Kitabı oku: «El cuerpo en la experiencia psicoanalítica», sayfa 4

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Podemos pensar que, con esta intervención, Freud le aporta una nueva perspectiva que difiere de la mirada acusatoria del Superyó. Funciona como “aliado”, que le avala poder “faltarle al otro”, ante la emergencia de su deseo y su imposibilidad de alejarse. Es una intervención que ejerce una función de corte y de protección ante la incidencia imperativa del Otro que va afectando y amenazando a Reik con sensaciones vívidas en su cuerpo. Lo protege frente a la posición de acatamiento a un Superyó que afecta el poder sentirse vivo y seguir vivo. Poder poner distancia vital, para continuar su despliegue vital.

Promediando una sesión en que continuó contando sus malestares, dudas, remordimientos y contradicciones, Freud se mantuvo escuchando en silencio, hasta que le plantea la siguiente pregunta: “¿Recuerda usted la novela el asesino de Schnitzler?”, casi al final de la sesión en voz baja pero firme (Reik, 1956, p. 211).

El modo de aproximar el deseo a partir de una pregunta sobre una novela de Schnitzler, es un modo de responder al self de Reik. ¿Por qué? Una pregunta. Apenas una alusión, hecha con tino, con el tacto que surge de la identificación empática de Freud en el modo de aproximar el encuentro con el deseo que, enfrentado de otro modo, hubiera sido negado al producir un efecto traumático por lo inaceptable desde la lógica excluyente del superyó de Reik, reforzada por las características del discurso de su época. El que fuera una novela y el asesino el personaje de una novela, redoblaba el carácter ficcional del asesinato, además de permitirle a Reik la identificación de su deseo con el del asesino de la novela. Lo ficcional, como el jugar, va trazando un puente entre los efectos deseados y temidos de la omnipotencia del deseo y su ejecución real.

Dice Reik: “la interpretación indirecta efectuada mediante la mención de la novela de Schnitzler me acercó a la solución, pero al hacerlo me produjo la impresión de que yo mismo había encontrado la fuente secreta de mi conducta. Reconocí mi propia imagen en el espejo de la novela de Schnitzler” (1956, p. 224) ¿No es esta una sorprendente descripción de la experiencia de “hallar-crear” el objeto, “hallar-crear” su deseo, permitiendo que la experiencia sea personal, desde el self y no reactiva?

Winnicott dice que el Self se sostiene en el rostro y la mirada de la madre. Reik dice:

Reconocí mi propia imagen en el espejo de la novela, pero comprendí sólo unos pocos segundos más tarde que se trataba de una imagen distorsionada, comparable a las que uno ve en los espejos cóncavos y convexos, en los que las manos y los pies aparecen grotescamente agrandados. Allí me topé cara a cara conmigo mismo, pero al mismo tiempo supe con certeza que no se trataba de mi rostro real, sino uno que imaginaba o temía tener. Ese no era yo, sino la forma en que me había concebido inconscientemente como un implacable asesino. Esta interpretación indirecta me permitió identificarme con Alfredo (el personaje de la novela). Lo vi como una potencialidad mía, pero también tome consciencia de la distancia que me separaba de él (…) Después de haber sentido cuán cerca estaba de Alfredo en mi imaginación, reconocí cuán lejos me encontraba de él en los hechos. (1956, p. 225)

Freud, sabe devolverle una nueva imagen. Lo que Reik ve en el decir de Freud es lo que Freud ve en él. Lo ve teniendo deseos asesinos pero no por eso siendo un asesino, le brinda la experiencia de ser amado tal cual es, sin condiciones, aceptando todos sus deseos y sus contradicciones, situación que en los inicios permite el despliegue del self, de su dimensión pulsional, incluida su agresividad primaria13, su fuerza vital. Este modo de aproximación al deseo le permitió a Reik su apropiación acorde a su ritmo, a sus posibilidades. Logró también evitar el efecto de comprensión intelectual ligado a la actividad mental escindida del psique-soma (Dadas las ideas obsesivas de Reik, es interesante tomar este testimonio para el abordaje de la clínica de la neurosis obsesiva). Este ejemplo clínico lo podemos entender como un modo adecuado a la singularidad de Reik, modo creativo de interpretar el deseo que permitió la experiencia de apropiación personal, que es la que da nacimiento al self.

