Kitabı oku: «Otra historia de la ópera», sayfa 6

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Agripina

Pocas óperas pueden presumir de libreto escrito por un cardenal que fue embajador del Papa ante el Sacro Imperio y virrey de Nápoles. Tal fue el caso de Agrippina, con música de Georg Friedrich Händel y un texto de Vincenzo Grimani, repleto de falsedades históricas que, al parecer, reflejaba las maquinaciones del propio príncipe de la Iglesia y de su jefe, el papa Clemente XI. Sin embargo, el libreto, «repleto de intriga, cinismo y humor negro» está considerado como el mejor de cuantos Haendel musicó.

Agripina es la esposa del emperador Claudio y madre de Nerón, fruto de un matrimonio anterior. Se difunde la falsa noticia de que Claudio se ha ahogado en el mar y Agripina se apresura a coronar a su hijo, pero resulta que el emperador fue salvado por el militar Otón, a quien en agradecimiento Claudio nombra sucesor. Para más lío, tanto Otón como Claudio aman a la misma mujer, Popea. Agripina se las apaña para que Popea rechace a Otón despertando a la vez los celos de Claudio, que acaba nombrando sucesor a Nerón. Al final Otón renuncia por amor a Popea y Claudio bendice a la pareja.

Pero la historia real no fue tan amable: Nerón ordenó asesinar a su madre —la cual envenenó a su esposo Claudio con un plato de setas— porque se oponía a su unión con Popea, que era la esposa de Otón. Nerón acabó suicidándose con la ayuda de su asistente Epafrodito, el cual, por no haber impedido el suicidio, sería ejecutado por orden del emperador Domiciano, que fue asesinado en un complot palaciego… Demasiada muerte real silenciada en la ficción de esta ópera.

La clemencia de Tito

Buena muestra de la ingente cantidad de óperas olvidadas que existen son las ¡cuarenta y cuatro! compuestas con el título de La clemencia de Tito en menos de un siglo (1734-1832) por músicos como Niccolò Jommelli, autor de unas sesenta óperas tan olvidadas como el propio compositor. Pero se dice que de la cantidad sale la calidad y para corroborarlo está la versión de Wolfgang Amadeus Mozart del dramma per musica de Pietro Metastasio que posiblemente haya inspirado más libretos en la historia de la ópera.

El lío argumental de esta opera seria mozartiana es muy enrevesado. A pesar de que el emperador Tito Vespasiano depuso a su antecesor Vitelio, la hija de éste (Vitelia) está enamorada de él. Pero resulta que Tito pretende a Servilia, hermana de su amigo Sexto, la cual mantiene una relación con Annio, amigo también de Sexto, el cual, para complicar más las cosas, está colado por Vitelia. Loca de celos, Vitelia insta a Sexto a asesinar al emperador, al que dan por muerto cuando arde el Capitolio. El Senado condena a Sexto a morir devorado por las fieras y Vitelia sucumbe a los remordimientos confesando su participación en la conjura, pero en un gesto tan magnánimo como inverosímil, el emperador supera su consternación y los perdona a todos.

Fidelio

Los llamados «compositores de una sola ópera» en realidad crearon más de una e incluso muchas en algunos casos, pero actualmente solo se les recuerda por el único título que ha logrado mantenerse en el repertorio. Son los casos de Leoncavallo (Payasos), Mascagni (Cavalleria rusticana), Flotow (Martha), Thomas (Mignon), Humperdinck (Hansel y Gretel), Charpentier (Louise), Ponchielli (La Gioconda) o Weber (El cazador furtivo). Pero, en el caso de Beethoven, el calificativo es exacto, pues en verdad solo compuso una ópera, Fidelio o el amor conyugal (que siempre ansió, pero nunca pudo disfrutar).

Beethoven, que nunca mantuvo una relación estable con una mujer a pesar de haberla perseguido toda su vida, compuso su ópera imbuido de los ideales de justicia y libertad frente a la tiranía, tan afines a su personalidad. Florestán es lo que hoy llamaríamos un preso político, víctima del rencor de un vengativo gobernante despótico que planea matarlo en la tenebrosa mazmorra de la prisión sevillana donde languidece. Pero su valerosa mujer, Leonora, se disfraza de hombre y con el nombre de Fidelio (fiel) se las apaña para entrar al servicio del penal, ganarse la confianza del carcelero —y el amor equívoco de su hija— y liberar a Florestán amenazando con una pistola al malvado Pizarro cuando se dispone a ejecutarlo. Es la hermosa historia de un condenado a muerte y liberado por la fuerza del amor de una esposa capaz de todo. La debilidad argumental reside en lo inverosímil que resulta no solo que una mujer se haga pasar por hombre en estrecha convivencia con una familia, sino que Marcelina, la hija del carcelero Rocco, se enamore de él/ella. Menuda cara se le pone cuando se descubre el pastel. ¿Seguirá insistiendo Jaquino en cortejarla después del chasco? Hay óperas en las que nos gustaría saber qué fue de los personajes tras la caída del telón. Pero si a Beethoven le costó Dios y ayuda crear su ópera, para rato iba a embarcarse en un Fidelio 2.

