Kitabı oku: «Y va a caer... como decíamos ayer. Tomo 1: Informes mensuales de coyuntura política 1980-1984», sayfa 15
NO HAY RECESIÓN QUE DURE CIEN AÑOS… NI HUMANO QUE LA AGUANTE
No se podría considerar que la situación actual del movimiento laboral constituye una respuesta al «ajuste recesivo». Es cierto que cuando se enferma la economía el purgante se les da a los trabajadores… y estos lo saben bien. Pero la reorganización del movimiento laboral viene desde mucho antes. Lo que sucede es que el momento recesivo de la economía se cruza con el momento de auge del movimiento laboral.
Es posible observar que todos los intentos del régimen de constituir un sindicalismo oficialista han terminado por fracasar. Ni escuelas sindicales ni designación de dirigentes le han servido para controlar el movimiento sindical.
En el momento actual ninguna de las centrales sindicales aparece respaldando al Gobierno. CNS, UDTCh, FUT y ANEF son críticas, en diversa medida, de la política del gobierno.
Ahora bien, la CNS presenta su «pliego nacional» en muy mal momento para el Gobierno. Su reacción represiva era perfectamente esperable. Sin embargo, como señalábamos en el informe anterior, la represión puede abortar en sus inicios la emergencia de un movimiento sindical poderoso o producir un acercamiento solidario de sectores sindicales no directamente vinculados a la Coordinadora. Esto último es lo que se ha estado produciendo. La solidaridad con la Coordinadora Nacional Sindical ha ido mucho más allá de lo esperado, tanto en el campo laboral como en el político, nacional e internacional, laica y eclesiástica.
Por su parte, el Gobierno ha pretendido movilizar a algunos sindicales adictos en declaraciones contra la Coordinadora. Pero es muy poco lo que ha podido mostrar en este terreno. A partir del «renunciado» Guillermo Medina sólo logra juntar un pequeño puñado de dirigentes.
En tales condiciones, resulta bastante probable que el Gobierno insista y aumente las medidas represivas en contra de la CNS. Y no sólo contra la CNS, pues resulta que se ha generalizado la ofensiva sindical, orientada fundamentalmente contra el Plan Laboral. El Mercurio, que en estas cosas suele dar la línea, ya ha denunciado la infiltración comunista en todo el movimiento sindical. De aquí parecen salir las incitaciones para una fuerte represión del movimiento sindical, de la cual no escaparían algunos «distraídos partidarios del gobierno que no aprecian el avance social que está en marcha».
En otro momento pudo tenerse más paciencia, pero con «ajuste recesivo» es otra cosa. Lo que queda por verse es la capacidad de resistencia que realmente posee el movimiento sindical. Por de pronto está mostrando un grado de solidaridad superior al esperado.
En relación con el movimiento sindical, otros sectores sociales, que antes parecieron de gran actividad, hoy se muestran rezagados. Particularmente el movimiento estudiantil parece haber recibido un rudo golpe con la nueva Ley de Universidades. Esto ha hecho la disidencia estudiantil mucho más difícil: ha sectorizado las universidades, ha introducido el factor costo económico de la carrera, ha fortalecido los mecanismos represivos, todo lo cual contribuye a un mayor control del estudiantado. Es posible que el movimiento estudiantil vuelva a cobrar fuerza, pero antes requiere de un período de adaptación a la nueva situación producida.
En cuanto al movimiento de pobladores, este parece haberse frenado al ponerse en funcionamiento el Plan Habitacional destinado a esos sectores. A diferencia del movimiento laboral, el de pobladores no tiene intereses permanentes, sino que una demanda específica que satisfacer. Por esto es que, si el Plan Habitacional funciona, no habrá muchos problemas, pero si el Plan Habitacional no funciona –como podría ocurrir a causa del mismo «ajuste recesivo»– entonces es más probable que los pobladores se sumen a la serie de conflictos que tendrá que afrontar el Gobierno.
¿QUIÉN TIENE LA RAZÓN?
