Kitabı oku: «¡Viva Cataluña española!», sayfa 8
A partir de 1933, bajo la presidencia de Julio Díaz Camps, que había sido miembro de la Comisión de Propaganda de la Unión Patriótica del Distrito IV, la Peña Blanca aumenta su actividad. Mantienen su oferta cultural, con veladas poéticas, teatro y bailes, e invitan a dar conferencias en su local a figuras del pensamiento reaccionario español como José María Pemán, Ramiro de Maeztu o el canónigo integrista José Montagut.
La ideología monárquica de la Peña Blanca no pasa desapercibida a las autoridades republicanas. En julio el Gobierno Civil había requerido el registro de socios, las actas y la contabilidad. Como veremos, en agosto de 1932, tras el fracaso de la Sanjurjada, les cerrarán el local y, hasta el 31 de octubre, no se les levantará la clausura. La sede será de nuevo clausurada el 23 de julio de 1933, a raíz de un supuesto complot, esta vez hasta finales de agosto. En septiembre mudan de local a la Rambla de Cataluña 86.
Ese año la Brigada Social, en un informe sobre la Peña Blanca dirigido al gobernador civil, explicita que eran 220 socios de «ideas monarquizantes y de acentuada actuación de extrema derecha tradicional» y que siguen las orientaciones de Derecha de Cataluña, el partido que formarán los alfonsinos. Está relación la dejarán clara en los nuevos estatutos que presentan a la autoridad en enero de 1934.
CONFABULADORES Y PISTOLEROS CONTRA LA REPÚBLICA9
El elegante Café Restaurant Mirza, inaugurado en 1930 en el paseo de Gracia, se ha convertido en una especie de cuartel general de los alfonsinos, sobre todo hasta que abran su sede en el mismo paseo.10 En este distinguido local esperan, una noche de septiembre de 1931, tres monárquicos alfonsinos, el capitán aviador Alfonso María de Borbón y León, marqués de Esquilache y primo de Alfonso XIII, y dos dirigentes locales, José Bertrán Güell y el aristócrata, industrial y abogado Pedro Bosch-Labrús y Blat. Tienen una cita con otros personajes del mundo ultra. Pronto aparecen por el local el conde de Valdellano, representante del sector más ultra e integrista del carlismo, y los ibéricos Juan Sabadell y Francisco Palau. Se trata de una reunión conspirativa para estudiar cómo derribar la República. En ella se habla de crear las condiciones para que militares afines puedan realizar un pronunciamiento. Los ibéricos formulan tres condiciones para apoyar el supuesto golpe: que los paisanos salgan armados, que a los que intervengan se les dé a posteriori colocación y que a las familias de los que resulten heridos o muertos se les ayude económicamente. Todos se muestran de acuerdo y se emplazan para un nuevo encuentro.
No es la primera reunión de este tipo que mantienen alfonsinos e ibéricos. Los alfonsinos empezaron a conspirar contra la República desde los primeros días de esta. Su objetivo es ayudar a implantar una dictadura militar que permita la restauración monárquica. En Barcelona, los primeros aliados que encontraron fueron los ibéricos. A pesar de su evolución política criptofascista, los ibéricos solo encuentran compañía en el mundo reaccionario. Andan disminuidos, «han perdido las tres cuartas partes de sus efectivos» pero «conservan los más valiosos de estos».11 A finales de abril habían constituido un comité revolucionario formado por Francisco Palau, Antonio Correa, Enrique Ponz, José Catalá de Bezzi y Benito Belén Patricio, un tarragonés, de ideas monárquicas, empleado de Riegos y Fuerzas del Ebro, que acabaría militando en el PNE.
Francisco Palau seguirá liderando la Peña Ibérica. Está empleado como ingeniero en Cementos Sansón, una cementera situada entre Sant Feliu de Llobregat y Sant Just Desvern. Durante la semana laboral reside allá, pero también mantiene un piso en Barcelona. Seguramente había conseguido el trabajo gracias a su amigo Domingo Batet, gerente en la misma cementera, que a su vez había sido colocado por un tío suyo, consejero delegado de la fábrica. Se trata de una empresa con fuerte presencia del Libre; su delegado sindical había sido Fausto de la Peña Asó, dirigente catalán de la Confederación Nacional de Sindicatos Libres y hermano de Gaspar, destacado miembro de la Peña Ibérica. Todo queda en familia.
