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CAPÍTULO 2. Origen de la psicoterapia emocional sistémica
Mercedes Bermejo
ÍNDICE
1. Introducción a la psicoterapia emocional sistémica
2. Factores sociales que han influido en la necesidad de un nuevo abordaje de la psicoterapia
3. Influencia de la terapia familiar sistémica
4. Influencia de las corrientes humanistas
5. Influencia de la neuropsicología afectiva
6. Principios básicos de la psicoterapia emocional sistémica
7. Bibliografía
1. Introducción a la psicoterapia emocional sistémica
El hombre es hijo de su pasado mas no su esclavo, y es padre de su porvenir
(Vicktor Frankl)
La psicoterapia emocional sistémica emerge en torno al año 2010, a partir de un equipo de profesionales, ubicados en el centro sanitario Psicólogos Pozuelo (Madrid), especialistas en diferentes ámbitos y organizados en tres departamentos (Adultos, Pareja y Familia, Infantojuvenil y Familia, y Neuropsicología Clínica). Psicólogos con una formación de base cognitivo-conductual, como es habitual en nuestro país, pero a su vez con una formación consolidada en terapia familiar sistémica, así como formación complementaria en psicoterapia humanista y terapia relacional. Desde la prioridad de poder ofrecer a sus pacientes eficacia y rigor en los tratamientos, con una deontología profesional1 incorporada en el ejercicio de la profesión, y considerando que enmarcarse en un único enfoque universal limitaba las competencias y recursos profesionales, decidieron trabajar con una diversidad de postulados e instrumentos flexibles.
A lo largo de los últimos años se han constituido como centro referente de formación a profesionales y, en su deseo de evitar la diferenciación teórica existente entre las distintas orientaciones, diseñaron una escuela propia integral, que se conoce hoy como «psicoterapia emocional sistémica».
Son múltiples las clasificaciones que se han hecho en torno a los diferentes enfoques en la práctica clínica (según Álvarez y Bisquerra, 1996; Campanini y Luppi, 1995; Du Ranquet, 1996; Geissler, 1997; Linn y Garske, 1988) sin lograr un consenso o colaboración entre ellos. A su vez son cada vez más las propuestas de clasificación del sufrimiento humano alternativas a los sistemas habituales del modelo biomédico, tipo DSM (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders) o CIE (International Statistical of Clasification), como el marco de Poder, Amenaza y Significado, elaborado por la División de Psicología Clínica perteneciente al Colegio de Psicología Británica, basándose en las experiencias de la persona, deduce que el sufrimiento no solo manifiesta a través de comportamientos y pensamientos, sino también desde las emociones. Por ello, la psicoterapia emocional sistémica busca un enfoque conceptual no vinculado de manera rígida a un paradigma, pero con la suficiente evidencia como para asegurar la formalidad y rigurosidad al trabajo clínico, basado en múltiples teorías, estilos y enfoques, tomando las aportaciones más interesantes de cada escuela y la técnica para después aplicarlo de forma flexible y creativa a cada caso.
Hace más de diez años, nuestro principal propósito se basa en poder ofrecer una calidad de atención a nuestros pacientes, ya que lo ético y eficaz realmente es adaptar cada técnica a cada paciente o familia, con un estilo propio. Con el objeto de lograr una mayor profesionalización de la práctica de la psicología clínica en España, así como de avalar la eficacia de nuestros procedimientos de trabajo, establecimos un protocolo de actuación, a partir del cual registramos y analizamos la evolución de los tratamientos llevados a cabo mediante una metodología de trabajo2 concreta, basada en el modelo SER (Sistémico - Emocional - Relacional).
La psicoterapia emocional sistémica (PES) se caracteriza por ser un enfoque desde una perspectiva holística e integradora, basada en ayudar a los sistemas a buscar el equilibrio, desde una causalidad circular, buscando patrones actuales que mejoren las relaciones con los diferentes sistemas que rodean al paciente, sin estigmatizar ni buscar la raíz del problema. Para una mayor comprensión del síntoma, incorpora los mecanismos cerebrales implicados en los estados emocionales subyacentes a la conducta, para poder generar los cambios que permitan un bienestar al paciente estable, profundo y permanente.
Inicialmente, la psicoterapia emocional sistémica tiene sus orígenes en el ámbito de intervención infantojuvenil, donde, desde hace más de diez años, creamos el modelo SER (Sistémico-Emocional-Relacional), presentado en varios congresos3 y publicado en el libro La danza de las emociones familiares4, donde, con el paso de los años, se ha ido adaptando al ámbito de intervención con adultos, así como a la neuropsicología clínica infantojuvenil.