Bien podemos afirmar que Freud con sus intervenciones lo rescato del pánico. Pánico ante ese Súperyó que lo condena a morir y que compromete su cuerpo, no le da tregua. Escuchemos el relato del alivio y de la sensación de un volver a vivir. Dice Reik

Después de despedirme de Freud, salí a la calle en esa tarde de verano y caminé sin rumbo fijo durante varias horas por las calles semirurales de los suburbios vieneses. Me sentía extrañamente tranquilizado y alentado. No sólo había establecido una distancia con respecto a mi propia experiencia, sino que también comenzaba a aceptarme a mí mismo. Era un sentimiento edificante, como sólo había experimentado después de algún logro. Pero esta sensación de fortaleza y de nuevo coraje no era el resultado de ningún logro, sino del alivio con respecto a la presión de los sentimientos de culpa inconscientes. Mientras caminaba por las calles familiares, y por las colinas de Doebling y Grinzing, comprendí que me había convertido en la víctima de esos terribles ataques, y tuve la certeza de que no volverían. Nunca se repitieron. (1956, p. 225)

Creo que este material es un interesante testimonio para seguir pensando la clínica del Superyó. Encontramos en Freud conceptos como la resistencia del ello, la resistencia del Superyó, viscosidad de la libido. Estos conceptos surgen frente a los obstáculos, los impases de la clínica creada a partir de la neurosis de transferencia. Creo que ideas como las que aquí presento a partir de la clínica en Freud, la idea de que el analista pueda brindar la posibilidad de hallar-crear el deseo, parafraseando a Winnicott, a partir de su modo de intervención, pueden contribuir a franquear esos topes.

EL DIAGNÓSTICO EN WINNICOTT, UN INTER-JUEGO CON LACAN: APUNTES

Intentaré abordar los siguientes interrogantes:

1) ¿Cuáles son los parámetros desde los cuales Winnicott establece sus criterios diagnósticos? ¿Cuál es su postura en relación al tema y su incidencia en la cura y en el quehacer psicoanalista?

2) ¿Cómo correlacionar las ideas de Winnicott con la concepción en Lacan de estructuras diagnósticas: psicosis, perversión, neurosis?

3) ¿Cuál es, a mi modo de ver, una posibilidad de enriquecimientos a partir del inter-juego entre ambos abordajes?

Parámetros y criterios en Winnicott

Ubiquemos a Winnicott como un autor que retoma la idea freudiana de desamparo inicial, Hilflosigkeit, y la reformula a partir de su teoría del desarrollo y de la maduración de tendencias heredadas y posibilitadas por la provisión ambiental, por la dependencia y sostenimiento del medio ambiente facilitador.

El criterio diagnóstico en Winnicott se basa en el tipo de defensa correlativo al grado de maduración alcanzado. Estos criterios, solidarios de su teoría del desarrollo, se acompañan de algunos indicadores clínicos. Cuando el infans se encuentra a merced de las angustias “inconcebibles”: “caer para siempre”, “deshacerse”, “no tener relación con el cuerpo”, “carecer de orientación” por fallos en la etapa de dependencia absoluta, intervienen las defensas primarias. Si éstas gobiernan el proceso, en lugar de “integración” y “personalización” como consecuencia de un buen “sostenimiento” que brinde la posibilidad de vivir la experiencia de “ilusión”, tenemos la despersonalización, la desintegración y la disociación. “Defensas primarias” organizadas activamente frente a las agonías primitivas por estar expuesto ante lo imprevisible en estado de extrema inmadurez. Psicosis remite a la existencia de este tipo de defensas primarias.