En mayo, José Bertrán Güell y Pedro Bosch-Labrús entraron en contacto con ellos. Uno de los primeros acuerdos fue intentar atraer a elementos obreros a la causa. Desarticulados y perseguidos los Sindicatos Libres, optaron por crear una nueva organización, la Federació Obrera Catalana (FOC). No se hará realidad hasta meses después.
En enero de 1932 haría su presentación pública la FOC. Se encarga de su organización Ángel Sabador Roldán, un propagandista y exdirigente libreño. Los alfonsinos son los encargados de aportar el dinero necesario para ponerla en marcha. La entidad obrera trató de disimular su cercanía a los Libres, aunque este hecho no pasó desapercibido para la CNT, que pronto los acusó de amarillismo. Hizo gala de un cierto catalanismo y su publicación FOC contenía artículos en castellano y catalán. En su manifiesto de presentación se definen como una organización de «tipo profesional que tengan desterradas de su seno las ideas políticas y las filosóficas, porque las confesionalidades y el politicismo actúan de fuerza disolvente, mientras el profesionalismo y la cuestión económica representan el aglutinante». Sobre la cuestión catalana afirman que «el anhelo autonomista es admitido por la organización como una exaltación de amor a la tierra nativa y de mejoramiento económico, pero sin que represente pérdida de la trabazón nacional». Pidieron el voto favorable al Estatut.
En la junta del nuevo organismo obrero figuran inicialmente ibéricos, pero seguramente sus manifestaciones catalanistas no fueron de su agrado. Acabaron presentando la dimisión «por la actuación equívoca de algunos de sus componentes». Las luchas internas consumieron el proyecto. En junio, Ángel Sabador sería sustituido en la dirección por Antonio Clavé Alvira, otro libreño, antiguo administrador de La Razón, con un perfil más ultra. La CNT lo acusaba de haber sido pistolero al servicio de la Catalana de Gas y de estar implicado en un intento de atentado a Azaña. El cambio se notó, volvió el tono violento, polémico y demagógico típico del Libre. Como presidente figuraba el monárquico Enrique Bieto Coll, que se presenta como ingeniero de Telefónica, un antiguo upetista que se pasará al albiñanismo. Otro de los dirigentes era el panadero Lázaro Casanovas Mas, otro exlibreño, acusado en su día de malversación de fondos del Comité Paritario de Panadería.
El proyecto fue un fracaso, atrajo a muy pocos obreros, algunos católicos y unos pocos carlistas; no salió pues del nicho habitual de la extrema derecha. Tras la marcha de Sabador, la actividad decayó. La FOC iría malviviendo. Los exdirigentes del Libre como Clavé y otros también la abandonaron. En 1935 sería duramente atacada por Ramon Sales y los suyos. Acabaría recalando en la católica Confederación Española de Sindicatos Obreros, de la que Sabador se convertirá en uno de sus dirigentes.
Mientras, las reuniones conspirativas siguen. Se ha formado una junta revolucionaria más amplia. La preside el aristócrata alfonsino Jesús María de Iraola y Palomeque y forman parte de ella Francisco Palau y Enrique Ponz por la Peña Ibérica, Bertrán y Bosch por la Peña Blanca, Llanas de Niubó y Poblador representando a los carlistas, aunque no oficialmente, y Juan Sabadell. A principios de 1932 los dos representantes de la Peña Ibérica se declaran incompatibles con Sabadell, que había empezado a poner en marcha Concentración Española, de la que pronto hablaremos.
De momento, los encuentros clandestinos no se han concretado en ninguna acción. Los ibéricos empiezan a tejer nuevas alianzas. Hartos de conspiraciones de salón optan por buscar personal más belicoso y aguerrido. Sin dejar sus contactos con los alfonsinos, contactan con antiguos dirigentes del Libre con los que no han perdido nunca la relación. Uno de ellos es Jaime Fort Santa, extrabajador del Banco de Barcelona que había participado en la reorganización del Sindicato Libre Profesional de Empleados de Banca y Bolsa y había sido miembro de la ejecutiva del Libre desde 1923. En 1926 era presidente del CADCI intervenido. En agosto de 1931 trabajaba en la delegación provincial del Ministerio de Trabajo. Otro es Basilio Bel Mateo, exdirigente del Sindicato Libre Profesional de Empleados y Obreros de La Catalana de Gas y Electricidad.
