Kitabı oku: «Más allá de la pareja», sayfa 10

Yazı tipi:

Vivir con integridad

A lo largo de este libro, planteamos la confianza como una alternativa al control en las relaciones poliamorosas. Algo fundamental para generar confianza es vivir de forma honesta. Generas confianza cuando cumples tus promesas, cuando «predicas con el ejemplo». La confianza se pierde cuando rompes acuerdos, cuando rompes los límites y actúas de formas que no coinciden con los valores que proclamas. Vivir con integridad puede ser lo que te sostenga cuando nada más lo haga. Cuando tienes que tomar decisiones complicadas, y los efectos de esas decisiones en las personas que te rodean son imposibles de predecir, ¿qué te sirve de guía? Cuando te equivocas, o cuando cometes errores, ¿eres capaz de mirar atrás y decir «Respeté los valores que son más importantes para mí»?

En las relaciones poliamorosas, puede haber momentos en los que no hay ninguna opción buena, en los que tanto tus relaciones como tú saldréis perdiendo. Quizá la cuestión es dónde vais a pasar las Navidades. Quizá es dónde irán las criaturas después de terminada la relación. Quizá es qué hacer cuando dos personas con quien tienes una relación a quienes adoras, no se soportan mutuamente. Podemos hablar de negociación, de compromiso, de encontrar soluciones en las que todo el mundo salga ganando, pero a veces no existe un punto intermedio. Cuantas más personas sumas a la ecuación, más probable es que aparezcan conflictos y, a veces, no tienen una solución sencilla.

Hemos hablado de la necesidad de un marco ético que maximice el bienestar de todas las personas involucradas. Pero a veces te atascas en minimizar los daños en lugar de maximizar los beneficios, y da igual las justificaciones que te des, siempre te vas a sentir fatal tomando decisiones que sabes que van a herir a otras personas. A veces, sinceramente, no puedes predecirlo. A veces debes enfrentarte a elecciones que te hacen sentirte pésimamente a corto plazo y cuyos efectos a largo plazo no se pueden prever. Así que, cuando sucede eso –cuando no puedes hacer nada sin que te haga daño a ti o a otra persona– ¿cómo tomas decisiones?

Cuando nos hemos encontrado en esa situación es cuando hemos intentando volver a concentrarnos en la integridad personal. ¿Qué significa actuar con integridad? Para alguna gente la integridad sería, esencialmente, lo mismo que la honestidad. Otra gente lo ve como la consistencia en los actos o la coherencia entre conducta y creencias. Pero la raíz de la palabra integridad significa «totalidad». Concentrarse en la integridad significa, en nuestro caso, examinar en profundidad el momento presente: qué estoy haciendo en este momento concreto, ¿está en consonancia con mi yo más auténtico? Si me imagino mirando atrás dentro de diez años, ¿me gustaría la persona que vería?

Empatía

Antes de que hablemos de empatía, vale la pena repetir los dos axiomas en los que se basa la ética de este libro:

• Las personas que forman parte de una relación son más importantes que la relación.

• No trates a las personas como cosas.

Seguir un código ético que se basa en no tratar a las personas como si fueran cosas significa tratar a las personas como personas. Y eso significa practicar la empatía.

La palabra empatía se usa constantemente hoy día. Pero, ¿qué significa? Es fácil lanzarla como una reprimenda simplista o incluso en tono acusatorio, como al decir «yo tengo empatía y tú no». Si tu entorno social tiene algún contacto con círculos New Age, probablemente conoces a alguien a quien le gustan los campeonatos de «tengo más empatía que tú». De hecho, muchas de las ideas de este libro pueden usarse de esa manera. Por favor, no lo hagas.

La empatía no es –insistimos– algo que tú eres, ni algo que sientes, sino algo que pones en práctica. La empatía es ponernos en el lugar de la otra persona. Podemos escuchar lo que una persona está sintiendo, presenciar su dolor al mismo tiempo que la amamos tal como es. A veces debes hacer eso mismo contigo.

