Kitabı oku: «Todos los temblores después del terremoto», sayfa 3

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Por consiguiente, lo lógico es pensar que el terremoto que ha sufrido Santiago anoche, ya ha terminado, y que seguramente no habrá repetición. Por lo que se piensa de otros puntos del país, no es probable que el terremoto haya sido más fuerte que en Santiago89.

Lamentablemente, el terremoto sí había sido más fuerte en otros lugares y poco a poco comenzaban a llegar las primeras confirmaciones oficiales de la catástrofe en Valparaíso, que contradecían el diagnóstico del observatorio estatal90. Los temblores, si bien disminuían con el correr de las horas, no se detenían y pronto los rumores de nuevos terremotos comenzaron a circular por la ciudad, alarmando a la población91.

Posiblemente la imprecisión del reporte del Observatorio Astronómico Nacional y el error inicial de su director al establecer la capital como la zona de mayor magnitud sísmica, fue lo que llevó a que el Gobierno solicitara un reporte oficial a una institución científica extranjera. Según la prensa, el presidente Riesco estaba “deseoso de poder dar oficialmente alguna información acerca del origen, causa y duración que tendría el fenómeno seísmico”92. Por ello le pidió al Observatorio Astronómico del cerro San Cristóbal que diera algunos datos. Esta institución pertenecía al Lick Observatory de California, el cual se había instalado en Chile en el año 1903 para realizar mediciones de velocidades radiales de estrellas brillantes del hemisferio sur93. El Mercurio publicó íntegramente la respuesta entregada por el astrónomo Heber Doust Curtis (1872-1942), director del Observatorio del cerro San Cristóbal. En su carta, Curtis señalaba que durante la noche del 17 y durante el 18 de agosto habría más temblores, pero estos serían muy suaves y sin consecuencias humanas, puesto que sus orígenes eran semejantes a los sismos de México y California de ese mismo año94. La Oficina del Tiempo de la Quinta Normal, tras estudiar los fenómenos atmosféricos posterremoto, también auguró calma sísmica y anunció a la población que no habría “temblores de gran intensidad y duración”95.

Diversos periódicos publicaron versiones institucionales que señalaban que el terremoto no se volvería a repetir y que los movimientos sísmicos disminuirían en cantidad y magnitud. Ya sea porque las condiciones atmosféricas lo indicaban, por analogía con otros terremotos, o por estadística observacional, los pronósticos de las instituciones científicas en el país eran coincidentes en cuanto a que anunciaban una disminución de los temblores. A la veintena de temblores diarios de los primeros dos días inmediatamente posteriores al terremoto se añadieron seis temblores registrados el día 19 de agosto por el Observatorio Astronómico y la Oficina del Tiempo, de los cuales solo dos fueron especialmente fuertes96.

Pese a todos estos esfuerzos de la prensa y la ciencia por garantizarle a la población capitalina que los sucesos de la noche del 16 de agosto no se volverían a repetir, aún había personas que se mostraban incrédulas ante estos augurios y, pese a que las viviendas de la ciudad no se habían visto mayormente afectadas, seguían acampando en las calles de Santiago97. Para solucionar el problema de los campamentos en las calles, la Alcaldía de Santiago decretó la prohibición inmediata del mantenimiento de carpas en la vía pública, ordenando retirarlas antes de la noche del día 21 de agosto (con fuerza policial si fuese necesario). Eso sí, la ordenanza no fue publicitada como una decisión arbitraria, sino que contó con el informe de las instituciones científicas que respaldaban un pronóstico sísmico favorable que justificaba esta determinación. El Mercurio de Santiago lo anunció, no como imposición de la autoridad política y la fuerza de la ley, sino como una medida racional que se desprendía de la autoridad científica. Bajo el gran título “Cesó el periodo de temblores”, el periódico dio cuenta de que el Observatorio Astronómico Nacional había comunicado a la prensa que las réplicas habían terminado. Bajo esa noticia un pequeño título hacía mención al decreto que prohibía las carpas, señalando que el Alcalde había decretado la medida tras la revisión del informe científico entregado por la institución estatal98. Pese al uso político que hacían las autoridades de las informaciones producidas por los astrónomos, los lectores no estaban tan convencidos de la autoridad científica de estos y no daban mucho crédito a las evidencias que presentaban.