Ibéricos y exdirigentes libreños se encargan de ir recuperando a viejos pistoleros. Muchos malvivían sin trabajo porque eran objeto de boicot sindical por su pasado, algunos se habían pasado a la delincuencia común, otros vivían recluidos por miedo a la venganza del Sindicato Único y estaban los que se habían marchado de Barcelona por ese mismo motivo. Algunos pasaban el día en los círculos tradicionalistas jugando a cartas; allí se sentían protegidos y respetados. A veces les encargaban guardias en iglesias y conventos o los llamaban para hacer de esquiroles durante alguna huelga, también había quien hacía de guardaespaldas para personalidades de la derecha y de servicio de orden en mítines carlistas y de otras fuerzas ultras. A decir de los jonsistas, los Sindicatos Libres habían quedado pulverizados y juzgaban que «el desecho en él es considerable, menudean entre sus antiguos componentes los confidentes y los pistoleros mercenarios».12
Son pistoleros como Pedro Rodríguez Sánchez, alias Sargento Malacara, que durante la República había sufrido diversos arrestos por atraco y por proferir gritos monárquicos. En enero de 1933 resultará muerto en un confuso tiroteo en el que también murió un guardia civil. O como dos manresanos implicados en el atentado contra Pestaña de 1923 y otros tiroteos, como eran Juan Pladevila Cucurull, alias Juan de la Manta, un ferroviario cuarentón, e Isidre Miguel Viñals, que había sido presidente de los Sindicatos Libres de Manresa. También rescataron a Juan Gascón Talón, con un largo historial desde 1921 de tiroteos, amenazas y agresiones, acusaciones de tenencia ilícita de armas y asesinatos e ingresos en prisión. Él mismo fue objeto de un atentado por pistoleros del Único en 1923, del que salió vivo por poco. Con la proclamación de la República huyó a Valencia, donde sería detenido en septiembre de 1931 por su implicación en el asesinato de Layret. Pasó una temporada en la cárcel, pero nada se pudo probar. Se quedó en Barcelona. Parece que trabajó en el gimnasio de Carlos Comamala, a quien tendremos ocasión de conocer, pero acabó mal con él y en diciembre de 1932 interpuso una reclamación ante los tribunales laborales contra el gimnasio.
Sería Jaime Fort el encargado de ir a Madrid para tomar contacto con una nueva conspiración en marcha, uno de los múltiples complots tramados en esos meses en el extranjero por monárquicos exiliados. Se pretendía atentar contra una alta personalidad de la República para producir un caos que sirviera de excusa para sacar el ejército a la calle y tomar el poder. Se piensa en asesinar a Niceto Alcalá-Zamora y Manuel Azaña, presidente de la República y del Consejo de Ministros respectivamente. Se forman dos grupos de acción, uno en Barcelona, liderado por el propio Jaime Fort, y otro en Madrid, encabezado por Miguel Lahoz Burillo, un señalado pistolero del Libre que había huido de Barcelona. En Madrid se había colocado de fogonero y fue tesorero del Sindicato Libre de Panaderos, siendo denunciado posteriormente por desfalco. En mayo de 1931 había sido detenido en el marco de investigaciones sobre las actividades del Libre. Lahoz es el encargado de repartir el dinero que personajes anónimos aportan al complot, seguramente alfonsinos y otros ligados al PNE.
El complot va cogiendo forma. Se ultima un plan. El lugar escogido es Valencia, donde ha de llegar el presidente Alcalá-Zamora el 6 de abril de 1932 desde Palma de Mallorca. Tiene previsto recorrer las calles. La idea es provocar algunos altercados al paso de la comitiva oficial para, aprovechando la confusión, atentar contra el presidente. Como el entierro se habría de realizar en Madrid, el resto de la banda de pistoleros aprovecharía la asistencia del Gobierno al sepelio para asesinar a Azaña.
El 4 de abril Palau baja de la cementera a Barcelona. Jaime Fort le ha convocado a una reunión urgente en casa de Feliciano Baratech Alfaro, periodista y viejo líder del Libre. Fort le comunica que cuenta con los ibéricos para actuar en 48 horas, coincidiendo con el atentado previsto. Palau critica la premura de tiempo y exige que se los arme con ametralladoras y granadas, como les habían prometido, y no con las pistolas oxidadas que ha visto que estaban limpiando la mujer de Baratech y Juan Gascón. Fort no está para réplicas, le contesta «arréglatelas como puedas, pero hay que asaltar la Generalitat tan pronto salgan las tropas a la calle». Le confiesa que las órdenes vienen del general Barrera, que será el que se pondrá al frente del movimiento en Barcelona.
