Kitabı oku: «Relatos de vida, conceptos de nación», sayfa 6
Otros individuos, dentro y fuera del Ejército, receptores de una educación superior o no, también utilizan en sus relatos la idea de nación como grupo humano con algún tipo de distinción o especificidad, pero sin una gran elaboración conceptual.31 Apartando por un momento el significado del propio término nation, desde luego lo más llamativo es que el empleo de los gentilicios British-English, Briton-Englishman y los macrotopónimos Britain-England, secunda el carácter ambiguo y ambivalente en su utilización que la historiografía ha señalado y debatido tanto.
Estas categorías aparecen en la inmensa mayoría de los relatos británicos. En el caso de los autores de procedencia inglesa, la tónica es el intercambio continuo entre los etnónimos (británico/inglés), especialmente en situaciones de contacto con un «otro» extranjero. La dificultad está en saber si con el cambio de término el significado también cambia (y por lo tanto hay una diferenciación consciente entre ingleses y británicos) o si se mantiene (y entonces se puede hablar de confusión). Con frecuencia, cuando estos ingleses hablan de la «nación» o del «país» no queda claro si se refieren a Inglaterra o a Gran Bretaña. Los sustantivos Briton/s y Englishman/en/ woman/en tienen una semántica más cargada, que va más allá de la mera delimitación, pero concretarla no siempre es fácil y la mayoría de las veces parece haber más alternancia que una clara diferenciación.
Recordando su experiencia en la Peninsular War, el inglés Benjamin Harris32 (1848: 149) es un ejemplo de lo anteriormente indicado. A tenor de las decisiones del mando anglo-irlandés Beresford en Lisboa, presenta una oposición entre los oficiales británicos, que tenían «a noble bearing», y los franceses, que carecían de él. Harris se muestra convencido de que el soldado inglés está mucho más contento de ser dirigido «by some man of rank in his own country» que por alguien que ha ascendido «from his own station». «They are a strange set, the English!», añade, «so determined and unconquerable, that they will have their way if they can».
Más adelante, la reflexividad memorística se hace más patente, así como la alternancia English/British (en otras partes de la memoria usa «British soldiers»). Harris comenta los enormes avances realizados bajo el mando de Craufurd y las victorias conseguidas con Moore, ambos oficiales escoceses. Los «camaradas en la adversidad» dirigidos por este último, «shewed the enemy that the English soldier is not to be beaten under the most adverse circumstances». Sin embargo, recuerda desde su tienda de Richmond Street en el Soho las experiencias que tuvo en el campo de batalla y los espacios de la vida militar con nostalgia y reconoce que le marcaron para el resto de su vida. En ese contexto, usa otro gentilicio: «I have had some opportunities of judging them in all these situations, and I should say that the British are amongst the most splendid soldiers in the world. Give them fair play, and they are unconquerable» (Harris, 1848: 236-237).
Por su parte, el marino James Choyce33 (1973: 57-58), que utiliza continuamente «Englishman», cambia de término al narrar una anécdota mientras su tripulación se encuentra prisionera de las autoridades españolas en el valle de Tarma después de haber sido apresada a finales de 1797. El siguiente 4 de junio, «being our king’s birthday, we resolved to celebrate that festivity with as much splendour as possible, although we were in this distant country so many miles from home». De esta forma, ahorraron todo lo que pudieron «to keep up this day like true Britons». Por lo visto, esto significaba adquirir un estado de embriaguez generalizado que hizo que algunos (de entre los cuales el autor insiste en desmarcarse) comenzaran a desfilar armados con ramas y palos por todo el pueblo donde estaban, cantando «God Save the King» y «Rule Britannia», «and giving three cheers at every grog-shop they came to».