Es muy probable que las actuales discusiones que se suscitan en el seno de la izquierda, respecto a la perspectiva insurreccional planteada por los comunistas, termine resolviéndose de acuerdo a cuál sea la alternativa que se logre constituir socialmente.
En general, todas las declaraciones y acuerdos de los partidos de izquierda son suficientemente genéricos y vagos como para pensar que el asunto de la vía no es algo totalmente resuelto. Más aún, es probable que la actual situación económica y social (recesión económica y protesta social) incida fuertemente en la adopción de líneas políticas más concretas para enfrentar el momento coyuntural.
Sabido es que en ciertos sectores de izquierda existe una especie de mística del largo plazo. Sin embargo, también los hay que quisieran hacer política ahora, aprovechando la coyuntura específica. Y la forma de hacer política ahora parece consistir en constituir socialmente la alternativa que propician.
Pero en esto de la alternativa hay que tener cuidado. Una cosa es la diferencia de vías y otra la diferencia de objetivos. Al parecer en los movimientos de izquierda se ha pasado de la discusión acerca del tipo de organización y medios de lucha a la discusión respecto al tipo de sociedad que se proyecta. Naturalmente que en esto el abanico va desde las «democracias socialistas» a las socialdemocracias.
Ahora bien, a pesar de todos los intentos de creación original, es innegable que también está presente la experiencia que tiene lugar en otros países. En efecto, aun implícitamente, no puede estar ausente de las discusiones lo que se podría denominar «modelo centroamericano» y «modelo europeo».
El modelo centroamericano es de táctica insurreccional y encaminado a constituir, modificaciones más o menos, un sistema de tipo cubano. El modelo europeo se inspira en los partidos socialistas español y francés, su táctica es más de presión social y su objetivo un predominio socialista dentro de una democracia de estilo occidental.
Entre estos modelos, definidos aquí torpemente y con un gran margen de error, pues ambas son concepciones de difícil elaboración, se estarían produciendo las principales alineaciones.
En el Partido Comunista mismo la definición en cuanto al corto y mediano plazo (el largo plazo es otra cosa distinta) no parece aún haberse resuelto, no obstante los reiterados análisis que lo ubican en una posición partidaria de la violencia. Entre los socialistas parece avanzarse cada vez más a la constitución formal de dos partidos. Entre los que surgieron de la disidencia izquierdista de la DC se agudiza la pugna interna, buscándose por unos la creación de un movimiento más ligado al que desarrollan las bases sociales y por otros el robustecimiento de los aparatos partidarios. Aquí, como entre los socialistas, tanto se multiplican las divisiones como los intentos de convergencia.
En las actuales circunstancias parece reproducirse en el país la situación existente en el plano mundial. Mientras se agudiza la crisis económica del capitalismo parece agudizarse la crisis política del socialismo. De manera tal que no parece haber una alternativa socialista frente al capitalismo, sino diferentes opciones de aquella. Cuál sea capaz de constituirse socialmente es asunto del próximo capítulo.
INFORME MENSUAL DE COYUNTURA POLÍTICA Nº 15
Santiago, septiembre de 1981
LOS «NACIONALISTAS» ENTRANDO POR LOS PALOS
Son cosas que se van repitiendo, como las mareas. Sucede que se acumulan tensiones y conflictos, se agudiza la situación crítica, aumentan las expectativas, el desenlace parece inevitable... y luego todo se desinfla sin siquiera ruido. Durante un tiempo hay que caminar con cuidado para no pisar opositores deprimidos.
Es lo que ocurrió antes, con el clima previo al Plebiscito del año pasado, con el caso Letelier, con el asunto Calama y con tantos otros. Es lo que parece estar ocurriendo con la recesión económica de reciente reconocimiento. Sin embargo, cualquier análisis un poco más tranquilo no puede dejar de considerar que un régimen político se desenvuelve dentro de conflictos, que no siempre es capaz de superar, pero que puede vivir con ellos. Hasta cierto punto, porque los conflictos no resueltos suelen acumularse, encontrar otras formas de expresión, provocar nuevos conflictos, y las nuevas soluciones, transitorias o definitivas, cambiar en mayor o menor medida la situación misma del régimen.
