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Capítulo II
Reestructura de la familia y parejas contemporáneas
La familia no es sólo una institución simplemente reproductora: es una de las principales instituciones nutricias y una unidad legal y económica, y muchas veces religiosa. La familia es el lugar donde se sirve a la continuidad cultural mediante la educación.
Malinowsky, 1975, p. 98.
Familia tradicional mexicana: herencia y vigencia
Siguiendo a Tuiran (1993), los mexicanos asignan a sus familias la prioridad de un 85% sobre otros aspectos de su vida, al trabajo un 67%, a la religión 34%, a la recreación 28%, amigos 25%, y política 12%. La importancia que asignan a la familia se ve influenciada por las concepciones arraigadas que definen a este grupo como unitario, amoroso, comprensivo, etcétera.
En su generalidad, la familia es determinante en la búsqueda y conquista de nuevas esferas externas como la escolar y laboral, ya que “aunque la familia sea un grupo más o menos cerrado, siempre tiene conexiones con procesos sociales genéricos que incorporan a sus miembros a la vida en sociedad y que establece una conexión de lo particular a lo general y viceversa” (Tello, 2007, p. 19).
Algunos señalamientos han indicado que los esquemas de familia en México se caracterizaron y reprodujeron, al igual que en otros países, por un imperante conservadurismo religioso que impuso pautas de conducta y obligaciones a los miembros de su sociedad, basadas principalmente en el sexo, la edad y la pertenencia a un estatus social, que a su vez eran determinadas por el sistema de justicia que las regía a través de códigos civiles y manuales de buenas costumbres.
Partiendo de la legitimación religiosa, a partir de la adopción de la religión cristiano-católica y bajo las normativas de redención-consagración, en colindancia con las normas jurídicas que en un momento dado se definían como vigentes, se entablaron preceptos organizativos que definieron la asignación de derechos y obligaciones y, con ello, surgió un esquema aprobado de familia conocido como Modelo arquetípico de la familia nuclear conyugal, el cual prevaleció como unidad organizativa de la sociedad por periodos prolongados y fue generando, con el paso del tiempo, rupturas y desniveles entre las relaciones de los sujetos, mismos que eran acreedores de sanciones o reconocimientos, según su cumplimiento.
Nateras (2015) contextualiza a la familia mexicana tradicional en un marco de hegemonía dominante, al referir que ésta puede generar atributos de antidemocracia y autoritarismo hacia sus miembros, con lo que es prematura la aparición de diversos procesos de violencias. Por su parte, acota Tuiran (1993) que este modelo posee características que le dan particularidad en torno a jerarquías y grados de unidad en la familia.
Esquema 1. Modelo arquetípico de la familia nuclear conyugal y sus principales características
Fuente: elaboración propia con base en Tuiran (1993).
Siguiendo al autor, “el modelo descrito se presenta usualmente como la norma de lo que es o debe ser la familia, el patrón contra el cual se juega el comportamiento desviado” (Tuiran, 1993, p. 71).
Sobre estas consideraciones, a la par que se describe la figura de este modelo nuclear conyugal se advierte también su reconfiguración y transición con el paso del tiempo y las generaciones, por lo que hoy día los académicos pueden advertir su conmutación, permanencia, o bien destacar ciertos elementos combinados, por ejemplo, algunos marcan la existencia de la gran brecha que existe actualmente entre la idealización de este modelo y las prácticas que se desarrollan en diversos contextos, disipando hábitos que permanecieron constantes en cierta época y que hoy día han mutado, ya sea sutil o drásticamente.
Por lo tanto se dice que el arquetipo de la familia nuclear conyugal fungió como dirigente de la sociedad mexicana en un lapso de tiempo prolongado; sin embargo, los ajustes inherentes que el ser humano crea a partir de sus necesidades y medios para satisfacerlas, dieron lugar a modalidades emergentes de uniones y desuniones.
