Kitabı oku: «El ministerio médico», sayfa 3

Yazı tipi:

La reforma precede a los milagros

Estoy muy agradecida por la obra médico misionera realizada según los lineamientos del evangelio. Esta actividad debe enseñarse, debe llevarse a cabo; pues es la misma obra que Cristo realizó cuando estuvo en esta tierra. Él fue el más grande Misionero que el mundo vio jamás.

Ustedes pueden decir: “¿Por qué entonces no adoptamos esa obra y sanamos a los enfermos como lo hizo Cristo?” Les respondo: No están listos. Algunos han creído; algunos han sido sanados; pero hay muchos que se enferman por su forma intemperante de comer o por complacer otros hábitos erróneos. Cuando enfermen, ¿oraremos por ellos para que se curen y sigan haciendo lo mismo? Debe haber una reforma en todas nuestras filas; el pueblo debe elevarse a una norma más alta antes que podamos esperar la manifestación del poder de Dios de una manera notoria en la curación de los enfermos...

Si nos aferramos del Maestro, apropiándonos de todo el poder que él nos ha dado, entonces se revelará la salvación de Dios. Permítanme decirles que los enfermos se curarán cuando tengan fe para venir a Dios en la forma correcta. Le agradecemos a Dios por darnos la obra médico misionera. Doquiera llevemos el evangelio, debemos enseñar al pueblo cómo cuidar de sí mismos.–GCB 3/4/1901.

Oración por el enfermo

La oración por el enfermo es un asunto demasiado importante para que se maneje descuidadamente. Creo que debemos llevar todo al Señor, y darle a conocer todas nuestras debilidades y especificarle todas nuestras perplejidades. Cuando estemos acongojados, cuando estemos perplejos en cuanto a qué conducta seguir, que dos [Mat. 18:19] o tres que estén acostumbrados a orar se unan para rogar al Señor que su luz brille [Mat. 5:14] sobre ellos e imparta su gracia especial; y él respetará sus peticiones y contestará a sus oraciones. Si padecemos debilidades corporales, por supuesto que es consecuente confiar en el Señor, haciendo rogativas personales a nuestro Dios en nuestro propio caso, y si nos sentimos inclinados a solicitar a otros en quienes tenemos confianza que se unan a nosotros en oración a Jesús, quien es el poderoso Sanador, seguramente la recibiremos, si la solicitamos con fe. Creo que somos demasiado faltos de fe, demasiado fríos y tibios.

Entiendo que el versículo de Santiago debe ponerse en práctica cuando una persona está enferma en su cama, si llama a los ancianos de la iglesia y ellos ponen en práctica las directrices que se dan allí, ungiendo al enfermo con aceite en el nombre del Señor y orando por él la oración de fe. Leemos: “Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados” [Sant. 5:15].

Pero nuestro deber no consiste en llamar a los ancianos de la iglesia [Sant. 5:14] por cada pequeño malestar que sintamos, pues esto colocaría una carga sobre ellos. Si todos lo hicieran, su tiempo estaría completamente ocupado, y no podrían hacer nada más; pero el Señor nos da el privilegio de buscarlo en forma individual en oración ferviente, o de descargar el alma ante él, sin ocultar nada a aquel que nos ha invitado: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” [Mat. 11:28]. ¡Oh, cuán agradecidos debemos sentirnos de que Jesús esté dispuesto a llevar todas nuestras dolencias, y lo puede hacer, fortaleciéndonos y sanando todas nuestras enfermedades si ha de ser para nuestro bien y para su gloria!

Algunos murieron en el tiempo de Cristo y en los días de los apóstoles porque el Señor sabía con exactitud qué era lo mejor para ellos.–Carta 35, 1890.

- *- * -*- * -*- * -*- * -*- * -*- * -*- * -*- * -

Para estudio adicional

 Dios, no el hombre, es la fuente de curación: CSS 343 [MC 186, 187].

 La iglesia fortalecida para curar: CSS 29, 30; 530.

 Los siervos de Cristo, canales de energía que dan vida: CSS 29-31 [DTG 762-764].

 El amor de Cristo como poder vitalizador: CSS 29 [MC 78].

