Kitabı oku: «Todos los temblores después del terremoto», sayfa 2

Yazı tipi:

Diarios, periódicos y revistas, no solo son y han sido activos divulgando conocimientos de todo tipo, sino que además constructores de conocimientos propiamente tal, ya que deciden, discriminan y seleccionan qué conocimientos científicos se publicitan y cuáles quedan relegados al olvido. Construyen “verdades” y “opiniones”, moldeando, relativizando, connotando y destacando las informaciones y la realidad, en una triangulación de intereses políticos y económicos42. En esta constitución de un espacio discursivo y simbólico para la ciencia, la prensa ha articulado diversas estrategias en favor de algunas comunidades específicas. Por ejemplo, ha permitido conseguir financiamiento para la investigación astronómica y sismológica43. También ha permitido a algunas personas constituirse como autoridades y expertos en la materia, no solo dentro de sus comunidades sino que en la sociedad44.

El periodo analizado también es clave, ya que durante las primeras décadas del siglo XX en Chile aumentó significativamente la cantidad de periódicos (entre 400 y 500) y de lectores, ya que el analfabetismo en la población fue disminuyendo, llegando a ser del 50 % para 1920. Esta creciente audiencia, además demandaba más informaciones sobre lo público, convirtiendo a los medios de comunicación en potentes instrumentos de información y agentes activos de los debates sociales45. Esta participación en el espacio público implica una negociación continua de intereses, valores y convicciones46, por lo cual es importante prestarle atención a los argumentos y las estrategias discursivas utilizadas.

Entre los debates públicos más presentes en la prensa con respecto a las ciencias de los terremotos, están los que giran en torno a la posibilidad de predecirlos y con ello aminorar de algún modo sus efectos sobre las vidas humanas. El pronóstico y predicción de terremotos formó parte de la ciencia del siglo XIX en un contexto de pluralismo sísmico, en el cual diversas disciplinas, expertos, observadores y teorías geológicas formaban parte. Era una época en la cual se desconocía la composición interior de la tierra y el mecanismo y causas de diversos fenómenos. Era un periodo donde las personas que se dedicaba a observar terremotos andaban en busca de patrones, constantes y correlaciones que permitieran comprender los movimientos de subsuelo terrestre. Desde finales del siglo XVIII en Europa, se habían ido desarrollando diversas explicaciones sobre el interior de la Tierra y los fenómenos geológicos que habían sido objeto de intenso debate entre los llamados neptunistas, plutonistas, uniformistas y catastrofistas. Estas diversas formas de entender la Tierra y sus fenómenos, hacía que las personas que se dedicaban a estudiar los terremotos atribuyeran su causa al volcanismo, al enfriamiento de la Tierra, a la contracción de la corteza terrestre, a las grietas submarinas y terrestres o a la tectónica47. Para los científicos de la época, uno de los principales problemas para la naciente disciplina radicaba en que no se sabía de qué estaba compuesta la naturaleza interior de la Tierra. Esta diversidad de opiniones partía de la base de que el interior de la Tierra era sólido, parcialmente sólido, parcialmente líquido o totalmente líquido. Sin embargo, ninguna presentaba una explicación satisfactoria para los académicos universitarios, los observatorios (privados o públicos), los observadores (voluntarios o institucionales), los tomadores de decisiones o la opinión pública48.

Al estudiar la configuración de experticias es importante observar también la prensa, porque ello permite conocer cómo los expertos se configuraban en el espacio público y analizar en mayor profundidad la institucionalización y legitimación de determinados saberes49.

La diversidad de las fuentes analizadas es una de las características principales de este libro. Documentos gubernamentales, prensa, publicaciones científicas, correspondencia científica y personal, actas de reuniones, folletos, manuales y cuestionarios forman parte del corpus de estudio. Junto a estas, se ha estudiado también la historiografía chilena e internacional sobre el desarrollo de la sismología en el periodo, lo que ha posibilitado la formulación de preguntas y comparaciones con otros estudios de caso. Especial relevancia cobra la revisión de la colección Fernand Montessus de Ballore, compuesta por legajos reunidos por el mismo autor, donados por su nieta en la década de 1980. Este conjunto de documentos está integrado por un fondo fotográfico privado, recortes de prensa, algunas publicaciones, manuales, folletos y todos los números del Boletín del Servicio Sismológico de Chile, además de una colección de más mil trescientas cartas recibidas por Montessus de Ballore entre 1880 y 1923. Como parte de este epistolario, existen sesenta y dos cartas escritas desde Chile entre 1902 y 1922. En ellas, figuran los nombres y testimonios de encargados de estaciones sismológicas, observatorios locales y de informantes voluntarios pertenecientes a esta red.

