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25. La Iglesia colonial
En España, la Iglesia Católica mantuvo una permanente fidelidad al Papa y ejerció una gran influencia en la vida social y política, especialmente en las tierras reconquistadas de la península ibérica, ascendiente que se acentuó con los Reyes Católicos, por lo que, junto con el interés de la expansión territorial, la conquista de América tuvo un fin espiritual expresado en la propagación del cristianismo.
Además, los propios conquistadores estaban imbuidos de una fe religiosa muy fuerte, muchos de los cuales, incluso, creían que el Apóstol Santiago y la Virgen María combatían en sus filas mientras que el demonio aconsejaba a los indígenas35.
En el proceso de evangelización y conquista fueron empleadas, entre otras, la institución de la encomienda que consistía en el privilegio otorgado por el rey para recibir por sí, y su inmediato sucesor, el tributo que un grupo de indios estaban obligados a pagar en su calidad de súbditos de la corona, con cargo de cuidar del bien espiritual y temporal de los encomendados y de concurrir a la defensa de la tierra, con lo cual se daba cumplimiento a los deseos de la Santa Sede de que evangelizaran a los indígenas36.
Los primeros sacerdotes que llegaron a radicarse en Chile fueron tres miembros del clero secular y diez frailes mercedarios que conformaban la expedición de Pedro de Valdivia37. Al comienzo, la función del sacerdote era la de capellán de ejército por lo que, en muchas oportunidades, participaron en combates contra los indígenas y, más parte, pasaron a desempeñar la labor de doctrinero.
Dentro de la labor evangelizadora, deben destacarse al sacerdote jesuita Luis de Valdivia quien defendió el derecho de los indios a sus tierras y, además, propició la guerra defensiva a éstos; asimismo importante fue el fraile de la orden dominicana Bartolomé De las Casas.
Pedro de Valdivia introdujo la orden religiosa de los mercedarios y más tarde hacia el año 1553 llegaron los dominicos y, posteriormente, los franciscanos, los jesuitas y los agustinos38. Además, al hacer el trazado de la ciudad de Santiago, se destinó el sitio para la Iglesia en el costado occidental de la plaza mayor y estableciendo normas para su construcción, ateniéndose a las instrucciones de levantar iglesias y de proveer de todo lo necesario para el culto divino39.
El Papa Pio IV creó la diócesis de Santiago el 27 de junio de 1561 siendo su primer obispo don Juan González de Marmolejo y en el año 1564 se erigió la diócesis de La Imperial, pero, a causa de la insurrección mapuche que desplazo a los españoles de la Araucanía, su sede fue trasladada a Concepción en 1603 y cuyo primer obispo fue don Reginaldo de Lizarraga40.
Junto a su labor evangelizadora, la Iglesia realizó una importante labor en el campo de la instrucción y educación ya que las órdenes religiosas crearon conventos y establecimientos de enseñanza41. En 1595 la orden de Santo Domingo abrió su primer colegio, y los jesuitas, en ese mismo, año fundaron en Santiago el Colegio de San Miguel y, posteriormente, una gran cantidad de colegios, convictorios o seminarios a lo largo del país en que la enseñanza la compatibilizaban con aprendizaje en talleres artesanales destinados al logro de una profesión u oficio.
Otros establecimientos de importancia fueron los colegios de los franciscanos, mercedarios y agustinos y los seminarios de Concepción y Santiago.
Asimismo, la enseñanza superior la ejercía la Iglesia a través de las universidades pontificias que eran aquellas que gozaban de la dispensa del Papa. En 1691 los domínicos transformaron su colegio en la Universidad Santo Tomás; en 1730 se fundó en Concepción la Universidad Pencopolitana y, en 1738, la Universidad de San Felipe, ninguna tuvo una vida extensa42.
En el ejercicio de sus actividades, la Iglesia gozaba de un conjunto de beneficios económicos y funcionales reconocido por la Corona, entre los cuales se encontraba el fuero eclesiástico que fue regulado en la Novísima Recopilación de 1875 en su Libro I y que consistía en el privilegio en virtud del cual ningún tribunal ni juez civil podía conocer de las causas criminales, ni aun de las civiles, de los clérigos, conocimiento que estaba reservado exclusivamente al juez eclesiástico. Este privilegio, sin embargo, se extinguió con motivo de la aprobación de la Ley de Organización y Atribuciones de los Tribunales del año 1875.
