Kitabı oku: «La carrera digital», sayfa 2

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Prefacio
Salida

El tartán se desliza bajo mis deportivas.

Como casi todos los fines de semana, me he impuesto el objetivo de correr diez kilómetros en la pista cercana a mi hogar. Y ahora estoy en medio de esa pista, una pista que comparto con decenas de otros corredores y algún paseante despistado. Siento las gotas de sudor resbalar por mi frente. Escucho mi respiración, agitada pero constante. Siento el latido levemente desbocado de mi corazón. Y me esfuerzo por seguir adelante sin ceder en mi ritmo.

Por el camino adelanto a muchos corredores, quizá menos preparados, quizá más cansados. A veces, para poder superarles sin tropezar con ellos o con otros corredores ligeramente más adelantados tengo que realizar un pequeño acelerón.

Pero también yo soy adelantado por otros runners más jóvenes, más ágiles o mejor preparados. A veces, el adelantamiento es lento y quien me supera está a mi lado durante bastantes segundos, e incluso minutos. En otras ocasiones, sin embargo, el adelantamiento es poco menos que meteórico y pierdo de vista rápidamente al corredor que me ha superado. Tal vez se trata de un verdadero atleta, tal vez está realizando series.

Correr es analógico. Es físico y es analógico. Mis piernas son físicas y son analógicas. Mi respiración es física y es analógica. El latido de mi corazón es físico y es analógico.

Pero mi experiencia de carrera tiene algo de digital.

En mi muñeca luzco un pulsómetro. Un pequeño equipo digital de aspecto similar a un reloj y que, aparte de todas las funciones de reloj, está dotado de GPS y se comunica mediante bluetooth con un sensor que llevo en mi pecho, por debajo de la camiseta. El pulsómetro sabe dónde me encuentro, las zancadas que doy, la distancia que recorro, mi ritmo de carrera y mis pulsaciones. Si lo deseo, puede indicarme los pasos kilométricos para controlar mejor cómo lo estoy haciendo. Incluso estima las kilocalorías que consumo.

Cuando llego a casa, conecto el pulsómetro con mi ordenador personal y este recoge toda la información y la vuelca en un servidor. A partir de ahí, me permite conocer mi evolución, compartirla con comunidades de corredores y muchísimas otras posibilidades adicionales.

La información que maneja mi pulsómetro es digital. Es lógica y es digital. GPS es digital. Bluetooth es digital. La aplicación que me permite conocerme y compartir resultados y desafíos con otros corredores es digital. Es lógica y es digital.

Y lo digital complementa y mejora la experiencia de carrera.

Gracias a mi pulsómetro me conozco mejor como corredor. Sé cuál es mi ritmo normal por kilómetro. Sé las zancadas por minuto que comúnmente realizo. Cuando corro, sé exactamente si estoy en el nivel habitual o no. Sé si estoy mejorando mi rendimiento o todo lo contario.

Además, el pulsómetro me desafía a ir a más. Al ser consciente de mi realidad y la de otros, despierta en mí el afán de superación, de hacerlo mejor, de correr más distancia o hacer mejor tiempo. Si, a pesar de todos los buenos propósitos, en el día a día permanezco mucho tiempo inactivo, el propio pulsómetro me advierte de mi sedentarismo y de que ya va siendo hora de hacer ejercicio. Y casi me obliga a incorporarme y empezar a moverme.

Así es el mundo digital.

Un mundo que nos brinda nuevas posibilidades de mejorar nuestras experiencias personales y nuestro ocio. Y también la oportunidad de enriquecer nuestra actividad laboral, de ser más eficaces y eficientes.

Más allá del plano personal, también las empresas y las organizaciones se encuentran ante un mundo pleno de posibilidades, de nuevos desafíos y nuevas oportunidades. Lo digital habilita la definición y comercialización de nuevos productos y servicios, permite rehacer los procesos de negocio en busca de mayores eficiencias y posibilita nuevas estrategias y nuevos modelos de negocio más competitivos. Y para adaptarse a la nueva realidad y sacar partido de lo que el mundo digital trae consigo, las empresas deben cambiar, deben transformarse. Y a eso es a lo que se le denomina transformación digital.