La disociación, como defensa primaria, puede dar cuenta de una psicosis esquizofrénica como también de la existencia de cuadros esquizoides subyacentes a una neurosis. Sin embargo, para Winnicott la delimitación diagnóstica no es absoluta, ya que considera que muchas veces la diagnosis se va aclarando, sufre alteraciones. En la clínica, un indicador diagnóstico de estos estados esquizoides es el “sentimiento de futilidad e irrealidad. En el caso del esquizoide la disociación lo aparta de la dependencia y sus vicisitudes y lo deja en su mundo de “objetos subjetivos”, lo que no le permite el “sentirse real”.

En cambio, en el falso self la “disociación” es la defensa ante lo imprevisible de un sostenimiento alternativamente bueno y malo. No hubo respuesta al “gesto espontáneo”. Pudo haber sostenimiento, pero a costa de “acatamiento”. Este fallo impide la ilusión y daña, fundamentalmente, la confianza y la creatividad. Un indicador diagnóstico de falso self es el “sentimiento de futilidad” por imposibilidad de un vivir creador y la ausencia de espontaneidad.

¿Cómo piensa Winnicott la neurosis? Nos hallamos ante la subjetividad que logró un grado de desarrollo que le permite albergar los conflictos inherentes al Complejo de Edipo personal y la angustia de castración descripta por Freud. Ha podido implementar la represión como defensa frente a esta angustia y va a “poder confiar”, instalando una “transferencia” y poseyendo las condiciones para “jugar” en el sentido winnicottiano el “sofisticado juego del siglo XX que es el psicoanálisis”.

Según Winnicott, en las variedades más normales de depresión también estamos ante una subjetividad que logró un desarrollo del ego que le permite albergar conflictos vinculados, en este caso, con la integración, de impulsos destructivos e impulsos amorosos. La madre “medio ambiente”, la de los buenos cuidados, con la “madre objeto” de satisfacción pulsional. Esta es su reformulación de la posición depresiva en Klein. Cabe diferenciar este tipo de depresión, en la que el autor destaca “el valor de la depresión” como índice de un desarrollo logrado, de la “ depresión esquizoide” acompañada de futilidad en la que subyace la disociación.

Diferencias diagnósticas y el quehacer del analista

En los cuadros esquizoides así como en el falso self, hay un asunto que interesa en primera instancia y que se corresponde con el sufrimiento de los fallos primarios y sus defensas. Ese sufrimiento no corresponde a pensamientos inconscientes, no se puede desplegar en el juego asociativo. Lo esencial es la “ausencia de confianza” en la dependencia, la falta de creatividad, de espontaneidad y el sentimiento de futilidad. Desde su perspectiva, en estos cuadros lo esencial no es la interpretación de los conflictos sino otorgar la confiabilidad del marco. Advierte del riesgo de “interpretaciones inteligentes” que pueden tener efecto de violación, pues lo importante es la confiabilidad del marco que tiene en cuenta la debilidad del ego. Se trata de un “saber hacer” sensible que sabe del dolor, del trauma y que sabe cuándo introducir los conflictos vinculados al deseo, cuándo atender a lo que Winnicott llama la necesidad.

La detección diagnóstica de rasgos esquizoides y de falso self permite que el analista evite reiterar la falla primaria, imponer el propio gesto, en este caso el de la técnica analítica aplicable a la de la neurosis clásica. El falso self responde reiterando su acatamiento, pero se refuerza su desesperanza y su sentimiento de futilidad.

Para el abordaje de la patología correspondiente a fallos y defensas primarias, la propuesta de Winnicott apunta a: 1) confiabilidad del marco que permita regresión a la dependencia y deponer la defensa primaria. A partir de los fallos del analista, trabajar los fallos primarios. ¿De qué modo? En transferencia el paciente puede reaccionar ante los fallos del analista, y de este modo hacer que entren bajo el dominio de la omnipotencia. Puede adueñarse de ellos en lugar de quedar a merced de fallos que lo aniquilan.

