Kitabı oku: «América ocupada», sayfa 8
La familia Cavazos no se dejó intimidar y puso pleito a Stillman, pero este podía confiar en la decisión del tribunal. El juez Waltrous, presidente del tribunal, era amigo suyo. Además, muchos anglos creían que “toda la Concesión Espíritu Santo debe ser cancelada basándose en que los propietarios eran mexicanos”.34 Stillman, sin embargo, se había hecho muchos enemigos que presionaban al juez para que fallara en su contra. El 15 de enero de 1852, Waltrous falló a favor de la familia Cavazos, revalidando la Concesión Espíritu Santo. Pero Stillman tenía sus abogados, y la firma Basse and Horde ofreció 33 000 dólares por la concesión que, en 1850, estaba evaluada en 214 000 dólares.35 Stillman había hecho público que apelaría la sentencia, de modo que la familia Cavazos aceptó la oferta, pues los costos legales para defender la concesión resultarían prohibitivos. Por otra parte, la familia Cavazos sabía que Stillman tenía influencias en las estructuras políticas y judiciales del estado. Después de la venta, la firma de abogados transfirió el título a Stillman, pero este no pagó los 33 000 dólares, así como tampoco lo hizo la firma por estar en quiebra.
Las tácticas de Stillman se repitieron por todo Texas. Las tierras y riquezas mexicanas pasaron rápidamente a manos de los colonizadores. Para 1860 los angloamericanos dominaban completamente la economía texana. Un censo levantado en aquel año mostraba que 263 texanos poseían mas de 100 000 dólares en bienes raíces; 57 de estos millonarios vivían en el sudeste de Texas; solo dos de ellos eran de extracción mexicana y sus posesiones estaban en el condado de Cameron. En el condado de Bexar se contaban siete texanos ricos, ninguno de los cuales era mexicano. Es importante notar que el valor de los bienes raíces y la riqueza personal de los 261 texanos estaba aproximadamente balanceada, mientras que la riqueza personal de los dos mexicanos estaba muy por debajo de su riqueza en bienes raíces.36 El socio de Stillman, Richard King, era el barón más ladrón del sur de Texas. Su trayectoria es difícil de seguir, pues sus descendientes controlan todos los documentos y los han censurado cuidadosamente. Richard King juntó más de 600 000 acres de tierra durante su vida, y su viuda aumentó las posesiones de la familia a más de 1 000 000 de acres.
La corporación King Ranch comisionó a un escritor y artista profesional, Tom Lea, para ensalzar a Richard King en una obra en dos volúmenes titulada The King Ranch,37 Lea retrata a King como a un Horatio Alger testarudo y de puños recios que llevó la prosperidad al sur de Texas. En este proceso, Richard King nunca dañó a nadie excepto en defensa propia. Lea niega los cargos contra King e ignora a quienes alegan que este despojó sin escrúpulos a muchos pequeños propietarios mexicanos para quedarse con sus tierras y que actuó brutalmente con quienes se opusieron a él. Cuando se refiere a los resentimientos mexicanos contra los angloamericanos como King, Lea escribe: “Al enfrentarse, era natural que los norteamericanos se sintieran superiores y que los mexicanos se sintieran explotados. Cualquier norteamericano común era más próspero porque concedía más atención a la prosperidad” que cualquier mexicano común, de modo que una división económica se sumaba generalmente a la división racial para definir más agudamente la composición fronteriza de viejos resentimientos y desconfianzas”.38 La conclusión es que Lea limpiaba de toda culpa a King y los suyos, igual que hizo Alan Nevins cuando rebautizó a los barones ladrones del este como “capitanes de la industria”.
Indudablemente, los historiadores que han escrito sobre King han sido influidos por la obra de Lea. Pocos son los que han confiado en lo que los mexicanos sentían respecto a él. En nuestro retrato de King, utilizamos el trabajo de Lea con objeto de mostrar las inconsistencias. Esperamos que algún día un estudioso chicano, utilizando fuentes mexicanas, documente la versión mexicana de la historia: que hombres como King y Mifflin Kenedy eran ladrones de ganado que operaban con la protección del Estado para aumentar sus posesiones.
