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CAPÍTULO 4

Un camino ajetreado

Abrí los ojos lentamente algo desorientada, tardé dos segundos en recordar que estaba en casa de tía May. Aún era temprano, pues la luz que se filtraba por la ventana todavía tenía los matices grises de la mañana. El primer pensamiento de mi cabeza fue para los Tyler, habían dicho que me llevarían a un lugar que Tom estaba preparando para mi llegada. Me fui a dormir pensando en eso, y tal vez mi cuerpo se negó a seguir durmiendo ante la expectativa de lo que iba a encontrar. Suspiré, alargué el brazo para coger mi móvil y miré la hora en la pantalla, las siete y cuarto de la mañana. No me dijeron a qué hora vendrían a recogerme, pero intuía que aún faltaba un rato. Mientras estiraba el cuello de mi camiseta hasta ponérmelo en la nariz para inhalar el olor de mi hermano (como venía haciendo inconscientemente desde que tuve en mi poder dicha prenda), desbloqueé el teléfono. No me sorprendió ver la bandeja de entrada colapsada por los mensajes de mi amiga.

*¿Qué tal ha ido el día?

Me había enviado el mensaje el día anterior a las nueve de la noche. No lo había visto. Había estado demasiado absorta hablando con tía May en el salón. Sus mensajes se remontaban hasta la una de la madrugada.

*No puedo creerme que pases de mi otra vez.

*¿Lor? Hablo en serio.

*Dime que no estás dormida, y que por lo menos te estás enrollando con uno de esos tíos buenos.

*Recuerda que tienes que contármelo TODO.

*Valeeeee han pasado dos horas y no me has dicho nada. Eso significa que no te has enrollado con nadie.

*Entonces ¿has descubierto algo?

*Es tarde, me voy a dormir, ojalá este último mensaje te despierte. Si es que estás dormida. Solo por el placer de molestarte, en venganza de tu ignorancia hacia mi persona. Te odio. J

Sonreí al ver el último mensaje. Y apreté la opción de respuesta.

*Querida Bibi —comencé—. Siento decirte que mi silencio se debió al maravilloso gin-tonic que me preparó mi tía. Lo cierto es que no se con cuál de los tres Tyler enrollarme, ya que el que me cae mejor hasta ahora, tiene doce años. Pero he de adelantarte que seguramente hoy descubra algo, porque los tres chicos han prometido recogerme temprano para llevarme a un sitio especial. Lugar en el que estuvo mi hermano antes de desaparecer.

El teléfono no me dejaba escribir más caracteres, así que redacté un mensaje para despedirme como era debido.

*Espero que mis mensajes te despierten y te arruinen las últimas horas de sueño de la mañana y la tranquilidad del día. Porque no me voy a llevar el teléfono y tendrás que esperar hasta la noche para saber qué tal ha ido mi aventura. Tu amiga que te quiere Lor. J

Apagué el móvil y lo puse a cargar, ya que la noche anterior no lo hice y su muerte era inminente. Me desperecé y salí de la cama. Seguramente mi tía aún dormía. No quería hacer ruido y despertarla, porque no sabía qué excusa le iba a dar para irme con los chicos, cuando debíamos quedarnos todos trabajando en la finca. Así que me vestí con todo el sigilo que pude. Escogí un short, una camiseta vieja y mis maravillosas Panamá Jack. Recogí mi amasijo de pelo negro en una cola de caballo y salí de mi dormitorio de puntillas. Me detuve delante del estudio de mi tía y me mordí el labio. Sentía que algo tiraba de mí cada vez que pasaba por delante de aquella puerta, aunque la noche anterior había ignorado ese magnetismo gracias a los milagros del combinado, menos mal que no estaba cargado, pensé. Evalué mi situación. Bueno, tenía tiempo de sobra. Echaría otro vistazo. Cogí el pomo y entré.

