Kitabı oku: «El ministerio médico», sayfa 4
Tipos del poder salvador de Dios
En nuestras instituciones médicas misioneras debe ponerse a la gente en contacto con las verdades especiales para este tiempo. Dios dice que habrá instituciones establecidas bajo la supervisión de hombres que han sido sanados por su creencia en la Palabra de Dios, y que han vencido sus defectos de carácter. En el mundo se ha hecho toda clase de provisión para el alivio de la humanidad enferma, pero la verdad en su sencillez debe presentarse a estos dolientes por medio de hombres y mujeres leales a los mandamientos de Dios. Deben fundarse en todo el mundo, manejadas por gente que esté en armonía con las leyes de Dios, que coopere con Dios en presentar la verdad que determina el caso de cada alma por la que Cristo murió...
Toda la luz del pasado, que brilla hasta el presente y que se extiende hasta el futuro, como está revelada en la Palabra de Dios, es para cada alma que viene a nuestras instituciones de salud. El Señor desea que los sanatorios establecidos entre los adventistas del séptimo día sean símbolos de lo que puede hacerse a favor del mundo; tipos del poder salvador de las verdades del evangelio. Deben ser canales para el cumplimiento de los grandes propósitos de Dios a favor de la raza humana.
Las palabras escritas por Moisés guiado por el Espíritu de Inspiración pertenecen al pueblo de Dios y a sus instituciones de esta generación tanto como a las del antiguo Israel:
“Porque eres pueblo santo a Jehová tu Dios, y Jehová te ha escogido para que le seas un pueblo único de entre todos los pueblos que están sobre la tierra” [Deut. 7:6].
“Mirad, yo os he enseñado estatutos y decretos, como Jehová mi Dios me mandó... Guardadlos, pues, y ponedlos por obra; porque ésta es vuestra sabiduría y vuestra inteligencia ante los ojos de los pueblos, los cuales oirán todos estos estatutos, y dirán: Ciertamente pueblo sabio y entendido, nación grande es ésta. Porque, ¿qué nación grande hay que tenga dioses tan cercanos a ellos como lo está Jehová nuestro Dios en todo cuanto le pedimos? Y ¿qué nación grande hay que tenga estatutos y juicios justos como es toda esta ley que yo pongo hoy delante de vosotros?” [Deut. 4:5-8]
Ni siquiera estas palabras son capaces de alcanzar la grandeza y la gloria del propósito de Dios que su pueblo debe cumplir.–Manuscrito 166, 1899.
El más alto objetivo
Se necesitan sanatorios en los cuales se realice una obra médica y quirúrgica de éxito. Esas instituciones, conducidas de acuerdo con la voluntad de Dios, quitarán el prejuicio y expondrán nuestra obra a una notoriedad favorable. El más alto objetivo de los obreros de estas instituciones debe ser la salud espiritual de los pacientes. Puede hacerse una obra evangelizadora exitosa en conexión con la obra médico misionera. Es en la unión de estas líneas de trabajo donde podemos esperar reunir el más precioso fruto para el Señor.–Carta 202, 1903.
Monumentos para Dios
Nuestros sanatorios han de ser, en todos sus departamentos, monumentos para Dios, instrumentos suyos para sembrar las semillas de la verdad en los corazones humanos. Lo lograrán si son debidamente dirigidos.–TI 6:229.
Reformar las prácticas médicas
El uso de las drogas en nuestras instituciones es contrario a la luz que al Señor le ha placido darme. El negocio de la droga ha hecho más daño a nuestro mundo y ha matado a más personas de las que ha ayudado o curado. Según la luz que se me dio al principio en cuanto a por qué debían establecerse estas instituciones, esto es, los sanatorios, era para reformar las prácticas médicas de los facultativos.–Carta 69, 1898.
