Kitabı oku: «El Criterio», sayfa 21
§ LVI
Inconvenientes de la universalidad
El saber es muy costoso y la vida muy breve; y sin enbargo vemos con dolor que se desparraman las facultades del hombre hácia mil objetos diferentes, halagando á un tiempo la vanidad y la pereza. La vanidad, porque de esta suerte se adquiere la reputacion de sabio; la pereza, porque es harto mas trabajoso el fijarse sobre una materia y dominarla, que no el adquirir cuatro nociones generales sobre todos los ramos.
Se ponderan de continuo las ventajas de la division del trabajo en la industria, y no se advierte que este principio es tambien aplicable á la ciencia. Son pocos los hombres nacidos con felices disposiciones para todo. Muchos que podrian ser una excelente especialidad, dedicándose principal ó exclusivamente á un ramo, se inutilizan miserablemente aspirando á la universalidad. Son incalculables los daños que de esto resultan á la sociedad y á los individuos: pues que se consumen estérilmente muchas fuerzas que bien aprovechadas y dirigidas, habrian podido producir grandes bienes. Vaucanson y Vatt hicieron prodigios en la mecánica: y es muy probable que se hubieran distinguido muy poco en las bellas artes y en la poesía; Lafontaine se inmortalizó con sus Fábulas, y metido á hombre de negocios, hubiera sido de los mas torpes. Sabido es que en el trato de la sociedad, parecia á veces estar falto de sentido comun.
No negaré que unos conocimientos presten á otros grande auxilio, ni las ventajas que reporta una ciencia de las luces que le suministran otras, quizas de un órden totalmente distinto; pero repito que esto es para pocos, y que la generalidad de los hombres debe dedicarse especialmente á un ramo.
Así en las ciencias como en las artes, lo que conviene es elegir con acierto la profesion: pero una vez escogida, es preciso aplicarse á ella ó principal ó exclusivamente.
La abundancia de libros, de periódicos, de manuales, de enciclopedias convida á estudiar un poco de todo: esta abundancia indica el gran caudal de conocimientos atesorados con el curso de los siglos y de que disfruta la edad presente; pero en cambio acarrea un mal muy grave, y es que hace perder á muchos en intensidad lo que adquieren en extension; y á no pocos les proporciona aparentar que saben de todo cuando en realidad no saben nada.
Si la España ha de progresar de una manera real y positiva, es preciso que se acuda á remediar este abuso; que se encajonen, por decirlo así, los ingenios en sus respectivas carreras, y que sin impedir la universalidad de conocimientos en los que de tanto sean capaces, se cuide que no falte en algunos la profundidad, y en todos la suficiencia. La mayor parte de las profesiones demandan un hombre entero, para ser desempeñadas cual conviene; si se olvida esta verdad, las fuerzas intelectuales se consumen lastimosamente sin producir resultado: como en una máquina mal construida se pierde gran parte del impulso por falta de buenos conductos que le dirijan y apliquen.
A quien reflexione sobre el movimiento intelectual de nuestra patria en la época presente, se le ofrece de bulto la causa de esa esterilidad que nos aflige, á pesar de una actividad siempre creciente. Las fuerzas se disipan, se pierden, porque no hay direccion: los ingenios marchan á la aventura, sin pensar adónde van: los que profesan con fruto una carrera la abandonan á la vista de otra que brinda con mas ventajas: y la revolucion trastornando todos los papeles, haciendo del abogado un diplomático, del militar un político, del comerciante un hombre de gobierno, del juez un economista, de nada todo, aumenta el vértigo de las ideas, y opone gravísimos obstáculos á todos los progresos.