Ejemplos similares de este problema pueden encontrarse en Tomkinson34 (1895: 319-320): «The wounded of a British army generally receive more attention than those of other nations. […] The inflammation to be contended with in a gun-shot wound, on such a habit of body as a London alderman’s, or indeed of any Englishman in his own country, would endanger his life, or, at all events, retard his recovery», o en Hunt35 (1822: 154), al recordar la retirada napoleónica de Rusia y criticar la coalición formada contra el emperador: «Russia, Prussia, and Sweden now all leagued together, and supported by the treasures of England, the wealth of the British nation, wrung from the sweat of John Gull’s brow, was lavished to maintain the armies of the Northern hordes, which were advancing against France».36
Si «la riqueza de la nación británica» es lo mismo que los «tesoros de Inglaterra», entonces Hunt nos está diciendo que ambos entes son equiparables. En cambio, si «la riqueza de la nación británica» está compuesta de más cosas que «los tesoros de Inglaterra», se podría entender la diferenciación (por un lado, existe la nación británica, cuya riqueza principal son los tesoros de Inglaterra). Nuestra interpretación es la tesis de la equiparación, pero como se ve, el debate sobre los usos de British/English no está cerrado. Es más, cuando se trata de hablar de la estructura interna del Reino Unido, de la cual trataremos más adelante, hay casos claros de ingleses que identifican Inglaterra como su nación. Por ejemplo, Elizabeth Spence37 (1809, vol. 1: 56-57), en su viaje por el condado de Monmouth, originariamente galés y después parcialmente integrado en Inglaterra, señala que sus habitantes raramente se consideran a sí mismos galeses, «and are as tenacious on the subject as the Englishman who is placed on the banks of the Tweed is offended at being called Scotchman».38 Sin embargo, sí que preservan «one trait of nationality» (se entiende que refiriéndose a los galeses), que es la aversión por los extranjeros. «For the Welsh, with all their native hospitality and courtesy to them, do not wish the English to encroach on their territories». Para la autora, esto es lo contrario que ocurría en la época: «from the perpetual influx of travellers, they seem afraid the luxurious extravagance of our nation will gradually tend to introduce expenses that they cannot well afford». Spence percibe de esta manera mucha similitud en las características de los escoceses y los galeses: «neither possess the unbounded wealth of the English, but they have pride of ancestry, and a frank hospitality, which, I am sorry to remark, although with more ability, is less common amongst our nation».
La tesis de la equiparación puede verse reforzada cuando individuos no ingleses también usan «English» e «England», aunque la claridad con la que ellos mismos se incluyen es variable. Con todo, es necesario indicar que el uso de «British» y «British nation» tiende a ser muy superior.39 Es el caso del escocés John Moore40 (1904, vol. 1: 43), quien, sin embargo, en su diario describe de esta manera su llegada en 1794 a uno de los pueblos de Córcega y la reacción de sus habitantes: «They expressed much pleasure at seeing us, and great love for the English nation, who, they hoped, would deliver them from the French». En este otro caso, esta vez un soldado irlandés, Robert Blakeney41 (1899: 63), afirma tras la batalla de Cacabelos que es bien conocido «that Britons will fight to the last, that is, while they can stand». Según él, Napoleón había dicho en Waterloo que «los ingleses» podían ser derrotados de acuerdo con las reglas de la guerra, pero que ellos no lo sabían. «¡Que permanezcan en esta especie de ignorancia por mucho tiempo, y que, sea en la abundancia, la excitación o el hambre, continúen manteniendo su verdadero carácter nacional, muestra del cual dieron en Cacabelos!», comenta el irlandés.42
Esta autoinclusión en el término inglés por parte de no ingleses también se observa en la reflexión sobre lenguas y colonialismo que realiza el marino edimburgués Basil Hall43 (1832, vol. 3: 35) a partir de una estancia en Bombay. Pensando en la conquista española y portuguesa de América, confiesa «with shame, that the course adopted by the English, French, and other nations in North America, was really not much better». «However we may now try to gloss over our doings in that country formerly», afirma, «there can be no doubt of the fact, that we did extirpate the Indians as fast as we could, without thinking much, or even pretending to care much, about their souls».44
En un contexto no bélico o violento, sino de reflexión sobre comercio y economía política, el también escocés James Alexander45 (1835: 203-204) escribe sobre los productos que Inglaterra vende «a otras naciones», y su capacidad para conquistar mercados. En su relato, las unidades de producción de los bienes, intercambio y consumo son las naciones, antes que los individuos o las empresas.