El anuncio de terremoto que había enviado el jefe de la Sección de Meteorología, había tenido mayor aceptación entre la opinión pública, quienes veían a esta institución como más dedicada a atender las incertidumbres colectivas y más receptiva a las demandas de la sociedad. Diversos lectores (empresarios, académicos y profesores), escribieron cartas a los diarios, cuestionando la capacidad del Observatorio Nacional, pues si los terremotos se podían pronosticar mediante las conjunciones planetarias, entonces los astrónomos no estaban utilizando bien los fondos públicos99. Plantear públicamente que las observaciones astronómicas podrían haber previsto el terremoto ponía en duda la misión institucional del organismo estatal encargado de estudiar estos fenómenos, y aún más, de las personas contratadas para ello. Posiblemente por esta razón el director del Observatorio Nacional, Albert Obrecht (1858-1924), aclaró inmediatamente en la prensa que si bien él no conocía la causa particular que pudiese explicar el terremoto, la conjunción a la que hacía referencia la Sección Meteorológica de la Armada era un fenómeno astronómico tan frecuente que no se le podía atribuir la causa de este:

(…) no pasa semana en el curso de la cual no haya dos o tres conjunciones sucesivas. Es seguro que el terremoto que tantos perjuicios ha ocasionado en Santiago y que se ha sentido anoche, no es consecuencia de la conjunción anunciada. La causa de este terremoto, nadie la conoce100.

Para los astrónomos estatales, la causa del terremoto era desconocida, sin embargo, para los del Observatorio Lick, hoy conocido como observatorio Foster, ubicado en el cerro San Cristóbal de Santiago, el evento se debió al levantamiento paulatino de la costa.

Otra de las críticas que se les hizo a los astrónomos fue que el Observatorio contaba con sismógrafos que podían detectar el inicio de un sismo y que ellos no habrían alertado del suceso. Frente a esto, el director de la institución respondió argumentando que el registro instrumental a veces coincide con un temblor de poca o poquísima intensidad. Ustedes convendrán entonces que no sería posible estar dando continuamente la voz de alarma, sobre todo si se trata de fenómenos pequeños”101.

Con dos cartas oficiales, una firmada por Obrecht como director del Observatorio Astronómico Nacional, y otra por el ingeniero Ernesto Greve Schlegel (1873-1859), que trabajaba como primer astrónomo de dicho observatorio. Este último explicó que la misión de la institución no era hacer predicciones sismológicas, sino que observaciones astronómicas y atmosféricas, tal como sus pares europeas102. En cambio, el director del observatorio continuó argumentando en contra de la predicción de Middleton, indicando la existencia de estudios que demostraban que la frecuencia o intensidad de los temblores no guardaban relación con las posiciones de la Luna y el Sol, pero sin describir ninguno en detalle. Para Obrecht la frecuencia de las conjunciones planetarias con la Luna, eran motivo para desechar cualquier tipo de influencia. Efectivamente, la conjunción de Júpiter con la Luna se producía al menos una vez por mes en aquella época. Además, la fecha de la conjunción, la cual no se había producido el día 16, sino el día anterior a las 4 de la tarde103.

Los astrónomos estatales supieron sacar ventaja de las críticas y al debate sobre la predicción del terremoto, denunciando las condiciones precarias del Observatorio y lo provechoso que sería para el país contar con mejores y mayores recursos astronómicos, como se refleja en la siguiente cita:

Habría un alto interés para la ciencia en que a esta oficina se le proveyese, como se ha solicitado en repetidas ocasiones, de los instrumentos magnéticos y seismográficos inscriptores104.

Esta demanda de mejores y mayores recursos para la investigación sismológica (y de creación de estaciones sísmicas), se ha observado también en la cobertura y tratamiento noticioso en la prensa europea de las primeras décadas del siglo XX. Estudios históricos sobre las relaciones entre ciencia y prensa, realizados mediante el análisis de noticias presentes en diarios de las primeras décadas del siglo XX, han sido realizados en Portugal y España, constatando que, a raíz de informar sobre fenómenos como la erupción de un volcán, un terremoto, un eclipse o el paso de un cometa, los periódicos se transforman en instrumentos con los que demandar una mayor inversión y apoyo a disciplinas e instituciones científicas que se encargan de estudiar dichos fenómenos105.