En la actualidad, existen estudios que reflejan que una proporción importante de las familias en México no se ajusta a este modelo, lo cual dilucida que en la dinámica colectiva “no puede hablarse de un modelo ‘tipico’, sino de un panorama pluriforme” (Tuiran, 1993, p. 72).
Modelos optativos
Diversas transformaciones de índole socioeconómica, cultural y demográfica han contribuido a multiplicar los arreglos familiares y a consolidar formas nuevas y viejas de organización familiar.
Tuiran (citado en Aguilar e Inzúa, 2009).
Una de las diversificaciones más notables en la actualidad se refiere a las crecientes labores que promueven la equitativa división de tareas entre hombres y mujeres, las cuales han permitido que ambos sexos se desempeñen en actividades económicas y se promueva “una mayor aceptación del trabajo femenino” (Tuiran, 1994, p. 68). La situación laboral de las mujeres ha emprendido una reconstrucción de legislaciones, al respecto Fernández (2007) acota que:
En las últimas décadas, la figura masculina ha dejado de fungir como la proveedora por excelencia. La paridad en la contribución económica e incluso el hecho de que en ocasiones sean las mujeres quienes aportan más, trastoca el modo en que, tradicionalmente, se había diseñado el poder al interior de la vida en pareja y familiar. (p. 12).
Asimismo, en la década de 1990 ya se contemplaban ciertos procesos de cambio relativos a la organización de la familia. Estrada (1990) refiere que “podemos ver cómo, en cierta medida, la exigencia social y cultural cada vez presiona más para que el intercambio de roles masculinos y femeninos sea mayor y se lleve a cabo en terrenos más amplios” (p. 38).
La transición a los modelos optativos significa que “la familia nuclear arquetípica, formada por el padre, la madre y los hijos –como modelo de familia occidental dominante de los tiempos modernos–, ha evolucionado constantemente conforme a las condiciones socio-culturales” (Tello, 2007, p. 16).
De la misma forma, “las familias tradicionales, con el hombre como jefe de familia, fueron el prototipo en la época de dominio patriarcal. Sin embargo, en los últimos años este tipo de familias ha disminuido seis puntos porcentuales” (Tello, 2007, p. 16).
Concretamente, los estudios especializados en el papel de las mujeres son conocidos como estudios con perspectiva de género, los cuales describen la transformación de tareas que desempeñan hoy día. Sobre todo en las grandes metrópolis se habla de una autosuficiencia manifiesta que se traduce en el desempeño de diversas actividades paralelas, mismas que sobresalen tanto en el hogar como en la esfera escolar, laboral y presencia pública. La responsiva familiar dirigida por mujeres es un hecho innegable en las sociedades de la Ciudad de México y en otros estados, razón por la cual las legislaciones políticas se han visto obligadas a responder hacia esta vorágine de implicaciones con algunas de las más conocidas reformas:
1 Apoyo alimentario a madres jefas de familia, hoy llamada Ley que establece el derecho a recibir un apoyo alimentario a las madres solas de escasos recursos residentes en el Distrito Federal (Gaceta Oficial del Distrito Federal, 2008).
2 Programa seguro de vida para jefas de familia (Diario Oficial, 2007).
Estas legislaciones se especializan en el papel familio-social que desempeñan las mujeres, en su mayoría por ser separadas/divorciadas, viudas, o estar en estado de abandono, así como aquellas mujeres cuyo cónyuge no tiene empleo, es discapacitado o con enfermedad incurable, es adulto mayor, o bien está periódicamente fuera del hogar.
En torno a las labores de crianza, adecuación y fortalecimiento de los lazos afectivos se dice que “es cada vez más frecuente encontrar familias monoparentales en las que se acepta al padre como capaz de responsabilizarse de la crianza de los hijos” (Tello, 2007, p. 16). Por tal motivo, “ahora hablamos de familia nuclear, extensa, recompuesta, monoparental, heterosexual, homosexual, e incluso de la formada por una sola persona” (p. 16).