También se apunta el carlista Rupert Lladó Oller, dependiente de comercio y fundador del Sindicato Libre, que promete aportar hombres y armas. Seguramente ha sido contactado por Palau, ya que Lladó vivía en Sant Feliu de Llobregat, municipio en el que trabaja Palau. Además, se movilizan algunos militares retirados. Los ibéricos quedan a la espera de órdenes.
Jaime Fort marcha a Madrid con un maletín cargado de pistolas ametralladoras que han conseguido en Barcelona. Las armas las ha suministrado un subcabo del Somatén que además se ha encargado de falsificar las guías. Según Palau, tres de las cinco pistolas del maletín eran suyas.
El día 5 de abril se confirma desde Valencia que todo está listo. Lahoz envía a la ciudad del Turia a un pistolero con dinero y el maletín con armas que ha traído Fort de Barcelona, pero a su llegada a Valencia nadie le espera, no puede contactar con los desplazados anteriormente; parece que se han rajado. Al día siguiente regresa a Madrid. Se frustra el atentado. La orden de salir a las calles no llegó nunca a Barcelona.
Los implicados esconden el maletín. No desisten. El día 12, en el Teatro Español está previsto el estreno de La Corona, obra de Manuel Azaña, y se piensa que también asistirá Alcalá-Zamora. Es un buen momento para intentarlo de nuevo. Se avisa a Barcelona. Llegan a la capital Basilio Bel y otro pistolero, el joven murciano José Ruiz Mateos. Puede que también Juan Pladevila y José Ferrer Grau, otro hombre de acción que había sido secretario del Sindicato Libre Profesional de Albañiles y Peones. El día 12 se reúnen con Miguel Lahoz en la plaza Santa Ana, cerca del teatro, pero se sienten vigilados y se retiran. Efectivamente la policía les sigue los pasos desde hace días. Esa noche detiene a Lahoz. En los días siguientes se producen más arrestos y registros. Se descubre el maletín con las armas. Algunos de los detenidos confiesan, otros amenazan con hacerlo si no reciben el dinero prometido. Las investigaciones llegan a Barcelona. Se detiene al pistolero Juan Pladevila y a algunos de los implicados en la adquisición de las armas. Días después son arrestados Basilio Bel y José Ferrer. Según la prensa, «en el complot intervenían cerca de diez pistoleros y se disponía de unas doscientas pistolas».13
A pesar de este fracaso, las conspiraciones continuaron. Había otra más importante en marcha. El 9 de agosto de 1932 el comandante de Ingenieros César Gimeno Suñer, gentilhombre de Su Majestad, que en su día había sido responsable de la Unión Patriótica en Barcelona y presidente del Grupo Alfonso, avisa a José Catalá de Bezzi, bien relacionado con los alfonsinos, para que los ibéricos se concentren esa noche. Así lo hacen, se reúnen en el Mirza, junto con algunos monárquicos, pero la llamada que esperan no llega. Parece que no llega para nadie en Barcelona.
NI REPERCUSIÓN, NI AMBIENTE: LA SANJURJADA EN BARCELONA14
La madrugada del 10 de agosto de 1932 estalla un movimiento militar. Es un intento de golpe de Estado. Es un absoluto fracaso. Solo en Madrid, Sevilla y Jerez tiene alguna repercusión. El golpe era un secreto a voces. A fines de julio ya se había detenido a algunos conspicuos conspiradores como los generales Emilio Barrera, Luis Orgaz y otros. A principios de agosto se había registrado la sede del PNE y de la revista Acción Española en Madrid y se había detenido a medio centenar de albiñanistas y carlistas, a los que se les habían confiscado armas.
En Barcelona, ya el día 7 de julio se había detenido al conde de Valdellano, presidente del Círculo Tradicionalista, y a Estanislao Rico en la imprenta de El Correo Catalán. Según informaba el jefe de la Policía «tuvo noticias de que por parte de determinados elementos se intentaba provocar una algarada» y añadió «que parecía se habían comprometido elementos de derecha y otros, quizá por aquello de que muchas veces los extremos se tocan». Además, los Mossos hicieron un despliegue extra en la plaza de la República, antigua de Sant Jaume, porque «habían tenido confidencias de que un grupo extremista se proponía hacer una manifestación contraria a la Generalidad». Se hablaba de una fantasiosa conspiración carlista-faista. El Gobierno sabía que algo se tramaba, pero daba palos de ciego.
