Kitabı oku: «Más allá de la pareja», sayfa 3

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Desventajas del poliamor

La gente de las comunidades poliamorosas actuales es, en su mayoría, pionera. Vamos por delante de muchas maneras; la mayoría ya habíamos hecho un acercamiento no convencional a las relaciones décadas antes de que la palabra «poliamor» existiera. Por esa razón, mucha gente somos activistas, portavoces y promovemos el poliamor. Eso significa que mucho de lo que oigas sobre el poliamor se centra en las ventajas más que en las desventajas. Pero en este libro no queremos dar esa visión parcial. El poliamor no es el Nirvana. Todo lo positivo tiene su lado negativo. Solo tú puedes decidir si las ventajas compensan las desventajas.

El poliamor es complicado. Cuando tienes más de dos personas involucradas en tu vida romántica, las cosas se complican rápidamente. Mantener varias relaciones simultáneas no es para cobardes. Pueden aparecer personalidades que no encajan y muchas cosas pueden ir mal. En una relación poliamorosa, se aportan más opiniones, se hieren los sentimientos de más gente, hay más personalidades en lucha, más egos que pueden sentirse heridos. Manejar un conflicto o problema en una relación poliamorosa requiere unas habilidades de comunicación excelentes y unas buenas herramientas para la resolución de conflictos, que es en cierto modo el objetivo de este libro.

Para alguna gente, el hecho de que las relaciones poliamorosas sean más complicadas que las tradicionales es la «prueba» de que el poliamor es un error. Este argumento tiene cierto sentido; muchas relaciones son complicadas, como las que incluyen criaturas adoptivas, o las que se dan entre dos personas de diferentes creencias religiosas o contextos culturales ¿Calificaría de «erróneas» esas relaciones cualquier persona sensata? Al final, la mejor medida para una relación no es lo complicada que resulta, sino cuánta felicidad, esperanza, alegría, apoyo y amor aporta. Por supuesto, el poliamor puede ser complicado, pero ¿dónde está el mérito en una vida sencilla?

Evolucionarás, quieras o no. Una relación poliamorosa ofrece muchas oportunidades de crecimiento personal, algunas más fáciles que otras. Si eso es parte de «lo bueno» o «lo malo» depende de lo que pienses del crecimiento personal. Oirás a alguna gente poliamorosa quejándose de «OMOPA» u «OMOPC»: «Otra maldita oportunidad para aprender» u «otra maldita oportunidad para crecer».

El poliamor no es seguro. Cuando le ofreces tu corazón a alguien, lo puede romper. La vulnerabilidad puede ser dolorosa. Muchas personas intentan protegerse a sí mismas colocando estrictos controles en la forma que pueden tomar sus relaciones, o en el grado hasta el que quieren evolucionar. Nunca hemos visto que esa manera de hacerlo tuviese éxito; simplemente reemplaza un tipo de dolor por otro. El poliamor requiere agallas. Aumenta el amor y la alegría, pero también aumenta las probabilidades de que te hieran. Esa es la manera en que funciona en las relaciones románticas.

El poliamor supone renunciar a algunas cosas. Cuando tu pareja tiene otra pareja, habrá veces en que pierdas algo, aunque solo sea tiempo y atención. Cualquier relación necesita atención para desarrollarse, no importa lo bien que te lleves con la otra pareja de tu pareja –incluso si tú y tu pareja compartís amante, habrá ocasiones en que la relación requiera de un enfoque individual. No siempre es posible planificar ese momento para que nunca te reste nada.

El poliamor cambia las cosas. Hablamos más de esto a lo largo del libro, pero especialmente en los capítulos 14 y 17. Dicho en pocas palabras, no puedes esperar abrir tu corazón a otras personas y esperar que tu vida no cambie. Habrá cambios y no siempre serás capaz de preverlos o controlarlos. Todas las relaciones están sujetas al cambio. Incluso las relaciones poliamorosas aparentemente idílicas no duran necesariamente toda la vida, ni más de lo que lo hacen los matrimonios tradicionales aparentemente perfectos.