La Vestal

De las veintitantas óperas que compuso Gaspare Spontini sólo queda el recuerdo de La Vestale y ello gracias a que fue «resucitada» por Maria Callas en la inauguración de la temporada de la Scala de Milán en 1954.

La ópera cuenta la historia de Julia, enamorada del general romano Licinio, quien a su triunfal regreso de una campaña se la encuentra convertida en una sacerdotisa sometida al voto de castidad. Licinio no se resigna y entra en el templo dispuesto a raptar a Julia, la cual se resiste, pero no impide que se apague el fuego sagrado y la vestal, que se niega a denunciar al intruso, es condenada a ser enterrada viva. La confesión de Licinio no la salva, pero en cambio un rayo prende el velo de Julia depositado sobre el altar, con lo que la llama sagrada se reaviva, prueba de que la diosa Vesta la ha perdonado, y la feliz pareja puede unirse en matrimonio.

El final feliz sin muerte de protagonista gracias al recurso del deus ex machina no es exclusivo de la ópera barroca o clásica. Como veremos a continuación, en pleno siglo XX, Giacomo Puccini estrenó su única ópera —si exceptuamos la semi-opereta La rondine— en la que no muere nadie aunque el protagonista está a punto de ser linchado (no obstante hay que decir que Puccini hizo tres versiones de esta «prima pobre» de sus óperas y en una de ellas Magda se suicida, aunque no se representa nunca).

La chica del Oeste

El filme mudo The Great Train Robbery, de Edwin S. Porter (1903), está considerado como la primera «película del oeste» de la historia del cine. En diez minutos, sus doce planos fijos narran el asalto a un tren por una banda de facinerosos que acaban muertos a tiros por sus perseguidores mientras se reparten el botín. Sin embargo, el primer wéstern como es debido, con su cantina —y su cantinera—, sus buscadores de oro, su sheriff, su partida de póker con trampa y consiguiente pelea incluidas, su bandido, sus indios y su horca de linchar, no fue un filme sino una ópera, La fanciulla del West de Puccini. Estrenada en el Metropolitan Opera de Nueva York en 1910 bajo la batuta de Arturo Toscanini y con Enrico Caruso en el papel de Dick Johnson, alias Ramerrez, tuvo mejor acogida en Estados Unidos que en Europa.


Escena de La fanciulla del West, de Giacomo Puccini.

Minnie, «la chica del Oeste», regenta el bar «La Polka» donde los afectados por la fiebre del oro californiano se reponen bebiendo y jugando. Todos quieren a su Minnie pero sobre todo el sheriff Jack Rance, quien anda tras el bandido Ramerrez (pronunciado en inglés suena parecido a «Ramírez»), identificado por la orquesta con un leit motiv de aroma español. Éste se presenta con el seudónimo de Dick Johnson y el antiguo conocimiento que existía entre él y Minnie se convierte en mutuo amor, para rabia del sheriff. Aunque se descubre que Johnson es Ramerrez, Minnie lo acoge en su cabaña cuando lo hieren de un disparo. Rance lo descubre y exige su entrega, pero ella le propone jugárselo al póker: si ella gana, Johnson se queda. Minnie gana con trampas pero al final Ramerrez es apresado y conducido al patíbulo. Con la soga ya al cuello acepta su destino y suplica a los mineros que no se lo cuenten a Minnie para «que ella me crea libre». Como en las películas, justo antes de la ejecución aparece deus ex machina Minnie empuñando un pistolón, dispuesta a impedir el linchamiento. Los mineros aprecian tanto a su chica de la cantina que no son capaces de amargarle la vida matando al hombre al que ama, y lo perdonan aunque ello signifique perderla, porque Minnie y Ramerrez/Johnson se van de California en pos de una nueva vida.

(Dick Johnson no es el único personaje que salva el pellejo cuando ya está con la soga al cuello: el ladrón Macheath, alias Mackie el Navaja, goza de la misma buena suerte cuando le llega el indulto en el último momento de La ópera de los tres peniques, con música de Kurt Weill y letra de Bertolt Brecht.)