Otra prerrogativa de la Iglesia Católica la constituyó, en Chile, el Tribunal del Santo Oficio que fue creado por el monarca Felipe II para velar por la pureza de la fe sancionándose las herejías y otros delitos, como blasfemias, hechicerías, y que dependía del Tribunal de Lima. En su aplicación se cometieron muchos abusos e injusticias, y fue suprimido en el año 1811 por el Primer Congreso Nacional.
Las funciones eclesiásticas estaban sujetas a las prescripciones del patronato y del exequátur. El patronato, establecido en 1501 por el Papa Alejandro VI, consistía en el derecho de los soberanos a actuar como patronos o protectores de la Iglesia, por la cual éstos nombraban a las autoridades eclesiásticas de las colonias, como arzobispos, obispos y presbíteros, autorizaban la erección de iglesias, monasterios y hospitales. Al Papa le correspondía aprobar esas designaciones. El exequátur consistía en la autorización que otorgaba la autoridad civil para la aplicación de las bulas y rescriptos pontificios.
La aplicación de estas instituciones significó, para la autoridad civil, la obligación de mantener la religión oficial única, proteger la Iglesia, proveer medios para atender los gastos del culto y mantención de los eclesiásticos. Como consecuencia de ello, el clero revestía el carácter de funcionarios públicos, pues les correspondía llevar los registros y libros del estado civil, bautismo, matrimonios, defunciones y otros.
26. La población
Durante la Colonia, la población del territorio fue habitada por personas provenientes de distintos orígenes que realizaban actividades diferenciadas, tales como los españoles, los criollos, los mestizos, los indios, los negros y los extranjeros.
1. Los españoles
Con la llegada de los españoles y la fusión de éstos con el pueblo indígena, comienza la formación de la población chilena adquiriendo sus propias características y matices con primacía, en algunos, de la sangre española, y otros, de la indígena.
El historiador Francisco A. Encina, señala que la delgada capa europea estaba formada fundamentalmente por el español, con un manifiesto predominio del castellano y un fuerte contingente de sangre andaluza y salpicada por varios italianos, portugueses, alemanes griegos. Entre los conquistadores, cuya cuna se conoce, 114 eran castellanos viejos, 124 castellanos nuevos, 131 leoneses, 133 extremeños, y 273 andaluces43.
Los aragoneses y catalanes, por no ser súbditos de la corona de Castilla, dueña de las tierras de América, permanecieron, en general, extraños a los primeros pasos de la colonización y se calcula que por lo menos un 50% de los colonizadores pertenecían a la clase de los hidalgos44.
Los andaluces, los castellanos nuevos y los extremeños tenían condiciones psicológicas semejantes pues eran valientes y animosos, pero carecían de constancia, previsión y de disciplina y formaron la primera aristocracia. Sin embargo, su predominio político social duró poco pues, lentamente, fueron suplantados por los navarros y vizcaínos quienes estaban dotados de ingenio y astucia para los negocios, juiciosos y apegados a las riquezas, por lo que pasaron a liderar las actividades políticas sociales y económicas.
2. Los criollos
Los criollos eran los descendientes de los españoles nacidos en América, considerados similares a los españoles peninsulares y con igualdad de derechos según la legislación de la Corona.
Sin embargo, la realidad fue muy distinta pues el acceso a los cargos políticos y administrativos de la Corona, fue obstaculizada por la preferencia al español peninsular. Su actividad social y profesional se realizó en el clero, la milicia y muy especialmente en el área de la agricultura, del comercio y negocios, lo que les permitió participar en los cabildos pasando a formar la aristocracia criolla, la que desempeñaría una trascendental gestión en el proceso de independencia.
3. Los mestizos
Los mestizos constituyeron un grupo social formado por la mezcla de la unión libre del español con las mujeres indígenas y que pasó a constituir la base de la nueva población en Chile. En los mestizos prevaleció la sangre europea sobre la aborigen, a causa del clima y de la disminución de los indígenas con motivo de las guerras de Arauco y enfermedades45.
