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A partir de 1933, el PNE crece, también en Barcelona. El destierro en Las Hurdes del doctor Albiñana ha vuelto a poner en el foco de los medios a su histriónico líder. La derecha lo ha convertido en un mártir de la República. A pesar de ello no será liberado hasta agosto. Sus encendidos discursos y su actitud pendenciera atraen a admiradores de la Dictadura de Primo de Rivera, a exmilitantes de la Unión Patriótica y a ultras que buscan refugio en el PNE tras el fracaso de los proyectos en los que han participado.

Algunos de los que se suman son el reducido grupo barcelonés afín al Cruzado Español, organización clandestina que había creado en Madrid el teniente coronel retirado Emilio Rodríguez Tarduchy, un ferviente primorriverista, que con la Dictadura había sido instructor del Somatén y uno de los dirigentes de la Junta de Propaganda Patriótica y Ciudadana y ya con la República había dirigido La Correspondencia Militar, dándole un toque radical. La mayoría son militares retirados y somatenistas, pero también hay algún joven, como el barcelonés de 21 años José Fernández Ramírez. Hijo de padre zaragozano y madre valenciana, Fernández Ramírez se había convertido desde joven en un ferviente españolista y un virulento anticatalanista. Había militado en la Juventud de Unión Patriótica siendo un adolescente. Atraído por la milicia intentó ingresar en el Ejército, pero no pasó las pruebas. Trabajaba como ayudante del maestro Demetrio Rodríguez Andrés, que había abierto un colegio particular tras haber ejercido de director de las escuelas de la Agrupación Obrera de la Unión Patriótica. Se encargaba de acompañar a los alumnos a sus casas y de ayudarlos con sus deberes. Pronto se convertirá en el secretario de López Manduley.

También se acercan al albiñanismo comerciantes, abogados, funcionarios y trabajadores de empresas estatales. Por ejemplo, el vicepresidente de la Peña Nos y Ego, Santiago García Barbero, era comerciante, y el secretario, Enrique Bieto, al que hemos visto en la dirección de la FOC y que acabará en 1935 en Juventud de Derecha de Cataluña, trabajador de Telefónica. Según nuestros cálculos, sobre un centenar de militantes albiñanistas de los que conocemos su profesión, un tercio eran militares, la mayoría retirados, un 20 % provenían del sector comercial, un 15 % eran empleados y funcionarios, un 10 % profesionales liberales y otro 10 % industriales, comisionistas o agentes de bolsa. También hay policías y dos sacerdotes. Los obreros son anecdóticos.

Aunque la mayoría de la militancia tiene ya una edad, también se han acercado algunos jóvenes. En lo que coinciden los nuevos militantes del partido albiñanista es en su fanático españolismo y su feroz anticatalanismo. El PNE barcelonés hace de ello su principal bandera y seguramente ese es su principal atractivo. En ellos debía pensar el falangista Fontana cuando escribía: «Barcelona, como todas las ciudades españolas, tenían un sector de lo que yo llamaría “españolismo profesional”, chabacano y romo, que ofrecía blanco abundante para las divertidas sátiras del Be Negre» (Fontana, 1951: 20).

El PNE será un auténtico vivero para los grupos de extrema derecha de la ciudad. Muchos de los militantes españolistas que conocemos y conoceremos pasaron en algún momento u otro por el albiñanismo. A la vez se convirtió en partido refugio, recogió a militantes de proyectos españolistas frustrados. Por el partido pasarán, entre 1930 y 1934, más de trescientos militantes.

Tras el fiasco de la Sanjurjada, la derecha se dividió entre los que se decantaban por una vía sediciosa, por preparar un nuevo golpe de Estado, y los que planteaban una vía electoral y parlamentaria; un breve ejemplo de estos en Barcelona fue Concentración Española.

ESPAÑA-REPÚBLICA: CONCENTRACIÓN ESPAÑOLA20

Carteles pegados en algunas calles de Barcelona anuncian un acto españolista en el Teatro Bosque para la mañana del domingo 16 de octubre de 1932. Se trata de la presentación en sociedad de un nuevo partido: Concentración Española. La afluencia de público es escasa. Ni de lejos se llena el teatro. El primero en tomar la palabra es el jefe del nuevo partido, el veterano periodista Antonio Bermejo Muñoz. Se trata de un antiguo anarquista, de origen madrileño, pasado al republicanismo radical. Hombre de acción, había sido detenido en diversas ocasiones en la primera década del siglo en manifestaciones y tumultos. Como periodista había dirigido en 1907 el semanario ¡Are més que may!, situado en el ala más españolista del lerrouxismo. Como sindicalista había figurado en la comisión de huelga de los tipógrafos en 1913. Se alejó de todo ello durante la Dictadura. Le siguen en el estrado el abogado Eduardo Stern, al que ya conocemos como upetista y excandidato monárquico en 1931, Manuel Palacio, otro antiguo militante radical, e Ismael Márquez Cubero, otro abogado, de origen cordobés y excombatiente en guerras coloniales.