Los astrónomos institucionales creían que la responsabilidad de la ciencia era solamente la observación y el registro de los fenómenos, lo que distaba de lo expresado por la opinión pública y las autoridades políticas que esperaban que ese minucioso trabajo de observación y de registro pudiera traer resolución de problemáticas de la sociedad y la vida diaria, como alertar de riesgos y peligros. Este ideal científico tomará mayor fuerza en el contexto posterior a la catástrofe, donde lectores y empresas de la información pedían que la ciencia diera respuestas racionales a sus incertidumbres.

Comisionados

Después del terremoto de Valparaíso, el intendente Enrique Larraín Alcalde (1861-1938), tomó el control de la ciudad106. Como intendente de la región podía gestionar y movilizar recursos de manera más efectiva y rápida. Por ejemplo, estableció rápidamente un servicio médico de emergencia, la restauración del agua potable y la creación de una comisión para el suministro de alimentos. Mientras tanto, para mantener el orden público, la Armada de Chile –con su sede central en el puerto– replicó similares medidas a las que se tomaron meses antes en el terremoto de San Francisco: se ordenó inmediatamente la creación de un cuartel general militar en la plaza principal, se declaró ley marcial, se instauraron patrullas por toda la ciudad y se dio la orden de disparar a cualquier persona que fuese sorprendida cometiendo actos de pillaje107. Todas las fuerzas armadas y de policía fueron llamadas a ayudar en mantener el orden, designando al Capitán de Navío Luis Gómez Carreño (1865-1930), al mando de dichas fuerzas en la ciudad.

Una vez alertado el Gobierno por su representante en Valparaíso del caos que reinaba en el puerto, pidió inmediatamente los fondos necesarios al Congreso Nacional y estableció una Junta de Auxilio. También autorizó el envío de barcos con víveres desde el puerto sureño de Concepción, la urgente remoción de escombros, el envío de médicos y la visita inmediata de los ministros del Interior y de Guerra y Marina al lugar de la catástrofe. Seis días después del terremoto llegó a Valparaíso una delegación encabezada por el presidente de la República, Germán Riesco del Partido Liberal y el presidente electo que pronto asumiría el Gobierno, Pedro Montt del Partido Nacional108. Tanto Riesco como Montt eran liberales (liberal-conservador en el caso de Montt) y el objetivo de ambos gobiernos para manejar el desastre, fue establecer comisiones gubernamentales que actuaran con autonomía e inmediatez para reconstruir el puerto lo antes posible, a fin de restablecer la economía del país sin tener que trasladarlo a otro lugar109.

En el ámbito de la reconstrucción, el Gobierno dispuso de una Ley de Reconstrucción que delegaba en una Comisión Especial de Reconstrucción la autoridad y decisión en cuanto a la planificación, zonificación y regulación de las zonas afectadas, comenzando así un fuerte proceso de expansión del poder del Gobierno. Dicha comisión respondía a la presidencia de la República y estaba conformada por seis personas designadas por el presidente, y solo una nombrada por el municipio de Valparaíso. Las atribuciones de esta Comisión Especial de Reconstrucción fueron más allá de los aspectos meramente reconstructivos del terremoto: incluyó la prevención de inundaciones, modificación de calles y plazas, además del diseño de la ciudad en materia de suministro de agua potable, alcantarillado y desagües110.


Plaza Victoria Gran Avenida, Valparaíso111.

Otra comisión creada a los pocos días de la catástrofe fue la Comisión Científica de Estudios del Terremoto, constituida oficialmente el 23 de agosto de 1906 a través del decreto 4.016 del Ministerio de Instrucción Pública, justificando su utilidad de la siguiente manera:

[…] la conveniencia de recojer el mayor numero de obsercaciones científicas respecto de las circunstancias que acompañaron a los fenómenos seísmicos desarrollados en el país el dia 16 del presente i respecto de sus resultados o consecuencias jeolójicas, aprovechando para ello los primeros dias siguientes a dichos fenómenos, a fin de que estos datos puedan servir para los estudios científicos que sobre estas materias se practiquen en el país o en el extranjero 112.