Por lo que vi, tía May no había entrado en la estancia. Todo estaba igual que dos días antes. Miré el caballete de mi derecha. No lo destapé, porque ya sabía lo que ocultaba la sábana que lo cubría. Caminé en círculo pensando en cual destapar. Me decanté por uno de los más alejados. ¿Por qué sentía tanta curiosidad por aquellos cuadros? Alargué el brazo al llegar junto a la pintura elegida y tiré de la sábana. Realmente lo que vi me agradó más que el último óleo que había visto. Parecía otro cuadro de arte abstracto como el de casa. De colores celestes y montañas lejanas, suaves trazos dándole al aire la sensación de poder ser atrapado entre los dedos. Me alejé un paso de la pintura para observarla con mayor perspectiva. Los colores eran fríos, y no tenía claro si era un paisaje terrestre o acuático, tal vez las dos cosas. Lo que tenía claro es que parecía estar inspirado en el mismo sueño caótico que creó el cuadro del salón de Rhode Island.

Hay algo más aquí, pensé, pero, ¿qué? Fui al cuadro que tenía inmediatamente al lado y tiré de la sabana. Esto era distinto. La pintura mostraba un gigantesco árbol con ramas retorcidas extendiéndose en todas las direcciones posibles, completamente cubierto por una fina película de musgo. De lo que había visto hasta el momento era el cuadro que más me agradaba. El árbol parecía mágico, Donde viviría campanilla con Peter Pan y los niños perdidos. Cogí el cuadro y lo acerqué al primero que había destapado. Volví a retirarme y observé atentamente las dos pinturas. A simple vista eran muy distintas. Sin embargo había algo en aquellos dos cuadros que parecían guardar relación. Giré la cabeza hacia la izquierda, luego a la derecha, me alejé un poco más. Parecía que el segundo cuadro no estaba terminado, pero claro, el arte es arte. Tal vez tía May lo dejó así adrede, aunque no era su estilo. Al árbol le faltaban matices, un fondo y algo más, pero no sabía qué podía ser. La definición del paisaje era dubitativa a falta de una palabra mejor. Había una mancha en una de las cimas de las montañas. ¿Tal vez un mal trazo?

Escuché el chirriar de unas ruedas fuera de la casa. Maldición. Corrí hacia la ventana y me asomé. La Pick-Up de los chicos estaba en la puerta de la finca, habían levantado humo a su paso por el camino. ¡Pero qué diablos! ¿Qué pensaban decirle a mi tía? Podían habérmelo dicho antes por lo menos. ¿Y si la habían despertado? ¿Qué se suponía que tenía que decirle?

Vi a Sam saltar del asiento trasero y correr hacia la casa, me había visto asomada en la ventana y se dirigía hacia mí. Le hice señas con los brazos para que no chillase. Asintió mientras corría y agitó un brazo para hacerme entender que no me preocupase por eso.

—¿Qué haces ahí quieta? —susurró al llegar bajo la ventana jadeante.

Puse los ojos en blanco. ¿De verdad eso estaba pasando?

—¿Qué se supone que quieres que haga? —respondí lo más bajito posible—. No me dijisteis a qué hora vendríais ni qué decirle a tía May.

El pequeño pestañeó un par de veces confuso y se giró para mirar a sus hermanos que desde la Pick-Up, hacían señas para que nos fuésemos.

—No lo sé —dijo volviendo la cabeza de nuevo hacia mí—. No me han dicho nada. Solo que te avisase sin hacer ruido.

—Estupendo —mascullé.

—¿Qué dices? —preguntó confuso.

—Nada, olvídalo. Ve con tus hermanos y diles que enseguida voy, le dejaré una nota a mi tía para que no se preocupe.

—Claro. Es una idea estupenda —casi no terminó la frase, pues salió disparado como una bala hacia el coche.

Cerré la ventana y me apresuré a colocar los cuadros en su sitio y a cubrirlos de nuevo. Salí del dormitorio y bajé las escaleras pegada al lateral derecho para evitar que las maderas crujiesen. Entré en la cocina y busqué en los cajones un trozo de papel y un bolígrafo. No tardé en encontrarlos, me senté un momento en la mesa y escribí a toda prisa lo primero que se me ocurrió.