Richard King nació en 1824 en la ciudad de Nueva York, hijo de pobres inmigrantes irlandeses. De joven se enroló como marinero, llegando a ser piloto de un vapor comandado por Mifflin Kenedy.39 Muy pronto ambos hombres se hicieron amigos. La guerra mexicano-norteamericana los condujo a río Grande, y cuando terminó se quedaron para aprovechar el auge. King regentó un hotel de mala muerte en Boca del Río40 y más tarde compró una embarcación al gobierno de Estados Unidos y se dedicó al negocio de carga.41 La mayor parte de sus negocios consistían en llevar mercancías de contrabando a los rancheros mexicanos y a los mineros del norte de México.
Aunque al inicio el principal competidor de King y Kenedy era Charles Stillman, en 1850 se asociaron con él.42 La sociedad prosperó, monopolizando muy pronto todo el comercio conducido por vía acuática al norte de México.43 En 1852 King compró la Concesión Santa Gertrudis; según Lea, King sabía que las posesiones estaban abandonadas desde que quedaron bajo bandera gringa, de la que los mexicanos desconfiaban.44 El título que amparaba 15 500 acres le costó menos de dos centavos por acre.45 King entró también en sociedad con Gideon K. Lewis para la adquisición de tierras, comprando más adelante la parte de este. Aunque Lea dice que gran parte del ganado mexicano fue robado no culpa de este robo a King.46 Sin embargo, es cosa generalmente sabida entre los pobladores mexicanos de la frontera, que King participó en esas acciones. King también estuvo complicado en la caza de Juan Cortina, que describiremos más adelante en este capítulo. Durante la guerra civil, King era partidario de los sureños y se benefició de la guerra vendiendo ganado, caballos y muías a las tropas. Prosiguió sus operaciones de carga, pasando los cercos unionistas bajo bandera mexicana.47 En 1866, Stillman dejó la zona fronteriza, y King y Kenedy se hicieron cargo de muchos de sus negocios.
En 1872 la Comisión Fronteriza Mexicana informó que gran parte de las fricciones en la frontera eran causadas por los ladrones texanos. El informe alegaba que los mexicanos invadían la zona del Nueces para recuperar el ganado robado, y que Richard King marcaba como suyos becerros “que pertenecían a las vacas de sus vecinos”.48 Lea no hace caso de tal informe porque en su recuento encuentra que los mexicanos fueron culpados de los robos por los ciudadanos de Brownsville y por una comisión del Congreso de Estados Unidos.49 Durante este periodo, King fue nombrado presidente de la Asociación de Criadores de Ganado del Oeste de Texas. Esta fue formada por rancheros texanos para proteger sus intereses. Organizaron grupos especiales para combatir a los supuestos bandidos mexicanos. Más tarde suprimieron estos grupos cuando el capitán ranger McNeely se encargó de la lucha por ellos. Los métodos de McNeely ya han sido discutidos aquí.
Aunque Lea trató de exonerar a King de todo mal interpretando sus acciones como justificables, no por ello dejan de revelarse ciertos hechos. King hizo su fortuna como contrabandista; se asoció con una banda de asesinos y, de hecho, representó un papel importante en sus operaciones; fue acusado de robos de ganado y de haber asesinado a pequeños propietarios de tierras para despojarlos de esta; y sobornaba a los rangers. Solo nos queda apoyar nuestro caso en la declaración de T. R. Fehrenbach:
En la década de 1850, las ciudades fronterizas de El Paso y Brownsville, y la misma San Antonio estaban dominadas por un puñado de importantes comerciantes o financieros, ninguno de los cuales había nacido en Texas o en el sur. Este peculiar sistema político-social –en el que los mexicanos étnicos poseían por lo general la superioridad numérica, pero eran políticamente inertes como individuos– llegó a ser un rasgo característico de la vida del sur de Texas. Los primeros hombres de empresa se convirtieron en rancheros. De esta forma Richard King y Mifflin Kenedy, que con otros pocos dominaron en un tiempo todo el sur de Texas, desde el Nueces hasta Brownsville, llegaron a ser dos de los mayores terratenientes de todo el sur. En la década de 1850 se formó el núcleo del inmenso King Ranch.50
LA REVUELTA DE CHENO CORTINA
Los métodos de King para sojuzgar a los chicanos se repitieron por todo el suroeste. Colectivamente, los mexicanos se convirtieron en los pobres, débiles y oprimidos, mientras que los angloamericanos eran el símbolo del rico opresor. Este proceso produjo una reacción por parte de los mexicanos y derivó en un intenso bandidaje. Si bien unos pocos historiadores angloamericanos han concedido que a menudo el bandido mexicano fue empujado al bandidaje, la mayoría de los cronistas justifican su represión; racionalizan que el comportamiento de los bandidos era criminal o, al menos, que era resultado de las condiciones de la frontera.
