Kitabı oku: «México ante el conflicto Centroamericano: Testimonio de una época», sayfa 6

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En el libro de Emma Yanes se afirma que los integrantes del movimiento mexicano de solidaridad con Nicaragua siempre pudieron trabajar con absoluta libertad, aprovechando las facilidades otorgadas por el gobierno, tales como “lugares para hacer prácticas de tiro en Cuernavaca, casas de seguridad, dinero y pasaportes”. Se hace referencia también a los apoyos del propio presidente José López Portillo, del secretario de Gobernación Jesús Reyes Heroles y de Carlos Sansores Pérez, entonces dirigente nacional del PRI, quien les proporcionó “dos millones de dólares en efectivo, un avión Cessna de turbohélices y un automóvil blindado Ford LTD”.76

Por otra parte, en septiembre de 1978, meses antes del triunfo de los sandinistas, cuando Gustavo Iruegas estaba por partir para hacerse cargo de la Embajada de México en Managua, después de que el gobierno de México retirara a su embajador en ese país, el canciller Santiago Roel le dijo: “Vaya usted a Nicaragua a hacer todo lo que pueda por esa gente y su revolución, cuidando las formas, esas son sus instrucciones”.77 Iruegas siguió al pie de la letra la encomienda del canciller, pero reconoció que eran unas instrucciones muy poco comunes.78

Un aspecto más que pone en evidencia la manera en que los operadores de la política exterior mexicana relativizaron el principio de no intervención y participaron de forma directa en los asuntos políticos de Nicaragua fue la forma de negociar la ruptura de relaciones. Como se argumentó arriba, la ruptura en sí misma no contrariaba los principios tradicionales de la diplomacia mexicana y tenía sustento en la Doctrina Estrada. Sin embargo, el matiz que se señala ahora tiene que ver con la manera en que el encargado de negocios colaboró para llevar a cabo esta ruptura.

Cuando enviaron a Gustavo Iruegas a Nicaragua, en la Cancillería le preguntaron si debían romper relaciones con el gobierno de Anastasio Somoza y él respondió que no “porque venía una guerra más larga, porque iba a haber necesidad de dar asilo y necesidad también de saber qué pasaba en el país”.79 Por eso en un principio él recomendaba no romper, sino estar presentes en la situación de guerra. Unos meses después, ya en 1979, volvieron a preguntarle y su respuesta fue distinta: “Ahora pienso que sí, porque ya existe el Ejército Sandinista, pronto van a hacer la ofensiva final, y la ruptura de México iniciaría el aislamiento internacional de Somoza”.80 En ese momento, la lucha sandinista era vista como una causa revolucionaria, tanto en México como en América Latina. Sin embargo, al principio, en la Cancillería hubo cierta reticencia a la ruptura de relaciones por distintos motivos, entre ellos, la posibilidad de tener un conflicto con Estados Unidos o la idea de que con la ruptura se estuviera mucho tiempo alejado, sin saber lo que pasaba, prácticamente desconectados.81 En su testimonio, Iruegas narra como “el viejo Rosenzweig, que era el más sabio de todos, dijo: si se ha de hacer, hay que buscar un pretexto”.82 Pero Iruegas argumentó que no debería buscarse ningún pretexto, sino que debían romper relaciones con Nicaragua, no porque le hubiera hecho algo a México, sino por lo que su gobierno le estaba haciendo a su pueblo.83

El acuerdo fue entonces que Iruegas les mandaría decir cuándo lo consideraba más conveniente y regresó a Managua. Primero habló con los sandinistas para ponerlos al tanto de la decisión y luego se trasladó a Costa Rica para hablar con Daniel Ortega, “clandestino yo y clandestino él”.84 Los sandinistas querían que la ruptura coincidiera con la “ofensiva final”, pero Iruegas pensaba que eso no era conveniente, sino que era mejor anunciarla un tiempo antes, para que realmente tuviera repercusiones. De lo contrario, la noticia de la ofensiva ahogaría a la de la ruptura y ésta no tendría efecto alguno. Ortega estuvo de acuerdo y programaron juntos una posible fecha.85 Sin embargo, debieron esperar a que tuviera lugar la visita de Fidel Castro a Cozumel, en mayo de 1979, para que no se le vinculara con la decisión de romper relaciones con Somoza. Iruegas aclara que aunque algunos medios vincularon la visita de Castro con el anuncio de la ruptura de relaciones, como si ésta hubiera sido idea de Fidel, en realidad ambos acontecimientos no tuvieron nada que ver. López Portillo ya había tomado la decisión antes.86