Otro material de consulta ineludible en estas aproximaciones es la Revista de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (hoy Ciudad de México), núm. 23, donde en un artículo titulado “¿Desaparece la clásica familia mexicana?”, se establecen diversos aspectos sobre la situación relacional y composición familiar.
Refiere Martínez (2014) que en el país han surgido cambios conforme a las nuevas dinámicas y los roles que han adquirido los individuos de la sociedad debido al crecimiento de los divorcios, al aumento de la esperanza de vida, la disminución de la tasa de natalidad, la incorporación de las mujeres al mercado laboral, la legalización de los matrimonios entre personas del mismo sexo y los avances científicos que a su vez dan lugar a nuevas formas de reproducción humana, así como el desarrollo de técnicas de fertilización.
Sobre este contexto, alude a los dos tipos de vínculos que definen la relación de los individuos en las familias y sociedades modernas:
Esquema II. Vínculos.
Fuente: elaboración propia con base en Martínez (2014).
El autor del artículo acude a datos del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI, 2010) para revelar que los hogares familiares son, en un 77.7%, dirigidos por hombres y un 22.3% por mujeres. Señala que en la Ciudad de México el porcentaje de mujeres jefas de familia ha aumentado, incluso hasta alcanzar el 31%.
Gráfica 1. Dirección del hogar en la Ciudad de México.
Fuente: elaboración propia con base en Martínez (2014).
Por otro lado, se ha incrementado el modelo de familia monoparental en un 18%, el cual es aquel que se conforma por sólo uno de los cónyuges y los hijos(as); en algunos casos también pueden ser parte de él otros miembros como abuelos(as), tíos(as) y otros integrantes sin relación consanguínea, mientras que el modelo biparental permanece en un 64.5%.
Gráfica 2. Tipo de hogares.
Fuente: elaboración propia con base en Martínez (2014).
Según estos datos, la Ciudad de México concentra el 24% del total de las familias lideradas por uno sólo de los cónyuges, seguido de Morelos con un 20.9%, Guerrero con el 19.7%, Nuevo León con 15.2% y Quintana Roo con 15.4%. Tello (2007) ha señalado también que “el divorcio y la liberación femenina trajeron como consecuencia, entre otras cosas, la aceptación social de las familias monoparentales” (p. 16).
Gráfica 3. Entidades con mayor número de familias monoparentales.
Fuente: elaboración propia con base en Martínez (2014).
Por último, se acota que las familias monoparentales se caracterizan por ser encabezadas por mujeres en su mayoría (84% de los casos), razón por la que la complejidad gira en torno a ser las responsables del cuidado-atención de los hijos y laborar para la manutención económica. Paralelamente, ha surgido también el modelo de la familia conformada por personas del mismo sexo. “Organizaciones en pro de la diversidad sexual estiman que en el país el 0.9% de las familias (250 000) están conformadas por homosexuales” (Martínez, 2014, p. 21).
Si bien la representación social que se tiene en México de la familia sigue siendo determinante, hay una parcela de la sociedad que se inclina por una convicción alterna y diversa; las prioridades en los jóvenes se despegan (acorde al contexto) de los ideales de formar una familia y casarse, por mencionar también el desinterés en criar hijos a temprana edad y como prerrequisito para formalizar la unión. Esto, a su vez, conforma un entramado social que define a nuevos sujetos de estudio y, por ende, contextos teóricos para explicitar problemáticas que en esta esfera se manifiestan.
Muestra explícita de lo anterior lo reflejan las siguientes cifras reportadas por el INEGI (2010), de acuerdo con las siguientes categorías:
1. Estado conyugal. Muestra la diferencia porcentual de hombres y mujeres respecto a unión o separación, contrastando los años 2000 y 2010. En el año 2000 se registró un 54.1% de hombres “casados/unidos”, cifra que disminuye en el año 2010 con un 53%. En cuanto a “separación/divorcio” se tiene similitud en la proporción: en el 2000 existían el 3.2% y en 2010 incrementan al 5.1%.
