Kitabı oku: «Y va a caer... como decíamos ayer. Tomo 1: Informes mensuales de coyuntura política 1980-1984», sayfa 17
INFORME MENSUAL DE COYUNTURA POLÍTICA Nº 16
Santiago, octubre de 1981
COMO CAMPANA DE PALO
Los ha habido mejores. Indudablemente. Hasta se podría decir que es el peor de todos los aniversarios del 11 de septiembre. El jolgorio, la fanfarria, los vítores no han sido exclusivos. Hasta la FIFA encontraría que fue demasiada la sobriedad y mesura en la celebración. Simplemente no se celebró nada.
Es que la situación no parece dar para celebraciones. Hay grave preocupación por la economía y una inquietud creciente en todos los sectores sociales. Esto último se muestra con gran visibilidad entre los empresarios de prácticamente todas las actividades económicas. En la agricultura, en el comercio, en los exportadores, en la construcción y hasta en el sector financiero se reconocen las dificultades y se sugieren modificaciones al modelo económico. Se pierde el triunfalismo de tiempos recientes y se pronostican modestos avances en el futuro.
A la pérdida de expectativas de normalidad que se ha venido produciendo en los meses anteriores, parece agregarse ahora una cierta sensación de desconfianza y de sorda protesta en relación al régimen imperante. Talvez sea un hecho anecdótico, pero es también indicativo el escaso embanderamiento con que la población saludó a este nuevo aniversario de la intervención militar. No quiere decir esto que el régimen se tambalee ni que tenga que enfrentar a una oposición movilizada de envergadura. Por el contrario, el régimen sigue mostrándose fuerte y no se ve aún una alternativa que pueda enfrentársele con éxito en el corto plazo. Sin embargo, también es innegable que en las actuales condiciones es muy posible que su base social se estreche bastante, lo que disminuye su capacidad para resolver los actuales conflictos internos.
No ha de extrañar entonces que en los discursos oficiales disminuyan las cuentas alegres y los pronósticos de esplendores futuros, y aumenten las amenazas en contra de las eventuales acciones políticas opositoras.
Durante bastante tiempo se ha estado tratando de legitimar al régimen sobre la base del éxito económico. Y resulta ahora que la economía está malita. Y no se trata de que esta economía pueda ser criticada sólo desde el punto de vista de los sectores populares y la desigual repartición de la riqueza. Es que, de acuerdo a los mismos parámetros que los grupos en el poder utilizaron para señalar aquel «éxito», la economía atraviesa por una situación suficientemente crítica como para poner en duda la viabilidad del modelo.
Demás estaría aquí repetir las cifras que se barajan profusamente en los medios de comunicación. Baste señalar la caída de los índices de producción y exportación, y el fuerte crecimiento de la deuda externa y del déficit de balanza comercial.
En estas circunstancias menudean las dificultades de las empresas que, en los casos más graves, se traducen en búsqueda desesperada de nuevos préstamos, insolvencia, cesación de pagos y quiebras. Las estrechas relaciones financieras de préstamos y deudas llegan a producir en algunos casos verdaderas caídas en cadena que recuerdan las viejas teorías del dominó.
Sólo aquellos grupos económicos que tienen firme acceso al crédito externo parecen sortear con éxito la actual coyuntura. Más aún, pueden beneficiarse de ella apropiándose de las empresas que sufren mayores dificultades. Pero esta mayor concentración de capitales no resuelve el problema de la economía nacional, y estos mismos grandes grupos empiezan a mirar con preocupación el futuro.
De manera que las presiones vienen de muchos lados y parece que la necesidad de ajustes al modelo económico pasa a ser indiscutible. Lo que sí es materia de graves controversias es el alcance de esos ajustes y el momento oportuno de hacerlos.
Ahora bien, como la economía no se las arregla sola –salvo en el ciclo de algunos economistas– la decisión respecto a este tema tan fundamental corresponde al juego político que, en estas circunstancias, se hace particularmente activo.
EL COSTILLAR: CANCIÓN FOLKLÓRICA PARA GRANDES GRUPOS ECONÓMICOS
Una vez que se acepta la existencia de problemas en la economía, florecen múltiples capullos de discusiones sobre política económica. Naturalmente que esto debe entenderse dentro del círculo de lo permitido o, al menos, tolerado, lo cual no impide cierta virulencia en el enfrentamiento de posiciones.
Por otra parte, aunque las restringidas discusiones sobre política económica son bastante publicitadas, resulta difícil saber quiénes asumen las diferentes posiciones.