Buenos días tía May, me he marchado con los Tyler al pueblo, no se deciden por el tipo de construcción para el cobertizo y quieren consultarlo c onmigo.

Para que fuera más creíble, añadí.

No tengo mucha idea de cómo va eso, pero si veo que no soy capaz de decidirme te l lamaré.

Un bes o: Lor.

Leí la nota un par de veces y no me pareció una locura. Así que cogí una fina rebeca del colgador de la puerta y salí a la fresca mañana. En cuanto estuve lo bastante lejos de la casa salí corriendo hacia la entrada. La Pick-Up negra seguía allí con las ventanillas bajadas y los chicos aguardando dentro. Al llegar a ellos, tres sonrisas deslumbrantes me recibieron.

—Buenos días, Lor —saludó Jack desde el asiento del copiloto—. Creíamos que tendríamos que despertarte. Menos mal que eres lista.

—Ya —respondí—. Lo cierto es que no me creo una lumbrera pero tal vez habría ayudado que me dijeseis a qué hora vendríais. Que estuviese despierta se ha debido a la expectativa, más que a mi astucia, pero gracias.

El chico asintió sin perder la sonrisa.

—Así me gusta, viendo el lado positivo de las cosas.

El pequeño Sam rió desde el asiento de atrás.

—Bueno, venga, sube —invitó Ethan.

Me fui directamente hacia el asiento trasero, pero antes de que cogiese el mango de la puerta Jack se bajó de su asiento y me lo cedió.

—Señorita —dijo mientras me sujetaba la puerta para que entrase.

—Gracias —respondí subiendo a la Pick-Up.

—Oh, no me las des, Ethan me mataría si te dejase ir atrás, después de haberse pasado la noche limpiando el coche para que estuviese reluciente.

—¿Se puede saber por qué eres tan bocazas, maldito idiota? —increpó Ethan mirando a Jack por el retrovisor con un elevado rubor en la cara.

Estupendo, se supone que soy una especie de conquista, genial.

Ignoré aquello como pude mientras nos poníamos en marcha.

—Quiero que sepáis —empecé intentando crear un ambiente más distendido entre los chicos—, que nuestra coartada es que me enseñéis varios planos de cobertizos para que escoja el que mejor se adapte a la finca. Así que tendréis que explicarme algo para que yo se lo comunique a mi tía. ¿De acuerdo?

—Mmm —musitó Ethan mientras tomaba una curva algo pasado de velocidad— no está mal. Yo no me preocuparía mucho por eso, es bastante simple.

—Mucho mejor —asentí—. Entonces, ¿me decís dónde vamos?

Sam saltó desde la parte de atrás para ponerse de rodillas entre los asientos del conductor y el copiloto.

—¡Es una pasada, te va a encantar! Resulta que ayer…

Una vez más, el pequeño no pudo terminar lo que quería decir, pues Jack le tapó la boca y lo obligó a sentarse de nuevo.

—Eres un bocazas —le reprochó mientras le abrochaba el cinturón de seguridad—.

Cállate, es mejor así. ¿Es que no lo ves? Te cargarás la sorpresa.

—Pero yo…

—Pero tú nada. Calladito, mocoso.

Nos pusimos rumbo a Alma, la Pick-Up avanzaba a toda prisa por la estrecha carretera que bordeaba la montaña.

Después de la pequeña reprimenda de Jack a Sam, permanecimos en silencio. Estaba claro que los chicos no soltarían prenda hasta que llegásemos al misterioso lugar. Bueno, había esperado tres años, podía esperar un rato más. No obstante, la intriga de lo que me esperaba hacía que mi corazón latiese con fuerza. Sentía que me acercaba a Tom, y la idea de encontrar una pista, por pequeña que fuese, hacía que mi esperanza fuese en aumento.

—Agárrate fuerte ahora —dijo Ethan captando mi atención.