El día 10 amaneció tranquilo en Barcelona. La Vanguardia informa que «La sedición no ha tenido en Barcelona repercusión ni ambiente. La ciudad hizo su vida normal, en un ambiente de expectación, pero a la par de serenidad y calma». En los cuarteles barceloneses hay calma total. El gobernador civil decreta la suspensión de El Correo Catalán y Reacción y anuncia detenciones, aunque descarta ramificaciones del movimiento en Barcelona. Por la tarde, una manifestación de adhesión al régimen republicano recorre las Ramblas. A la noche la Guardia de Asalto ha de cargar contra los manifestantes que tratan de asaltar el Círculo Tradicionalista del paseo de Gracia.
Esa misma tarde han empezado las detenciones. La Brigada Social realiza batidas en medios alfonsinos y carlistas. También son arrestados algunos militares retirados. Entre los que ingresan en el calabozo hay algunos clásicos del mundo ultra barcelonés, como René Llanas de Niubó, a quien encuentran un fusil, y el comandante retirado Carlos López Manduley, líder del ilegal PNE. Las detenciones siguen en los días siguientes.
No iba desencaminada la policía. La derivación barcelonesa del intento de golpe estaba dirigida por Jesús María de Iraola, al que ya hemos visto conspirando con los ibéricos, y formaban parte de esta «López Manduley [...], un hijo del general Despujol, Justo Sanjurjo, hijo del general del mismo nombre, y Sánchez Cañete, [...] el cual estaba designado para el cargo de gobernador civil de esta provincia y Julio de Lasarte Pesina [Pessino], quien habría de ser jefe de Policía y el cual murió la víspera», además de René Llanas de Niubó, que es quien lo explica. Seguramente no iba mucho más allá de este grupillo, aunque las detenciones se extendieron.
El día 20 es detenido José María Poblador, director de Reacción, a la vez que el Ministerio de Gobernación suspendía la publicación del semanario y lo multaba. Se le considera cómplice del «movimiento sedicioso». Junto a él es detenido otro periodista, José María Roura Guillamet, director de Defensa Patronal, carlista y antiguo militante de los Sindicatos Libres. Además, se ordena la clausura de la Peña Ibérica, que en realidad no tenía sede, la Peña Blanca y todos los círculos tradicionalistas de Barcelona.
Algunos de los arrestados salieron pronto a la calle, pero otros pasaron meses en prisión, detenidos a disposición del ministro de Gobernación. Fue el caso de Poblador. Ello a pesar de que intercedieron por él sus compañeros del Sindicato Profesional de Periodistas y los carlistas, que el día 29 piden al gobernador civil que autorice la reapertura de los círculos tradicionalistas clausurados y que ponga en libertad a Poblador y a Llanas de Niubó, que también seguía encerrado. Nada consiguieron.
Aunque fueron objeto de represión, los carlistas barceloneses no habían participado en el complot. El carlismo barcelonés tuvo contactos con la trama. Miquel Junyent, jefe regional, se había entrevistado con alfonsinos llegados de Madrid, pero el carlismo catalán recelaba, pues veían que el final previsto del golpe hubiera sido una república de corte autoritario o la restauración en el trono de la dinastía «usurpadora». Además, no les pillaba en buen momento, con parte de sus líderes desde julio en prisión y sumidos en una profunda crisis interna, con un crecido sector españolista, crítico con la dirección de Junyent y proclive a entenderse con los alfonsinos no solo en lo electoral, sino también para conspirar contra la República. Este clima enrarecido había hecho que la Junta Regional aplazara la asamblea prevista en Barcelona por miedo a la división.
La Generalitat no levantaría la clausura a los círculos carlistas hasta octubre. Ese mismo mes, el día 7, ponía en libertad a Poblador, aunque Reacción no sería autorizada a reaparecer hasta noviembre. También en octubre, el día 31, se levantó la clausura de la Peña Blanca. Con cierto cinismo, su presidente, Manuel Valdés, afirmaba que desconocían el motivo de la clausura y que les extrañaba porque la entidad nunca «se había salido de su espíritu de fomentar los estudios sociales y de cultivar los deportes».15 Todavía quedaban dos presos, René Llanas de Niubó y Carlos López Manduley.