Es así como se ha presentado un supuesto enfrentamiento entre equipo económico y grupos económicos, lo cual no deja de resultar extraño, si se recuerda que los nuevos tecnócratas de la economía circulan con extraordinaria fluidez entre cargos en el Gobierno y cargos en la gran empresa privada. La insistencia en estas distorsiones puede hasta ser involuntaria, pero actúa firmemente en el sentido de otorgar una cierta imagen de independencia de la política económica en relación a los grandes grupos.
Las últimas declaraciones del general Pinochet lo hacen aparecer como defendiendo al ministro De Castro frente a… los grupos económicos. Extraordinario. Más extraordinario aún que el mismo general Pinochet amenace a los ricos con una ley de investigación de riquezas mal habidas. Estos hechos extraordinarios (que ordinariamente no ocurren) han servido para que algunos piensen en reales discrepancias entre equipo y grupos económicos.
Sin embargo, esto parece ser más bien una distorsión de imagen. No es que sea imposible que un tecnócrata de la empresa privada pueda cambiar de perspectiva al asumir labores de gobierno. Se han visto cosas más raras aún. Pero es difícil considerar que ese sea el principal enfrentamiento al interior del poder.
Como se ha venido señalando en informes anteriores, las alternativas fundamentales en juego se estarían dando entre la línea de los grandes grupos económicos y cierta línea institucional de las FF.AA. que se ha dado en denominar «nacionalista».
A raíz de los problemas que tiene el modelo económico, el sector financiero, que aparecía como su principal impulsor, ha ido perdiendo hegemonía entre los diversos sectores en el poder. De aquí que hoy los grandes grupos económicos, que controlan el capital financiero, no se encuentren en plena libertad de acción para seguir sosteniéndolo, sino que necesitan, a lo menos, entrar en transacciones con la crítica que vendría de las propias FF.AA. frente a las discusiones de la economía nacional.
Si se observa las últimas disposiciones dictadas por el gobierno, puede percibirse la dificultad con que se logran ciertas transacciones y la relativa indefinición de una alternativa tajante para encarar los graves problemas de la economía.
En este sentido, la nueva ley de Bancos, la suspensión de la venta de empresas CORFO y la postergación del plazo para legislar sobre la gran minería del cobre, han sido vistas como medidas impulsadas por una tendencia «nacionalista». A su vez, las declaraciones sobre mantención «por muchos años más» de la paridad cambiaria y la legislación dictada para bajar los salarios, abaratando la mano de obra para los empresarios, parecen corresponder más a los intereses de los grupos económicos.
No obstante, lo que salta a la vista es el carácter de indefinición del conflicto. Las medidas que pudieran tildarse de «nacionalistas» consisten más bien en amenazas (Ley de Bancos) y en postergaciones de decisión (venta de empresas CORFO, legislación minera) que en realizaciones concretas. En cuanto a los grandes grupos, no se les concede derechamente el «perfeccionamiento del Plan Laboral» que eliminaría hasta el reajuste automático del IPC, sino que se dictan disposiciones paliativas para bajar las remuneraciones (leyes 18.018 y 18.082).
En forma más directa es posible ver esta indefinición del conflicto interno en términos del difícil parto de la nueva legislación minera, la cual consagraría la más perfecta transacción entre la línea «nacionalista», que parece primar en las FF.AA., y los intereses de los grandes grupos económicos.
La dificultad para resolver el conflicto radica básicamente en dos elementos esenciales del régimen. En primer lugar, su carácter cerrado, que establece una especie de pacto de los sectores en el poder en orden a no recurrir a sectores externos para dirimir conflictos internos. En segundo lugar, la necesidad recíproca que tienen estos grandes actores. Los grupos económicos no están aún en condiciones de subsistir sin la presencia de las FF.AA. A su vez, éstas requieren de esos grupos para poder mantener el funcionamiento de la economía nacional.
En estas circunstancias, es difícil que se pueda imponer frontalmente una de las alternativas en juego en el actual conflicto interno, pero es necesario que una de ellas llegue a predominar en la dirección del proceso. Hasta hace un par de meses atrás parecía poco discutible que eran los grandes grupos económicos los que orientaban al modelo en la aplicación, en la actualidad es esta orientación la que está en juego.
ECONOMÍA Y POLÍTICA; UNA Y UNA
Suele ocurrir, también cansan las telenovelas y los partidos de fútbol cuando se agarra el puro audio de la casa del vecino. Es lo que pasa con la proliferación de noticias y debates económicos, como si fueran problemas académicos, sin que se vea lo que hay detrás como alternativa política.