En sus parlamentos exponen su programa: sostener el nombre de España por encima de todo, amor a Cataluña como la tierra en que viven o han nacido y unidad de la patria. Se presentan como republicanos, ni de derechas, ni de izquierdas, para «españolizar Cataluña». Su lema «España-República». Y para ello apelan a los, según ellos, 400.000 españoles nacidos fuera de la región que hay en Cataluña. Su objetivo es movilizar con un discurso españolista a los inmigrantes no catalanes de Barcelona de cara a las elecciones autonómicas de noviembre de 1932.

Los oradores se ven interrumpidos en diversas ocasiones por los gritos y pataleos que llegan desde la platea. Se trata de un grupo de nacionalistas catalanes que tratan de reventar el acto. A pesar de ello, el mitin prosigue, hasta que explota un petardo en el patio de butacas con la consiguiente confusión y alarma. El delegado gubernativo decide suspender el acto. Hay tres detenidos. No ha sido la presentación en sociedad que esperaban.

Los primeros pasos para formar Concentración Española se habían dado en septiembre de 1932. A partir del fracaso de la Sanjurjada, un sector del españolismo de extrema derecha trata de jugar la baza republicana y la vía electoral. Para ello busca aliados entre otros sectores españolistas de la ciudad: republicanos radicales desengañados con su partido y miembros de las casas regionales. De esta unión surgirá Concentración Española que, según sus estatutos, acata la República y nace para defender a los «no nacidos en Cataluña». Eligen como jefe del partido a Antonio Bermejo, al que acompañan en la dirección los abogados Ismael Márquez, Eduardo Stern y Juan Sabadell, del que ya conocemos su larga trayectoria ultra, del carlismo al integrismo para pasar en 1930 al mellismo y la Peña Ibérica, amén de colaborador de la publicación España Católica y conspicuo conspirador antirrepublicano hasta que rompió con los ibéricos. Tras su paso por Concentración acabará recalando, como otros, en el PNE. También figura como vocal en la junta el ebanista Rafael Martínez García, sindicalista del ramo de la madera, pero de firmes ideas españolistas, que más adelante, como tendremos ocasión de ver, se acercará a la Falange.

El 30 de septiembre de 1932 salía el primer número de su órgano de prensa con el original título de Concentración Española. La publicación se presentaba con un ¡Viva Cataluña española! Además de explicitar su programa, la publicación no hace ascos a cierto populismo cuando habla de eliminar impuestos o de podar los altos sueldos políticos. Se muestran muy críticos con «Esquerda» Republicana, como denominan al partido de Macià, y con la Generalitat, a la que acusan de estar creando un miniestado. Más virulentos son los artículos contra los partidos independentistas.

Aclaran que no es partido de castellanos, sino de españoles, y que defienden el castellano, pero no son contrarios al catalán. De hecho, publican algún artículo en catalán, en el que afirman «no som aquells espanyolistes d’Albiñana»; ellos se consideran españoles, pero no españolistas. Se consideran «la guardia montada para vigilar que Cataluña autónoma no se convierta en Cataluña separatista». Aceptan el Estatut, pero muestran su disconformidad con su aplicación.

Pero las divisiones habían empezado pronto. A los seis días de constituida Concentración Española un pequeño grupo disidente, impulsado por Daniel J. Hermosilla Torre, presidente de la fantasmagórica Confederación Interregional Hijos de Iberia, que curiosamente obtuvo una efímera fama «por la campaña que realizó defendiendo la causa del país catalán a raíz del plebiscito pro Estatuto», crea Confraternidad Española. Cuelga carteles en la ciudad en los que llama a los españoles de otras regiones a una reunión para el mismo día que Concentración tenía previsto su mitin de presentación.

Concentración publica un extra de su revista donde denuncia el confusionismo que pretenden crear los escindidos. Además, deciden aplazar su presentación para el día 16 de octubre, la que conocemos en el Teatro Bosque. Como hemos visto, el mitin no fue bien. Escaso público e incidentes. El día 24 de octubre volvieron a intentarlo. Se convoca otro acto en el Cine Triunfo. De nuevo poco público. En él insisten en la necesidad de «la unión de los no catalanes residentes en Cataluña, para presentar un frente único en las próximas elecciones». De nuevo se reprodujeron los incidentes, pero esta vez se pudo finalizar el acto. El día 29 volvieron a programar un acto de propaganda en Pueblo Nuevo.