El libro se ha estructurado en dos partes principales que no siguen una cronología regular, pero que abordan dos aspectos importantes para analizar la experticia sísmica en Chile: los actores y sus prácticas. La primera parte se centra en los actores, es decir en los observadores de terremotos y temblores que se encontraban en nuestro país y a quienes les debemos gran parte de lo que sabemos de este sísmico territorio. Marinos, astrónomos, comisionados, testigos, políticos, ingenieros y profesores de liceos y colegios, cumplieron una parte significativa en la construcción de conocimiento telúrico. Fueron activos en la generación de datos sísmicos o bien férreos negociadores que posibilitaron conseguir los recursos para levantarla.

La segunda parte analiza en detalle el trabajo del Servicios Sismológico de Chile, centrándose en organización, instrumentos y prácticas de observación y registro. También profundiza en las polémicas que permitieron promocionar discursos públicos, orientados a legitimar socialmente la experticia sismológica en nuestro país.

Primera parte

Observadores

El 15 de agosto de 1906, El Mercurio de Santiago, publicó un anuncio enviado nueve días antes por el capitán Arturo Middleton Cruz (1876-1912), jefe de la Sección de Meteorología de la Dirección del Territorio Marítimo. En éste se advertía que para el 16 de ese mismo mes se pronosticaba para el puerto fenómenos “atmosféricos o sísmicos”, basado en las siguientes observaciones astronómicas:

El día fijado habrá conjunción de Júpiter con la Luna y máximum de declinación norte de la Luna. A causa de estas situaciones de los astros, la circunferencia del círculo peligroso pasa por Valparaíso50.


Copia de la carta original escrita por Middleton el día 6 de agosto de 1906. Como se puede observar la carta original no coincide con lo publicado luego en el diario. Se desconoce si esto se debió a un error tipográfico de la imprenta o a una corrección posterior del mismo autor51.

El día anunciado por Middleton, un violento terremoto sacudió la ciudad de Valparaíso, ocasionando diversos incendios. Según la Oficina de Estadísticas murieron dos mil personas y casi 20 mil, resultaron heridas52. Sin embargo, crónicas de la época datan entre 3.800 y 5 mil muertos solo durante la noche del terremoto, mientras que la Armada de Chile contabilizó 3.764 muertos solo en Valparaíso y 3.882 en el total del país53.

Por la tarde del viernes 17 de agosto de 1906, Germán Riesco, el entonces presidente de Chile en sus últimos días de Gobierno, recibió un telegrama estremecedor que daba cuenta del desastre en el puerto: “Almendral ardiendo: resto ciudad destruida. Muchas familias sepultadas”54. La confirmación final vino más tarde en las palabras del propio intendente Enrique Larraín Alcalde, el representante del Gobierno nacional en Valparaíso, quien informó al Ministerio del Interior la magnitud de la catástrofe: “Terremoto en esta. Veinte incendios sin poderlos dominar. No es posible todavía calcular perjuicios vida y propiedades. Tomo medidas ausilios y vigilancia. La catástrofe parece mui grande”55.

