Kitabı oku: «Y va a caer... como decíamos ayer. Tomo 1: Informes mensuales de coyuntura política 1980-1984», sayfa 18
MIRÁNDOSE EL OMBLIGO (segunda parte)
La situación de los partidos políticos de izquierda no parece ser esencialmente distinta de la DC en cuanto a «volcamiento al interior». En términos generales se puede decir que su actividad es bastante escasa mientras se asiste a estos momentos de definiciones internas.
De ser cierto lo que se dice, sólo el Partido Comunista lograría sortear la discusión interna manteniendo su tradicional disciplina unitaria. Sin embargo –y a pesar de la propaganda– tal unidad no se logra en torno a una línea exclusiva para enfrentar el régimen, sino que se mantienen diversas alternativas en juego. Es así como el recientemente publicitado «programa mínimo» y las anteriores declaraciones respecto a la «perspectiva insurreccional» contienen un campo bastante ancho de posibilidades tanto en cuanto a táctica como en cuanto proyecto político.
Los asuntos son más complejos en el espacio socialista. Aquí la atomización del Partido Socialista ha creado un vacío político que en el momento actual muchos estarían tentados de llenar.
No sería extraño que la notoria menor presencia del PS, a raíz de su proceso de atomización, les permita a los anteriores partidos «chicos» de la izquierda tutearlo sin ningún complejo. Y cuando todos son chicos (unos más que otros, para que no se enoje nadie) es lógico que se comience a buscar convergencias para llenar ese «espacio socialista».
Sin embargo, ese espacio socialista es bastante amplio (entre la DC y el PC para algunos) y estaría dando lugar para dos proyectos de convergencia que se encuadrarían en la perspectiva de lo que en un informe anterior se ha denominado «modelo europeo» (estilo PSOE o PS francés) y «modelo centroamericano» (estilo cubano o nicaragüense). Naturalmente que esta es una simplificación excesiva y resta mucho de la verdadera originalidad que estas tendencias tienen. De todos modos resulta útil como recurso el pensar las posiciones en sus extremos.
Por otra parte, es posible que estos intentos de convergencia –que pudieran ser impulsados firmemente por organizaciones políticas de origen cristiano– lleguen a ser mirados celosamente por los distintos átomos del PS, poco dispuestos a olvidar el pasado esplendor. En consecuencia, también será de esperar que resurjan nuevas tendencias unitarias de reconstrucción de este partido. No obstante, es posible que aquí también vuelva a plantearse la doble tendencia que dificulta los intentos unitarios.
Puede parecer extraño que, aunque los partidos de izquierda reconozcan la necesidad de conducción política del movimiento social opositor, no logren sin embargo una presencia política con un proyecto definido.
Pensando en posibles explicaciones, talvez se vea aquí también una cierta actitud dependiente de la coyuntura del régimen imperante. En efecto, el régimen ha tenido siempre la habilidad de mantener una expectativa de apertura que no ha dejado de incidir en la dificultad de definición política por parte de la oposición. Es así como, en circunstancias que el régimen se cierra y se muestra como inmutable desde dentro, los movimientos políticos de izquierda giran alrededor de la idea de derrocamiento. En cambio, cuando afloran dificultades internas en los sectores en el poder y se vislumbra una posible apertura, los partidos de izquierda se preparan para esa apertura y se organizan en función de ésta.
Estas oscilaciones dificultan bastante la adopción de una orientación definida y han permitido la emergencia de las dos alternativas a que hacíamos referencia, primando una u otra según el momento político.
TRANQUILO, COMO UNA CUECA
El presente mes muestra un notable endurecimiento del régimen. A las expulsiones recientes han seguido varias prohibiciones de reingreso de chilenos al territorio nacional (hasta un conjunto folklórico que traía un canal de televisión). Además, el Gobierno dio cuenta de la muerte de nueve extremistas en enfrentamientos en Neltume, sin que el episodio aparezca totalmente claro. El enjuiciamiento y condena de un mirista mediante consejo de guerra ha vuelto a actualizar dramáticamente la definición de situación de guerra interna que hace el régimen. Esto, y profusas amenazas contra eventuales acciones políticas de oposición, indican la creciente actitud represiva de las autoridades para evitar mayor intranquilidad en momentos de crisis.
