Kitabı oku: «Ni rosa ni azul», sayfa 4

Yazı tipi:

2.4 CUIDADO CON LOS ESTUDIOS QUE REVELAN DIFERENCIAS ENTRE HOMBRES Y MUJERES

Como venimos exponiendo, niños y niñas, hombres y mujeres tenemos las mismas capacidades y podemos desarrollar al mismo nivel nuestros atributos intelectuales y emocionales, siempre que contemos con la suficiente estimulación. Volvamos a poner un ejemplo: todos nacemos con la capacidad de aprender a leer y a escribir para tener después una alta comprensión lectora. Pero para desarrollar esta potencialidad nos pasamos desde los 5 años practicando y siendo estimulados en esa dirección hasta, como mínimo, los 16. De no contar con esta práctica, esta capacidad no se desarrollaría. De la misma manera, hombres y mujeres pueden desarrollar su intelecto para ser escritores; ninguno de los dos sexos está, por el hecho de ser mujer u hombre, mejor dotado para esta profesión. Habrá hombres y mujeres dotados por encima de la media con la potencialidad de desarrollar la lectoescritura a un altísimo nivel y con esto podrán ser escritores.

Sin embargo, a pesar de estas semejanzas entre hombres y mujeres, cada cierto tiempo se publican estudios que sostienen haber encontrado diferencias significativas entre hombres y mujeres, por ejemplo, en habilidades matemáticas, lingüísticas o en orientación espacial. El motivo por el que sostenemos que estos estudios deberían ser cuestionados es que, casi todos ellos, se hacen con individuos adultos o adolescentes cuando ya han sido sometidos a un trato y una estimulación marcadamente distinta en función de su sexo. Es decir, el cerebro de estos sujetos ya se ha hecho distinto. El cerebro se construye y se esculpe a partir de la estimulación externa, sufre modificaciones en función de la experiencia, y estos hombres y mujeres de estos estudios han tenido una estimulación diferenciada que ha hecho que sus cerebros se construyan de manera diferente a pesar de haber nacido de un modo muy semejante.

Si a los niños se les ha facilitado de manera mucho más acusada, significativamente mayor, que a las niñas que hagan actividades al aire libre, que hagan deporte, que exploren activamente el entorno cuando van a la montaña o al parque, entonces puntuarán más alto, por ejemplo, en orientación espacial, puesto que es un campo en el que han tenido una estimulación mucho mayor. Pensémoslo un momento: a los niños, de manera mucho más repetida, se les compran muñecos de superhéroes que se dedican a explorar, a ser activos ante el mundo, y ellos los imitan. A los niños se los calza con zapatillas de deporte. A las niñas frecuentemente se las viste con zapatitos con los que difícilmente se puede subir a una roca o salir a salvar el mundo. A las niñas se les regalan princesas que se quedan tranquilas vistiéndose y arreglándose, y ellas las imitan. ¿Se les regalan a los niños muñequitos de príncipes engalanados que se esfuerzan por estar relucientes y quietos para no mancharse, y conseguir así que se les diga lo guapos que son?

Pensémoslo de otra manera. Si hiciéramos un estudio que midiera las capacidades de memoria, concentración y cálculo en niños de entornos muy desfavorecidos económica y socialmente, y las capacidades de niños de entornos muy privilegiados económicamente, muy probablemente encontraríamos diferencias significativas entre los dos grupos de niños. Sería una aberración absoluta decir que los niños de contextos empobrecidos son menos inteligentes que los niños de contextos con un alto nivel adquisitivo porque este estudio lo confirma. Y más aberrante todavía sería decir que estos niños obtienen estas puntuaciones porque sus cerebros son distintos, unos más capaces y otros menos capaces, aunque probablemente hasta pudiéramos encontrar diferencias cerebrales. Estas diferencias no estaban desde el principio, pero se crearon debido al trato diferenciado que se dio a ambos grupos de niños, que esculpió de manera distinta sus estructuras neuronales. Estas puntuaciones diferentes en aptitudes intelectuales se obtendrían porque hay una variable oculta en el estudio que explica las diferencias: de nuevo, la estimulación.

