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Modelos de comunicación en el paradigma participativo

Las teorías y programas de desarrollo han reconocido la significativa labor de la comunicación en sus procesos y propuestas, por eso se debe su inclusión en las acciones estratégicas del tema. Pero hasta estas páginas han sido concebidas como un instrumento para alcanzar los objetivos desarrollistas, generalmente limitados a los medios de comunicación masivos, dada en una sola dirección y con intención homogeneizadora.

Paralelamente, en Latinoamérica surgieron otras apuestas comunicativas derivadas de las teorías de la dependencia como respuesta a las luchas anticoloniales y anti dictatoriales de la época. Autores como Luis Ramiro Beltrán, Antonio Pasquali, Juan Díaz Bordenave, Paulo Freire, Mario Kaplún, generaron críticas al difusionismo, y, de forma alternativa, concentraron sus miradas en una comunicación de carácter horizontal, participativo, que dinamiza a la comunidad en la construcción de su bienestar humano y, por ende, tiene el propósito de alcanzar cambios colectivos, no individuales. Los mensajes que se emitían del Gobierno a la gente buscaban estandarizar la sociedad, pero el paradigma participativo se centra en una comunicación nacida desde y para la comunidad.

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, FAO (Food and Agriculture Organization of the United Nations), direccionada por Colin Fraser promovió, en los años 60, de manera teórica y práctica (específicamente en proyectos de zonas rurales) uno de los modelos más estudiados e influyentes: la comunicación para el desarrollo. Este modelo enfatiza el uso de tecnología apropiada por la comunidad para mejorar sus actividades agrícolas; permite intercambiar conocimiento de manera horizontal entre las organizaciones que trabajan por el desarrollo y los grupos beneficiarios; reconoce el saber local fundamentado en la identidad cultural; promueve los niveles de organización social tradicional y genera productos comunicativos acordes al contexto de la comunidad (Gumucio, 2011). En este modelo es muy importante el “proceso” (la experiencia, la transformación constante, etc.), más que el “producto” (una campaña, un spot, un video, etc.) (Barranquero, 2006).

Como argumenta Beltrán (2005), su teorización se fundamenta en tres experiencias vividas diez años antes: Radio Sutatenza de Colombia, fundada en 1947, por el padre José Joaquín Salcedo, como una emisora educativa, para el sector rural; Radios Mineras de Bolivia, emisoras creadas y financiadas por los mismos mineros para la expresión de sus ideales en su idioma nativo quechua y español, y los programas de extensión apadrinados por los gobiernos nacionales y Estados Unidos.

Existen varias acepciones enmarcadas en la comunicación para el desarrollo. En primer lugar, la comunicación alternativa que surge como reflejo de las inconformidades de grupos sociales ante la colonización de medios de comunicación de poderosas agencias. En sí, los movimientos sociales no tenían posibilidad de expresar sus realidades a través de los grandes medios, así que crearon sus propios espacios22 de opinión pública, libres de intereses políticos o económicos, y sí sobre una base social.

A esta comunicación alternativa, también conocida como popular, radical, horizontal, dialógica, endógena, no era un medio para el desarrollo, sino un fin en sí: decir la propia palabra, como estrategia de participación en la sociedad (Gumucio, 2011). En este sentido, la apropiación de los medios por parte de las comunidades es una condición fundamental que se encuentra inmersa en este planteamiento, comprendido como la habilidad o capacidad de la comunidad para gestionar y crear un medio de comunicación que represente sus convicciones, pero también que involucre de manera participativa a la sociedad civil en el proceso de comunicación.

A la idea de comunicación alternativa, Beltrán (1993) le acuña “para el desarrollo democrático” (en oposición a otros tipos de desarrollo no democrático sino usurpador, dominante) que corresponde al proceso de comunicación -masiva o interpersonal- equitativo y de participación social que contribuye a un desarrollo enmarcado en la justicia social, la libertad para todos, y el gobierno de la mayoría.

En el 2000, Adalid Contreras propone la noción de comunicación -desarrollo o comunicación con desarrollo, característico porque reconoce las particularidades sociales relacionadas a los procesos de apropiación según cada contexto. La comunicación está asentada en la realidad vivida desde el entorno y los medios se presentan como un instrumento pedagógico.

