Kitabı oku: «Cómo liberarse de una educación equivocada», sayfa 2

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Presentación

En numerosos contextos académicos he escuchado y leído en libros de “pedagogía” que la buena educación implica un saber hacer, es decir, enseñar y aprender a poner en práctica los conocimientos, afirmación con la que no estoy de acuerdo, pues nos ha hecho más daño que bien. América Latina necesita una educación que active el pensamiento, es decir, que forme personas que cotidianamente afinan su percepción, dudan, se preguntan, plantean sus propios cuestionamientos; por tanto, todo aquello que reciben en clase, leen en un libro o en la internet, lo confrontan con diversas fuentes, lo profundizan y ofrecen su propio punto de vista; esto es más útil que aplicar como tontos lo que otros dicen que hay que hacer.

La presente obra, ¿Cómo liberarse de una educación equivocada? es el resultado de más de treinta años de observación, estudio, investigación, reflexión y preocupación aguda en torno a las numerosas concepciones educativas equivocadas que siguen existiendo en miles de establecimientos educativos de América Latina, que en vez de emancipar o de formar un ser humano autónomo, amante de la curiosidad, comprometido con la duda, con un gran apetito de saber, libre pensador, amable consigo mismo, con los demás y con el entorno; se sigue cultivando un sujeto pasivo, poco consciente de su papel en este mundo y alienado con la tormenta de farándulas y distractores light que le rodean.

Si bien es cierto que ya existen instituciones educativas que liberan el pensamiento crítico y creativo de sus estudiantes, hay suficientes pruebas para afirmar que la educación actual que se imparte en América Latina no favorece la libertad de pensamiento; nuestras hijas e hijos no son formados para pensar por sí mismos, no son formados para el cuestionamiento de los saberes que se les imparte, no se forma para la libertad de expresión, para elaborar críticas con argumentos y evidencias; no se forma para la negociación, la concertación y mucho menos se está preparando para resolver conflictos de manera pacífica y constructiva; necesitamos entonces un sistema educativo que en armonía con sus tres subsistemas, el escolar, el familiar y el socio-cultural enseñe a nuestra generación a pensar por su propia cuenta y así liberarnos del bastón cognitivo de los demás.

Un establecimiento educativo que insiste en formar con un plan de estudio cerrado, que se limita a seguir una guía o un texto escolar único, cuyos estudiantes deben devolver la información que yace en ese texto, es una institución alienante; un contexto educativo que construye o actualiza proyectos educativos institucionales, manuales de convivencia y sistemas institucionales de evaluación, sin contar con la participación de representantes de toda la comunidad educativa, es un contexto excluyente. Un contexto educativo que abandona a sus profesores al interior de sus clases diciéndoles que ellos son “autónomos” y por tanto deben manejar la disciplina de sus estudiantes sin el apoyo de un Manual de Convivencia y unos protocolos, pues para eso son profesionales; es una institución caótica y cero fundamentada..

No todo lo que se dispone y se hace desde los ministerios, las secretarias de educación, y naturalmente desde las instituciones educativas es acertado; por ejemplo, desde algunos ministerios de educación se siguen divulgando torpes escalas de evaluación como deficiente, insuficiente, aceptable, sobresaliente y excelente; o esta otra: desempeño bajo, desempeño básico, desempeño alto y desempeño superior. Jamás a un ser humano se le trata de esta manera, además, existen otros tipos de escalas que estigmatizan a un ser humano con la categoría desempeño bajo y la categoría desempeño superior, como si hubiese un ser humano superior a otro. Con esta concepción de evaluación se está muy lejos de comprender el verdadero significado y sentido del acto de evaluar.

En las instituciones educativas latinoamericanas se ha abusado tanto de las pruebas escritas y orales con preguntas cerradas, que nuestros niños, niñas y jóvenes ya esperan con paciencia que les digan cuáles son las opciones: a, b, c, d. El mundo real no funciona así. En la interacción cotidiana tanto laboral como profesional y social, jamás se nos plantean preguntas de opciones cerradas, por ejemplo, no hay opciones de a, b, c, d, para una entrevista de trabajo, en el desarrollo de un proyecto de diagnóstico, de evaluación, de investigación o de innovación o para encontrar el amor, la pareja que nos va acompañar toda la vida necesitamos activar nuestra imaginación, pensar y proponer antes que escoger opciones que otros nos definen.

