Kitabı oku: «Escorado Infinito», sayfa 4
-NAVE. Proceso reabsorción cuerpos iniciado. Nave Uno a 1000 pársecs. Contacto.
¿Quién hablaba? ¿Nave? ¿Eva? ¿Ambos? Eva sonreía teatral.
-Aquí Dart, General Dart. Si se rinden ahora, salvarán sus vidas. En caso omiso, los eliminaré.
-NAVE. Nave Uno ha cortado la comunicación.
Da gusto cuando uno puede elegir. Morir por un brutal cañonazo de plasma-masa-energía o por el zarpazo de un morpho. Sarie recordó cuán temible era la sonriente.
-Es nuestro fin. Este morpho no tendrá compasión con nosotros. Sólo tú te salvarás.
-Llámame Eva, por favor, zorra.
Ist todavía estaba incrédulo de todo lo que Ri estaba maquinando por su cuenta. Pero no era posible... Era... Era... ¡Era una máquina! Sarie fue la encargada de desengañarlo nuevamente. Es que Sarie parecía saberlo todo. Normal, Thera da mucho de sí. Situación: Eva le parecería una máquina, pero sólo se trataba de una pura apariencia. La prueba era que Nave, se suponía que con independencia “técnica” de su sub producto, había testimoniado su presencia como vida. El padre lo aclaró todo. Había sido fruto de un experimento llevado en el máximo secreto hacía muchos ciclos. Con razón. Ist comenzaba a entender aquel comportamiento tan inusual para un cuerpo programado.
-Cuéntales vejete. Que sepan quién es Eva antes de morir.
La invitación invitaba bien, por no decir que invitaba sin remedio de evitarla. Él sólo sabía lo que le había contado Teip. Su amigo y socio. Había colaborado en su diseño, en un principio, hasta que lo había abandonado cuando a un colega, ese Dart que ahora les atosigaba, se le había ocurrido una idea delirante, que increíblemente finalmente era apoyada por todos. Todos excepto precisamente por Teip -claro- que airadamente había despachado el asunto preguntándose a dónde demonios iban a llegar con aquella filosofía de trabajo. Sí, lo recordaba muy bien. Había dicho palabra por palabra “yo jamás sería capaz de confiar en un morphoide y menos confraternizar con él”. Y tras el portazo de rigor, no se volvió a tratar aquel proyecto. Bueno, quizás había sido la excusa perfecta también para él, para centrarse en otro que seguramente valoraba mucho más importante. Eso Coi. Dart, experto en morphos a no va más, lo tenía entre ceja y ceja. Obsesión. Hasta el momento habían conseguido resultados muy prometedores. Sin duda. El morpho cumplía harteramente con todos los objetivos que se habían fijado, pero fallaba en una cosa: el centro de evaluación-decisión. Llegaba un momento que el morpho simplemente se paraba en el momento que no sabía asumir una decisión que entrañara alguna repercusión moral. El bien y el mal. No en vano, ello implica formidables recálculos de experiencias memorizadas, y a su vez, nuevamente todo ello se encontraba sometido a una continua evolución de circunstancias a valorar. Literalmente se colapsaban sus circuitos y había que reiniciarlo cada vez más frecuentemente.
-¡Gie, ¿estás ahí?! ¡Gie...! ¡¡Aborta la misión por amor de Dios!!
-NAVE. Conexión manual cortada.
“Maldita sea” -temió Sarie- seguramente el vehículo se había visto afectado por la explosión sufrida. Al general se le llenó la boca de “hay que...”.
-No, General, no hay nada que hacer. Termine de contar el cuentecito o le despedazo a su hijita ante sus narices en un nano micro estado. Es muuuuy interesante.
Qué persuasiva la estresante Eva. Coi miró a los ojos a su hija y aparcó su sufrimiento, para ganar tiempo a lo inevitable.
-Dart se sirvió de un cuerpo humano.