Los mestizos, atendido su origen, que eran analfabetos y carentes de base moral sólida, fueron menospreciados por españoles y criollos. Eran libres y no pagaban tributos y constituyeron la masa trabajadora del campo y de la ciudad ejecutando labores de servicios y de carácter artesanal. Entre ellos se reclutaba gran parte de las fuerzas de las milicias que combatían contra los indígenas en el sur.
4. Los indios
Los indígenas que habitaban la zona central del país, tuvieron una convivencia relativamente pacífica con los colonizadores y participaron en las actividades agrícolas y mineras. Sin embargo, distinta fue la situación con los indios mapuches que habitaban al sur del río BioBio, quienes resistieron la presencia española por lo cual la confrontación se extendió por varios siglos.
La legislación de la corona relativa a la protección y cuidado de los indígenas fue muy numerosa en cuanto a su salud, vivienda, formas de trabajo y evangelización, pero su aplicación fue escaza y permanentemente cuestionada por los encomenderos y propietarios. El tratamiento que se les otorgaba fue de carácter servil y despótico, arbitrario, sin respeto a sus costumbres y creencias cometiéndose muchos abusos y despojos y, debido a ello, surgieron defensores entre los propios españoles, como es el caso del sacerdote jesuita Luis de Valdivia.
El historiador Diego Barros Arana señala que “la guerra en que se obligaba a los indios sometidos, el exceso de trabajo a que se les reducía y las epidemias de viruela que se repetían casi invariablemente cada año, disminuyeron su número con notable rapidez, aparte de la fusión lenta, pero constante de las razas, separaba de esas agrupaciones a muchos individuos, mujeres sobre todo, que pasaban a incorporarse a la parte mestiza de la población, esto es, al pueblo bajo. De la disminución de la raza indígena y de su fusión con la raza conquistadora, había resultado la desaparición casi completa del antiguo idioma nacional en toda la porción del territorio en que los indios habían sido sometidos. A fines del siglo XVII, el castellano era ya la lengua general de todo el reino de Chile desde las orillas del BioBio hasta el desierto de Atacama”46.
5. Los negros
La población de raza negra comenzó a llegar a Chile con los primeros colonizadores y provenían de Angola, Guinea, Perú y Brasil y tenían la calidad jurídica de esclavos. De la mezcla de éstos con blancos y con indios, resultaron, respectivamente, las castas de los mulatos y zambos.
Tanto las autoridades civiles como religiosas, dictaron diversas disposiciones de protección a las personas de raza negra, pero debido a que no se aclimataron en ninguna región del país y, además, por enfermedades como tuberculosis, viruela y alcoholismo comenzó a disminuir su número. Fueron rechazados por mestizos e indígenas.
Iniciada la República, por Bando del Gobierno de fecha 15 octubre 1811 se decretó que a contar de esa fecha los hijos de esclavos que nacieren en el país, serían libres. Posteriormente, por ley de 24 julio 1823, se abolió definitivamente la esclavitud.
6. Los extranjeros
Las estrictas normas legales establecidas por el Consejo de Indias impedían el libre ingreso a las tierras de la corona a personas que no pertenecieren a España y, asimismo, impedían el libre comercio con otros países, por lo cual, los extranjeros interesados en viajar a América debían someterse a un complejo procedimiento de autorización.
Con el transcurso del tiempo y debido a la presión de los colonos y al contrabando que se ejercía, las autoridades de la península comenzaron lentamente a liberar esas restricciones lo que permitió el establecimiento de personas de distintas nacionalidades.
Con motivo de la unión de España y Portugal en 1580, se favoreció la inmigración de portugueses atraídos por el comercio y la navegación y, otros, motivados por la milicia. Sin embargo, su radicación debió enfrentar la antipatía de los españoles y criollos que los consideraban una competencia para sus actividades.
La presencia de franceses se destaca a partir del siglo XVIII, quienes llegaron en calidad de marineros, soldados, comerciantes y contrabandistas que aportaron progreso en el desarrollo de la minería, de la agricultura, del comercio y de la industria y con destacada participación en la milicia.
Los italianos llegaron a Chile, en reducido número, como maestros de naves, marineros, soldados y comerciantes pero su presencia se acentuó a partir de fines del siglo XIX. En cambio, las diferencias religiosas con los ingleses impidieron su venida a Chile, pero no así con los irlandeses, que por su condición de católicos, llegaron en gran cantidad sirviendo como militares, marinos o ingenieros.
