Kitabı oku: «Cómo entender la economía del Ecuador 1965-2017», sayfa 9
3.4. CONTABILIDAD DE LOS BIENES INTERMEDIOS
Los bienes intermedios, los productos no terminados que circulan entre las industrias hasta que estas los conviertan en bienes finales, no se contabilizan en el PIB y, como en el estudio de las economías de los países lo usual es no ir más allá del PIB, estos productos sistemáticamente quedan relegados al olvido. Se sabe, sin embargo, que la densidad de estas relaciones interindustriales es un indicador muy diciente de la medida en que las industrias domésticas se complementan entre sí y de la fortaleza que este hecho confiere a las raíces de la base productiva de un país. Como es práctica común alrededor del mundo, el instrumento que el banco utiliza para integrar la contabilidad de los bienes finales y la de los intermedios es la Matriz Insumo-Producto (MIP). Curiosamente, por muchos años no solo que dejó de publicarla sino también de elaborarla. Desde 2007 el banco la viene publicando año tras año.
MIP SIMPLIFICADA
Para la generalidad de los mortales, el problema álgido de este instrumento es su complejidad conceptual y matemática. Sin embargo, es tal su poder explicativo que bien vale la pena hacer el esfuerzo de conocerlo, aunque sea en una forma muy simplificada. Para este efecto utilizamos el cuadro 3.6, que está basado en la MIP de la economía italiana de 1950.82
CUADRO 3.6. Matriz Insumo-Producto simplificada
FUENTE: Hollis B. Chenery y Paul G. Clark, Interindustry Economics, 14
Para empezar, nótese que el cuadro está dividido en cuatro cuadrantes. En el cuadrante I, en la columna Yi, se registran los valores de las ventas de bienes finales que los sectores productivos (servicios, agricultura, industria básica y productos terminados) venden directamente a los consumidores y que, por tanto, hacen parte del PIB. Cuando a estas cifras se les suman los valores de las ventas que estos sectores se hacen entre ellos (columna Wi en el cuadrante II) se obtienen los valores de la demanda total que en el mercado interno existe para la producción de bienes finales y de bienes intermedios procedentes de los sectores en consideración y que aparecen en la columna Zi. Para el sector servicios, por ejemplo, las cifras correspondientes serían:
La novedad aparece en el cuadrante II. La característica particular de este es que los cuatro sectores bajo consideración aparecen en el eje vertical y en el horizontal. En el primer caso juegan el papel de productores y en el segundo, de compradores. De este modo, si se mira la información en forma horizontal o sea a lo largo de los renglones, se tienen las ventas que cada sector hace a los demás sectores. En el primer renglón, por ejemplo, se lee que Servicios vende 20 unidades a las empresas de su mismo sector; 25 a las del sector agrícola; 15 a las de industrias básicas y 80 a las de productos terminados, para un total de 140 que aparece en la columna de ventas intermedias Wi. En cambio, cuando la lectura se hace en forma vertical en las columnas, se pueden leer las compras que cada uno de los sectores hace a los demás. En la primera columna, por ejemplo, aparece que Servicios compra a Servicios 20 unidades y que, como no compra nada más a ninguno de los otros, esta es la cifra que aparece en el renglón de compras intermedias (Uj).
El cuadrante III explica cómo los sectores en consideración utilizan los insumos comprados en el cuadrante II para agregar valor (renglón Vj) en sus procesos productivos y así obtener la producción total (renglón Xj) de cada uno de ellos. Para la Industria Básica, por ejemplo, las sumas serían como sigue:
Por último, en el cuadrante IV se hace una gran síntesis. La suma horizontal del renglón de valores agregados (∑Vj) tiene que ser igual a la suma vertical de ventas finales (∑Yi) por cuanto, en ambos casos, lo que se obtiene es el PIB que, en este ejemplo, es igual a 525. Si a esta cifra se añaden los 475 de las ventas intermedias (∑Wi), que tienen que coincidir con la de las compras intermedias (∑Uj), se llega a los 1.000, que es a la vez el valor del producto total y de la demanda total.