Pero el confusionismo sembrado por Confraternidad seguía. El 9 de octubre se había constituido oficialmente el Partido Republicano Confraternidad Española, formado por «ciudadanos de las distintas regiones españolas no nacidos en Cataluña». No llegan al centenar. Pero la escisión, a su vez, pronto tuvo sus propios problemas internos y el 27 del mismo mes su presidente denunció en el juzgado por desfalco a algunos «individuos que habían pertenecido a la comisión organizadora del partido». Confraternidad Española ya no levantaría cabeza. Unos volvieron a Concentración y los restos del partido acabarán ingresando, en noviembre de 1934, en el Partido Agrario Español.

Para añadir desconcierto a la situación, paralelamente a estos partidos nació la Unión de Regionales de Cataluña. El 26 de octubre anunciaba su constitución. El primero de noviembre escenifican su presentación con un acto también en el Teatro Bosque. Los oradores afirman que su «única finalidad es defender los derechos y los intereses de los regionales que viven en Cataluña». La misma cantinela.

También los radicales contaron en estas elecciones en su candidatura con dirigentes de casas regionales que tradicionalmente habían sido cercanas al lerrouxismo. Además, en alguno de sus mítines utilizaron el argumento de que los no nacidos en Cataluña se podían convertir en ciudadanos de segunda y convocaron actos para aragoneses y gallegos en los que intervinieron diputados radicales de esas regiones.21

Hubo sectores de las casas regionales que reaccionaron y criticaron duramente la utilización política que se estaba haciendo de los no nacidos en Cataluña. La Casa de Valencia, el Centro Cultural Gallego y cerca de un centenar de inmigrantes publicaron en la prensa un manifiesto en el que se quejaban de «que esta floración espiritual del sentimiento regional despierte al ruido de una cercana lucha electoral». Afirmaban que

contra ciertas propagandas anticatalanas, de quienes indebidamente sé dicen representar a los regionales no catalanes, todas las colonias de estos están plenamente identificadas con el pueblo catalán y por ello debemos pronunciarnos políticamente dentro de los partidos políticos dé arraigo en esta región, sin estar autorizadas agrupaciones que para fines personalistas llevan como banderín de enganche el nombre sagrado de nuestras tierras nativas.

Finalmente, Concentración y la Unión confluyeron en una lista electoral para las elecciones catalanas. Los resultados fueron ridículos. Bermejo, el más votado, se quedó en unos trescientos votos, el resto no llegaron ni a doscientos.

A partir de aquí, el partido, como tantos otros de la extrema derecha, fue languideciendo. Su publicación no volvió a ver la luz. Abandonaron el partido los sectores más derechistas. En septiembre de 1935 todavía subsistía un pequeño núcleo de Concentración, sin actividad alguna. Pero, como veremos, sus juventudes, creadas en noviembre de 1933, tendrán un carácter menos ambiguo.

Ismael Márquez y Eduardo Stern, sin renunciar a colaborar con el PNE y otros proyectos ultras, acabaron en otra fuerza reaccionaria, más numerosa y bien financiada, que se estaba reestructurando, la alfonsina Derecha de Cataluña.

MONARQUIZANTES Y REACCIONARIOS: DERECHA DE CATALUÑA22

El salón de fiestas del Hotel Ritz, haciendo gala de su elitismo, está lleno ese 22 de enero de 1933 de miembros de la aristocracia barcelonesa y de gente bien de la ciudad. Aunque se trataba de un banquete íntimo, se han reunido unas doscientas personas, que han recogido sus invitaciones en la Peña Blanca, organizadores del acto. Se disponen a escuchar a una de las estrellas del alfonsismo político, el exministro y exmaurista Antonio Goicoechea.

Desde que llegó en el expreso de la mañana no ha parado. Misa, aperitivo en el local de la Peña Blanca, traslado al Hotel Ritz, donde recibe algunas visitas. Tras la comida asiste a una conferencia en el Círculo Tradicionalista del Distrito I en la que el publicista Gonzalo Pardo propugna la unión de todas las fuerzas monárquicas «por el lazo de las ideas y de las doctrinas y por el dolor, por el sacrificio y por el entusiasmo, dejando a Dios, en su sabiduría infinita, la resolución y esfumación» de las pequeñas diferencias. Requerido por los asistentes, Goicoechea tomó la palabra. Afirma sus coincidencias con lo planteado.

