Kitabı oku: «Macrobiótica I», sayfa 3
EL PODER CURATIVO DE LA NATURALEZA
La Diosa Madre es el nombre genérico que utilizaron todas las culturas en el pasado y al que añadieron un nombre descriptivo del lugar geográfico y el idioma original antropológico de cada país para invocar a las fuerzas reparadoras y sanadoras de nuestra madre naturaleza. La ley reparadora que interviene en el proceso de la curación se considera una fuerza femenina porque tiene la capacidad de expandirse y reproducirse por sí sola permanentemente de forma ilimitada. Es una estructura espacial o energía cósmica consciente de sí misma y considerada por la ciencia la matriz del universo por la que han sido creadas todas las cosas. La existencia humana se reproduce siempre a través de una madre, que significa matriz y que también representa a las mismas leyes universales. Esta fuerza creadora fue venerada en el pasado en todo el mundo y esas leyes no han cambiado, siguen siendo tan actuales como el sol, el agua, la tierra, el aire… El único cambio producido es que los seres humanos nos hemos desconectado totalmente de la naturaleza en estos términos, y aunque viajemos a la otra punta del mundo para ver un paisaje nuevo, en realidad no estamos conectados con la esencia de nuestra madre tierra, el paisaje sagrado de nuestro entorno natural más próximo o la diosa madre, pues todo es lo mismo. Por eso cuando enfermamos no miramos hacia dentro para comprender cuál es el error que estamos cometiendo con nosotros mismos, sino que corremos al médico o a la farmacia buscando una solución. En nuestro interior, de forma natural e instintiva, siguen existiendo esos vínculos con nuestra madre original, aunque estén oxidados por la falta de uso.
SIMBOLISMO Y MITOLOGÍA
La mitología es uno de los pocos sistemas que han permanecido intactos a través del tiempo en la cultura occidental. A través de él nuestros antepasados fueron transmitiendo a cada nueva generación la cosmogonía del lugar, es decir, todos los conocimientos y la forma de ver y entender la parte invisible e incomprensible del universo y de la vida en su totalidad, para que nuestra mente humana racional pudiera acceder de manera abstracta. El que haya permanecido intacta a través de los tiempos se debe a su carácter totalmente abstracto y nada concreto: da lugar a infinidad de interpretaciones personales y nadie ha podido apropiársela ni manipularla, ya que esos símbolos o relatos que describen una realidad superior e invisible nos resultan totalmente incomprensibles, y todos somos conscientes de que no se expresan de una forma literal. Es cierto que no sabemos qué significa la diosa madre, la madre de Dios o simplemente la diosa o la partícula divina, como la llama la ciencia actualmente. No obstante, tal vez no es necesario saberlo, tampoco lo sabían nuestros antepasados, que identificaron esa energía cósmica creadora universal como fuente inagotable de todas las cosas, omnipresente siempre en todos los lugares del mundo visible e invisible.
Ellos tuvieron siempre claro que con la mente no se podía llegar a ella, que era imposible, y ya que de alguna manera tenían o querían acceder, o mejor dicho hacerse asequibles a ella, entendieron que solo el alma podía enfrentarse a esa energía cósmica, ya que es de naturaleza similar. Por esa razón daban tanta importancia al cultivo del alma y desarrollaron los impresionantes métodos y templos que existen por todo el mundo, y muchos más que han desaparecido, lugares especiales para despertar y entrar en contacto con el alma, casi siempre adormecida por el impacto del mundo material y su aparente absolutismo. En estos templos o lugares diseñados y construidos con el propósito concreto de sanar el alma se producían conexiones curativas mediante la invocación de esa energía sanadora o la diosa y la conexión con el alma personal, que es la diosa en nuestro ser más íntimo y puro. A través de esta selección establecida mediante invocación ritualizada, es decir, con método práctico diario, intentaban mantener el orden y el equilibrio interno-externo del ser humano sin que interviniera el consumo de producto alguno.