PAREJAS DE AMANTES QUE MUEREN

Antes de adentrarnos en los casos particulares, finalizaremos esta visión general de la muerte en la ópera mencionando varios ejemplos de célebres parejas de enamorados —lícita o ilícitamente— en los que perecen ambos, y cómo:

– Norma y Polión (Norma), inmolándose en la hoguera.

Romeo y Julieta, envenenándose él y apuñalándose ella.

– Toni y Elisabeth (Elegía para jóvenes amantes), sepultados por un alud.

– Wally y Hagenbach (La Wally), arrojándose ella al vacío cuando él muere sepultado por otra avalancha de nieve.

Pelleas y Melisenda, él asesinado por su hermanastro y ella de parto.

– Chenier y Magdalena (Andrea Chénier), guillotinados.

Tosca y Cavaradossi, él fusilado y ella precipitándose.

Aida y Radamés, enterrados vivos (ella voluntariamente).

– Sigfrido y Brunilda (El ocaso de los dioses): el héroe asesinado y la valquiria inmolándose en la hoguera.

– Nedda y Silvio (Payasos), asesinados por el marido de ella.

– Paolo y Francesca (Francesca de Rímini), asesinados por el hermano de aquél y marido de ésta.

Tristán e Isolda, él por herida de arma blanca y ella de amor.


Peter Seiffert (Tristán) y Anja Kampe (Isolda) en el acto primero de Tristán e Isolda, de Richard Wagner.

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3 Base de datos en red que ofrece información sobre la actividad de todos los géneros musicales escénicos en el mundo por países, ciudades, teatros, títulos y compositores.

4 La «ópera seria» no es la contraposición de la cómica sino un estilo que se desarrolló en el siglo XVIII a partir del dramma per musica de la ópera barroca.

5 El informe de la autopsia declaró virgen a la muchacha y Elvira eludió la cárcel indemnizando a la familia.

6 En el libreto es Canio quien pronuncia La comedia é finita!, aunque generalmente es Tonio quien lo hace en las representaciones, reforzando así la importancia del personaje.

7 «Recitado monologado dentro de la ópera en la que el intérprete ejecuta una monodia con pocas inflexiones y con un escueto acompañamiento instrumental»

8 (Da capo: desde el principio). Aria estructurada en tres secciones; la segunda en un tiempo más lento y la tercera es una repetición de la primera.

9 Con esta expresión latina (que significa «dios desde la máquina») se denominaba al recurso de introducir inesperadamente en el escenario con ayuda de una polea a una deidad que proporcionaba un giro inesperado a la trama.

IV. PERSONAJES OPERÍSTICOS QUE MUEREN


MUERTE POR ARMA BLANCA

SIGFRIDO (a Mime)

¡Y tú, charlatán repugnante,

prueba mi espada!

(con un rápido golpe lo mata)

(Acto II de Sigfrido, de R. Wagner)


Personaje Ópera Muerte
Atila Atila Homicidio
Casandra Los Troyanos Suicidio colectivo
Cio-Cio San Madama Butterfly Suicidio
Condesa Geschwitz Lulú Asesinato
Dálibor Dálibor Suicidio
Dido Los Troyanos Suicidio
Duncan Macbeth Asesinato
Edgardo Lucía de Lammermoor Suicidio
El Pintor Lulú Suicidio
Ernani Ernani Suicidio
Esposa La vida con un idiota Asesinato
Gessler Guillermo Tell Homicidio
Gioconda La Gioconda Suicidio
Julieta Romeo y Julieta Suicidio
Liú Turandot Suicidio
Lucrecia La violación de Lucrecia Suicidio
Lulú Lulú Asesinato
Mime Sigfrido Homicidio
Mitrídates Mitrídates rey de Ponto Suicidio
Otelo Otelo Suicidio
Saúl Saúl y David Suicidio
Siegmund La Valquiria Lucha
Sigfrido Sigfrido Asesinato
Telramund Lohengrin Lucha
Tristán Tristán e Isolda Lucha
Zurga Los pescadores de perlas Asesinato

La modalidad de homicidio o suicidio más socorrida en un escenario es con un arma blanca. Las reducidas dimensiones de un puñal o una daga permiten tenerlo a mano sin que se vea o esconderlo inadvertido entre el ropaje. En ocasiones el arma es incluso un utensilio tan cotidiano y accesible como el cuchillo de mesa con el que Tosca mata a Scarpia.

