Kitabı oku: «King Nº 7 El Dios de nuestra vida», sayfa 5

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(c. Plan divino de amor, sabiduría y omnipotencia)

1.18 PERCIBIR Y RESPONDER LAS PEQUEÑAS SEÑALES DE DIOS

De: Ejercicios espirituales para PP. de Schoenstatt 1967

En: An seine Pars motrix, 8 (1967), 259-262

Sería un error, sería una especie de superficialidad, no reflexionar en estos días detenidamente sobre si nuestra vida personal no ha estado bajo una guía especial, una guía divina. Dicho en un estilo coloquial: Si no hemos sido por antonomasia hijos de la Divina Providencia, vale decir, hombres que de manera muy particular y original han sido guiados por Dios, y ciertamente - permítanme reiterar la frase -, si no hemos “estado bajo una guía divina”. Vale decir que el timonel ha tenido siempre en sus manos el timón. Nada es casual, no, no. Percibo palpablemente cómo Dios ha empuñado el timón; y naturalmente cómo también nosotros nos hemos esforzado, a cada paso, por asumir cada intención y acción del timonel.

Al menos para mí, una reflexión predilecta que yo me hacía incluso en el calabozo53 es la siguiente: Si lográsemos discernir los mínimos deseos y señales del timonel, y responderlas, ¡qué línea recta quedaría trazada a lo largo de nuestra vida!

Dicho con otras palabras, y considerado desde un punto de vista humano, muy humano: puede ocurrir que al recorrer nuestro camino seamos a veces muy negligentes en lo que se refiere a captar y responder a las señales de Dios. Por ejemplo, Dios, el timonel, da señal tras señal para que la barca de la Familia navegue siguiendo tal y cual dirección. Y nosotros no reaccionemos. Finalmente comenzamos a reaccionar, pero hasta ese momento habremos dejado muchas pequeñas señales sin observar. ¿Tendremos la fuerza necesaria para acatar la nueva señal? Desde el punto de vista teológico, podría dar diferentes explicaciones, por ejemplo, que Dios desde toda la eternidad lo ha planeado así. Pero piensen las cosas desde otro punto de vista: Si nos hemos educado para que en todas las situaciones que vivamos demos un “sí” a la mínima señal de Dios: ¡Qué fácil tendría que resultarnos entonces mantener la serenidad en todas las situaciones de nuestra vida, también en las más graves! Porque entonces estaríamos siempre preparados, sabiendo que Dios, como timonel de nuestra vida, es un Dios de amor, sabiduría y omnipotencia; que Dios no quiere jugar con nosotros; que Dios no sólo me quiere demostrar que puede hacer lo que quiera, sino que es el amor, el amor en persona. Por eso todo lo que acontezca en mi vida es expresión del amor paternal del Dios infinito. (…)

San Gregorio nos deja una hermosa reflexión que nosotros mismos pudimos habernos hecho; no obstante es un pensamiento misterioso: “Dios empuña las riendas del acontecer mundial como si no existiese el individuo, y cuida de las necesidades del individuo, incluso las mínimas, como si no hubiese comunidad”. Ciertamente la analogia entis es muy limitada. Aquí se nos aparece nuevamente el Dios vivo que está muy por encima de todo, todo lo puramente humano. Nos enfrentamos nuevamente al misterio.

(Sacramentalidad del momento)

Se habla de “la sacramentalidad del momento”. Visto con los ojos de la fe, ¿qué significa “la sacramentalidad del momento?”. ¿Qué entendemos por sacramento, por carácter sacramental? Un acontecimiento exterior como símbolo de una gracia interior. La sacramentalidad del momento, de cada momento, me señala el deseo de Dios Padre, y a la vez me ofrece la gracia que necesito para reconocer y cumplir la voluntad de Dios en cada momento.

(La fe en la Divina Providencia como una manera de entender el mundo)

Al escuchar ahora estas cosas integradas a un contexto armónico, tenemos que decir entonces lo siguiente: Para nosotros la fe en la Divina Providencia se ha convertido en una manera de entender el mundo. Así se lo solía escuchar antaño con frecuencia. No como si nosotros fuésemos también providencialistas, como si la fe en la Divina Providencia tuviera también un lugar en nuestro pensar y querer, no, no es eso. La fe en la Divina Providencia es la idea central, centralísima, de nuestro pensar y amar.