En América Latina, necesitamos un proyecto de educación que asegure cuatro compromisos cotidianos: 1. Comprender en forma autónoma y metacognitiva: el estudiante no vuelve a repetir definiciones como tonto, ahora, a partir de consultar por lo menos tres definiciones de un conocimiento específico, construye su propio concepto, en el museo de la escuela deben quedar guardadas esas viejas prácticas de obligar a un estudiante a memorizar en forma mecánica conceptos que además de no comprender, muy pronto se olvidan, 2. Pensar con fundamento: todos pensamos, pero no todos lo hacemos de la forma correcta, esto se debe a que necesitamos aprender métodos y estrategias para pensar mejor, esto es necesario hacerlo todos los días y en todas las asignaturas, una forma es comprometer al estudiante a que dude, analice, entre en conflicto con el texto, escriba al lado del texto sus propias preguntas, aquello que no entiende o aquello con lo que no está de acuerdo, 3. Innovar: en toda actividad, diseño de situación, guía, taller, tarea y prueba escrita, oral e interactiva es esencial comprometer al estudiante a que dé su aporte, propuesta, idea u opinión de mejora, modificación o cambio, de lo contrario no esperemos experimentar una sociedad de innovadores y emprendedores, 4. Ser mejor persona: a diario hay que trabajar incansablemente en formar un ser humano que posee conciencia social, es integral, actúa en forma idónea porque todo lo que aprende en todas las áreas del conocimiento, ha sido mediado por una formación en valores y principios.

Algunos gobiernos también cometen errores históricos como decretar una jornada única sin haber resuelto los problemas fundamentales de un sistema educativo que aún persiste en tener cientos de instituciones educativas en pésimo estado. Algunas no tienen ni paredes, ni sus pupitres completos o un abanico que alivie el intenso calor del salón de clases; en otras cuando llueve no es posible desarrollar las clases porque se inundan por completo. Existen, numerosos contextos escolares que no tienen la carga académica completa, ni un programa integral de actualización para todos los profesores en la disciplina que enseñan, en pedagogía y didáctica. Antes que hablar de programas excluyentes como “Ser pilo paga”; se debe asegurar el ingreso a la universidad o a instituciones técnicas de todos los jóvenes que deseen estudiar; todo esto es urgente resolverlo antes de pensar en una jornada única que contribuye a mantener y perpetuar la inequidad en la que unas instituciones educativas todo lo tienen y otras permanecen en la miseria; quienes piensan así, no han comprendido que no es posible asegurar la calidad sin equidad.

En este libro presento una serie de resultados de investigación y de afirmaciones de valor sobre cómo escapar de una educación equivocada; socializo una serie de experiencias educativas significativas, anécdotas de interés, actividades diversas, estrategias de aprendizaje, diseño de situaciones, herramientas didácticas, instrumentos y metodologías significativas para emancipar y liberar a nuestros estudiantes de una dogmática y cerrada estructura de educación absurda que mucho daño ha hecho por largos años.

En el desarrollo de esta obra, no ofrezco una concepción desesperanzadora, por el contrario, ofrezco una luz de esperanza en la construcción de una mejor educación que la que se está ofreciendo en la actualidad, apoyado en el conjunto de propuestas novedosas, estrategias y experiencias que planteo en esta obra.

Los profesores y los estudiantes tienen un lugar en este libro; así como lo tienen madres y padres de familia. Esta obra no se limita a la exposición de todo aquello que es equivocado en el contexto escolar; también socializo un conjunto de herramientas, recomendaciones y estrategias para liberarse de ese tipo de educación alienante.