Pero no sólo se trata de medidas represivas. También es perceptible una intención de reafirmar el carácter autoritario del régimen, lo que debilita bastante la supuesta etapa de transición que se estaría viviendo.
En efecto, las restricciones que se ha puesto a los medios de comunicación pudieran verse como medidas tendientes a desarticular el efecto propagandístico de ciertos actos de violencia opositora. Sin embargo, en la actualidad dichas restricciones parecen más bien corresponder a una generalizada ola de reafirmación del carácter autoritario del régimen. La implantación obligatoria de la cátedra de Seguridad Nacional en la Universidad de Chile tendría también este sentido.
De la misma manera, la prohibición que se establece para la participación de funcionarios públicos en cursos y seminarios de Academias o Centros de Estudio no oficiales parece estar dirigida, fundamentalmente, a evitar la relación de estos funcionarios con perspectivas diversas a las del régimen.
Una profusión de restricciones y suspensiones de espacios televisivos, a causa de contemplar la participación de personas alejadas del pensamiento gubernamental, contribuye a crear este clima de reafirmación autoritaria.
El gobierno, como todo gobierno, trata de dar la máxima apariencia de normalidad en todas las esferas. Pero cualquier observador tendría que reconocer que hay elementos suficientes para que tal tranquilidad resulte difícil.
No sólo se trata de las diferencias que parece existir entre la perspectiva de los grupos económicos y la línea nacionalista de ciertos sectores. Alrededor de estas diferencias, y centrados en los problemas que presenta el modelo económico, surgen protestas y demandas desde casi todos los frentes empresariales orientadas a lograr modificaciones del modelo, aun cuando ellas se hagan comenzando con una reverencia frente al modelo.
Las dificultades económicas también producen intranquilidad en las capas sociales que apoyan al régimen sobre la base de su acceso al consumo. Aun cuando todavía no son sensibles las restricciones al consumo, el porvenir parece menos seguro y promisorio.
También se asiste a un momento de malestar laboral, derivado de la aplicación tanto del Plan primitivo como de las siguientes modificaciones encaminadas a lograr un abaratamiento de la mano de obra que permita paliar los efectos de la crisis. Puede resultar de preocupación para el Gobierno observar la realización de huelgas que se han transformado en una forma de protesta social, dado que con la modalidad impuesta difícilmente puede ser un instrumento eficaz para lograr mejoras salariales. Al respecto es notoria la drástica disminución de información pública de los conflictos laborales, lo que hace que ellos pasen desapercibidos para la población no directamente comprometida.
Una excepción a lo anterior es el conflicto derivado de la nueva legislación aplicada a los trabajadores marítimos. Talvez ello derive del hecho de que al Gobierno pudo parecerle más manejable esta situación, tanto por ciertas imágenes tradicionales que permiten desprestigiar a este sector, como por las profundas divisiones que presenta su dirigencia. Sin embargo, dado el contexto general en que se desarrolla el conflicto, este puede resultar más difícil de solucionar de lo que se habría calculado.
En resumen, la situación social se muestra bastante más conflictiva de los que se podría pretender mostrar y esto, eventualmente, puede llegar a pesar en el actual ajuste interno. Por el momento su respuesta parece ser un mayor cierre del régimen y una acentuación de su carácter autoritario.
En cuanto a la resolución misma de los problemas del modelo económico, alguno podría sostener que la tendencia sería la mantención de la política económica con el ministro De Castro a la cabeza, dictando algunas medidas para paliar sus consecuencias en el sector empresarial. Pero esta mantención sería temporal, en espera de la oportunidad de un cambio calculado que no perjudique a ninguno de los sectores actualmente en el poder.
De todas maneras, es necesario tener presente que, según especulan algunos, bastaría que las actuales condiciones económicas se mantengan por un lapso de seis meses para que CODELCO se encuentre con tales dificultades que sea difícil negar la conveniencia de trasladarlo a manos de la empresa privada.