§ LVII
Fuerza de la voluntad
El hombre tiene siempre un gran caudal de fuerzas sin emplear; y el secreto de hacer mucho, es acertar á explotarse á sí mismo. Para convencerse de esta verdad basta considerar cuánto se multiplican las fuerzas del hombre que se halla en aprieto: su entendimiento es mas capaz y penetrante, su corazon mas osado y emprendedor, su cuerpo mas vigoroso: ¿y esto porqué? ¿se crean acaso nuevas fuerzas? no ciertamente: solo se despiertan, se ponen en accion, se aplican á un objeto determinado. ¿Y cómo se logra esto? El aprieto aguijonea la voluntad, y esta desplega, por decirlo así, toda la plenitud de su poder: quiere el fin con intensidad y viveza, manda con energía á todas las facultades que trabajen por encontrar los medios á propósito, y por emplearlos una vez encontrados; y el nombre se asombra de sentirse otro, de ser capaz de llevar á cabo lo que en circunstancias ordinarias le pareciera del todo imposible.
Lo que sucede en extremos apurados, debe enseñarnos el modo de aprovechar y multiplicar nuestras fuerzas en el curso de los negocios comunes: regularmente, para lograr un fin, lo que se necesita es voluntad: voluntad decidida, resuelta, firme, que marche á su objeto sin arredrarse por obstáculos ni fatigas. Las mas de las veces, no tenemos verdadera voluntad, sino veleidad; quisiéramos, mas no queremos, quisiéramos, si no fuese preciso salir de nuestra habitual pereza, arrostrar tal trabajo, superar tales obstáculos, pero no queremos alcanzar el fin á tanta costa; empleamos con flojedad nuestras facultades, y desfallecemos á la mitad del camino.
§ LVIII
Firmeza de voluntad
La firmeza de voluntad es el secreto de llevar á cabo las empresas arduas; con esta firmeza comenzamos por dominarnos á nosotros mismos; primera condicion para dominar los negocios. Todos experimentamos que en nosotros hay dos hombres; uno inteligente, activo, de pensamientos elevados, de deseos nobles, conformes á la razon, de proyectos arduos y grandiosos; otro torpe, soñoliento, de miras mezquinas, que se arrastra por el polvo cual inmundo reptil; que suda de angustia al pensar que se le hace preciso levantar la cabeza del suelo. Para el segundo no hay el recuerdo de ayer, ni la prevision de mañana; no hay mas que lo presente, el goce de ahora, lo demas no existe; para el primero hay la enseñanza de lo pasado, y la vista del porvenir; hay otros intereses que los del momento, hay una vida demasiado anchurosa para limitarla á lo que afecta en este instante; para el segundo el hombre es un ser que siente y goza; para el primero el hombre es una criatura racional, á imágen y semejanza de Dios, que se desdeña de hundir su frente en el polvo, que la levanta con generosa altivez hácia el firmamento, que conoce toda su dignidad, que se penetra de la nobleza de su orígen y destino, que alza su pensamiento sobre la region de las sensaciones, que prefiere al goce el deber.
Para todo adelanto sólido y estable, conviene desarrollar al hombre noble, y sujetar y dirigir al ignoble, con la firmeza de la volundad. Quien se ha dominado á sí mismo domina fácilmente el negocio, y á los demas que en él toman parte. Porque es cierto que una volundad firme y constante, ya por sí sola, y prescindiendo de las otras cualidades de quien la posea, ejerce poderoso ascendiente sobre los ánimos, y los sojuzga y avasalla.
La terquedad es sin duda un mal gravísimo, porque nos lleva á desechar los consejos ajenos, aferrándonos en nuestro dictámen y resolucion, contra las consideraciones de prudencia y justicia. De ella debemos precavernos cuidadosamente, porque teniendo su raiz en el orgullo, es planta que fácilmente se desarrolla. Sin embargo, tal vez podria asegurarse que la terquedad no es tan comun, ni acarrea tantos daños como la inconstancia. Esta nos hace incapaces de llevar á cabo las empresas arduas, y esteriliza nuestras facultades, dejándolas ociosas, ó aplicándolas sin cesar á objetos diferentes, y no permitiendo que llegue á sazon el fruto de las tareas; ella nos hace retroceder á la vista del primer obstáculo, y desfallecer al presentarse un riesgo ó fatiga; ella nos pone á la merced de todas nuestras pasiones, de todos los sucesos, de todas las personas que nos rodean; ella nos hace tambien tercos en el prurito de mudanza, y ella nos hace desoir los consejos de la justicia, de la prudencia, y hasta de nuestros mas caros intereses.