Otro aporte de Winnicott lo constituye su clasificación de conducta antisocial. Esta clasificación no admite comparación directa con otro tipo de diagnósticos como neurosis y psicosis, ya que no depende del tipo de organización defensiva. Se lo puede encontrar en diferentes cuadros cuando se lo “depriva” de ciertas características esenciales de la vida hogareña, cuidado y protección, si esto sucede cuando ya hay un suficiente desarrollo del ego que permite tener conciencia de la dependencia. Las manifestaciones sintomáticas cuyo denominador común es el “valor de la molestia” aluden a un elemento de esperanza con relación al reconocimiento y resarcimiento de la deprivación. Lo esencial ante un paciente con conducta antisocial es el manejo adecuado. Crear las condiciones que permiten soportar y sostener los embates de agresividad y molestia sin respuesta retaliativa. Aquí, resulta interesante la relación entre esta descripción en Winnicott y el concepto de acting según Lacan.

El diagnóstico en Lacan

Lacan nos aporta un modelo estructural, a partir del estructuralismo y la lingüística intenta una redescripción de los postulados freudianos. Así, retoma la idea freudiana acerca de que la angustia de castración es ante la castración materna, pero en desarrollos posteriores llegará a la idea de castración simbólica o falta simbólica.

Esta teorización se inscribe dentro de su teoría de los tres registros: Simbólico, Imaginario y Real. El orden simbólico se instituye a partir de la existencia de una falta. La marca de esa falta es el “falo simbólico” que garantiza el deseo y su movimiento de sustitución. La función que instituye el orden simbólico es el “Nombre del Padre” a través de la operación que llama Lacan la “Metáfora paterna”.

El “Nombre del Padre”, que instituye el sistema simbólico, se correspondería con el padre de la ley, el padre muerto de Tótem y Tabú. En ese sentido es pacificador, instala la prohibición del incesto y protege del exceso, del goce y su sufrimiento. Nos dirá Lacan que, tras la “falta simbólica” pacificante se encuentra el objeto “a”, algo de lo real. Esta función simbólica pacíficamente se ejerce de modo fallido. Esto no es contingente, es condición estructural. Lacan planteará entonces que el “Gran Otro”, el “Orden simbólico” es estructuralmente fallido.

Diremos con Freud, detrás del padre de la ley subyace siempre su prehistoria, el padre gozador. Esta idea Lacan la formaliza planteando que el “Gran Otro” simbólico, el “Gran Otro” de la Ley, deviene un “Gran Otro” Barrado. A su vez, el “Gran Otro” Barrado puede emerger como “Gran Otro” deseante (-A-). La emergencia del “Gran Otro” deseante, del inquietante “Deseo en estado puro” se presentifica a través de la angustia. Aquella angustia que en Freud nos remite a lo siniestro, a cuando lo heimlich deja de serlo.

Bajo mi percepción, una manera de ejemplificar esta idea es con la “madre intrusiva” que describe Winnicott. La madre que no introduce su falta, un adecuado inter-juego presencia-ausencia; que no va creando ese hueco necesario para la constitución del deseo. Ese exceso de presencia materna generaría el inquietante “Que voi”, “que me quiere”, emergencia del “Deseo del Otro”, amenaza innombrable donde la heimlich madre medio ambiente, que supuestamente reconoce al otro como semejante, se torna umheimlich, enigma absoluto, amenaza de quedar en posición de objeto de satisfacción pulsional, a merced de ese Gran Otro y su goce.

Volviendo al tema diagnóstico, Lacan diferencia tres estructuras como modos de respuesta posible ante ese “Deseo del Otro”. Represión en la neurosis, desmentida en la perversión, y forclusión del “Nombre del Padre” en la psicosis. Diferentes intentos de cubrir la falla simbólica, la falla del “Nombre del Padre”.