En los tratados clásicos de Medicina Forense se describe el arma blanca como cualquier instrumento mecánico que manejado manualmente sea capaz de causar lesiones perforando, cortando, dislacerando o contundiendo por medio de un filo, una punta o ambos la vez. Si el instrumento fue diseñado con tal fin, como un puñal o un cuchillo, se denomina típico, y atípico en caso contrario, como las tijeras con las que Yo decapita a su Esposa en La vida con un idiota o la navaja de afeitar con la que el Pintor se degüella por Lulú. Si el arma blanca se construyó para utilizarla en el combate cuerpo a cuerpo (una espada, por ejemplo) se califica de convencional, y si fue con otros fines (cortar viandas o podar, por ejemplo), no convencional.

El origen del calificativo «blanca» parece residir en la brillantez de las hojas metálicas, realzada por el cromado que se aplicaba antiguamente y que las hacía brillar a la luz de la luna, la preferida por los asesinos. Atendiendo a las características de las heridas que ocasionan, se distinguen varias clases de armas blancas:

• Cortantes: logran su objetivo a través de una afilada hoja triangular que produce un tajo en la parte del cuerpo donde se aplica. Es el caso de la mencionada navaja de afeitar con la que se suicida el segundo marido de Lulú.

• Punzantes o perforantes: su elemento lesivo principal es la afilada punta que produce heridas pequeñas aunque potencialmente profundas, como la de la lanza que Hagen clava en la espalda de Sigfrido o la de la famosa segunda flecha con la que Guillermo Tell acaba con el tirano Gessler.

• Corto-punzantes: mezcla de ambos mecanismos de acción, son las más utilizadas en homicidios y, en el caso de la ópera, más frecuentemente en suicidios como las dagas o espadas de Dido, Otelo o Saúl.

• Inciso-contusas: son las producidas por el filo de un arma pesada que actúa de arriba abajo, típicas de decapitaciones, por medio de sable (Jokanaán en Salomé), hacha (María Estuardo) o guillotina (Andrea Chénier).

La gravedad clínica de una herida por arma blanca depende de varios factores, sobre todo la parte del cuerpo afectada, el tipo de arma y la extensión y profundidad del corte. Una perforación que interese al corazón o los grandes vasos torácicos o cervicales puede ocasionar la muerte en segundos —con alguna excepción, como pronto veremos—, mientras que las heridas en al abdomen o las extremidades en general ofrecen mejor pronóstico, sobre todo si se actúa con rapidez para detener la hemorragia, reponer la sangre perdida y reparar quirúrgicamente los tejidos desgarrados.

A continuación, se comentan 26 casos de muerte por arma blanca en la ópera, de los cuales 14 son suicidios, 6 asesinatos, 3 caídos luchando y 3 homicidios justicieros o en defensa propia.

Personajes suicidados con arma blanca
Casandra y mujeres troyanas (Los Troyanos)

En la mitología griega, Casandra era hija de los reyes de Troya, Príamo y Hécuba. Fue consagrada al dios Apolo, quien le otorgó el don de la profecía a cambio de favores sexuales, pero cuando ella se negó a satisfacerlos el dios la condenó a sufrir la incredulidad de los demás ante sus visiones. El terrible castigo se ejecuta cuando Casandra advierte a los troyanos del peligro que encierra el célebre caballo, aparentemente abandonado por los griegos ante las murallas de la ciudad en su retirada, pero nadie la cree y la tragedia de Troya se consuma.

Berlioz, bautizado Héctor en honor al héroe troyano, heredó de su padre la fascinación por la Eneida de Virgilio, sobre la cual compuso su monumental Les Troyens en formato grand opéra. El primer acto finaliza con la suicida introducción triunfal del caballo en la ciudad. En el segundo, las mujeres troyanas ruegan protección a la diosa Cibeles en el templo mientras la ciudad es pasto de la destrucción. Casandra las anima a quitarse la vida antes de caer en manos de los griegos. Una parte del grupo se resiste a morir, pero la otra lo prefiere a la deshonra y cuando los griegos entran a saquear el templo asisten horrorizados a un espantoso suicidio colectivo. La primera en matarse es ella:

(a los soldados griegos)

Despreciamos vuestra cobarde amenaza,

¡monstruos ebrios de sangre, inmundos y rapaces!

¿Nunca apagaréis, canallas, vuestra sed de oro?

(Se apuñala y tiende el puñal a Polixena.)

¡Toma! ¡El dolor no es nada!

(Polixena se apuñala a su vez. Casandra apenas

se sostiene durante el resto de escena.)

y sus seguidoras se matan como pueden: «Algunas se lanzan al vacío por la balconada, otras se ahorcan y otras se apuñalan», indica la tremenda acotación de Berlioz, autor también del libreto. Una auténtica masacre por suicidio colectivo con arma blanca.

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