Actualmente, constituida como escuela, la psicoterapia emocional sistémica no deja de ser un modelo de terapia integradora, con una clara e indudable influencia de la terapia familiar sistémica. Basada en unos postulados de no patologizar, adaptados a la sociedad actual, a los nuevos modelos familiares, y que posibilitan evaluar la organización familiar, con una clara influencia humanista y de la neurociencia afectiva, así como de los factores relacionales de origen psicodinámico.
2. Factores sociales que han influido en la necesidad de un nuevo abordaje de la psicoterapia
Solo se ve bien a través del corazón.
(El Principito)
La crisis económica que azotó nuestra sociedad hace ya más de diez años ha dejado profundas cicatrices en nuestro país, a pesar de la recuperación en algunos aspectos, inevitablemente ha tenido una repercusión en nuestro estilo de vida, nuestra salud mental, así como en nuestra manera de ejercer la psicoterapia y de vincularnos5. Asimismo, son muchos los avances que han revolucionado nuestro modo de vida, principalmente la tecnología, la ciencia, la innovación…, lo que ha permitido mayores progresos en algunos ámbitos y la promesa de una mayor calidad de vida para nuestra sociedad. Algunos de estos avances, de manera paradójica a su objetivo de mejorar nuestro bienestar, han generado un «individualismo autosuficiente», un «consumismo identitario» y un «reconocimiento social», a través de lo virtual, con enormes riesgos para nuestra salud emocional.
A su vez, hay otras áreas que han experimentado menos avances, como el medio ambiente, la alimentación, o incluso la educación. Donde, al margen de las numerosas leyes educativas que se han ido aprobando, ha permanecido, en muchos casos, una educación tradicional, basada más en enseñar que en aprender, en la cual se fomenta la repetición de conceptos más que la reflexión o pensamiento crítico, y en la que el profesor sigue siendo el protagonista del aula, y no sus alumnos, como ya en los años setenta proponía Jean Piaget6. Asimismo, los ritmos de vida frenéticos, la falta de conciliación de nuestra vida laboral y familiar, la falta de políticas sociales que protejan a la familia y a la infancia están perjudicando nuestra supuesta «sociedad de bienestar», y cada vez son más los casos de menores que acuden a consulta con una sintomatología de «orfandad emocional» como consecuencia de la falta de presencia emocional de sus cuidadores primarios.
Niña de 7 años que acude a consulta después de haber pasado por diversos especialistas como consecuencia de molestias gastrointestinales, sin encontrar una causa aparente. Derivada desde Atención Primaria a nuestro centro para descartar aspectos psicológicos. En la historia clínica con los padres detectamos que, de manera habitual, a las 7:30 a. m. la recoge la ruta escolar y, después de estar en «los desayunos del cole» y tras una jornada escolar de 8 horas, realiza varias actividades extraescolares, con lo que llega a casa, la mayoría de los días, a las 19:30 horas. Después, entre deberes, baño y cena, pasaba con su madre una media de 30 minutos al día y al padre no lo veía la mayoría de los días entre semana.
En etapas del ciclo vital tan tempranas, donde metafóricamente la infancia es el abrigo que te evita pasar frío el resto de su vida, y por ello son tan importantes los cuidadores primarios: para afianzar un apego seguro, reforzar la autoestima, la comunicación y poder contar con un espacio de expresión emocional con sus referentes. Entonces, ¿cómo no podía resultar necesario para esta niña pasar más tiempo con sus padres? Ya que las visitas a especialistas y la preocupación de la madre implicaban para la menor poder disfrutar de más tiempo con ella. Nos planteamos, como hipótesis circular inicial, que el síntoma podía estar reforzando las necesidades afectivas no cubiertas de la paciente identificada.
Es cierto que, los cambios en las familias han sido más profundos y convulsivos en los últimos 40 años que en los últimos 20 siglos. Ha evolucionado enormemente la institución familiar, desde la heterogeneidad de los modelos familiares actuales7, así como sus funciones y competencias, como el papel de la mujer en la familia y en la sociedad.