La empatía no es buena educación, ni siquiera algo similar a la bondad. ¡No es hacer buenas acciones por una persona mientras la juzgamos en voz baja! La empatía supone involucrarse por completo, y requiere vulnerabilizarse, que es la parte que lo hace más complicado. Tenemos que darnos el permiso para estar presentes como iguales junto a otra persona, reconociendo y aceptando su lado oscuro. Y eso nos obliga a aceptar, también, la oscuridad que hay en nuestro propio interior.

No tener límites no es lo mismo que tener empatía, ni tampoco lo es permitir que alguien nos arrolle o pasar por alto su mal comportamiento o el maltrato a otras personas. La empatía auténtica requiere unos límites sólidos, porque si permitimos que una persona se aproveche de nuestra situación, se hace muy duro ser auténticamente vulnerable con ella. La empatía requiere la voluntad de hacer a alguien responsable de lo que hace, al mismo tiempo que la aceptamos tal como es.

¿Cómo practicamos la empatía? La piedra angular de la empatía es simple, pero emocionalmente difícil de alcanzar. Significa, antes de nada, asumir la buena intención del prójimo. En otras palabras, buscando la interpretación más comprensiva de las motivaciones más profundas que puede tener alguien.

Hasta el día en que todo el mundo tengamos rubíes mágicos en la frente con los que leernos mutuamente nuestras mentes, siempre será peligroso presuponer las motivaciones de otra persona. Por eso necesitamos la empatía. Cuando alguien ha hecho algo que no nos gusta, o que nos hace daño, o no ha hecho lo que queríamos que hiciera, lo más fácil es presuponer que lo hace con las peores intenciones: «No le importa lo que necesito», «ignora mis sentimientos».

La empatía significa haber comprendido que las otras personas tienen sus propias necesidades, que pueden ser diferentes de las nuestras, y hacerles extensible la misma comprensión, la misma voluntad de valorar sus propias luchas, que querríamos que nos dieran. La ponemos en práctica cada vez que sentimos ese arrebato de enfado cuando alguien hace algo que no nos gusta, pero luego nos analizamos e intentamos ver, desde su punto de vista, la razón por la que se comportaron de esa manera. La ponemos en práctica cada vez que somos amables con otras personas en lugar de enfadarnos con ellas. Y la ponemos en práctica cuando nos tratamos personalmente con esa misma amabilidad: cada vez que aceptamos que tenemos defectos e imperfecciones pero que a pesar de ello somos buenas personas. La ponemos en práctica cada vez que reconocemos mutuamente nuestras fragilidades y errores.

Como personas poliamorosas, nos enfrentamos a la necesidad especialmente urgente de cultivar la empatía hacia las personas con quienes tenemos relaciones y demás miembros de nuestra comunidad. Pero quizá lo más importante es sentir esa empatía también hacia nuestro interior. Estamos aprendiendo una nueva manera de hacer las cosas. Estamos desarrollando nuevas habilidades que nadie nos ha enseñado antes y enfrentándonos a retos a los que mucha gente no se enfrenta nunca. Estamos intentando aprender cómo tratar bien no solo a una sola persona con quien tenemos una relación, sino a toda una red cuyo bienestar depende de lo que hagamos. Y eso es duro.

Es fácil autoinculparse por no ser una persona poliamorosa perfecta, especialmente cuando la comunidad poliamorosa muestra su mejor cara públicamente para ganar aceptación mayoritaria en la sociedad. Si sientes celos o inseguridad, o te resulta complicado manejar tus enfados, o no eres capaz de saber cómo comunicar claramente tus necesidades… es normal. No hace falta que seas una persona poliamorosa perfeccionista. No eres la primera persona que ha sentido esas cosas, ni mucho menos. Todo el mundo hemos pasado por ahí. Intenta tratarte de la misma manera que tratarías a alguien que te importa y que está teniendo el mismo problema que tú: con empatía y aceptación.