El día 3 noviembre, una comisión formada por representantes de entidades estudiantiles, en las que incluso figuran las secciones escolares de organizaciones independentistas, se entrevistan con el rector para pedir la liberación de René Llanas de Niubó, que estudiaba Medicina.16 El rector les dio cuenta de las gestiones realizadas, que habían resultado nulas. Destaca que hasta organizaciones independentistas se preocuparan por un compañero, aunque fuera un ultraespañolista.
La situación de prisión de Llanas de Niubó fue aprovechada por la candidatura Dreta de Catalunya, que ya conocemos, formada por carlistas y alfonsinos de cara a las elecciones de noviembre. En la lista de candidatos de Barcelona-Provincia figuraba Llanas de Niubó, presentado como estudiante de Medicina, publicista y preso gubernativo.
Sería liberado poco antes de las elecciones. El día 10 de noviembre René Llanas de Niubó era puesto en libertad. Junto con él salía de la prisión militar de Montjuïc el comandante retirado Carlos López Manduley.
UN FIEL A ALBIÑANA EN BARCELONA: EL COMANDANTE CARLOS LÓPEZ MANDULEY
Tras la proclamación de la República, el PNE estaba desmantelado y su líder supremo desacreditado. La fama de violentos los aleja de las nuevas organizaciones monárquicas. El 12 de mayo Albiñana ha sido detenido por los desmanes de sus legionarios durante los primeros meses de 1931. Al día siguiente la Junta Suprema del PNE, sin informar a su líder, anuncia que «ha desaparecido totalmente el referido partido político». Albiñana no saldrá de la cárcel hasta diciembre de 1931. Es entonces cuando, con ayuda de antiguos seguidores y algunos aristócratas, inicia una campaña de relanzamiento del PNE, que no será legalizado hasta febrero de 1932; sin embargo, por sus virulentos ataques en la prensa y sus encendidos discursos subversivos será de nuevo detenido en mayo de 1932 y confinado en una remota aldea de la comarca de Las Hurdes.
En Barcelona la situación no es mejor; el partido no tiene ninguna visibilidad pública ya desde antes de la proclamación de la República. Aunque hubo ibéricos que se quedaron en el partido, como el arquitecto Matías Colmenares o el comerciante Manuel del Castillo, la ruptura con la Peña Ibérica los había dejado tocados. El PNE inició la captación de nuevos militantes sin mucho éxito. En febrero de 1931 afirmó tener 7.500 militantes en la provincia de Barcelona, cifra del todo exagerada. En Barcelona ciudad, ni en sus mejores tiempos, pasaran de 300 militantes.
Como habían afirmado los ibéricos al marchar, se trata de un grupo que hacía oposición de casino, formado básicamente por militares retirados y profesionales. Su líder local no da el perfil de «legionario de España». El comandante retirado Carlos López Manduley, que pasaba ya de la cuarentena, no era precisamente un ejemplo de hombre de acción. Tampoco era un buen orador, aunque sí respondía al perfil de españolista visceral y al de militar africanista retirado que tanto abundaba en el PNE. Eso sí, lo encontraremos implicado en todos los complots monárquicos y golpistas que se produzcan.
Carlos López Manduley17 había nacido en La Habana en 1887. Su padre era un coronel de artillería destinado en Cuba, donde casó con la hija de una importante familia de hacendados, los Manduley Salazar. Con la independencia de la isla caribeña la familia regresó a España. Este hecho debió de dejar huella en un Carlos adolescente. Siguiendo la tradición familiar, ingresó en 1906 en la Academia de Infantería de Toledo. El 1909 se licenciaba como teniente. Ese año tuvo su primer contacto con la Ciudad Condal, pues participó en el contingente encargado de reprimir la sublevación de la Semana Trágica. Su siguiente destino fue Melilla. Intervino en la defensa de Nador, lo que le valió una medalla. En 1911 se casó en Segovia con la hija de un médico militar. Pasa un año destinado en Madrid y en 1913 es enviado de nuevo a Barcelona, donde actúa como fiscal militar. En 1914 regresa a Melilla. En 1915 ya es capitán, siendo destinado de nuevo a Barcelona. Realiza trabajos administrativos y es profesor de la Academia de Cabos, Sargentos y Suboficiales. En 1917 participa en la represión de la huelga general. No descuida los negocios. En 1919 figura como delegado regional en Cataluña de La Previsión Agrícola, empresa de seguros de ganado constituida por importantes ganaderos y algunos militares.