Para lograr esta firmeza de voluntad, y precaverse contra la inconstancia, conviene formarse convicciones fijas, prescribirse un sistema de conducta, no obrar al acaso. Es cierto que la variedad de acontecimientos y circunstancias, y la escasez de nuestra prevision nos obligan con frecuencia á modificar los planes concebidos; pero esto no impide que podamos formarlos, no autoriza para entregarse ciegamente al curso de las cosas, y marchar á la aventura. ¿Para qué se nos ha dado la razon sino para valernos de ella, y emplearla como guia en nuestras acciones?
Téngase por cierto que quien recuerde estas observaciones, quien proceda con sistema, quien obre con premeditado designio, llevará siempre notable ventaja sobre los que se conduzcan de otra manera; si son sus auxiliares, naturalmente se los hallará puestos bajo sus órdenes, y se verá constituido su caudillo, sin que ellos lo piensen ni él propio lo pretenda; si son sus adversarios ó enemigos, los desbaratará, aun contando con ménos recursos.
Conciencia tranquila, designio premeditado, voluntad firme; hé aqui las condiciones para llevar a cabo las empresas. Esto exige sacrificios, es verdad; esto demanda que el hombre se venza á sí mismo, es cierto; esto supone mucho trabajo interior, no cabe duda; pero en lo intelectual como en lo moral, como en lo físico; en lo temporal como en lo eterno, está ordenado que no alcanza la corona quien no arrostra la lucha.
§ LIX
Firmeza, energía, ímpetu
Voluntad firme no es lo mismo que voluntad enérgica, y mucho ménos que voluntad impetuosa. Estas tres cualidades son muy diversas, no siempre se hallan reunidas, y no es raro que se excluyan reciprocamente. El ímpetu es producido por un acceso de pasion, es el movimiento de la voluntad arrastrada por la pasion, es casi la pasion misma. Para la energía no basta un acceso momentáneo; es necesaria una pasion fuerte, pero sostenida por algun tiempo. En el ímpetu hay explosion, el tiro sale, mas el proyectil cae á poca distancia; en la energía hay explosion tambien, quizas no tan ruidosa, pero en cambio el proyectil silba gran trecho por los aires, y alcanza un blanco muy distante. La firmeza no requiere ni uno ni otro; á veces no consiente ni uno ni otro; admite tambien pasion, frecuentemente la necesita; pero es una pasion constante, con direccion fija, sometida á regularidad. El ímpetu, ó destruye en un momento todos los obstáculos ó se quebranta; la energía sostiene algo mas la lucha, pero se quebranta tambien; la firmeza los remueve si puede, cuando no, los salva, da un rodeo, y si ni uno ni otro le es posible, se para y espera.
Mas no debe creerse que esta firmeza no pueda tener en ciertos casos energía, ímpetu irresistible; despues de esperar mucho, tambien se impacienta, y una resolucion extrema es tanto mas temible cuanto es mas premeditada, mas calculada. Esos hombres en apariencia frios, pero que en realidad abrigan un fuego concentrado y comprimido, son formidables cuando llega el momento fatal y dicen «ahora»… Entónces clavan en el objeto su mirada encendida y se lanzan á él rápidos como el rayo, certeros como una flecha.