Un honor para Dios
El Dios del cielo es honrado por una institución manejada en esta forma. El sanatorio de ----- fue establecido de acuerdo con el plan divino, para que los hombres y las mujeres pudieran comprender mejor las virtudes del árbol de la vida. En su misericordia, Dios ha hecho del sanatorio tal poder en el alivio del sufrimiento físico, que miles son atraídos a él para ser curados de sus malestares; y muy a menudo, no sólo se curan físicamente, sino que reciben del Salvador el perdón de sus pecados y se identifican completamente con Cristo, con sus intereses y su honor. Sus pecados les son quitados y puestos en la cuenta de Cristo. Su justicia les es imputada. El bálsamo sanador se les aplica al alma. Reciben la gracia de Cristo y salen a impartir a otros la luz de la verdad. El Señor hace de ellos sus testigos. El testimonio de ellos es: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” [2 Cor. 5:21]. Ellos nunca olvidan las oraciones, los himnos de alabanza y agradecimiento que escucharon mientras estuvieron en el sanatorio. ¿Nos damos cuenta de cuánto es glorificado Dios por medio de esta obra?–Carta 38, 1899.
Para exaltar a Cristo
El propósito de nuestras instituciones de salud no es, por encima de todo, el mismo de los hospitales. Las instituciones de salud conectadas con la obra final del evangelio en la tierra representan los grandes principios del evangelio en toda su plenitud. Debe revelarse a Cristo en todas las instituciones que tienen relación con la obra final, pero ninguna de ellas puede hacerlo tan plenamente como la institución de salud donde el enfermo y doliente viene para hallar alivio y liberación de sus malestares tanto físicos como espirituales. Muchos de estos, como el paralítico de antaño, necesitan el perdón del pecado primeramente [Mat. 9:2]; y después aprender lo que significa “vete, y no peques más” [Juan 8:11].
Si un sanatorio relacionado con este mensaje final no exalta a Cristo y los principios del evangelio como se muestran en el mensaje del tercer ángel, fracasa en su característica más importante y contradice el objeto mismo de su existencia.–RH 29/10/1914.
Cristo otorga alivio y curación
Se me ha dado la instrucción de que en nuestras instituciones debemos guiar a los enfermos a esperar grandes cosas debido a la fe del médico en el gran Sanador, quien en los años de su ministerio terrenal fue por las ciudades y villas de la tierra sanando a todos los que vinieran a él. Ninguno fue enviado de vuelta vacío; él los sanó a todos. Permítase que el enfermo comprenda que, aunque invisible, Cristo está presente para traer alivio y curación.–Carta 82, 1908.
Despertar fe en el gran Sanador
Como seguidores de Cristo, debemos trabajar con todos los métodos racionales para predicar el evangelio de la verdad presente. Tenemos que dar evidencia, no solamente por medio de palabras sino por acciones, de que Cristo está deseoso hoy de unirse con sus ministros devotos para sanar al enfermo y doliente. El Señor restaurará en la mente de sus obreros una ardiente fe en su poder. Cuando crezcamos en la fe del evangelio de Cristo y la estimulemos como se presenta en la Palabra de Dios, habrá en nuestros sanatorios, no solamente un conocimiento práctico de cómo tratar a los enfermos de acuerdo con los principios correctos, también habrá una manifestación de la fe viviente en Dios que guiará a los obreros a apoyarse en el gran Médico para obtener ayuda divina. Y el Señor vendrá para ayudar a los tales en respuesta a su fe en el poder divino.
Por el hecho de tener sanatorios para la curación de los enfermos no debemos cesar de pedir la ayuda del gran Sanador. Cuando se nos llama insistentemente a establecer sanatorios, no es únicamente para que dependamos de los remedios sencillos que se utilizan en ellos, sino para que dirijamos a los afligidos al gran Sanador de la enfermedad. Debemos rogar que su poder obre en armonía con nuestros servicios médicos. La obra de nuestro sanatorio sería mucho más exitosa si los médicos leyeran la Palabra más fervientemente y colocaran sus preceptos en práctica, si predicaran el reino de Dios y oraran por la gracia sanadora de Cristo, para que esta venga a los afligidos.