(Fe en la Divina Providencia y Alianza de Amor)

Sea como fuere, no pasen por alto que estamos hablando de la fe en cuanto fides caritate formata [fe informada por la caridad]. Aplicado a nuestra vida cotidiana: Fe en la Divina Providencia como fuente para el reconocimiento y realización de nuestra Alianza de Amor, como fuente y efecto, todo a la vez.

Más allá de todas las originalidades que podamos tener, todas pueden escribirse sobre la uña del pulgar.54 Por eso, si queremos ser y continuar siendo schoenstattianos auténticos, no resta otra cosa que poner siempre en primer plano ambas realidades: Fe en la Divina Providencia y Alianza de Amor. Fe en la Divina Providencia - fides caritate formata -. Alianza de Amor fundada en la fe en la Divina Providencia. La fe en la Divina Providencia nos señala entonces qué características asume en cada ocasión la Alianza de Amor. Y la Alianza de Amor nos invita a beber una y otra vez de la fuente de la fe en la Divina Providencia.

1.19 PLAN INFINITO DE AMOR Y SABIDURÍA55

De: Homilía del 18 de noviembre de 1962

En: Aus dem Glauben leben (Vivir de la fe), 4, 90-96

Strauss56 es quien probablemente en tiempos modernos ha desdibujado por completo la imagen de Dios. A él debemos en gran parte que hoy circule por el mundo la frase: “Dios ha muerto. Nosotros lo hemos matado; hemos arrumbado al Dios vivo en el desván”. Pero en horas de soledad Strauss habría declarado: “¡Qué obra terrible hemos llevado a cabo! Lo más importante que le hemos arrebatado a la humanidad ha sido la fe en la Divina Providencia”. Hoy ya no se dice como antaño: “Mi vida responde a un plan de Dios”. Porque, ¿cómo se caracteriza hoy al ser humano? ¿Qué hemos hecho de él? Les reitero lo ya dicho: Hemos hecho de él una máquina de la que se puede abusar en todo sentido, con la que se puede jugar a su antojo. ¡Qué grande era la fe en la Divina Providencia de antaño!: “Yo soy objeto del infinito amor y guía paternales de Dios, y ello desde toda la eternidad”. Así hay que señalarlo cuando reflexionemos sobre nuestra imagen de hombre: Planeado desde la eternidad. Vale decir, no soy flor de un día, no soy el producto de circunstancias azarosas o casuales. No, existe un plan de Dios. ¿Y cómo es ese plan? Es un infinito plan de amor, sabiduría y omnipotencia.

(Plan de amor)

Un plan de amor. ¿Qué es lo que ha llevado al Dios vivo a pensar en mí, a darme vida? Lo escuchamos una y otra vez y dejamos que cale en nuestra mente y corazón: Soy fruto de un plan de amor… un plan de amor.

Un gran intelectual dijo una vez: “Deus quaerit condiligentes se”.57 Dios me ha creado porque Él - hablando humanamente - me necesitaba como objeto de su amor. Por cierto es difícil expresar estas realidades, pero lo entenderán mejor si lo interpreto así: El Dios Trino vive en un mar de amor - Padre e Hijo en un único e infinito beso de amor, en una unión de amor. Y esa unión de amor es tan profunda que de ella surge incluso una tercera persona. Pero con esto no queda saciado aún el hambre de amor del eterno Padre Dios, de quien san Juan dice: Deus caritas est [Dios es amor, 1Jn 4,8.16]. La corriente de amor divina, trinitaria, quiere derramarse - por decirlo así -: Dios crea nuevos seres. ¿Por qué? ¿Por qué me creó?