Porque el debate es precisamente eso, un debate sin apariencia política. Sin embargo, es innegable que tanto la alternativa económica que se adopte como su éxito o fracaso tienen una incidencia de importancia en el decurso político.
Porque el debate es precisamente eso, un debate sin apariencia política. Sin embargo, es innegable que tanto la alternativa económica que se adopte como su éxito o fracaso tienen una incidencia de importancia en el decurso político.
Es necesario señalar que la importancia del factor económico puede resultar incluso exagerada debido a la debilidad ideológica del régimen. Esta ha sido señalada por los mismos partidarios de éste como uno de los elementos que impiden mirar con mayor tranquilidad la actual crisis económica.
Tal debilidad ideológica no es meramente coyuntural. Talvez derive del propio carácter defensivo del régimen, establecido como respuesta a la fuerte movilización popular que puso en peligro el sistema económico imperante. Quizás sí en sus inicios –y no obstante su carácter defensivo– tuvo una mayor fuerza ideológica en cuanto restauración portaliana de la nación. Sin embargo, tal fuerza ideológica tuvo escasa implantación social y fue paulatinamente desplazada por la idea de la «revolución modernizadora» que desarrollaría la economía hasta el extremo de poder chorrear para todos.
Actualmente la «revolución modernizadora» aparece en situación de «ajuste recesivo», y vuelve a hablarse de «retraso ideológico» que hace desesperarse a los partidarios del régimen por un detalle tan insignificante como una recesión económica.
Resulta así que todo el esfuerzo de ideologización de las capas superiores, que desde hace un año, realizan los grupos económicos, parece ser una inversión de escasa rentabilidad. Aquella ideología neoliberal que sustituye la política por la economía de mercado hoy pierde su base de sustentación y es denunciada como materialista. De manera que tanto ilustre visitante conferencista sólo puede justificarse en términos de turismo.
En el fondo, los sectores en el poder no han sido capaces de remontar el carácter defensivo del régimen con un nuevo marco ideológico. Sólo han podido establecer una situación de intereses, esto es, un acuerdo básico que permanece mientras los intereses de cada sector en el poder aparecen satisfechos. De la misma manera, el apoyo social que puedan lograr depende de que otros sectores sociales puedan también satisfacer algunos intereses.
Es lo que para algunos habría ocurrido con ciertas capas medias al acceder a formas de consumo de bienes importados.
Es interesante entonces una falla en la economía. Ahora bien, frente a esa falla en la economía, las alternativas que se barajan no pueden estar exentas de modelos políticos implícitos.
Para los grupos económicos resulta claro que la presencia política de las FF.AA. sin contrapeso no es la mejor garantía para desarrollar un modelo económico. Por el contrario, la actual situación los mueve a buscar una forma de salida política, lo cual puede conducir a una alianza con la derecha tradicional en orden a lograr una apertura controlada que garantice a la larga la vigencia del sistema económico.
Lo anterior no significa que los grupos económicos estén interesados en algo parecido a la democracia. Por el contrario, el régimen autoritario corresponde perfectamente a las necesidades de corto y mediano plazo del modelo. El problema actual consiste en poder controlar ese autoritarismo impidiendo que éste derive en orientaciones que puedan alterar su propio esquema.
Es en este punto donde surgen las dificultades con la emergente línea «nacionalista» que se estaría proyectando como institucional en las FF.AA. Esta línea, sin apartarse del modelo económico vigente, plantearía una mayor injerencia del Estado en la conducción económica, lo cual es visto como peligroso para las pretensiones de los grupos económicos.
A su vez, esta línea nacionalista parecería llevar implícita la acentuación del carácter militar del régimen político. Sin embargo, esto último requeriría de alguna forma de populismo autoritario que permitiera al régimen militar contar con ciertas bases sociales para enfrentar a esos sectores económicamente dominantes.
Como se puede desprender del desarrollo calculable de una y otra corriente, lo más probable es que las actuales diferencias no se zanjan tajantemente hacia alguna de ellas, sino que se mantenga el inmovilismo sobre la base de concesiones recíprocas. En lo inmediato, la mantención del ministro De Castro ratifica la presencia del equipo económico que los grupos defienden. Al mismo tiempo, el ascenso del general Canessa a la vicecomandancia del Ejército, podría ser visto por algunos como reafirmación de la fuerza de la línea nacionalista en las FF.AA.
LA POLÍTICA SOCIAL DE MERCADO
Es natural que en el período que nos ocupa, caracterizado por una situación crítica en la economía, se produzca una mayor presencia de la actividad política. Y así ha sido.
No obstante, hay que considerar que esta actividad política se expresa en forma distinta a la que los viejos podrían esperar.