No obstante, el sistema era la causa principal de la actividad ilegal de los mexicanos, porque los representantes de la ley eran frecuentemente los ladrones y asesinos. E. J. Hobsbawm, en su Primitive Rebels: Studies in Archaic Forms of Social Movement in the 19th and 20th Centuries (1965), ilumina con bastante claridad los motivos del bandido. Tomando el bandidismo mexicano en el contexto de la historia, este escritor concluye que representaba “en cierto sentido… una forma más bien primitiva de protesta social organizada, acaso la más primitiva que conocemos”.51
Al estudiar al bandolero de California Tiburcio Vásquez veremos (en el capítulo 5) que quebrantó una ley angloamericana con el fin de preservar su honor. Una vez hecho esto se convirtió en un proscrito que tenía que robar para sobrevivir. Como otros bandidos mexicanos, sus actividades iban dirigidas contra los angloamericanos y solo impulsado por la más angustiosa necesidad llegaba a robar a su propia gente. De esta forma conservaba el apoyo de los mexicanos, que lo consideraban un héroe, una especie de Robín Hood, aunque nunca socorría a los pobres. Para los mexicanos, el bandido mataba solamente en venganza. De esta forma se convertía en “el ‘duro’, que no está dispuesto a cargar con las cruces tradicionales que corresponden al estado llano en una sociedad de clases: la pobreza y la sumisión”.52 Se rebelaba contra el gringo y era admirado por el pueblo porque hacía lo que ellos no eran capaces de hacer.
Vásquez y otros bandidos mexicanos representan exactamente el modelo del rebelde primitivo de Hobsbawn; sin embargo, Juan N. Cortina, que ha sido llamado el “bandido rojo de río Grande”, va más allá del modelo del bandido. A diferencia del bandido social, poseía una organización con una ideología y organización definidas que libraba una lucha de guerrillas contra el grupo de poder gringo. Igual que gran parte de la historia chicana, los datos mexicanos deben ser examinados, especialmente los de Tamaulipas, para comprender el alzamiento de Juan Cortina.
Como en el caso de muchos otros rebeldes sociales, se ha hecho un intento para desacreditar los motivos de Cortina. La mayoría de los historiadores angloamericanos lo ha clasificado como un proscrito. Lo retratan como a un vagabundo analfabeto proveniente de una buena familia que se “volvió malo”.53 Lyman Woodman, militar retirado, escribió una biografía de Cortina, describiéndolo como “soldado, bandido, asesino, abigeo (ladrón de ganado) y asaltante del correo, gobernador civil y militar del estado de Tamaulipas y general del ejército mexicano” que, en resumen, era un enemigo de los gringos.54 En contraste, los mexicanos han ensalzado sus hechos en corridos. Cortina dirigió una guerra de guerrillas contra la dominación angloamericana y fue apoyado por el pueblo. Un estudio reciente resume la reacción de los pocos mexicanos que se le opusieron:
Algunos miembros de la clase patronal se opusieron a Cortina porque sus intereses comerciales necesitaban la paz con los norteamericanos; otros temían que Estados Unidos no se quedara satisfecho con Texas, Nuevo México, Arizona y California, y que usara a Cortina como pretexto para “liberar” todo México. Fue admitido, sin embargo, por el mayor Heintzleman que “los bandidos cuentan con la simpatía activa de las clases bajas de la población mexicana”.55
Juan “Cheno” Cortina, producto de la frontera septentrional de México, nació el 16 de mayo de 1822, en Camargo, del lado mexicano del río. Sus padres eran descendientes de la clase alta, y su madre poseía una concesión de tierras en las cercanías de Brownsville.56 Cortina y su familia se trasladaron a esta posesión en el momento más duro de las hostilidades de la guerra de 1846. Cortina no regresó a México y, en los términos del tratado de Guadalupe Hidalgo, se convirtió en ciudadano de Estados Unidos.57 Era un regionalista que se identificaba con el norte de México y luchó para proteger la tierra de los ataques de los angloamericanos. También sentía las injusticias, insultos y pillajes que caracterizaban la ocupación angloamericana. Era cuestión de tiempo que se rebelara contra aquella.