Casi al mismo tiempo, el presidente mexicano había cesado al secretario de Gobernación, Jesús Reyes Heroles, al secretario de Relaciones Exteriores, Santiago Roel, y al de Presupuesto, Ricardo García Sainz. La primicia “era que el nuevo secretario de Relaciones era don Jorge Castañeda y Álvarez de la Rosa”.87 Sin embargo, ante la presión de los acontecimientos, Iruegas decidió adelantarse y viajar a México porque la ruptura era ya muy urgente. Al llegar escuchó por la radio al presidente López Portillo que decía que le estaba ordenando al canciller que rompiera relaciones con Nicaragua. El presidente le ordenaba públicamente al canciller que rompiera relaciones con Nicaragua, pero en los hechos quien estaba rompiendo era él. Era el 20 de mayo de 1979.88

Iruegas tuvo que regresarse entonces a Managua semiclandestino, con un pasaporte ordinario. México había roto relaciones y era necesario volver para hacerse cargo de los asilados y cerrar la Embajada. Afortunadamente, como el funcionario de Migración era sandinista, Iruegas pudo llegar a la Embajada sin mayor dificultad y resolvió encargar los intereses de México al embajador de Perú en Managua. El canciller peruano era muy amigo de Castañeda, era un diplomático reconocido, también progresista; pero el embajador estaba horrorizado y no hacía las gestiones necesarias. Decía que no quería presionar para que le dieran a Iruegas los salvoconductos para los asilados, pero esa era la única manera en que podrían regresar a México. Finalmente, Iruegas se impuso argumentando que al día siguiente se iría a México y que, si no tenía los salvoconductos, los asilados permanecerían en la Embajada de Perú. De esta manera, el trámite se agilizó.89

Ahora bien, para poder evaluar el carácter del apoyo de Gustavo Iruegas, encargado de negocios de la Embajada de México en Nicaragua, y sus implicaciones en términos de intervención o no, debemos analizar algunos ejemplos concretos.

En Nicaragua Iruegas hizo contactos irregulares con los jefes de la guerrilla, con los revolucionarios, pero eso nunca lo mencionó en ningún informe.90 Los jefes lo sabían, pero él no lo escribía. En los informes proporcionaba datos de otra clase de asuntos y circunstancias y adjuntaba la documentación disponible. En ellos daba sustento a la línea general de los acontecimientos, pero nada más. ¿Por qué se reunía con la guerrilla? Porque lo primero era saber. El contacto con los guerrilleros era muy importante, era indispensable para conocer todo lo que pasaba en Nicaragua e informarlo a la Cancillería. El gobierno de México ganaba con estar informado y para los guerrilleros era importante hablar con los funcionarios que estaban en el poder.91 Además, se había establecido un sistema de mandar a México a los heridos de guerra, y de ahí se iban a Cuba; ese era el arreglo con la guerrilla. Hubo un momento en que Iruegas le dijo al canciller Santiago Roel que se había entrevistado con los jefes de la resistencia urbana en Nicaragua. Roel no le prohibió nada, pero le decía que tuviera cuidado.92