En 1923, tras el golpe de Estado, es nombrado delegado gubernativo del partido judicial de La Bisbal, cargo desde el que es encargado de controlar los ayuntamientos y la vida política de su zona. Pronto se distingue por su política anticatalanista, obligando a las entidades del partido a redactar sus escritos en castellano. En 1924 es de nuevo enviado a Marruecos, en este caso a Ceuta, donde participa en algunos combates. En 1926 regresa con permiso a Barcelona. Se le declara de reemplazado por enfermedad. Recibe destino en Granollers. Tras realizar un cursillo se hace cargo de una compañía de ametralladoras en Barcelona. En 1928 es ascendido a comandante por antigüedad. En 1929 es nombrado jefe del Servicio Nacional de Educación Física, Ciudadana y Premilitar del partido judicial de Sabadell, un organismo creado por la Dictadura para adoctrinar militarmente a los jóvenes antes de ser llamados a filas. El comandante era el encargado de dirigir los programas de instrucción premilitar, de pronunciar conferencias patrióticas sobre temas «como los deberes del ciudadano respecto de España (amor a la Patria, al rey, disciplina, subordinación, obediencia, constancia, honor, lealtad, probidad, valor, exactitud y puntualidad en las obligaciones)». Se trataba de desarrollar entre los jóvenes de Sabadell una «educación moral», «la exaltación del amor a la patria» y «todo aquello que tienda a hacerles orgullosos de ser españoles». El Servicio pretendía «militarizar a la sociedad civil» creando un «nuevo ciudadano» y «mejorar la raza». Era una especie de Frente de Juventudes avant-la-lettre. Su actividad cesó en enero de 1931 con la caída de la Dictadura.18 En Sabadell, Manduley fue bien recibido por los partidarios de la Dictadura y junto con algunos empresarios locales fundó el Sporman Club, con objetivos parecidos a los del Servicio que dirigía. De hecho, en la ciudad vallesana pronto tuvo delegación el PNE. En abril de 1931, proclamada la República, se acogió a la ley Azaña y pidió su retiro.
De familia militar, repatriado de Cuba, combatiente en Marruecos, represor en Barcelona, adoctrinador españolista en Sabadell y firme anticatalanista, no importaba que no fuera hombre de acción, tenía perfil para dirigir a los albiñanistas en Barcelona.
Tras su participación en la Sanjurjada, el PNE tiene su local de Madrid clausurado, sus actividades prohibidas y a su líder supremo, el doctor Albiñana, desterrado. En Barcelona también está descabezado. Su organizador en la Ciudad Condal, el comandante López Manduley, no saldrá de prisión hasta noviembre de 1932. El albiñanismo no levantará cabeza hasta 1933.
CAMUFLANDO EL ALBIÑANISMO: LA PEÑA NOS Y EGO19
El 11 de junio de 1933, en el segundo segunda de la calle Provenza 250, se han dado cita los socios de una nueva entidad, la Peña Nos y Ego. Se presentan dieciocho asociados que eligen presidente al abogado, periodista y escritor Pablo Sáenz de Barés, al que hemos conocido como promotor del Comité de Acción Española. La entidad, de «fines exclusivamente culturales y deportivos», afirma en sus estatutos que en caso de hacer alguna conferencia de carácter político «solo será consentida en el terreno puramente doctrinal, pero no en la lucha de partidos o de regímenes, cuyas discusiones estarán siempre prohibidas en el local social». Se trata de una absoluta hipocresía.
En realidad, la Peña Nos y Ego es una tapadera del PNE. Había presentado sus estatutos en el Gobierno Civil el 29 de mayo de 1933 y habían sido legalizados al día siguiente. El PNE no había tenido la misma suerte. Carlos López Manduley, por la Comisión Organizadora del PNE de Barcelona, había presentado la documentación en marzo de 1933. La Dirección General de Seguridad contestó que, dada la actuación del PNE, que ha obligado a clausurar su local en Madrid, «no procede aprobación de los estatutos». Como veremos, el partido albiñanista no será legal en Barcelona hasta noviembre. Ante la imposibilidad de legalizar el PNE en Barcelona, se optó por crear una entidad tapadera. En las paredes del local lucían pósteres con motivos deportivos y carteles de corridas de toros. Es la forma de disimular su actividad política. Las iniciales de la Peña Nos y Ego coinciden con las del PNE.