Un incidente común e insignificante señaló el comienzo de la carrera revolucionaria de Cortina. En una cálida mañana de julio de 1859, cuando regresaba del rancho de su madre, vio al comisario Bob Spears golpeando con su pistola a un mexicano que había bebido de más. La víctima había trabajado para la madre de Cheno. Cuando este se ofreció a hacerse responsable por el culpable, Spears replicó: “¿Por qué tienes que meterte tú, maldito mexicano?” Cortina disparó un tiro de aviso y luego:
Cortinas [sic] disparó contra el comisario hiriéndole en un hombro, subió al mexicano a la grupa de su caballo y galopó saliendo de la ciudad al estilo de un cowboy norteamericano o un vaquero mexicano en día de fiesta. Este episodio reúne todas las cualidades dramáticas que cualquier bandido principiante –o héroe– pudiera desear. Cheno, miembro muy popular de la clase acomodada, un mexicano, había disparado contra un representante de la ley norteamericana, había rescatado a uno de los miembros más humildes de la sociedad mexicana y valerosamente lo había llevado a lugar seguro en el Rancho Santa Rita, propiedad de su madre.58
Cheno sabía que no podría obtener un juicio justo, de modo que se dispuso a salir para Tampico, México. Antes de su partida, experimentó algunas otras transgresiones angloamericanas. Más tarde, con un pequeño grupo de amigos, regresó a Brownsville para someter a los opresores a la justicia. El 28 de septiembre entraron a caballo en la ciudad e izaron la bandera mexicana. Los detractores de Cortina afirman que saqueó la ciudad; no obstante, sus partidarios dicen que no robó ni saqueó cuando tenía la ciudad a su merced, como sin duda lo hubiera hecho de haber sido un bandido.59 Si Cortina saqueó o no la ciudad de Bronwsville sigue siendo un punto de controversia. Cortina no planeaba dirigir una revolución. Sin embargo, desde la propiedad de su madre Rancho del Carmen envió una circular justificando sus acciones. La base de su “declaración de agravios” era la injusticia que sufría el pueblo mexicano a manos de los ocupantes. Decía que únicamente había ido a Brownsville a castigar a los culpables de aterrorizar a los mexicanos, y apelaba al gobierno angloamericano para llevar a los “opresores de los mexicanos” ante la justicia en vez de protegerlos. Cortina, tras hacer estas declaraciones, se preparó para emigrar nuevamente a México.60
Buscando venganza, los habitantes de Brownsville tomaron prisionero a Tomás Cabrera. Cabrera era un hombre de avanzada edad cuyo único crimen era ser amigo de Cortina. Cuando el caudillo supo que su amigo había sido arrestado reclutó un ejército de 1200 hombres. Exigió la libertad del anciano, amenazando con quemar Brownsville si sus habitantes no obedecían. Los Tigres de Brownsville (la milicia local) y el ejército mexicano en Matamoros lo atacaron, pero Cortina los derrotó en una batalla y a continuación los gringos lincharon a Cabrera. Fueron llamados los rangers y persiguieron a Cortina, pero este los derrotó el 22 de noviembre.
Envalentonado por sus victorias “planeaba formar un ejército lo bastante fuerte para obligar a las autoridades texanas a conceder a los mexicanos aquellos derechos… que les garantizaba el tratado de Guadalupe Hidalgo”.61 Publicó un comunicado que “revisaba los crímenes contra los mexicanos” y sugería que los colonizados formasen una sociedad secreta para hacerse justicia. El documento es un clásico ejemplo de las motivaciones de un libertador. En él formulaba la acusación de que las tierras de los mexicanos les habían sido robadas por “bandas de vampiros disfrazados de hombres”, que “llegaron y se instalaron en los poblados, sin ningún capital, excepto sus corazones corrompidos y las más perversas intenciones. Algunos, respetuosos de las leyes, nos prestaron protección contra los ataques de los demás; otros se agruparon en tenebrosos consejos, provocando y excitando al robo y la quema de las casas de nuestros parientes del otro lado del río Bravo; y otros más, abusando de nuestra ilimitada confianza, cuando les hicimos depositarios de nuestros títulos [de tierras]”, robaron a los mexicanos. Cortina condenaba la justicia angloamericana, señalando: “Parecería que la justicia ha desaparecido de este mundo, dejándonos librados al capricho de nuestros opresores”. El líder de la liberación proseguía: “Esta raza nunca se ha humillado ante el conquistador –exclamaba–. ¡Mexicanos! Mi partido está tomado; la voz de la revelación me susurra que me ha sido confiada la tarea de romper las cadenas de vuestra esclavitud, y que el Señor me permitirá derrotar a nuestros enemigos con brazo fuerte”.