Revisa tus expectativas

El diccionario define expectativas como «una creencia centrada en el futuro; la creencia de que algo sucederá o debería suceder en el futuro». Eso no permite entrever la trampa que nos pueden tender nuestras expectativas: nos causan decepción cuando no se cumplen, y el miedo a esa decepción nos puede hacer ocultar nuestras expectativas; a veces incluso ante nuestros propios ojos.

Las expectativas se diferencian de emociones similares como la esperanza, las fantasías, los anhelos o los deseos. Si las tienes, puede que sientas decepción o incluso dolor si no llegan a cumplirse, pero creemos que eso no significa que sea malo tenerlas. Con las expectativas, en cambio, te puedes hacer un lío. La diferencia es que una expectativa implica cierta responsabilidad de la otra persona (o al menos de una entidad, como Dios, o el Destino o «el universo»). Quizá incluso implica cierta sensación de que se tiene derecho a algo. Por lo que, si no se cumple, además de la decepción, también puedes enfadarte o culpar a alguien.

Todo el mundo tenemos expectativas. La mayoría de las veces, nuestras expectativas son razonables y normales. Tenemos la expectativa de que cuando giramos el grifo, saldrá agua. A un nivel más básico, tenemos la expectativa de que las leyes que rigen nuestras interacciones con el mundo son estables e inmutables. Tenemos la expectativa de que el agua sea húmeda, que el fuego sea caliente, que la gravedad haga que las cosas caigan. Nuestras expectativas son, en parte, la base de nuestra percepción del mundo. Nos aportan una sensación de estabilidad y predictibilidad; si no tuviéramos ninguna expectativa, la vida se volvería prácticamente imposible.

Las cosas se hacen más complicadas cuando hablamos de las expectativas respecto a otras personas. Las personas son autónomas, con sus propias motivaciones y prioridades. Podemos tener expectativas respecto a otra gente: esperamos que nuestras amistades no incendien nuestra casa o roben nuestro gato cuando nos visitan; pero nuestras expectativas siempre van a verse complicadas por el hecho de que de que no podemos saber lo que está pasando dentro de la cabeza de otra persona. A veces, la gente incendia casas o roba gatos.

Hablemos de expectativas «razonables» y «no razonables». La diferencia es subjetiva, y hay un montón de zonas grises donde ambas se solapan. Algunas expectativas son claramente razonables. Esperamos que nuestras amistades no nos agredan físicamente si no ha habido una provocación. Tenemos la expectativa de que las personas con quienes tenemos una relación romántica no retiren todo nuestro dinero del banco y se escapen a Cancún con otra persona. Otras expectativas son claramente no razonables. No tenemos la expectativa de que nuestra nueva relación, que ha aparecido vestida elegantemente, se entusiasme si le decimos «Tienes que ir a limpiar la arena del gato».

Entre ambos extremos están las aguas donde los arrecifes acechan, preparados para hacer naufragar a quienes se confían. Nuestras expectativas pueden encallarse en cualquier momento de la relación.

No tenemos el derecho, en general, a esperar cosas de la gente sin su consentimiento. No podemos enfadarnos con alguien porque no ha hecho algo que no ha aceptado hacer en ningún momento. La habilidad de manejar las expectativas significa algo más que intentar navegar entre las expectativas razonables y las no razonables. Significa reconocer que un deseo por mi parte no supone una obligación por la tuya. Y no podemos enfadarnos de manera razonable con alguien que no ha cumplido nuestras expectativas si antes no hemos hablado sobre nuestras expectativas.

#ALGUNAS PREGUNTAS QUE PUEDES HACERTE

Cuando estés pensando sobre qué quieres en tus relaciones y cómo te gustaría que se estructurasen, aquí tienes algunas preguntas que podrían ser útiles para que te las hagas (y discutirlas con quien o quienes tienes una relación, si estás en una):

• ¿Por qué tengo relaciones con otras personas?

• ¿Qué necesito de mis relaciones, en términos de tiempo, disponibilidad emocional, compromiso, comunicación e intimidad?