No obstante la frecuente presencia de la nación en las narrativas británicas, sería engañoso afirmar que en todos los casos esto se produce y que, de hacerlo, se da con la misma intensidad, riqueza o claridad. Así, en lugar de «nation», no es raro encontrar expresiones como «the kingdom», «the three kingdoms», «this country» o «my/our country» (Lackington, 1794: 132, 272, 282; Choyce, 1973: 107, 149).46 Los diaries y journals, especialmente los que no fueron publicados por los autores y los más breves, muestran una menor presencia de lo político, y con ello, de la utilización de categorías grupales asociadas.
Entre las narrativas británicas del corpus, en algo más de una décima parte hay una indiferencia absoluta hacia los términos nation o national, aunque no hacia otras formas de identificación. Las únicas categorías reseñables en la obra de Gifford47 (1827: 5 y 20-21) que pueden implicar algún tipo de identificación son su autocategorización como «native of Devonshire» y su afirmación: «I scarcely know a single school-book, of which I did not render some portion into English verse». Joshua Dodgson48 hace referencia a un «Scotchman» que le engaña en el trabajo y añade dos notas: «… Soon after, a panic set in such a one as has not been experienced in this country since» y «Who has not heard of the year 1826 when nearly all the banks in the kingdom failed?».49
Rogerson50 menciona la guerra «between this country and America», «our trade», «our Government», «our men», «our King» y «the birth of our saviour» (Crump, 1931: 80, 78, 100, 108). En la entrada de diciembre de 1813 escribe: «This year taking it altogether has been a very lucky one for us (tho’ it has been in the midst of Wars) & I think I may say it has been a very good one for the Country at large». Le da las gracias a Dios por ello, a lo que acompaña: «I am sure we have great reason to be thankful in regard to the things of this world; our property keeps increasing more & more every year» (Crump, 1931: 159). Por su parte, William Burke51 (1837: 26) no emplea ninguna identificación nacional, más allá de referir «I was as well beloved as in my own country», sin especificar a qué país se refiere.52
Pese a todo lo anterior, incluso en la escasez podemos encontrar menciones interesantes, aunque en ese contexto siempre es más difícil valorar sus significados y el grado de politización que tienen. Las entradas del diario de James Oakes,53 pequeño oligarca de Suffolk, suelen contener notas sobre sus actividades económicas y su vida social, nada que ver con los largos y frecuentes comentarios sobre la situación política que incluyen otros autores. Sin embargo, esto no impide la aparición de claves importantes de una manera más banalizada. El 5 de junio de 1786 escribe: «The King’s Birth Day kept. We summond the Corporation to drink his Majesty’s Health but not 1/2 Doz of the Corporation attended» (Fiske, 1990: 242). El 17 de mayo de 1797, sobre los motines de Nore y Spithead, recoge en otra entrada los comentarios en la cena acerca de las negociaciones con los amotinados. «It is generally allowd this Business to be miserably settled for the Nation & yet there was no Alternative» (Fiske, 1990: 350). En este contexto, la nación es un agente colectivo de intereses y, por lo tanto, estaríamos ante una variable compatible con el uso etnotípico politizado.
Por supuesto, también es observable la alternancia con country adoptando el significado anterior. El 9 de abril de 1798, Oakes registra una reunión de unos cincuenta habitantes de su pueblo «desirous of forming Themselves into a Company of Infantry for [the] Defence of the Country», y el 29 de noviembre de ese año señala que celebró un «General Thanksgiving Day for our glorious Naval Victories, more particularly that obtaind by Admiral Nelson by Destroying the French Fleet at Alexandrea». En varios registros declara haber cantado el God Save the King y el Rule Britannia (además, conjuntamente). El 21 de noviembre de 1813, escribe: «A Flagg of Truce arriv[e]d Yesterday at Yarmo[uth] from Holland advising a general Insurrection & requesting the aid of this Nation», y el 8 de agosto de 1827: «This Morning at 4 o’clock died after a few Day’s Illness our first Minister of State to the irreparable loss of the Nation» (Fiske, 1990: 362 y 371; 1991: 14, 181, 174 y 320).