Cortina clamaba por la liberación de los mexicanos y el “exterminio de sus tiranos”.62 El gobierno colonial había intensificado su opresión. Muchas personas inocentes eran víctimas del odio de los colonizadores; eran asesinados a sangre fría. Tropas federales bien entrenadas y equipadas invadieron el valle, forzando a Cortina a traspasar la frontera. Esto no acabó el conflicto, y un comisionado del estado escribió al gobernador Sam Houston: “Los mexicanos se están armando hasta los dientes, y anticipo grandes problemas aquí. Creo que es inevitable una guerra general… Nuevas armas han sido distribuidas a todos los rancheros, de modo que preveo problemas”.63 Houston acudió a la ayuda del gobierno federal, y escribió al secretario de la guerra en Washington, D.C.:
Deploraré que la situación en Texas, un tesoro vacío, los problemas con los indios, inigualados en los últimos diez años, y los pillajes desde México en nuestra frontera meridional, están bien calculados para impresionar la mente del Ejecutivo del estado de Texas con las dificultades de la actitud que debe asumir en justicia para con sus conciudadanos y la humanidad, a no ser que el brazo Federal se alce prontamente y se extienda para proteger nuestra sufriente frontera.64
Washington respondió en febrero de 1860 enviando a Robert E. Lee a Texas para encabezar la expedición contra Cortina. Las autoridades mexicanas cooperaron con Lee. “Durante el mes de marzo, igual que en toda su negra carrera, había muchas ideas discordantes acerca de las actividades y movimientos de Cortina. Incluso Lee, veterano condecorado de la guerra de México, ex-superintendente de la Academia Militar, y oficial de considerable experiencia en dar caza a saqueadores indios por todo Texas, estaba confundido por el astuto bandido; escribió a su esposa, Betsy, que estaba en Virginia, acerca del ‘mito Cortina’”.65 Corrían rumores de que Cortina amenazaba todos los puntos estratégicos, pero el 8 de mayo Lee se convenció de que Cortina había abandonado la frontera y se fue de Texas.
Sin embargo, Cortina no concluyó su guerra contra el gringo: simplemente cambió de lugar su base de operaciones. Se interesó activamente en los asuntos de Tamaulipas, defendiendo el estado contra la intervención francesa que comenzó en 1861 y terminó en 1867. Después de la guerra se estableció en Tamaulipas, donde supuestamente hizo y deshizo gobernadores. Supuestamente dirigió operaciones de saqueo contra los angloamericanos y manejaba un floreciente comercio con Cuba, golpeando así en el corazón de los intereses angloamericanos: su economía. Rip Ford, el periodista, político y en algún tiempo ranger, informó: “Cortina odia a los norteamericanos, particularmente a los texanos… Tiene un viejo y arraigado rencor contra Brownsville”. 66 Mientras tanto, Cortina acababa con el bandidaje en Tamaulipas. Los angloamericanos proclamaban que él “decía a los ladrones de México que los colgaría si robaban ahí, pero que había mucho que tomar en Texas”.67
La influencia angloamericana en México aumentó durante la década de 1870 y se hicieron presiones para librarse de Cortina. No obstante, él siguió activo, y tenía sus propias tropas llamadas Los fieles de Cortina y Los exploradores. En el valle contaba con una red de espías y partidarios llamada Las águilas negras. Se levantaron cargos contra él, y se hicieron investigaciones; pero siguió siendo intocable hasta 1875, cuando fue llevado a la ciudad de México y encarcelado acusado de robo de ganado. Cuando Porfirio Díaz tomó el poder, Cortina fue confinado en la ciudad de México. No regresó a la frontera hasta la primavera de 1890, en que visitó la zona durante algunos días, siendo recibido como un héroe. Con la creciente consciencia de una lucha chicana por la liberación, Cortina es reconocido hoy día como uno de los precursores del movimiento.
