Kitabı oku: «Mal que sí dura cien años», sayfa 6
Notas
1Véase: Carlos E. Noguera, Medicina y política: discurso médico y prácticas higiénicas durante la primera mitad del siglo XX en Colombia (Medellín: Eafit, 2003); Aline Helg, “Los intelectuales frente a la cuestión racial en el decenio de 1920: Colombia entre México y Argentina”. En Estudios Sociales, n.° 4 (Medellín: FAES, 1989).
2Es abundante la bibliografía que se ha producido alrededor de las conferencias sobre la degeneración de la raza. Una lista muy útil puede verse en: Catalina Muñoz Rojas, “Más allá del problema racial: el determinismo geográfico y las dolencias sociales”. En Los problemas de raza en Colombia, editado por Simón Araújo et al. (Bogotá: Editorial Universidad del Rosario, 2011).
3Serge I. Zaitzeff, Correspondencia entre Carlos Pellicer y Germán Arciniegas (México: Memorias mexicanas, 2002), 47.
4Gabriel Tarde, La opinión y la multitud (Madrid: Taurus, 1986).
5El Tiempo, mayo 14 de 1920, 4.
6No existía todavía el Ministerio de Higiene. Su lugar lo ocupaba una Dirección Nacional de Higiene, que para entonces estaba bajo la responsabilidad de Pablo García Medina.
7El Tiempo, junio 2 de 1920, 1.
8El Tiempo, junio 4 de 1920, 1.
9Se conocía de él: Nuestras razas decaen. Algunos signos de degeneración colectiva en Colombia y en los países similares (Bogotá: Imprenta y litografía de Juan Casis, 1920). Memorias presentadas en el tercer congreso médico colombiano reunido en Cartagena en enero de 1918.
10El Tiempo, mayo 21 de 1920, 5.
11El Tiempo, mayo 27 de 1920, 1.
12Ibíd.
13Ibíd.
14Ibíd.
15El Tiempo, mayo 29 de 1920, 1.
16Ibíd.
17Ibíd.
18Bejarano se había graduado en 1913 y ese mismo año publicó su trabajo de grado. Jorge Bejarano, La educación física: tesis para el doctorado en medicina y cirugía (Bogotá: Arboleda & Valencia, 1913).
19Véanse en detalle: Rodrigo Ospina, “Jorge Bejarano: un intelectual orgánico del Partido Liberal 1888-1966” (tesis presentada como requisito parcial para optar al título de Magíster en Historia, Departamento de Historia, Universidad Nacional, 2012); Zandra Pedraza, “Jorge Bejarano Martínez”. En Pensamiento colombiano del siglo XX, editado por Carmen Rosa Millán de Benavides, Santiago Castro-Gómez y Guillermo Hoyos Vásquez (Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2013), 389-414.
20Jorge Bejarano, “Conferencia pronunciada en el Teatro Municipal el 4 de junio de 1920”. En Muñoz Rojas, Catalina, Los problemas de la raza en Colombia. Más allá del problema racial: el determinismo geográfico y las dolencias sociales (Bogotá: Editorial Universidad del Rosario, 2011), 243.
21Ibíd., 167.
22Ibíd., 268.
23Euclides da Cunha, Los Sertones. Campaña de Canudos (México: FCE, 2003).
24Bejarano, Conferencia pronunciada en el Teatro Municipal el 4 de junio de 1920, 270.
25El Tiempo, junio 6 de 1929, 3.
26Iakov Aleksandrovich Novikow, El porvenir de la raza blanca: crítica del pesimismo contemporáneo (Barcelona: Centro Editorial Presa, 1900); Gabriel Porras Troconis, “El porvenir de la raza española”, Revista Contemporánea (Cartagena) 2, n.° 8 (1917): 43-58; Manuel Ugarte, El porvenir de América Latina: la raza, la integridad territorial y moral, la organización interior (Valencia: F. Sempere, 1909).
27Bejarano, Conferencia pronunciada en el Teatro Municipal el 4 de junio de 1920, 290.
28Alexandre Lacassagne, Compendio de medicina legal con la colaboración de Esteban Martín [traducción de la 2a. ed. francesa, profusamente adicionada y anotada con la legislación hispano-americana, psicopatología forense, estadísticas, etc.], editado por Jorge María Anguera de Sojo (Barcelona: Editorial, Herederos de Juan Gili, 1912).
29Bejarano, Conferencia pronunciada en el Teatro Municipal el 4 de junio de 1920, 293.
30El Tiempo, junio 6 de 1920, 1.
31Ibíd.
32El Tiempo, mayo 14 de 1920, 4.
33Véanse detalles de la vida de Araújo en: Steven Navarrete Cardona, “El Colegio de Araujo (1890-1924) y la formación política del joven Jorge Eliécer Gaitán”, Revista Colombiana de Sociología 36, n.°2 (2013): 183-211.
34Muñoz Rojas, Los problemas de la raza en Colombia…, 326.