La gente no siempre se lleva bien. Simplemente porque alguien ama a una persona con quien tienes una relación no significa necesariamente que encaje bien contigo. Es fácil decir «Solo tendré relaciones con personas a las que les gusten mis relaciones actuales» (o en casos extremos, «solo tendré relaciones con personas que tengan una relación romántica con mis parejas»), pero en el mundo real eso no siempre posible. No puedes obligar a la gente a gustarse mutuamente, y creemos que, en relaciones consensuadas, podría no ser muy ético supeditar tu amor a cómo se relaciona tu amante con otras personas. A veces, lo mejor que puedes hacer es llegar a un acuerdo para comportase educadamente entre sí. Las familias biológicas a veces tienen miembros que no se gustan mutuamente, pero aun así han de ser razonables en las cenas familiares. El poliamor no es diferente.

#ALGUNAS PREGUNTAS QUE PUEDES HACERTE

No nos parece muy útil decirte qué debes hacer. Es mucho más eficaz plantearse preguntas cuando estás valorando cómo proceder. Repetiremos esto a lo largo del libro. Para empezar, estas son algunas preguntas que te pueden ayudar a valorar si el poliamor puede ser una buena idea para ti:

• ¿En alguna ocasión he tenido sentimientos románticos hacia más de una persona a la vez?

• ¿Creo que existe solo un «amor de verdad» o una «media naranja»?

• ¿Cómo es de importante mi deseo de tener múltiples relaciones románticas?

• ¿Qué quiero en mi vida romántica? ¿Tengo una actitud abierta ante múltiples relaciones sexuales, relaciones románticas o ambas? Si quiero tener más de una relación, ¿qué nivel de cercanía e intimidad espero y puedo ofrecer?

• ¿Cómo es de importante para mí la transparencia? Si tengo más de una relación, ¿me gustaría que se conocieran mutuamente? Si tienen otras relaciones, ¿me gustaría conocerlas?

• ¿Cómo definiría el compromiso? ¿Soy capaz de comprometerme con más de una persona simultáneamente? Y si es así, ¿cómo sería ese compromiso?

• Si ya tengo una relación, mi deseo de tener más ¿tiene su origen en la insatisfacción o infelicidad con mi relación actual?

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Las variadas formas de amar

La naturaleza nunca se repite a sí misma y las potencialidades de un alma humana nunca se encontrarán en otra.

Elisabeth Cady Stanton

Imagina que eres un árbol. Tus raíces se hunden profundas en la tierra; te alimentan y dan soporte. Son alimentadas por la lluvia, que mantiene tu savia en movimiento. Tus hojas son bañadas por la luz del sol, que te aporta energía. El viento te trae el polen de otros árboles, para que puedas producir semillas y frutos. Quizá, incluso, hay un pájaro que ha construido un nido en tus ramas, ha incubado a sus crías y se ha ido antes de que llegase el otoño. Cada una de estas cosas –suelo, lluvia, sol, viento– tiene un efecto diferente en ti. Ninguna es intercambiable. Si falta una, podrías marchitarte y morirte, o como mínimo, no florecer. Demasiado de alguna podría ahogarte.

Esta es una metáfora de tus relaciones. Algunas personas –las que podrías llamar tus «relaciones-ancla» o «de referencia», pero quizá también tus padres, madres, hermanos, hermanas o amistades más cercanas– nos dan una base, nos estabilizan, nos dan apoyo. Son la tierra. El resto pueden cambiar más, pero eso no hace que sean menos cruciales: la luz del sol que nos da energía y felicidad. La lluvia que nos refresca y purifica. Los vientos que traen nuevas ideas y alimentan tu creatividad.

¿Cómo cubres tus propias necesidades? Creciendo en una sociedad monógama, se nos ofrece solo un puñado de vías que el amor puede tomar, en concreto el amor romántico. Se espera que las relaciones sigan una trayectoria concreta, lo que llamamos «la escalera mecánica de las relaciones». Si una relación no sigue ese camino, no es «de verdad». Esta manera de ver las relaciones, todas cortadas por el mismo patrón, está tan arraigada que a menudo intentamos mantenernos en ella incluso cuando descubrimos el poliamor. A veces limitamos las formas que pueden adoptar nuestras relaciones: «Mi novio solo podrá ser mi novio porque ya tengo un marido». A veces intentamos la trayectoria tradicional con varias personas: Buscamos tener dos o tres parejas fieles con quienes convivir incluso antes de que sepamos qué quieren.

El poliamor nos permite librarnos de las estructuras predefinidas de la monogamia. Una de las cosas increíbles que ofrece el poliamor es la libertad para acordar tener relaciones que funcionan para tus parejas y para ti. Las posibilidades no siempre son obvias, incluso para personas que han vivido en relaciones poliamorosas durante años. Por ejemplo, a menudo no hay necesidad de «dejar» una relación si algo (o alguien) cambia. Si se quiere, se puede mantener la conexión y darle otra forma diferente. Podemos construir relaciones que tienen la libertad de desarrollarse cómo quieran fluir de forma natural.