 Cuando la educación es mejor que la curación milagrosa: CSS 467.

 La oración a favor de los enfermos: CSS 370-379; MC 221-231; TI 2:132-136; TI 4:558-563.

 No se preserva milagrosamente la salud de los que escogen ser ignorantes: CSS 504.

 Incidente: Un degenerado busca curación: CSS 620-623.

 La obediencia sigue a la curación: CSS 135, 138 [TI 9:131-133].

 Vida y oración correctas: CSS 244, 245 [TI 1:488, 489].

 Los milagros de curación serán falsificados por Satanás: CSS 457-459 [Ibíd., 646-648]; TI 1:272.

 Una advertencia contra los médicos espiritistas: CSS 451-457.

Sección II: Plan divino en la obra médico misionera
La Majestad del Cielo como Médico misionero

Este mundo ha sido visitado por la Majestad del Cielo [Heb. 1:3], el Hijo de Dios. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” [Juan 3:16]. Cristo vino a este mundo como la expresión del mismo corazón, mente, naturaleza y carácter de Dios. Él era el resplandor de la gloria del Padre para expresar la imagen de su persona. Pero él dejó a un lado su túnica y su corona reales y descendió de su exaltada posición para tomar el lugar de un siervo. Él era rico; pero se hizo pobre por amor a nosotros, para que pudiéramos tener riquezas eternas [2 Cor. 8:9]. Él hizo el mundo, mas se vació a sí mismo en forma tan completa que durante su ministerio declaró: “Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar su cabeza” [Mat. 8:20].

Él vino a este mundo y estuvo entre los seres que había creado como un varón de dolores, experimentado en quebrantos. Él fue “herido por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados” [Isa. 53:3-5]. Él fue tentado en todo como nosotros; no obstante, no se halló pecado en él [Heb. 4:15].

Un siervo de todos

Cristo estuvo a la cabeza de toda la humanidad en forma de un ser humano. Su actitud fue tan llena de simpatía y amor que el más pobre no temía acudir a él. Era amable con todos y asequible, aun para el más indigno. Anduvo de casa en casa curando enfermos, alimentando hambrientos, animando a los que se quejaban, alentando a los afligidos y dirigiendo palabras de paz a los angustiados.

El Señor tomó a los pequeñuelos en sus brazos y los bendijo [Mar. 10:13-16], y tuvo palabras de esperanza y aliento para las madres cansadas. Con un cariño y una gentileza constantes enfrentó toda forma de miseria y de aflicción humanas. Trabajó, no para sí mismo, sino para los demás. Estuvo dispuesto a humillarse y negarse a sí mismo. No buscó distinción. Fue el siervo de todos. Su objetivo máximo era ser alivio y consuelo para los demás, alegrar a los tristes y a los cargados con quienes tenía contacto diariamente.

Una expresión del amor de Dios

Cristo está ante nosotros como el Hombre modelo, el gran Médico misionero: un ejemplo para todos los que quieran seguirlo. Su amor puro y santo bendecía a todos los que entraban en la esfera de su influencia. Su carácter fue absolutamente perfecto, libre de la más mínima sombra de pecado. Él vino como la expresión del perfecto amor de Dios, no para aplastar, no para juzgar y condenar, sino para sanar todo carácter débil y defectuoso, para salvar a los hombres y las mujeres del poder de Satanás.

Él es el Creador, el Redentor y el Sustentador de la raza humana. Jesús hace a todos la invitación: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil y ligera mi carga” [Mat. 11:28-30].

Tras las huellas

¿Cuál, pues, es el ejemplo que debemos dar al mundo? Debemos hacer la misma obra que el gran Médico misionero hizo a nuestro favor. Debemos seguir la senda de abnegación por la cual anduvo Cristo [Juan 4:34].

Cuando veo a tantos que pretenden ser médicos misioneros, vienen a mi mente destellos de lo que Cristo fue en esta tierra. Al pensar en cuán por debajo de la norma que dan los obreros de hoy cuando se comparan con el Ejemplo divino, se agobia mi corazón con una pena que las palabras no pueden expresar. ¿Harán los hombres y mujeres alguna vez una obra que refleje los rasgos y el carácter del gran Médico misionero?...