“Si, ya sabes, querido: piernas, tronco, culete... Cerebro” –añadió riendo Eva-. La subsiguiente explicación llevaba aparejado algunos de sus pormenores para ilustrar la envergadura del proyecto: el paso siguiente sería en principio sustituir todos los tejidos humanos por tejido humano replicado a nivel cuántico. Pero en en lugar de eso, en lugar de realizar una restitución de tejidos exacta -lo cual ya era una técnica médica conocida y exitosamente aplicada- se había decidido suplir aquella estructura absolutamente orgánica natural por un material plasmático masa-energía-masa, casi eterno, que además le permitía introducir modificaciones de configuración de conducta y memoria como si un programa se tratase. Cada parte de su cuerpo -funcionalmente- era exactamente idéntico al homólogo de un cuerpo humano. Y el cerebro no era una excepción; lo que ocurría era que en lugar de sustento biológico, existía uno artificial. Una base masa-energía-masa. Al fin y al cabo, lo mismo, pero con un origen no evolutivo. Todo ello controlado por un -como habían podido comprobar- bastante defectuoso centro de “obediencia” bautizado como de “decisión-evaluación”. La diferencia, algo esencial en el cuento: en este caso un centro de decisión-evaluación biológico. Lo mismo que se podría inducir a un humano-humano se le podía aplicar a aquel ser. Nada de intrusión a lo fino bisturí. Cualquiera de ellos podía recibir la misma terapia, y actuarían tan idénticamente como una reluciente Eva. Lástima que la atmósfera de inertización y el plasma mórphico no se llevaran precisamente bien. Ya habían comprobado los resultados. Pero salvando eso, no más bloqueos. Esos morphos eran muy avanzados, pero pertenecían a una línea experimental ya descartada. De hecho, sólo se habían “fabricado” tres ejemplares.
-¿Por qué ya no me quieres, Ist? Mírala ¿Es mejor que yo? ¿Te va a amar más que yo? ¿Sabes que lloro a escondidas? ¿Sabes que me duele cuando sufres, que soy feliz cuando sonríes?
La poética Eva comenzaba a dar miedo de verdad. Si aquello no era un episodio de humana paranoia, se le parecía mucho. Ist le respondía teniendo muy en cuenta la declaración.
-Si me amas, ayúdame; si no quieres mi infelicidad, no hagas daño a nadie más.
¿Hablaba de amor? ¡¿Hablaba de amor?! ¿Él que sabía que era amar de verdad, de ese amor que consume y abrasa como el núcleo de una estrella por dentro? Pero ella... lo podría superar. Claro que sí. Y él también, por supuesto. Cuando estuviera solo con ella se daría cuenta que lo había hecho por su bien. Estaba tan claro... Suspiró. Era por el bien de la parejita –ellos-. A continuación restregó fieramente su mirada contra sus víctimas. Consciente que poco se podía hacer, Ist se interpuso entre ambos y su verdugo esperando un milagro. Se lo imploraba. Eva sólo necesitaba saber si la amaba. “¡Claro que no!” -respondió contundente- temeroso de una venganza fulgurante por una inadecuada respuesta.
-No te creo. Te hace tiliiiiiinnnnnnnnnnn.
Aquella criatura profundamente desequilibrada por los celos más enfermizos tomó a Ist de un brazo, como si de un muñeco se tratase, y lo apartó suavemente eligiendo la presión justa para no hacerle el más mínimo daño; sólo buscaba inmovilizarlo. Con el otro se disponía a asestar el golpe final. Padre e hija se abrazaron instintivamente.
-Adióoooos...
Sonó un ¡zaaaas! de esos que siega la muerte. Pero, ¿qué ocurría? No parecía que... Cuando abrieron los ojos -los tres- no vieron a su verdugo, pero si a un ser muy querido al fondo, Gie, que sonreía aliviado. Bajando la mirada, a los pies de Ist, Eva yacía rebanada en dos mitades, una de las cuales se asía aún a él.
NAVE. Eva informa que le ama.
“Vete a tomar por culo” –pensó-. En un primer momento. Luego le inundó una extraña e incomprensible sensación de ternura, tristeza y confusión. De repente, una mano negrísima estrujó la muñeca del trozo prensil de Eva, e Ist quedó liberado. Miró a su alrededor; Sarie y Coi todavía abrazados, Gie... Y dos morphoides, uno de los cuales retiraba su mano del aplastado miembro de la seccionada versión femenina de Ri ¡Qué patética parecía ahora partida a la mitad! Ambos metaphimorphoides se situaron a los lados del rubio.
-Te los cedo, papá. Da la orden.