El último gran terremoto en Chile había sido en 1880, veintiséis años antes. A diferencia de todos los terremotos ocurridos en Chile durante el siglo XIX, el de Valparaíso de 1906 había afectado cuantiosa y mayoritariamente al centro comercial y financiero del país, en ese entonces principalmente dedicado a exportación de materias primas56. Esto fue un gran reto político y económico para el Gobierno del presidente Germán Riesco (1854-1916), quien vivía sus últimos días de administración y para la administración de, quien lo asumió al mes siguiente. Si bien la reconstrucción del puerto y la cuidad fue un gran desafío y oportunidad que tuvo que asumir su predecesor ya electo, Pedro Montt (1849-1910), Riesco tuvo que gestionar la emergencia en todo el territorio, principalmente con ayuda de la armada y de las instituciones científicas. Veintitrés sismos sucedieron durante la noche del mismo terremoto y una veintena más al día siguiente. Miles de personas habían decidido abandonar sus hogares y dormir en avenidas y paseos de Valparaíso y Santiago, instalando algunas carpas para refugiarse y generando campamentos informales y espontáneos por toda la ciudad, volviéndose un problema de salubridad pública57. En agosto, el frío y las lluvias afectaban la salud de la población que dormía a la intemperie. Los pocos edificios afectados se podían dañar producto de las réplicas y caer en las calles tejas o cornisas; mientras que los campamentos espontáneos también generaban peleas callejeras, robos y saqueos difíciles de controlar.


Campamentos espontáneos creados tras el terremoto de 190658.

Marinos

A finales del siglo XIX y principios del siglo XX, existió una diversidad de instituciones y disciplinas en Chile que se dedicaron a observar y estudiar los sismos. Algunos colegios de órdenes religiosas tenían sus propios observatorios, como es el caso de los jesuitas en la capital y los salesianos en el extremo sur del país. Los observatorios y estaciones astronómicas y meteorológicas también se dedicaban a la observación de temblores, y dentro de las comunidades científicas aún era aceptado que los fenómenos atmosféricos tenían relación con los movimientos telúricos.

Desde 1899, la Sección de Meteorología de la Dirección del Territorio Marítimo era la división de la Armada responsable de pronosticar todos los fenómenos meteorológicos que fuesen importantes para la navegación, tanto para el resguardo de los marinos como de las naves. Poseía instrumentos propios y trabajaba junto a la Oficina Hidrográfica de la Armada, fundada en 1871, que había logrado reconocido prestigio en la sociedad científica chilena.

Con sede en la ciudad de Valparaíso, recibía y organizaba los registros de más de dieciséis estaciones emplazadas en diferentes puertos a lo largo de la costa del océano Pacífico. Estas realizaban observaciones tres veces al día, que luego eran centralizadas y sistematizadas en la Sección de Meteorología.59 Esta unidad de la Armada, además, se coordinaba con la Oficina del Tiempo de Quinta Normal, perteneciente a la Universidad de Chile, y con el Observatorio Astronómico Nacional, ambas instituciones ubicadas en Santiago60.

El capitán Middleton, como responsable de la Sección de Meteorología, estaba a cargo de dar a conocer información sobre fenómenos meteorológicos a los navíos a través de los medios náuticos oficiales, no por la prensa nacional. Conocía muy bien las teorías predictivas del marino británico Alfred Jopling Cooper (1848-1923), capitán del transatlántico Oriana de la Pacific Steam Navigation Company (PSNC por sus siglas en inglés).

La PSNC fue la primera empresa naviera de ultramar en utilizar la navegación a vapor en el Pacífico y contaba con una alta presencia en la costa americana ya que lideraba las comunicaciones entre Europa y América, transportando pasajeros, mercancía y, a partir de 1982, era la encargada del correo británico-americano61. Como marino de la PSNC, Cooper estaba a cargo del recorrido principal de Liverpool-Valparaíso a través del estrecho de Magallanes, ruta altamente demandada que acercó su relación con la marina nacional. Además, debía vincularse con la Dirección de Territorio Marítimo de la Armada de Chile y sus unidades, principalmente por la función que tenía la Armada de fiscalizar y mantener el cumplimiento de las normativas nacionales, así como velar por las actividades que se desarrollaban en la jurisdicción marítima chilena62.

Cooper también había publicado libros sobre navegación y era conocido como inventor del escandallo de profundidad y de algunos implementos de mejora en las turbinas, los cuales había patentado. Su origen inglés lo instalaba en una posición privilegiada, ya que la Armada chilena había sido creada e instruida por la Real Marina Británica63. Él mismo se había distinguido por su participación en las Guerras Bóeres en Sudáfrica, luchando del lado de la corona británica, lo que lo posicionaba bastante bien entre los marinos locales, los ingenieros navales y aquellos dedicados a los aspectos más científicos y técnicos de la Armada nacional.