Nótese que si en este caso no se hubiera tenido en cuenta a la producción de bienes intermedios (475) el valor de la producción total estaría subvalorada en un 48 %. De ahí la importancia de no dejar por fuera a estos productos.
ESLABONAMIENTOS HACIA ATRÁS Y HACIA ADELANTE, 2013
A Albert Hirschman se le ocurrió que utilizando los datos del cuadro 3.6 era posible determinar la intensidad de las interrelaciones existentes entre los diversos compradores y vendedores de productos intermedios. Para ello diseñó los conceptos de eslabonamientos hacia atrás y eslabonamientos hacia adelante, y estableció que la fórmula para calcular a los primeros era dividir los valores de las compras intermedias (Uj) por los del producto total (Xj), mientras que para calcular a los segundos había que dividir los valores de las ventas intermedias (Wi) por los de la demanda total (Zi).83
En la parte inferior del cuadro 3.6 se ilustra cómo aplicar estas fórmulas. En el caso del sector servicios, por ejemplo, el cálculo de los eslabonamientos hacia atrás se hace dividiendo las compras intermedias (Uj = 20) por el producto total (Xj = 200), para obtener un cociente de 0,10 que nos dice que el grado de integración de esta actividad con sus proveedores, en sus compras intermedias, es solo de un 10 %. Cuando se calculan los eslabonamientos hacia adelante de esta misma actividad, al dividir las ventas intermedias (Wi = 140) por la demanda total (Zi = 200) la cifra que resulta es un 0,70, valor que nos dice que un 70 % del total de ventas del sector servicios va a industrias que utilizan sus productos como insumos.
CUADRO 3.7 Eslabonamientos hacia adelante y hacia atrás, 2013 (porcentajes basados en valores en dólares de 2007)
a) Ventas de productos intermedios a industrias nacionales para mayor procesamiento.
b) Compras de productos intermedios a proveedores domésticos.
FUENTE: BCE, Tabla de utilización, 2013
Al pasar estas prácticas al caso ecuatoriano, se obtienen cifras como las que se consignan en el cuadro 3.7. En este cuadro se observa que la característica común de todas las industrias de la lista es que sus eslabonamientos hacia adelante como hacia atrás son superiores al 50 %, esto indica que su intensidad de integración con el resto de las actividades de la base productiva va desde ese nivel hacia arriba. En el caso de la acuicultura y pesca de camarón (renglón 2), por ejemplo, las cifras muestran que, por vía de flujos de bienes intermedios, esta actividad tiene una altísima integración con los usuarios de sus productos (95 %), pero solo una importante integración con los proveedores de sus insumos (55 %). A su vez, en el caso de las grasas y aceites vegetales (renglón 3), la situación que se da es a la inversa: la integración con sus usuarios no deja de ser importante (50 %), pero la que sí vale la pena es la integración con sus proveedores (73 %).
En este orden de ideas, no es difícil llegar a la conclusión que, si se trata de impulsar cambios en la base productiva del país para 2013, las candidatas serias para liderar este proceso podrían ser las industrias con altos eslabonamientos hacia adelante y hacia atrás. La lista podría ser como sigue:
•Renglón 7, refinados de petróleo: 72 % hacia adelante y 78 % hacia atrás.
•Renglón 10, fabricación de metales comunes: 83 % hacia adelante y 82 % hacia atrás.
•Renglón 11, suministro de energía eléctrica: 65 % hacia adelante y 64 % hacia atrás.
•Renglón 12, financiación de planes de seguro: 60 % hacia adelante y 615 hacia atrás.
ENCADENAMIENTOS DIRECTOS HACIA ATRÁS Y HACIA ADELANTE, 2014
En un estudio publicado en agosto de 2017, el Banco Central, haciendo uso de las matrices de insumo-producto para 2007 y 2014, hizo una reflexión interesante sobre qué había pasado con el patrón de relaciones interindustriales entre estos dos años. Llegó a la conclusión de que los cambios habían sido mínimos, pero interesa conocer los criterios que utilizó el Banco para llegar a este resultado.