En sí la comunicación no puede desligarse de la cotidianidad, al contrario, por ser un proceso inherente al ser humano debe ser considerada decisiva en el cambio de la estructura social, basada en el diálogo, con fines emancipadores y con acciones democráticas, porque la democracia está hecha de comunicación y se consolida en la comunicación. Pero no referida a esa democracia oligárquica de hoy, sino a la que Martínez y Agudiez (2012), citando a Sotelo, comprenden como en sus principios griegos, isegoría, la del poder real del ciudadano de expresar públicamente sus ideas, en condiciones de igualdad.

Estas eran consideraciones importantes a propósito de los modelos de comunicación en el paradigma participativo, como expresión del desarrollo democrático, que fueron apropiados por la comunicación para el desarrollo.

COMUNICACIÓN Y CAMBIO SOCIAL
Una mirada crítica a la comunicación para el desarrollo

En el modelo de la “comunicación para el desarrollo” se entendía la comunicación, básicamente, como los “medios” y se creía que estos eran capaces de todo. Eran los que hacían posible el desarrollo. Esta visión instrumental de la comunicación, esta visión mediacentrista, hace rato fue superada por la constatación de los límites de los impactos de los mensajes mediáticos, de una parte, y por otra, porque los mensajes son reprocesados a través del marco cultural de los individuos y, finalmente, porque la comunicación no es el medio.

Por otro lado, la comunicación aparece con una función vicaria, está en dependencia del desarrollo, de un modelo de desarrollo. Es decir, la comunicación se vuelve una herramienta en función del desarrollo, de un determinado modelo de producción o crecimiento económico (Pereira y Cadavid, 2011).

De alguna forma la comunicación para el desarrollo es deudora de las ideas presentadas por Rogers (1962), Schramm (1969) y Lerner (2011) sobre la comunicación para el desarrollo, destacando su papel en los procesos de modernización, el papel de la difusión de innovaciones y la interdependencia entre desarrollo de las comunicaciones y los procesos de desarrollo. Papeles que correspondieron a un determinado momento histórico, hoy las perspectivas se han afinado.

Una visión de conjunto de estas posturas la ofrece Orozco (2010) quien recuerda que en el pasado la investigación en comunicación se hacía de manera fragmentaria, con objetivos específicos muy definidos a veces, sin valorar los contextos, preocupada más por la validez científica que real. Como pasó por décadas con la “ahora tristemente célebre Comunicación para el Desarrollo … no problematizaron las teorías dadas, usadas, ni los objetivos perseguidos, ni la pertinencia social de las necesidades definidas a las que querían remediar verticalmente” (p. 20).

Para articular una propuesta teórica desde lo comunicativo, en América Latina, la idea de desarrollo ha tenido que apropiarse de una categoría muy de moda de la globalización: la flexibilidad. Desde esta postura ha buscado acomodar y acomodarse, en su visión de “progreso”, con diversas posturas ideológicas y pragmáticas, puestas en marcha en Latinoamérica, ya desde la comunicación o desde las ciencias sociales. Es así como en la idea de “comunicación para el desarrollo” se hicieron caber propuestas tan disimiles y, muchas veces con otros significados, como comunicación pública, institucional, organizacional, cultural, popular, alternativa, comunitaria o ciudadana.

La teoría de la dependencia, el buen vivir y el cambio social, aparecen en América Latina como propuestas alternativas a la idea de desarrollo. Estas propuestas no son simplemente de carácter semántico, sino político. Porque la manera como nombramos las cosas es determinante en la producción de sentido, en la alineación a determinados poderes, a sus formas de vida y reconocimientos sociales. La dependencia epistémica y discursiva nos retienen en los márgenes del sometimiento a una determinada forma de praxis social. El nombre implica una relación simbólica con un sujeto, autor y actor.

Estamos de acuerdo con los críticos en América Latina, de la década del 70 y del 80, que cuestionan, desde este lugar social, la historia de las ideas y los argumentos para justificar nuestro atraso y llegan a la conclusión de que nuestra situación es más el resultado de una realidad histórica de dependencia a nivel económico, político y cultural, que un atraso debido a la falta de adopción de innovaciones tecnológicas o de desarrollo económico23.