Cómo liberarse de una educación equivocada, no es una respuesta, es una pregunta en la que se ensaya, cuestiona, reflexiona, critica y se proponen algunos puntos de partida que contribuyan a liberarse de las prácticas alienantes en la que se basa una supuesta “educación” centrada en la memorización mecánica y la repetición sin sentido de múltiples informaciones que se consumen sin acceder al asombro, a la duda, a la confrontación; dejando por fuera el derecho a opinar, a proponer e innovar.

Cinco capítulos conforman esta obra: I. ¿Seguir en lo mismo o cambiar de paradigma? II. ¿Qué se puede mejorar y por qué? III. ¿Un profesor para reproducir o para liberar el pensamiento? IV. Proceso de evaluación, ¿para atontar o para activar el pensamiento? y V. ¿Reproducir o innovar?

Cómo liberarse de una educación equivocada, es un esfuerzo por cuestionar y socializar las numerosas prácticas incoherentes y sin fundamento que yacen en la educación actual latinoamericana. De seguir con esas prácticas enajenadoras, estaremos muy lejos de consolidarnos como un continente en el que la calidad de vida sea natural en todos sus habitantes, en la que el pensamiento crítico, la innovación y el emprendimiento sean una expresión natural de la cultura.

Propongo, en esencia, una educación liberada de la mecánica, rígida y vertical enseñanza memorística y repetitiva; urgente es liberarnos de un profesor que se dedica a enseñar verticalmente, que imparte información y el estudiante la devuelve tal como la recibió en las rígidas y pasivas pruebas de evaluaciones centradas en preguntas cerradas. Tenemos que iniciar por convencernos de que poseemos todo el potencial para formar a seres humanos independientes, críticos, emancipados, creativos, libre pensadores, nada sumisos; capaces de asumir las riendas de su propio destino, liberándose a sí mismos y con mentalidad solidaria; es decir, seres humanos que no solo se preocupan por su propio destino; que le tiendan la mano a los menos favorecidos, a los que no tienen voz, evidenciando una conciencia social que los lleve a activar el progreso integral de la sociedad en la que viven.

Pablo Romero Ibañez

Capítulo I

¿Seguir en lo mismo o cambiar de paradigma?

En la densa labor de producir un cambio significativo de paradigma, es necesario interiorizar, convencernos y vivenciar algunos compromisos claves que aquí ofrezco, solo como amables consejos.

Cambio de mentalidad

Si deseamos en verdad transformar el viejo y obsoleto paradigma educativo en el que hemos estado inmersos por siglos, antes que depender de un líder o pastor, necesitamos con urgencia formar una nueva generación de seres humanos pensantes, pero que se comprometan a trabajar en equipo; comprometernos con la formación de sujetos humanizados que piensen en el bienestar, la convivencia y el progreso colectivo; en el que todos nos incluyamos sin racismo, sin xenofobia y sin homofobia; que no volvamos a juzgar a un ser humano por su color, origen, raza, lengua, sexo, identidad sexual, de esta forma las múltiples concepciones ideológicas que antes nos separaban serán cosas del pasado.

Esta responsabilidad de formar un sujeto libre exige de un cambio de mentalidad que permita al estudiante pasar de ser un sujeto pasivo, prevenido y excluyente a transformarse en un ser humano incluyente con respeto a las múltiples concepciones ideológicas, pero que jamás calla ante la injusticia, el abuso, el crimen, el maltrato, el robo y la corrupción.

Ese viejo y peyorativo lenguaje que ha dominado la escuela necesita ser superado; no más estas expresiones: pésimo, malo, desempeño bajo, desempeño alto y superior, inútil, inferior, superior, deficiente, insuficiente, recuperación, refuerzo y muchas más.

Ya es hora de interiorizar y consolidar un lenguaje propositivo, invitador, amable y significativo; así que, el compromiso es realizar un ejercicio de transición, en el que evolucionemos de un lenguaje que ya perdió vigencia y significado a un lenguaje nuevo.

De la actividad al diseño de situaciones

Durante mucho tiempo se han impuesto actividades sin contexto y sin sentido a nuestros niños y niñas; podemos hacerlo mejor y una forma es evolucionar del concepto actividades al concepto diseños de situaciones; porque las actividades se convirtieron en un conjunto de acciones aisladas que no siempre están en relación con el contexto y las preocupaciones particulares de los niños, niñas, adolescentes y jóvenes de hoy.