Tras la revocación de la orden de escolta los morphoides cambiaron entonces de dueño. Ahora Coi se planteaba una duda. No entendía como no había estado al tanto de sus presencias. Quería decir, de su salvador hijito y sus mega morphos. “Tranquilo…”, él tampoco. Se suponía que Nave... ¡¿Qué nave...?! ¡El mismo morfo, como Ri o como Eva se habría autoadvertido! Sarie-sabelotodo no tardó mucho en despejar la curiosa cuestión. Para solventarla necesitaba pronto conocer un detalle: el estado de Eva. Consultada esta… ¿Muerte? “Muerte, claro” -ratificó Sarie- ¿Y cuándo había fallado su conexión con Ri, y por qué? La nueva respuesta de Nave certificaba lo insólito. No había habido ningún fallo. Ri… Eva…, había permanecido en todo momento conectada con Nave. Hasta el final. Entonces Ist, es que si antes no entendía nada, ahora era totalmente ilógico. Y además, qué respuesta más increíble: “muerte” ¿Muerte de un morphoide? Sarie expuso entonces su teoría como si de un irrefutable axioma se tratase. Ri... Eva, era más humana que máquina. Mejor dicho, era humana a todos los efectos. Ya lo habían escuchado: muerte. Era más sencillo de entender y aceptar que cualquier otro planteamiento de mal funcionamiento estructural. Y el detonante de aquel comportamiento había sido... Los celos. También su perdición, y lo que le había impedido un correcto funcionamiento de su humano centro de evaluación-decisión. Había sido “técnicamente” consciente, seguro, pero no había valorado más que la humana situación que tenía ante sí, y eso, a efectos, es como estar sordo y ciego. Simplemente estaba enamorada hasta la ceguera y sordera más absolutas.
-Mi hija siempre acierta, créalo.
NAVE. Nave Uno a 750 pársecs
-¡Eh! ¿Nadie pregunta por mí? Tome, amigo.
Gie obsequió a Ist con una pequeña cajita. Dentro estaba el premio ¿Esa diminuta urna era el premio? Pues si no lo era ¡¡menuda aventura más tonta!! Ist estaba claramente afectado por lo ocurrido con Eva, se notaba. Coi le rogó calma. Por ahora sólo ver, sólo eso ¡No se podía tocar su contenido! Pero él también tenía su curiosidad: “por cierto, hijo mío, ¿cómo pudiste acceder al código correcto?”. Por la vía fácil. Lo había escuchado por el intercomunicador manual. Y confió ¿Qué podía hacer si no? Oía todo lo que hablaban y sabía que la situación era desesperada. Confió, esa era la verdad. Ri, o Eva, o lo que demonios fuese, no había querido destruir a nadie, y menos en lo tocante a uno muy concreto, de rebote. Algo que desconocían: Eva, a través de Nave había manipulado previamente el panel de la cápsula. Aunque el funcionamiento aparentaba seguir siendo el mismo, había una diferencia sustancial, pues a pesar de todo ¡se había equivocado en el último dígito de la última entrada! Sin embargo, igualmente se había producido la validación. Podían imaginarse el horror que había padecido en un primer momento cuando había comprobado que el monitor de cabina mostraba que el número introducido no coincidía con lo que tenía que ser visualizado. Ahora tenía sentido contarlo.
-Teóricamente si hubiera errado en alguno de los códigos... ¡bum! para mí, bum para todos…, pero finalmente la verdad era que en ningún caso se hubiera puesto en peligro nuestras vidas, porque por medio estaba la tuya, amigo Ist.
“Ahora qué más da, estamos vivos, eso es lo importante” -respondió el afectado y arisco “amigo”- mientras sujetaba la cajita transparente que dejaba a la vista el preciado objeto: un trocito de eso que llamaban “papel”. Coi se la requisó sin contemplaciones y mirándola brazo en alto, con cierto aire de veneración, procedió a dar su clase magistral. Era un trocito de un “papel”, sí, y apenas contenía unos signos grabados, pero lo que él desconocía era que la traducción fonética de esos símbolos había dado nombre... a su pueblo.
-El equivalente fonético en nuestra lengua es “RÍA NOS”. Somos rianos por obra y gracia de este papelito, amigo. Cosas de Teip, ya os lo explicaré en otro momento más apacible.
Quedaba meridianamente claro, y para Ist significaba algo muy notable, pero aún así, pensó en que más importante ahora era otro asunto y muy apropiadamente interrumpió la didáctica exposición.