La creación de comisiones o comités para estudiar los terremotos se había venido desarrollando en distintas partes del mundo desde mediados del siglo XVIII113, como por ejemplo en Italia, Austria, Suiza y Japón114. Muchas de estas, fueron creadas coyunturalmente para investigar un terremoto en específico que había afectado a dichos territorios, pero tras cumplir su labor inicial, algunas de ellas tomaron un cariz más permanente de funcionamiento, constituyendo grandes redes de observación. En Gran Bretaña, por ejemplo, después del terremoto de Comrie (Escocia) de 1839 se creó el Comité de Terremotos de la British Association for the Advancement of Science, asociación fundada dos años antes. Dicho comité permitió la creación de una red de observación y fue sucedido por varios otros comités de estudios de terremotos115. En cambio, en Japón fue el Ministerio de Educación quien –a raíz del terremoto de Nōbi de 1891– creó el Comité Imperial para la Investigación de los Terremotos, un grupo multidisciplinario de investigación científica, que permaneció por varias décadas y que vino a reemplazar a la Sociedad Sismológica Japonesa creada 12 años antes116. Otro caso es del Imperio Austro-Húngaro, donde, tras el terremoto de Ljubjlana en 1895, se formó la Comisión Austriaca del Terremoto, que cohesionó y agrupó a nivel nacional las redes de observación local de diversas provincias del imperio que llevaban varios años funcionando y que, de hecho, habían ya permitido estudios científicos y comisiones locales tras el terremoto de Zagreb en 1880.

Pocos meses antes de la catástrofe de Valparaíso, en Estados Unidos se constituyó una comisión tras el terremoto de San Francisco el 18 de abril de 1906. Los geólogos de California, si bien durante mucho tiempo habían sostenido que los sismos no eran una amenaza ni preocupación en California, después del terremoto quisieron iniciar estudios formales sobre el fenómeno. Culpabilizar de la catástrofe al terremoto hizo que sus estudios cobraban mayor significancia social. Para ello, apenas sucedió el fenómeno, algunos académicos de universidades e instituciones de San Francisco pidieron permiso al estado de California para constituir una Comisión Estatal de Estudio del Terremoto, permiso que les fue concedido. Sin embargo, el financiamiento para dicho estudio fue un asunto que tuvieron que gestionar ellos de forma autónoma, consiguiendo finalmente apoyo económico de una institución privada creada a finales del siglo XIX, la Carnegie Institution for Science de Washington. Al poco tiempo, los miembros de dicha comisión decidieron fundar la Seismological Society of America (SSA), cuyo objetivo principal fue alertar a la población y los poderes locales sobre el riesgo sísmico de California y la importancia de la construcción sismo-resistente. Pese a ello, no fueron escuchados ni por los políticos locales, ni por los políticos federales, hasta la década de 1930 cuando lograron tener un impacto suficiente en contribuir a mitigar el riesgo sísmico dentro de la planificación de la construcción117.

En 1906, el Gobierno de Chile aportó tres mil pesos a la Comisión Científica de Estudios del Terrremoto para llevar a cabo su investigación con cargo a la Ley 1.879 que autorizaba al presidente de la República, la inversión de cuatro millones de pesos para atender a las necesidades derivadas del terremoto118. También el Ministerio de Instrucción Pública ordenó el apoyo de todas las intendencias y gobernadores del país, además de ferrocarriles para el traslado de los comisionados119. Dicha comisión debía lograr responder las siguientes preguntas: ¿Qué había pasado exactamente en Chile la noche del 16 de agosto 1906? ¿Cuáles fueron las características de este sismo en particular? El Gobierno necesitaba respuestas para entender el fenómeno y saber cómo responder.

El grupo de ocho comisionados iniciales se compuso de geólogos y astrónomos, similar a la comisión en San Francisco, pero además añadió especialistas en geografía, física, geodesia, matemática, química e hidrografía120. Ninguno de ellos eran personas que destacaran por su dominio en la observación y registro de terremotos, pero se pueden encontrar algunos atributos en común, que en conjunto resultaron útiles para la ejecución de la investigación.