Iruegas recuerda que el asedio a la Embajada era muy fuerte, porque ellos estaban muy comprometidos con la lucha guerrillera. En una ocasión llevaron munición para un mortero, la entregaron y al poco rato los sandinistas atacaron con el mortero la casa del ministro de Gobernación, que estaba a diez casas de la Embajada. La mochilita en que habían llevado la munición la dejaron ahí mismo y todo eso salió en la televisión. Eran situaciones muy comprometedoras, pero estaban convencidos de que su participación era muy importante.93 En su testimonio, rememora que 1979 era un año de gran intensidad en la vida política de Nicaragua y que no solo él, sino también su esposa, hacían todo tipo de cosas: movían armas, dinero, gente. Iruegas relata cómo Susie llevó a la comandante Dos a Granada, en un auto con placa diplomática, con una bolsa llena de armas y, para ocultarlas, pusieron un montón de ropa interior arriba. En el camino las detuvieron y empezaron a catearlas, pero al ver que tenían placas diplomáticas, las dejaron ir. Eran decisiones y riesgos personales, que muchas veces hacían que estuvieran sumamente nerviosos.94

Susie se encargaba de hacer desayunos, comidas y cenas para los asilados que estaban en la Embajada. Iba al mercado temprano a comprar los ingredientes y, junto con la cocinera, preparaba las tres comidas para los muchachos.95 Como parte de su trabajo cotidiano, debía darle de comer en la boca a un muchacho que había llegado sin brazos, debido a que mientras hacía una bomba, le había explotado y había perdido ambas extremidades. También se dedicaba a curar a una joven que había sido violada de manera brutal y tenía una fuerte infección, por lo que había que limpiarla y ponerle yodo para que el mal no avanzara. También tuvo que atender a unos muchachos que llegaron a la Embajada con lepra de montaña, que es una especie de hongo y, para evitar que se propagara, los tuvo que inyectar a todos.96

Pero hubo momentos en que, como se señaló antes, su participación con la guerrilla fue más directa. En una ocasión, la muchacha violada se puso muy mal, tenía mucha fiebre y, a pesar del toque de queda, fueron a buscar a un médico. Tenían miedo, pero fueron por el médico porque era urgente que la revisara. Lo que hacían era poner la bandera de México en el automóvil, para que pareciera que era un asunto oficial.97 Una noche, cuando Iruegas estaba en México, Sergio Ramírez y Tito Castillo, que estaban asilados en la Embajada, le dijeron a Susie que tendrían que salir para asistir a una reunión clandestina. Ella no lo pensó dos veces y se ofreció a llevarlos escondidos en el auto, los esperó mientras estaban en su reunión y los regresó a la Embajada.98 En otro momento, Iruegas le avisó que tenía que viajar a México para explicar por qué estaba otorgando tantos asilos, pero, justo esa noche, él tenía la misión de ir a entregar a una gasolinera una maleta. La maleta ya estaba en la cajuela del coche y le pidió a Susie que la fuera a entregar. No tenía más que abrir la cajuela, y los sandinistas se encargarían de sacarla. Y así fue. Susie llegó a la gasolinera y abrió la cajuela. Se acercaron dos muchachos, tomaron la maleta, cerraron la cajuela, le dieron dos golpes al auto, después arrancó y se regresó a la Embajada.

Tanto Gustavo Iruegas como su esposa estaban convencidos de que lo que estaban haciendo era correcto, porque era para ayudar a una causa justa. Lo hacían por convicción, pero en el caso de Susie, mientras menos supiera, mientras menos se enterara, era mejor. Por eso, cuando en otra ocasión, Ernesto Tito Castillo le dio un paquete y le pidió que lo llevara a un departamento, no preguntó más. Simplemente fue y lo entregó. Al triunfo de la revolución, Gustavo y Susie regresaron juntos a Managua y asistieron a una recepción. Ahí, un señor se acercó y le dijo a Susie: “Usted es la señora del millón de dólares”. En ese momento ella supo que lo que había hecho era entregar un paquete con un millón de dólares, que les habían dado para la causa.99 Unos días después de haber llegado a México, después de la ruptura de relaciones con el gobierno de Nicaragua, los sandinistas organizaron un concierto en la Sala Nezahualcóyotl y ahí Sergio Ramírez tomó la palabra: “Aquí están los de la embajada con nosotros”.100 Era un reconocimiento abierto al apoyo de México a la revolución sandinista, en particular, a Gustavo Iruegas, a su esposa Susie y al personal de la embajada de México en Managua.

