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Composición de los Evangelios: El acertijo sinóptico

La piedad cristiana a veces ha imaginado que los autores de los Evangelios eran secretarios de Dios. Las pinturas medievales frecuentemente exhiben a uno de los autores de los Evangelios sentado en un escritorio con un ángel parado detrás de él, susurrándole al oído. De acuerdo a esa opinión, la composición de los Evangelios fue un proceso sencillo de tomar dictado, escribir palabra por palabra lo que un mensajero celestial decía que escribieran. La erudición académica asume que el asunto fue un poco más complicado. Los escritores de los Evangelios no afirman haber recibido ninguna guía especial de esta clase (cf. Ap. 1:10-11); en efecto, el autor del Evangelio de Lucas dice que él ha hecho investigaciones y que su intención es proveer un relato ordenado de lo que se ha transmitido «desde el principio» (1:1-4). Como lo implica este comentario, los autores de los Evangelios no tuvieron que comenzar de cero. Tenían lo que los eruditos llaman «fuentes orales» (piezas de material que se habían contado de memoria), y probablemente también tuvieran fuentes escritas (materiales que la gente había escrito una generación antes de que los Evangelios en sí se produjeran).

Cuadro 5.8
Las últimas palabras de Jesús

Jesús habla siete veces desde la cruz, pero no siete veces en ningún Evangelio. Los Evangelios relatan tres historias muy distintas en cuanto a las últimas palabras de Jesús. En una historia, Jesús habla solamente una vez; en una segunda historia, habla tres veces; y en una tercera, habla otras tres veces. Sin embargo, no hay paralelos entre lo que se dice en cualquiera de estas tres historias y lo que se dice en las otras dos historias.


Historia A Historia B Historia C
Mateo y Marcos Lucas Juan
«Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?» (Mt. 27:46; Mr. 15:34). «Padre…, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Lc. 23:34). «Mujer, ahí tienes a tu hijo… Ahí tienes a tu madre» (Jn. 19:26-27).
«Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso» (Lc. 23:43). «Tengo sed» (Jn. 19:28).
«¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!» (Lc. 23:46). «Todo se ha cumplido» (Jn. 19:30).


Figura 5.2. Inspiración divina. Mateo recibe ayuda de un ángel.

Cuadro 5.9
Los Evangelios y la autoría apostólica

Un popular concepto erróneo sostiene que los cuatro Evangelios del Nuevo Testamento fueron escritos por apóstoles, seguidores terrenales de Jesús que estaban entre sus doce discípulos. Pero la iglesia siempre ha sostenido que ese no fue el caso en dos de los Evangelios (Marcos y Lucas), y Agustín pensaba que esto era significativo teológicamente.

El Espíritu Santo quiso elegir para la escritura de los Evangelios a dos que ni siquiera estaban entre los que conformaban los Doce, para que no se pensara que la gracia de la evangelización había llegado solamente a los apóstoles y que en ellos se había secado la fuente de la gracia. (Sermón 239.1)*

La gran mayoría de los eruditos hoy día querría aplicar el pensamiento de Agustín a nuestros cuatro Evangelios, ya que Mateo y Juan probablemente no hayan sido escritos por miembros de los Doce, por lo menos en las ediciones completas que ahora poseemos.

*The Early Church Fathers [Los primeros padres de la iglesia], ed. Alexander Roberts, James Donaldson, y Henry Wace (Repr., Peabody, MA: Hendrickson, 1994), 38:244.

Un factor que potencialmente complica la composición de los Evangelios está relacionado con la pregunta de si los evangelistas trabajaron independientemente unos de los otros. ¿Produjo cada uno de los autores de los Evangelios su biografía de Jesús sin ningún indicio de que los otros hacían (o habían hecho) lo mismo? ¿O se consultaban entre sí? Es más, ¿tenían copias del Evangelio o los Evangelios que se escribieron primero los que escribieron último? A tres de los cuatro Evangelios: Mateo, Marcos y Lucas, se les llama «Evangelios sinópticos» porque parece que están relacionados entre sí de una manera que el cuarto (Juan) no. La palabra sinóptico significa literalmente «ver juntos», y llegó a aplicarse a los primeros tres Evangelios porque sus contenidos podían ponerse en columnas paralelas que permitían que se leyeran y se interpretaran uno al lado de otro. La cantidad de material que se traslapa es extraordinaria, así como las similitudes en estructura, estilo, perspectiva y tono general. La pregunta de cómo debían relacionarse exactamente los tres Evangelios puede llamarse el «acertijo sinóptico» (o, más comúnmente, el «problema sinóptico»).