Esto mismo sucede en el caso de las diferencias que algunos estudios encuentran entre hombres y mujeres. Como expone Kate Millet en su libro Política sexual, hasta que no eduquemos a las niñas y a los niños con paridad, en una sociedad que realmente sea igual para hombres que para mujeres, no podremos valorar hasta qué punto existen diferencias biológicas entre ambos sexos. Aún, lamentablemente, estamos muy lejos de haber llegado a esa realidad y este es un gran desafío que todos tenemos entre manos: tratar de un modo verdaderamente semejante a niños y a niñas.

2.5 UNA HABITACIÓN PROPIA

Quizás nos puede parecer exagerada la afirmación que sostiene que no educamos igual a niños y a niñas. Creo que nos puede costar verlo y reconocerlo porque tenemos tan normalizado construir, desde que nacen, el mundo alrededor de las niñas de un modo y alrededor los niños de otro que lo hacemos de un modo automático y «ni lo vemos». Vamos a dedicar este apartado precisamente a poner reflexión y atención sobre estas diferencias de trato que desarrollamos desde el principio de la vida de un bebé según sea niño o niña.

Empecemos por el principio. Pensemos por un momento que un bebé aún no ha nacido y su familia se dispone a prepararle la habitación. Cuántas veces habéis oído expresiones como estas: «Necesitamos saber el sexo del bebé para empezar a pensar en cómo decorar su habitación», «no puedo aún comprar cositas para el bebé porque no sé si es niño o niña», «te estoy guardando ropita y juguetes de mis hijos, lo estoy clasificando para darte, si es niña, lo que fue de mi hija y, si es niño, lo de mi hijo; suerte que tuve niño y niña, así seguro te voy a poder dar».

Si verdaderamente tratáramos igual a los bebés, independientemente de su sexo, si los rodeáramos de los mismos juguetes, de las mismas imágenes, ¿necesitaríamos saber su sexo para decorar y preparar su habitación? No sería necesario, ¿no? Este pequeño ejemplo muestra cómo ya desde el primer día de su vida, lo que hacemos que rodee a niños y niñas, con lo que los vestimos, lo que les facilitamos que vean, no es lo mismo.

En los casos más extremos, los de niños y niñas que son tratados de manera radicalmente distinta en función de su sexo, en los que este trato se ciñe sin fisuras a lo que socialmente se sigue considerando «de niñas» y «de niños», lo que nos podríamos encontrar es lo que muestra esta imagen:


Si queréis ampliar un poco más sobre esta tendencia a comprar a las niñas «cosas de niñas» y a los niños «cosas de niños», echadle un vistazo a la web de esta artista surcoreana. En 2015, JeongMee Yoon comenzó a fotografiar habitaciones de niños y niñas para mostrar el impacto de este marketing basado en los estereotipos sexistas.

http://www.jeongmeeyoon.com

Afortunadamente, en general, el trato no es tan marcadamente desigual como muestra la foto pero, lamentablemente, hay niños y niñas que sí son tratados de una manera tan diferenciada, estereotipada y limitada. En el caso de la niña de la foto, ¿qué creéis que será más probable, que de adulta se incline por desarrollar una profesión tipificada como «propia de mujeres» (por ejemplo, enfermera, profesora de infantil, diseñadora de moda), o por desarrollar una profesión tipificada como «propia de hombres»? Esta niña de la foto, ¿qué será más probable cuando sea adulta, que tenga una mayor tendencia a desarrollar exclusivamente su maternidad y a entregarse a ella y a la familia o que tenga una mayor o igual tendencia a desarrollar sus ambiciones personales y profesionales? ¿Qué será más probable en la adolescencia, que se sienta más atraída por el amor romántico o por desarrollar sus propias capacidades y con ellas incidir en la realidad laboral, política y/o científica de su país? Formulaos también las preguntas del mismo modo, pero para el niño de la foto.