Empezó por dar más rigor a los conceptos de eslabonamientos. Los llamó encadenamientos directos y los definió así:
•Los encadenamientos directos hacia atrás indican, en forma cuantificada, los requerimientos de insumos que una industria necesita para generar una unidad de su producción.
•Los encadenamientos directos hacia adelante indican, en forma cuantificada, cuánto de la producción de una industria dada se requiere para generar un aumento de una unidad en la producción de las industrias que la utilizan como insumo.
De acuerdo con estos criterios, clasificó a las 71 industrias incluidas en el estudio en 2014 en las siguientes categorías:
•Clave: cuando sus encadenamientos hacia atrás y hacia adelante son superiores al promedio nacional (7 industrias).
•Motor: cuando solo sus encadenamientos hacia atrás son superiores al promedio nacional (23).
•Base: cuando solo sus encadenamientos hacia adelante son superiores al promedio nacional (13).
•Isla: cuando sus encadenamientos hacia adelante y hacia atrás son inferiores al promedio nacional (28).
Cuando comparó las clasificaciones correspondientes a 2007 y 2014, obtuvo los resultados que se resumen en el cuadro 3.8. Nótese que los cambios son casi imperceptibles. Las Clave permanecen en siete; las Motor pierden dos y pasan de 25 a 23; las Base ganan en una y suben de 12 a 13, y las Isla también ganan en una y aumentan de 27 a 28. Para los conocedores de los procesos de cambios en la matriz productiva, los resultados subrayan la lección que estos siempre toman su tiempo. Buena razón para insistir en que hay que ponerse en marcha cuanto antes. Eso se hace con los tres capítulos siguientes, en los que se estudian las idas y venidas que en el período 1965-2017 han vivido los sectores agrícolas, industrial y del comercio internacional.
CUADRO 3.8 Tipología de industrias según encadenamientos, 2007 y 2014
Clasificación | 2007 | 2014 |
Clave | 7 | 7 |
Motor | 25 | 23 |
Base | 12 | 13 |
Isla | 27 | 28 |
Total | 71 | 71 |
FUENTE: BCE, “Análisis de la economía ecuatoriana 2007 y 2014”, Cuadernos de Trabajo, n.° 137: 16
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“EL AGRICULTOR NO SIEMBRA PARA HACER PAISAJE”
Hace rato que George Bernard Shaw —mi economista de cabecera— lo puso al alcance de entendidos, no entendidos y desentendidos cuando explicó, con claridad inimitable, que “el problema de los pobres no es la plata sino la falta de plata”. En los sectores rurales, no solo del Ecuador sino del mundo entero, esta es una de las realidades más fáciles de constatar debido a que en estos espacios está concentrada la pobreza de las naciones. De ahí considero que este es el momento propicio para recordar lo que hace algunos años escuché en Colombia a un arduo trabajador de la tierra, quien, ante la tozuda incapacidad de la mayoría de la gente de las ciudades y de no pocos funcionarios públicos para entender los problemas cotidianos de los que buscan derivar su sustento cultivando suelos, exclamó con franca exasperación y con énfasis una frase que no ha perdido sonoridad a través del tiempo: “El agricultor no siembra para hacer paisaje”. Como cualquier hijo de vecino, el agricultor siembra para ganarse el pan, el suyo y el de su familia. Esta es la hipótesis central de este capítulo.
El capítulo comprende seis secciones. En las secciones uno y dos se establece el marco conceptual que lo cobija. La primera centra su atención en cuatro temas: en las características de la agricultura que la hacen tan distinta de los demás sectores productivos, en los aportes especiales que ella hace al desarrollo económico de los países, en la tipología de agriculturas que, según el Banco Mundial, operan en el planeta Tierra y en la tipología de empresas que, según la Cepal, operan en Ecuador. En la segunda se propone un marco estratégico para el desarrollo agrícola que busca generar un círculo virtuoso que, propulsado por modalidades y mecanismos de asociación y acción colectiva, capture la sinergia de las siguientes fuerzas: aumentos sistemáticos en la productividad de las fincas, conversión de estos aumentos en mejoras concomitantes en los ingresos de los productores y traducción de estos aumentos en avances en la calidad de vida de ellos, de sus familias y de sus comunidades.