¿No hay suficiente infortunio en esta tierra azotada y maldecida por el pecado, que nos induzca a consagrarnos a la obra de proclamar el mensaje que “de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna?” [Juan 3:16] El Hijo de Dios pisó esta tierra. Vino a traer luz y vida a los hombres, a liberarlos de la esclavitud del pecado. Y vendrá otra vez con poder y gran gloria [Mat. 24:30], para recibir a los que durante esta vida hayan seguido en sus huellas.

Su nombre debe honrarse

¡Oh, cuánto deseo ver a los que afirman ser médicos misioneros honrar al Gran Ejemplo, demostrando en su vida lo que comprende la declaración de ser un médico misionero! Quisiera que estuvieran aprendiendo de la mansedumbre y la humildad del Salvador. Mi corazón se apena al pensar que Cristo es tan enormemente defraudado por sus seguidores. Ellos llevan un nombre cuya vida diaria no les da derecho a ostentar.

Debemos ser santificados, alma y cuerpo [1 Tes. 5:23], por medio de la verdad; entonces honraremos el nombre de médico misionero. ¡Oh, este nombre significa tanto! Requiere una representación completamente distinta de la que han dado muchos que así se han autodenominado. Pronto comprenderán ellos cuánto se han apartado de los principios del cielo, y cuán grandemente han contristado el corazón de Cristo.–Carta 117, 1903.

Se comprende a través de la práctica

Cuando todos nuestros médicos misioneros vivan la vida renovada en Cristo Jesús, y tomen sus palabras con el significado de todo lo que Cristo quiso que significaran, habrá una comprensión mucho más clara y abarcadora de lo que constituye la obra médico misionera genuina. Y no obstante, esta línea de trabajo puede entenderse mejor cuando se la practica con sencillez. El desempeño de esta obra tendrá un significado más profundo para los que la llevan a cabo cuando obedezcan la santa ley grabada en las tablas de piedra por el dedo de Dios, incluyendo el mandamiento del sábado, en relación al cual Cristo mismo habló por medio de Moisés a los hijos de Israel... [Éxo. 32:15, 16; 20:8-11; 31:18].

Sigan al Maestro

Los siervos de Dios que están haciendo la genuina obra médico misionera tienen sobre ellos la responsabilidad de lo más solemne y sagrada de reflejar la vida de Cristo al realizar un servicio desinteresado. Deben apartar los ojos de todo lo demás y mirar sólo a Jesús, el autor y consumador de su fe [Heb. 12:2]. Él es el origen de toda luz, la fuente de toda bendición celestial. A todo obrero médico misionero se me ha instruido a decir: Sigan a vuestro Líder. Él es el camino, la verdad, la luz y la vida; su ejemplo es el que debemos seguir como verdaderos médicos misioneros.

En esta época de piedad enfermiza y de principios pervertidos, los que están convertidos en vida y práctica revelarán una espiritualidad saludable e influyente. Los que tengan un conocimiento de la verdad como está revelada en la Palabra de Dios deben pasar al frente. Mis hermanos, Dios requiere esto de ustedes. Toda pizca de vuestra influencia deben usar ahora en la causa correcta. Todos debemos aprender ahora cómo permanecer en defensa de la verdad que es digna de aceptación. Los que se esfuerzan por vivir la vida de Cristo deben llamar las cosas por su verdadero nombre y levantarse en defensa de la verdad como es en Jesús.

Tiempo para avanzar

A toda alma cuya vida esté escondida con Cristo en Dios le corresponde pasar al frente ahora. Algo debe hacerse. Necesitamos contender más ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos [Jud. 3]. El espíritu con el cual se defiende la verdad para que el reino de Dios avance debe ser como sería si Cristo estuviera personalmente en esta tierra. Si él estuviera aquí, hablaría para dar una solemne reprensión a muchos que dicen ser médicos misioneros, pero que han escogido no seguir el mandato que él les ha dado: que aprendan de él su humildad y mansedumbre de corazón. Se ha exaltado el yo en la vida de algunos de los que ocupan las posiciones más altas. Hasta que los tales desechen todo deseo de exaltarse, no pueden discernir claramente el carácter y la gloria del gran Médico misionero...