Otro ejemplo muy claro de que sigue existiendo sexismo lo encontramos en los catálogos de juguetes. En los últimos años han mejorado, pero siguen teniendo una parte rosa con juguetes para niñas que giran en torno a bebés, cocinitas, princesas y tocadores —incentivar a una niña a que se preocupe por estar guapa, cuando la imagen personal no es una verdadera preocupación hasta la adolescencia, es algo que nunca entenderé, creo que es una conducta que, de alguna manera, les roba la infancia—, y una parte azul con juguetes para niños que giran en torno a superhéroes, muñecos de acción, experimentos científicos y movimiento en exteriores. Y, para rematar, es muy común que si vamos a comprar un juguete para un regalo, tras decir: «Busco un juguete de 5 años», la respuesta sea: «¿Para un niño o para una niña?».

Si realmente el trato que damos a niños y niñas fuera el mismo, todo esto no pasaría. ¿De verdad podemos seguir manteniendo que educamos igual a las niñas que a los niños? Todo esto demuestra que aún, en pleno siglo XXI, la variable fundamental para empezar a construir la identidad de un bebé que va a nacer es su sexo. Si el sexismo piensa por nosotros, a partir del momento en que sepamos si un bebé es niño o niña, le asignaremos una serie de atributos y cualidades que consideramos que desarrollará en función de su sexo:

• Si es niña, a la bebé se le asignarán cualidades que girarán en torno a ser tranquila, obediente, pacífica, conciliadora, cariñosa, sensible, dulce, pasiva, con la ambición justa.

• Si es niño, al bebé se le asignarán cualidades que girarán en torno a ser inquieto, rebelde, a veces un poco bruto o agresivo, menos cariñoso, activo, intrépido, valiente, capacitado para manejar el poder y la autoridad.

El hecho de que el bebé sea niño o niña también nos impulsará, a no ser que hayamos hecho una reflexión sobre la existencia de la educación diferenciada y pongamos mucho esfuerzo en no perpetuarla, a tratarlo de un modo distinto:



A una niña tendemos a tratarla, en general, de un modo más afectivo y cariñoso, condescendiente, le daremos más consuelo, la invitaremos menos a que intente por ella misma lo que aún no le sale, la ayudaremos antes con algo que no le sale, le reforzaremos menos la autonomía, le daremos menos responsabilidad en las tareas de puertas para fuera y le daremos más responsabilidad en tareas afectivas o de cuidado a los demás, la motivaremos poco para la actividad física, la empujaremos menos a que participe en los grupos, a que exprese sus opiniones, etc.A un niño tendemos a tratarlo, en general, de un modo más «duro» a nivel emocional, dándole menos mimos, menos afecto físico, le consolaremos menos ante el dolor para «fomentar que se haga fuerte», le ayudaremos menos y le invitaremos más a que intente lo que no le sale, le reforzaremos más la autonomía, le daremos más responsabilidad en las tareas de puertas para fuera y menos responsabilidad en tareas afectivas o de cuidado a los demás, le motivaremos más para la actividad física, le empujaremos más a que participe en los grupos, a que exprese sus opiniones, etc.

Este trato diferenciado sigue dándose en el siglo XXI; a poco que observemos la realidad de un modo crítico, tomaremos conciencia de que ocurre.

2.6 EL PELIGRO DE LOS ESTEREOTIPOS DE GÉNERO

Si seguimos pensando que niños y niñas, hombres y mujeres, son diferentes, que tienen capacidades diferentes, seguiremos manteniendo vivos los estereotipos de género. Este ver diferencias donde no las hay llevará a que desarrollemos un trato diferenciado para niñas y niños. Y este trato hará que se creen diferencias y sí las haya finalmente, cuando no las había en un inicio.