En primer lugar, tenían ciertas capacidades instaladas que permitían la agilización de las tareas asignadas: acceso a instrumentos, conocimiento empírico del territorio, experiencia en comisiones previas de diversa índole y redes locales, entre otras. Prácticamente todos pertenecían a instituciones estatales chilenas lo que permitía un acceso a instrumentos de observación y medición, que no tuvieron que ser costeados por el Gobierno. Tal es el caso del director y del primer astrónomo del Observatorio Astronómico Nacional, Albert Obrecht y Ernesto Greve Schlegel. Obrecht había estudiado matemáticas y ciencias físicas en la École Polytechnique de París. En 1888, cuando trabajaba en el Observatorio Astronómico de París fue contratado por el Gobierno de Chile para trabajar en el Observatorio Astronómico Nacional de Chile, institución de la cual llegó a ser director posteriormente121. Greve, en cambio, se había titulado de ingeniero civil en la Universidad de Chile pocos años antes del terremoto (1901). En 1906 se desempeñaba como primer astrónomo en el Observatorio Astronómico de Santiago y era el redactor del Anuario Astronómico. Hasta ese entonces, había jugado un rol clave como facilitador en la instalación del Observatorio del cerro San Cristóbal de la delegación del Lick Observatory. En similar situación estaban los comisionados Hans Steffen (1865-1936) y Wilhelm Ziegler, quienes se desempeñaban como profesores del Instituto Pedagógico. Steffen era doctor en estudios geográficos y había realizado estudios de historia en Berlín y de geografía en la Universidad de Halle. Tras sus estudios comenzó en 1887 a redactar la sección de geografía de la Enciclopedia alemana. A sus 24 años en 1889 fue contratado por el Gobierno chileno como profesor en el recién creado Instituto Pedagógico de Santiago122. Ziegler, en cambio había llegado más recientemente a Chile (en 1903) contratado por el Gobierno de Chile para reemplazar a Alberto Beutel, dictando la cátedra de Física en el Instituto Pedagógico. Contribuyó en la creación del Laboratorio de Física del Instituto, a mejorar la enseñanza de la Física en los liceos y negoció con el gobierno para que se instalaran gabinetes de física en todos los liceos del país123.

También entre los comisionados se encontraban los profesores de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile, Ricardo Pöenisch (1859-1936) y Julius Schneider. Pöenisch estudió 1884 matemáticas y astronomía en la Universidad de Leipzig, llegando en 1886 a titularse de doctor en Filosofía y Bellas Artes. En 1889 fue contratado por el Gobierno de Chile para dictar clases de matemáticas, física y cosmografía en liceos del país. En 1894 pasó a formar también parte de la Universidad de Chile como profesor extraordinario de la asignatura de Álgebra Superior y profesor suplente de la cátedra de Trigonometría Esférica, Geodesia y Astronomía de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la misma casa de estudios. En 1904 se convirtió en miembro académico de dicha institución124. En cambio, Schneider estudió química en la Universidad de Heidelberg como alumno de Robert Bunsen (1811-1899) y obtuvo su doctorado en Filosofía. En 1878 realizó un trabajo cristalográfico y mineralógico en el laboratorio de Groth en Estrasburgo por encargo de Ignacio Domeyko (académico de la Universidad de Chile), en el cual analizó distintas rocas chilenas. En 1880 escribió su primer trabajo en Chile sobre Química moderna. En 1884 fue nombrado como sucesor de Domeyko en la cátedra de Química y Física del Instituto Nacional. Entre 1904 y 1905 fue miembro del directorio de la Sociedad Nacional de Minería. En 1906 era el profesor de Geología de la U. de Chile125.

