en la oscuridad. Al aguzar la vista, la luz se fue haciendo más brillante, y el número de luces aumentaba, porque cada luz encendía otras luces. A veces estas luces se reunían como para animarse mutuamente, y de nuevo se separaban, yendo cada vez más lejos y encendiendo más luces. Así la obra avanzaba hasta que todo el mundo fue iluminado con su brillo.
En conclusión ella dijo: “He aquí una descripción de la obra que han de hacer. ‘Vosotros sois la luz del mundo’ (Mat. 5:14). Vuestra obra ha de elevar la luz para ser vista por quienes los rodean. Manténganla con firmeza. Levántenla un poco más alto. Enciendan otras luces. No se desanimen si la de ustedes no es una gran luz. Aunque sea pequeña, manténganla en alto. Permitan que brille. Hagan lo mejor, y Dios bendecirá sus esfuerzos” (NB 323, 324).
11 La primera y la última selección de este capítulo fueron escritas por C. C. Crisler, secretario de Elena de White.
12 Elena de White trabajó en Europa dos años: desde agosto de 1885 hasta agosto de 1887. Ver el libro Elena G. de White en Europa [ACES, 1979], escrito por D. A. Delafield, para obtener mayor información.
13 Pocos meses después que Elena de White tuvo esta visión, su esposo escribió: “Resulta placentero hacer referencia a la bondadosa manifestación del Espíritu Santo a la Hna. White ocurrida en la noche del 3 de enero de 1875. Entonces se hallaba enferma de gravedad con gripe y confinada en cama en su habitación durante una semana, a tal punto que los médicos del Instituto de Salud habían sentido ansiedad por su estado de salud. Encontrándose en esta condición, siguió las instrucciones dadas en el capítulo cinco de la Epístola de Santiago, y después de una gran manifestación de fe, como el hombre del evangelio que estiró su mano seca, ella alcanzó el punto de liberación del dolor y la enfermedad, después de la cual recibió una visión que duró diez minutos. A continuación se vistió para asistir a una reunión, caminó hasta la iglesia y habló durante veinte minutos a la concurrencia que llenaba el lugar, tras lo cual regresó a su casa. Desde ese momento, ha escrito mucho y ha hablado a la gente con frecuencia” (Jaime White, T 3:570, nota de pie de página).
14 Escrito al final de 1887.
15 Informe de observaciones efectuadas en un congreso realizado en 1886 en Great Grimsby, Inglaterra, al que asistió Elena de White.
Capítulo 4
Propósito de Dios para la obra de publicaciones
Debemos revelar la hermosura del carácter de Cristo.–Una apariencia de riqueza o alta posición, la arquitectura o los muebles costosos, no son esenciales para el adelantamiento de la causa de Dios; como tampoco lo son las empresas que provocan los aplausos de los hombres y fomentan la vanidad. El fasto del mundo, por imponente que sea, no tiene valor ante Dios.
Aunque es nuestro deber buscar la perfección en las cosas externas, hay que recordar constantemente que no es el blanco supremo. Dicho deber debe quedar subordinado a intereses más altos. Más que lo visible y pasajero, aprecia Dios lo invisible y eterno. Lo visible no tiene valor sino en la medida en que es expresión de lo invisible. Las obras de arte mejor terminadas carecen de belleza comparable con el carácter resultante de la operación del Espíritu Santo en el alma...
Nuestras instituciones darán carácter a la obra de Dios en la medida en que sus empleados se consagren a esta obra de todo corazón. Lo lograrán al dar a conocer la potencia de la gracia de Cristo para transformar la vida (JT 3:145).
Debemos demostrar los principios cristianos.–No nos toca publicar simplemente una teoría de la verdad, sino presentar una ilustración práctica de ella en nuestro carácter y en nuestra vida. Nuestras casas editoras deben ser para el mundo una encarnación de los principios cristianos. En estas instituciones, si se logra el propósito de Dios al respecto, Cristo mismo encabeza el personal. Los ángeles santos vigilan el trabajo en cada departamento. Todo lo que se hace en ellas lleva el sello del cielo, y demuestra la excelencia del carácter de Dios...