Conclusiones

Como se ha visto hasta ahora, no todas las acciones emprendidas por el gobierno de México pueden calificarse como intervencionistas, como resultado de una política exterior activa o como derivadas de los principios tradicionales de política exterior. Sí podemos afirmar que el eje de la política de México hacia Nicaragua entre 1978 y 1982 tuvo que ver con la decisión de llevar adelante una diplomacia activa, con una marcada vocación “centroamericanista”. También influyeron, desde luego, la identificación ideológica de los distintos actores que participaron en la toma de decisiones.

En primer lugar, podemos concluir que el gobierno de José López Portillo fue el último gobierno mexicano de corte nacionalista, en el que todavía se hacía una defensa de la ideología de la revolución mexicana y que, por lo mismo, el presidente de México tenía cierto grado de identificación con la lucha de los sandinistas, en tanto buscaban derrocar a la dictadura que venía ejerciendo por décadas la dinastía Somoza. Por su parte, las ideas progresistas del canciller Jorge Castañeda y Álvarez de la Rosa y sus vínculos con otros diplomáticos, tanto en América Latina como en Europa, lo hacían proclive a dar su apoyo a estos movimientos.

Pero, en definitiva, quienes fueron más allá y tuvieron una participación muy cercana a la lucha de los sandinistas en Nicaragua fueron el encargado de negocios de la Embajada de México en Managua, Gustavo Iruegas y su esposa Susie. Ambos fueron fieles a sus convicciones y consecuentes con su forma de pensar. De aquí la huella que Iruegas ha dejado en la diplomacia mexicana, por su solidaridad con los movimientos revolucionarios, por su compromiso con la defensa de las causas justas y por su sensibilidad ante el sufrimiento de quienes huían de la represión y la tortura.

En opinión de Iruegas, de todos los principios, en el centro del activismo mexicano hacia Centroamérica se encontraba el de la no intervención. Y precisamente, cuando llegó a ser cuestionado acerca de si México había dejado de lado el principio de no intervención en Nicaragua, Iruegas hacía una clara distinción entre la no intervención y la indiferencia.101 En su opinión, esa fue la lección que la Centroamérica de entonces le dejó a México. La importancia de asumir con responsabilidad los retos que la historia le imponía en su relación con el mundo y, en particular, con los países vecinos. Para él, las dos condiciones necesarias para la participación de México en Centroamérica eran el grado de responsabilidad y el grado de interés que tenía en el asunto. México participó porque le tocaba en lo inmediato, porque se trataba de su zona de responsabilidad internacional, y también porque era del interés de México que se agotara ese conflicto. Para Iruegas, dado que México no es una potencia de alcance mundial, sino una nación con importancia regional,102 en aquellos años tomó la decisión de demostrar que tenía cierta responsabilidad en la región y que era consecuente con esa responsabilidad.

Repositorios

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Documentos

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Notas del capítulo 2

1 Doctora en Estudios Latinoamericanos por la UNAM. Investigadora del Instituto de Investigaciones Doctor José María Luis Mora.

2 Edelberto Torres Rivas, “Introducción a la década”, en Historia General de Centroamérica. Historia inmediata (1979-1991), Madrid, Flacso, 1993, t. VI, pp. 16-17.

3 En 1961 se constituyó el Frente de Liberación Nacional y, dos años más tarde, tomó el nombre de Frente Sandinista de Liberación Nacional a instancias de Carlos Fonseca Amador.

4 Manlio Tirado, La revolución sandinista, México, Nuestro Tiempo, 1983, pp. 43-44.

5 Jaime Wheelock, Frente Sandinista. Diciembre Victorioso, Managua, Secretaría Nacional de Propaganda y Educación Política del Frente Sandinista de Liberación Nacional, 1980.

6 FSLN, “Plataforma programática: aspectos principales de la estrategia”, en Humberto Ortega Saavedra, Sobre la insurrección, La Habana, Escuela de Ciencias Sociales, 1981, pp. 25-36. FSLN, “Programa mínimo”, en Augusto César Sandino y Carlos Fonseca Amador, Nicaragua: La estrategia de la victoria, México, Nuestro Tiempo, 1980, pp. 225-233.