No tuve tiempo de preguntar, sin tan siquiera frenar un poco pegó un volantazo a la derecha que me catapultó hacia su persona.

—Te he dicho que te agarrases —repitió riéndose mientras me ayudaba con su enorme brazo a volver a mi asiento.

La furgoneta avanzaba rebotando contra el suelo del bosque. Pues habíamos abandonado la carretera y estábamos cruzando campo a través. Los árboles pasaban fugazmente pegados a las puertas del vehículo.

—¡¿Te has vuelto loco?! —grité con los ojos como platos al ser consciente de la situación.

—Tranquila —respondió Jack desde el asiento trasero—, es un atajo. Ethan sabe lo que se hace, casi siempre.

Me volví para mirarle incrédula, el mediano de los Tyler, se asía al agarradero de la parte superior de la ventanilla con pasmosa tranquilidad. A su lado, Sam reía a carcajadas, dejando claro con eso que a él la situación le divertía.

Miré de nuevo hacia delante y apreté los dientes, advertí por el rabillo del ojo que Ethan me miraba de soslayo.

—No te preocupes —dijo—, no es la primera vez que pasamos por aquí. Además, estamos a punto de llegar.

No respondí. ¿Para qué? Aquellos chicos estaban locos. Tragué saliva e intenté no ponerme más nerviosa de lo que estaba. En parte porque no quería convertirme en el centro de sus pullas cuando aquello terminase.

Ethan había dicho la verdad, en pocos minutos (aunque a mí me pareció un larguísimo rato) aminoró la marcha y salimos a un camino de tierra. Lo recorrimos durante unos escasos cinco minutos, pero finalmente tras una curva, el camino finalizaba abruptamente. Ethan aparcó la Pick-Up bajo un gran pino.

—Desde aquí vamos a pie —informó saltando fuera del coche.

Bueno, lo prefería, aunque no dije nada por supuesto. Bajé del coche a la par que Jack y Sam. Seguíamos en el bosque, pero no sabía exactamente en qué parte de la montaña nos hallábamos.

—¿Dónde estamos? —quise saber.

—Tranquila —contestó Jack sin volverse para mirarme—. Esta aquí al lado.

—Sí, pero seguimos en la delimitación de Alma ¿verdad?

Al verme allí en medio de la nada, con tres desconocidos (dos que podían ser potencialmente peligrosos para mí) hizo que me plantease si me había precipitado al marcharme de casa de tía May sin decirle la verdad. ¿Y si en realidad no querían enseñarme nada? ¿Y si solo querían sacarme de casa?

—Lor —dijo Sam cogiéndome de la mano— ¿Te encuentras bien? Estás temblando.

Al ver al benjamín del grupo observarme con sus pequeños ojos preocupados, me di cuenta de que no, no me harían daño. Aquellos chicos apreciaban de verdad a Tom. No lo habían dicho, pero era algo que se palpaba con tan solo estar cerca de ellos.

—No —respondí suspirando—. Son los nervios.

El pequeño sonrió, ya más tranquilo, y tiró de mi brazo para que siguiésemos a sus hermanos, que habían empezado a avanzar entre los árboles. Allí la maleza estaba crecida y dificultaba el avance un poco. Ethan iba en cabeza, Jack le seguía de cerca y Sam y yo íbamos detrás. No dejaba de mirar hacia el suelo para evitar caerme, las raíces de los árboles recorrían la tierra como venas extendiéndose en todas las direcciones.

—Ya hemos llegado —informó Ethan deteniendo su marcha.

Alcé la vista presa de la ansiedad, desde allí se veía el lago Spirit. Estábamos en el lado opuesto al que solía frecuentar, pero nada más. Allí solo había árboles.

—No… no lo entiendo —solté sin más—. Todo es muy bonito pero no sé qué tiene de importante.

Jack se acercó a nosotros y compartió una mirada con Sam. El chico se echó a reír y presionó mi mano.

—Mira, es ahí —señaló con el brazo extendido a un punto alejado por encima de nuestras cabezas.