-En estos momentos Nave es un inmenso ataúd, permítame que ordene a Nave... Ya me entiende.
Naturalmente que eso debía ser lo primero, el General no podía sentirse molesto por algo tan lógico. Ist ordenó a Nave -tras la absorción de los cadáveres y su posterior transformación en energía-, y como era tradición, la liberación de esta hacia el espacio en forma de luz. Lu azul. Se instaló entre ellos un respetuoso silencio. Eva en cambio regresaba a su forma plasma energía-masa-energía, pero en esta ocasión, más como material de mamposteria para Nave que como cualquier otra cosa que significase vida o tecnología mórphica. Salvo que existiese nueva voluntad de “recomponerla”. Visto lo ocurrido, cosa realmente inverosímil. De una vacuola de Nave partió la luminosa dispersión luctuosa.
-NAVE. Dos estados. Finalizado.
Un humilde rayito azulado se colaba por el casco exterior de Nave y surcaba ya los confines. La muerte en Ría era considerado como un acontecimiento demasiado inexplicable como para siquiera intentar razonarlo, y no se solía hablar casi nunca de ello. Por eso, dado que ningún rastro quedaba del fallecido, los recuerdos quedaban adscritos a la intimidad de los recuerdos de cada uno. Como buenos militares que eran, hicieron el saludo protocolario, cruzando ambos brazos y tocándose los hombros con las yemas de los dedos.
-NAVE. Nave Uno a 500 pársecs.
Coi pudo proseguir. Antes de remover la protección del interior, había que explicar algunas cosas. Lo que tenían ante sus narices era un pasaporte hacia el pasado; siempre al mismo pasado y en el mismo punto geografico. Eran coordenadas que siempre conducían a un mismo destino, que lo tuvieran bien claro. No debían preocuparse por ese aspecto, el tiempo se encargaría de añadirles al cuadro. Por tanto, si al llegar permanecían inmóviles en el mismo sitio, e inmediatamente otro viajante fuera agregado, no se fundirían con él, simplemente el primer cuerpo sería desplazado como si lo empujaran vigorosamente, pues dos no pueden ocupar una misma posición espacio-temporal. Así que a tener cuidado de no permanecer quietos. Inmediatamente se aconsejaba desplazarse de un salto felino a la dirección que tuviesen a bien. Punto dos: había dos máquinas del tiempo. Una en el pasado. La otra en su nave de circunstancias. Su nave Dos de circunstancias ocupada, claro. Y una cosa muy importante: Yert y él habían hecho un trato. Cada uno por su camino. Su colega, cómo no, pertenecía al otro bando. Por eso había permanecido en la otra nave a la espera del reencuentro con su ex colega, Dart. A pesar de todo, por muy raro que pudiera parecer, personalmente no le deseaba nada malo; era una historia muy larga de contar. Bueno, la maquinita... Pues no había podido recogerla antes porque para retirarla de su confinamiento de seguridad había que disponer de las huellas de dos generales. Ahí estaba la cosa. Yert, naturalmente no iba a colaborar voluntariamente como se podían imaginar. Y sus morphos no podían actuar contra él, y viceversa, por lógica, porque tal ocurrencia era absurda teniendo en cuenta las circunstancias. Dos menos dos igual a cero. Cero más nave en contra igual a perder. Además, estaba todo el personal presente allí... Provocaría una carnicería sin duda; y, sobre todo, ellos estaban allí. No, no era el momento “Qué bien” reflexionó en alta Ist: “¡Pues entonces vamos a la nave en el, puto, teletransportador, recuperamos la, puta, máquina, y vuelta a casita otra vez!”. Pues... “excelente idea” -manifestó Coi-. Ahora faltaba saber qué opinaría la sabionda, porque el muchachote parecía estar más de copiloto de pruebas que como consejero de grandes luces. “No sé si es excelente, pero, ¿hay más opciones?” –devolvió la eficiente Sarie. “Sarie no se equivoca nunca”, matizó el hermanito, que parecía estar cargado de razón inviolable. Vaya, ¿había tenido una idea fantástica? Ja... ¿Cómo? ¿Qué? ¡¿Qué ahora había que ponerla en práctica?! Vale, pues venga, ideas. “Sarie...” Papá esperaba. Que su hijita estaba pensando; era complicado. “Sarie...” A ver, que papá se impacientaba. En realidad papá quería que lo escupiese ya de una vez. “Quizás si...”. Atentos, que su hermana, que era la mejor, ya lo tenía. Ist no sabía si estaba viviendo una pesadilla familiar o una especie de increíble pesadilla familiar ¿Eh? ¿Afrodita le estaba examinando? ¿Y por qué Afrodita le estaba examinando, esta vez tan descaradamente que era imposible que significase algo de lo que ruborizarse? Claramente parecía estar haciéndolo con algún ¿preocupante? fin científico. Era como que lo estuviese evaluando como un animal de laboratorio a punto para un experimento. “Mmmmm... La diferencia... Un cuarto de estado. Suficiente”. Necesitaba... ¡Hecho! Papi firmó a ciegas. Todo lo que necesitara ¿No? Seguro que en la nave habría todo lo que necesitaba su hijita. Oooh, qué bonito. Ya tenían la solución. Y mira tú, en tan sólo unos míseros estados ¿Quedaría muy feo ponerse a dar cabezazos contra algo? Por no mencionar la posibilidad de buscar el modo de ser engullido por Nave e invernar ciego, sordo y mudo en el tranquilo plasma, hasta por lo menos que la cordura se pasease otra vez por aquellos corredores.