LA REBELIÓN POPULAR
La guerra de la sal de El Paso (1878) es un ejemplo de rebelión popular. Los mexicanos de la región se unieron siguiendo las líneas de raza y clase, iniciando la acción directa para realizar un cambio económico y político en respuesta a las argucias políticas de los extranjeros que habían destruido un derecho tradicional. La acción de las masas no tenía ninguna ideología aparente tras ella, sino una respuesta emocional a la opresión. Sin embargo, se trataba de una lucha de clase contra el rico y poderoso sistema dirigente gringo.68 De esta manera, se convirtió en una insurrección primitiva –una rebelión popular– contra la dominación de los ocupantes extranjeros.
El territorio de El Paso fue colonizado por mexicanos a principios del siglo XIX, y hasta 1840 la mayor parte de la población vivía al sur del río Grande. Después de la guerra mexicano-norteamericana los poblados se extendieron hasta el norte del río, aprovechándose del comercio Chihuahua-Texas-Nuevo México. Aún entonces, la población del lado norte era abrumadoramente mexicana. Muy pronto un puñado de angloamericanos llegó a El Paso. Inmediatamente tomaron el control de la política local, manipulando los votos mexicanos mediante agentes que eran premiados con su protección. Les ayudaba la distribución de la población mexicana, dispersa en pequeñas rancherías en torno a la actual ciudad de El Paso. Además, los mexicanos no estaban familiarizados con la política angloamericana, y premeditadamente los políticos no los incluían ni educaban. Para 1877 la población de El Paso había aumentado a 12 000 personas “de las que solo ochenta no eran mexicanas”.69 A pesar de este hecho, los angloamericanos poseían la mayoría de los puestos por elección, así como toda la riqueza del lugar. Los mexicanos eran casi todos pobres y solo hablaban español. En 1862, la vida de esta gente de subsistencia marginal se iluminó con el descubrimiento de sal en una localidad a 100 millas de la zona donde se apiñaba la mayor parte de la población. Empezaron a hacer expediciones a las salinas en busca de sal para su propio uso, así como para venderla a los mexicanos de la parte sur del río, pero no se les ocurrió demandar individualmente su posesión. Sin embargo, Sam Maverick, de San Antonio, muy pronto se apropió de una porción importante de las mismas. No obstante, los mexicanos continuaron usando la porción restante, satisfechos de obtener lo que fuese posible.
Los yacimientos salinos acabaron por llamar la atención de los políticos angloamericanos que conspiraron para apoderarse del control de las salinas que explotaban los mexicanos. Los conspiradores eran conocidos como El Círculo de la Sal. El plan hubiera tenido éxito de no producirse una división en sus filas. Las discrepancias cristalizaron durante la elección de 1870, cuando A. J. Fountain compitió contra W. W. Mills, líder del Círculo de la Sal, por un asiento en el senado estatal. Compitió con el apoyo de Antonio Borajo, un sacerdote italiano, y llevó adelante su campaña con la promesa de que las salinas se harían de propiedad pública. Fountain derrotó al círculo. Fountain trató de cumplir su promesa, pero tuvo dificultades con Borajo, que pretendía se apropiara de las salinas y compartiera los beneficios con él. La negativa del senado del estado marcó el fin de su carrera política en El Paso, pues Borajo se unió a Louis Cardis, otro italiano, para respaldar a Charles Howard en 1875 para el puesto de juez del condado. Cardis, según acordaron, se presentaría para senador del estado. Ambos hombres fueron elegidos. El poder de Borajo y Cardis se basaba en que sabían hablar español, lo que les permitía cultivar a la mayoría mexicana. Además, Borajo se aprovechaba de su poder como sacerdote. Parecía que los tres hombres iban a controlar la política del condado, pero Howard se separó del grupo, reclamando para sí los yacimientos salinos, en nombre de su suegro70. Esto terminó con su carrera política en 1877, cuando los dos italianos se le enfrentaron; sin embargo, siguió conservando el control de la sal.