A finales del siglo XIX, tras años de observaciones y prácticas, Cooper comenzó a trabajar en una teoría de pronóstico meteorológico que incluía algunas ideas de astrónomos europeos, como Alexis Perrey (1807-1882)64. La influencia que producían los cuerpos celestes sobre la atmósfera terrestre era algo que también sostenían otros integrantes de la Real Marina Británica durante el siglo XIX, como Stephen Martin Saxby (1804-1883) o Robert Fitz Roy (1805-1865)65.

El vínculo profesional entre Cooper y la Armada de Chile posiblemente fue el que permitió que sus ideas y teorías se extendieran entre los marinos locales en los primeros años del siglo XX. En particular, fue José Manuel Campbell (1854-1905), ayudante de la Gobernación Marítima y piloto primero de la Armada, quien publicó parte de la teoría de Cooper en el Anuario Hidrográfico de la Marina de Chile de 1901. El artículo era una traducción de los inicios de su teoría sobre la influencia de las conjunciones astrales y el magnetismo de la luna en los cambios atmosféricos, incluyendo erupciones de volcanes y terremotos. En el texto publicado en la revista institucional también se incluían los métodos de cálculo para la predicción meteorológica y estaba especialmente dirigido a marinos y agricultores, para quienes era necesario pronosticar con anticipación el tiempo meteorológico66. Sin embargo, a pesar de reconocer el valor de la teoría de Cooper, Campbell indicó que era necesario continuar estudiando esta propuesta67.

En las primeras décadas del siglo XX fueron varios los marinos de la Armada de Chile que como Campbell estudiaron y trabajaron en detalle la teoría de Cooper. Muchos de ellos en algún momento de sus trayectorias navales estuvieron a cargo de las unidades científico-técnicas de la Dirección del Territorio Marítimo de la Armada de Chile, alcanzando escalafones superiores en la institución68. Entre ellos están Luis A. Bories (1872-1916), Bracey Wilson Sykes (1875-1935) y Waldo Nuño Jiménez (1882-1935).

Al año siguiente de la aparición de su propuesta en el Anuario Hidrográfico de la Marina de Chile, Cooper publicó un breve manual titulado The Causes of Weather and Earthquakes (with Four Diagrams), en el que explicaba cómo las corrientes de electricidad sobre la superficie terrestre causaban que la Tierra se convirtiera en un imán con la capacidad de poder atraer y repeler cuerpos celestes como la Luna. Estas fuerzas electromagnéticas según el autor, serían las causantes de diferentes fenómenos atmosféricos y sísmicos, desde tormentas hasta huracanes. De este modo, la propuesta de Cooper sostenía que dichos fenómenos se podrían predecir al conocer de antemano la posición de los astros y la distancia entre ellos69. Para Cooper, al igual que para muchos astrónomos europeos la Luna tenía influencia sobre la Tierra pudiendo variar la intensidad de los fenómenos según su trayectoria.

El libro fue publicado por la editorial J. D. Potter, la que se dedicaba exclusivamente a la venta de libros náuticos y que, además, era la única autorizada para distribuir las cartas náuticas de la Oficina Hidrográfica del Almirantazgo Británico que pertenecía al Ministerio de Marina Inglés. Estas cartas eran ampliamente usadas por los marinos ya que delineaban la costa y registraban la profundidad del agua, los restos de naufragios, arrecifes y otros peligros para la navegación. Por consiguiente, la publicación y venta de su libro en una editorial de prestigio dentro del mundo naval, británico y extranjero, contribuyó a aumentar la rápida sociabilización de su teoría entre los marinos de distintos países.