Alcé la vista siguiendo la dirección que marcaba. Entonces lo vi.

Entre el follaje de las copas de los árboles se encontraba, perfectamente camuflada una casa en el árbol realmente espectacular.

—Oh —fue cuanto pude decir, maravillada ante aquella imagen idílica.

La casa era circular, estaba construida alrededor de un gigantesco tronco suspendida a quince metros de altura. Unos maderos clavados a lo largo del árbol hacían las veces de escalera para subir y acceder a la casa por una abertura situada en la base de la plataforma. Observé aun atónita desde mi posición que la preciosa casita contaba con una balconera que la rodeaba por completo. También vi unas ventanas, e incluso unas cortinillas blancas.

—Es una antigua construcción —explicó Ethan acercándose también a nosotros—. Tu hermano la encontró pero se caía a pedazos. Por aquel entonces ya nos había hablado de ti, y aseguraba que te encantaría. Así que se puso a repararla para darte una sorpresa. Por supuesto nos prestamos a echarle una mano. Este fue el resultado —calló un momento y su mirada se tornó oscura—. Ayer volvimos aquí por primera vez desde que desapareció, para colgar las cortinas. Las cosió él.

Sentí deslizarse por mis mejillas dos lágrimas sigilosas. No dije nada, me quedé allí de pie con el rostro alzado absorbiendo cada detalle de la preciosa casita del árbol. Mi hermano la había arreglado para mí. Él quería sorprenderme, y aunque ya no estaba allí lo había conseguido.

—¿No te gusta? —preguntó Sam tras ver mis lágrimas.

Le miré a los ojos y sonreí de todo corazón.

—No, Sam, no me gusta. Me encanta, tenías razón. Estas lágrimas son de alegría, no de tristeza. Bueno, tal vez si estoy un poco triste pero es porque Tom no está aquí.

—Lor —intervino Ethan—, será mejor que subas, es mucho mejor desde arriba.

Asentí, estaba segura de que tenía razón. Empecé a caminar hacia el tronco del árbol. Sentía mis pies pesados pero no me detuve. Los chicos me siguieron hasta que llegamos a la base del árbol.

—Te daremos unos minutos de intimidad —concedió Jack.

Coincidí en eso. Tomé aire y me encaramé al primer tablón para empezar a subir. El ascenso era bastante largo, sentí un poco de angustia, si resbalaba y caía el golpe podía ser… ¡para, Lor!, me dije a mí misma. Nunca te han dado miedo las alturas ¿a qué viene esto? Puse el pie en el primer peldaño y me aseguré de que estaba bien asentado. Así era, por el rabillo del ojo vi como Jack y Ethan asentían con suficiencia. Claro, se habían asegurado que fuese totalmente seguro, como habría hecho Tom.

Empecé a subir cuidadosamente pero con la mayor ligereza posible, cuando empecé a sentir cansancio, alcé la vista para ver cuánto me quedaba, estaba por la mitad del tronco más o menos, la visión de la casa sobre mi cabeza volvió a maravillarme. Desde donde me encontraba, daba la sensación de que se mantenía suspendida en el aire, flotando sobre mi cabeza. Aquello me dio fuerzas para no detenerme, seguí subiendo con la mirada fija en el agujero por donde tendría que entrar. Poco a poco la trampilla se hacía más grande y casi sin darme cuenta había llegado. Coloqué las manos a ambos lados de la apertura y terminé de auparme. En cuanto mis piernas estuvieron en suelo firme y pude ponerme en pie me embargó una sensación de angustia que me resultaba vagamente familiar y a la vez desconocida. La ignoré.

Vi la puerta de entrada a la casa, no obstante no entré. Primero quería recorrer toda la circunferencia de la maravillosa balconera que la rodeaba. El lago se veía espectacularmente hermoso desde allí arriba. Y el bosque estaba lleno de hojas que se mecían apaciblemente. Sopló el viento y me acarició las mejillas, fue agradable después del ascenso. Cerré los ojos y alcé los brazos para absorber la sensación de libertad de aquel momento. Recordé a Tom y me lo imaginé allí de pie admirando el paisaje.