ESCOCIA, GALES, IRLANDA Y LA ESTRUCTURA DEL REINO UNIDO
La existencia de identidades escocesa, galesa e irlandesa, su calificación o no de «nacionales» y el lugar en el que deja esto a la identidad británica es forzosamente la contraparte de la discusión sobre la aparición de Inglaterra como nación. Aquí el principal problema es evaluar el grado de «composición» en términos de estructura, evitando dar por hecha la existencia de una grupalidad británica superior y de una coherencia o adhesión automática de sus posibles formantes.54 Si aceptamos que la idea de «Gran Bretaña» es deconstruible, también lo deberían ser las de «Inglaterra», «Escocia», «Irlanda» o «Gales».
Pese a la cuestión de la proyección de lo inglés sobre lo británico, hay que señalar que, en las narrativas de ingleses, especialmente las más largas y detalladas, hay un cierto reconocimiento más o menos claro o informado de la diversidad cultural en clave de diferenciación conceptual a través de las categorías de la Scottishness, Welshness e Irishness. Incluso se pueden leer calificaciones de «nación» para estas colectividades, incluyendo o no el firmamento integrador de la britanidad y casi siempre en el ámbito de nociones etnotípicas o genéticas.55
De esta forma, es interesante observar cómo esta percepción de las diferencias internas no se agota en las cuatro categorías clásicas (inglés, escocés, galés, irlandés), ni tampoco se aplica exclusivamente al Reino Unido.56 La inglesa Elizabeth Spence (1809, vol. 2: 86), para quien la bahía de Swansea resulta «the finest in England», deja claro que para ella existe una nación galesa con un carácter nacional particular, pero añade que «the people» en el distrito de Gower, «considering themselves Flemings, disdain the Welsh language, and speak a rude sort of English; neither do they intermarry with the Welsh». La autora afirma que la mayoría de los historiadores piensan «that there certainly is a colony of that nation which inhabit the little territory called Gwyr, or, by the English entitled “Little England beyond Wales”, and that their features, deportment, and manners, retain the national character of the Flemings. It is, however a matter of controversy». Una teoría alternativa es que fueran «of Cornish origin and possibly may have settled there, when a communication of trade took place between the two countries». Spence (1809, vol. 2: 113-114) contrasta esto con sus lecturas de la «civil history of the people of Britain», de lo que concluye la solidez de la identificación sobre la base de algo tan razonable como el parecido que encuentra en los botones y broches de las capas.
Por su parte, en su extenso diario, Farington registra numerosas experiencias y conversaciones que muestran grandes diferencias entre los ingleses y los escoceses e irlandeses. En varias entradas de 1801, este autor considera Escocia como el «sister country» que constituye la «North Britain», en contraposición a la «South Britain» de la que él procede (Farington, 1979b: 1698 y 1664). También distingue «highlanders» de «lowlanders» dentro del «pueblo escocés», al que atribuye grandes diferencias de carácter respecto al pueblo inglés (Farington, 1979b: 1657, 1663 y 1687). En un viaje a Cornualles en 1810, tampoco tiene problemas en comentar «some of the peculiarities of the Cornish people I before & did now notice», especialmente en la forma de hablar (Farington, 1982b: 3733).