Como vimos en el primer apartado, la idea de desarrollo fue impulsada desde una estrategia, por parte de países hegemónicos, para reimpulsar la industria mediante un proceso de expansión de mercados en el que los medios ejercían dominio sobre la sociedad. Por lo tanto, no estaba en primer lugar, la transformación de las condiciones de vida, de los llamados países del tercer mundo.

Actualmente, hay una renovación de la crítica al desarrollo, entendido como progreso, como prioridad del crecimiento material, y el pedido de otra relación con la naturaleza, por los costos sociales que ha significado. Como alternativa se propone, desde los saberes y prácticas de los pueblos indígenas, la noción de “buen vivir”, (Sumak Kawsay, en Kitchwa) (Gudynas y Acosta, 2011) que propone respuestas y soluciones que el desarrollismo no ha logrado dar.

Estas razones y sentimientos de carácter histórico, epistemológico y político es lo que ha llevado a que el Grupo de Investigación en Comunicación para el Desarrollo solicitara el cambio a Grupo de Investigación en Comunicación y Cambio Social.

Comunicación

Entendemos por “comunicación” un campo de conocimiento interdisciplinario y lugar estratégico desde dónde pensar la sociedad, sus procesos, conflictos, contradicciones y crisis (Martín-Barbero, 2009; 2018; Pereira y Cadavid, 2011). Un campo de conocimiento para indagar sobre el papel que desempeña la comunicación en la manera como se tramitan los acuerdos colectivos y los proyectos que buscan resolver problemas económicos, sociales y políticos relacionados con la pobreza, inequidad, exclusión, deterioro ambiental, desempleo, guerras y violencias.

La comunicación constituye los sujetos y la sociedad. Es un hecho social, o como dice Orozco (2010), la comunicación es una dimensión omnipresente de las sociedades contemporáneas en la cual parece confluir todo, ordenada o caóticamente. “Esto significa entre muchas otras cosas, que no hay aspecto importante de nuestras vidas a nivel individual y colectivo que no sea impactado por la comunicación” (p. 19).

Desde otra perspectiva, esa realidad omnipresente es leída por el filósofo Karl Jaspers como un afirmar que la comunicación es el fundamento de la condición humana (Villarino, 2009). Por eso, pienso que, así como tenemos el homo faber, sapiens, etc. tenemos el homo communicatio (Latín. Sustantivo que pertenece a la tercera declinación. Communicatio es el nominativo, o sea, indica al sujeto; en su sentido original significa “acto de compartir”, de “poner en común”). El ser humano es un sujeto que se comunica y en la medida en que se comunica es sujeto, es persona. La comunicación es un constitutivo ontológico. Es una estructura estructurada y estructuradora del ser humano. Somos en, por y para la comunicación. La no-comunicación deteriora radicalmente la condición humana.

El Grupo de Investigación en Comunicación, de la Universidad Autónoma de Occidente, concibe de manera integrada la relación comunicación, sociedad y cultura e invita a pensar la comunicación más allá de la teoría sobre los efectos y el análisis ideológico, desde las mediaciones, los estudios de recepción y de consumo cultural. Ellos entienden la comunicación como práctica social (Calero et al., 2006), de producción de sentido y circulación significativas que generan interacción humana. Esta última, es otra de las categorías significativas para comprender la comunicación, es decir, la interacción; entendida como proceso de intercambio significativo entre dos o más personas, como lugar donde se da la comunicación.

Esta postura se sitúa en la línea de los aportes del pensamiento latinoamericano al campo de la comunicación que, en concepto de Jesús Martín Barbero (2009), son tres: superación de una visión instrumental; la comprensión de que la comunicación no son los medios y la afirmación de que la comunicación son las prácticas sociales. Por otra parte, enfatiza Martín-Barbero, que la comunicación es intercambio; la sociedad está hecha de intercambios. Para pensar la comunicación hoy se debería recuperar dos categorías: Intercambio e Interacción.

En la teorización sobre comunicación es necesario tener en cuenta, metodológicamente hablando, la realidad comunicativa, la realidad contextual y la actitud mental que, según Fals-Borda (2008), se debe tener en cuenta para hacer ciencia: el “mimetismo intelectual”, “el proceso histórico” y “el compromiso social” del investigador.