Para obtener una noción de lo que esto implica, consideremos solamente una pieza del acertijo. Los eruditos, por mucho tiempo, han observado que el Evangelio de Mateo es dos veces más largo que el Evangelio de Marcos, y que alrededor del noventa por ciento del material que se encuentra en Marcos se encuentra también en Mateo. ¿A qué se deberá eso? Agustín (en el siglo IV) pensaba que Marcos tal vez tenía una copia del Evangelio de Mateo y produjo una «versión condensada» de él. Pero la mayoría de los eruditos modernos piensan que Agustín lo entendía al revés: Mateo tenía una copia del Evangelio de Marcos y produjo una versión ampliada de él. ¿Por qué piensan eso? En primer lugar, es un poco difícil imaginar a Marcos determinando que algo del material de Mateo no fuera digno de ser incluido. Por ejemplo, según la apreciación de Agustín, los pasajes como las Bienaventuranzas y el Padre Nuestro fueron eliminados de Marcos, como el relato de Mateo del nacimiento virginal y los relatos de las apariciones de Jesús después de resucitado. Además, el Evangelio de Marcos está escrito más bien en un estilo rústico e informal, en tanto que la obra de Mateo sigue reglas de gramática más convencionales y está más pulido. ¿Debemos imaginar que Marcos copió de una obra sofisticada, cambió pasajes que eran gramaticalmente correctos para que se leyeran de maneras que son gramaticalmente cuestionables? La mayoría de los intérpretes creen que debemos asumir lo opuesto: Mateo alteró el material de Marcos y lo editó gramaticalmente y en estilo para producir un Evangelio que fuera atractivo para la gente que le importaban esas cosas. Si esto es correcto, entonces el Evangelio de Mateo es casi una «segunda edición» del evangelio de Marcos, una versión reescrita y grandemente ampliada de ese libro, presentada en un estilo distinto para una audiencia distinta.

Como se ha indicado, la teoría de que Mateo tenía una copia del Evangelio de Marcos y la amplió solamente es un segmento de lo que los eruditos, esencialmente, quieren decir cuando hablan del acertijo sinóptico. El cuadro completo que surge cuando todas las piezas están en su lugar se deja ver en la primera de las dos ilustraciones que se proveen en el cuadro 5.10. En pocas palabras, la propuesta es como sigue: (1) El Evangelio de Marcos fue escrito primero y tanto Mateo como Lucas tenían copias del Evangelio de Marcos; (2) otra fuente antigua, llamada «Q» también se produjo en la iglesia primitiva, y Mateo y Lucas también tenían copias de la fuente Q; (3) Mateo tenía algún material adicional que Lucas no tenía, al que llamamos el material «M»; y (4) Lucas tenía algún material adicional que Mateo no tenía, a la que llamamos el material «L». Esta interpretación se llama «hipótesis de dos fuentes» (o, a veces, la «hipótesis de cuatro fuentes») porque Mateo y Lucas separadamente usaron dos fuentes importantes (Marcos y Q) además de otros materiales (M y L).

Según esta teoría ampliamente aceptada, hubo un período en la historia de la iglesia primitiva (ca. 70-85) en el que los cristianos tuvieron dos escritos de Jesús: el Evangelio de Marcos y lo que ahora llamamos la fuente «Q». Las iglesias hicieron copias de estas dos obras y las distribuyeron. Sin embargo, la gente no tardó en comenzar a pensar: «¿Por qué no combinarlas?». Y Mateo y Lucas hicieron exactamente eso, cada uno a su manera. Cada uno de ellos lo hizo independientemente, sin saber lo que el otro hacía y, según esta teoría, también introdujeron otras tradiciones acerca de Jesús en la mezcla (el material M para Mateo, el material L para Lucas). Como escritores dotados con tiempo en sus manos, editaron todo para producir libros que valían por sí mismos. Como resultado, los Evangelios de Mateo y Lucas resultaron ser mucho más que simplemente «versiones ampliadas de Marcos» o incluso «híbridos de Marcos-Q». Resultaron ser biografías de Jesús verdaderamente singulares, que cuentan la historia de Jesús desde perspectivas particulares, obras que demostrarían ser efectivas de maneras distintas, para gente distinta. Por eso es que la iglesia cristiana decidió mantener los tres Evangelios sinópticos a pesar del traslapo de contenido.