Lo correspondiente a mujeres, en el 2000, 48.5% estaba “casada/unida” a diferencia de un 47% en 2010. En cuanto a “separación/divorcio” aumenta de un 7.5% a un 9.4%, respectivamente. Se aprecia, entonces, el reflejo estadístico que exhibe las transformaciones en torno a la vida en pareja, interpretaciones que arrojan una disminución de uniones en ambos sexos y un incremento del porcentaje en las separaciones.
2. Tasa bruta de nupcialidad. Se contrastan el año 1970 con 7.0; año 2000 con 7.0 y el 2012 con 5.0. De tal forma, mientras que la nupcialidad indica los matrimonios registrados en un determinado tiempo en los habitantes de un territorio, se aprecia una notable disminución de los mismos.
3. Divorcios. Incremento reflejado en indicadores: 1980: 4.4; 1999: 6.6; 2003: 11.0; 2012: 17.0.
Al respecto, Martínez (2014) señala que datos oficiales reflejan que de 2000 a 2008 se multiplicaron los divorcios 1.8 veces en el país, en tanto que los matrimonios disminuyeron 0.8 veces.
En esta posición estadística, organizacional, familiar y de parejas, es palpable el cambio en la realidad social de algunas entidades de México y el reflejo de un momento marcado por la adquisición de nuevas estructuras familiares. Hoy día la sociedad ha optado por elegir un modelo distinto al nuclear conyugal, donde la Iglesia y el Estado, principalmente, regían sus principios y conductas; tanto hombres como mujeres han quitado importancia –mas no eliminado– al matrimonio, mientras que las uniones existentes han optado por la separación y el uso de nuevos acuerdos de convivencia y reproducción.
Un cambio representativo como éste no debe universalizarle; sin embargo, denota aspectos genéricos de percepciones y acciones que rigen actualmente las coordenadas y fórmulas en las relaciones de pareja.
Coordenadas y fórmulas
La pareja moderna no tiene nada que ver con el matrimonio tradicional, sino que, por el contrario, está motivada por la sexualidad y la afectividad, factores que el matrimonio no tenía en cuenta o eran secundarios.
Fernández, 2014.
En un marco comparativo sobre la relación de pareja premoderna y moderna, Fernández (2014) apunta significativas descripciones de ésta en torno a sus procesos y ajustes inmersos en la sociedad, afirmando que la pareja moderna es el producto de un proceso de individuación en los seres humanos, propiciando uno de los ejes evolutivos más importantes de su historia. Dicha individuación es contraria a las relaciones de pareja premodernas, las cuales se definían únicamente por medio del matrimonio (civil y eclesiástico).
En esta vicisitud, refiere el autor que se incorporaron elementos que el matrimonio tradicional no tomaba en cuenta o eran secundarios, tales como la sexualidad y el afecto, mismos que se antepusieron a los elementos irrevocables que las familias de los miembros de la pareja imponían anteriormente con el fin de establecer alianzas entre ellas y condicionar la unión, generalmente motivadas por intereses económicos y de estatus social o político. Tomando estas consideraciones y apreciando una transformación en los elementos de la pareja y su constitución, define a la relación de pareja como “la unión convivencial entre dos individuos por motivos de atracción sexual y vinculación afectiva decidida de forma libre y voluntaria”.
Rescatando elementos de su concepto, se destacan para su apreciación:
Unión
Convivencia
Dos individuos
Atracción sexual
Afecto
Libertad
Voluntad
El análisis de Fernández en esta dimensión de su artículo, intenta mostrar una sociedad donde las relaciones de pareja han dejado de ser, en gran parte, un asunto decisivo de las familias entre sí, o un trato de intereses y condicionantes para la convivencia, para ser entonces una decisión libre y voluntaria entre dos personas para unir sus vidas, razón por la cual la concepción de pareja que se vislumbra en la actualidad ha incorporado otros aspectos motivacionales.