El sexismo produce desigualdad y tiene consecuencias negativas (más graves cuanto más extremo sea) tanto para niños como para niñas, para ambos. La más grave es que limita sus posibilidades de desarrollar todas sus capacidades como personas. Los orienta a que les gusten solo determinadas parcelas de la realidad y les niega determinados comportamientos, los que tienen que ver con la emotividad a los niños y los que tienen que ver con la participación social a las niñas. Restringe su libertad y sus potencialidades. Si bien hemos afirmado que el sexismo daña tanto a las niñas como a los niños, es importante visibilizar también que perjudica doblemente a las mujeres. ¿Por qué? Porque las mujeres son consideradas diferentes que los hombres y, en esta diferencia, se las considera de peor calidad que los hombres, el «sexo débil». Por tanto las sitúa en una posición de inferioridad respecto a los hombres y, a partir de ella, en una posición de dependencia. Si se considera que las mujeres no son suficientemente fuertes, capaces y válidas por sí mismas, necesitarán tener al lado a alguien que tenga las capacidades que, según el sexismo defiende, ellas no tienen. Y esa persona a la que necesitan es un hombre. El sexismo perjudica de un modo mucho más duro a las mujeres, puesto que ellas son las que van a sufrir la brecha salarial, el acoso sexual en el trabajo o en el ámbito académico, las agresiones sexuales por parte de desconocidos, etc. Los hombres también sufrirán violencia por el sexismo, pero la parte más dura y cruenta de esta violencia, innegablemente, está reservada a las mujeres en las que se convertirán nuestras niñas de hoy.

__________________________________________

1 Podéis ver un breve vídeo en el que se recoge el experimento en este enlace: https://twitter.com/BBC/status/1023237421650141184?s=20 Y en este: https://www.bbc.co.uk/programmes/b09202jz


A QUÉ NOS REFERIMOS CUANDO HABLAMOS DE IGUALDAD

El feminismo es la idea radical que sostiene que las mujeres somos personas.

Ángela Davis

3.1 HABLAR DE IGUALDAD AÚN NO ES FÁCIL

Todos los seres humanos somos iguales.


Hombres y mujeres somos iguales.


Muchas personas estamos de acuerdo con estas afirmaciones y, además, consideramos que son los supuestos básicos que se deberían asumir en todas las sociedades para eliminar las injusticias contra las personas, especialmente contra los colectivos vulnerables. Por el contrario, a algunas personas estas aseveraciones les chirrían y, de alguna manera, les generan incomodidad. Ese malestar los lleva a buscar argumentos para no asumir ni cuestionar estas afirmaciones. Sin duda, hablar de igualdad entre personas de diferentes culturas, de diferentes procedencias, y hablar de igualdad entre hombres y mujeres resulta muy controvertido. Esta cuestión es objeto de discusión y da lugar a muchas opiniones contrapuestas. En este capítulo vamos a reflexionar sobre la consideración de la igualdad entre hombres y mujeres para poder esclarecer los motivos de tanto desentendimiento y la falta de acuerdo respecto a esta afirmación.

3.2 PONERNOS DE ACUERDO EN LOS TÉRMINOS PARA ENTENDERNOS

En mi opinión, la razón principal que impide que nos pongamos de acuerdo en cuanto a la igualdad entre hombres y mujeres es que no partimos de una definición consensuada de la palabra «igualdad». Esto es algo normal, puesto que la igualdad es una idea abstracta que guarda una gran complejidad, cuya semántica se presta a mucha confusión y, por qué no reconocerlo, a ciertas paradojas internas.

¿Cómo decir rotundamente que una persona que tiene características diferentes, incluso muy diferentes, a otra es igual que ella a pesar de estas visibles diferencias? En este apartado vamos a resolver esta paradoja.

El primer paso es entender adecuadamente la palabra y el concepto «igualdad». A su definición se le suponen tácitamente muchos significados e implicaciones, y algunos son incorrectos. Empecemos, pues, por definir correctamente el término «igualdad», por delimitar qué engloba su significado. Sin este punto de partida, no nos podremos entender. Estaremos, como en la torre de Babel, sin comprendernos porque cada uno utiliza un idioma; en este caso porque se presuponen definiciones y contenidos distintos.

El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define igualdad, en su primera acepción, como:

‘Conformidad (es decir, semejanza) de algo con otra cosa en naturaleza, forma, calidad o cantidad’.

De acuerdo a esta definición, podemos establecer que hombres y mujeres somos iguales porque idéntica es nuestra naturaleza, ambos somos seres humanos, y semejante es nuestra calidad, es decir, nuestro valor. No es necesario que nuestra «forma» sea la misma para ser iguales.