Capitulo 2
Ist ya se había habituado al viajecito de marras. Otra vez en la canasta, ya era aburrimiento. Muy a su pesar parecía haber adquirido un abono de por vida al teletransportador ¿Qué estaba haciendo? Menudo día horrible ¿No podían ser las cosas un poco más sencillas? Cargar el mini planetilla y olvidarse de todo... Una tonta jornada más, y punto. A pesar de todo, se trataba de un proceso aparentemente aséptico; no había notado nada, excepto oscuridad, alrededor de la barcaza. En un par de estados se hizo la luz. Ist advirtió que los estaban esperando. “Comandante Yert...”. Y hola tú, Coi, y etcétera. Saludados todos, al grano ¿Visita de cortesía? “Naturalmente” -exclamó Ist- Como habían pactado. “Seamos corteses entonces”, etcétera. Ellos dos, su hija Sarie y un Morphoide en posición descanso. Que por favor continuara teniendo los suyos en esa misma posición. Dos súper menos un súper, un súper a favor de Yert. Nada había que ocultar entre ambos. Al menos en asuntos “técnicos” como ese. Ambos sabían perfectamente que no tendrían la más mínima oportunidad de intentar nada porque si dos morphoides de generalato eran imbatibles frente a uno sólo, estaba clarísimo todo. Nave en este caso neutral, pues un general y otro general, igual a cero, si se juntaban como polos negativos. Pero por si acaso, Yert se lo recordaba igualmente. Era como tratar de esquivar la defensa de una nave riana reforzada. Dos siempre ganan contra uno. Yert se sentía pues harteramente seguro, así que, los morphoides en posición de descanso. Nadie en el puente parecía conceder demasiado interés a aquella conversación, la flema del personal que se sabe ganador sí o sí. Como fuera, Coi no vaciló en poner las cosas claras desde un principio. Necesitaba que le entregase la nave. “Pero ya, eh”. La frasecita de Ist apuntaló irónicamente las pretensiones de su ilustre acompañante. Vamos, que lo que ocurría, era que su nuevo amigo de muchos galones le tenía mucho aprecio. Y más: que habían sido muchos ciclos entre aquellas paredes, y el hombre se la tenía apalabrada a un primo o algo así. Mucha imaginación con guinda humorística, pero se lo pedía con mucha cortesía, “eh”. Dicho eso, uno que no reía la gracia se pasmaba con tanta inexplicable irreverencia. Vaya que... Para esa majadería... La desesperación, lo entendía. Y tanto lo entendía que finalmente lanzó una carcajada de fantasía, muy acorde con la nueva anotación en su base mental del nuevo chiste fácil registrado. A ver quién superaba al que no se andaba con rodeos que mandó a callar, que ahora mismo ordenaba que un morpho lo desmembrara; por bocazas más que otra cosa. Eso por supuesto no iba con Coi, ni con su hija, aunque por supuesto no hacía falta el comentario aclarativo; la cosa iba dirigida en exclusiva al osado tarado que lo estaba humillando malamente. Por su parte, lo que veía el agraciado del perdón dudoso era mucha confianza ¿Viejos amigos? En fin, siguiendo la estrategia Ist iba por el camino de desesperar al pícnico antipático. Dart era su Dios, eh... ¿O más bien su amo? Siempre había sido el lameculos de Dart, ¿a qué sí? Yert, visiblemente enojado, apuntó con el dedo al deslenguado y lo amenazó nuevamente.