Algunos como Obrecht, miembro del OAN y desde 1897 miembro académico de la Universidad de Chile, formaban parte de dos instituciones al mismo tiempo. Pöenisch, por ejemplo, era profesor de la misma universidad y miembro de la Junta de Vigilancia del Observatorio Astronómico dirigido por Obrecht126. Francisco Vidal Gormaz (1837-1907), por su parte, si bien se encontraba retirado, había sido el primer director de la Oficina Hidrográfica de la Armada de Chile. Durante su liderazgo de más de una década, la institución había alcanzado prestigio en el campo científico nacional e internacional, en las áreas de la hidrografía, la geografía, la cartografía y la meteorología, por lo que tenía conocimiento directo de muchas zonas del país, además de redes de contacto con la Armada en todo el territorio. Sin embargo, como ya estaba retirado y con una edad avanzada, en el mes de septiembre la Armada de Chile designó a los capitanes Arturo Middleton y Carlos A. Ward como representantes de la institución en la comisión127. También se sumó el director del Instituto Agrícola de Chile Enrique Taulis Muñoz (1875-1943) quien por su trabajo poseía contacto con las distintas zonas del país y con los meteorólogos locales128.

En segundo lugar, varios de los expertos nombrados por el Gobierno habían participado en comisiones estatales de diversos tipos, por lo cual ya eran conocidos en el ámbito político como peritos en diversas áreas y habían realizado viajes de exploración a distintas zonas del país, contando con contactos locales de diferentes regiones. Tal es el caso del geólogo Lars Sundt (1839-1933), el único comisionado que no pertenecía a ninguna institución al momento de ser nombrado. Sin embargo, Sundt era ingeniero en minas de la Universidad de Christiania en Noruega (hoy Universidad de Oslo), graduado en 1867. Mientras trabajaba en las minas de plata de Konsberg, fue contratado por el cónsul general de Dinamarca en Valparaíso, para que se encargase de administrar sus minas en Sudamérica. Trabajó como perito de diversas minas en Bolivia y Chile, formando parte de comisiones privadas y públicas. Tenía, además, una amplia trayectoria como perito en el campo de la mineralogía, siendo contratado por compañías mineras en Chile y Bolivia para realizar prospecciones y estudios. Entre 1883 y 1885 formó parte de la comisión exploradora del desierto de Atacama y estuvo a cargo de publicar los resultados bajo el auspicio de la Sociedad Nacional de Minería, institución de la cual llegó a ser director129. En la década siguiente participó de la comisión del Ministerio de Obras Públicas de Chile para el reconocimiento de lavaderos de oro al sur de Chile (Llanquihue y Chiloé)130.

Otro comisionado con experiencia era Obrecht, quien antes de ser director del Observatorio había participado en la Comisión de Longitudes que apoyó a la Comisión Exploradora del Desierto de Atacama en sus últimos años. El mismo año del terremoto había sido nombrado para formar parte de la Comisión Antártica Chilena del Ministerio de Relaciones Exteriores, pero los recursos que había asignado el Congreso para el funcionamiento de esta Comisión fueron reasignados para la reconstrucción de Valparaíso tras la catástrofe131. Por su parte, Steffen, doctor en Estudios Geográficos, también poseía una reconocida trayectoria como perito en las discusiones sobre las fronteras nacionales, puesto que había integrado la Comisión de Límites en 1892 y la Comisión Arbitral en 1902132. Greve también había sido comisionado por el Gobierno, pero en el extranjero. Entre 1905 y 1906 estuvo estudiando diversos observatorios de Europa y de Estados Unidos para modernizar las instituciones de observación de Chile. Vidal Gormaz, por su parte fue comisionado en innumerables ocasiones como perito y marino, realizando reconocimientos geográficos e hidrográficos en el norte y sur del país. Entre las más destacadas se puede mencionar su reconocimiento de las costas de Chiloé continental y las Guaitecas en 1862. En 1867 fue comisionado del Gobierno para el reconocimiento de la costa de Arauco y en 1872 fue enviado a recorrer la costa central, a fin de realizar el levantamiento de un plano y evaluar la viabilidad de un canal de comunicación entre el lago Vichuquén y el mar.

Haber sido perito anteriormente tanto para el gobierno, como para las empresas privadas, los ponía en una situación favorable a lo hora de ser electos como parte de la comisión, porque ya existía una evaluación positiva previa de su trabajo y ciertas competencias ya instaladas como poseer una amplia trayectoria en la exploración geográfica, conocer distintas localidades del país en las cuales se realizaría el estudio y tener contactos y redes locales que les facilitarían el trabajo de levantamiento de información. Por ejemplo, Sundt conocía la región desértica del norte del país, Schneider había realizado peritajes previos a principios del siglo XX una expedición al sur de Chile en busca de yacimientos de Hulla, Steffen había dirigido cuatro expediciones oficiales en la zona austral cordillerana y Vidal Gormaz había liderado expediciones en el norte, centro y sur del país: la costa de la provincia de Coquimbo entre Los Vilos, todo el litoral central desde caleta Tumán hasta la desembocadura del río Mataquito y la desembocadura del río Choapa y desde la Araucanía hasta la Patagonia occidental.