Otro autor importante del tema tratado es Melero (2008), quien en un marco explícito de las dinámicas y calidad de las relaciones de pareja, apunta que éstas están determinadas tanto por las características individuales de quienes las conforman, como por el contexto sociocultural en el que se desenvuelven. Concibe así un contexto sociocultural enfatizado en la prevalencia de la individualidad por parte de cada miembro, misma que prioriza los logros personales más que los logros de la relación en su conjunto, tales como la solvencia económica, el éxito laboral, una sobrevaloración personal y la anteposición de deseos propios.
Por otro lado, el autor muestra un escenario diverso de relaciones de pareja en la actualidad, mismo que es resultado de una mayor complejidad sociocultural, razón por la cual estima que ofrecer una definición que acapare todas las formas de relación implicaría una excesiva generalización debido a las características que las integran y definen.
Dichas diferencias importantes en relaciones diversas van desde la sexualidad hasta aquellas que se articulan en “parejas casadas, con cohabitación, parejas de hecho, parejas divorciadas que se reagrupan con hijos de diversos matrimonios, etc.” (p. 100): por lo tanto, Melero (2008) considera la relación de pareja como “la unión de dos personas entre las que existe un deseo de unión exclusiva y un proyecto de vida en común con un claro sentimiento de compromiso entre ellos” (p. 100), afirmando que diversos especialistas coinciden en que es el compromiso lo que las caracteriza como pareja.
Tomando su concepto, se constituye una definición aproximada de lo entendible en cuanto a las relaciones de pareja, por lo que se distinguen elementos que, más allá del marco jurídico civil con que se estudian, unifican aspectos comunes que dan lugar a una conjugación del significado.
Dichos elementos son:
Unión
Dos personas
Deseo de unión exclusiva
Proyecto común
Sentimiento de compromiso
Por otro lado, de acuerdo con una investigación del Instituto Politécnico Nacional (IPN) denominada Género y amor: principales aliados de la violencia en las relaciones de pareja que establecen los estudiantes del IPN, realizada en el año 2012, se describe a la pareja como la “forma de relación que implica un acuerdo legal o consensual entre dos personas para el intercambio erótico-afectivo, haya o no cohabitación; es sostenida por un fuerte vínculo sexual y amoroso” (p. 5). De este concepto, se extraen los elementos:
Forma de relación
Acuerdo
Dos personas
Erotismo y afectividad
Haya o no cohabitación
De esta manera, si se integran todos estos elementos, se puede apreciar la siguiente red que permite colocarse en un plano conceptual de lo que se entiende por una relación de pareja a partir de diversos enfoques disciplinares.
Esquema III. Relación de pareja.
Fuente: elaboración propia con base en Melero (2008); IPN (2012); Fernández (2014).
Desde este enfoque, se parte de una concepción genérica de lo que significa establecer relaciones en pareja con elementos que han persistido con el paso de las generaciones, pero que también se han desplazado por añadidura de otros, mismos que otorgan un carácter fluctuante, diverso e innovador, como por ejemplo los acuerdos y que exista cohabitación o no, y es justo esta incorporación lo que atribuye diversas ramificaciones de las relaciones de pareja como las siguientes.
Domingo (2003) ofrece un atractivo universo diversificado de la multitud de cambios que ha vivido la cultura occidental, donde han surgido diversas formas de establecer la vida en pareja, aludiendo a que muchas de las uniones existentes “no siguen los esquemas de lo que tradicionalmente se ha entendido como pareja” (p. 9).
Por esta razón, y pensando en la variedad de cambios que han sufrido las relaciones sentimentales a lo largo de los últimos años, muestra una recapitulación de experiencias que confluyen en las siguientes categorías teóricas, mismas que fueron ilustradas con fotografías reales que se estrechan a las características documentadas por la autora, las cuales fueron donadas voluntariamente por quienes aparecen en ellas, en una solidaria y atenta muestra de coparticipación para la producción de este capítulo.