7 El Grupo de los Doce estaba compuesto por Sergio Ramírez, escritor; Fernando Cardenal, sacerdote; Arturo Cruz, economista; Joaquín Cuadra, abogado; Felipe Mántica, industrial; Carlos Gutiérrez, dentista; Ernesto Castillo, abogado; Miguel D’Escoto, sacerdote; Carlos Tunnerman, ex rector de la Universidad Nacional; Casimiro Sotelo, arquitecto; Emilio Baltodano, industrial; y Ricardo Coronel, agrónomo.

8 Gabriel García Márquez, et al., Los sandinistas, Bogotá, Oveja Negra, 1979, pp. 31-48.

9 El FSLN llevó a cabo acciones militares en Estelí, León y Chinandega.

10 Para todo el apartado, vid. Humberto Ortega Saavedra, 50 años de lucha sandinista, México, Diógenes, 1979. Omar Cabezas, La montaña es algo más que una inmensa estepa verde, México, Siglo XXI, 1982. Claribel Alegría y D. J. Flakoll, Nicaragua: La revolucion sandinista. Una crónica política, 1855-1979, México, Era, 1982; Pilar Arias, Nicaragua, revolución: Relatos de combatientes del frente sandinista, México, Siglo XXI, 1980, 226 pp.

11 César Sepúlveda, “Vigencia actual de los principios de la política exterior del Estado mexicano”, Relaciones Internacionales, núm. 26-27, jul-dic 1979, pp. 5-18.

12 Mónica Toussaint, Diplomacia en tiempos de guerra. Memorias del Embajador Gustavo Iruegas, México, Instituto Mora / CIALC-UNAM / La Jornada, 2013, p. 185.

13 Ibid., p. 192.

14 Ibid., p. 195.

15 Ibid., pp. 195-196.

16 Ibid., p. 196. Manuel Ángel Castillo, Mónica Toussaint y Mario Vázquez Olivera, Centroamérica, México, Acervo Histórico Diplomático-SRE, 2011, vol. 2, p. 139. (Colección Historia de las relaciones internacionales de México, 1821-2010).

17 Mónica Toussaint, op. cit., p. 196.

18 Ibid., p. 197.

19 Ibid., p. 200. Manuel Ángel Castillo, Mónica Toussaint y Mario Vázquez Olivera, op. cit., p. 139.

20 Mónica Toussaint, op. cit., p. 198.

21 Idem.

22 Ibid., p. 199.

23 Como se dijo arriba, el Grupo de los Doce estaba compuesto por figuras reconocidas de los distintos ámbitos de la política, la economía, la sociedad civil, la educación, la cultura, la iniciativa privada y la iglesia en Nicaragua. Lucrecia Lozano, De Sandino al triunfo de la revolución, México, Siglo XXI, 1985, p. 93.

24 Tomás Borge, Los primeros pasos: la revolución sandinista, México, Siglo XXI, 1981. Augusto César Sandino, op. cit.

25 Manuel Ángel Castillo, Mónica Toussaint y Mario Vázquez Olivera, op. cit., p. 139.

26 Mónica Toussaint, op. cit., p. 200.

27 Idem.

28 Guadalupe González, “Incertidumbres de una potencia media regional: las nuevas dimensiones de la política exterior mexicana”, en Olga Pellicer (comp.), La política exterior de México: desafíos en los ochenta, México, CIDE, 1983, pp. 65-66.

29 Manuel Ángel Castillo, Mónica Toussaint y Mario Vázquez Olivera, op. cit., p. 136. Mario Ojeda, El surgimiento de una política exterior activa, México, SEP, 1986, p. 135.

30 Raúl Benítez y Ricardo Córdova, “México-Centroamérica: percepciones mutuas y trayectoria de las relaciones (1979-1986)”, en México en Centroamérica: Expediente de documentos fundamentales (1979-1986), México, CEIICH-UNAM, 1989, p. 12.

31 Antonio Carrillo Flores, “Reflexiones y testimonio acerca de la política exterior y la diplomacia mexicanas”, en Secretaría de Relaciones Exteriores, Política Exterior de México. 175 años de historia, México, SRE, 1989, t. IV, p. 13.