Debemos unirnos ahora, y por medio de la verdadera obra médico misionera preparar el camino para la venida de nuestro Rey. Incrementemos el conocimiento de la verdad y rindamos toda excelencia y gloria debida a aquel que es uno con el Padre. Busquemos más fervientemente la unción celestial, el Espíritu Santo.–Manuscrito 83, 1903.

Propósito de la humildad de Cristo

Hay demasiado del yo y muy poco de Jesús en el ministerio de todas las denominaciones. El Señor utiliza a hombres humildes para proclamar sus mensajes. Si Cristo hubiera venido en la majestad de un rey, con la pompa que acompaña a los grandes hombres de la tierra, muchos lo habrían aceptado; pero Jesús de Nazaret no deslumbró los sentidos de la gente con una exhibición de gloria externa, ni la convirtió en la razón fundamental para ser reverenciado por ellos. Vino como un humilde hombre [Fil. 2:7] para ser Maestro y Ejemplo, como también el Redentor de la humanidad. Si él hubiera dado lugar a la pompa, si hubiera venido acompañado del séquito de insignes hombres de la tierra, ¿cómo habría podido enseñar la humildad? ¿Cómo habría podido presentar verdades ardientes como las de su Sermón del Monte? El ejemplo que nos dio era el que anhelaba que imitaran sus seguidores. ¿Qué hubiera sido de la esperanza de los de vida humilde si él hubiera venido con altivez y vivido como un monarca sobre la tierra? Jesús conocía las necesidades del mundo mejor que ellos mismos. No vino como ángel, vestido con la armadura celeste, sino como hombre. Sin embargo, en combinación con su humildad había un poder y una grandeza inherentes que los hombres admiraban a la vez que lo amaban. Aunque poseía tanto atractivo a la vez que una apariencia tan modesta, caminaba entre los hombres con la dignidad y autoridad de un rey nacido del cielo.–TI 5:233, 234.

Los discípulos de Cristo deben representar su carácter

El Salvador vivió en esta tierra una vida que el amor por Dios de cada verdadero creyente en Cristo lo constreñirá a vivir. Siguiendo su ejemplo en nuestra obra médico misionera, debemos revelar al mundo que nuestras credenciales son de lo alto, que como representantes del reino de los cielos estamos cumpliendo las palabras de la oración del Señor: “Venga tu reino” [Mat. 6:10]. Unidos con Cristo en Dios, revelaremos al mundo que así como Dios escogió a su Hijo para ser su representante sobre la tierra, del mismo modo Cristo nos ha escogido para representar su carácter. Todo el que tiene una fe genuina en Cristo Jesús lo representará en carácter...

Hacia las alturas de la fe

Nuestros obreros médicos misioneros deben elevarse a alturas que puedan ser alcanzadas sólo por una fe viviente y activa. En este tiempo de nuestra historia, los hombres que están a la cabeza de la obra no deben permitir que prevalezca una confusión sentimental con relación a lo que en realidad se debe esperar de los misioneros médicos que son enviados por Dios. Debe haber una comprensión más definida y clara de lo que abarca la obra médico misionera. Se la debe definir como situada en un plano sumamente más elevado, y como fuente de resultados de un orden mucho más santificado, antes que Dios pueda aceptarla como genuina. Los que desean honrar a Dios no mezclarán los planes de política mundana con los planes del Señor para tratar de lograr los resultados que Dios ordena que esta obra alcance...

Nuestra obra está definida con claridad. Como el Padre envió a su Hijo unigénito a nuestro mundo, de esta forma Cristo nos envía [Juan 17:18], sus discípulos, como sus obreros médicos misioneros. Debemos cumplir la voluntad de Dios al cumplir esta misión exaltada y santa. Ni la mente ni el juicio de un hombre deben ser nuestro criterio en cuanto a qué constituye la verdadera obra médico misionera...