Dios quiere amarme; reitero que Dios no es feliz si no puede amarme. Así debo representármelo. ¿Qué soy yo entonces? Un producto del amor de Dios. Por eso no hay que decir: “Nadie se preocupa por mí, porque soy viejo, soy una carga para los demás; porque no soy hermoso o bien de escasa talla; porque soy insignificante, no tengo cualidades destacadas”… No, no. Para Dios soy siempre objeto de su amor, él quiere amarme. ¿Y qué espera también de mí? Que responda con amor: He ahí el sentido de mi vida. Desde el punto de vista de Dios: Yo he de ser objeto de su amor; y desde mi propio punto de vista: Dios ha de ser objeto de mi amor. ¿Ocurre así? Dios ha llamado a la existencia a todas las cosas creadas como un cierto imperativo, como una oportunidad, como una exhortación a amar.

Don de amor. Si soy una mujer casada: mi esposo es un don de amor de Dios; el esposo debe motivarme a amar, para que el amor que yo tengo a mi cónyuge eleve hacia Dios, más y más, mi propio amor y el amor de mi esposo. Mis hijos y todos los bienes materiales que yo tenga: dones de amor de Dios, regalados por el amor de Dios, para que yo aprenda a amar mediante esas cosas; tanto si se trata de personas, como de objetos, o de las mismas vicisitudes de la vida: todo eso constituye una invitación a amar de parte de Dios. A través de todo lo creado Dios pide mi amor; me lo pide de dos maneras: que utilice por amor lo creado o bien que renuncie por amor a tal o cual cosa que pudiera poner en peligro mi amor.

¿Se dan cuenta ahora de cómo es nuestra concepción del ser humano? ¿Cuál es mi condición? Quizás mi frágil naturaleza esté enferma, quizás yo esté sintiendo en mí el aguijón de la muerte. No obstante, ¡qué enorme dignidad poseo! Hemos olvidado todo eso, no sabemos qué hacer con eso. En resumen, soy producto del amor de Dios y por lo tanto debo llegar a ser también producto de la respuesta de amor a Dios. Amor por amor.

(Plan de sabiduría)

En segundo lugar soy también un producto de la sabiduría de Dios. Quizás no comprenda muchas cosas que han ocurrido en mi vida, las vicisitudes por las que he pasado. No las comprendo… son un enigma para mí. Pero detrás está la sabiduría de Dios. El amor de Dios ha trazado un plan para mí, un plan que llegará a su definitiva consumación en la eternidad. Por lo tanto no sé exactamente cómo es; es un misterio, un misterio rodeado de oscuridad. Pero la sabiduría eterna de Dios sabe aprovechar todo eso para que se alcance la meta que el Dios vivo ha previsto para mí. Él conoce mi naturaleza; conoce mejor que nadie las misteriosas fuerzas motrices de mi naturaleza. Todo lo que me envía es adecuación a esas fuerzas motrices, para ponerlas en movimiento, para que en definitiva yo llegue a ser tal cual estoy previsto en sus planes.

Hoy vivimos en la oscuridad de la época y necesitamos la luz de lo alto. A modo de ejemplo: Sería bueno meditar hoy sobre la figura de José, el hijo de Jacob.58 Dios le reveló en sueños la imagen que tenía de él en su divino corazón. En sueños ve que el sol, la luna y las estrellas se inclinaban ante él. Ése era el gran objetivo que evidentemente le había fijado Dios. ¿Y qué caminos utilizó Dios para que dicho objetivo fuese alcanzado? Sabemos que sus hermanos odiaron a José a causa de esos sueños; no querían ser sus súbditos y por eso tramaron su muerte. Pero José finalmente no es asesinado sino vendido como esclavo. Se suceden los hechos, José se ve en un gran desconcierto. Siendo ahora esclavo, es arrojado en la cárcel… ¡qué caminos tan singulares! Desde el punto de vista meramente humano: “¡Cielos! ¡Qué significa todo esto! ¿Cómo ha de cumplirse el plan de Dios en estas circunstancias?” Y no obstante, ese plan se cumplió. Ya sabemos de qué manera se cumplió.