Según testimonio del propio Cooper, el 2 de agosto de 1906 Middleton lo visitó en su barco y le comentó que sus cálculos pronosticaban una tormenta para el 16 del mismo mes. Cooper, quien también habría realizado pronósticos para las semanas siguientes, le aseguró que habría un terremoto, aconsejándole a Middleton que informara a la Marina y a la prensa70. En ese entonces, Arturo Middleton Cruz llevaba 16 años en la Armada. Recientemente había sido nombrado capitán de corbeta y dirigía la Sección Meteorológica de la Dirección del Territorio Marítimo de la Armada de Chile, contando con estudios técnicos, científicos y militares, como muchas personas que dirigieron instituciones técnicas y científicas en Chile en el mismo periodo. Su ingreso a la Escuela Naval había sido en febrero de 1890 junto a otros cien cadetes para ser formado como oficial de la Marina. Allí recibió por cuatro años una educación con los mismo contenidos y métodos que la impartida en los liceos fiscales del país, además de asignaturas técnicas relacionadas a la navegación, como por ejemplo el curso de Física, Electricidad y Magnetismo, el de Geografía Descriptiva, el de Geografía Física, el de Hidrografía, el de Cosmografía, el de Mecánica y el de Química, entre otras71.

A finales del siglo XIX, la Escuela Naval era una oportunidad para los jóvenes provenientes de familias modestas que buscaban hacer una carrera. Sin embargo, las exigencias académicas, físicas y morales, unido a unas bajas remuneraciones, provocan una alta tasa de deserción, por lo que poco más de la mitad de quienes ingresaban continuaban en la Escuela Naval. Además, el perfeccionamiento era entendido como una labor constante y práctica para la institución. Los egresados comenzaban su carrera como guardiamarinas e iban a avanzando según el perfeccionamiento militar, técnico o científico que iban alcanzando en su trayectoria. En el caso de Middleton, tras cuatro años de estudios en la Escuela Naval, se tuvo que embarcar, en 1895, en un viaje de instrucción a la isla Juan Fernández y a Punta Arenas para poder ascender a guardiamarina de primera clase. Luego, en 1898 llegó a ser teniente de segunda clase, tras aprobar una instrucción complementaria en la Escuela de Artillería y Torpedos. Finalmente, para poder ascender a teniente de primera clase realizó, en 1901, ejercicios de escuadra e instrucción personal a bordo del acorazado O’Higgins, buque insignia de dicha escuadra72.

Gran parte de la trayectoria de Middleton en la Armada fue en el mar, realizando estudios científicos en diversas embarcaciones. Su primer viaje internacional fue a Inglaterra en 1896, donde se construían los buques chilenos, y ya en 1898 comenzó, por orden de la Armada, a realizar estudios hidrográficos a bordo del crucero Errázuriz, en Otway y Puerto Zenteno. Al año siguiente a bordo del crucero Presidente Pinto, hizo un levantamiento de información geográfica en el extremo sur de América, visitando los canales de Tierra del Fuego, la Isla Guamblin y las bahías Muñoz Gamero y Gente Grande. En 1901 estuvo a cargo de la realización de planos de la costa central de Chile, primero a bordo del crucero Zenteno y luego en 1903 del blindado Prat. Además, formó parte del traslado de comisiones políticas como miembro de la división que condujo al presidente de Chile y a su comitiva al puerto de Buenos Aires, con el objetivo de reunirse con el presidente argentino en las conferencias de arbitraje por la Puna de Atacama, viaje que Middleton aprovechó para “visitar los establecimientos técnicos i particulares de más importancia”73.

Ya en los primeros años del siglo XX, Middleton fue destinado a desempeñar labores administrativas en tierra, primero en la Sección de Armas de Guerra y Municiones de los Arsenales de la Marina y en 1905, gracias a su experiencia en hidrografía y geografía comenzó a trabajar en la Dirección de Territorio Marítimo como Ayudante, llegando luego a ser Jefe de la Sección Meteorológica en 1906 74.

La Armada gozaba de un gran prestigio en la ciudad portuaria y sus instituciones científico-técnicas prestaban un importante servicio al desarrollo de la vida comercial y urbana de la zona. Para el terremoto de 1906, el pronóstico de su Sección Meteorológica solo había reforzado la legitimación de dicha institución y la utilidad de sus servicios. Especial publicidad realizaron los periódicos de la empresa El Mercurio, dado que había sido este medio el que había publicado el pronóstico oficial y sus diarios no dudaban en resaltarlo en cada oportunidad. Por ello, los corresponsales del diario porteño recurrieron a Middleton como única autoridad científica que podía indicarle a la sociedad qué les deparaba el futuro a los damnificados habitantes de Valparaíso. Como si de un anuncio publicitario se tratase, El Mercurio de Valparaíso publicó durante varios días que no había nada que temer, puesto que el capitán Middleton anunciaba que no existía “la menor probabilidad de nuevos fenómenos seísmicos de consideración”75.