La verdadera obra médico misionera es de origen celestial. No se originó en ningún ser humano. Pero en conexión con ella vemos tanto que deshonra a Dios, que se me ha instruido a decir: La obra médico misionera es de origen divino y tiene una gloriosa misión que cumplir. Debe estar en conformidad con la obra de Cristo en todo su alcance. Los que obran en unanimidad con Dios representarán el carácter de Cristo en forma tan segura como Cristo representó el carácter de su Padre mientras estuvo en este mundo.

Limpios de mundanalidad

Se me ordena decir que Dios tendrá una obra médico misionera limpia de la impureza de la mundanalidad y elevada para permanecer en su verdadera posición ante el mundo. La influencia de esta obra se destruye cuando se mezclan con ella ardides que ponen en peligro las almas. Por eso, al llevarse a cabo la obra médico misionera, se han suscitado muchas perplejidades que demandan nuestra consideración cuidadosa...

Nada será de más ayuda para nosotros en esta etapa de nuestra obra que comprender y cumplir la misión del más grande Médico misionero que alguna vez pisara la tierra; nada nos ayudará más a comprender cuán sagrada es esta clase de labor y cuán perfectamente corresponde con el trabajo de la vida del gran Misionero. El blanco de nuestra misión es el objeto mismo de la misión de Cristo. ¿Por qué envió Dios a su Hijo a este mundo caído? Para dar a conocer y demostrar a la raza humana su amor por ellos. Cristo vino como Redentor. Durante todo su ministerio debía mantener en forma exaltada su misión para salvar a los pecadores...

El propósito de Dios al delegar a los hombres y mujeres la misión que encomendó a Cristo es liberar a sus seguidores de toda política mundana y darles una obra idéntica a la obra que Cristo hizo.–Manuscrito 130, 1902.

La fuente del éxito

El Señor nos ha instruido respecto a que todos nuestros sanatorios deben ser dirigidos, no como si el éxito de la obra hecha se debiera a la habilidad o al conocimiento de los médicos, sino al poder divino unido al médico. El Gran Sanador debe ser magnificado. Debe demostrarse que el favor de Dios está en la institución debido a que allí se respetan los principios de la reforma a favor de la salud y se reconoce a Cristo como el Médico Jefe. En el pasado nuestros sanatorios han sido un medio de bendecir y de mejorar a la humanidad, y continuarán siéndolo si se manejan en la forma debida. Si la verdad se representa de un modo correcto, los que patrocinan nuestros sanatorios sabrán mucho de sus principios, y muchos se convertirán. Estas instituciones me han sido presentadas como haces de luz que muestran la verdad como es en Jesús. El Señor Jesús es el gran Ministro de la curación y su presencia en nuestras instituciones ha tenido sabor de vida para vida. Cristo vino al mundo como el gran Médico de la raza humana. Nuestros sanatorios, doquiera estén establecidos, deben ser fuerzas educadoras. El Señor se complacería de ver que ustedes y sus colaboradores organizan su obra para que lleve a cabo un trabajo más especial en las líneas religiosas.

Ha sido maravilloso el resultado del plan de Dios en el establecimiento de tantas instituciones de salud. La intemperancia de toda clase está tomando al mundo cautivo, y los que son verdaderos educadores en este tiempo, los que instruyen con abnegación y sacrificio propio, tendrán su recompensa. Ahora es nuestro tiempo, ahora es nuestra oportunidad para hacer una obra bendecida.–Carta 50, 1909.

₺73,90
Yaş sınırı:
0+
Hacim:
461 s. 2 illüstrasyon
ISBN:
9789877981094
Tercüman:
Yayıncı:
Telif hakkı:
Bookwire
İndirme biçimi:
Metin
Ortalama puan 0, 0 oylamaya göre
Metin
Ortalama puan 0, 0 oylamaya göre
Metin
Ortalama puan 0, 0 oylamaya göre
Metin
Ortalama puan 0, 0 oylamaya göre
Metin
Ortalama puan 0, 0 oylamaya göre
Metin
Ortalama puan 0, 0 oylamaya göre
Metin
Ortalama puan 0, 0 oylamaya göre
Metin
Ortalama puan 0, 0 oylamaya göre
Metin
Ortalama puan 0, 0 oylamaya göre
Metin
Ortalama puan 0, 0 oylamaya göre