He aquí pues un ejemplo clásico de cómo Dios toma de la mano a cada uno de nosotros. Aun cuando no sucede de modo tan drástico como en la historia bíblica, al final en la eternidad podremos demostrar, podremos experimentar cuán sabiamente Dios ha guiado, conducido nuestra vida. (…)

Pero recordemos siempre estas dos observaciones: Nunca estemos en pie de guerra con la Divina Providencia. En general el hombre de hoy está casi continuamente en pie de guerra con la Divina Providencia. Eso es algo que ya no queremos más.

1.20 PLAN DE VIDA HUMANO Y DIVINO

De: Homilía del 25 de diciembre de 1964.

En: Aus dem Glauben leben, 15, 182-186

Al reflexionar sobre todas las luces y sombras de nuestra vida, nos preguntamos si detrás de esa vida existe un plan misterioso, un plan divino.59Otros serían quizás los planes que nosotros habríamos trazado para nuestra vida. Si hubiéramos podido guiarnos a nosotros mismos, si hubiéramos tenido la última palabra sobre nuestro destino y el destino de nuestra familia, de nuestros hijos, ciertamente no estaríamos ahora aquí. Muchos diríamos - muchos de nosotros-: “Teníamos una sólida posición, contábamos con una propiedad, éramos dueños de nuestra tierra, podíamos seguir tranquilamente nuestro camino…”60 En efecto, otros eran nuestros planes. Por eso planteo de nuevo la pregunta: A pesar de todo, ¿acaso no tiene Dios un verdadero plan, un plan real de amor, de sabiduría y omnipotencia?

Tomemos por un momento distancia de nosotros mismos y contemplemos el mundo de hoy con su caos; contemplemos todas las situaciones sobre las cuales hablamos esta noche,61 y que de alguna manera nos aguardan. ¿No hay detrás un plan, y ciertamente un plan de amor? Si al considerar el acontecer mundial actual nos parece que Dios es un Dios, ¿cómo pues podría haber detrás de todo un plan de amor, de sabiduría y omnipotencia? Les pido que tomen en serio sus pensamientos pesimistas, que verbalicen lo que realmente sienten en el corazón, que expresen lo que la mente elabora una y otra vez en horas de silencio y de lo que no puede tomar distancia.62

Retomando el hilo de lo que veníamos diciendo, ¿no hay acaso un plan detrás de todo eso? San Agustín sabía exponer brillantemente las grandes cuestiones de la vida. Pues bien, este santo nos dice que desde toda la eternidad Dios ha trazado cuidadosamente un plan de amor, sabiduría y omnipotencia. Un plan en el que nosotros no somos meros números con los que se pueda jugar, ni seres sin nombre que sólo tengan que tapar agujeros aquí y allá, en los que ni Dios ni nadie hayan pensado. San Agustín añade que naturalmente ese plan es un plan misterioso. Dios no lo ha puesto delante de cada uno de nosotros para que lo miremos, examinemos y hagamos comparaciones: “He aquí el plan… veamos ahora su realización”. No, no; por supuesto que no. No es así. De lo contrario sería muy sencillo, sabríamos por último cómo terminaría todo. Un plan, sí; pero un plan - agrega san Agustín - que se puede comparar con un tapiz que cuelga en la pared. Tiene anverso y reverso. En el reverso se ve una maraña de hilos. ¿Quién se detendrá en la contemplación de esa maraña? Personas con sentido estético ni siquiera repararán en su existencia. Una maraña. Y sin embargo en el anverso se aprecia un bello diseño que es precisamente fruto dela ejecución de un plan brillante. ¿Es así también el plan de nuestra vida? Sería muy bueno que nosotros ahora, cuando hemos avanzado en edad, contemplásemos a menudo nuestra propia vida, nuestro destino. ¡Qué bueno sería que ya nos fuese posible contemplar el anverso del tapiz!

San Pablo, cuyos textos solemos repasar con mucho gusto, nos dio una vez una magnífica respuesta a cuestiones que hoy nos apesadumbran y abruman: Diligentibus Deum omnia cooperantur in bonum (Rom 8, 28): Dios dispone todas las cosas para el bien de los que lo aman. Los que aman a Dios saben que detrás de todo hay un plan divino de amor, sabiduría y omnipotencia, a pesar de que en la vida haya habido muchas cosas sucias, de que en la vida no sólo se nos haya “desordenado el cabello y las ropas”, sino golpeado y martirizado nuestro cuerpo.