Nos ayuda a darnos cuenta de que el amor mismo es maleable y cambiante. Su intensidad y naturaleza varía, y eso influye en su manera de fluir, en sus formas cambiantes. La monogamia nos dice que las relaciones exitosas, «de verdad», son todas parecidas. Las relaciones que duran mucho tiempo se consideran éxitos, independientemente del sufrimiento que haya habido, y a las que se terminan se las considera fracasos, independientemente de la felicidad de quienes han sido parte de ella. Todo lo que no sea sexualmente exclusivo, nos dicen, provocará caos, anarquía, ruptura de la familia.

La monogamia nos dice qué podemos esperar. El poliamor, no. No hay modelos rígidos, solo matices y tonos de gris. Eso es al mismo tiempo una bendición y una maldición. El poliamor considera que las relaciones son, ante todo, algo personal minuciosamente adaptado a las necesidades específicas de todas las personas involucradas. Al mismo tiempo, no nos da un camino claro que seguir, no hay atajos hacia una «buena relación». Abandonar los puntos de referencia de la monogamia puede dar miedo. Sin ellos ¿cómo sabremos qué hacer?

El ADN de las relaciones

En el momento en que nos movemos de las relaciones cortadas por el mismo patrón a las adaptadas a cada persona, tenemos que empezar a pensar sobre qué es posible y qué no. El vasto potencial de las relaciones poliamorosas nos puede confundir. Una relación puede ser de muchas maneras, pero también tiene sus propios límites. Está limitada por lo que tú quieres –pero también por lo que cada miembro de la relación quiere, y lo que sus otras relaciones quieren, y el grado intrínseco de intimidad potencial entre tus relaciones y tú. Cada relación contiene un abanico de posibilidades. Esas posibilidades son entre las que has de elegir.

Ese conjunto de posibilidades intrínsecas es el ADN de una relación. Los libros escolares se refieren al ADN como el diseño de un proyecto, pero no es correcto. Se usa un diseño para construir algo, como una casa. Esquematiza cómo será la casa: cada medida, cada detalle. Sin duda, te permite tener el control de cosas superficiales como la pintura o las cortinas, pero básicamente, sabes qué vas a obtener. Y una vez la casa está construida, cambiará poco.

Por otro lado, el ADN de cada criatura diferente se parece mucho entre sí. Son largas cadenas de millones o billones de elementos que se repiten, las «letras» que construyen las «palabras» que son nuestros genes. Un boceto es un mapa, pero el ADN se parece más a una receta: un conjunto de instrucciones que le dicen a las células, paso por paso, cómo hacer crecer un organismo. Mirado al microscopio, el ADN de una criatura no se parece en nada a lo que será, del mismo modo que una receta no se parece a un pastel.

Así que, imagina, que tienes una nueva semilla. Contiene el ADN de una planta completa, pero no es obvio lo que crecerá a partir de ella: ¿Será grande o pequeño? ¿Caduco o perenne?¿Silvestre y resistente o delicado y necesitado de muchos cuidados? Puedes influir mucho en cómo crece esa semilla, o si llega a brotar en absoluto, dependiendo de cómo la cuides. Pero nunca vas a obtener una sandía de una semilla de cebolla. En el mejor de los casos, obtendrás una cebolla más grande. Y algunas plantas parecen absolutamente decididas a sobrevivir: puedes plantarlas a la sombra y olvidar regarlas, y ellas no dejarán de crecer.

Las relaciones –como todo organismo vivo, pero no como los edificios– crecen, cambian y pasan por ciclos. Algunas dan fruta y otras flores, e incluso habrá ocasiones en las que parece que no están dando nada en absoluto. Pasan las estaciones del año y pueden morirse.

Por eso cuando decimos que las relaciones tienen ADN, y no un proyecto diseñado, queremos decir que las relaciones, al contrario que los edificios, están vivas. La sociedad nos da un proyecto diseñado sobre cómo deben de ser las relaciones: un hombre, una mujer, 2’4 criaturas, un jardín, reuniones de madres y padres en el colegio, valores tradicionales. Proponemos relaciones en las que no cabe diseñar un proyecto, relaciones que son tan únicas como las personas en ellas. Las relaciones no necesitan ser producidas en serie de acuerdo con instrucciones de fabricación: podemos cultivarlas para que cubran nuestras necesidades.