La ONU, en el año 2016, reconoce que la familia debería ser entendida «en un sentido amplio» e intenta abrir la puerta al reconocimiento de las parejas compuestas por personas del mismo sexo en el derecho y la política internacional. Es cierto que «no hay una definición de familia según las normas del derecho humano internacional», de acuerdo con un informe sobre la «protección de la familia» elaborado por la ONU. Pero entendemos la familia como la institución vertebral donde se han producido, desde la entrada de la segunda mitad del siglo xx, inmensos cambios. Se han renovado los modelos de familia y roles familiares más tradicionales, que responsabilizaban a la madre del equilibrio afectivo del niño y la responsabilidad educativa, Freud (1923) y Spitz (1953). Surgen nuevas ideologías y valores en lo que se refiere al rol de la mujer, madre, esposa, hija, hermana, amiga…, gracias a los movimientos sociales a favor de la perspectiva de género, con una concepción epistemológica de la mirada del género y sus relaciones de poder.
Actualmente, las mujeres españolas se encuentran entre las que menos hijos tienen en el mundo, con 1,33 hijos por mujer, según el INE8 de 2017, donde se indica que el 44,5 % de los nacidos son de madre no casada y que las mujeres tienen su primer hijo con más de 30 años (31,9, según el INE de 2017). La falta de estabilidad laboral, las dificultades en la conciliación familiar y cambio de valores en nuestra sociedad han generado este tipo de transformaciones en la organización familiar.
Como consecuencia, resulta inapelable que la psicoterapia también requiera de una adaptación a estas circunstancias sociales para garantizar la efectividad en sus tratamientos. Es decir, es necesaria un tipo de psicoterapia que se adapte a la logística, disponibilidad y recursos de cada familia, que a su vez sea capaz de reflejar los síntomas y necesidades emocionales de las familias de la actualidad, y que sea respetuosa con los valores, ideologías y creencias de cada estructura familiar.
3. Influencia de la terapia familiar sistémica
El hombre ve lo que sabe
(Goethe)
Como ya hemos explicado en el capítulo9 anterior, la terapia familiar sistémica emerge como una posibilidad fundamental de entender cada caso, donde es importante incorporar de manera directa o indirecta a los diferentes miembros del sistema implicados con el síntoma, y que sin un trabajo en red con la familia o con los diferentes sistemas implicados podemos no entender el síntoma y encontrarnos con resistencias al cambio. Por ello, es fundamental entender cada caso desde una perspectiva más amplia, con causalidad circular, neutralidad, donde el significado de las relaciones y el contenido juegan un papel crucial en todo el proceso terapéutico. Ya que la narrativa de la familia es el resultado del significado que hace de la experiencia relacional, así como de la permanencia del síntoma, que en muchas ocasiones mantiene la homeostasis de la familia.
La psicoterapia emocional sistémica (PES) se nutre indudablemente de la terapia familiar sistémica (TFS), pero, de manera histórica, es importante recordar que la TFS más ortodoxa, a pesar de su surgimiento y evolución desde las corrientes psicoanalíticas, aborda postulados preferentemente contrastados a partir de la conducta de la familia; es decir, a través de las interacciones y acciones de las relaciones, y donde apenas se ha teorizado la parte emocional. Se evita el abordaje de las emociones y se llega a calificar como «proceso dormitivo», según Bateson (1973), o según afirma el doctor Juan Luis Linares (2018)10, psiquiatra y psicólogo sistémico: «[…] rayamos a veces en el tabú, querría dar testimonio personal, especialmente en lo que a las emociones se refiere. Cuando, en 1981, estuve en el Mental Research Institute (MRI) de Palo Alto en el curso de un programa de formación, pude detectar un explícito escepticismo respecto a la utilidad de la focalización y el manejo de aspectos emocionales en terapia. No había motivos para sorprenderse, puesto que Watzlawick no dudaba en referirse a ello, tanto por escrito como verbalmente, manifestando lo inadecuado de aludir a lo que las personas “sienten” en vez de a lo que “piensan”. También Minuchin mostraba sus preferencias por lo que se “hace” en detrimento de lo que se “siente”. Y es un lugar común en la historia de la terapia familiar que Bateson consideraba a las emociones un concepto dormitivo, en lo que para él constituía el colmo de la descalificación. A este respecto, y en honor a la complejidad de estos temas, hay que hacer constar que Nora Bateson asegura que su padre nunca afirmó tal cosa y que tal creencia se debe al sesgo intelectualizante introducido por Watzlawick…».
Desde la década de los cincuenta del siglo pasado, la terapia familiar sistémica, desde sus diferentes escuelas y técnicas, ha aportado reconocimiento y valor al trabajo de la psicoterapia. La literatura nos recuerda la amplitud de publicaciones e investigaciones que se han llevado a cabo a lo largo de estos años desde la TFS, ampliando su campo de actuación no solo al ámbito social y clínico, sino también al educativo. Por ello, la psicoterapia emocional sistémica se sustenta de sus raíces indiscutiblemente sistémicas y plantea nuevos postulados y técnicas, complementando su abordaje a través de aspectos emocionales que justifican y permiten el cambio de una manera más profunda y permanente, como veremos a lo largo de los próximos capítulos.