A la Comisión del Terremoto de 1906 se le asignó la tarea de estudiar el terremoto, sus características y consecuencias en todas las áreas del país. El informe final respondió a las siguientes preguntas generales: ¿Dónde se había sentido el terremoto? y ¿cómo se había sentido? Preguntas que iban finalmente orientadas a responder desde el relato de la ciencia una gran pregunta general: ¿Qué había sucedido la noche del 16 de agosto? El liderazgo administrativo de este trabajo recayó en el director del Observatorio Astronómico Nacional (OAN), la primera institución estatal que había contado con un sismoscopio en el país, adquirido a mediados del siglo XIX. Para ese entonces contaba solo con un sismógrafo, probablemente adquirido un par de décadas atrás, que se había roto durante el terremoto, además de variados instrumentos para la medición del clima y la geografía. Además, el OAN controlaba una red de trece estaciones meteorológicas en todo Chile y sus publicaciones institucionales instruían a los observadores aficionados a enviar sus reportes de sismos que eran incluidos en las memorias anuales. La redacción del informe final de la comisión, en cambio, no fue emitida desde el OAN, sino que estuvo a cargo de Hans Steffen del Instituto Pedagógico, tuvo un liderazgo operativo y de síntesis. En dicho informe dio cuenta de los problemas que enfrentó la comisión para responder las preguntas planteadas por el Gobierno, denunciando la precarización de la investigación sísmica a gran escala en el país.

Testigos

Como el sismógrafo del Observatorio Astronómico Nacional se había roto durante el terremoto, los registros instrumentales de los cuales pudo disponer la Comisión del Terremoto provenían de algunos dispositivos caseros que tenían los testigos en sus hogares durante la noche del terremoto, los cuales a juicio de los comisionados ayudaron a aclarar “algunos puntos sobre las indicaciones de la dirección principal del movimiento”133. También se suministró de datos provenientes de ciento veinte informes remitidos a la Oficina del Tiempo de la Quinta Normal y diecisiete comunicaciones referentes a observaciones en las costas de la región central de la Dirección de Territorio Marítimo, además de los apuntes de observaciones que efectuaron los miembros de la comisión, cuando recorrieron distintos puntos del país tras el terremoto. Sin embargo, al igual que la labor realizada por las comisiones de estudio del terremoto en Suiza y Austria, la investigación realizada por la comisión chilena se basó principalmente en los reportes de “testigos”, mediante un cuestionario de preguntas que se distribuyó en el país.


Ruinas de la Iglesia de Santa Rosa de Pelequén, Malloa134.

La utilización de cuestionarios para testigos de los terremotos tenía una larga tradición que se remonta al siglo XVIII, siendo uno de los cuestionarios más destacados aquellos llevados a cabo por la orden del primer ministro y estadista del rey José I de Portugal, Sebastião José de Carvalho e Melo, conocido como Marqués de Pombal (1699-1782) y por el rey Fernando VI en España, tras el terremoto de Lisboa en 1755135. Ambos cuestionarios permitieron la generación de conocimiento científico del terremoto, así como la producción de información útil para que la monarquía pudiera controlar el desastre, puesto que en general se enfocaron en dos grandes categorías: la descripción física del terremoto mismo (duración, dirección, cantidad de sacudidas, réplicas, etc.) y los efectos, ya fuesen geológicos (fisuras en la tierra, levantamiento de tierra, situación de mar, ríos y pozos, etc.), como sociales (muertes, heridos, daños en infraestructura, reacción de las autoridades de la ciudad, abastecimiento, etc.). En ambos casos fueron enviados a las autoridades y personas de confianza de cada localidad, aunque en el caso de Portugal este se concentró en los eclesiásticos.

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