—Te echo de menos —susurré.

Abrí los ojos y terminé de dar la vuelta a la casa, con la mano derecha acariciando la barandilla mientras avanzaba. Bajo mis dedos sentía la aspereza de la madera y era capaz de distinguir qué trozos de tablones habían sido sustituidos por unos nuevos a pesar de que los habían pulido. Y llegué de nuevo a la entrada. Me quedé boquiabierta. Pues vi algo en lo que no había reparado al subir. ¿Cómo no lo había visto? En la puerta había clavado un letrero de madera tallado a mano Donde rezaba. “bienvenido a villa Lortom” sonreí y acaricié con los dedos las letras del cartel.

—Qué teatral, Tom. En tu línea, como no.

Cogí el pomo de la puerta y entré. Lo primero que vi fueron dos camas situadas al final de la estancia, pegadas a la pared, cabecero contra cabecero. Cada una de ellas era curva por un lado para que se ensamblase perfectamente con la pared circular de la casita. Justo encima de las camas dos enormes ventanas de las cuales colgaban las cortinillas que ya había visto. Resultaron estar echas de tela mosquitera. Mi hermano siempre había sido muy práctico.

En el centro había una mesita redonda también de madera totalmente vacía. Y pegados a la pared un par de muebles con cajones y unas estanterías, que igual que las camas, eran curvas.

Recorrí la estancia en silencio y toqué todo lo que me rodeaba. Como si con el contacto pudiese hallar alguna respuesta. Por supuesto no fue así, fui hacia las camas y me subí de rodillas en una de ellas para mirar por la ventana.

—¿Dónde estás? —pregunté a la nada.

Me volví lentamente y me quedé sentada en la cama con las piernas recogidas echa un ovillo. Mientras no dejaba de observar los recovecos de la casita. Estar allí me encantaba pero sentía que seguía faltando algo. Tal vez inconscientemente había esperado encontrar una nota, o alguna señal. Pero no había nada, salvo yo y el escaso pero encantador mobiliario. Bueno, por lo menos ahora sabía algo más sobre lo que había estado haciendo Tom en mi ausencia.

Los Tyler irrumpieron en ese momento en la casa, un huracán de risas y buen humor, bastó su presencia para disipar mi angustia y mi pequeña desilusión. Sonreí al verles y me puse en pie.

—Bueno —dijo Sam—, ¿Qué te ha parecido?

—Me encanta, pero si os soy sincera, para que me maraville más creo que me hace falta más información.

Los hermanos mayores alzaron la ceja izquierda al mismo tiempo. El parecido entre ellos se acentuaba mucho cuando actuaban así.

—¿De qué tipo de información estamos hablando? —quiso saber Ethan.

—Pues…—vacilé, me habían enseñado la casa, y al hacerlo se habían saltado el veto de tía May, no obstante no sabía hasta qué punto querrían llegar en lo que a omitir la verdad se refería—. No sé, no os pido que me expliquéis nada comprometedor, por llamarlo de alguna forma. Pero ya que estamos aquí, me gustaría saber cómo conocisteis a Tom y por qué quisisteis ayudarlo a reparar la casa.

Los dos chicos cavilaron durante unos segundos hasta que finalmente Jack habló en voz alta.

—Supongo que sí, ya que hemos llegado hasta aquí no veo por qué no podemos contarle eso.

Ethan asintió y Sam se echó a reír mientras aplaudía.

Salimos juntos a la balconera y nos sentamos en el suelo con las piernas colgando, mientras el sol ascendía lentamente por el horizonte.

—¿Por dónde empezamos? —preguntó Ethan.

Tomé aire y di un gran suspiro.

—Por el principio. ¿Cómo conocisteis a mi hermano?

Ethan asintió y comenzó a narrar lo sucedido.

—Verás, tal vez no nos habíamos conocido antes porque mi padre y mi madre nos enviaban todos los veranos de campamento. Y por lo que sé vosotros veníais a Alma siempre por esas fechas.