Por último, volvamos a lo primero. El desbanderamiento generalizado del 11 de septiembre puede ser revelador del escaso entusiasmo de la población por apoyar al régimen. Puede incluso que se trate de algo más que reticencia, pero en la medida que no se transforme en oposición movilizada es probable que el régimen pueda solucionar sus diferencias sin tomarla en cuenta. Por otra parte, los actos de violencia opositora, por muy espectaculares que sean, no constituyen en el momento actual una alternativa real ni un peligro para la subsistencia del régimen. Sin embargo, nada autoriza a predecir que no se producirán cambios en la dinámica social, por más que ello sea difícil que ocurra en el corto tiempo.
INFORME MENSUAL DE COYUNTURA POLÍTICA Nº 17
Santiago, noviembre de 1981
QUE NO PANDA EL CÚNICO
Cuesta abajo en la rodada… y nadie sabe hasta dónde va a rodar. Los rumores parecen adocretos, por lo duro y por la cantidad en que se encuentran. Las noticias no desmienten esos rumores, sino que los ratifican. Y a pesar del psicópata de Viña y de que Cobreloa va a la final de la Copa Libertadores de América, el tema apasionante es la crisis de la economía.
Entre el «aquí no pasa nada» y el «ahora sí que va a quedar la grande» hay muchos matices y adornos, pero es difícil que alguien se arriesgue a apostar sobre lo que ocurriría en los próximos meses.
Resulta extraño ver cómo esa «ciencia económica» que unos pocos «expertos» podían entender, salta a la calle en forma de un fracaso que hasta mi vecino entiende.
Es cierto, la economía está de moda y todos hacen análisis de lo que ocurre para imaginar lo que podría ocurrir. Hay cálculos obligados, porque más allá del general interés por lo que sucede en el país, hay un interés muy inmediato y directo que tiene que ver en última instancia con las formas mismas de subsistencia.
En estos momentos no se trata del tranquilo cálculo económico que realizan las personas para obtener un mejor aprovechamiento de sus recursos, sino que lo que aparece en peligro son los recursos mismos. No es igual no obtener el mejor interés en los ahorros por un mal cálculo, que perder todo porque quiebra el banco. Ni es lo mismo equivocarse de trabajo que quedarse cesante. Ni es lo mismo que el año agrícola no sea muy bueno a tener que comerse las vacas.
En fin, lo cierto es que la atmósfera general es de incertidumbre, una incertidumbre que en algunos es un leve nerviosismo y en otros llega hasta el pánico.
Desde hace algún tiempo se venía diciendo que la economía no andaba bien y diversos sectores económicos habían solicitado del Gobierno medidas para enfrentar los momentos difíciles. Sin embargo, es necesario que se produzcan algunos hechos espectaculares para que la crisis económica pase a ser entendida como tal. Es la quiebra de grandes empresas y la intervención estatal de cuatro bancos y cuatro financieras lo que termina por imponer la aceptación de la gravedad del momento.
Pero más allá de que se acepte que el modelo económico camina mal, resulta extremadamente difícil hacer proyecciones acerca de lo que pueda ocurrir en el futuro. Los sectores oficialistas y sus secuaces han ido perdiendo poco a poco su tajante optimismo respecto a una pronta recuperación y ya se habla no sólo de que esto podría tardar más de lo que se habría pensado, sino que es necesario que se den ciertas condiciones.
Por su parte, los opositores al régimen tampoco se arriesgan a hacer predicciones. Primero, porque ya están vacunados por anteriores errores de apreciación respecto al mismo modelo económico. Y segundo, porque tienen escasa información respecto a los recursos que pueda movilizar el régimen para enfrentar la crisis.
En estas condiciones es natural que el Gobierno, antes que nada, haga un llamado a la calma, a la fe, a la confianza, porque el principio de incertidumbre que recorre al país significa precisamente que ya no se cree en la existencia de un modelo económico consolidado, cuyo funcionamiento se puede prever. En otras palabras, que el régimen no garantiza la estabilidad económica.