Luego Howard trató de beneficiarse de la adjudicación “legal” cobrando a los mexicanos por la sal que sacaban. Borajo trató de incitar al pueblo desde el púlpito, pero el obispo lo destituyó de su cargo por intervenir en política. Empero, la fricción continuó y dos mexicanos fueron arrestados cuando las autoridades locales supieron que habían tratado de extraer sal violando la ley. Cuando uno de ellos fue arrestado, varios cientos de sus paisanos de San Elizario e Ysleta lo liberaron por la fuerza, organizando mítines en demanda de sus derechos. Después capturaron a Howard y lo mantuvieron prisionero durante tres días. No fue liberado hasta que prometió irse del condado y depositar una fianza para asegurar que no regresaría. Aunque Howard dejó El Paso, estaba decidido a regresar. Sabía que las autoridades apoyarían sus pretensiones y que existían una doble moral con las normas legales. Su conducta desafía la comprensión, porque regresó a El Paso y a sangre fría mató de un tiro a Cardis. Las autoridades no persiguieron a Howard, ni confiscaron su fianza. De hecho, el mayor John B. Jones de los Texas Rangers cooperó activamente con él. Mientras tanto, Howard escribió a un amigo que “no deseaba ver un castigo general de los alborotadores, que eran ignorantes como muías y estaban mal aconsejados, pero que pensaba que los líderes debían ser castigados y obligados a respetar la ley”, concluyendo que “si el gobernador no nos ayuda, voy a darle una buena zarandeada”.71 En 1878, Howard regresó a El Paso, donde las autoridades lo dejaron en libertad bajo fianza. Las autoridades locales se movieron para apoyar su reclamación, y los rangers salieron con él para ver que los mexicanos no tomaran la sal. Esta acción provocó una respuesta, y 18 chicanos dirigidos por Chico Barela lo capturaron. Al principio titubearon en pasar a la acción directa, pero cuando les llegó la consigna de Borajo de “Matad a los gringos y yo os absolveré”72, mataron a Howard. Las autoridades locales se dispusieron a castigar a los mexicanos, provocando varios días de tumultos, que terminaron cuando los rangers, ayudados por otros gringos, suprimieron a los mexicanos. Esta revuelta fue claramente racial y fue causada por una exagerada explotación económica.
CONCLUSIÓN
Los acontecimientos del Valle del río Grande y del condado de El Paso no fueron los únicos. El mismo proceso de sojuzgamiento económico y político se realizó en otras zonas de Texas. Por ejemplo, en San Antonio, la ciudad mexicana de Texas, los mexicanos fueron expulsados y los que quedaron fueron empleados como camareros, sirvientes, y otros trabajos de baja remuneración. Caroline Remy escribe acerca de esta dominación:
En 1837 todos menos uno de los cuarenta y un candidato a la elección municipal eran de ascendencia hispano-mexicana; una década más tarde eran solo cinco. La erosión de la base agrícola que formaba la riqueza principal de los hispanomexicanos comenzó casi inmediatamente después de la revolución de Texas. Desde 1845-1860 las casas y edificios importantes que se construían pertenecían a ciudadanos irlandeses, norteamericanos, alemanes y franceses. El mexicano tenía poca influencia económica. Aunque San Antonio parecía mexicana en apariencia y costumbres, el aumento de la población durante esos años era principalmente no-mexicano.73
La colonización de Texas continuó durante todo el siglo XIX y se extiende hasta el día de hoy. En 1932, Jovita González, una activista, resumía la reacción mexicana a la dominación:
Los mexicanos consideran a los norteamericanos en Texas como intrusos vándalos, agresores, que esperan la oportunidad para despojarlos de sus posesiones personales, tal como despojaron a la madre patria de toda una provincia. Por otra parte, los norteamericanos ven a los mexicanos como a una raza conquistada, inferior, despreciada a causa de su incapacidad para ajustarse a los adelantos norteamericanos. Como fueron la raza conquistada los mexicanos fueron considerados cobardes mientras los grandes rancheros prosperaban y se enriquecían, el pequeño campesino mexicano-texano fue obligado a abandonar sus propiedades y tuvo que convertirse en peón o abandonar el país.74