Presentemos el evangelio al enfermo, ligando a Jesús, el gran Sanador, con los remedios sencillos que se usan; y nuestra fe viviente obtendrá respuesta. Pero los que se allegan al gran Sanador deben estar dispuestos a hacer la voluntad de él, a humillar su alma y a confesar sus pecados. Al asirnos del poder divino con una fe que no sea negada, veremos la salvación de Dios.
Cristo declaró que vino a rescatar la vida de los hombres. Los seguidores de Cristo han de hacer esta obra, y deben hacerla con los medios más sencillos. Se debe enseñar a las familias cómo cuidar de los enfermos. La esperanza del evangelio debe revivir en el corazón de hombres y mujeres. Debemos buscar atraerlos al gran Sanador. Que los médicos obren inteligentemente en el desempeño del ministerio de curación, no con drogas, sino siguiendo métodos racionales. Entonces, por medio de la oración de fe, que se cimienten en el poder de Dios para detener el progreso de la enfermedad. Esto inspirará en los dolientes fe en Cristo y en el poder de la oración, y les dará confianza en nuestros métodos sencillos de tratar la enfermedad. Tal obra será un medio de dirigir las mentes a la verdad, y será sumamente eficaz en la obra del ministerio evangélico.–Carta 126, 1909.
- *- * -*- * -*- * -*- * -*- * -*- * -*- * -*- * -
Para estudio adicional
Los métodos de servicio de Cristo: CSS 27, 30, 31-34; 313-315; 497-499; 527-530; MC 11-32, 49-63, 102.
Cristo nuestro ejemplo en la sencillez: CSS 316, 317.
Objetivos y blanco de los sanatorios: CSS 200-251 [JT 2:465-476]; CSS 268-270 [TI 7:95-97]; TI 8:192-203.
Los sanatorios y la obra evangélica: CSS 209-211.
El peligro más grande en la obra de los sanatorios: TI 1:487, 488.
Sección III: El médico cristiano y su obra
Responsabilidad por el cuerpo y el alma
Cada médico, ya sea que lo reconozca o no, es responsable tanto por el alma como por el cuerpo de sus pacientes. El Señor espera de nosotros mucho más de lo que nosotros solemos esperar de él. Cada médico debiera ser un médico misionero evangélico, dedicado e inteligente, tan familiarizado con el remedio del Cielo para el alma enferma de pecado como con la ciencia de sanar la enfermedad del cuerpo.
Al ponerse diariamente en contacto con la enfermedad y la muerte, debiera tener la mente llena con el conocimiento de las Escrituras, para poder extraer de esta mina expresiones de consuelo y esperanza y depositarlas como buena semilla en los corazones preparados para recibirla. Debiera animar a quienes están por morir a confiar en Cristo como el Salvador que perdona los pecados, y prepararlos para encontrarse con su Redentor en paz.
Los médicos necesitan una doble porción de religión. Entre las personas de cualquier profesión, ellos son los que requieren mayor claridad mental, pureza de espíritu y una fe que obre por amor y purifique el alma, para causar una impresión adecuada en todas las personas con quienes se relacionan en el ejercicio de su profesión. El médico no sólo debiera proporcionar tanto alivio físico como le sea posible a los enfermos desahuciados que pronto yacerán en el sepulcro; además, debiera aliviar su alma agobiada. Presente ante ellos al Salvador resucitado. Exponga a su contemplación al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo... [Juan 1:29].
Los que comprenden la ciencia del cristianismo disfrutan de una experiencia religiosa personal. El que actúa como guardián de la salud corporal debiera poseer tacto para trabajar por la salvación del alma. Hasta que el Salvador llegue a ser realmente el Salvador del alma del médico, este no sabrá cómo responder a esta pregunta: “¿Qué debo hacer para ser salvo?” [Hech. 16:30]...