El neurótico, dice Lacan, pone la castración de su lado. Él se siente en falta y de esa manera la castración queda velada del lado del “Gran Otro” simbólico. El obsesivo tapa la falta ofreciéndose como garante. La histeria tapa la falta ofreciendo su impotencia. El neurótico cede ante su deseo, no adviene al suyo y se ofrece como objeto, en el fantasma del Otro. Es a través de su posición de objeto en el fantasma que “vela” la falta del “Gran Otro”. En tanto, el perverso le “da de gozar al Otro”, y de esa manera lo restituye como “Gran Otro”, completo. El psicótico es el que sabe, tiene certeza de la castración del “Gran Otro” (-A-).

Tanto en la neurosis como en la perversión hay “Nombre del Padre”. La falla del Gran Otro, como decíamos, se recubre de un “velo” fantasmático “simbólico imaginario”, “velo” que protege, acota el goce y permite que rija el principio del placer. La forclusión del “Nombre del Padre” apunta a un agujero en lo simbólico que padece el psicótico y que lo deja a merced del goce, de las angustias innombrables, diríamos con Winnicott.

Podemos pensar que la “ilusión”, la experiencia de omnipotencia primaria, el “ser uno con la madre”, y la “transicionalidad” dadas por la identificación sensible con el estado de desvalimiento, son condiciones estructurantes que posibilitarían subjetivar la experiencia. Con Lacan, sería lo que otorga la construcción fantasmática como antídoto relativo a caer en la posición de objeto de goce y su sufrimiento. Antídoto frente a la posición de desamparo en el trauma según Freud.

Correlaciones y diferencias

Podemos decir que entre ambos autores hay diferentes lógicas y diferentes acentos. En Winnicott encontramos una teoría del desarrollo, mientras que en Lacan una teoría estructural. Winnicott resalta el valor estructurante de la ilusión para evitar el trauma en situación de desamparo como condición de salud mental, en tanto Lacan acentúa el carácter estructural del fallo. Winnicott nos habla de ilusión fundacional como protección ante lo imprevisible y del proceso de “desilusión paulatina”. Por su lado, Lacan nos habla del “fantasma” como “velo” protector frente a lo “real”, lo traumático, lo que arroja al más allá del principio del placer. En la dirección de la cura postula llevar al paciente a atravesar el fantasma, a saber de la falla estructural de lo simbólico. Winnicott, con sus ideas acerca del “gesto espontáneo”, verdadero self, tendencias heredadas, subraya el respeto a lo que la criatura humana trae en su encuentro con el otro. Retomando, a mi entender, el concepto de series complementarias freudiana. Mientras que Lacan enfatiza el efecto del “Gran Otro”, del “Orden simbólico”, su precedencia y su incidencia sobre la cría humana al constituirlo como sujeto del lenguaje. Esta posición corresponde a una etapa de su enseñanza, la etapa que privilegió el registro simbólico. A lo largo de su recorrido, fue reconsiderando el tema de los tres registros, Simbólico, Imaginario y Real, y modificando el modo de enlace de estos registros, reconsiderando el peso tanto de lo imaginario como de lo real.

Si volvemos a destacar los criterios de ambos autores para establecer el diagnóstico, podemos decir que Winnicott toma en consideración el tipo de defensa correlativo al grado de maduración del ego, distinguiendo entre defensas ante los fallos en la dependencia y defensas ante los conflictos personales, que implicarían otros grados de maduración, de constitución del yo. Mientras que para Lacan se establece en base al tipo de respuesta ante el fallo estructural del orden simbólico.

El diálogo entre esquemas referenciales. Una propuesta

Winnicott nos aporta un “tercer espacio”, el espacio transicional, que tiene la originalidad de centrar la mirada en el “entre” y lo que allí se produce como creatividad, juego, metáfora. Recordemos que es la “mirada que tolera la paradoja” la que permite que se produzca ese plus de “significación lúdica”.