Asentí. Aquello era cierto y explicaba por qué no habíamos coincidido hasta el momento.

—No nos consideramos malos chicos —continúo Ethan—. Pero digamos que mi hermano Jack y yo somos algo gafes.

—Sobre todo tú —intervino Jack.

Ethan le dedicó una mirada cargada de resentimiento a través de las rendijas de sus ojos.

—No me mires así, solo constato un hecho —se defendió el mediano alzando las palmas de la mano.

—Ethan —dijo Sam, mirando a su hermano mayor con verdadera devoción—. No digas eso, no eres gafe. Tú eres fuerte y tienes que aprovechar eso para ayudar a los demás. Cuando crezca entrenaré muy duro para ser como tú.

—Para eso tendrás que hincharte a comer —murmuró Jack.

—Chicos, basta —interrumpí—. Por favor Ethan, continúa.

El mayor negó con la cabeza, exasperado y prosiguió.

—El caso es que hace tres veranos nos expulsaron del último campamento. Dijeron que nos habíamos metido en muchas peleas.

—Y fue un verano maravilloso —apuntó Sam—. Porque yo siempre me quedaba en casa solo, sin ellos, y eso cambió mis días de aburrimiento.

Su hermano mayor le palmeó la espalda y continuó.

—Total, que aquel verano a mi padre y a mi madre no les quedó más remedio que quedarse con nosotros. Para apaciguarlos decidimos ayudarlos en la tienda, y eso hicimos. Así no nos meteríamos en líos.

“Un día, mientras contábamos el inventario de la tienda, entró una chica. Se presentó como Gina, la sobrina del viejo Johnson. Nos dijo que había venido a Alma a pasar unos días, no conocía a nadie allí y nos invitó a tomar unas cervezas en la taberna cuando terminásemos. Por supuesto aceptamos.”

—Y a mí me dejaron en casa, recuerdo ese día —se quejó Sam.

Ethan sonrió a su hermano y le revolvió el pelo.

—Demasiado joven para beber, chaval. Cuando llegamos al bar— continuó—, la chica se sentó junto a nosotros y estuvimos charlando un buen rato. Todo estaba siendo normal, pero entonces entraron cuatro tipos con unas pintas un poco raras, no eran de por aquí. Al principio no les hicimos caso, pero en un momento dado Gina fue al baño y al pasar junto a su mesa vimos cómo le decían algo, ella les fulminó con la mirada y se metió en el aseo. Su tío estaba en la parte trasera del bar en ese momento y no vio nada. Bueno, para ser justos, nosotros tampoco le avisamos. En fin, es normal que los tíos a veces les digan cosas a las chicas, sobre todo si son guapas, y más en un local así.

“La cosa es que cuando Gina salió del baño y pasó de nuevo junto a la mesa, vi como uno de ellos le palmeaba el trasero. Ella se volvió y le pegó una bofetada. El tema debería haber quedado zanjado así, pero los cuatro desgraciados se levantaron de la mesa con la intención de pegar a la chica. Por supuesto, fue cuando nosotros intercedimos.”

—Que conste —interrumpió Jack—, que yo avisé al viejo entonces, o por lo menos lo intenté, le grité para que saliese de la trastienda y echase a esos imbéciles. Pero para cuando salió Ethan ya le había asestado un par de puñetazos al que tocó a Gina y lo había noqueado. Los otros tres se iban a abalanzar sobre él, así que me lancé a la pelea antes de explicarle la situación a Johnson. Pero a pesar de que nosotros somos fuertes, nos superaban en número.

—Jack —amonestó Ethan— ¿Quieres dejarme terminar de contar la historia?

—Bueno, perdona —bufó el mediano poniendo los ojos en blanco.