Un error lamentable
¡Qué oportunidad notable tiene el médico consagrado para manifestar un interés semejante al de Cristo por los pacientes que están bajo su cuidado! Suyo es el privilegio de hablarles en forma animosa, y también inclinarse junto a su lecho para ofrecer una breve oración. Permanecer junto al lecho del enfermo sin tener nada que decir es un error lamentable. Que el médico convierta su mente en una fuente de pensamientos renovadores, que aprenda a repetir las expresiones reconfortantes que Cristo pronunció durante su ministerio terrenal, cuando enseñaba sus lecciones y sanaba a los enfermos. Que hable palabras de esperanza y confianza en Dios. Surgirá un interés genuino. Las preciosas palabras de las Escrituras que el Espíritu Santo fije en la memoria [Juan 14:26] ganarán corazones para Jesús, su Salvador.–Carta 20, 1902.
Fidelidad y perseverancia
Los médicos deben manifestar los atributos de Cristo y perseverar firmemente en la obra que Dios les ha encomendado. A los que llevan a cabo esta labor con fidelidad, los ángeles reciben el encargo de proporcionarles una perspectiva más amplia del carácter y la obra de Cristo, y de su poder, gracia y amor. De este modo, se convierten en participantes de su imagen, y cada día crecen hasta alcanzar la estatura plena de hombres y mujeres en Cristo [Efe. 4:13]. Los hijos de Dios tienen el privilegio de poseer una comprensión de la verdad que crece constantemente, para poder introducir amor a Dios y al cielo en la obra, y suscitar en los demás expresiones de alabanza y agradecimiento a Dios por la riqueza de su gracia...
Los médicos deben permanecer firmes bajo el estandarte del mensaje del tercer ángel [Apoc. 14:9-12], peleando la buena batalla de la fe con perseverancia y éxito, sin confiar en su propia sabiduría, sino en la sabiduría de Dios; vistiéndose con la armadura celestial, con la Armadura armería de la Palabra de Dios, sin olvidar jamás que tienen un Líder que nunca fue vencido ni puede ser vencido por el mal.–Manuscrito 24, 1900.
Cuando se desacredita la obra del Señor
El médico nunca debe hacer su trabajo de un modo vulgar, descuidado ni chapucero; debe preocuparse constantemente de aumentar su refinamiento. Ha de ser, en todo el sentido de la palabra, alguien que ministra; un servidor a quien el Señor ausente ha confiado el cuidado de sus semejantes. La manera de trabajar laxa y descuidada con que algunos médicos actúan desacredita la obra que debiera mantenerse sobre una elevada plataforma ante el mundo. Cuando un médico realiza una obra ineficiente, perjudica a sus compañeros de trabajo.–Manuscrito 105, 1902.
Prestar atención a la edificación del carácter
Nuestros médicos necesitan prestar cuidadosa atención a la edificación de su carácter. Se ha producido en muchos de ellos un deterioro gradual de la piedad, del dominio de sí mismo, de la pureza, de la santidad y de la vigilancia. Es preciso que se produzca un cambio total de mente y espíritu antes que puedan decir que son obreros aceptables...
Únicamente quien diariamente y a toda hora vive una vida cristiana, puede desempeñar bien los deberes propios del médico. Que nuestros médicos procuren comprender cuáles son las solemnes responsabilidades de su profesión, que entiendan todo lo que incluye el trato con los que tienen el cuerpo y la mente enfermos. La vida del paciente suele estar en las manos del médico. Un solo movimiento desatinado de un instrumento quirúrgico en una operación puede causar la muerte del paciente. ¡Qué solemne pensamiento!
¡Cuán importante es que el médico se encuentre en todo momento bajo el control del Médico divino! Por eso el que procura prolongar la vida del paciente debe contemplarlo y dejar que dirija todos sus movimientos. Si el médico sabe que está a su lado aquel que es vida en sí mismo, uno que puede realizar lo que el ser humano es incapaz de lograr, ¡cuánta confianza le inspirará este conocimiento! Y cuán grande bendición puede ser el médico en el cuarto de un enfermo si ha aprendido a confiar constantemente en aquel a quien pertenecen las almas de las personas a quienes ministra [Heb. 7:25]. El Salvador le dará tacto y habilidad para tratar con los casos difíciles.–Carta 61, 1904.