SI LA ECONOMÍA SE LAS ARREGLARA SOLA SE HABRÍA SABIDO
Es precisamente en estas condiciones de crisis económica cuando mejor se puede apreciar que no hay economía que se las arregle sola, por más que algunos todavía pretenden aparentar que hay una solución automática para todos los problemas. Es más, es posible afirmar que la dificultad de predecir el curso de los acontecimientos radica precisamente en que no se sabe cuál va a ser la decisión política que se adopte al respecto.
Se trata de algo que ya se ha señalado en otras oportunidades: el régimen autoritario se caracteriza por la extraordinaria opacidad política. No se quiere decir con esto que no aparezca claro cuáles son los sectores dominantes y cuáles los dominados. Incluso es posible que en un régimen como el chileno estos sectores aparezcan con una nitidez casi exagerada. Pero lo que no es claramente perceptible es la forma en que se desarrolla la acción política tanto al interior del régimen como entre los opositores. Es difícil que se pueda conocer los mecanismos de toma de decisiones en el poder, pues sólo se conoce la medida legislativa sin que se sepa qué sector la impulsó y cómo obtuvo su reconocimiento.
Por su parte, la acción opositora permanece proscrita, lo que la mantiene oculta, salvo cuando llega a realizar acciones de tal envergadura que no pueden dejar de notarse.
Ahora bien, en una situación de crisis como la actual se produce un cierto develamiento de la acción política.
En efecto, si hace algún tiempo el régimen se presentaba como monolítico, ahora resulta que proliferan las tendencias y que cada sector o grupo en el poder aparece planteando alternativas propias para resolver la crisis.
La primera diferenciación entre «duros» y «blandos» hoy parece excesivamente gruesa para distinguir todas las tendencias que se dan al interior del sector dominante. Actualmente se puede distinguir a los partidarios del Movimiento Cívico Militar, al «militarismo nacionalista», a los «continuistas», a los del Partido Nacional, a los gremialistas, a los «aperturistas», y a otros de menor importancia.
A su vez, en la política de oposición también es perceptible una alteración en su composición y alineación. En este caso tenemos una primera crisis, producto de la consolidación del régimen, que se traduce en divisiones y agudas discrepancias internas. Actualmente, frente a la crisis económica que sacude al país se estaría produciendo una reordenación de sectores opositores en tendencias mucho más ligadas a incidir en el actual estado de cosas.
Sin embargo, es necesario señalar que, dadas las actuales condiciones, la crisis económica afecta en forma mucho más directa las orientaciones de los sectores en el poder que las de la oposición. El régimen enfrenta una situación que lo conmueve directamente y frente a la cual tiene que buscar alguna forma de solución. Se trata de una perspectiva de fracaso que tiene que evitar y la determinación de una fórmula para evitarla es ineludible.
En cambio, para la oposición la crisis puede ser una condición más o menos favorable para mejorar sus posiciones, de manera que ella actúa en forma indirecta en sus realineamientos. Incluso puede tener la enfermiza tentación, tantas veces repetida, de no hacer nada esperando que el régimen se desmorone solo. Considerando los riesgos que afronta toda acción opositora, podría pensarse que esta idea puede tener bastante fuerza. No obstante, la gravedad que la crisis puede llegar a tener es posible que induzca a la oposición a transformar la perspectiva de fracaso del régimen en perspectiva de su derrota. Es en este marco donde talvez se discutan las tendencias actuales de la oposición.
MÁS VALE PREVENIR QUE LAMENTAR
Es un rasgo humano. Quien no tiene esperanzas y algunos sueños, se muere llorando sentado en una cuneta. Y como los opositores son humanos, entonces, etc.
Ahora bien, las esperanzas y los sueños llegan a veces a transformarse en realidades, pero la transformación no es fácil ni mecánica.
Hablando más en concreto, es posible que en las actuales condiciones algún opositor ingenuo tenga la expectativa romántica de que las actuales dificultades del modelo llevarán al país al colapso económico, que dicho colapso produzca una efervescencia social incontenible, que esta efervescencia social desemboque en una transformación política, y que desde ahí se pueda hacer todo bueno y bonito.