La transformación digital de las organizaciones es como una carrera. Una carrera mucho más larga que mis diez kilómetros, puesto que lo digital está aquí para quedarse y, además, sus manifestaciones, sus logros, sus frutos y sus posibilidades, estoy convencido, no han hecho sino empezar a mostrarse.

Y en esa carrera más vale no ser ni un paseante despistado ni un corredor de los lentos, porque otros corredores, otras compañías, van a toda velocidad y corremos el riesgo de ser adelantados meteóricamente y perder rápidamente de vista a nuestra competencia en el horizonte del mercado.

Una carrera, esta de la transformación digital, en la que, aunque conviene mantener un ritmo, también pueden resultar necesarios los acelerones, bien para responder a una disrupción o inminente amenaza competitiva, bien para aprovechar una oportunidad de negocio o diferenciación efímera.

Los buenos corredores se conocen a sí mismos, los tiempos que son capaces de realizar, sus pulsaciones habituales y el ritmo que son capaces de mantener. Y cuando compiten también conocen en detalle a sus rivales y el trazado por el que va a discurrir su próximo desafío.

Además, son muy exigentes y rigurosos en sus entrenamientos. Son metódicos en la cadencia, distancia y actividades de sus sesiones de trabajo, y planifican y ejecutan escrupulosamente su puesta a punto para una carrera difícil.

Pero, además, tienen una gran determinación y fe en sí mismos y son, en cierto modo, soñadores. Aspiran a mejorar sus marcas y sus clasificaciones en las carreras y trabajan sin descanso para conseguirlo, guiados por una gran constancia, determinación y fe en su capacidad para lograr sus objetivos y sus metas.

Conocimiento, rigor y fe. Ese es el camino para mejorar como corredores y ese es el camino para una transformación digital exitosa. En realidad, es el camino para cualquier iniciativa ambiciosa, como es una gran carrera o como es la transformación digital de una compañía.

En este libro vamos a hablar de transformación digital desde esos tres valores: el conocimiento, el rigor y la fe.

Desde el conocimiento, veremos qué es lo digital, cuál es su naturaleza profunda y sus características diferenciales y, sobre todo, qué es lo que dota a lo digital de esa inmensa capacidad de disrupción y transformación de empresas y sectores.

Todavía desde la perspectiva del conocimiento, repasaremos tanto la realidad digital actual como las principales tendencias en el desarrollo tecnológico y las oportunidades y desafíos que plantean a las corporaciones. Hablaremos, de forma concisa pero rigurosa, de realidad aumentada e Internet de las cosas, de automatización robótica y blockchain, de big data e inteligencia artificial… Y de cada una de estas tecnologías realizaremos un resumen breve pero claro, descriptivo y realista de su naturaleza y situación, así como de las posibilidades que ofrece actualmente o puede ofrecer en un próximo futuro.

Pasando ahora al rigor, el libro ofrece un método ordenado y basado en las mejores prácticas de gestión, pero muy especialmente en el análisis estratégico y en la dirección de proyectos, para recorrer el camino que va desde ese mundo inmenso de posibilidades digitales hasta la implementación de iniciativas concretas en empresas concretas con realidades concretas.

Finalmente, y ya dentro del campo de la fe, hablaremos de gestión del cambio, de transformación cultural y de liderazgo.

Ese es el plan del libro.

Ese es el plan en el que creo profundamente para conseguir la acción digital, es decir, la aplicación rigurosa, real y concreta de la transformación digital en las empresas para conseguir resultados.

No se trata de un viaje.

No se trata de un paseo.

Se trata de una carrera…

…y ya ha finalizado el calentamiento.

¿Preparado?

PARTE I PREPARADOS

Uno, dos, uno, dos, uno, dos… Así avanzo en mi carrera. Un pie delante, un pie detrás, un pie delante, un pie detrás, un pie delante, un pie detrás… Y, al tiempo, un brazo delante, uno detrás, un brazo delante, uno detrás, un brazo delante, uno detrás… De manera inversa a cómo avanzan mis zancadas, pero siguiendo el mismo ritmo.

Uno, dos, uno, dos, uno, dos… Mi carrera sigue un ritmo binario.

El mundo digital también, pero no hablamos de «uno, dos», sino de unos y ceros.