3.3 IGUALDAD NO ES SER IDÉNTICOS

No defendemos que hombres y mujeres somos idénticos, por supuesto que no lo somos; defendemos que somos iguales.

Si entendemos que dos cosas o dos personas son iguales solo cuando son exactamente coincidentes en todo, entonces negaremos la igualdad entre hombres y mujeres. Pero caeremos en un error, puesto que la igualdad no se refiere a ser copias exactas, sino a poseer la misma naturaleza y el mismo valor. Imaginemos dos pedacitos de cuarzo rosa. Muy probablemente presenten diferencias (uno puede ser más grande que otro, uno puede ser un poco más brillante, uno puede tener el tono rosa más acentuado), pero ambos pedacitos son cuarzo.


Hombres y mujeres no somos copias exactas, presentamos diferencias entre nosotros. Las personas africanas y las europeas no son copias exactas del prototipo «persona», presentan diferencias (meramente físicas) entre sí, pero pertenecen a la misma naturaleza, a la de los seres humanos. Hombres, mujeres, europeos, asiáticos, africanos... somos lo mismo, somos personas, somos humanos. Y es por esto por lo que podemos decir que africanos, asiáticos y europeos somos iguales, aunque presentemos diferencias en nuestro color de piel, en la forma de nuestros ojos, en la cantidad de vello corporal, en el color de nuestro pelo, etc.

Hombres y mujeres tenemos algunas características diferenciadas que básicamente se limitan al fenotipo sexual, es decir, tenemos genitales distintos y algunas características físicas diferentes: el timbre de nuestra voz, la proporción de masa muscular, la cantidad de vello, y poco más. Pero estas diferencias no nos hacen ser dos tipos de seres, no hacen que cada sexo pertenezca a una naturaleza distinta, que los individuos de un sexo sean personas y los del otro no. No, ambos pertenecemos a la naturaleza de los seres humanos, somos iguales en esto. Y, por tanto, como ambos sexos somos lo mismo, como ambos sexos somos personas, tenemos las mismas cualidades, las mismas capacidades, las mismas emociones, las mismas necesidades, las de las personas. Si a dos trocitos distintos de cuarzo, pero iguales por ser el mismo mineral, se les echa por encima un ácido o cualquier otra solución reaccionarán de la misma manera: no generarán dos tipos de repuesta, no, generarán la misma. De igual manera, si a un hombre, si a una mujer, si a un europeo o a un africano les echamos por encima la misma educación, reaccionarán de la misma manera, desarrollarán las mismas capacidades, no capacidades distintas. Desarrollarán las capacidades propias de ser personas.

Por supuesto que europeos y africanos no somos idénticos; las células de la piel de los africanos generan una cantidad mucho mayor de melanina y de ahí su color de piel mucho más oscuro. Esto supone una diferencia biológica, es decir, sus genes —en lo que tiene que ver con la producción de melanina— son distintos; ahí hay una diferencia genética. También la hay en la proporción de masa muscular que tienen; en líneas generales, son mucho más atléticos y fibrosos que los europeos. Ahora, esta diferencia genética no tiene nada que ver con que existan diferencias en sus capacidades cognitivas, emocionales y de cuidado a otros congéneres en relación con los europeos —como, desgraciadamente, se consideró durante mucho tiempo—. Porque las capacidades cognitivas y emocionales no están en la melanina ni en los músculos, están en el cerebro, en un cerebro idéntico en todos los seres humanos. Por supuesto, hombres y mujeres no somos idénticos. Los genitales masculinos son completamente distintos a los femeninos; esto supone una diferencia biológica, una diferencia genética. Como en el ejemplo anterior, esta diferencia genética no tiene nada que ver con que existan diferencias en las capacidades cognitivas, emocionales y de cuidado a otros de hombres y mujeres, de niños y niñas —como, desgraciadamente, algunos sectores siguen defendiendo—. Porque las capacidades cognitivas, emocionales y de cuidado a otros no están en los genitales, no salen de ellos, salen del cerebro, idéntico en todos los seres humanos.

₺373,93