La exclusión formal de los partidos políticos y su debilitamiento real, dado el régimen imperante, han conducido a una cierta corporativización de esta actividad. Es así como las demandas pasar a ser expresadas fundamentalmente a través de organizaciones sociales que representan intereses sectoriales.
Por una parte, las demandas de los empresarios se manifiestan a través de las organizaciones de esos sectores. Y el general Pinochet y sus ministros se reúnen con los dirigentes de estos para conocer sus inquietudes y estudiar posibles soluciones.
Por otra parte, la demanda opositora se expresa fundamentalmente a través de organizaciones sindicales y gremiales. Ya sea que éstas queden excluidas o no del diálogo con el gobierno.
En tales condiciones resulta extremadamente difícil que se planteen políticas nacionales, pues cada sector aparece defendiendo sus intereses sectoriales, sin que logre articular estos en un proyecto nacional.
Esto no impide que haya intentos de constituir políticas nacionales por parte de sectores sociales. Los grupos económicos, a través del equipo económico y una profusa publicidad del pensamiento neoliberal, han pretendido mostrarse como capaces de formular una política nacional. De la misma manera, los sectores laborales, con mucho menos recursos, también han tratado de plantear una alternativa nacional a través del Pliego de la Coordinara Nacional Sindical.
No obstante, en ambos casos tales pretensiones no han llegado a plasmarse socialmente y han permanecido como propuestas que no logran movilizar a la población ni son asumidas como nacionales.
En cuanto a las instituciones que han mantenido un carácter nacional al menos en su organización, como es el caso de la Iglesia y las FF.AA., es difícil que ellas adquieran una política propia. De manera que ésta es dependiente de las relaciones que establecen con determinados sectores sociales.
No es entonces casual que actualmente –y no sólo actualmente– se pueda observar intentos de recomposición política en el sentido preciso de revitalizar o crear partidos políticos.
El fallido intento de formar un Movimiento Cívico Militar de apoyo al gobierno no parecería desahuciar la pretensión de crear organizaciones políticas por parte de los sectores en el poder. De la misma manera, es posible que en la oposición se manifiesten tendencias a robustecer las antiguas organizaciones partidarias o crear otras nuevas. Hasta en el centro político, cuya presencia en el último tiempo ha sido bastante difusa, se estaría produciendo un movimiento tendiente a reconstituir la fuerza partidaria.
Es que en la actual coyuntura la falta de una alternativa nacional es bastante visible y no parece haber una opción de reemplazo para lo que fue históricamente la labor de los partidos políticos. Esto es, generalizar intereses, entregar una dirección uniforme y plantear un proyecto nacional hacia el futuro.
MIRÁNDOSE EL OMBLIGO (primera parte)
En los partidos políticos de oposición la característica que sigue predominando es la de una especie de «volcamiento al interior». Vale decir, que la acción política tiende a ser bastante limitada mientras se discute al interior de cada movimiento o partido la adopción de forma de organización, línea programática, tácticas y estrategias.
En la Democracia Cristiana los movimientos se articulan en torno al control de la dirección del Partido. Al parecer, tanto los sectores más progresistas como los más de derecha carecen de fuerza como para controlar el partido. En esas condiciones pareciera tener mayores posibilidades de éxito una orientación que pone mayor énfasis en el carácter católico doctrinario del partido y que se presenta más preocupada de definir la identidad propia de la DC que de proponer una posición frente a la cuestión política global del país. Desde ya parece ganar bastante influencia en la juventud del partido, mientras su tono moderado le asegura el respaldo de figuras de importancia.
Quizás si frente a esta tendencia, que extrañamente basa su desarrollo en la prescindencia de definición política global, pueda señalarse la de otro sector, nucleado alrededor de los ex parlamentarios, que enfatiza la necesidad de unidad y movilización social para enfrentar el régimen autoritario. Aunque, en todo caso, se condena toda forma de violencia.
En estas condiciones no se divisan cambios espectaculares en la Democracia Cristiana. Mantención de distintas líneas al interior del partido y una situación de aislamiento con respecto tanto del gobierno como de la oposición de izquierda, hacen que su orientación y posibilidades de acción dependan muy directamente de cada momento coyuntural del régimen.
Por el momento, la pasividad de la DC puede entenderse por esta definición de opciones en cuanto a su dirección. Sin embargo, entre las corrientes en pugna no se percibe ninguna con posibilidades de impulsar un proyecto y una línea de acción para enfrentar el actual momento político. En consecuencia, es esperable que se mantenga esa dependencia respecto de la situación coyuntural del régimen.
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