Hablar de diseño de situaciones permite contextualizar el asunto que se está tratando en clase; ya no es una acción aislada; ahora es una situación que el estudiante va a resolver en relación con el contexto y en interacción con escenarios y actores, con los que puede fortalecer su compromiso.

Cuando estaba en grado 9°, hacia principios de los años ochenta, un profesor muy apresurado sin saludar ingresó al salón de clases y exclamó: – Jóvenes, en 1492, Cristóbal Colón descubrió a América y a partir de ese año, quedamos descubiertos. Naturalmente, hoy escuchar esto puede sonar muy chistoso e ingenuo, lo que aquí sucede, es una clase normal de las que traen una información de carácter dogmático que debe aprenderse y devolverse en la próxima prueba escrita; este tipo de profesores recrean la educación equivocada; pero cómo sería esta misma clase hoy: podríamos invitarlos a resolver una guía taller en grupos colaborativos de trabajo que luego socializarán; la guía taller contiene diversos planteamientos e hipótesis de historiadores y filósofos de la historia que los invita a resolver una serie de preguntas, además de una decisión que el grupo de trabajo tendrá que tomar, esta podría invitarlos así: En 1492 se dieron una serie de acontecimientos que llevaron a una transformación histórica del llamado Nuevo Mundo; pero, algo sucedió que sigue siendo objeto de polémica; a continuación, el grupo se identificará con una hipótesis: 1. Lo que se produjo fue un descubrimiento, 2. Una conquista, 3. Una invasión, 4. Un encuentro de culturas y, 5. El grupo no se identifica con ninguna de las hipótesis anteriores, por tanto, se dará a la tarea de plantear una nueva hipótesis la que sustentaremos con argumentos y diversos fundamentos.

Esta historia la he contado en algunas de mis conferencias en grandes auditorios hasta de cinco mil asistentes y cuando pregunto a toda la audiencia, quién tuvo esta forma de educación en la que se dé la oportunidad de pensar y cuestionar un acontecimiento histórico, en vez de memorizarlo, no existe un solo asistente que haya contado que tuvo una escuela que lo emancipara; pero nuestros hijos e hijas sí tienen derecho a una educación que los invite cotidianamente a pensar, a ofrecer su propia palabra.

En vez de castigar, apliquemos acciones correctivas

El concepto castigo lo hemos utilizado de forma casi que criminal; además, el concepto en sí posee numerosas connotaciones peyorativas y denigrantes como pena o sanción que se impone al que ha cometido un delito o molestias; es mejor el concepto acciones correctivas porque apunta a lo esencial: la corrección y por ende, apunta a la formación de un mejor ser humano de aquel que cometió la afrenta o falta; ese es el papel de una institución educativa, la de devolver a la sociedad un mejor ser humano del que ingresó inicialmente; pues no pueden actuar como si fuesen correccionales o estaciones de policía.

La acción correctiva apunta a que niños, niñas, adolescentes y jóvenes comprendan el daño que acaban de ejecutar, que no solo es un perjuicio a terceros, también es un daño a la propia integridad y dignidad del ser humano; cada vez que perjudicamos a otros, también nos hacemos daño a nosotros; al comprender esta realidad, le invitamos a que repare la falta porque no se trata solo de pedir disculpas, hay que reparar aquello que dañamos; también es necesario asumir las consecuencias de nuestras acciones, mediante un compromiso que permita un proceso de aprendizaje significativo.

En vez de amenazar, es mejor interesar

¡Si no traen la tarea mañana, aténganse a las consecuencias! Fue una amenaza que escuché por más de siete años; hoy estamos comprendiendo el error que contiene cualquier tipo de amenaza por más sutil que sea.