Uno, dos, uno, dos, uno, dos…

Mientras percibo cómo mi cuerpo entra en calor, mientras mi respiración comienza a agitarse, mientras las primeras perlas de sudor asoman a mi frente, acuden a mí imágenes de cómo he llegado hasta aquí, cómo me he preparado, las sesiones de entrenamiento, los consejos, el análisis de mis tiempos y constantes.

Porque una carrera se prepara. Hay que entrenar. Hay que trabajar la técnica de carrera, la resistencia, la fuerza, la velocidad.

La técnica de carrera nos proporciona unas bases, unos fundamentos, un punto de partida. Nos dice cómo se deben apoyar los pies, cómo mover los brazos y cómo respirar. Es difícil aspirar a más si no dominamos esos fundamentos, si no conocemos y trabajamos esa técnica.

Pero la técnica de carrera no es suficiente. Se necesitan largas sesiones de rodaje para acostumbrarse a resistir muchos kilómetros. Y también se necesita algo más exigente, más diferencial, que nos lleve al límite: las series, los fartlek. Carreras más cortas, pero a mucha mayor velocidad. Ritmo alto, aceleración, en la frontera misma de nuestras posibilidades…

He entrenado. He entrenado mucho

El entrenamiento prepara. El entrenamiento te ayuda a conocerte, a saber tus tiempos y tus límites, tus virtudes y carencias. El entrenamiento modifica tu mecánica y tus tiempos. Y lo hace para que seas mejor, para que puedas en carrera defenderte de los ataques de otros, para que puedas adelantar a rivales. El entrenamiento moviliza. El entrenamiento transforma.

Transformación

También la transformación necesita preparación y entrenamiento. Es importante entender su técnica y sus fundamentos, por qué lo digital es tan disruptivo, por qué cambia la economía y la sociedad y cómo puede ayudar a nuestro negocio, cómo podemos cambiar productos y procesos, estrategias y modelos de negocio. Hemos de conocernos como compañía, nuestra foto de partida y nuestras capacidades. Y también hemos de conocer las oportunidades que brinda el mundo digital y trabajar con la tecnología digital desde su entendimiento para mejorar nuestra posición competitiva.

Hemos de realizar nuestro rodaje, series largas, entendiendo, implantando y trabajando tecnologías ya maduras, pero que proporcionan una base sin la cual es imposible alcanzar nuevas cotas. Debemos disponer de unos sólidos sistemas de información, una buena solución de comunicaciones y un puesto de trabajo digital adaptado a los nuevos tiempos y necesidades de la compañía y sus empleados. Necesitamos una buena solución de almacenamiento y explotación de los datos. Debemos vigilar la arquitectura de TI promoviendo soluciones cliente/servidor y el uso de SOA. Debemos conocer las soluciones comerciales disponibles, el ERP, el CRM o el comercio electrónico. Debemos reconocer la importancia de lo social y lo móvil y tener una estrategia consistente.

Pero también hemos de realizar series rápidas, innovar, rozar las fronteras de lo posible, porque si aspiramos al liderazgo, quizá a la supervivencia, no basta con las tecnologías maduras. Hay que conocer y experimentar con las últimas tecnologías, con tendencias y novedades. Tenemos que estar preparados para sacar provecho del big data y la inteligencia artificial, el blockchain o Internet de las cosas, el cloud computing y la realidad virtual. Hay que ir rápido, hay que acelerar, hay que alcanzar la frontera de las posibilidades digitales.

Es preciso prepararse. Es preciso conocer y conocerse. Preparación. Conocimiento. Sin conocimiento no hay transformación.

Y en la base de todo, los unos y los ceros. El ritmo binario. El ritmo…

Uno, dos, uno, dos, uno, dos… El ritmo binario de mis brazos y mis piernas. El ritmo que me impulsa y me hace avanzar.

Uno, dos, uno, dos, uno, dos… Uso la misma mecánica para hacer cien metros que para correr un diez mil. La misma técnica para subir una cuesta o enfilar una recta, para tomar una curva o descender cuesta abajo.

Uno, dos, uno, dos… Avanzo, avanzo y siento que de esta forma puedo llegar a cualquier parte.

Uno, cero, uno, cero, uno, cero… La codificación digital de la información. El ritmo que marca el mundo digital y que le da nombre.