—Después de noquear al primero, como dices tú —recalcó Ethan—, quedaban tres. Y nosotros solo éramos dos. La pelea se nos fue un poco de las manos y no recuerdo cómo fue pero acabamos en la calle. Aquellos tíos eran duros, no me había encontrado nunca con tanta resistencia —rió ante aquel recuerdo—. El caso es que Jack y yo estábamos agotados y aquellos tres seguían presentando batalla. La verdad es que nos estaban dando una buena. Y en aquel momento apareció tu hermano. Solo vi que intercedía en la pelea tratando de calmarnos a todos. Obviamente no dio resultado. Y en medio del barullo uno de aquellos imbéciles le asestó un puñetazo.

—¡Dios mío! —exclamé tapándome la boca con los ojos como platos. La idea de que alguien agrediese a Tom me horrorizaba.

—Tranquila—dijo Ethan—, eso fue lo único que tu hermano necesitó para ponerse de nuestra parte. Peleamos codo con codo, como si nos conociésemos de toda la vida, fue una pelea épica —mientras lo decía los ojos le brillaban de emoción—. En diez minutos la lucha terminó con nosotros como únicos vencedores.

—Ya ves —murmuró Jack—, para lo que sirvió…

—A la mierda con eso, Jack —increpó Ethan—. No eran buenas personas y lo sabes.

—No digo eso, pero ya viste lo que conseguimos, ¿no? El viejo Johnson nos culpó de todo, no quiso escuchar ni a su propia sobrina y la mandó de vuelta a la ciudad. Menos mal que el Sheriff sí la escuchó y no nos metió a todos en el calabozo. Eso por no hablar de papá, si no llega a ser por Tom, que abogó por nosotros, estaríamos muertos.

Recordé entonces que cuando estuve en el local del señor Johnson, se quejaba de unos chicos. No les dije nada, porque no quería que se molestasen más con aquel hombre, aunque se lo mereciera, bajo mi punto de vista.

—¿Y después de eso? —quise saber.

—Ya lo has oído —dijo Ethan—. Fuimos a casa para que mi madre nos curase las heridas, y tu hermano nos salvó del sermón y del probable castigo. Entre una cosa y otra cayó la noche y Tom tuvo que quedarse a dormir en casa. Lo pasamos bien. Nos contó que había estado en casa de Cyrus llevándole unas cosas y que por eso había pasado por la taberna, cuando nos vio.

Asentí. Estaba al corriente de que Tom había hecho de recadero para tía May cuando Cyrus enfermó.

—Después de aquello —explicó Jack—, cada vez que venía al pueblo nos hacía una visita. Nos gustaba tu hermano Lor, hicimos muy buenas migas en poco tiempo. Por eso nos extrañó que desapareciese tan de repente, aquellos últimos días…

—Jack —avisó Ethan— para, no sigas.

El joven asintió avergonzado y torció el gesto.

—¿Pasó algo, verdad?— dije taladrando a Ethan con la mirada.

—Sí —se limitó a decir.

—Tengo que saberlo.

—No es el momento de que te lo contemos. Tu tía lo hará en el momento oportuno. Además, ya nos hemos pasado trayéndote aquí. No queremos cabrear a May ¿verdad? Porque podría prohibirnos que siguiésemos ayudándoos con la rehabilitación de la finca. Y queremos estar allí. Por si averiguamos algo o podemos evitar que te ocurra algo a ti.

—A mí no me va a pasar nada —protesté—. En casa estoy segura, sé que Tom no estaba en la finca cuando desapareció.

—Bueno es que lo sepas, para que no salgas de noche.

—¿Pero por qué? Vosotros tampoco pisáis la montaña de noche, contadme el motivo.

Los chicos me observaron extrañados con los ceños fruncidos.

—¿No conoces las leyendas? —preguntó Sam.

¿Otra vez con aquello?

—No, mi madre nunca nos las contó. Mi tía cree que debería conocerlas pero se abstiene, no quiere cabrear a mamá.

—Pero Tom…—dijo Sam antes de que Jack le tapase la boca silenciándolo.

—¿Qué pasa con Tom?

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841 s. 2 illüstrasyon
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9788418587320
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