Esta noticia fue reproducida de forma íntegra en todas portadas de las ediciones de los días 25, 26 y 27 de agosto, intentando así llamar a la calma. El anuncio jugaba también con un doble sentido. El titular, por ejemplo, se comprendía de dos frases en mayúsculas de diferentes tamaños: “no más terremoto” y “con el capitán Middleton”. De esta forma, la prensa situaba a Middleton no solo como experto y fuente autorizada de la información que el medio entregaba, sino que simbólicamente elevaba al propio Middleton, como si su propia persona fuera garante de la no ocurrencia de un nuevo terremoto.


Noticia reimpresa durante cuatro días seguidos en primera página del periódico, sin sufrir ninguna alteración, en la esquina superior izquierda76.

Es bastante notoria la palestra que la prensa porteña le dio a Middleton y a la Sección Meteorológica de la Armada, en comparación con otras instituciones. Tuvieron más cobertura, mayor extensión y profundidad que las instituciones científicas y técnicas de Santiago. Solo una de cada veinte noticias de pronóstico posterremoto llamando a la tranquilidad correspondía a alguna institución estatal civil como el Observatorio Nacional o la Oficina del Tiempo. Incluso cuando en el mes de septiembre los rumores de un nuevo anuncio de temblor comenzaron a circular en el puerto, la Oficina del Tiempo solo tuvo una breve e impersonal mención para calmar los ánimos, mientras que los científicos de la Armada, y sobre todo Middleton fueron ganando defensores entre los periódicos de la capital77.

Sin embargo Middleton no estaba interesado en pronosticar terremotos a la opinión pública. Era más bien un marino de rango militar medio, con una carrera ascendente y reconocida en las tareas más científicas y técnicas de la Armada. En lo local, la Oficina de Meteorología que dirigía tenía un rol similar al del Observatorio Astronómico Nacional, y al que tendrá en el futuro el Servicio Sismológico Nacional. Es decir, era la unidad naval encargada de sistematizar la información de los diversos fenómenos de la naturaleza y realizar investigaciones que fuesen importantes para la navegación. De esta forma, la Armada producía conocimiento meteorológico e hidrográfico uniendo más de una decena de estaciones situadas en diferentes faros a lo largo del país, puntos de recolección de datos que también se compartían con el Observatorio Astronómico Nacional y que serían clave en la red que conformaría el Servicio Sismológico Nacional más tarde.

Para la opinión pública los marinos habían demostrado eficiencia en la gestión y prevención de los desastres, sobre todo el capitán Middleton, como líder de la institución científica:

El señor Middleton ha probado ser un hombre de observación y de ciencia, y aún en el caso que su pronóstico hubiera sido coincidencia su labor futura probaría ese error y ya iniciado en esta vía conviene estimularlo. El país y el mundo ganan con toda oficina de ciencia examinada hacia su objetivo78.

Sin embargo, a diferencia de Cooper, la fama de Middleton como pronosticador fue fugaz, ya que la única predicción que realizó de forma pública fue el terremoto del 16 de agosto de 1906. Su propuesta fue explicada en un par de conferencias en la Armada y en publicaciones en las que explicó el usó que la Sección Meteorológica le estaba dando a la teoría de Cooper79.

Al tiempo, la Sección de Meteorología fue elevada a la categoría de Oficina de Meteorología, logrando mayor autonomía administrativa, pero Middleton no realizó entrevistas, ni realizó otro pronóstico. Como buen marino, Middleton, se dedicó a las tareas que la Armada Nacional le asignó: como comisionado de la Armada en la Comisión Científica del Terremoto creada por el Ministerio de Instrucción Pública y luego como oficial del Detall del blindado Cochrane, aventurándose rumbo al Puerto de Talcahuano en el sur del país. Sin embargo, su salud le hizo volver a tierra y al poco tiempo alejarse de la Armada. Hacía varios años que Middleton sufría de una inflamación crónica en los intestinos y debía respetar un estricto régimen alimentario, lo que a lo largo de su carrera naval le habría implicado desembarcar en tres ocasiones con licencia médica, en 1898, 1901 y 190380.