En la tercera sección se esboza un visión panorámica del Ecuador agrícola, a lo largo del período que va desde 1965 hasta 2017, a través de la explicación de los aspectos siguientes: vocación y evolución en el uso de los suelos, el comportamiento del PIB agrícola durante esos años; el comportamiento de los subsectores de este PIB, de acuerdo con los datos disponibles; tendencias en la producción de los cultivos permanentes y transitorios, y áreas sembradas con los principales productos en los tres tipos de agricultura que, según el INEC, predominan en el país: pequeña, mediana y empresarial. En la cuarta sección se subrayan los problemas que el agro enfrenta en lo relacionado con la disponibilidad y utilización de insumos de trascendental importancia para incrementar la productividad de los cultivos, como características demográficas de los productores; utilización de riego y de semillas mejoradas, y acceso al crédito, a la asistencia técnica y a las facilidades de comercialización.
En la quinta sección se estudian las interrelaciones de la agricultura con industrias domésticas aledañas y con los mercados internacionales. El primer conjunto de interrelaciones se analiza a través de dos flujos de productos intermedios: compras de estos bienes que las líneas productivas del sector hacen a sus proveedores y ventas del mismo tipo de productos que también estas líneas hacen a aquellas que los utilizan como insumos. El segundo tipo de interrelaciones se estudia mediante estadísticas de la balanza comercial agrícola y de las exportaciones e importaciones que la conforman.
En la última sección se examina con más detenimiento la hipótesis central de este capítulo. Se cotejan las tendencias de la producción del área cosechada y de los rendimientos de un conjunto de productos emblemáticos de la agricultura ecuatoriana con las políticas que, a favor y en contra del sector, se han dado en el país en el período que, por razones de la consistencia de los datos, va desde 1965 solo hasta 2010. Por el lado de los productos, se trabaja con cultivos cuya producción per cápita ha disminuido a lo largo de estos años (maíz suave, papas y yuca) y con aquellos cuya producción per cápita ha aumentado en este lapso (palma africana, maíz duro, banano y cacao). Por el lado de las políticas se identifican tres períodos claramente delineados: de 1965 a 1980, con medidas discriminatorias en contra del sector; de 1980 a 1995, con acciones encaminadas a modificar las mayores distorsiones ocasionadas por esas políticas, y de 2000 a 2010, en el que, si bien no se dan políticas flagrantemente en contra, tampoco aparecen aquellas definitivamente a favor. La conclusión a la que se llega es que, definitivamente, los agricultores no siembran para hacer paisaje.
4.1. AGRICULTURA Y DESARROLLO
CARACTERÍSTICAS DISTINTIVAS DE LA AGRICULTURA84
La agricultura surge cuando la humanidad aprende a intervenir exitosamente en los procesos de crecimiento y de reproducción de plantas y de animales. Esta fue la Gran revolución del Neolítico, que ocurrió hace unos diez mil años: hay evidencias que por esas épocas los cereales ya eran cultivados en el valle del Nilo. Los hombres y las mujeres llegaron a estos aprendizajes a partir de la acumulación de conocimientos logrados por medio de la experiencia; procesos de ensayo y error, y la siempre presente casualidad. Las mujeres, en particular, protagonizaron todos estos avances, pues estaban a cargo, desde entonces, de la alimentación de su gente, y se sabe que siempre han estado atentas a las mejoras continuas en la calidad de vida de los suyos, por incipiente que esta fuera.
El siguiente hito en este devenir se dio en el siglo XVIII, con la revolución agrícola, que tuvo lugar en Inglaterra y marcó el comienzo de la aplicación de la ciencia a las actividades del agro. Con la genética se obtuvieron caballos para carga y para tiro; ganado bovino para carne y leche, y ovejas para carne y lana. Con la química se aprendió a corregir las condiciones naturales de los suelos para aumentar su fertilidad. Con los cercamientos de las tierras del común, se incrementó notoriamente la productividad de estas, aunque con un costo social ingente. Con la organización de sociedades científicas se impulsaron y se divulgaron innovaciones en las técnicas y prácticas agrícolas.85 En la actualidad, tenemos ya entre nosotros el tercer hito en este recorrido a través del tiempo y tiene que ver con que la humanidad que hasta ese momento había sido tan solo un factor coadyuvante de las poderosas fuerzas de la naturaleza, ha osado convertirse en un factor interviniente a través de los formidables descubrimientos de la ingeniería genética.