En un trabajo anterior propuse jugar con esta idea en un sentido epistemológico. Poner en relación algunas ideas de diferentes autores, en este caso Winnicott y Lacan, y preguntarnos qué se genera en ese inter-juego desde la “mirada que tolera la paradoja”. A mi entender se produce una apertura, un efecto de significación nuevo. El sentido de cada concepto no se pierde, pero si puede enriquecerse con los matices que le ilumina esta puesta en relación.

Sostenimiento y registro simbólico

El concepto de sostenimiento aparece descripto inicialmente como función materna. Es cierto que desde lo fenoménico es la madre la que predominantemente lo ejerce, pero la perspectiva estructural que tiende a formalizar funciones, nos puede permitir reflexionar acerca del sostenimiento como una actividad que implica los dos elementos constitutivos de la función anaclítica en Freud: madre nutricia y padre protector. Subrayo lo de protector dado que creo que encierra un rasgo esencial de la función paterna o en la formalización de Lacan del registro Simbólico. El falo simbólico, garante de la falta y del deseo, sería el elemento protector en la perspectiva estructural.

Estructuralmente hablando, la madre suficientemente buena de Winnicott no es una “madre completa”, es “sujeto deseante” desde el inicio. Por esa razón, puede permitir la ilusión y seguir siendo “ella misma”, puede adecuarse al ritmo del infans, puede responder a su gesto espontáneo y desilusionarlo adaptativamente. La “madre intrusiva”, la que “viola las necesidades del ego”, sería la que busca completarse en el hijo, manteniendo la relación dual e impidiendo la inclusión del tercero.

La idea de sostenimiento en Winnicott parte del sostenimiento físico del infans en brazos maternos, pero continúa en círculos concéntricos que, pasando por el padre, la familia y la sociedad, llega a las leyes que rigen y sostienen el funcionamiento social. Subrayemos esta vinculación entre sostenimiento y legalidad. Vimos cómo el orden simbólico en Lacan instaura el deseo-ley, esto puede resultar en una interesante intersección entre sostenimiento, legalidad y orden simbólico como protección frente al exceso, ante lo inasimilable, como protección antiestímulo al decir de Freud. Desde esta lectura, podemos establecer un inter-juego entre Winnicott y Lacan con relación a la psicosis. Fallas primarias del sostenimiento y caída en angustias impensables dice Winnicott. Forclusión del “Nombre del Padre”, agujero en lo simbólico y caída en la posición de objeto de goce para Lacan. A mi modo de ver, en este inter-juego ambas formulaciones se enriquecen sin por eso perder la coherencia que tiene cada una de ellas dentro del contexto de cada teoría.

Con respecto a la conducta antisocial en Winnicott y el acting en Lacan, podemos decir que ambas son conceptualizadas como categorías disímiles a la clasificación diagnóstica neurosis, psicosis. En la conducta antisocial Winnicott nos invita a detectar la esperanza contenida en la agresividad o molestia del antisocial, que busca recuperar los cuidados hogareños del sostén arrebatado. En tanto, Lacan entiende el acting como un llamado al “Gran Otro” de la Ley, al “Orden simbólico” ante el peligro de quedar identificado con “el resto”, “el desecho”, una de las versiones del objeto “a”.

Podemos ver en ambas descripciones una amenaza de caída y un llamado angustioso de sostén. Vemos también en ambos autores, ante estos cuadros, la propuesta de un quehacer por parte del analista que va más allá de la labor interpretativa. Winnicott nos habla de la importancia del “manejo” de la “confiabilidad del marco”, Lacan del “acto analítico” y en este punto, de la operatividad de la “angustia del analista” como testimonio de que hay un lugar de deseo. Distintas formas de ofertar ese sostén en el deseo, que muchas veces define un proceso analítico.