32 Jorge G. Castañeda y Robert Pastor, Límites en la amistad: México y Estados Unidos, México, Joaquín Mortiz / Planeta, 1989, pp. 224-225.

33 Manuel Ángel Castillo, Mónica Toussaint y Mario Vázquez Olivera, op. cit., p. 136.

34 Emma Yanes Rizo, Araceli. Nicaragua, 1976-79: la libertad de vivir, México, Ítaca, 2008, pp. 77-78.

35 Jorge G. Castañeda y Robert Pastor, op. cit., p. 225.

36 Manuel Ángel Castillo, Mónica Toussaint y Mario Vázquez Olivera, op. cit., pp. 137-138.

37 Ibid., p. 138.

38 Jorge Castañeda y Álvarez de la Rosa, “Debate general”, en Reunión de embajadores en Centroamérica y el Caribe con el Canciller Jorge Castañeda, febrero de 1981, AHGE-III-7092-3 (1ª).

39 Idem.

40 Manuel Ángel Castillo, Mónica Toussaint y Mario Vázquez Olivera, op. cit., p. 137. Consuelo Dávila, “La política exterior de México en el marco de Contadora”, Relaciones Internacionales, núm. 41, enero-abril, 1988, p. 40.

41 “Rompe México con el gobierno de Somoza”, El Universal, 21 de mayo de 1979, p. 1. “Rompe México con Somoza”, Excélsior, 21 de mayo de 1979, p. 1.

42 Luis Quintanilla, “La política internacional de la revolución mexicana”, en Secretaría de Relaciones Exteriores, Política exterior de México. 175 años de historia, México, SRE, 1989, t. III, p. 71. El texto completo de la Doctrina Estrada puede consultarse en Guillermo Garcés Contreras, México: cincuenta años de política internacional, México, PRI-ICAP, 1982, p. 12.

43 Incluso en algunos medios circulaban versiones de que el gobierno mexicano apoyaba con armas a los sandinistas.

44 “Aislar políticamente a Somoza, pide México”, Excélsior, 22 de mayo de 1979, p. 1.

45 “Señala a Castro como el culpable”, El Universal, 24 de mayo de 1979, p. 1. Manuel Ángel Castillo, Mónica Toussaint y Mario Vázquez Olivera, op. cit., pp. 139-140.

46 “Las atrocidades de Somoza determinaron la ruptura”, El Día, 22 de mayo de 1979, p. 1. “México pide salvoconductos para asilados en Nicaragua”, El Día, 22 de mayo de 1979, p. 2. Manuel Ángel Castillo, Mónica Toussaint y Mario Vázquez Olivera, op. cit., p. 140.

47 “Todo terminado en Nicaragua”, El Universal, 26 de mayo de 1979, p. 1.

48 Idem, p. 15. Manuel Ángel Castillo, Mónica Toussaint y Mario Vázquez Olivera, op. cit., p. 141.

49 “Reacción favorable de la oposición nicaragüense”, El Día, 21 de mayo de 1979, p. 6. “Agradecimiento de la oposición nicaragüense”, Excélsior, 21 de mayo de 1979, p. 1.

50 Manuel Ángel Castillo, Mónica Toussaint y Mario Vázquez Olivera, op. cit., p. 141.

51 “Colombia y Panamá deciden no romper con Nicaragua”, Excélsior, 23 de mayo de 1979, p. 2. “La ruptura no es suficiente, hay que llegar al aislamiento total”, Excélsior, 23 de mayo de 1979, p. 2.

52 “Estimula la lucha contra Somoza el rompimiento decretado por México”, El Día, 23 de mayo de 1979, p. 2. “La ruptura de México con Nicaragua, paso decisivo para derrocar a Somoza”, El Día, 22 de mayo de 1979, p. 2. “El presidente de Guatemala dice que ocasionó problemas a Centroamérica la ruptura de México con Nicaragua”, El Día, 23 de mayo de 1979, p. 2. Manuel Ángel Castillo, Mónica Toussaint y Mario Vázquez Olivera, op. cit., p. 141.

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