Uno de los pioneros del discurso endógeno sobre comunicación en América Latina fue Paulo Freire. Él la pensó particularmente como acción dialógica. Fueron excepciones sus alusiones a la comunicación mediática. Uno de estos textos se encuentra en “Pedagogía de la autonomía” (1996). Allí recuerda que la comunicación y sus medios no son neutrales, hay siempre una postura política a favor o en la defensa, sutil o explicita, de un ideal contra algo y contra alguien, no siempre claramente referido. Y desde esa perspectiva se formula una serie de preguntas relacionadas con la forma como una cadena de televisión cubre una huelga, ¿de qué lado se coloca? ¿de los huelguistas o de los patrones? No obstante eso, es importante recordar que la TV no es un instrumento que nos salva o que debamos demonizar.

Delante de esta realidad comunicativa y/o educativa Freire (1996) invita a la resistencia entendida como “mañas” necesarias en la sobrevivencia física y cultural de los oprimidos. Porque es en la rebeldía que nos afirmamos. “El cambio del mundo implica la dialectización entre la denuncia de la situación deshumanizante y el anuncio de su superación, en el fondo, nuestro sueño” (p. 87). Para Freire el saber fundamental es este: cambiar es difícil, pero es posible. Es desde ahí que vamos a programar nuestra acción político-pedagógica, no importa la población con la cual trabajemos o el tema que escojamos.

Desde ese horizonte, una visión que tenemos de la comunicación es la de entenderla como un proceso de resistencia de los actores sociales frente a los determinismos tecnológicos, a la globalización homogeneizadora de la sociedad y al desconocimiento de la palabra pronunciada desde los sectores vulnerables de la sociedad: indígenas, afrodescendientes, desplazados, etc. Así mismo, percibimos la importancia que tiene el reencontrar lo social de la comunicación como fundamento, como realidad estructural y estructurante de la sociedad.

En esa perspectiva, pensando en el trabajo con las comunidades particularmente vulnerables, otro objetivo comunicacional es el de fortalecer la competencia comunicativa de la gente. Competencia comunicativa (Hymes, 1996) que se entiende como un conjunto de conocimientos y habilidades que hacen posible que los hablantes de una comunidad lingüística puedan entenderse, construir consensos y disensos y avanzar en proyectos de organización social.

La comunicación constituye los sujetos sociales; genera procesos de reconocimiento, autoestima y empoderamiento social; la comunicación crea y consolida la comunidad; promueve la participación individual y colectiva. Desvela y visibiliza problemas y soluciones. Activa la transformación y el cambio social. La comunicación si bien tiene unas interdependencias e, interdisciplinariedades, también va constituyendo un estatuto propio. De ahí la fortaleza de hablar de manera compleja de “comunicación y cambio social”, sin determinismos, instrumentalismos sino interrelaciones, manteniendo identidades y autonomías.

Comunicación y cambio social

La preocupación de los sociólogos por la explicación del cambio social, en los siglos XIX y XX, estuvo muy relacionada con una teoría general de la sociedad. En esa explicación se congregan varios conceptos: cambio, evolución, desarrollo y progreso. Sierra (2014) analiza cada uno de ellos. A propósito del concepto de “desarrollo” dice que hay que utilizarlo con cuidado, pues, aunque indica un proceso gradual y teleológico, éste ha sido utilizado ampliamente para referirse a los procesos de industrialización, de modernización, pero sobre todo centrado en el aspecto económico.

Coincidimos con Sierra que las dificultades encontradas en las teorías y prácticas de la comunicación para el desarrollo, de la evolución, del desarrollo o progreso, así como los cambios producidos en la opinión general, dieron lugar a la adopción del término “cambio social” para designar todas las variaciones históricas de las sociedades humanas.

Con relación a la definición de cambio social hay autores que proponen se verifique su contenido en la estructura social o en las instituciones sociales (Sierra, 2014). En nuestro concepto, se entiende el cambio social como la apropiación de una nueva situación o realidad, de forma procesual o radical, estructural o elemental, que representa alternativas en la calidad de vida de los sujetos implicados y que se puede verificar a través de la categoría metodológica de las “divergencias significativas”24.