Hablar de fallas del sostenimiento o fallas del “Orden simbólico” es también una manera de aproximarnos a comprender el mundo actual. Lo “imprevisible”, el inquietante “que voi”, el “que me quiere”, emergencia del Deseo del Otro (Lacan), el pánico, la crisis de confianza, también se actualizan desde el entorno social. En este contexto, subrayar ese quehacer del analista que apunta a “no dejar caer al paciente”, detectar la problemática de “la confianza en la situación clínica”, con el enriquecimiento y la “resonancia metafórica” que adquieren estas ideas a partir de los aportes de Winnicott y Lacan se torna, a mi entender, un punto de urgencia para la clínica psicoanalítica actual.

2 Este tema referido a las diferentes corrientes dentro del pensamiento psicoanalítico, creo que puede quedar incluido en una temática más abarcativa: el encuentro con las diferencias y sus posibles vicisitudes.

3 “Con la experiencia de que un objeto exterior aprehensible por vía de percepción puede poner término a la situación peligrosa que recuerda el nacimiento, el contenido del peligro se desplaza de la situación económica a su condición la pérdida del objeto”. “Como fenómeno automático y como señal de socorro, la angustia demuestra ser producto del desvalimiento psíquico del lactante. Respecto de la angustia de castración en la etapa fálica, la explica condensando que la privación del miembro, implica quedar expuesto de nuevo, sin valimiento alguno, a una tensión de necesidad, la de la libido genital” (Freud, 1926).

4 Este ejemplo denota cómo las situaciones de duelo introducen, según Lacan, la cuestión del objeto, objeto “a”, de ese resto que somos más allá de las significaciones que nos permiten el reconocimiento simbólico imaginario.

5 Uno de los nombres del objeto a, aquello que presentifica lo real desde Lacan.

6 Desde una perspectiva lacaniana, el encuentro a destiempo con la castración del Otro implica el encuentro con la madre pulsional en tiempos pre subjetivos si pensando con Winnicott aludimos a los tiempos de la dependencia absoluta en los inicios de la constitución subjetiva.

7 Dentro del pensamiento filosófico contemporáneo Agamben aborda el tema de la vigencia del “estado de excepción”, como estado permanente en la sociedad actual. El paradigma del “estado de excepción” fueron los campos de exterminio nazis como lugar donde este “estado de excepción” autorizaba el horror permanente. La vigencia actual de ese “estado de excepción” nos dejaría a merced del terror. Este entorno no puede dejar de tener efectos en los modos de defensa, en la subjetividad actual.

8 F. Jordan Moore en el trabajo “Trauma, experiencia y recuerdo” aborda el valor de esta función de validación por parte del analista.

9 La tarea de deconstrucción del pensamiento moderno y de la lógica identitaria solidaria con este pensamiento llevó a plantear nuevos interrogantes vinculados con la respuesta ética ante el Otro, lo extraño, lo diferente y a pensar la relación entre lógica de la identidad y fenómenos de exclusión y de exterminio. El dar lugar o el desalojar o exterminar son hoy temas del pensamiento contemporáneo en torno a la problemática de la subjetividad. Derrida trabaja la figura del huésped. Lévinas nos habla del rostro del Otro que nos interpela. Interpelación que exige una respuesta ética.

10 Material extraído del libro Confesiones de un psicoanalista de Theodor Reik (1956).

11 Esta idea va a ser desplegada en otros artículos de este texto. “La transferencia, hospedar lo Otro”.

12 Este caso lo encontramos en el libro Margaret Little traducido por Lilian Tuane y Rodrigo Rojas (2017) Transferencia Neurótica y Transferencia Psicótica y también aparece tratado por Lacan en el Seminario “La angustia” (1962/63).

13 Concepto en Winnicott que apunta a una agresividad no intencional, ligada al movimiento, a lo muscular que se manifiesta en los inicios de la constitución subjetiva como potencia, fuerza vital. En este punto Winnicott se separa de Klein respecto de sus ideas acerca de fantasías inconscientes agresivas existentes desde el inicio.

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