Si esta teoría es correcta, y simplemente es una teoría, entonces podríamos considerar las distintas maneras en las que Mateo y Lucas ampliaron Marcos al agregar material nuevo. Los que siguen esta teoría conjeturan que Mateo decidió insertar el material de Q y M en cinco puntos clave de la narrativa de Marcos: Mateo determinó que Jesús podía dar discursos en esos puntos de la historia, y el material de Q y M se organiza temáticamente y se presenta como el contenido de esos cinco discursos. De igual manera, los que siguen esta teoría piensan que Lucas tomó material de Q y L y creó una inserción de diez capítulos en la narrativa de Marcos, según la cual, Jesús lleva a sus discípulos en un viaje y les enseña mientras viajan hacia Jerusalén. El resultado es que, en Mateo, el discipulado tiene una sensación académica, de salón de clases, Jesús el rabino instruye a sus estudiantes con lecciones temáticas, pero en el Evangelio de Lucas, el discipulado parece más una experiencia de inmersión de aprendizaje mientras se trabaja.

Debemos decir un poco más acerca de la hipotética fuente Q, que ha llamado mucho la atención de los estudios del Nuevo Testamento. Nadie recuerda cómo obtuvo su nombre. Nuestra mejor conjetura es que «Q» podría ser una abreviatura de Quelle, la palabra «fuente» en alemán. De cualquier manera, los eruditos que siguen esta teoría creen que el contenido de Q puede identificarse básicamente con el material que Mateo y Lucas tienen en común, pero que no se encuentra en el Evangelio de Marcos. Se proporciona un listado de este material en el cuadro 5.11. Por este listado es evidente que Q esencialmente fue una colección de dichos, ya que solo hay dos historias breves acerca de Jesús (la tentación en el desierto, la curación del siervo del centurión), en tanto que todo lo demás narra sus enseñanzas: parábolas, aforismos, bienaventuranzas y toda clase de pronunciamientos, y ejemplos de cada clase de dichos asociados con Jesús. Piénselo de esta manera: si Q hubiera sido publicado en una edición de «letra roja» (una Biblia que imprime las palabras de Jesús con tinta roja), casi todo el texto estaría en rojo.

Solamente podemos especular en cuanto a la naturaleza exacta u orígenes de semejante documento. Parece probable que uno de los discípulos de Jesús, posiblemente pero no necesariamente uno de los doce, hubiera escrito algunos dichos favoritos del Señor y que los primeros cristianos hubieran hecho copias de este «libro de dichos» para distribuirlo. En efecto, Papías, el líder eclesiástico del siglo II, escribe que Mateo, el recolector de impuestos, «recopiló los dichos en idioma hebreo [o arameo], y cada uno los interpretó [o tradujo] como pudo» (Eusebio, Historia de la iglesia 3.39). Aparentemente, Papías hablaba del libro que llamamos el Evangelio de Mateo, y en años recientes sus comentarios se han descartado porque (1) el Evangelio de Mateo no es una colección de dichos; (2) no fue escrito en hebreo ni arameo y (3) casi seguramente no fue escrito ni redactado por Mateo el recaudador de impuestos. Sin embargo, los eruditos recientes se han preguntado si Papías pudo haber confundido nuestro «primer evangelio» con lo que ahora llamamos la fuente Q. Tal vez Mateo, el recaudador de impuestos fue el responsable de recopilar la colección de dichos que nosotros llamamos «Q» y otros (es decir, los autores de dos de nuestros Evangelios) tradujeron o interpretaron estos dichos al introducirlos en sus Evangelios.

Cuadro 5.10
Soluciones sugeridas para el acertijo sinóptico
La hipótesis de dos fuentes