Respecto a quiénes son los actores o agentes del cambio se destacan: las personas, grupos, asociaciones, organizaciones “que introducen el cambio, lo sostienen, lo fomentan o se oponen a él. Su acción está animada por objetivos, intereses, valores, ideologías, que tienen impacto sobre el devenir de una sociedad” (Sierra, 2014, párr. 4).

Percibimos que la Investigación-Acción-Participativa (lAP), por sus características metodológicas, en relación con los actores sociales (investigador-comunidad), con el contexto, compromiso político, etc., es el primer paso para la transformación social e involucra los grupos sociales en la generación de su propio conocimiento y en la sistematización de su propia experiencia.

Una nueva denominación frente a la comunicación para el desarrollo fue la de “comunicación para el cambio social”. Rodríguez (2011) realiza un estudio de la trayectoria de la comunicación para el desarrollo a la comunicación para el cambio social. Ella considera significativo, en los inicios de la década del ochenta, la aparición del informe MacBride sobre el Nuevo Orden Mundial de la Información y la Comunicación (NOMIC), más justo y más eficiente. Un proyecto internacional de reorganización de los flujos globales de información a través de distintas acciones de gobierno y del tercer sector, buscando la democratización de la información mediante la participación ciudadana. Desde la teoría de la dependencia, de la Teología de la Liberación, de la IAP y el NOMIC se abren nuevas e innovadoras perspectivas para la comunicación. Es desde este momento que se habla no de comunicación para el desarrollo sino de comunicación para el cambio social.

El foco de la comunicación para el desarrollo estuvo puesto en la funcionalidad de la comunicación a un modelo de desarrollo, fuera este aceptable o no, el foco de la comunicación para el cambio social “está puesto sobre las personas, sobre las comunidades y sobre las relaciones equilibradas y justas que deben establecerse para lograr transformaciones necesarias que permitan alcanzar metas concertadas de vida” (Cadavid, 2011, p. 77).

La cuestión es que la denominación “comunicación para el cambio social” mantiene a la comunicación en un horizonte funcional, instrumental y de servidumbre. Es desde esa perspectiva que se permitió sugerir en el X Congreso de la Asociación Latinoamericana de Investigadores en Comunicación (ALAIC), realizado en la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, en el año 2010, al Grupo de Investigación en Comunicación para el Desarrollo, la necesidad teórico/práctica de cambiar el nombre a Grupo de Investigación en Comunicación y Cambio Social, manteniendo una relación compleja, distinguiendo campos y activando interacciones. La propuesta fue aceptada.

Nuestras consideraciones sobre las interacciones entre comunicación y cambio social se perciben, por ejemplo, desde un enfoque centrado en procesos dialógicos orientados a transformar la sociedad, su calidad de vida y la preservación y sostenibilidad del medio ambiente.

Aquí es importante mantener la particularidad del papel de los actores sociales en su relación con su comunidad; y aunque es evidente la inclusión de procesos como la preservación del patrimonio, la cultura ciudadana, la democracia, la preservación cultural; se considera también que se deben incluir procesos sociales que se desarrollan para modificar el comportamiento en busca del cambio social sostenible en el tiempo, en cuanto a inclusión social, justicia, bienestar, dignidad, convivencia, y respeto a derechos humanos básicos.

Comunicación y cambio social señala entonces la capacidad propia que surge de la comunicación como campo de construcción social y cultural para transformar esa sociedad en su conjunto. Ella tiene una serie de características:

Es participativa, surge de la sociedad; se basa en la propia cultura, por ello se respetan las lenguas y la historia; usa las tecnologías disponibles; busca alianzas y establece redes; y es democrática: crea espacio para la expresión y visibilidad de todos. (Pereira y Cadavid, 2011, p. 11)

La comunicación y el cambio social pueden ser miradas como dos entidades interdependientes. En el sentido de que no hay cambio social sin comunicación y la comunicación, como experiencia humana y práctica social, activa el cambio personal y colectivo. La comunicación horizontal en cuanto promotora de procesos simétricos de diálogo, participación, apropiación de conocimientos, reconocimiento de la cultura y de su situación, puede facilitar la comprensión y la búsqueda de realidades nuevas que mejoren la calidad de vida y de buen vivir, de los interlocutores.

Los cambios sociales y la comunicación van de la mano. La comunicación es un elemento vital, central y transversal al cambio social. En el fondo, los proyectos de cambio social están permeados de comunicación.

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