Dios desea que la perfección de su carácter se advierta aun en los trabajos mecánicos. Desea que pongamos en cuanto hagamos para su servicio la exactitud, el talento, el tacto y la sabiduría que exigió cuando se construía el santuario terrenal. Desea que todos los asuntos tratados para su servicio sean tan puros, tan preciosos a sus ojos como el oro, el incienso y la mirra que los magos de Oriente trajeron en su fe sincera y sin mácula al niño Jesús.
Así es como, en sus asuntos comerciales, los discípulos de Cristo deben ser portaluces para el mundo (JT 3:143, 144).
Hermano mío [un redactor], ¿cuándo aprenderá usted esta lección? No son las casas, las tierras, los carruajes, los muebles caros ni la ostentación exterior lo que hacen que una persona se encuentre en una posición elevada en presencia de un Dios santo y de los ángeles ministradores. Dios mira el corazón. Él lee cada propósito de la mente. Conoce los motivos que impulsan a la acción. Lee entre las líneas de texto enviadas afuera. Puede distinguir entre lo verdadero y lo falso. Coloca su sello sobre las obras que se hacen y los libros que se escriben con humildad y contrición de corazón. Valora la sinceridad y la pureza de principios por encima de todo lo demás (Carta 3, 1901).
Testigos de la verdad.–“Vosotros sois mis testigos, dice Jehová”, para “publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel, a promulgar año de la buena voluntad de Jehová, y día de venganza del Dios nuestro” (Isa. 43:10; 61:1, 2).
Nuestra obra de publicaciones se estableció según las instrucciones de Dios y bajo su dirección especial. Fue fundada para alcanzar un objetivo preciso. Los adventistas del séptimo día han sido elegidos por Dios como pueblo particular, separado del mundo. Con el gran instrumento de la verdad, los ha sacado de la cantera del mundo y los ha relacionado consigo. Ha hecho de ellos representantes suyos, y los ha llamado a ser sus embajadores durante esta última fase de la obra de salvación. Les ha encargado que proclamen al mundo la mayor suma de verdad que se haya confiado alguna vez a seres mortales, las advertencias más solemnes y terribles que Dios haya enviado alguna vez a los hombres. Y nuestras casas editoras se cuentan entre los medios más eficaces para realizar esta obra.
Estas instituciones deben ser testigos de Dios y enseñar la justicia al mundo. La verdad debe resplandecer sobre ellas como una antorcha. Deben emitir constantemente en las tinieblas del mundo rayos de luz que adviertan a los hombres los peligros que los exponen a la destrucción, y parecerse así a la poderosa luz de un faro edificado en una costa peligrosa (JT 3:140).
Cada institución que lleva el nombre de adventista del séptimo día debe ser para el mundo lo que José fue en Egipto, y Daniel y sus compañeros en Babilonia. En la providencia de Dios, estos hombres fueron hechos cautivos para que llevaran a las naciones paganas el conocimiento del Dios verdadero. Tenían que ser representantes de Dios en nuestro mundo. No debían transigir con las naciones idólatras con las que habían sido puestos en contacto, sino que debían permanecer leales a su fe, llevando como honor especial el nombre de adoradores del Dios que había creado los cielos y la tierra (T 8:153).
A medida que nuestra obra se ha ido extendiendo y las instituciones se han ido multiplicando, el propósito que Dios tuvo para establecerlas sigue siendo el mismo. Las condiciones para obtener prosperidad no han cambiado (T 6:224).
Los instrumentos designados por Dios.–La Editorial Echo [casa editora australiana, Melbourne] es el instrumento designado por Dios, sobre el que ejerce un constante cuidado vigilante. El Señor me ha revelado que entre los obreros no ha existido conciencia de la condición sagrada de este importante centro; no han comprendido que es una institución que pertenece a Dios por su propia elección y que tiene la misión de realizar la obra indispensable para esa parte del mundo, con el fin de preparar a un pueblo que permanezca firme en el gran día del Señor...