No obstante, suele ocurrir que el principal lugar en el que se percibe la diversidad es lo más cercano, lo que se conoce mejor. La fuerza e imprecisión del estereotipo van aumentando con la lejanía. Por supuesto, sabemos que esto es una percepción distorsionada, pero también necesaria para la simplificación de alguien que cree en «espíritus colectivos» y «caracteres nacionales». En una entrada de 1796, Farington (1978: 618) escribe que Inglaterra es el país donde es posible encontrar mayor «variedad de carácter»: «A thousand Frenchmen smile, & bow, & think & talk alike; but Englishmen vary as much in mind as a person. Here is a Seward, a Pennant, a Dalrymple, a Cambridge, and every name that is followed is attached to a distinct character».
Los viajes que realiza y las conversaciones que tiene sobre la situación de Escocia e Irlanda proporcionan la mayor parte de las referencias sobre la estructura interna del Reino Unido. El 19 de agosto de 1798 escribe que las informaciones sobre una unión entre Inglaterra e Irlanda son infundadas. «There is no such intention». Uno de sus contertulios desaprueba la idea, como improductiva a largo plazo y «ofensiva con la dignidad de Irlanda». Otro de ellos, en cambio, la aprueba. El problema de los irlandeses es que son ociosos, volubles y poco organizados. «He does not think the Irish Character well calculated for Commerce –they are the opposite extreme to the Scotch –impatient, impetuous and not industrious. –The English, are the exact medium between the two extremes of character» (Farington, 1979a: 1047-1048).57
Lackington58 (1794: 441-442) parte de una diferenciación de caracteres similar, que en este caso son explícitamente «nacionales» pero manteniendo un cierto sentido de unión. A partir del recuerdo de su estancia en la casa de un médico de Edimburgo, reflexiona sobre las limitaciones del estereotipo de ambos «caracteres nacionales», pero sin acabar de rechazar la estructura en sí. «I would say, that if we in England excel [the Scottish] in some virtues, they no less shine in others; and if the North-Britons possess some peculiar frailties and prejudices, we of the South are not entirely free from ours». Su asunción de la estructura cognitiva etnotípica se comprueba en la utilización de la metáfora de una gigantesca báscula de virtudes y vicios «of a certain number of each country». «I believe it very difficult to prognosticate which of the two would preponderate». La jerarquización de las naciones se difumina en una mente en la que la experiencia se ha transformado en escepticismo sobre unos pueblos globalmente superiores a otros: «It is true, I have met with one very great villain in Scotland, in Mr. S., which only tends to prove there are probably scoundrels to be found every where, and that without taking the trouble which Diogenes did, in search of an honest man; and I am much afraid, were I to enquire of some North Britons, they could without any great difficulty point out to me some of my own countrymen as bad». El pensamiento nacionalizado, sin embargo, persiste.
Por supuesto, el juego de virtudes y defectos en el carácter colectivo no es exclusivo de los ingleses. Blakeney proporciona dos pasajes que lo ejemplifican. En el primero, después de su alistamiento en 1804, su regimiento es desplazado a Kinsale para combatir la invasión francesa. Cuando comenta la situación después de una batalla, señala la impresión producida por la sangre que gotea de la mano de uno de los soldados, que se había herido al fijar un pedernal. «I eyed each precious drop that fell with glowing sensations such as would blaze in the breast of a Napoleon on beholding an old dynasty diadem, or inflame the heart of a Scot in contemplating a new place in the Treasury» (Blakeney, 1899: 1-2).
Pero si los escoceses son ambiciosos, los ingleses son arrogantes, despreciativos e impositivos, al menos según el diálogo supuestamente presenciado por el autor entre el «Sergeant Turnbull of the Guards» y el «Sergeant O’Brien, of the 87TH Regiment». Teniendo cada uno «a bigoted attachment to his own country», comienza el inglés burlándose del sistema de los patronímicos irlandeses: «O, O, O! You are all ‘O’s’ in Ireland!». O’Brien afirma que su apellido le hace descender de «Bryan Boro, the Great Boro».59 Turnbull responde: «And surely ‘Boro’ must be a corruption of the Spanish word ‘Burro’». Entonces se inicia una disputa por los antepasados que acaba en un pleito historicista entre dos naciones expresado en términos de moralidad, civilización y capacidad para no dejarse conquistar por invasores extranjeros. En cierto momento, Turnbull califica Inglaterra de «your mother-country». «I don’t understand how you make out England to be our mother-country», replica el irlandés, «step-mother is the proper term to give her; and, faith! A true step-mother she has proved herself to be!» (Blakeney, 1899: 172-174).