27. Gobernadores de Chile
Durante el período de la colonia, desempeñaron el cargo de gobernadores de Chile, las siguientes autoridades:
Pedro de Valdivia (1539-1546)
Francisco de Villagra Velásquez (1546-1548)
Pedro de Valdivia (1548-1554)
Francisco de Villagra Velásquez (1554)
Rodrigo de Quiroga López de Ulloa (1554)
Francisco Aguirre Meneses (1555)
Entre febrero de 1555 y mayo de 1556 se desempeñaron los Cabildos.
García Hurtado de Mendoza Manríquez (1557-1561)
Francisco de Villagra Velásquez (1561-1563)
Pedro de Villagra y Martínez (1563-1565)
Rodrigo de Quiroga López Ulloa (1565-1567)
Entre agosto de 1567 y agosto de 1568 gobierna la Real Audiencia.
Melchor Bravo de Saravia Sotomayor (1569-1575)
Rodrigo de Quiroga López de Ulloa (1575-1580)
Martín Ruiz de Gamboa de Berriz (1580-1583)
Alonso Sotomayor de Valmediano (1583-1592)
Martin García Oñez de Loyola (1592-1598)
Pedro Vizcarra de la Barrera (1599)
Francisco de Quiñones (1599-1600)
Alonso García de Ramón (1600-1601)
Alonso de Rivera de Pareja (1601-1605)
Alonso García de Ramón (1605-1610)
Luis Merlo de la Fuente Ruiz de Beteta (1610-1611)
Juan de la Jaraquemada (1611-1612)
Alonso Rivera de Pareja (1612-1617)
Hernando Talaverano Gallegos (1617-1618)
Lope de Ulloa y Lemos (1618-1620)
Cristóbal de la Cerda y Sotomayor (1620-1621)
Pedro Osores de Ulloa (1621-1624)
Francisco de Alaba y Nureña (1624-1625)
Luis Fernández de Córdova y Arce (1625-1629)
Francisco Laso de la Vega (1629-1639)
Francisco López de Zuñiga (1639-1646)
Martin de Mujica y Buitrón (1646-1653)
Alonso de Figueroa y Córdova (1653-1656)
Antonio de Acuña Cabrera y Bayona (1655-1656)
Pedro Porter Cassanate (1656-1662)
Diego González Montero Justiniano (1662)
Angel de Peredo (1662-1664)
Francisco de Meneses Brito (1664-1668)
Diego Dávila Coello (1668-1670)
Diego González Montero Justiniano (1670)
Juan Henríquez de Villalobos (1670-1681)
Marcos José de Garro Senei de Artola (1682-1692)
Tomás Marín González de Poveda (1692-1700)
Francisco Ibáñez de Segovia y Peralta (1700-1708)
Juan Andrés de Ustariz de Vertizverea (1709-1716)
José de Santiago Concha y Salvatierra (1716-1717)
Gabriel Cano de Aponte (1717-1733)
Francisco de Sánchez de la Barrera (1733-1734)
Manuel Silvestre de Salamanca Cano (1734-1737)
José Antonio Manso de Velasco (1737-1745)
Francisco José de Ovando (1745-1746)
Domingo Ortiz de Rozas (1746-1755)
Manuel Antonio de Amat y Junyet (1755-1761)
Antonio de Gill y Gonzaga (1762-1768)
Juan de Balmaceda y Zenzano Beltrán (1768-1770)
Francisco Javier de Morales (1770-1773)
Agustín de Jauregui (1773-1780)
Antonio de Benavides (1780-1787)
Tomás Alvarez de Acevedo Ordaz (1788)
Ambrosio O’Higgins (1788-1796)
José de Rezábal y Ugarte (1796)
Gabriel de Avilés y del Fierro (1796-1798)
Joaquín del Pino Sánchez de Rojas (1799-1801)
José de Santiago Concha Jiménez Lobatos (1801)
Francisco Tadeo Diez de Medina Vidangues (1802)
Luis Muñoz de Guzmán (1803-1808)
Juan Rodríguez Ballesteros (1808)
Francisco Antonio García Carrasco (1808-1810)
Mateo de Toro y Zambrano y Ureta (1810)
Mariano Osorio (1814-1815)
Casimiro Marcó del Pont Angel Díaz y Méndez (1815-1817).