Nuestra cultura occidental, y más concretamente europea, ha tenido varias fuentes originales donde han confluido diferentes corrientes, unas veces influenciadas por la cultura asiática, otras árabe, otomana, sumeria, judía, hindú, china, rusa, celta, mongol, esquimal, grecorromana… Los nombres han ido variando con el tiempo, pero la esencia se ha mantenido inmutable.
Actualmente hemos perdido el contacto con esa esencia, pero no por eso ha dejado de existir ni de ser efectiva; igual que siempre, sigue actuando para las personas que quieran y sepan utilizarla. La humanidad actual no es diferente, aunque muchos están convencidos de que sí lo es. En realidad, respiramos por los mismos conductos, caminamos con las dos piernas, trabajamos con los dos brazos, dormimos en posición horizontal, comemos, bebemos, sufrimos, experimentamos alegría, enfermamos y morimos… ¿Hay alguna diferencia?
Solo nuestra mentalidad ha cambiado, se ha vuelto más materialista, nos hemos dejado poseer y convencer en nuestra mente racional por la apariencia de la materia, pero, como dicen todas las corrientes filosóficas, la mente es solo un órgano interpretativo, ni siquiera es el perceptivo de lo que nos rodea. Según aseguran los grandes sabios de la humanidad de todos los tiempos, todo lo que vemos a nuestro alrededor no es real, es ilusión, por ejemplo, como dice Buda. La prueba de que nuestra mentalidad no tiene base sólida es que las creencias a las que nos aferramos como tablas salvavidas podemos cambiarlas, si queremos, en una fracción de segundo, porque no son nada más que pensamientos a los que hemos decidido dar mucha importancia. Incluso podemos hacerlo en menos tiempo, si así lo decidimos, pues sabemos que el pensamiento viaja más rápido que la velocidad de la luz —300 000 km/s—. Según la física, esta velocidad es la única constante invariable que se produce en el universo; en cambio, no podemos modificar o reparar nuestro cuerpo físico a esa velocidad.
La frase «El que no revisa, observa y aprende de las experiencias del pasado está obligado a repetir los errores eternamente» expresa claramente esta idea que quiero transmitir sobre nuestro pasado ancestral y nuestra mentalidad actual, que deberían fusionarse, no desconectarse. El tiempo no es un concepto lineal como nuestra mente nos dice, es decir, no se trata de una línea recta donde el pasado va quedando atrás, el presente es ahora mismo y el futuro no existe porque está por venir… La física nos explica que es una espiral multidireccional y cíclica; de hecho, la teoría ecuacional de la mecánica cuántica asume que podemos vivir o interactuar en diferentes dimensiones a la vez, aunque nuestra mente racional no lo registre. Según los físicos, el concepto del tiempo solo existe en nuestra mente.
Con esta introducción quiero mostrar que las enfermedades las generamos nosotros mismos al no tener nociones claras de cómo alimentar, mantener y reparar nuestro propio organismo. El hecho de no saber cómo preservar nuestra salud nos justifica para autorizar a otras personas a que lo hagan por nosotros y depositamos nuestra salud en sus manos. Puede suceder que esos profesionales a los que hemos encargado que se ocupen de nosotros y de nuestra salud nos orienten bien y sepan cómo hacerlo, de forma correcta, pero también puede ocurrir que no conozcan en profundidad nuestro ser íntimo y total, ni cómo producir esos procesos de cambio en nuestro interior. Nadie lo puede producir por nosotros, como nadie puede respirar, sentir o comer por nosotros.
Los sistemas aplicables en el proceso de curación no deberían alejarse ni un milímetro de los procesos de la naturaleza porque pertenecemos a ella, es nuestra madre, somos una síntesis de toda la naturaleza.
Lo que está afuera está dentro, el microcosmos
es un reflejo del macrocosmos, lo que está arriba
es igual a lo que está abajo.