Los teólogos nos dicen - y nosotros que somos personas maduras lo intuimos muy bien - que en la eternidad una de las fuentes fundamentales de felicidad es, junto con la contemplación directa de Dios, la posibilidad de echar una mirada retrospectiva sobre la historia universal - todos hemos participado de un tramo de la historia universal- y reconocer los admirables planes de sabiduría del Dios eterno que se han realizado en esa historia. Pero ya ahora podemos anticipar un poquito de esa felicidad. Muchas personas de nuestro medio, que conozco muy bien, han sufrido terribles decepciones en la vida. Pero si son sinceros percibirán también que, más allá de tales decepciones, desde ese pasado les llega mucha calidez y luz, de modo que pueden advertir, concreta, efectivamente, que todo eso no fue mero azar, que detrás había un plan, un plan de amor. Y esa percepción constituye un regalo extraordinariamente grande, especialmente en Navidad.

1.21 PROTESTA CONTRA EL FATALISMO, EL DEÍSMO Y EL PANTEÍSMO

De: Vorträge 1963, 52-53

La fe en la Divina Providencia se nutre de tres pensamientos.

Primer pensamiento: Dios dirige y guía el mundo; Dios guía el mundo, a todo el mundo, hacia una determinada meta que sólo él conoce en detalle. Dios dirige, conduce, actúa. No abandona el mundo a sí mismo. ¿Qué significa esto? Una protesta contra el fatalismo, el deísmo y el panteísmo. Protesta, y en todo sentido, sobre todo contra el materialismo. Reflexionen un poco sobre todos estos “ismos” para comprender el “cómo” y el “qué” de aquello a lo que se alude aquí. Dios es entonces quien sostiene en sus manos las riendas de lo que sucede en la vida de cada persona.

Un segundo pensamiento: por lo común Dios guía al mundo y a los hombres mediante causas segundas.

Y el tercer pensamiento: Dios lo hace, en definitiva, por amor y por sabiduría infinita.63

Los teólogos nos dicen que en la eternidad la mirada retrospectiva sobre la guía divina en el acontecer mundial y nuestra vida personal, y la comprensión final de dicha guía, son parte constitutiva no esencial sino accidental de la visión beatífica. No obstante es una importante parte constitutiva accidental de nuestra felicidad.

Así pues, en la eternidad, una gran porción de nuestra felicidad - si bien de tipo accidental -, consistirá en descubrir, a la luz de Dios, los planes que Dios trazó desde toda la eternidad para el acontecer mundial y la vida personal de cada ser humano, y en contemplar con qué sabiduría los realizó.

Permítanme agregar aquí lo siguiente: No olvidemos que ya ahora podemos hacer nuestra una porción de esa porción, a modo de fuente de felicidad. ¿Qué significa esto? (…) que hay que examinar, repasar, detectar los caminos de Dios, la sabia guía de Dios en nuestra propia vida o, si piensan ahora en su pequeña comunidad, en la pequeña historia de nuestra familia.

1.22 “PONER LA ESCALERA”

De: Vorträge 1963, 6, 42-44

La razón quiere seguridad, una seguridad autónoma: primero viene esto, luego esto otro, y después aquello de más allá. (…) En este punto la mente humana tiene muchas reservas: “Sólo acepto lo que entiendo, lo que puedo comprender con la luz de la razón natural”. Pero justamente el mundo en el que se mueve la fe es el de las innumerables cosas incomprensibles, inconcebibles para la razón puramente natural. No pondré reparos, sino dejaré que la luz de la fe resplandezca señalándome el camino. Confiado en esa luz entregaré mi razón a Dios. Mi razón ha de abandonarse por completo a Dios también cuando se trate de conducciones y disposiciones divinas en nuestra vida que no podemos interpretar apoyándonos exclusivamente en la razón. Aprendamos a ver siempre a Dios detrás de todas las cosas. Si no aprendo esto, entonces mi razón pondrá muchos, innumerables reparos. Y sencillamente hay que dejar de lado todos esos reparos.