-¡¡No tientes tu suerte!! Una orden mía y... y…
Y nada, dado que no le dio tiempo a terminar la frase, porque Ist volvió a la carga. “Patético, una orden mía, una orden mía…” ¡Bah! ¿Qué hacían allí con un segundón, con un don nadie? Yert retrocedió, aquello no tenía sentido ¿Se habían vuelto locos? Estaba claro que no habían venido a rendirse, ni siquiera a negociar ¿Qué estaban intentando entonces? Ist realmente parecía regocijarse con su irreverente insistencia.
-Este hombre parece tonto; ríndase, y así acabamos antes, coño ¿No ve que tenemos prisa? Lameculos y tonto.
-NAVE. Nave Uno a 250 pársecs.
Aquella nave repetía el mismo estribillo que la suya. También allí querían saber, lógicamente, puntualmente de aquella importante llegada. Ist se había alejado del aludido despectivamente y se repetía una y otra vez en la desconsiderada insistencia mientras daba vueltas cómicamente a la par que aleteaba con sus brazos. Asi que, venga “lameculos, lameculos, lameculos” y más “lameculos”. Como guinda un “ahí viene tu dueño” ¡¿Pero qué estaba tramando semejante bellaco y sus consentidores?! Yert volvió sobre sus pasos en un primer momento, pero muy seguro de sus escoltas, y súbitamente, en un acto reflejo de pura furia, se allegó Ist, al que tomó con ambas manos por su ropaje a la altura del pecho. Un gesto de poder.
-¡A mí no me...!
Tampoco en esta ocasión tuvo tiempo de terminar la frase, porque Ist se abalanzó sobre el orondo comandante y lo inmovilizó con un brazo sobre el cuello. Automáticamente, los dos protectores morphos adoptaron postura de ataque. Si se hubiesen encontrado ya en posición militar, o incluso simplemente él a un poco más distancia del vanidoso, no habría podido acometer algo así con provisional éxito jamás. Tal era la confianza de Yert en estar cubierto y la respuesta que se jugaban los imprudentes -la muerte segura- que se jugó el descuido. Tal como estaba previsto, uno de los dos morphos se dirigió primero hacia el morpho del General. El choque fue brutal. Dos morphoides fuera de combate instantáneamente, despedazados entre si. Visto y no visto, el segundo, perfectamente operativo, procedió a desencadenar la sanguinaria secuencia de combate esperada. Ist primero, por supuesto.
Sintió que el aire a su alrededor vibraba y apenas pudo visualizar que la guadaña de la muerte se cernía sobre su cuello. Los haces energéticos -salvo circunstancias muy concretas- estaban prohibidos dentro de Nave, y el tripunzón-taladro-percutor que le iba a perforar mil veces por estado el cráneo cumplía sobradamente su función para este caso. Dos por uno: rebanado y con infinitos agujeritos. En ese último instante se supone que uno suele pensar que hay mejores modos de morir, y que “qué hago yo aquí”; y es exactamente lo que le ocurría a él. Por ello cuando a escasos centímetros de su querida y tierna cabecita sí pudo notar la sombra de aquellas letales herramientas, fue consciente que el morpho no había podido perseverar en su impertinente empeño. “¡¿Qué es esto?!” -exclamó sobresaltado Yert-. Más bien, quién. Qué bonito que Sarie pudiera contener en fuerza y precisión a un morphoide de clase 1 en fase 3, aunque quedaba un poco raro, ¿no? A lo mejor era que Sarie había desayunado muy bien aquel día; o bien que la cosa tenía truco, pues por lo pronto no parecía muy normal que le arrancara de cuajo al pobre bicho cabeza y brazos, y a continuación se despachara a deshacerle de cintura para arriba, más como claro entretenimiento que asunto necesario. En un par de actos el morphoide tenía más utilidad de macetero de drilias que otra cosa. Si el morpho se hubiese dirigido directamente hacia ella, el resultado hubiera sido el opuesto. El gancho había funcionado. Un cuarto de estado, suficiente, sí. La diferencia entre el tiempo de reacción necesitado para no terminar siendo eyectado en forma de rayo azul; más prosaicamente, el límite entre la vida y la muerte ¿Cómo rayos había podido calcular Sarie…? Pero... más bien... ¿cómo diablos había podido aceptar aquella misión envenenada hasta la médula? Ah, sí, sí... Qué bonitos ojos. Humanos somos.