• ¿Qué significa «compromiso» para mí y por qué?

• Cuando pienso sobre el futuro, ¿cómo es? ¿Hay espacio para el cambio y el crecimiento?

• ¿Cuánto valoro mi autonomía personal, transparencia, cohabitar, tener y criar criaturas, compartir economía, comunidad, tradiciones, las opiniones de mis amistades y familiares, cumplir las normas sociales?

• ¿Qué valores son los más importantes para mí en mí y en el resto?

• ¿Se alinean las decisiones que tomo con esos valores?

• ¿En quiénes me reflejo? ¿En quién confío para que me diga en qué me estoy equivocando? ¿Cómo respondo a las críticas hechas por personas cercanas a mí?

• ¿Cómo valoro mis decisiones cuando los efectos de mis acciones son imposibles de predecir?

• ¿Qué espero de otras personas, y por qué?

6
Problemas de comunicación

Las palabras no tienen un único significado

sino un enjambre de ellos,

como abejas alrededor de un panal.

Maureen O’Brien

Si has oído hablar sobre poliamor, es probable que hayas oído algo como «La primera regla del poliamor es comunicación, comunicación, comunicación». Pero, ¿qué significa eso exactamente? La comunicación es más complicada de lo que parece. Va mucho más allá de decir lo que estás pensando, e incluso decir lo que estás pensando puede ser sorprendentemente duro. Además, está la parte de escuchar. Hay miles de maneras en las que la comunicación puede fallar y solo unas pocas para que tenga buenos resultados. La buena comunicación es un proceso y es esencial generar confianza, demostrar respeto y entender las necesidades de quienes tienes a tu alrededor.

Cuando hablamos de comunicación en el poliamor, en realidad estamos hablando de un tipo muy concreto de comunicación: decir la verdad sobre quiénes somos, nuestras necesidades y nuestros límites con honestidad y precisión, y escuchar gustosamente cuando nuestras relaciones nos hablan sobre quiénes son, sus necesidades y sus límites. En realidad, este tipo de comunicación no es una cuestión de palabras. Es cuestión de vulnerabilidad, autoconocimiento, integridad, empatía, compasión y un montón de cosas más.

La comunicación es un tema tan complicado que lo hemos dividido en dos capítulos. Este capítulo trata sobre las maneras en que la comunicación puede estrellarse, incluyendo la falta de precisión, la falta de honestidad, la pasividad y la coerción. El siguiente capítulo habla de algunas estrategias para ayudarte a hacerlo bien.

Lenguaje impreciso

En los ambientes poliamorosos, la gente se queja a menudo de que las conversaciones sobre poliamor siempre parecen terminar en semántica. Eso en realidad es algo bueno. La comunidad poliamorosa tiende a concentrarse en la comunicación y la comunicación se basa en que las palabras tengan un significado compartido. Llegar a esa comprensión mutua es de lo que trata la semántica.

Por un lado, el lenguaje es una herramienta increíblemente flexible y resiliente. Si lees una frase que contiene flutzpahs, incluso si nunca has oído hablar de flutzpahs, a menudo puedes inferir su significado por el contexto. Por otro lado, la forma más simple de que la comunicación no funcione es cuando una persona usa una palabra común de una manera que es malinterpretada por la otra persona. Por ejemplo, una vez Franklin tuvo una conversación con Celeste que fue más o menos así:

CELESTE: ¿Podrías hacerme un favor, me pasas el trapeador?

FRANKLIN: ¿Qué es un trapeador?

CELESTE: Lo que pasas para limpiar, ya sabes, una fregona.

FRANKLIN: ¡Ah, vale! Aquí la tienes.

CELESTE: ¡Nunca me ayudas con las tareas de la casa! ¡Esperas que yo haga todo! ¡Te pido que hagas una sola cosa y no la haces!

FRANKLIN: ¡Un momento! ¡Me pediste que te pasara el trapeador y te pasé la fregona! Eso era lo que querías, ¿no?