En todo lo anterior, hay que destacar que el proceso productivo en la agricultura sigue siendo, en esencia, un proceso biológico, sin importar que este se dé en unidades productivas pequeñas, medianas o grandes. Las plantas convierten dióxido de carbón, luz solar, agua y nutrientes en materia vegetal, semillas, frutos, fibras, aceites, etc. El ganado, a su vez, convierte plantas, con frecuencia aquellas partes no comestibles para las personas como la celulosa, en carne, cuero, leche y lana. No es de extrañarse, por tanto, que esfuerzos por “industrializar” la agricultura, como lo quiso hacer Stalin en la Unión Soviética, fracasaran tan estrepitosamente, mientras que, en el Japón, la restauración Meiji, mediante del aprovechamiento inteligente y respetuoso de sus recursos agropecuarios, hizo del sector el eje de la transformación que en el corto lapso de treinta años sacó al país de la Edad Media y lo instaló con fuerza en la Edad Moderna. La naturaleza biológica de los procesos productivos y reproductivos del sector ha puesto de relieve el hecho de que no es lo mismo inundar los mercados con novedades electrónicas, que introducir productos transgénicos cuyos beneficios han recibido toda clase de publicidad, y cuyos costos para los seres vivientes y el medio ambiente no han recibido igual despliegue informativo, a pesar de estar abiertos a serios y crecientes cuestionamientos. Intervenir en el DNA de plantas y animales es un asunto que no se puede seguir tomando con ligereza, especialmente en lo que tiene que ver con las posibles consecuencias de estas transformaciones en la increíble complejidad del genoma humano.
Para cumplir con su destino biológico, el sector recurre inmediatamente a los siguientes recursos naturales: luz solar, tierra y agua. La dotación relativa de estos hace parte de lo que algunos historiadores llaman la “lotería”, por el predominio del factor azar que está presente en la distribución geográfica de la abundancia o escasez de sus disponibilidades. Mientras tanto, el acceso a su aprovechamiento, que incluye posibles sustituciones parciales, se da en función de la tecnología disponible, de los arreglos institucionales, de la capacidad de su recurso humano y de las estructuras de poder en los conglomerados sociales que hacen uso de ellos. Consecuentemente, conviene recordar que, como se vio en un capítulo anterior, si bien la existencia de energía solar es inmensamente grande, el flujo de lo que alcanza a llegar a la Tierra está limitado por la atmósfera que la rodea. Esta situación no ocurre con los suelos y el agua, cuyas existencias terrenales son limitadas, aunque el ritmo de su utilización sea cada vez más intenso, acelerado e ineficiente. Dadas estas circunstancias, no deja de ser muy desafortunado que la protección y el mantenimiento del medio ambiente, en general, y de la productividad de los suelos y del agua, en particular, todavía no hayan recibido por parte del ser humano la atención y los recursos que la morigeración de estos problemas amerita.
Las unidades de producción agropecuaria (UPA) son la forma que el recurso tierra toma para propósitos de su empleo en los procesos productivos agropecuarios. A lo largo de la historia de la humanidad, el acceso a este recurso y a su propiedad ha sido permanentemente polémico. En la actualidad, por ejemplo, mientras para unos los terrenos son sin ninguna duda mercancías transables, para otros siguen siendo parte integral del personaje mítico de la Pachamama. De igual manera, mientras para unos la forma de tenencia es la propiedad privada, para otros es la propiedad comunal. Hay terceros cuyo criterio es que la tierra debe ser para quienes la trabajan. Ante esta variedad de disyuntivas, la certeza en este momento es que por la necesidad ineludible de tener acceso a la luz solar las unidades productivas por fuerza tienen que estar dispersas, lo cual incide de manera directa en los costos para obtener insumos y en los productos para comercializar.