El resto de la tripulación, que aún no había tenido tiempo siquiera de girar la cabeza para contemplar la escena, apenas fue consciente de la nueva y eficaz habilidad de la letal Sarie para recortar cuerpos humanos. Obsequio por su cuenta, y parecía muy dada a los caprichos personales. Había que modificar esos protocolos, ya. Qué se le va a hacer; Ist no había tenido tiempo de reconfigurar al experto matatodo para anular el tan eficaz como riano método de “por si acaso, cadáveres”. No habría reprimenda ¿Para qué pedirle explicaciones a un morpho sin alma y con los recuerdos borrados? “No mires hacia ninguna parte, se dijo”, pero todo era todas partes.
-Sarie, quiero decir... Ri... hijoputa, aunque ya no viva en ti el espíritu de Eva, sigues, siendo tan bueno en lo tuyo como siempre, hijoputa. Y qué maravillosa capacidad de replicar el cuerpo humano, hijoputa. Maldita sea. Hijoputa.
Efectivamente, aquella otra replicada Sarie, tan guapa que era, se había cargado a todo un señor morpho general en tan sólo un cuarto de estado, y prácticamente en un cuarto de cot al resto de la tripulación. Menuda maldita precisión. Ist bajó la cabeza, su consternación era total. Él no habría querido aquel final para aquellos mandados de la vida, pero aquella conducta venía de serie en el modelo y Sarie había contado con el tiempo suficiente para practicar la oportuna reconfiguración. Por su parte Coi, mostraba la dolorosa resignación de quien en tantos años había visto de todo.
-No le extrañe lo de haber podido con todo un morpho general, no es un modelo convencional. Además es un superviviente nato.
Lo indudablemente cierto, era que el superviviente había pasado intachablemente el filtro de morphos. Nave lo había considerado en todo momento como un ser humano.
-Gracias comandante por su valiosa contribución, vamos ahora a proceder al bloqueo del compartimento.
Coi, tras recuperar su cetro como quien recupera su divinidad, le habló entonces al aire.
-Nave, regístrame.
Registro aceptado. Sin lameculos, a rey muerto, rey puesto.
***
Había transcurrido algo más de medio tas y después de hacer todo lo que había que hacer y una vez liberado el sello de seguridad, ya sólo faltaba lo más importante: acceder al premio. Coi dictó entonces nuevas órdenes. Una vez él y sus acompañantes abandonasen la nave e inmediatamente se produjese el desacople del Puente, la Dos debía dirigirse al Planeta E554. Qué bien, el Comandante Ist había obsequiado a los tripulantes de más allá de la compuerta y al gordito General con ellos, ni más ni menos que con un viaje en piloto automático hacia el planeta más cochino que se conocía hasta le momento: el reino de las boñigas de ñec, y poca cosa más. Era el planeta más conocido entre la comandancia, ya que, en alguna vez de la vida se había enviado a alguien allí, bien espiritualmente -“vete al ñec”- o literalmente, como era el caso, a degustar el producto. En el peor de los casos tardarían al menos un par ets en ser rescatados de la mierda total por la barcaza anexa a la base de experimentación, que estudiaba, eso: excrementos de ñec, que todo se estudia en esta vida. Suerte.
Una vez cumplido el objetivo, Coi -por fin- dio la orden de abandonar Nave. En lo tocante a Ist, encantado. Sobre todo porque el medio de transporte en esta ocasión no lo iba a desintegrar, aunque sólo fuese provisionalmente. Ya le estaba entrando hambre. A ver si terminaba siendo verdad aquello de que el teletransporte abría el famoso apetito. Algo de ello debía ser cierto, porque no cesaba de pensar en devorar a alguien.
-Desacopla.
Ahora la Nave de Ist iba a tener dos puentes de mando, uno en su sitio de siempre, el otro en una de las muchas bodegas de carga. Por espacio que no fuera.