HERMES TRIMEGISTOS
El conocimiento de las leyes naturales más importantes que actúan en la reparación y mantenimiento de nuestro organismo debería ser uno de nuestros objetivos en la vida, ya que es la clave de la conservación y el buen funcionamiento de nuestro cuerpo, algo imprescindible para vivir; de su correcto mantenimiento y prolongación dependen nuestra salud y toda nuestra vida.
Hombre, conócete a ti mismo y conocerás
el universo y a los dioses.
ORÁCULO DE DELFOs
Se considera un error introducir en el cuerpo sustancias que nada tienen que ver con ninguno de sus procesos vitales y naturales. Lo agreden, lo intoxican y no pueden rescatarlo de la enfermedad porque no poseen ningún principio universal reparador. También es un error agredir a la naturaleza como lo estamos haciendo, abusando, contaminando hasta extremos de autolesionarnos a nosotros mismos y provocarnos enfermedades, algo que, si tuviéramos una conciencia más despierta, no haríamos.
Para concluir, me gustaría indicar que distinguimos dos áreas bien diferenciadas: «la enfermedad», o interrupción del fluir natural de los procesos del organismo, y «la medicina», del tipo que sea, ya que, aunque existen varios métodos, si arrancan de la misma raíz universal, todas confluyen en ese punto que he venido exponiendo, donde el único objetivo es restablecer el orden natural interrumpido. Estas dos áreas son campos muy diferentes que no debemos confundir, aunque el objetivo solo es uno: la salud. Pero para repararlo, hay que conocer con precisión la enfermedad.
Las mismas fuerzas poderosas de la naturaleza con nombres simbólicos, descriptivos de sus funciones, siguen vigentes actualmente, aunque les demos la espalda todo el tiempo. Podemos invocarlas porque viven y están en cada uno de nosotros, como siempre se hizo en el pasado, a través de todas las culturas y civilizaciones. El objetivo es mantenernos conectados a ellas y dejarnos afectar e influenciar por esas leyes cósmicas para mejorar nuestra salud, que abarca la totalidad de nuestra vida y que debería ser una prioridad.
Los textos que mostraré en este libro pretenden ir en esa dirección: aportar unas bases adquiridas a lo largo de la experiencia de años de observación y estudio conviviendo cada día con la naturaleza, la medicina y la salud, tres áreas que, si logramos fusionar de forma correcta, nos proporcionarán el equilibrio que buscamos. Aunque no sea fácil, creo que debemos intentarlo.
Capítulo 02. LA FILOSOFÍA ORIENTAL Y EL YIN Y EL YANG
LA FILOSOFÍA ORIENTAL
No pretendo mostrar en esta obra toda la información sobre la filosofía oriental, ya que esta es muy extensa, compleja y demasiado abstracta. En ella se basan todas las teorías, metodologías y aportaciones que se presentan en este trabajo, razón por la que se hace imprescindible mencionarla, ya que, por ser conceptos desconocidos en el lenguaje de nuestra sociedad, es básico encontrar paralelismos dialécticos que nos ayuden a comprenderla mejor. Muestro, pues, solo una pincelada para centrar y ordenar todos estos conceptos que quiero señalar como parte de una propuesta de cambio en nuestra alimentación, salud y vida.
Una de las intenciones de la filosofía oriental es estimular la reflexión y el cuestionamiento de los grandes temas de la humanidad que nos afectan, así como desarrollar nuevas habilidades cognitivas que difieren bastante de las habituales en nuestra sociedad occidental. Esta filosofía busca, de este modo, que adquiramos una nueva forma de pensar más crítica y constructiva en cuestiones que no estamos acostumbrados a asumir en términos de autorresponsabilidad, como en las áreas de la salud, la alimentación, la medicina y, por qué no, la forma de morir —habitualmente solemos dejar este aspecto en manos del sistema gestionado con los criterios de las empresas que se dedican a estas tareas y en las que no solemos participar—.