El fragmento anterior pone de manifiesto que la evaluación de la actitud hacia una grupalidad común en las narrativas de no ingleses puede verse interferida por la actitud hacia lo inglés. La disposición hacia «lo británico» va de la más entusiasta integración hasta la ambigüedad o la indiferencia. En ningún caso se observa rechazo, pero está claro que en algunas narrativas la referencia fundamental es la «nación constituyente», como se diría actualmente, mientras que en otras hay una conciencia diferencial que el individuo debe resolver al definir la diversidad dentro de la nación británica.
La presencia de la britanidad como referente nacional implícito y único puede detectarse en los escoceses Moore (1904) y Kincaid60 (1830), así como en el irlandés Browne61 (Buckley, 1987), todos ellos militares. El autor del Journal of a Soldier of the Seventy-first Glasgow Regiment narra la trayectoria de un soldado escocés en América y Europa. En el relato se emociona al escuchar canciones escocesas y señala la similitud positiva entre españoles y escoceses «in their manner of treating children» (Anónimo, 1819: 45, 142 y 170-171).62 Sin embargo, también se incluye bajo el término British y, en uno de los retornos a Britain como isla, apunta:
We anchored that same day at Plymouth, but were not allowed to land; our Colonel kept us on board until we got new clothing. Upon our landing, the people came round us, showing all manner of kindness, carrying the lame and leading the blind. We were received into every house as if we had been their own relations. How proud did I feel to belong to such a people! (Anónimo, 1819: 98).
No hay nada en el relato que indique que ese «people» exprese una identidad de clase (refiriéndose a las clases bajas o populares de todos los lugares), lo cual sería además un tanto anacrónico. Entonces, la mejor interpretación de la ambigüedad parece llevar a explicar esta identificación en virtud de una britanidad compartida, que se sustancia en el orgullo de pertenencia probablemente amplificado por el factor de la audiencia.63
Esta conciencia común puede expresarse a la par que la extrapolación de casos concretos lleva a la diferenciación interna. El lowlander Joseph Donaldson64 realiza en sus memorias sobre su periodo en Irlanda una fuerte crítica a la vestimenta y arrogancia de los regimientos de highlanders y su voluntad de distinción por una suerte de supuesto valor extraordinario y «pedigrí céltico». Ante esto, él afirma:
I have never seen any difference worth observing, between the courage of English, Irish, or Scotch; and in a race like ours, where the natives of the three kingdoms are so intimately mixed, any comparison of bravery of either country must be artificial in extreme, however, as a specimen of the mode in which the gallant Highland watch acted towards us (Donaldson, 1826: 85).
Por contra, Robertson65 (1982: 141) destaca en una entrada datada a finales de las guerras napoleónicas los lazos en común entre los soldados del regimiento y por extensión entre los escoceses en general, mientras que la britanidad parece un elemento más burocrático que emocional, en tanto que parte del British Army. El componente literario y la elaboración post facto son manifiestos en su relato. Después de narrar la asignación de alojamientos, indica que otros regimientos escoceses, «our brethren and countrymen in arms» se unieron a ellos: «a happier junction could not have taken place than that of meeting so many Scotchmen, and more especially those brave fellows with whom we had fought side by side». Todos ellos estaban «ready to do battle for the honour of our common country». Con unos sorprendentes ecos a las «comunidades imaginadas» de Anderson, el autor describe los sentimientos colectivos generados en el microcosmos del campamento a través de lenguajes nacionales: «only think of thousands of men meeting together, without perhaps knowing one another, but banded together by the feeling that they are fighting in the same cause, each individual doing his best to sustain the ancient reputation of his country –a reputation gained by his ancestors in many a hard fought battle».