Pero resulta que el régimen ha demostrado suficientemente que carece de ingenuidad. Como se ha señalado ya en informes anteriores, cuando aún no era visible ningún elemento que señalara dificultades en la economía, ya el Gobierno tomó las providencias para evitar que la oposición tuviera presencia en tiempos de crisis.
La vigilancia y represión de los partidos de izquierda es una constante del régimen. Pero lo que resultó raro fue que, inmediatamente después del plebiscito, el régimen comenzó a retroceder respecto a una leve apertura hacia sectores centristas, particularmente la Democracia Cristiana.
Se trataba de cortarle espacio, impidiéndole llegar a plantearse públicamente como una alternativa al régimen y obligándola a reconocer la legitimidad de éste. Más importante que esto, parece haber tenido la finalidad de evitar contactos entre sectores internos del régimen y sectores de la Democracia Cristiana. En el fondo, se trataba de reforzar el cierre del Régimen, en el sentido de decidir las contradicciones internas sin acudir al refuerzo de sectores opositores. Es así como medidas de expulsión y otras que afectan a la DC se dirigen fundamentalmente a impedir o, al menos, dificultar las vinculaciones de la DC con sectores o grupos en el poder.
Pero donde es más claramente perceptible esta capacidad de previsión del régimen es en la implementación de medidas tendientes a desarticular e impedir la movilización social opositora que podría desatar la crisis del modelo económico. Se trata de esa «extraña prisa» con que se dicta una gran cantidad de disposiciones legales de importancia en la organización social aun antes de la iniciación del período presidencial plebiscitado.
El plan laboral, la reforma previsional, la nueva ley de universidades, la municipalización, la transformación de los colegios profesionales, el subsidio habitacional y etc., son medidas todas tendientes a desarticular las posibilidades de movilización social.
Se haya tratado efectivamente de un cálculo político del régimen –que, mientras celebraba el «milagro económico», en el segundo semestre del año pasado ya habría sabido que las cosas se iban a poner feas– o se haya tratado de mera coincidencia (?) entre el celo defensivo del régimen y los requerimientos de la economía, lo cierto es que esas medidas colocan al movimiento social en dificultades para expresar su protesta frente a la actual situación.
En efecto, la nueva ley de universidades prácticamente destruyó la creciente protesta estudiantil que a fines de 1980 parecía alcanzar una magnitud de importancia. En la actualidad resulta difícil hablar de un movimiento estudiantil opositor, pues la reorganización de las universidades, sus transformaciones y control liquidaron el que anteriormente existía y se requiere un cierto tiempo antes que éste –si acaso– pueda volver a emerger.
La agitación de los pobladores, particularmente los sin casa, que llegó a traducirse en un aumento de sus organizaciones y en acciones de toma de terrenos, fue firmemente reprimida, a la vez que manejada mediante una política de subsidios habitacionales.
Por último, el movimiento sindical ha sido profundamente conmovido por la aplicación del Plan Laboral que, en cuanto a organización, tiende a la atomización de la estructura laboral, dificultando la organización de los trabajadores a niveles superiores que el de empresa. Los intentos por constituir centrales sindicales que planteen reivindicaciones de carácter nacional han sido firmemente reprimidos, como lo prueba el tratamiento dado a la Coordinadora Nacional Sindical. Además, debe tenerse en cuenta que la situación de crisis económica trae aparejada un aumento de la cesantía y una tendencia a la disminución de los salarios, lo que redunda en que los trabajadores –en situación de atomización– se inclinen por posiciones defensivas.
En suma, se puede decir que tanto el carácter general del régimen como las medidas de preocupación, que adoptó con bastante anticipación, colocan a los sectores dominados en condiciones difíciles para lograr una movilización social de envergadura frente al deterioro de la situación económica.
Esto no significa que tal movilización social sea imposible, pero ella depende fundamentalmente de los alcances de la crisis económica y de la posibilidad de articulación política de la protesta.
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