16Molinari Diego L. El Nacimiento del Nuevo Mundo.1492-1534. B.Aires. Edit. Kapeluz. 1941. Pág 176.
17Ovalle de Alonso. Histórica relación del Reino de Chile. Año 1646. Pehuén Editores. Santiago.2003. Pág.223.
18Jocelyn Holt A. Historia General de Chile. Edit. Sudamericana. 2004. Tomo I. Pág,302
19Barros Arana Diego. Historia General de Chile. Editorial Universitaria. Santiago. Tomo I. Año 2000. pág.168.
20Encina Francisco A. . Castedo Leopoldo. Resumen de la Historia de Chile. Editorial ZigZag. Santiago. Tomo I. Año 1974. Pág.49
21Encina Francisco.Antonio. Historia de Chile. Editorial Nascimento. Santiago. Año 1955.Tomo I. Pág. 26
22Molina Juan Ignacio. Historia Geográfica, natural y civil del Reyno de Chile. Primera Parte. Libro I Tomo I. Biblioteca del Bicentenario. Gráfica Andes. Santiago. Año 2000. Pág.5.
23Encina Francisco A. Historia de Chile Tomo I. Ob. Cit. Pág.165.
24Campos Harriet Fernando. ¿Por qué se llamó Reino a Chile?. Edit. A. Bello. Santiago. 1966. Pág. 29.
25Tagle M. Hugo. Curso Historia del Derecho Constitucional. Edit. Jurídica. Santiago. 1992. Vol. II. Pág. 108
26Eyzaguirre Jaime. Historia del Derecho. Ob. Cit. Pág. 246.
27Eyzaguirre Jaime. Historia de las Instituciones Políticas y Sociales de Chile. Edit. Universitaria. Santiago. 1981 Pág.25
28Estellé M. Patricio. Historia de Chile. La Conquista. Edit. Universitaria. 1981. Pág.113
29Encina Francisco A. Historia General de Chile. Edit. Nascimento. Santiago. Tomo III Año 1970. Pág.509.
30Andrades Eduardo. Textos Fundamentales para el estudio de la Historia del Derecho. Edit. El Jurista. Santiago. 2017. Pág.455. q.
31Dávila Oscar C. El derecho Indiano y protección de la persona del indígena. Rev. Derecho UCSC. N°6. Año 1998. Pág.235.
32Martinez B. Sergio. Notas sobre la formación laboral en Chile indiano. Rev. Derecho UCSC. N°6 año 1998. Pág. 225.
33Eyzaguirre Jaime. Historia del Derecho. Ob.Cit. Pág.290.
34Alessandri A. y Somarriva M. Tratado de Derecho Civil. Edit. Nascimento. 1957. Tomo II. Pág.148.
35FrÍas V. Francisco. Historia de Chile. Edit. Nascimento. Santiago. 1976. Tomo I. Pág.356.
36Eyzaguirre Jaime. Historia de las instituciones políticas y sociales de Chile. Ob. Cit. Pág. 31.
37Errázuriz Crescente. Los orígenes de la Iglesia en Chile. Imp. Del Correo. Año 1873. Pág.30.
38Molina Ignacio Abate. Compendio de la Historia Civil del Reyno de Chile. Ob. Cit. Pág.311.
39Barros A. Diego. Historia General de Chile. Tomo I. Ob. Cit. Pág.287.
40Muñoz O. Reinaldo. Historia de la Diócesis de Concepción. Inst. Historia. P. Universidad Católica de Chile. 1973. Pág. 271.
41Silva Cotapos C. Historia eclesiástica de Chile. Imp. San José. Santiago. 1925. Pág.60
42Barros A. Diego. Historia General de Chile. Edit. Universitaria. Año 2000.Tomo IV. Pág.205
43Encina F. A. Historia de Chile. Tomo I. Ob. Cit. Pág.420.
44Eyzaguirre Jaime. Historia de las Instituciones Políticas y Sociales de Chile. Ob. Cit. Pág.29
45Heise J. Historia Constitucional de Chile. Ob. Cit. Pág.15.
46Barros A. Diego. Historia General de Chile. Ob. Cit. Tomo V. Pág.216