Las fuerzas morales son como las físicas; necesitan ser economizadas; los que á cada paso las prodigan las pierden; los que las reservan con prudente economía, las tienen mayores en el momento oportuno. No son las voluntades mas firmes las que chocan continuamente con todo; por el contrario los muy impetuosos ceden cuando se les resiste, atacan cuando se cede. Los hombres de voluntad mas firme no suelen serlo para las cosas pequeñas; las miran con lástima, no las consideran dignas de un combate. Así en el trato comun son condescendientes, flexibles, desisten con facilidad; se prestan á lo que se quiere. Pero llegada la ocasion, sea por presentarse un negocio grande en que convenga desplegar las fuerzas, sea porque alguno de los pequeños haya sido llevado á un extremo tal en que no se pueda condescender mas, y sea necesario decir, basta; entónces no es mas impetuoso el leon, si se trata de atacar, no es mas firme la roca, si se trata de resistir.
Esa fuerza de voluntad que da valor en el combate y fortaleza en el sufrimiento; que triunfa de todas las resistencias, que no retrocede por ningun obstáculo, que no se desalienta con el mal éxito, ni se quebranta con los choques mas rudos; esa voluntad, que segun la oportunidad del momento, es fuego abrasador, ó frialdad aterradora; que segun conviene, pinta en el rostro formidable tempestad, ó una serenidad todavía mas formidable; esa gran fuerza de voluntad, que es hoy lo que era ayer, que será mañana lo que es hoy; esa gran fuerza de voluntad sin la que no es posible llevar á cabo arduas empresas que exijan dilatado tiempo; que es uno de los caractéres distintivos de los hombres que mas se han señalado en los fastos de la humanidad, de los hombres que viven en los monumentos que han levantado, en las instituciones que han establecido, en las revoluciones que han hecho, ó en los diques con que las han contenido; esa gran fuerza de voluntad que poseian los grandes conquistadores, los jefes de sectas, los descubridores de nuevos mundos, los inventores que consumieron su vida en busca de su invento, los políticos que con mano de hierro amoldaron la sociedad á una nueva forma, imprimiéndola un sello que despues de largos siglos no se ha borrado aun; esa fuerza de voluntad que hace de un humilde fraile un gran papa en Sixto V, un gran regente en Cisneros; esa fuerza de voluntad que cual muro de bronce detiene el protestantismo en la cumbre del Pirineo, que arroja sobre la Inglaterra una armada gigantesca, y escucha impasible la nueva de su pérdida, que somete el Portugal, vence en San Quintin, levanta el Escorial, y que en el sombrío ángulo del monasterio, contempla con ojos serenos la muerte cercana; miéntras
Extraña agitacion, tristes clamores
En el palacio de Felipe cunden,
Que por el claustro y poblacion á un tiempo
Con angustiados ayes se difunden;
esa fuerza de voluntad, repito, necesita dos condiciones ó mas bien resulta de la accion combinada de dos causas; una idea, y un sentimiento. Una idea clara, viva, fija, poderosa, que observa el entendimiento, ocupándole todo, llenándole todo. Un sentimiento fuerte, enérgico, dueño exclusivo del corazon y completamente subordinado á la idea. Si alguna de estas circunstancias falta, la voluntad flaquea, vacila.
Cuando la idea no tiene en su apoyo el sentimiento, la voluntad es floja; cuando el sentimiento no tiene en su apoyo la idea, la voluntad vacila, es inconstante. La idea es la luz que señala el camino; es mas, es el punto luminoso que fascina, que atrae, que arrastra; el sentimiento es el impulso, es la fuerza que mueve, que lanza.
Cuando la idea no es viva, la atraccion disminuye, la incertidumbre comienza, la voluntad es irresoluta; cuando la idea no es fija, cuando el punto luminoso muda de lugar, la voluntad anda mal segura; cuando la idea se deja ofuscar ó reemplazar por otras, la voluntad muda de objetos, es voluble; y cuando el sentimiento no es bastante poderoso, cuando no está en proporcion con la idea, el entendimiento la contempla con placer, con amor, quizas con entusiasmo, pero el alma no se halla con fuerzas para tanto: el vuelo no puede llegar allá; la voluntad no intenta nada, y si intenta, se desanima y desfallece.