CELESTE: No, te pedí que la pasaras tú en lugar de hacerlo yo. «Me pasas el trapeador» quería decir «Pasa el trapeador por el suelo en lugar de hacerlo yo».

Palabras muy pequeñas pueden esconder grandes malentendidos ¿Qué es el sexo? ¿Qué es una relación? ¿Qué quieres decir con palabras como «permiso», «consentimiento» o «compromiso»? En una mesa de debate sobre poliamor en un congreso donde participó Franklin surgió un desacuerdo sobre el significado de esa última palabra:

MIEMBRO DEL PÚBLICO: Es obvio que la gente con múltiples relaciones románticas no puede comprometerse, porque compromiso quiere decir que te dedicas a una sola persona. No puedes confiar en alguien que no puede comprometerse, porque no tiene un compromiso contigo.

FRANKLIN: ¿Y qué sucede si alguien tienen compromiso con más de una persona?

MIEMBRO DEL PÚBLICO: Eso es imposible, es una contradicción lógica. Compromiso significa «dedicación a una sola persona». No puedes dedicarte a dos personas igual que no puedes cortar un círculo en tres mitades. Una persona con más de una relación no se compromete y, por lo tanto, no se puede confiar en ella.

Lo que es obvio para una persona puede que no sea obvio para otra. Como tratamos en el capítulo 19, respecto al sexo, incluso definir la palabra «sexo» puede provocar un lío muy serio.

Palabras escurridizas

En nuestro caso, cuando hablamos de relaciones, intentamos evitar ciertas palabras. Algunas palabras están cargadas con expectativas y carga emocional, lo que las hace propensas a ser mal utilizadas. Esas palabras fácilmente se convierten en herramientas para manipular, porque parecen aparentemente razonables pero tienen un significado complicado de determinar.

Respeto. A mucha gente le gusta decir cosas como «Las nuevas relaciones deben respetar mis relaciones existentes». Y suena razonable. Después de todo, ¿quién entraría en una relación diciendo «No voy a respetar a ninguna de las personas involucradas»? Pero ¿qué significa «respetar» una relación? ¿Significa ceder siempre ante las personas que están en esa relación? ¿Significa hacer siempre lo que digan? El respeto es recíproco; ¿qué respeto están dispuestas a ofrecer a una nueva relación las personas que ya están en una relación preexistente?

En lugar de usar palabras tan vagas como respeto, será mejor si explicas en detalle cuáles son tus expectativas. Si crees, por ejemplo, que las relaciones anteriores tienen prioridad en términos de tiempo y planificación, dilo. Usar palabras vagas como respeto es una manera fácil de acusar a otras personas de romper acuerdos cada vez que hacen algo que no te gusta, sin tener que llegar, en realidad, a ningún acuerdo explícito.

Tener prioridad. Otra frase que suena bien pero es vaga y que hemos oído a menudo es «Mis compromisos previos tienen prioridad». Nadie entra en una relación haciendo borrón y cuenta nueva. Todo el mundo tiene compromisos previos que requieren nuestro cuidado, quizá criaturas, familiares con alguna enfermedad, un trabajo muy exigente o una colaboración empresarial. Esto es aplicable tanto a las relaciones monógamas como a las poliamorosas.

Por lo que, si decimos: «Los compromisos previos tienen prioridad», ¿significa simplemente que tenemos compromisos previos con los que queremos cumplir? Eso es razonable en cualquier tipo de relación. ¿O es una manera de decir «Cuidaré de tus necesidades solo si no incomodan a las otras personas en mi vida», como, en realidad, parece pasar demasiado a menudo? ¿Significa que una persona con quien ya se tenía una relación siempre puede usurpar el tiempo que había sido asignado a un nuevo miembro de la relación?

Es mejor explicar con detalle cuáles son tus compromisos previos, y qué necesitas para cumplirlos, en lugar de simplemente decir que «tienen prioridad».