Como es lógico, el recurso humano es el que hace funcionar, con una variedad de niveles de eficiencia, a todas las UPA, sean estas unidades familiares de subsistencia, unidades empresariales intermedias o unidades de tecnología de punta. En las unidades familiares de subsistencia están a cargo el agricultor y su familia; en las empresariales intermedias están el agricultor, su familia y la mano de obra contratada, y en las empresariales de punta el manejo, tanto en sus aspectos administrativos como operacionales, está en manos de profesionales especializados en dichas ramas. Sin embargo, en lo que a la división del trabajo corresponde, no deja de llamar la atención el hecho paradójico de que en las unidades familiares de subsistencia, donde el recurso humano es el menos capacitado, es mayor el número de responsabilidades que le toca llevar, por cuanto es, al mismo tiempo, cultivador, veterinario, administrador, comprador de insumos, comercializador de los productos, agente de relaciones públicas, etc. En las empresariales de punta, en cambio, por lo general cada una de estas funciones está desempeñada por personal especializado. Dadas estas circunstancias, es natural que las diferencias en productividad en los dos tipos de UPA sean tan grandes.
Aunque ganarse el pan con el sudor de la frente ha sido un hecho de origen proverbial, en el sector agropecuario es una realidad que a muchos de esos productores no les proporciona un medio de vida sustentable para sus familias. Según datos del Banco Mundial, en los países principalmente agrícolas, en cuyas zonas rurales viven unos 417 millones de personas, la tasa de pobreza rural es de un 51 %.86 En forma similar, y guardando las debidas proporciones, en Ecuador, de acuerdo con datos del III Censo Nacional Agropecuario, en 2000, en las unidades familiares de subsistencia, o sea en el 53 % de las UPA censadas, solo un 53 % de los ingresos totales se originó en actividades agropecuarias, mientras que el restante 47 % provino de actividades por fuera del sector. Las cifras del Censo también indican que en las unidades empresariales intermedias y en las de punta, el 82 % del ingreso total se obtuvo en actividades agropecuarias.87 En otras palabras, sí se puede vivir de lo que produce el campo; el desafío es encontrar las vías y los mecanismos para lograr que las unidades pobres puedan salir de su actual postración. Se abordará este tema en la siguiente sección.
Por último, así como la vida cotidiana en el sector agropecuario ofrece sus oportunidades, también es cierto que no deja de ser pródiga en riesgos y amenazas. En primer lugar, están todos aquellos que tienen que ver con lo previsible e imprevisible de la naturaleza: sequías, lluvias torrenciales, desbordamientos de los ríos e inundaciones, vientos huracanados, cenizas de los volcanes, heladas, incertidumbres sobre los efectos humanos y ecológicos de los transgénicos, entre otros. En segundo lugar, están los daños que se han acumulado por el mal manejo de los recursos del medio ambiente: erosión y salinización de los suelos; epidemias, tanto para los humanos como para los animales; tala indiscriminada de bosques; manejo ineficiente del agua superficial; agotamiento de acuíferos subterráneos; contaminación de esos acuíferos y de los ríos; contaminación del aire, etc. En tercer lugar, es de rigor incluir las políticas y prácticas discriminatorias que han afectado y siguen afectando al sector: inseguridad en los títulos de las tierras, amenazas de expropiación, escasez de crédito, oferta limitada de asistencia técnica, insuficientes facilidades de riego, carencias de centros de acopio y almacenamiento, controles de precios, subsidios implícitos a las importaciones generados por tasas de cambio sobrevaluadas, etc. Y, en cuarto lugar, hay que registrar todas las vicisitudes que acompañan al funcionamiento de los mercados de productos agropecuarios dentro y fuera del país: excesos de oferta de productos perecederos acompañados por bajas elasticidades de precios y de ingreso de la demanda, escasez de productos por pérdidas de cosechas ocasionadas por desastres naturales, volatilidad de los precios, proteccionismos arancelarios en contra de los productos agropecuarios a lo largo y ancho del mercado internacional, barreras no arancelarias de todo tipo para dichos productos, entre otras. Por lo expuesto, no extraña que haya una corriente que califica a la agricultura como la vía más expedita para una quiebra. Y, sin embargo, ahí está, y es imprescindible que se haga valer su presencia en la vida económica del país y se ponga en evidencia su potencial de desarrollo.