Reiterando una imagen popular que solíamos emplear antaño: Poner la escalera a cada acontecimiento, tanto si se trata de un acontecimiento pasado, como presente o bien futuro. Poner escaleras para el entendimiento y para el corazón. Imaginar que detrás de cada acontecimiento está Dios. Pero Dios se halla presente en él como si estuviese en la cima de una torre. ¿Qué hacer entonces? Si mi entendimiento y mi corazón están cabalmente educados, pondré entonces la escalera, miraré hacia lo alto y me preguntaré: ¿Qué quiere Dios que está en la cima de este hecho particular? ¿Qué quiere pues? ¿Qué quiere decirme con esta realidad? ¿Qué fin persigue? Se trata siempre de lo mismo: El justo vivirá por la fe (Rom 1, 17; Gal 3, 11), por el espíritu de fe. Siempre y en todas partes rige la consigna: “Es voluntad de Dios, ¡guarda silencio!”. O bien aquellas otras palabras de san Pablo: diligentibus deum omnia cooperantur in bonum [Dios dispone todas las cosas para el bien de los que lo aman] (Rom 8, 28). Con el tiempo, mediante la autoeducación (…), mediante la ejercitación, deberíamos desarrollar en nosotros, a modo de una segunda naturaleza, la siguiente actitud: cuando sucede algo, poner enseguida la escalera, vale decir, preguntarnos qué quiere Dios. Dios nos ha enviado esto, pues bien, ¿qué está queriendo decirnos con tal hecho o situación?

Pero aún no es suficiente. Hay que poner también una escalera para el corazón. Si no lo elaboro con el corazón, entonces a la larga no seré un hombre interiormente libre. Observen cómo estas cosas serias inciden hondamente en nuestra vida. ¿Qué significan todas ellas para nosotros? Una escuela magnífica, extraordinariamente magnífica para nuestra educación.

(d. Un Dios muy misterioso. Dios, el sufrimiento y el pecado)

1.23 LA CARIÑOSA MANO DE DIOS CON GUANTE DE HIERRO

De: Vorträge 1963, 3, 137

Es un misterio muy grande que muchas personas experimentan una y otra vez: ¿Cómo es posible que Dios permita tantas cosas espantosas, tanta injusticia, por parte de las causas segundas? En este punto existen muchas respuestas que dar. Por lo común suelo decir lo siguiente: No preguntemos por qué sino para qué permite Dios esas cosas. He ahí siempre el sentido de tal o cual cosa.

De: Vorträge 1963, 5, 180

Eso no es posible sin una honda fe en la Divina Providencia. Y digo expresamente: sin una honda fe en la Divina Providencia, porque hoy toda la situación está sumida en un estado de agitación. ¡Si las cosas fuesen como en los tiempos de nuestros abuelos!64 (…) Por entonces se estaba sentado en su silla; si había movimientos, pues bien, ¡la silla se desplaza conmigo! Pero a nosotros, hombres de hoy, sencillamente se nos derriba de la silla. (…) La Divina Providencia permite una situación de confusión y revolución. Por eso tenemos que buscar de nuevo un último punto de apoyo, de reposo. Lógicamente este proceso no se produce sin que la naturaleza gima y se retuerza. Pero hallar el camino hacia Dios es siempre más fácil abrazando esas circunstancias, aunque sea duro hacerlo, que exponiéndose ciegamente a ella o reprimir todo. Esto último tampoco es correcto.