Tras una baja médica de casi tres meses, en abril de 1907 y gracias a sus conocimientos técnicos, su experiencia y su reputación entre sus compañeros de armas, fue nombrado subdirector de la Escuela de Aspirantes a Ingenieros. Esta escuela creada en 1889, funcionaba de forma paralela a la Escuela Naval como Escuela de Mecánicos y no estaba orientada a la oficialidad naval, sino que a la formación profesional y técnica de ingenieros y electricistas al servicio de la Armada81. Este sería su último cargo. Según información de la Comisión de Cirujanos de la Armada, la enfermedad de Middleton estaba muy avanzada y hacía inviable cualquier función en la institución82. La recomendación médica era guardar absoluto reposo, por lo que Middleton solicitó el retiro de la institución83. La Marina le aceptó el retiro temporal con pensión y asignación anual ilimitada hasta que se recuperara. Esto no sucedió y Middleton falleció cinco años después, en 1912 a los 36 años de edad84.

Astrónomos

La relación entre sismología y astronomía era en el periodo más estrecha de lo que se piensa. Durante el siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX, la gran mayoría de las estaciones u oficinas sísmicas se encontraban en los observatorios astronómicos. Además, muchas de las propuestas sobre la influencia de los movimientos celestes sobre los sismos terrestres, habían sido propuestas por astrónomos reconocidos. François Arago (1786-1853), director del Observatorio Astronómico de París, por ejemplo, fue un catalogador de terremotos en su época que proponía que la influencia de los astros jugaba un rol significativo en los movimientos subterráneos. Esto fue comprobado por Alexis Perrey (1807-1882), uno de los catalogadores de terremotos mundiales más famosos de su tiempo, quien, tras 20 años de observación y registro de terremotos, comprobó lo postulado por Arago85.

Lo mismo sucedió con el astrónomo alemán Julius Schmidt (1825-1884), director del Observatorio Nacional de Atenas, quien al principio era escéptico sobre la influencia de la Luna en la ocurrencia de terremotos. No obstante, tras estudiar el registro de 3.800 terremotos en Grecia y compararlos estadísticamente con el movimiento de la Luna, comprobó un aumento en la frecuencia de los sismos durante el perigeo (punto en que la Luna se encuentra más cerca del centro de la Tierra) y el perihelio (el punto más cercano de la órbita de la Luna alrededor del Sol) y un aumento significativo cuando se producía el novilunio86.

En Chile, el Observatorio Astronómico Nacional tenía una sección meteorológica que realizaba también observación sísmica y era uno de los establecimientos estatales más importantes de la época. Fundado en 1852, dependía del Ministerio de Instrucción Pública y en él se realizaban observaciones astronómicas, meteorológicas, geodésicas y sismológicas. A finales del siglo XIX había comenzado a publicar reportes anuales de fenómenos atmosféricos, sísmicos y astronómicos, como material de divulgación. En 1901 había creado seis estaciones meteorológicas en distintas ciudades del país y reunía una cantidad importante de instrumentos, que incluso ponía a disposición de los observadores voluntarios que los solicitaran87.

Al día siguiente del terremoto, la prensa interpeló al Observatorio Astronómico Nacional para que se pronunciara públicamente sobre los fenómenos esperables tras el terremoto. Saber si el peligro ya había pasado o había que prepararse para fuertes réplicas era importante para el Gobierno y de interés para los lectores. Consultado el director del Observatorio, Albert Obrecht (1858-1924), este declinó informar al respecto, dado que el sismógrafo del observatorio se había roto durante el sismo y este hecho le impedía anunciar futuros movimientos terrestres88. La máxima autoridad de la institución solo se limitó a señalar que la observación de eventos de este tipo, había demostrado que el periodo más crítico era tras la primera hora del terremoto y que:

Türler ve etiketler
Yaş sınırı:
0+
Hacim:
260 s. 17 illüstrasyon
ISBN:
9789563573008
Telif hakkı:
Bookwire
İndirme biçimi:
epub, fb2, fb3, ios.epub, mobi, pdf, txt, zip

Bu kitabı okuyanlar şunları da okudu