En el mes que nos ocupa, la recesión económica pareciera haber pasado a segundo plano, desplazada por un conflicto político grave entre sectores en el poder. No se trata, como algunos pretenden hacer creer, de un cierto desajuste entre Legislativo y Ejecutivo, solucionable a través de reformas técnicas en el funcionamiento institucional. Se dice que el requisito de unanimidad de la Junta de Gobierno –que es el Legislativo– es engorroso y paralizante, que el procedimiento mismo de legislar no tiene la rapidez suficiente. Lo cierto es que la unanimidad entre cuatro personas no pareció nunca antes difícil de conseguir y que la velocidad legislativa resultó muchas veces más bien vertiginosa que lenta. Se trata, entonces, de otra cosa, habría causas más profundas que estarían produciendo este aparente desajuste entre Legislativo y Ejecutivo.
Quizás sea conveniente recordar algo: tanto el Legislativo como el Ejecutivo están en manos de los jefes superiores de las FF.AA. Esto no implica que existan conflictos al interior de las FF.AA., pues las diferencias apuntadas por un editorialista no aparecen expresadas por ningún miembro o sector de aquellas. No parece repetirse la situación que planteó el general Leigh hace algunos años. Aquí lo que se estaría produciendo es una discrepancia entre los grupos económicos y una cierta línea institucional de las FF.AA.
Anteriormente ya habíamos señalado que la ya clásica distinción entre «duros» y «blandos», válida para analizar determinados momentos y tipos de conflicto, resultaba no sólo ambigua, sino inútil para comprender otros. También señalamos –y es humano resaltar los aciertos y olvidar los errores– que algunas declaraciones y acciones de altos miembros de las FF.AA. estarían indicando una cierta línea de pensamiento que, sin discrepar con el general Pinochet, intentaría reforzar la identidad de las FF.AA.
Ahora bien, es posible aventurar que por primera vez en el régimen se hace presente esta tendencia institucional de las FF.AA. que algunos definen como «nacionalista». Y no es casual que ello ocurra ahora, porque la situación de crisis del modelo económico parece ser real y porque el juego especulativo, y más que especulativo, de ciertos sectores económicos privados, podría llegar a poner en peligro la estabilidad misma del sistema.
Frente a esta situación se trataría de recuperar un cierto grado de control estatal sobre la economía, de manera que ella no quede enteramente entregada a los intereses y manejos de los grupos económicos, que no consideran, ni tendrían por qué considerar, «los intereses generales de la nación». En el fondo, se trata del viejo problema de que los capitalistas sólo defienden sus intereses particulares y es necesario que alguien (el Estado) represente y defienda el interés general del capital.
Hasta cierto punto podría encontrarse similitudes entre la posición de los «duros» y la de este sector «nacionalista». No obstante, es necesario recordar que muy recientemente el Gobierno rechazó terminantemente el intento de crear un Movimiento Cívico por parte de conocidas figuras de «duros», lo que vendría a ratificar la idea de que se trata más bien de una tendencia institucional de las FF.AA. que está en otro plano que la diferencia civil entre «duros» y «blandos». Lo cierto es que estos pueden aplaudir o repudiar las medidas impulsadas por esta tendencia, pero sólo desde fuera.
Y así va siendo.
Pero tampoco hay que exagerar. No es que se haya producido un cambio de línea en la conducción del país. Lo que ocurre es que se hace presente una cierta tendencia, cuya fuerza sería suficientemente grande si efectivamente corresponde al pensamiento institucional de las fuerzas armadas. Se trataría de un dato nuevo, pues hasta ahora los sectores «duros» y «blandos» no habían logrado tener expresión al interior de las fuerzas armadas, al menos en forma visible.