La influencia del médico
Los médicos que cultivan un sentido de la presencia de Dios impresionarán a los pacientes con la influencia de la verdad. Al demostrar que creen firmemente en estas palabras: “Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo; y después de deshecha esta mi piel, en mi carne he de ver a Dios” [Job 19:25], dejan sentir la influencia de esta convicción. Los médicos tienen escaso conocimiento del poder que ejercerán en el cuarto del enfermo si reconocen la presencia de Dios. Sus palabras serán de tal naturaleza que realizarán impresiones para el bien sobre la mente...
Abran toda ventana hacia el cielo y den la bienvenida a los brillantes rayos del Sol de Justicia. “El principio de la sabiduría es el temor de Jehová” [Prov. 1:7]. Vivir y trabajar bajo la impresión constante de que “Dios está en este lugar”, acarrea una influencia santificadora que el Espíritu impresiona constantemente sobre el corazón y la mente [Mat. 5:14,15]. –Manuscrito 33, 1901.
Una pauta de buen juicio
El Señor desea que usted manifieste gozo y exprese palabras gozosas a los enfermos. Permita que el Sol de Justicia brille en lo que dice. Manifieste mucha decisión en sus servicios religiosos. Haga al Señor Jesús su confidente. Establezca un elevado objetivo, y logre que sus realizaciones sean cada vez más elevadas en el conocimiento de su Señor y Salvador Jesucristo.–Carta 128, 1905.
Asistentes celestiales
El tiempo empleado en comunión con Dios, en buscar su ayuda antes de dedicarse a aliviar a los que se encontraban en condición crítica, ha atraído a los ángeles junto al médico y sus asistentes. Usted ha tenido éxito en la medida en que ha confiado en Dios. Él ha estado a su lado tan ciertamente como Cristo estuvo junto a los sufrientes cuando vivió en este mundo.–Health, Philanthropic, and Medical Missionary Work, pág. 40.
Dar a Dios la gloria
Dios obrará con cada médico cristiano. Y el médico debe tributarle la honra y la gloria por el éxito logrado en su trabajo. La única seguridad para los médicos se encuentra en actuar y trabajar con humildad y fe...
Usted depende totalmente del Gran Médico para obtener la habilidad y el poder de realizar una buena obra. Aférrese de Jesús. Él le concederá agudeza de intelecto para discernir con rapidez, y firmeza de nervios para ejecutar con precisión.–Carta 3, 1901.
Dios es la eficiencia del médico
El Señor debe ser la eficiencia de cada médico. Si cuando el médico se encuentra en la sala de operaciones siente que está trabajando sólo como la visible mano ayudadora del Señor, el Gran Médico estará presente para sostener esa mano del instrumento humano y guiarla en los movimientos que ejecuta. El Señor conoce el temblor y el terror con que muchos pacientes llegan a la mesa de operaciones como la única oportunidad de salvar su vida. Saben que se encuentran en la situación más peligrosa en que han estado. Sienten como si su vida estuviera en las manos de quien consideran un médico experto. Pero cuando ven a su médico de rodillas pidiendo a Dios [Miq. 6:8] que las operaciones críticas tienen éxito, la oración los inspira a ellos, y también al médico, con esperanza y confianza decididas. Esta confianza, aun en los casos más críticos, es un medio para hacer que las operaciones sean un éxito. Se efectúan sobre la mente impresiones que Dios se había propuesto que se imprimieran...
Tal oración puede ofrecerse ante personas incrédulas, y hasta infieles, porque barre la sombra mediante la cual Satanás ha oscurecido la mente; y cuando el sufriente emerge de la crisis, la verdad ocupa el lugar de la duda y la incredulidad. Así se disipa la niebla del escepticismo que ofuscaba la mente.–Manuscrito 26, 1902.