Ahora, tras el banquete de homenaje que ha recibido, Goicoechea se dirige a los comensales. Defiende a la Iglesia católica y la monarquía y afirma que

para lograr la consecución de sus ideales y obtener la federación de las derechas españolas propugna el establecimiento de un régimen de justicia entre los nacionales y revisar el texto constitucional, ligándose entre sí las derechas, pero las derechas auténticas, no las falsificadas y suplantadoras, porque dentro del régimen actual, no hay derechas ni posibilidad de haberlas.23

Aquí está el quid de la cuestión; Goicoechea ha militado hasta entonces en Acción Popular, el partido católico dirigido por Gil Robles, ha liderado su ala monárquica y más derechista. Ahora, este sector ha decidido separarse de un partido que se ha declarado dispuesto a acatar la legalidad republicana. Consideran que Acción Popular, con su gradualismo, ha renunciado a derribar la República. En septiembre de 1932, en una reunión en París entre alfonsinos exiliados y del interior, se ha decidido la creación de un partido propio, el que será Renovación Española. Tienen la aquiescencia de Alfonso XIII. Goicoechea está en Barcelona para presentar el nuevo proyecto político y recabar adhesiones.

Al día siguiente Goicoechea sigue en Barcelona. Nueva misa y nueva visita a un círculo carlista, esta vez el de Sarrià. Goicoechea considera a los tradicionalistas sus aliados naturales en la nueva federación de derechas que quiere construir. Esa tarde se reúne en la Peña Blanca con los dirigentes alfonsinos. El objeto es dejar sentadas las bases del nuevo partido en Barcelona. Las propuestas de Goicoechea son bien recibidas por los alfonsinos barceloneses. Hasta ahora la vía conspirativa ha sido un fiasco y la electoral otro. Es el momento de reorganizarse. Esa misma noche regresa a Madrid.

El 9 de febrero de 1933 se constituirá oficialmente Renovación Española bajo la presidencia de Antonio Goicoechea. En su lema dejan claros sus reaccionarios objetivos: Religión, Familia, Orden, Trabajo y Propiedad. Se convierten en el partido de la aristocracia, de los terratenientes y los financieros, de los que aspiran a volver a mandar restableciendo la monarquía. Desde el primer día conspiran para derribar la República; serán los grandes financiadores de las tramas golpistas.

Ese mismo mes ya funciona una comisión organizativa del nuevo partido en Barcelona. A finales de marzo presentan la documentación en el Gobierno Civil. En Barcelona han decidido utilizar otro nombre; quizá Renovación Española es demasiado evidente, así que optan por recuperar la denominación que han utilizado en la candidatura conjunta con los carlistas en las pasadas elecciones. Se llamarán Derecha de Cataluña, o Dreta de Catalunya, ya que frecuentemente utilizan su denominación en catalán y acostumbran a publicar la propaganda electoral tanto en castellano como en catalán. En su escudo figurará san Jorge matando al dragón.

En su junta encontramos a dos antiguos miembros de la Comisión de Propaganda de la Unión Patriótica, dos publicistas de la labor del Directorio, como son Julio Díaz Camps y el abogado Santiago Torent Buxó, ligado desde joven al mundo católico y expresidente del Círculo de la Unión Patriótica del Distrito IV, además de secretario de diferentes consejos de administración. Estaba también José Bertrán Güell, al que ya conocemos, y Joaquín de Arquer. Pronto entrará en la junta Salvador Palau Rabassó.

Forman parte del partido elementos de la burguesía ennoblecida durante la Dictadura de Primo de Rivera, como el barón de Viver, el conde Montseny o Alfonso Sala, conde de Egara, pero, por su destacado papel durante la Dictadura, no en primera fila, además de destacados terratenientes como Ignacio Puig y de Pallejá o Javier de Ros y de Dalmases.

En sus estatutos aclaran su objeto: «divulgar y propagar el auténtico pensamiento español en el orden político y en el social, sobre la base inconmovible de nuestra tradición, plena de fe y de espíritu católico». Derecha de Cataluña tiene un comité de enlace con Renovación Española, en el que hay tres representantes de cada entidad. Por parte catalana son designados Javier Ros de Olano, Santiago Torent y Joaquín de Arquer. El 6 de abril hacen su constitución oficial en el local de la Peña Blanca y el 9 de mayo publican su manifiesto fundacional.

Según un informe policial de 10 de mayo, son treinta socios y la entidad tiene un «marcado matiz monarquizante y tradicionalista y de derechas». No tardarán en llegar las clausuras de la sede. El 26 de julio se cierra el local tras un registro en el que se encuentran manifiestos de Alfonso XIII. También se incauta el listado de socios. Esta vez el tema es leve, tres días después vuelven a autorizar la apertura del local. El partido monárquico está creciendo, en septiembre abandonan el local de la Peña Blanca y abren uno nuevo en Rambla Cataluña. Un año después se trasladarán a Vía Layetana, 57.