La amenaza como mecanismo de presión y control en el hogar y en el ámbito escolar ha sido parte de la tradición y de las prácticas cotidianas de padres de familia y profesores, e incluso sigue siendo una práctica común en los directivos. Lo inconveniente de la amenaza es la intención de dañar a otro de múltiples formas, es una especie de anuncio de un desagradable futuro, además es un ilícito y un delito; por tanto, la amenaza, aunque aparente ser fina, es el momento de erradicarla por completo del contexto educativo tanto en el hogar como en el contexto escolar.

En vez de amenazar, vamos a interesar al estudiante, lograr captar la atención y el interés por el campo del conocimiento que proponemos, siempre será una decisión acertada. Cuando se atrapa el interés del estudiante, este decide consultar, investigar y profundizar por su propia iniciativa.

En vez de imponer, dialoguemos

La imposición de planes de estudio, actividades de metodologías y horarios no es cosa del pasado, sigue siendo una práctica arbitraria en diversos contextos escolares del mundo. La imposición conlleva a soportar los caprichos y arbitrariedades del otro, la imposición tiende a crear un ambiente de tensión, de nerviosismo y desaliento; de ahí que cualquier práctica impositiva es una equivocación.

Un mejor ambiente y clima laboral y de estudio permite formar un ser humano con capacidad de escuchar, negociar y concertar. Hace poco era común escuchar:

–La próxima clase hay prueba escrita y más vale que estudien.

Pero de pronto, un estudiante levanta la mano y dice: –Pero ese día ya tenemos dos pruebas escritas. El profesor le corta bruscamente para decir: –Nada de excusas, ustedes vienen a estudiar y punto.

Ahora invitamos a un proceso de interlocución así:

–Este miércoles, ¿qué pruebas escritas tienen? –Profe, tenemos dos pruebas, una de matemática y otrade ciencias naturales.

A lo que el profesor responderá amablemente: –Bien, entonces les propongo que hagamos la prueba escrita para la próxima semana.

Esto es un ejemplo de lo que significa dialogar, lejos de la imposición.

Del planeador o programador al plan de formación

En cualquier empresa o industria se programan múltiples proyectos, actividades y estrategias de producción y de venta, entre otras preocupaciones empresariales; pero, solo en el ámbito escolar, podemos hablar con plena convicción de un plan de formación que incluye como mínimo un propósito de formación, unos objetivos académicos, desempeños (competencias, indicadores o descriptores), ejes transversales, ejes temáticos, estrategias de aprendizaje, herramientas didácticas y procesos de evaluación. El plan de formación adquiere sentido cuando es coherente entre lo que promete y lo que se implementa.

Del miedo a la confianza

Es normal que los niños y niñas sientan algo de temor al inicio del año, incluso a algunos les dura todo el año; la idea es crear un ambiente agradable de confianza que permita a todos los estudiantes abandonar aquellos miedos innecesarios que los alejan de un aprendizaje significativo. La confianza que un educador le ofrece a sus estudiantes por medio de su forma de actuar, de hablarles, de tratarlos, crea en ellos un positivo estímulo que lo invita a expresarse sin temor, le permite comprender que puede equivocarse y no hay lío porque la equivocación es propia de la naturaleza humana y es un pretexto para volverlo a intentar cuantas veces deseemos, la idea es que cada uno pueda llegar al aprendizaje a su ritmo, con su estilo y su interés personal.

Del caos a la armonía

El caos, el desorden e improvisación que he tenido que experimentar por más de treinta años asesorando secretarías de educación, instituciones educativas oficiales y privadas, me permiten afirmar que este comportamiento es una de las mayores manifestaciones de lo que aquí llamo educación equivocada. Necesitamos evolucionar de una administración escolar armónica en la que toda la comunidad educativa está invitada a hacer sus aportes.

Soy un convencido que si estás obrando bien, si estas organizado y actualizado, no hay por qué temerles a los padres de familia, a la Secretaría de Educación, al Ministerio de Educación Nacional, a la crítica, a la confrontación con académicos, porque tu coherencia entre lo que propones y lo que haces te certifican, la armonía es el resultado de la organización y la fundamentación. Las decisiones de tipo administrativo, pedagógico, de interacción social y con la intención de implementar procesos de investigación, innovación y emprendimiento, no se hacen porque lo diga o lo prohíba un ministerio o una secretaría de educación; se hace porque existe una sólida fundamentación y evidencias en cada uno de los procesos y resultados que se van obteniendo.