De: Conferencia del 1 de mayo de1966 En: Vorträge, IV (1966), 237

Su mano paternal, así solemos pensar y decir, es siempre una mano cariñosa. Pero muchas veces viste guante de hierro. ¿Qué o quiénes son ese guante de hierro? Son las personas que nos atormentan, que cometen injusticias con nosotros. ¿Qué hacer entonces? Para nuestra manera de ver las cosas, algo evidente: las crueldades e injusticias que suframos, en la medida en que fueren, son para nosotros caricias de Dios Padre y no agresiones de parte de un dios cruel. He ahí el cambio, la transformación. La Sma. Virgen no juega con sus aliados, con sus hijos de la Alianza. Porque ella misma fue tratada de modo similar. Recordémoslo en este contexto.65

De: Conferencia del 3 de enero de 1966

En: Vorträge, III (1966), 42

En el transcurso de los años hemos hablado y seguiremos haciéndolo también en el futuro: Salto mortal para la razón,66 para la razón puramente natural. Quien no se anime a dar este salto, estará perdido por completo. Salto mortal para la razón. Salto mortal para el corazón. Hoy no existe otro camino si queremos interpretar y asumir cabalmente la vida, nuestra vida, y también la vida que nos espera en el futuro próximo y lejano. Porque intuimos que falta mucho aún para que finalicen estos tiempos de confusión y revolución. ¿Viviremos para cuando retorne un día la quietud, la paz en este mundo?

1.24 CRUZ MUY PERSONAL Y ORIGINAL

De: Homilía del 2 de diciembre de 1962

En: Aus dem Glauben leben, 4, 120-123

Dios tiene una meta, una meta original. Conocemos la meta general: aquí en la tierra llegar a ser lo más semejante posible a Él y a su Unigénito, y luego participar de la gloria del Dios Humanado en la eternidad. Pero no sabemos cómo es ese reflejo divino especial y original que yo puedo ser: Dios lo ha mantenido en secreto. Vale decir que él no sólo nos ve tal como hemos nacido; no sólo nos ve tal como es nuestro estado tras ser vapuleados y sacudidos por las tempestades de la vida, sino que él nos ve ya en la gloria de la eternidad, en la participación en su vida divina en la eternidad. Y siguiendo ese plan que ha fijado para mí con todo detalle, va ordenando todos los acontecimientos de mi vida. (…)

Estoy convencido de que Dios tiene un determinado plan con mi vida, y que procura realizarlo. Ciertamente no conozco los caminos; son misteriosos, tienen sus meandros y zigzags. Pero creo que Dios utiliza todo, utiliza cada una de las situaciones de mi vida, mis extravíos y desconciertos, las desilusiones y desgracias que ocurren en mi vida, para realizar el gran objetivo que se ha fijado para mi vida. Caminos de sabiduría… Yo soy producto de su sabiduría. Las vicisitudes de mi vida… producto de su sabiduría. El Dios eterno es sabio y no cargará sobre mis espaldas más de lo que mis espaldas puedan cargar. Si estuviese convencido de ello, si viese detrás de todo a Dios, si viese su plan, ¡qué fácil resultaría entonces vivir! Pero nosotros, hombres de hoy, nos hemos desprendido íntimamente de Dios.67

Recordemos aquella leyenda del cruzado. Yo soy ese cruzado. Se cuenta que un cruzado que amaba a Dios se quejó un día de que su cruz era muy pesada; quería deshacerse de ella. Miró la cruz de otros: ¡Qué livianas parecían! Lo mismo hacemos nosotros… Luego la leyenda relata que Dios le dijo entonces al cruzado: “- Pues bien, quitaré esa cruz de tus espaldas”. El cruzado le responde: “- Pero yo quiero cargar con una cruz, no quiero estar sin cruz. Tengo que imitar la vida de Cristo, el Crucificado”. Dios le responde: “- Muy bien, fíjate, aquí en este jardín tienen incontables cruces. Elige la que te plazca”. El cruzado examina una tras otras. Ensaya cargar una: Es demasiado pesada. Prueba otra: Es demasiado liviana. Finalmente descubre una, olvidada en un rincón. La prueba y exclama: “- Ésta es la que puedo cargar”. El Padre del Cielo sonríe: “- Bueno, llévatela; pero observa que es la misma cruz que tú dejaste; es la cruz que yo había previsto para ti desde toda la eternidad. Está confeccionada, hasta en sus detalles, a la medida de tus fuerzas”. En suma: ¿Qué soy yo? ¿Cuál es el camino de mi vida?: Producto de la infinita sabiduría del eterno Padre Dios.