4. Influencia de las corrientes humanistas
La curiosa paradoja es que cuando me acepto tal como soy, entonces puedo cambiar
(Carl Rogers)
Desde la psicoterapia emocional sistémica, consideramos fundamental reconocer la influencia de los procesamientos de funcionamiento emocional para poder establecer hipótesis sistémicas. Así como para entender el síntoma o realizar técnicas sistémicas, a pesar de los múltiples defensores y detractores que han recibido las escuelas humanistas por su dificultad para respaldarse en una base empírica sólida, con una clara debilidad teórica para evidenciar su fiabilidad.
Desde sus orígenes más emblemáticos, junto a Abraham Maslow, Eric Fromm, Eric Berne o Viktor Frankl, se considera que el precursor del enfoque humanista fue Carl Rogers (1959), un psicólogo estadounidense que basó su trabajo no en investigar sobre el sufrimiento, sino en el auto-conocimiento y desarrollo personal de la persona. Rogers se centró en el «aquí y ahora», con una postura de «no directividad»11 con el paciente. En los modelos humanistas no se apela al pasado del paciente, evitando las clasificaciones, sino que, con una visión positiva y auténtica, se centran más en las capacidades y herramientas de la persona que en el síntoma y en estudiar la conducta. Estos son características y principios de trabajo con los que, desde la psicoterapia emocional sistémica (PES), nos sentimos identificados.
Aquí el experto es el paciente, y el profesional se muestra más auténtico y natural, al compartir el mismo espacio emocional que la familia o el paciente identificado. No obstante, a diferencia de las corrientes humanistas, desde la PES trabajamos en el presente; pero, si detectamos que hay algo del pasado que no le permite al paciente poder estar en el presente, regresamos al pasado puntualmente para resolver aquello no resuelto, y así poder vivir una mayor consciencia del presente, promoviendo la reflexión sobre la conducta, siguiendo las propuestas de Fritz Perls de dejar la mente libre y guiarse también por los sentidos12.
SESIÓN FAMILIAR
Psicoterapeuta: ¿Cómo puedo ayudaros como familia? ¿Qué tendría que ocurrir para que la terapia fuera un éxito?
Padre: Que Ana se portara mejor y no estuviera continuamente generando conflicto.
Madre: Que pudiéramos tener una armonía familiar y fuéramos todos felices.
Hermano: Que mi hermana Ana dejara de quitarme mis cosas, de gritarme y entrar en mi cuarto.
Ana: Que mi familia me hubiera ayudado cuando sufrí acoso escolar en primaria.
Psicoterapeuta13: Os voy a pedir que os levantéis para que Ana pueda representar, a través de vuestra postura corporal, una escultura de cómo sintió ella que estaba la familia hace 4 años, cuando ella sufrió acoso escolar.
Después le pido a la familia que se coloque en la postura corporal de cómo y dónde les hubiera gustado estar si hubieran sabido lo que estaba sufriendo Ana.
A partir de un acontecimiento del pasado, que enquista las relaciones familiares actuales, añadidas al rencor del tiempo acumulado, volvemos, regresamos a esa situación para dar la oportunidad a la familia de hacer las cosas de forma diferente, teniendo en cuenta las estructuras emocionales del paciente identificado.
En este mundo racional en el que vivimos, la expresión emocional ha sido en ocasiones criticada, valorando la represión de las competencias afectivas del individuo. A lo largo de la infancia suele haber una mayor facilidad de conexión con el mundo emocional, mientras que los adultos, a medida que nos hacemos mayores, vamos racionalizando la interpretación de lo que ocurre a nuestro alrededor, lo que nos hace sentir más seguros, o al menos, con la sensación de «controlar» nuestro entorno, y cada vez nos vamos distanciando más de nuestro mundo interior «emocional». La psicoterapia emocional sistémica propone un equilibrio entre las emociones, las cogniciones y la conducta, como parte integral de la interacción humana, y amplía recursos específicos relacionales que permiten una visión más global de las dinámicas familiares y un manejo consciente del mundo afectivo interpersonal.
Por ello, las emociones hacen posible el proceso de normalización al olvidar la etiqueta psicopatológica del paciente y buscar la comprensión, en la historia de la familia, del mundo interior de cada uno de sus miembros para, de este modo, reconstruir los vínculos afectivos más auténticos, donde el síntoma no sea necesario.