Uno, cero, uno, cero, uno, cero… Con la misma técnica codifico textos, imágenes, voz o vídeo. Con la misma técnica los transmito a distancia, los almaceno, los proceso o ejecuto algoritmos… No importa su naturaleza, todo se trata de forma homogénea.

Uno, cero, uno, cero, uno, cero… En este ritmo se esconde la naturaleza de lo digital y el motivo de su éxito. Con ese ritmo podemos llegar a cualquier parte. Con ese ritmo podemos disponer de las tecnologías más formidables y transformar los negocios y la sociedad. Con esa técnica podemos casi definir cualquier futuro, alcanzar cualquier meta.

Uno, dos, uno, dos, uno, dos…

… uno, cero, uno, cero, uno, cero…

Capítulo 1
Entender la revolución digital
1.1.¿Qué es digital?

Antes de siquiera plantearnos una transformación digital, tenemos que entender de qué estamos hablando. Necesitamos tener claro qué es lo que queremos transformar y por qué.

Y lo primero que hay que comprender es qué es eso de «lo digital» y por qué es tan disruptivo, por qué habilita e incluso obliga a una transformación.

Proponemos la siguiente definición:

Digital es el procesamiento binario de información.

Así de simple, así de importante.

En la definición anterior hay dos elementos que hay que asimilar. Por un lado, qué es información y, por otro, a qué nos referimos por binario.

¿De qué hablamos cuando hablamos de información?

Aunque intuitivamente no resulta difícil entender qué quiere decir información, no es tan sencillo, sin embargo, encontrar una definición simple. Optamos por proponer una definición que destila lo encontrado en varios diccionarios y que resulta ser casi un sinónimo de dato:

Información es un hecho u observación que permite reducir la incertidumbre acerca del estado de una parte del mundo.

A efectos algo más prácticos, cuando hablamos de información, especialmente cuando hablamos de información en un entorno computacional, nos estamos refiriendo a alguna de estas posibilidades:

→Texto: es decir, una secuencia de caracteres alfabéticos con significado en un lenguaje dado. Mediante un texto podemos recoger una palabra, un artículo periodístico, un contrato, una ley, un diccionario, etc.

→Números: es decir, cantidades de una forma u otra. Mediante números podemos representar magnitudes físicas o económicas, nuestra temperatura corporal, un balance o cuenta de resultados, una serie estadística, indicadores de negocio, etc.

→Sonidos: es decir, información que percibimos mediante el sentido del oído. Dentro de la categoría de sonidos se pueden incluir posibilidades como la voz humana, la música, ruidos diversos, etc.

→Imágenes: es decir, información estática que percibimos mediante el sentido de la vista y que puede concretarse en dibujos, fotografías, planos, logotipos, etc.

→Vídeo: un caso especial de la imagen, en el que se observa algún tipo de variación o movimiento con el tiempo. Información de tipo vídeo son, por ejemplo, las películas, las animaciones o la realidad en tiempo real que muestran una videoconferencia o una cámara de seguridad.

¿En qué consiste procesar información?

Procesar información es un término muy amplio, pero, a efectos de comprensión, podemos agruparlo en cinco bloques o grandes funciones:

→Codificación.

→Almacenamiento.

→Presentación y captura.

→Comunicación.

→Tratamiento.

Vamos a ver brevemente cada uno de ellos:

Codificación

Codificar la información es traducirla del mundo real a un formato cerrado, conocido y procesable por un computador. En el mundo digital, el formato se traduce en último término a una secuencia de unos y ceros. Se conoce como bit la cantidad mínima de información. Un bit sólo puede tomar dos valores alternativos, lo que en el mundo digital denominamos uno o cero.

Vamos a ver tres casos que nos pueden ayudar a comprender este concepto. Y lo vamos a hacer, intencionadamente, con casos muy sencillos para luego mencionar situaciones más complejas y también más reales.

Primero veamos cómo se codifican números enteros. En este caso, simplemente, se traducen a lo que se denomina codificación en base 2. En lo que sigue, vamos a suponer que el lector conoce cómo se realiza esta codificación, pero, a modo de ejemplo, veamos cómo se codificarían en un byte (que es como se conoce a un grupo de ocho bits) los números del 0 al 9.