La teoría de Farrer


La hipótesis de dos Evangelios


Cuadro 5.11
El contenido del material Q en Mateo y Lucas, pero no en Marcos


La predicación de Juan el Bautista Lc. 3:7-9 Mt. 3:7-10
La tentación de Jesús Lc. 4:1-13 Mt. 4:1-11
Las Bienaventuranzas Lc. 6:20-23 Mt. 5:3-12
El amor hacia los enemigos Lc. 6:27-36 Mt. 5:39-48; 7:12
Sobre juzgar a los demás Lc. 6:37-42 Mt. 7:1-5; 10:24; 15:14
Sobre producir fruto Lc. 6:43-45 Mt. 7:15-20
La parábola de los dos constructores Lc. 6:47-49 Mt. 7:24-27
La curación del siervo del centurión Lc. 7:1-10 Mt. 8:5-10, 13
Juan el Bautista cuestiona a Jesús Lc. 7:18-35 Mt. 11:2-19
Los que van a ser discípulos Lc. 9:57-60 Mt. 8:19-22
El discurso misionero de Jesús Lc. 10:2-16 Mt. 9:37-38; 10:9-15; 11:21-23
Agradecimiento al Padre Lc. 10:21-24 Mt. 11:25-27; 13:16-17
El Padre Nuestro Lc. 11:2-4 Mt. 6:9-13
Pedir y recibir Lc. 11:9-13 Mt. 7:7-11
A Jesús se le identifica con Beelzebú Lc. 11:14-23 Mt. 12:22-30
El regreso del espíritu maligno Lc. 11:24-26 Mt. 12:43-45
La señal de Jonás Lc. 11:29-32 Mt. 12:38-42
Sobre la luz Lc. 11:33-36 Mt. 5:15; 6:22-23
Denuncia a los fariseos Lc. 11:37-52 Mt. 23:4-7, 13-36
Temor a los humanos y a Dios Lc. 12:2-12 Mt. 10:19, 26-33; 12:32
No preocuparse por la vida Lc. 12:22-34 Mt. 6:19-21, 25-33
Estar listos para el regreso del amo Lc. 12:39-46 Mt. 24:43-51
Divisiones en la familia Lc. 12:51-53 Mt. 10:34-36
Las señales de los tiempos Lc. 12:54-56 Mt. 16:2-3
Llegar a un acuerdo fuera de la corte Lc. 12:57-59 Mt. 5:25-26
La parábola de la levadura Lc. 13:20-21 Mt. 13:33
La puerta angosta Lc. 13:23-30 Mt. 7:13-14, 22-23; 8:11-12
Lamento por Jerusalén Lc. 13:34-35 Mt. 23:37-39
La parábola del banquete Lc. 14:15-24 Mt. 22:1-14
Cargar la cruz Lc. 14:26-27 Mt. 10:37-38
La parábola de la oveja perdida Lc. 15:1-7 Mt. 18:12-14
Sobre servir a dos amos Lc. 16:13 Mt. 6:24
El papel de la ley y los profetas Lc. 16:16-17 Mt. 5:18; 11:13
La reprimenda y el perdón de pecados Lc. 17:1-6 Mt. 18:6-7, 15, 20-22
El día del Hijo del Hombre Lc. 17:23-27, 33-37 Mt. 24:17-18, 26-28, 37-41
La parábola de los talentos Lc. 19:11-27 Mt. 25:14-30

Pero todo esto es especulación; hay mucho que simplemente no podemos saber. En efecto, unos cuantos eruditos creen que Q quizá no haya sido una fuente escrita en absoluto. Tal vez simplemente fue una colección memorizada de dichos, un resumen de las enseñanzas de Jesús que los cristianos (o los líderes cristianos) aprendieron de memoria. Eso explicaría por qué ya no tenemos ninguna copia de él: las copias físicas nunca existieron. Pero repito, esto es especulación.

Y finalmente, tenemos que hacer énfasis en que varios eruditos rechazan la hipótesis de dos fuentes completamente, a favor de una solución distinta al acertijo sinóptico. El competidor principal, probablemente, es una solución llamada la «teoría de Farrer», según la cual el Evangelio de Marcos surgió primero, Mateo modificó Marcos y Lucas se inspiró tanto en Marcos como en Mateo. Otra alternativa es la «hipótesis de dos Evangelios» (a veces llamada la «hipótesis Griesbach»), según la cual Mateo escribió su Evangelio primero, luego Lucas se inspiró en Mateo al crear su propia obra compatible pero distinta y, finalmente, Marcos tuvo copias tanto de Mateo y Lucas y produjo un Evangelio corto y condensado, usando material de ambos. Estas dos propuestas minoritarias intentan explicar los paralelos y las diferencias entre los tres Evangelios, sin tener que plantear la existencia de una fuente hipotética, que ahora está extraviada. La diferencia clave entre las dos es el orden en el que se escribieron los tres Evangelios. La teoría de Farrer sostiene la «prioridad marcana», por lo que tiene mucho en común con la hipótesis de dos fuentes, y rechaza solamente la existencia de Q. La hipótesis de dos evangelios rechaza tanto la prioridad marcana como la existencia de Q, y de esta manera, representa una salida más radical del paradigma dominante.

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