Del refuerzo y la nivelación hacia el proceso

“Su hijo necesita reforzar del 7 al 15”, “mañana debe venir a una actividad de nivelación”; este tipo de expresiones son algunas de muchas que se escuchan en la educación equivocada. Niños y niñas no necesitan ni reforzar, ni nivelar, lo que necesitan es un proceso fundamentado que atienda sus diversos ritmos y estilos de aprendizaje, que permita implementar una serie de acciones para hacer posible un aprendizaje seguro y significativo.

Del líder al equipo significativo de trabajo

Hemos estado tan afanados por formar líderes, que descuidamos algo esencial como lo es la formación en el trabajo en equipo. En América Latina somos genios del individualismo y todos queremos ser líderes, olvidando que para ser líderes lo primero que hay que aprender es a auto liderarse y a respetar a todos los seres humanos que nos rodean; la educación de hoy necesita tomar más en serio la formación de personas amables, incluyentes que escuchan con paciencia, respetan y valoran las múltiples ideologías que les rodean.

De la recuperación a la estrategia de apoyo

En Colombia hemos abusado demasiado del concepto recuperación. Su uso era tan light, que hasta los estudiantes cuando el profesor les entregaba una prueba escrita o taller que iba a ser calificado, de inmediato preguntaban: —¿Y qué día es la recuperación? El concepto se llevó al ámbito educativo en forma equivocada y sin ninguna reflexión o debate pedagógico. La llamada recuperación es un concepto equivocado por numerosos motivos, uno de esos es su significación; al consultar en diversos diccionarios, los significados son: acción o efecto de recuperarse de un problema de salud, volver a tomar lo que antes se tenía, volver a adquirir aquello que se tuvo en el pasado en algún momento previo; por tanto, el concepto recuperación necesita reemplazarse por un concepto pedagógico.

No estoy afirmando que esté en desacuerdo con todos los conceptos que han llegado de otros campos y se han insertado en el contexto educativo; mi desacuerdo es con la falta de reflexión, análisis, debate y pensamiento crítico frente a numerosos conceptos tomados de otros escenarios que no había necesidad de imponerlos en el campo de la educación, como por ejemplo el concepto de estándar.

La recuperación se aplicó por mucho tiempo como una acción que se ejecutaba al finalizar el periodo escolar a aquellos estudiantes que les iba mal en alguna asignatura o área de estudio. Su uso es equivocado porque no importaba por qué causa el estudiante no aprobara la asignatura, se le aplicaba la misma prueba escrita o taller a todos los que no aprobaban, pasando por encima de la comprensión de las causas del por qué a ese estudiante le fue mal, posiblemente por falta de dominio de los saberes o de pronto si tenía dominio del saber pero su problema era de incumplimiento, es decir, no entregaba tareas y los diversos compromisos, o posiblemente no le dio el promedio para pasar porque habita en una institución educativa, de esas que suman lo cognitivo, con las competencias ciudadanas (lo comportamental), y que todavía hay quienes le siguen llamando educación integral.

¿Qué es lo correcto? Primero, empezar por no llamar esta práctica como recuperación, lo segundo, comprender cuál es el sentido y significado de los procesos de evaluación, que van mucho más allá de actuar como un calificador, esa no es la naturaleza de un educador; por el contrario, un educador comprende cuál es su papel como pedagogo, ¿cómo puede lograr que sus estudiantes se interesen por el campo de estudio que el direcciona? ¿Cómo conocer las debilidades académicas de cada uno de sus estudiantes? ¿Qué hacer para evaluar aquello en lo que realmente está fallando? Así que un tercer compromiso es aplicarles a los estudiantes una estrategia que no es una evaluación, ni un taller aislado; es una significativa oportunidad que se le ofrece a estudiantes que no alcanzaron sus objetivos académicos; gracias a la estrategia de apoyo, ahora tienen la oportunidad de aprender y de mejorar su “calificación”.