Número entero (decimal)Número entero binario
000000000
100000001
200000010
300000011
400000100
500000101
600000110
700000111
800001000
900001001

Veamos ahora un ejemplo de codificación de texto, y para ello recurrimos al tradicional código ASCII. ASCII (American Standard Code for Information Interchange) fue uno de los primeros sistemas de codificación de textos. En concreto, se creó en 1963 por la American Standard Association aplicado al alfabeto latino. ASCII codifica 128 caracteres diferentes, incluyendo las letras en mayúsculas y minúsculas, dígitos del ٠ al ٩ y varios signos de puntuación. En realidad, lo que hace ASCII es asignar un número entero a cada carácter o signo. Luego representa cada carácter o signo como la codificación del número entero correspondiente. Veamos en la tabla la codificación de las letras mayúsculas en ASCII. Por cada letra, se observa el número que se le asigna y su codificación en un byte.


ABCDEFG
65666768697071
01000001010000100100001101000100010001010100011001000111
HIJKLMN
72737475767778
01001000010010010100101001001011010011000100110101001110
OPQRSTU
79808182838485
01001111010100000101000101010010010100110101010001010101
VWXYZ
8687888990
0101011001010111010110000101100101011010

¿Cuál sería, según esto, la codificación binaria de una letra «L» usando ASCII? Pues, buscando en la tabla de arriba, vemos que sería la secuencia: «01001100».

Por último, vamos a hacernos una idea de cómo se puede codificar de manera simple una imagen. De nuevo, pensamos en el caso más sencillo, una imagen en blanco y negro.

Imaginemos que tenemos una figura sencilla. Vamos a escoger el famoso perfil del director Alfred Hitchcock.


Ilustración 1. Perfil de Alfred Hitchcock.

Para codificar esa figura vamos adoptar una técnica muy simple. Colocamos encima de la figura una cuadrícula de 64 filas y 64 columnas. Ahora, las cuadrículas en negro o donde predomine el negro las marcamos con un 1. La cosa quedaría, más o menos, así:


Ilustración 2. Perfil de Alfred Hitchcock marcado con unos.

No es difícil entrever el perfil del cineasta, ¿verdad?

Pues ahora, para completar nuestra sencilla digitalización, marcamos con un cero aquellas cuadrículas en blanco o donde predomine el blanco. Este es el resultado:


Ilustración 3. Perfil de Alfred Hitchcock con unos y ceros.

Si ahora queremos trasladar eso a bytes, tendríamos un bit para cada recuadro de la cuadrícula, bits que, agrupándolos de ocho en ocho, nos llevarían a ocho bytes para representar una fila (cada byte, recordemos, incluye ocho bits) y un total de 512 bytes para representar la figura (64 filas a ocho bytes cada una). Tras hacer estas operaciones, así es como quedaría finalmente codificada nuestra figura:


0000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000
0000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000000
0000000000000000000000000000110000000000000000000000000000000000
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Por supuesto, las codificaciones que se han comentado hasta ahora son extremadamente sencillas. En la realidad los formatos de codificación de información suelen ser bastante más complejos y permiten almacenar más información, mucho más rica y de manera más compacta que lo que hemos mostrado.

Así, por ejemplo, formatos como GIF, JPEG o PNG permiten almacenar imágenes. Formatos como MP3 o WAV almacenan sonido. En vídeo (en general con sonido incluido) nos encontramos por ejemplo con MPEG, AVI o MOV. Y más que texto simple se suelen manejar formatos de documento como DOC o PDF, que incluyen información de formateado del texto, así como imágenes, tablas, etc.

Antes de abandonar el tema de la codificación, interesa resaltar que incluso el comportamiento, los algoritmos, se puede codificar digitalmente. Para entenderlo, basta saber que los microprocesadores y los microcontroladores, es decir, el cerebro de los ordenadores, las tablets, los smartphones o los robots, manejan un número limitado de instrucciones con sus parámetros. Para codificar el comportamiento, las instrucciones del microprocesador se pueden codificar asignando, simplemente, un número entero diferente a cada instrucción. Y ya sabemos cómo se puede codificar un número entero. Los parámetros de la instrucción (número, caracteres, etc.) se codifican digitalmente, a su vez, como corresponda según el tipo de dato: texto, número, etc.