Esa es la razón por la que comparamos el trabajo que supone cuidar tus relaciones con el trabajo de cuidar un huerto. Tu huerto crecerá sano, o no, dependiendo del tiempo que inviertas y la habilidad que tengas para regar, quitar la maleza, abonar, seleccionar y colocar tus plantas (tu esfuerzo para cuidar de la relación), así como de la riqueza de la tierra y de la exposición al sol (tu trabajo personal). Pero las cosas en tu huerto tienen vida propia, las plantas pueden llegar a crecer o no, pueden dar fruto o no, pueden necesitar más cosas o que haya cosas que no les afecten en absoluto.

Y a veces pueden tener un resultado que no te esperas. Las relaciones buscarán su propia expresión, da igual todo lo que intentes contenerlas o controlarlas. Del mismo modo que no puedes mirar una semilla desconocida y decir qué brotará de ella, no puedes comenzar una nueva relación y saber cómo va a desarrollarse. Si insistes en plantar la nueva semilla en la sombra sí o sí, o si insistes en forzar una nueva relación para encajar en un determinado molde, y funciona... será por casualidad.

Atiende a las necesidades de lo que hayas decidido plantar en tu huerto. Asegúrate de que hay espacio suficiente para lo que quieras añadir y que tienes el tiempo y la energía suficientes para cuidarlas. Recuerda, también, que el objetivo de un huerto es, en última instancia, alimentar a quien cuida ese huerto. Si has llenado tu huerto de boniatos y quieres algunas vitaminas, está bien hacer espacio para un poco de kale y zanahorias. Si la sombra del gran roble que has cuidado durante décadas está dando tanta sombra a todo tu huerto que nada más puede brotar, podrías podar con delicadeza algunas de las ramas del árbol para permitir que pase la luz. Y si algo de lo que estás cultivando ya no te está alimentando, si está acaparando tu tiempo y recursos y los de las otras plantas en tu huerto, sin dar ningún fruto, no tiene un derecho innato a estar en tu huerto. Y si resulta que es tóxica para ti o para quienes te importan, está bien arrancarla.

Ser flexible

Un valor fundamental que fomentamos en este libro es la flexibilidad. Hay una gran variedad de tipos de relaciones poliamorosas diferentes, por lo que requieren un grado de flexibilidad mayor que la mayoría de las estructuras relacionales. La flexibilidad no se produce de manera natural; puede ser difícil abandonar lo que hemos pensado toda la vida sobre cómo «deben ser» las relaciones. Habiéndonos acostumbrado a un número limitado de modelos de relación, a veces es abrumador intentar hacerse una idea de todos los tipos de relación que pueden funcionar.

En el capítulo 1 mencionamos varios enfoques personales en el poliamor. Esos diferentes puntos de vista dan como resultado, como puedes imaginar, tipos muy diferentes de relación. Dado que el poliamor nos invita a construir relaciones a la medida de las necesidades de las personas involucradas, eso demanda que pensemos detenidamente sobre nuestras relaciones para construirlas en consonancia.

Las relaciones poliamorosas abarcan el espectro que va desde familias estructuradas que conviven a redes informales de personas que no cohabitan, y todos los tipos de configuraciones posibles entre una y otra. Las formas de estas relaciones reflejan las diferentes necesidades de estructura o flexibilidad de sus miembros, de cohesión o independencia, de relación y contacto o de necesidad de espacio personal.

Si estás construyendo un huerto, puedes comprar las semillas que se convertirán en las plantas que deseas. Con las relaciones poliamorosas es tentador planificar cómo quieres que sea tu vida y a continuación buscar las personas que encajan ese plan. Pero al contrario que las semillas, las personas no vienen de una tienda claramente etiquetadas. No puedes mirar a alguien y predecir el tipo de relación que surgirá de ahí; las relaciones tienen una complicada manera de ir en una dirección cuando estamos esperando que vayan en la opuesta. Por supuesto, es importante comunicar de manera clara lo que quieres en una relación, pero también es importante recordar que no estás encargando una relación por catálogo. Déjale espacio para desarrollarse, y no te asustes si crece de una manera que no esperabas.