1.25 DIOS DISPONE TODAS LAS COSAS PARA EL BIEN DE LOS QUE LO AMAN

De: Semana de Octubre 1966

En: Vorträge, XI (1966), 263-267

(La pregunta de san Pablo)

Ya san Pablo nos llama la atención sobre que “Dios dispone todas las cosas para el bien de los que lo aman” (Rom 8, 28), pero, subrayo: radicalmente todas, todas las cosas. En el espíritu del apóstol Pablo, san Agustín completa la idea como sigue: “Todas las cosas contribuyen al bien de los que aman a Dios, incluso el pecado”. Sabemos que Agustín pasó por una juventud de pecado, y que por esa vía fue maestro en cuanto a interpretar el pecado en el espíritu de Dios, a asumir sus pecados de tal forma que esos mismos pecados lo adentrasen más hondamente en el corazón del Dios vivo. (…)

Vemos a san Pablo meditando en el desierto, lo vemos asimismo en sus viajes apostólicos trabajando día y noche, pero con su corazón continuamente en el mundo del más allá. Su espíritu no cejó en el empeño de comprender de alguna manera los misteriosos planes de Dios para con la humanidad, especialmente para con su propio pueblo, Israel. Por eso nos imaginamos bien cómo se le planteaba a su espíritu una y otra vez la pregunta: ¿Cómo es posible que mi pueblo evidentemente haya perdido su misión? ¿Cómo es posible que la sociedad humana se revuelque tan fuertemente en el lodo del pecado, de la impiedad, del odio a Dios?

Su espíritu volaba más y más alto, buscando descubrir y revelar últimas posibilidades. ¿No hubiera sido posible - cavilaba - que el Dios eterno trazase otro plan para el mundo? Dios es infinito, omnipotente; él hubiera podido trazar, dar forma, modelar otro plan para el mundo. Pero ha diseñado este plan para el mundo; plan en el que Adán y Eva pecaron y por eso toda la humanidad quedó atrapada en la perdición. ¿No hubiera podido trazar otro plan, un plan en el que Adán y Eva no pecasen, en el que no hubiera pecado original? Naturalmente para el espíritu inquisidor del apóstol era evidente que eso era posible. En efecto, muchas, infinitamente muchas posibilidades estaban vivas en la mente del Dios eterno.

Y ahora la pregunta del por qué: ¿Por qué Dios ha trazado ese plan, el plan en el que Adán y Eva pecan y todos quedamos atrapados en tal fractura de su ser, de su vida; todos atrapados en la tragedia del pecado, del pecado original?

(La respuesta: Para que él pudiera apiadarse de nosotros)

Escuchen ahora la respuesta. No sé si alguno de nosotros se habría aventurado a dar una respuesta. Pues bien, aquí advertimos hasta qué punto san Pablo auscultó el latido del corazón de Dios Padre y lo acogió en sí. Una respuesta, extraordinariamente profunda, inconcebiblemente grande, y difícil de comprender para nosotros, hombres de hoy. Pero no es una sorpresa para aquellos que en alguna medida estén familiarizados con el mundo del más allá, con la atmósfera del más allá, con las leyes del más allá. Escuchen lo que dice san Pablo: “Porque Dios sometió a todos a la desobediencia, para tener misericordia de todos.” (Rom 11, 32)68

Deténganse aquí. ¿Por qué Dios permite nuestras debilidades y miserias? ¿Por qué permite que la humanidad de hoy se precipite al abismo? ¿Por qué todo eso? No para castigarnos. No, no, sino “para tener misericordia de todos”.

En cierto sentido - pero sólo en cierto sentido - tenemos aquí un gran complemento para el gran descubrimiento del apóstol Juan.69 Según él, Deus cáritas est, Dios es amor (1 Jn 4, 8). Y Pablo agrega: Dios es el eterno amor misericordioso. De este modo nos enfrentamos al gran misterio de ser hijos de Dios, el gran misterio de la época actual. (…) Primero el hombre tiene que volver a ser niño para que recién entonces Dios pueda derramar toda la abundancia de su amor, de su amor misericordioso, sobre esta pobre, pobre sociedad humana.

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