La estrategia de apoyo se administra de la siguiente forma:

Primero que todo, la estrategia de apoyo no se aplica después de haber entregado el informe académico (boletín de calificaciones), se aplica al finalizar el periodo, pero antes de obtener los resultados definitivos del periodo; de esta forma, se disminuye la mortalidad y de paso obtenemos mayor cantidad de estudiantes con conocimiento (competentes) e interesados y motivados académicamente.

El proceso a seguir es el siguiente:

a. Al finalizar el periodo o año escolar se identifican los estudiantes con desempeño bajo, observando las dificultades que cada uno presentó.

b. Se organizan diferentes grupos según la causa del porqué de esos resultados; por ejemplo, los que les fue mal porque no tienen dominio de los contenidos formarán un grupo que tendrán una guía y un taller para tal fin; los que les fue mal por motivos de incumplimiento, no entregan cuadernos, tareas, compromisos, consultas u otras responsabilidades y si la institución evalúa competencias ciudadanas en cada asignatura, entonces, se arma un grupo con estos jóvenes.

c. Se explica a cada grupo de estudiantes de la mejor forma los asuntos que van a resolver, ya sea de tipo cognitivo o por deudas pendientes de tareas o compromisos no entregados, o por asuntos relacionados con las competencias ciudadanas.

d. Se le aplica una guía-taller que contiene los contenidos (los mínimos no negociables del periodo o año, en aquello que presenta dificultades) que se van a evaluar y preguntas que el estudiante resuelve en su casa.

e. El estudiante entrega sus compromisos o la resolución de la guía-taller y presentan una sustentación escrita u oral en la fecha que el maestro determine.

Como se puede observar, no estoy proponiendo un cambio de palabras; por el contrario, es un cambio de paradigma, una forma diferente de administrar los procesos de enseñanza aprendizaje y de evaluación.

Todos tenemos responsabilidad

Si vamos a afirmar que todos tenemos responsabilidad de la sociedad que hoy tenemos, es importante aclarar, que esta, no puede ser comprendida como una responsabilidad abstracta y subjetiva en el sentido de poder afirmar que cada vez que nos enteremos del caso de un joven alcohólico, adicto a las drogas, ladrón, corrupto, violador o asesino, vamos a decir: –¡ah, eso es culpa de la mala educación que se nos dio! No podemos volver a caer en ese tipo de expresiones subjetivas en las que, en medio de una conversación, afirmábamos que el resultado de lo que hoy somos, se lo debemos a un maestro; o lo que hoy somos es gracias a nuestros padres; esto suena un poco novelesco y para nada es acertado; pues, ni somos hijos de un maestro, ni somos solo hijos de nuestros padres; somos el resultado de un macro texto cultural, es decir, somos el resultado de un complejo y sensible proceso de interacciones sociales, afectivas, emocionales y académicas en diversos escenarios con múltiples actores de diversas representaciones culturales.

Un sistema educativo es mucho más amplio que el sistema escolar, y que este último forma parte del primero; es decir, un sistema educativo está formado por tres subsistemas:

1. subsistema escolar.

2. subsistema familiar.

3. subsistema sociocultural.

Según Xavier Melgarejo:

El subsistema sociocultural, incluye aquellos elementos con finalidades educativas que aporta el entorno social y cultural (bibliotecas, ludotecas, cines, teatros, formación proporcionada por instituciones, comunidades religiosas, etc.), el subsistema escolar incluye elementos personales como profesores, personal de servicio, personal de apoyo, alumnos, monitores y de actividades extraescolares, etc. Elementos materiales: edificios, aulas, pupitres, pizarras, equipos informáticos, instalaciones deportivas, laboratorios, etc. El subsistema familiar incluye elementos personales: progenitores (padre, madre, tutores), abuelos, hermanos, familiares, animales, etc. Elementos materiales: la vivienda familiar y su ubicación, el reparto del espacio dentro de la vivienda, los recursos materiales a disposición de la unidad familiar… (Melgarejo, X. 2014, pp. 31-32).

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