Justo y equitativo. Estas palabras evocan imágenes de relaciones en las que a todo el mundo se le reparte una porción de pastel del mismo tamaño, incluso aunque algunos miembros tengan más hambre que otros y aunque algunos sean alérgicos al pastel. La igualdad de oportunidades es muy diferente de la igualdad de circunstancias; si cada persona quiere cosas diferentes, es lógico que sus circunstancias sean diferentes. Lo más justo no es necesariamente una división igualitaria de los recursos, sino una división que cubra en el mayor grado posible las necesidades de todo el mundo.

Derechos. En el capítulo 3 hablamos del nivel que algo debe alcanzar para considerarlo un «derecho». Pocas cosas llegan a ese nivel, por lo que «derecho» es una palabra que debe usarse con mucho cuidado.

Algunas cosas que no tienes derecho a esperar en una relación: que nunca te cuestionen, que siempre estés a gusto, que otras personas siempre eviten todo lo que desencadena tus emociones y lo que te molesta. Las cosas a las que no tienes derecho incluyen tratar a la gente como desechable, obtener promesas de que alguien no te abandonará jamás y controlar las otras relaciones ajenas. Todas estas cosas requieren negociación. Las relaciones son siempre voluntarias; tienes el derecho a terminar una relación que no cubre tus necesidades (y quien tiene una relación contigo también), pero no tienes derecho a demandar a la persona con quien tienes esa relación que haga lo que tú quieres.

Éxito. Cuando piensas en relaciones exitosas o que salen bien, ¿qué te viene a la mente? ¿Relaciones que duran una determinada cantidad de tiempo? ¿Relaciones en las que no hay desacuerdos? Puede ser tentador llamar exitosa a una relación porque dura mucho en el tiempo pero, ¿qué sucede si los miembros de esas relaciones tratan mal a sus otras relaciones?

«Éxito» debe ser aplicable a todas las personas involucradas. Si una relación poliamorosa se mantiene unida durante mucho tiempo, pero trata mal a sus otras relaciones o hace daño a un montón de gente durante ese tiempo, no consideraríamos necesariamente que su relación ha tenido «éxito». Cuando usas la palabra éxito, ¿estás pensando en una relación en particular o en todas ellas?

Razonable. La palabra razonable (y su gemelo maléfico, poco razonable) se usa con mucha facilidad. ¿Es razonable querer decirle a tu amante en qué posturas puede tener sexo? ¿Es razonable que una de tus relaciones bese a otra persona delante de ti? El problema es que lo que se considera «razonable» es mayormente cultural y subjetivo. ¡Para empezar, la mayoría de la gente diría que no es razonable tener varías relaciones!

El poliamor es todavía lo suficientemente nuevo para no haber establecido unas normas culturales fijas de qué es razonable y qué no. Por lo que, en lugar de hablar sobre qué es «razonable», habla de cómo te hacen sentir detalles concretos de algo. ¿Cómo reaccionas cuando la persona con quien tienes una relación besa a otra persona delante de ti? ¿Por qué? ¿Cómo puedes negociar con la persona con quien tienes una relación otras maneras de hacer las cosas? Habla de lo que necesitas y cómo te pueden ayudar las personas con quien tienes una relación, y negocia una solución que funcione para todo el mundo.

Sano. Esta es una palabra especialmente peligrosa. Algunas relaciones son auténticamente sanas y otras son dañinas. Pero, demasiado a menudo, esta palabra se usa para simplemente juzgar las conductas que no nos gustan. Una relación que transgrede tu consentimiento es realmente dañina. Una relación en la que se te amenaza con violencia es dañina. Una relación de codependencia es dañina. Pero que la persona con quien tienes una relación haga algo que no te gusta no es necesariamente algo dañino. A veces las relaciones sanas también son incómodas por momentos. En lugar de usar la palabra sana, recomendamos hablar directamente sobre las conductas que te incomodan y por qué lo hacen. Si, sinceramente, crees que la conducta de tu pareja es dañina, puede que sea el momento de buscar ayuda profesional (con tu pareja si es posible, o por tu cuenta, si tu pareja no quiere participar; mira en la página 94).