De cara a las legislativas del 19 de noviembre de 1933 los alfonsinos de Derecha de Cataluña y Peña Blanca impulsan la candidatura del Bloque Nacional de Derechas. Descartada la Lliga, que «no admite colaboración, sino supeditación absoluta», Julio Díaz Camps, presidente de la Peña Blanca y vicepresidente de Derecha de Cataluña, afirmaba que el «fuerte y sincero españolismo catalán siempre ha sido sacrificado por casi todas las derechas españolas a las conveniencias y oportunismo de la Lliga y este error trascendental, cuyas consecuencias estamos palpando, no puede repetirse ya más».24 Claman por la unidad de las auténticas derechas, pero esta vez no conseguirán sumar a los carlistas en la Ciudad Condal. A diferencia del resto de circunscripciones catalanas, en la de Barcelona-ciudad no ha sido posible el acuerdo. Los alfonsinos se presentarán solos.

La lista la encabezan dos figuras de reconocido prestigio en la extrema derecha, pero foráneas, son Antonio Goicoechea y el carlista José María Lamamie de Clairac, que, a diferencia de sus correligionarios barceloneses, sí estaba de acuerdo con el pacto y había destacado como crítico de la autonomía catalana. En la candidatura hay reconocidos alfonsinos como José Bertrán Güell, Ramón Ciscar Blasco, Juan Segú Vallet o Pedro Conde Genové y Jorge Girona Salgado, dos viejos amigos de José Antonio. También figura Alfonso Ibáñez Farrán, del integrista Centro de Defensa Social, y exmellistas como Ramon M. Condomines, que también había pasado por el PNE. La candidatura recibió el apoyo de la Juventud de Acción Española, Partit Agrari de Catalunya y Clase Media de Cataluña.

Para impulsar la campaña llegará Goicoechea, que pronunciará un mitin en el Teatro Bosque el día 12 acompañado de la plana mayor de Derecha de Cataluña. A pesar de la ruptura con Gil Robles, durante la campaña se reparten octavillas firmadas por Acción Popular, partido que no se presentaba en Barcelona, en las que se pedía el voto a la mujer católica o contra el marxismo o a favor de las derechas, con el marchamo del Bloque Nacional de Derechas grabado encima.25

La campaña no está exenta de incidentes. Escamots de Estat Català acosan a los monárquicos españolistas. En el mitin final, Enrique García-Ramal, líder de las juventudes alfonsinas, denuncia «el incidente ocurrido a unos jóvenes, durante la madrugada anterior, qué al fijar unos carteles de las derechas, pistola en mano sé los arrebataron y pisotearon y que, según dijo, iban capitaneados por una personalidad del actual gobierno de Cataluña». El día de las elecciones Derecha de Cataluña solicitó protección policial para su sede. Además, se despliega un servicio de orden formado por jóvenes del partido que lucen en su brazo el distintivo de Renovación Española, una cruz de Santiago sobre fondo verde. Será el embrión de la diminuta milicia de Derecha de Cataluña.

El resultado electoral deja mal sabor de boca entre los alfonsinos. A finales de octubre, Díaz Camps había afirmado que en «Derecha de Cataluña se está concrecionando con aceleración vertiginosa, todo el españolismo catalán, católico y monárquico, latente en una gran masa de opinión catalana independiente». Pero parece que ese españolismo latente no era tan numeroso. En Barcelona ciudad la candidatura alfonsina cosechará unos 16.750 votantes, con un máximo de 23.000 votos para Goicoechea. Era un escaso 4,58 %. Mucho menos de lo esperado por el esfuerzo realizado.

A pesar de ello, durante 1934 el partido da pasos para consolidar su espacio. En marzo afirma tener en Barcelona 850 socios. Parece una cifra exagerada. El mes anterior, el día 7 de febrero, había visto la luz la publicación Guión.26 Aunque no explicita ser órgano de Derecha de Cataluña, entre sus redactores encontramos a reconocidos alfonsinos como José Bertrán Güell, Aurelio Joaniquet, Julio Díaz Campos o María Flaquer. Tendrá una vida breve. El número 3, que se anunciaba como dedicado al dictador Miguel Primo de Rivera, será secuestrado. Varios individuos, haciéndose pasar por policías, se presentan en la imprenta donde se edita y se llevan los ejemplares. No consiguen afianzar la publicación; su número 4, del 24 de abril de 1934, será el último.

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