El carácter sistémico de este conocimiento nos permite poder acceder a él de forma progresiva y, dependiendo de cómo integremos en nuestro día a día todos estos planteamientos, iremos avanzando en la compresión de esta filosofía, ya que los elementos que más y de mejor manera nos pueden enseñar son la práctica y la observación permanente en nosotros.
La filosofía oriental nos enseña que en el universo lo más sutil o liviano es el origen de lo más denso, y que lo más denso es el fundamento de lo más sutil. Es el circuito que en Occidente identificamos como que la energía crea la materia y esta, cuando desaparece o se desintegra, vuelve a convertirse en energía.
Con simultaneidad, el movimiento de la energía condiciona los aspectos orgánicos tangibles a la vez que el estado y los cambios en la estructura de cualquier sustancia determinan las cualidades del movimiento del Qi o energía. Esto hace imposible establecer dicotomías como mente y cuerpo, normal y patológico, bueno y malo, y muchas más con la «normalidad aparente» con la que se hace en la medicina occidental. En realidad, las dicotomías en Oriente solo son relativas al yin y el yang; en cualquier tipo de fenómeno que intentemos explicar no existen otras.
ORIGEN DEL SÍMBOLO DEL YIN Y EL YANG
El principio del yin y el yang se simboliza tradicionalmente con un círculo dividido en dos mitades por una línea sinuosa en forma de S, con una mitad de color negro y la otra blanca. El círculo evoca la unidad del universo constituido por los aspectos yin y yang, inseparables en toda manifestación de la totalidad. Dentro de la mitad de cada color hay un círculo menor del color opuesto en el centro, que representa el hecho de que cada uno de los dos aspectos lleva el germen de su opuesto. Al ser contrarios, se complementan, y juntos conforman una unidad, un todo equilibrado. No hay luz sin oscuridad, existe la noche porque le sigue el día… ¿El frío es la falta de calor o es el calor la ausencia de frío?
El yin y el yang ayudan a entender el funcionamiento del macrocosmos, de todo lo que nos rodea, ese pulso de contrarios que mantiene el delicado equilibrio a nuestro alrededor.
El ser humano, en la filosofía oriental, es un universo en miniatura, un microcosmos inmerso en el macrocosmos. En su interior también se produce un choque de contrarios, y la armonía entre estos tiene como resultado el equilibrio y la buena salud, porque este equilibrio es la base del buen funcionamiento de nuestro ser total. Si nuestro organismo acumula demasiado yin o yang, es posible que aparezcan síntomas físicos de enfermedad producto del desequilibrio energético que se produce cuando estas dos fuerzas se descompensan. Lo ideal es que nuestro organismo no tenga carencias, pero que tampoco padezca excesos. Este es el objetivo primordial de la filosofía y la medicina macrobiótica: la prevención para proporcionarnos un cuerpo sano, a través de la correcta gestión de nuestra alimentación y, por consiguiente, de nuestra salud, ya que desde las funciones vitales correctas se alimentan o nutren los demás aspectos de nuestra totalidad como las emociones, los pensamientos, el alma y el espíritu.
Como decía George Ohsawa, el creador de la Macrobiótica actual, «no hace falta ocuparse de la enfermedad, porque es inútil, ya que es variable y está siempre presente. Hace falta crear en el cuerpo humano el medio en el cual esta no pueda instalarse».
CARACTERÍSTICAS DEL YIN Y EL YANG
El fundamento más importante de la Macrobiótica se apoya en la filosofía oriental y está basado en las dos leyes cósmicas que rigen la naturaleza en todos sus principios. Estas dos fuerzas son opuestas y a la vez complementarias, y juntas forman la totalidad del universo. Este principio único universal está formado por el yin y el yang.