Como se ve, las narrativas en contextos bélicos son más ricas en nacionalización y categorías grupales, pero esto resulta claramente influido por la audiencia ante la que se espera ganar el marchamo de héroe o al menos participante en la gesta nacional. Un claro ejemplo es la literaria oda a la nación británica como nación compuesta de tres pueblos que el anglo-irlandés Blakeney (1899: 320-321) inserta en la narración de la participación de su regimiento en lo que parece ser la batalla del Bidasoa, el 7 de octubre de 1813. La batalla es descrita de manera épica. «The British legions impetuously rushed forward on the native soil of France, resolved to uphold till death the honour and glory of their country». Los franceses estaban resueltos a oponer toda la resistencia posible a los británicos. Sin embargo,
What foe could resist their united attack or penetrate the shield formed of the Rose, Shamrock and Thistle when closely bound together in a union strong as lasting? What foe could triumph over Wellington, who, born in Ireland, with the keen policy of Scotland, adopting England and combining the genius of all three, was the one appropriate chief to wield their united strength in the field? A force constituted of such moral and physical strength, and led by such a man could not long be withstood. The star of the three united nations shone victorious on the summits of the lofty Pyrenees, gilding the tall pines which capped their heads for miles and foreboding downfall to Imperial France, since it was the star of true liberty and national independence (Blakeney, 1899: 320-321).66
En lo que tiene que ver con las líneas de diferenciación, un ámbito interesante es la cuestión lingüística. Los acentos del inglés, el escocés germánico o Scots, y los diferentes idiomas gaélicos nos proporcionan varios ejemplos. El soldado galés Thomas Jeremiah67 incluye en sus memorias un pasaje sobre este tema. Describe el desarrollo de un castigo militar, en el que dos soldados, «countrymen of my own», fueron llevados al medio del campo para ser atados a un árbol y flagelados en presencia del resto. El primero de ellos era uno de esos «hardy Welsh mountaineers who generally have more courage than judgement, received 3 hundred lashes in the usu[a]l manner. As terrible as this punishment was it could not as much as extract one sigh from this hardy Briton». El siguiente galés era todo lo contrario. Según Jeremiah comenzó a gritar antes de que el látigo le tocara y lo peor es que «he cried out in Welch, which caused us all to blush to think that the Irish and English should ridicule us because that wee Welsh could not stand the lash». Esto resultó inaceptable para el primer castigado, quien «to prove them wrong» se prestó voluntario para recibir los latigazos del segundo «so he should not disgrace the hardy Welsh by cringeing from the lash». Entonces, «wisely observing the effect this fellow’s conduct had on all the young Welsh lads», el coronel del regimiento «caused him to be taken down and took him by the ear and gave him such a kick, as became a coward who could not stand his punishment without disgracing his country» (NLW, MS 22102A, 39r-40v).
Aparte de lo que este relato nos revela sobre masculinidad y cultura militar, la britanidad de Jeremiah está clara, pero se expresa en términos no solo compatibles con su identidad galesa, sino fundamentados en la grupalidad de esta, en la cual el idioma se acepta como un elemento a la vez particular y subordinado. Las diferencias lingüísticas resultan un vehículo de conflicto más claro en un pasaje de Donaldson (1845: 104-105) en el que describe cómo el general de su brigada tenía aversión hacia todo lo escocés, incluyendo su regimiento. Aprovechaba cualquier ocasión para humillarlos y castigarlos, pensando, quizá, como muchos ingleses, «that the Scots run wild about their native hills, eating raw oats like horses, with nothing but a kilt to cover their nakedness, and that they had no right to receive any other treatment» diferente al dispensado a un animal enjaulado. Los insultos eran frecuentes: «“Scottish savages–stupid–barbarous,” &c.». Fingía que no podía entender «a word that any of us said – that we spoke Gaelic; and his aide-de-camp was called to interpret, although he had no right to understand what was said better than himself, for I believe he was also an Englishman».