Diferentes enfoques de las relaciones

Ocultas tras los diferentes tipos de estructuras relacionales poliamorosas hay ideas muy diferentes sobre las relaciones en general: Sobre autonomía, comunidad, complicidad, interdependencia, romance, sexo y colaboración. Las personas poliamorosas suelen hablar de estos diferentes enfoques en relación a dos ejes. Un eje que abarca desde «quien va por su cuenta» hasta «con tendencia a vivir en comunidad». El otro abarca desde «por su cuenta» hasta «entrelazarse». Parecen similares, pero no lo son.

Algunas personas poliamorosas se consideran a sí mismas independientes, que van por su cuenta. Es decir, que tienen en alta estima su autonomía personal, resaltan la importancia de la capacidad para tomar sus propias decisiones y ser capaces de actuar sin requerir el permiso de nadie. El modelo de persona poliamorosa independiente puede ser complicado de entender al principio. Es fácil cometer el error de pensar que quienes van por su cuenta no se comprometen, o no tienen en cuenta las necesidades de sus parejas (o de las parejas de sus parejas) o que no les importa la comunidad. No es cierto. En realidad, el modelo independiente coloca en cada persona, de manera individual, la responsabilidad a la hora de tomar las decisiones y afrontar sus consecuencias.

Por ejemplo, tus relaciones actuales te pueden contar cómo se sienten respecto a tu deseo de comenzar una nueva relación, y tú puedes escucharles y decidir si seguir adelante con tu plan en base a lo que han dicho; pero la elección es tuya, no suya. Tú valoras sus temores, y eres tú quien decide. El grado máximo de independencia se llama «anarquía relacional» o A.R. Es un enfoque que rechaza la necesidad de clasificar y jerarquizar las relaciones en absoluto («Joe es mi amigo; Mark es mi novio; Keyser es mi marido»), de crear normas o definir roles. En particular, la A.R. no privilegia las relaciones sexuales o románticas por encima de las otras.

En el extremo opuesto de la escala está lo que alguna gente llama «modelo poliamoroso con orientación comunitaria». Quienes adoptan este modelo se centran en la interconexión de sus relaciones y su comunidad. Podrías pensar que la diferencia entre las personas poliamorosas independientes y las que tienen una orientación comunitaria es la actuación independiente frente al consenso, pero eso es demasiado simplista. Quienes son independientes, y particularmente quienes practican la anarquía relacional, empatizan con la necesidad de negociar y del beneficio mutuo por encima de la idea de que hay una manera «normal» o «correcta» de tener relaciones. Sería más acertado decir que la diferencia es la prioridad dada a los diferentes factores que influyen en el proceso de la toma de decisiones; la gente con una orientación comunitaria tiende a priorizar el impacto de una decisión en el conjunto del grupo frente a las necesidades de los individuos de ese grupo. Eso no significa necesariamente que las personas con orientación comunitaria estén obligadas a tener el permiso de con quienes ya tienen una relación para comenzar una nueva. De todos modos, las decisiones se toman con miras a ver cómo una nueva relación podría encajar con las otras.

El otro eje, el de la independencia poliamorosa al poliamor entrelazado, se parece aparentemente pero refleja un conjunto de valores completamente diferente. Las personas que practican la independencia poliamorosa se presentan al mundo como solteras, a primera vista. Se han bajado de la «escalera mecánica de las relaciones»: la suposición de que las relaciones siguen un plan predeterminado. Te conoces, te enamoras, convives, compartes la propiedad, tienes criaturas y envejeces en pareja. Las personas poliamorosas independientes pueden no querer vivir con ninguna de sus relaciones, o si quieren hacerlo, puede que elijan no compartir sus economías domésticas o sus propiedades.

Por el contrario, otras personas prefieren tener relaciones que son más interdependientes: En la práctica, económicamente o ambas. Estas personas valoran compartir el espacio donde viven, compartir tiempo en compañía, compartir sus economías o las tareas de la casa, y similares. Pueden verse a sí mismas como parte de una unidad, como una unidad familiar que comparte responsabilidades y que abordan la vida en equipo.

Por lo que la escala desde la independencia a la comunidad se refiere, entonces, a la toma de decisiones en una relación, mientras que la escala desde la independencia a la interdependencia se refiere a la forma que tomarán las relaciones. Poca gente está en los extremos de estas escalas. Es más común encontrar gente en el centro. Por ejemplo, personas que están viviendo con su amante pero que prefieren aun así pensar que están viviendo como individuos autónomos, o personas que prestan mucha atención a cómo encajan nuevas relaciones potenciales pero que de todos modos toman sus propias decisiones.