APORTES DE LA AGRICULTURA AL DESARROLLO88
Excepto casos tan especiales como el de Singapur y Hong Kong, en el resto de las naciones los procesos de desarrollo, logrados o no, se han puesto en marcha siempre con el sector agropecuario como depositario inicial de sus principales haberes. La emigración del campo a la ciudad, una constante en todos estos procesos, nos recuerda que el campo ha sido, tradicionalmente, la cantera de recursos humanos para la industria y demás actividades productivas en las ciudades. Sin embargo, por lo general, las tasas de emigración han sido muy superiores a las de generación de empleo urbano, razón por la cual tan solo una porción minoritaria ha encontrado trabajo adecuado, y una mayoritaria ha pasado a engrosar las filas de los subempleados, desempleados y, con mucha frecuencia, de la delincuencia. Es común que quienes se movilizan sean los jóvenes y las personas en capacidad de trabajar, lo que ocasiona que el campo quede desabastecido de personal productivo. Esto plantea la necesidad de incrementar la productividad del sector para que, con menos gente, se pueda cumplir con las demandas crecientes de alimentos para la población rural y urbana, de materias primas para las industrias y de productos para las exportaciones. Dado que esta migración, más que un cambio de lugar representa un cambio en la forma de vida de la gente, existe la oportunidad de lograr significativas mejoras en la calidad de vida de esta población, facilitándole el acceso a servicios de educación y de salud imposibles de lograr en el ambiente tan disperso del sector rural.
El sector agrícola, cuando se inician los procesos de desarrollo, ha sido el mayor depositario de recursos de capital, tanto físico como monetario, razón por la cual una práctica muy común en los países ha sido “exprimir” al sector para financiar procesos de modernización en ocasiones notoriamente acelerados, como en Japón, China y la Unión Soviética. Las medidas utilizadas son muy conocidas: expropiación de tierras, impuestos, controles de precios, sobrevaloración de la tasa de cambio que facilita las importaciones agrícolas, incautación de divisas, etc. Frecuentemente los recursos inmediatos han provenido de los excedentes de la balanza comercial agrícola que, como en el caso del Ecuador, han sido utilizados para importar materias primas y bienes de capital, principalmente, para los sectores industrial y de transporte, lo cual ha ayudado a conformar el capital físico del país. No está de más anotar que la importación de bienes de consumo, al mejorar la calidad de vida de la ciudadanía, ha contribuido a formar capital social.
Dado que la pobreza e indigencia están concentradas en el sector rural, el crecimiento del sector agrícola tiene una capacidad directa para reducir la pobreza en todo tipo de latitudes. Estimaciones realizadas en diversos países indican que el crecimiento del PIB agrícola es al menos el doble de eficaz en reducir la pobreza comparado con el crecimiento de otros sectores. En la China, por ejemplo, se calcula que esa eficacia llega a ser hasta 3,5 veces más y en América Latina el múltiplo es de hasta 2,7 veces mayor.89
Un aspecto sutil tiene que ver con la población desempleada y subempleada, cuya productividad es notoriamente baja pero que, por la opción de retirada ordenada que ofrece el sector rural que rodea especialmente a las grandes ciudades de la Sierra, ha mitigado la presión social que esta población (alrededor de un 50 % de la PEA ecuatoriana) podría haber ejercido en la vida cotidiana del país. Es común ver cómo a ciertos sitios de la ciudad concurren todos los días personas en busca de trabajo y cómo, a lo largo de la jornada, unos lo consiguen y otros no, pero al final del día todos ellos regresan a sus hogares en los alrededores de Quito, donde les espera un salario real positivo en forma de techo y comida, en vez de la terrible alternativa de tener que dormir bajo los puentes o en los túneles subterráneos. Este papel de colchón social, desafortunadamente, no se ha sabido aprovechar y el tiempo que se pudo haber empleado en las transformaciones básicas para favorecer a la población en cuestión se ha desperdiciado en forma lamentable.
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