Es increible lo que pueden esas fuerzas reunidas; y lo extraño es que su poder no es solo con respecto al que las tiene, sino que obra eficazmente sobre los que le rodean. El ascendiente que llega á ejercer sobre los demas un hombre de esta clase, es superior á todo encarecimiento. Esa fuerza de voluntad, sostenida y dirigida por la fuerza de una idea, tiene algo de misterioso que parece revestir al hombre de un carácter superior y le da derecho al mando de sus semejantes: inspira una confianza sin límites, una obediencia ciega á todos los mandatos del héroe. Aun cuando sean desacertados, no se los cree tales; se considera que hay un plan secreto que no se concibe: «él sabe bien lo que hace,» decian los soldados de Napoleon, y se arrojaban á la muerte.
Para los usos comunes de la vida no se necesitan estas cualidades en grado tan eminente; pero el poseerlas del modo que se adapte al talento, índole y posicion del individuo, es siempre muy útil y en algunos casos necesario. De esto dependen en gran parte las ventajas que unos llevan á otros en la buena direccion y acertado manejo de los asuntos; pudiendo asegurarse que quien esté enteramente falto de dichas cualidades será hombre de poco valer, incapaz de llevar á cabo ningun negocio importante. Para las grandes cosas es necesaria gran fuerza, para las pequeñas basta pequeña; pero todas han menester alguna. La diferencia está en la intensidad y en los objetos: mas no en la naturaleza de las facultades ni de su desarrollo. El hombre grande como el vulgar, se dirigen por el pensamiento, y se mueven por la voluntad y las pasiones. En ambos la fijeza de la idea y la fuerza del sentimiento, son los dos principios que dan á la voluntad energía y firmeza. Las piedrezuelas que arrebata el viento estan sometidas á las mismas leyes que la masa de un planeta.
§ LX
Conclusion y resúmen
Criterio es un medio para conocer la verdad. La verdad en las cosas es la realidad. La verdad en el entendimiento, es conocer las cosas tales como son. La verdad en la voluntad es quererlas como es debido, conforme á las reglas de la sana moral. La verdad en la conducta es obrar por impulso de esta buena voluntad. La verdad en proponerse un fin, es proponerse el fin conveniente y debido, segun las circunstancias. La verdad en la eleccion de los medios es elegir los que son conformes á la moral, y mejor conducen al fin. Hay verdades de muchas clases; porque hay realidad de muchas clases. Hay tambien muchos modos de conocer la verdad. No todas las cosas se han de mirar de la misma manera, sino del modo que cada una de ellas se ve mejor. Al hombre le han sido dadas muchas facultades. Ninguna es inútil. Ninguna es intrínsecamente mala. La esterilidad ó la malicia les vienen de nosotros que las empleamos mal. Una buena lógica debiera comprender al hombre entero; porque la verdad está en relacion con todas las facultades del hombre. Cuidar de la una, y no de la otra, es á veces esterilizar la segunda, y malograr la primera. El hombre es un mundo pequeño: sus facultades son muchas y muy diversas; necesita armonía, y no hay armonía sin atinada combinacion, y no hay combinacion atinada si cada cosa no está en su lugar; si no ejerce sus funciones ó las suspende en el tiempo oportuno. Cuando el hombre deja sin accion alguna de sus facultades, es un instrumento al que le faltan cuerdas; cuando las emplea mal es un instrumento destemplado. La razon es fria, pero ve claro; darle calor, y no ofuscar su claridad: las pasiones son ciegas, pero dan fuerza; darles direccion, y aprovecharse de su fuerza. El entendimiento sometido á la verdad; la voluntad sometida á la moral; las pasiones sometidas al entendimiento y á la voluntad, y todo ilustrado, dirigido, elevado por la religion; hé aquí el hombre completo; el hombre por excelencia. En él la razon da luz, la imaginacion, pinta, el corazon vivifica, la religion diviniza.