El Señor llama a los hombres que están relacionados con las cosas sagradas a ser tan firmes como el acero a su obra y a la causa de Dios. Sus medios deben ocupar el primer lugar en sus pensamientos y planes; deben cuidarse como asunto sagrado. Los colaboradores de Dios deben usar para él hasta el último ápice de las habilidades y los conocimientos a ellos confiados...
El enemigo actúa lentamente y con cautela si ve que esto estorbará el progreso de la obra. A veces la moderación ha sido un pecado de incredulidad. Pero cuando él ve que la demora perjudicará sus planes, crea circunstancias que al parecer hacen necesario actuar con premura y sin la debida consideración...
La obra no es nuestra sino del Señor, por lo que nadie debe desfallecer. Los ángeles se preocupan constantemente de la obra... El enemigo procura utilizar todo recurso que pueda incapacitar esta institución. Procura convertirla en algo común por medio de los obreros que Dios relaciona con ella. Cuando los obreros sean enseñados a considerar este gran centro como una institución relacionada con Dios y bajo su supervisión, cuando comprendan que es un canal por el que debe comunicarse luz del cielo al mundo, entonces le demostrarán gran respeto y reverencia. Cultivarán y manifestarán hacia ella los mejores pensamientos y los sentimientos más nobles, para que las inteligencias celestiales puedan colaborar con los seres humanos.
Cuando los obreros comprendan que están en presencia de ángeles, cuyos ojos son demasiado puros para contemplar la iniquidad, aplicarán las restricciones más fuertes a sus pensamientos, palabras y acciones. Recibirán fortaleza moral; porque el Señor dice: “Honraré a los que me honran” [1 Sam. 2:30]. Cada obrero tendrá una experiencia preciosa, y un poder y una fe que son más fuertes que todas las circunstancias. Podrán decir: “El Señor está en este lugar” [Gén. 28:16]. Los ángeles de Dios estarán en cada sección de la casa editora, y en cada oficina circulará el poder de una vida interior. Habrá en la vida de los obreros un poder que se sentirá en toda la institución.
Hermanos, tienen que elevarse más alto en su servicio. La casa editora no debe considerarse un negocio común. Todos los que reconocen a Dios en sus canales designados, que actúan como fieles mayordomos en cualquier lugar donde puedan servir a Dios, serán honrados por él...
¿Obedecerán estas cosas todos los que trabajan en nuestras instituciones? El Señor no ve en la forma como el hombre ve. Mira debajo de la superficie. Mira la mente, en la que se originan todas nuestras acciones. Él nota especialmente todo lo que glorifica su nombre ante la gente (Carta 27, 1896).
La imprenta, medio poderoso para difundir la luz.–La prensa es un poderoso medio para mover los entendimientos y el corazón. Los hombres mundanos se valen de la prensa para aprovechar toda ocasión de difundir entre el público literatura ponzoñosa. Si quienes están impulsados por el espíritu del mundo y de Satanás se esfuerzan con ahínco para propagar libros, folletos y periódicos de índole corruptora, ustedes deben ser aún más tenaces en ofrecer a las gentes lecturas de carácter enaltecedor y salvador.
Dios ha otorgado a su pueblo valiosas ventajas en la prensa, la que, combinada con otros agentes, difundirá con éxito el conocimiento de la verdad. Folletos, periódicos y libros, según la ocasión lo requiera, deben distribuirse por todas las ciudades y aldeas de la tierra. Aquí hay obra misionera para todos.
Debe prepararse, en esa rama de la obra, a hombres que sean misioneros y distribuyan publicaciones. Han de ser hombres de aspecto simpático y trato afable, que no inspiren repugnancia ni den motivo para que los rechacen. Es una obra que, cuando es necesario, exige todo el tiempo y las energías de quienes se dediquen a ella. Dios ha confiado gran luz a sus hijos, no para ellos solos, sino para que sus rayos iluminen a los que están sumergidos en las tinieblas del error.