Es posible pensar que el desarrollo de una tendencia institucional de corte «nacionalista» se corresponda con un fenómeno a menudo mal interpretado. Esto es, que el nuevo esquema constitucional, más que producir una personalización del poder en el general Pinochet, produce una mayor autonomía de las FF.AA. Por otra parte, el hecho de que el representante del Ejército en la Junta de Gobierno –hoy legislativo– ya no sea el general Pinochet, no carece de importancia, por más que su reemplazante sea designado personalmente por él.
Por otra parte, es necesario tener presente que el desarrollo de una tendencia «nacionalista» cuenta con una fuerte oposición entre los grupos económicos y sus tecnócratas, los que no se caracterizan por un excesivo candor o indefensión. De manera que lo más probable es algún tipo de acuerdo al respecto.
BANCOS Y FINANCIERAS DEFIENDEN PRINCIPIOS (¿Y QUIÉN DEFIENDE LA PLATA?)
De las medidas dictadas por el gobierno, que pudieran adjudicarse a una tendencia «nacionalista», quizás sí la que produjo mayor alarma y reacción de los afectados fue la que modificó la legislación de bancos.
La postergación de decisión legislativa respecto a la Gran Minería, así como la suspensión de la licitación de empresas CORFO, podrían también ser indicativas de esta tendencia «nacionalista». En cierto sentido estas concurren a agravar entre los afectados la sensación de que no se trata de un ligero error ni de una broma.
La respuesta de los grupos económicos ha sido bastante fuerte y de hecho cuenta con los recursos para serlo aún más. Por de pronto, han señalado claramente que sin su trabajo y sacrificio el modelo económico nunca habría tenido éxito, lo cual lleva implícita la amenaza de que, si el árbitro se pone porfiado, no juegan más y se llevan la pelota (la plata).
De hecho pareciera estarse produciendo una disminución de los préstamos por parte de bancos y financieras, lo cual, bajo el pretexto de que la nueva ley hace más engorrosas las operaciones, podría ser una forma de presión frente a las autoridades.
Desde el punto de vista formal, la Asociación de Bancos ha puesto énfasis en denunciar la gran discrecionalidad con que puede actuar la autoridad respecto a los bancos. Se dice que la definición de las situaciones es no sólo imprecisa, sino que queda entregada al arbitrio de la propia autoridad y, además, que no hay recurso judicial alguno frente a estas medidas. En suma, exactamente las mismas críticas formales que la oposición hace al artículo 24 transitorio de la Constitución.
Dado que parece difícil que se derogue esta nueva legislación de bancos, los sectores afectados parecen empeñados en obtener algún tipo de recurso frente al Poder Judicial. Sobre este punto es conveniente hacer algunas aclaraciones.
No ha escapado a la crítica de la oposición el señalar la estrecha colaboración que ha prestado el Poder Judicial al régimen militar. A lo largo de estos años sería extremadamente difícil presentar como indudable la independencia del Poder Judicial respecto del Gobierno. Sin embargo, no se ha estudiado con cuál de los diversos sectores y grupos en el poder es posible identificar más al Poder Judicial.
Pareciera que, en las actuales circunstancias, si bien es difícil establecer relaciones definidas con un sector, es posible señalar algunas afinidades. En tal sentido se puede aventurar que el Poder Judicial presenta mayor afinidad con los grupos económicos y sectores «blandos» del régimen que con los otros. Esto podría verse respaldado por el hecho de que en los momentos que se ha producido enfrentamiento entre «duros» y «blandos» ha ocurrido la rara coincidencia de que se reactiven los procesos judiciales que afectan mayormente el prestigio de los «duros».
Desde otra perspectiva, resulta probable que la pelea de la Asociación de Bancos, por lograr una apelación ante los tribunales se oriente por la expectativa de que estos no resolverían fácilmente en contra de sus intereses.