El equilibrio solo es un movimiento que compensa el movimiento anterior; por eso, para lograr estabilidad siempre hay que recurrir al pasado, saber leer las señales que produce el exceso de yin y yang al actuar en nuestro cuerpo y saber compensar esas señales aportando unas energías que anulen la inercia natural que se pone en marcha cuando utilizamos el yin y el yang sin conocer ni prever los resultados.
La teoría del yin y el yang se puede utilizar para analizar cualquier fenómeno existente, nos permite estudiar el origen, el desarrollo y la transformación de todas las cosas existentes en la naturaleza. La relación de estas dos fuerzas se hace difícil de estudiar y comprender en profundidad, así como llevarla a la práctica, por una razón muy sencilla: están en constante cambio, las posibilidades de transformación son infinitas. Si lo aplicamos al campo de la salud, destacamos como campos que investigar para poder saber qué nos ocurre la actividad de la sangre, la energía de protección externa del cuerpo —que en Occidente llamamos «las defensas»—, la actividad fisiológica de los órganos y vísceras, las estructuras corporales y la «energía alimenticia» o Gu Qi, la cual se sintetiza en el bazo.
Cada cambio patológico del cuerpo se puede comprender y explicar de acuerdo con esta teoría. Estos conceptos del yin y el yang se interrelacionan de varias maneras, como un algoritmo, todas muy importantes; estas fuerzas se oponen continuamente la una a la otra puesto que actúan en los extremos opuestos; existen con simultaneidad, no puede hallarse una separada de la otra, sino que están fusionadas; tienen interdependencia, es decir, que para que una pueda crecer, aumentar, necesariamente la otra tiene que disminuir o decrecer, y se utilizan mutuamente la una a la otra para alimentarse. Comprender esta múltiple relación entre ambas fuerzas lleva su tiempo, pero, si lo hacemos, podremos entender cualquier situación que nos suceda, aunque sé que requiere de mucha observación y estudio.
Estos dos estados de energía y materia se consumen, existen y se sostienen mutuamente. Así, mientras uno sube, el otro baja; mientras uno penetra, el otro sale. Uno de los tratados más antiguos e importantes de la medicina tradicional china, base de la actual medicina, el Neijing, afirma que, aunque la medicina sea muy compleja, se puede definir en dos palabras: yin y yang.
Cuando estamos sanos, la relación entre el yin y el yang cambia constantemente: cuando estamos pasivos, descansando, aumenta el yin; cuando nos activamos físicamente, trabajando o practicando algún deporte, lo hace el yang. Por el contrario, cuando estamos enfermos este control mutuo entre las dos energías deja de funcionar y provoca un desequilibrio. Ahí es donde actúa la dieta, compensando, restableciendo y reforzando las dos fuerzas debilitadas por algún error que hemos cometido.
En este tipo de medicina que exponemos aquí, los síntomas se diagnostican y definen en estos términos: «yang hiperactivo que daña el yin», «yin hiperactivo que daña el yang», «exceso de yang por deficiencia de yin», «exceso de yin por deficiencia de yang» y otros síndromes intermedios y combinados.
EQUILIBRIO DE EL YIN Y EL YANG
Yin significa y representa «expansión» en el dialecto mandarín, y yang, «contracción». Es decir, son los dos polos opuestos de mayor influencia en el universo. La cosmogonía taoísta entiende que el universo respira —inspiración-contracción, expiración-expansión— al igual que los seres humanos, que somos sus hijos. Por esta razón, también a la energía que circula por la galaxia se le llama «aliento cósmico». Se considera yin a la noche, el frío, la oscuridad y lo femenino. En cambio, es yang el día, el calor, lo masculino y la luz. ¿Cómo podemos saber si estamos más en un lado o el otro para poder comprender nuestra condición a la hora de aplicar la alimentación?
CARACTERÍSTICAS YIN O YANG
YIN | YANG |
Hipoactivo Inhibición Quietud Tez pálida Color amarillento Voz baja Interno Vacío | Hiperactivo Excitación Agitación Tez rojiza Color brillante Voz alta Externo Lleno |