Por último, los grupos económicos se han movido políticamente, buscando aparecer como respaldando al general Pinochet frente a esta tendencia «nacionalista» de las FF.AA. En el fondo, lo que se pretende es reafirmar el papel de árbitro del general Pinochet respecto de cualquier conflicto y obtener, de esta manera, al menos una transacción respecto a la intervención estatal en el sistema financiero.
EL QUE GANA SE LAS LLEVA A TODAS
En relación con la emergencia de la tendencia «nacionalista» es necesario considerar cual es la situación de las fuerzas políticas al interior del régimen.
No se trata en este caso de «duros» y «blandos», aunque ellos pueden estar presentes en la forma en que se constituyen esas fuerzas políticas. «Duros» y «blandos» son tendencias, posiciones, pero no son fuerzas políticas en términos de organización y acción coordinada. «Duros» y «blandos» no son capaces de organizar un Plebiscito como el del año pasado, ni articular la acción comunal, ni proyectar la acción gubernamental socialmente. Habría que preguntarse entonces quién hace eso.
Al parecer, existiría de hecho una especie de partido de gobierno, formado por el gremialismo y el antiguo Partido Nacional. Este último, con mayor presencia en los grupos sociales altos y cierta burocracia estatal habría sido el que organizó el plebiscito del año pasado. El gremialismo tendría mayor presencia en ODEPLAN y burocracia de planificación, a la vez que desarrollaría sus vinculaciones sociales a través de la Secretaría Nacional de la Juventud.
De hecho, ambos sectores actuarían conjuntamente como partido de Gobierno, lo que no les impide competir en ciertos terrenos, como es el caso del poder comunal.
Esta especie de partido de gobierno estaría básicamente de acuerdo con el modelo económico del régimen, pero ello no los coloca en calidad de incondicionales de los grupos económicos. En la medida que los grandes grupos concentran excesivamente el poder económico y arrasan con el empresariado medio, estos sectores políticos tenderán a mirarlos con recelo. Sobre todo cuando esta acción afecta negativamente a regiones y provincias del país, pues la concentración es metropolitana.
Esto puede explicarse por el hecho de que toda visión política es extraordinariamente sensible a los problemas de pérdida de base social, y un proceso de excesiva concentración económica no parece el medio más apropiado para mejorar la base social del régimen.
En este sentido, la emergencia de una tendencia «nacionalista» podría contar con el respaldo de, a lo menos, el sector gremialista de esta especie de partido de gobierno. No obstante, el hecho de que esta tendencia «nacionalista» sea de carácter militar, excluye la participación de esas fuerzas políticas. Es así como, no obstante la identidad de fines, sería difícil esperar que las fuerzas políticas de gobierno adhieran a una perspectiva que no las contempla.
Por otra parte, es de esperar que el sector más identificado con el Partido Nacional tienda a rechazar aun con más fuerza la tendencia «nacionalista». Esto no sólo por vinculaciones sociales con los grupos económicos, sino porque ideológicamente es contrario al predominio estatal. Además, la hegemonía que mantiene en estos sectores un grupo económico-político como El Mercurio le aleja de toda tendencia «nacionalista».
Es probable que tanto los gremialistas como el Partido Nacional hayan estado jugando sus propias opciones en relación con la posible vuelta política que se produciría en 1989, al terminar el período presidencial. El problema es que la emergencia de una tendencia institucional de las fuerzas armadas ha venido a remarcar el carácter militar del régimen, hasta tal punto que se deja de hablar de «democracia autoritaria» para hablar de «régimen militar autoritario».
Por de pronto, la tendencia «nacionalista» no parece cuestionar el modelo tanto como los sectores civiles «duros», pero podría intentar cierta moderación y control estatal en su desarrollo. Militarmente antimarxista, agudiza la exclusión política y la represión de la disidencia, a la vez que extiende el receso político incluso a los partidarios del Gobierno. En el fondo, no hay más instancia política que las propias fuerzas armadas. De aquí que muchos esperen con expectación los resultados de la Junta Seleccionadora que determina los ascensos y retiros entre la oficialidad.