35Ibíd., 325.
36Ibíd., 327-329.
37Ibíd., 331.
38El Tiempo, junio 12 de 1920, 1.
39Fueron nombrados como socios correspondientes del Centro y miembros de la Junta Directiva de la Extensión Universitaria en Facatativá, los señores Julio M. Escobar, Deudoro Aponte, Rodolfo Gaviria M., Diego Fernando Gómez, Hipólito Isaza, Manuel José González y Gregorio Lara Cortés.
40El Tiempo, julio 12 de 1920, 4.
41Muñoz Rojas, Los problemas de la raza en Colombia…, 188.
42Ibíd., 194.
43Ibíd., 373.
44Ibíd., 390.
45Ibíd., 391.
46Ibíd., 399.
47El Tiempo, julio 29 de 1920, 3.
48El Tiempo, julio 7 de 1920, 7.
49El Tiempo, agosto 17 de 1920, 1.
50Los problemas de la raza en Colombia (Bogotá, linotipos de El Espectador, 1920), 367.
51El Tiempo, noviembre 2 de 1920, 2.
52El Tiempo, septiembre 8 de 1920, 6.
53El Tiempo, octubre 3 de 1920, 1, 3.
54El Tiempo, octubre 3, 11, 14 y 19 de 1920, 1, 3; El Tiempo, noviembre 5 de 1920, 5.
Capítulo 1
Jorge Bejarano durante el régimen conservador
1.1. Orígenes y formación académica
En 1857 se creó el Estado Federal del Cauca, una enorme región que comprendía toda la zona de la Costa Pacífica colombiana y gran parte del sur del país. Llamado más adelante Estado Soberano del Cauca, se convirtió en uno de los nueve departamentos que tuvo Colombia a partir de la Constitución de 1886. Toda esta zona era influenciada por un centro de poder específico: la ciudad de Popayán. Pero había otras ciudades que disputaban o compartían la influencia sobre los grandes y ricos espacios rurales, dedicados principalmente a la ganadería y la agricultura. La ciudad de Buga era una de ellas y junto con Cali, Palmira y Tuluá, pertenecientes al actual departamento del Valle del Cauca, conformaron el espacio más dinámico de la región en la medida en que estaba vinculada al comercio de exportación e importación1.
Desde mediados del siglo XIX, el Partido Liberal había dictado medidas tendientes a socavar algunos rasgos de la estructura colonial todavía vigente. Reformas constitucionales, apertura de mercados, transformación e impulso de la educación (desde una perspectiva laica), reducción de prebendas y benefi-cios a la Iglesia católica, federalización estatal, entre otras, fueron medidas que permitieron ciertos avances hacia la modernización del país, pero afectando y contraponiéndose a muchos intereses de las élites. La del Valle se encarriló por la senda de la exportación de productos agrícolas como café, tabaco y añil, y la modernización de la infraestructura de transportes a través de los ferrocarriles y los barcos movidos con vapor, por los ríos. Pero la economía del Valle y del Cauca en general pasaba por etapas de larga postración y algunos repuntes, característicos de una economía agroexportadora y, por ende, dependiente de los azares de los mercados externos y de la especulación.
Después de todos los conflictos suscitados por las luchas políticas y la desastrosa fragmentación regional, el país entró en una etapa de centralización política y administrativa promovida por la alianza entre una facción del Partido Liberal (los Independientes) y el Partido Conservador2. En el Valle, este último partido había perdido mucha participación e influencia regional; los liberales radicales y sus oligarquías tenían muy poco contentas a las otras facciones liberales (los Independientes liderados por Eliseo Payán, las Sociedades Democráticas) que en compañía de los conservadores impulsaron el periodo histórico que se conocería como La Regeneración. Este proceso, iniciado a finales de 1870, culminó con el triunfo político de Rafael Núñez y la redacción de una nueva Constitución política en 1886, que enterraba definitivamente la Constitución liberal de Rionegro de 1863.
Los años noventa del siglo XIX en el Cauca transcurrieron con la progresiva pérdida de poder político de sus élites a favor del Estado centralizado y del régimen presidencialista de Miguel Antonio Caro, José Manuel Marroquín y Manuel Antonio Sanclemente, régimen sustentado por los artículos transitorios de la Constitución del 86 que le daban facultades extraordinarias al presidente para no obrar de acuerdo con los parámetros establecidos en dicha Constitución. La economía no estaba tan rezagada gracias al comercio y a los avances generados por las políticas de inversión en infraestructura, fomentados por la iniciativa privada de empresarios y miembros de su élite política.
En Buga se integraban el artesanado y las profesiones liberales —medicina y derecho, principalmente—, con estructuras económicas tradicionales de grandes haciendas, cuya estructura latifundista venía debilitándose desde los años setenta del siglo XIX3. No había élites conservadoras dominantes como en Antioquia y Tolima y su economía estaba primordialmente dominada por haciendas de trapiche4. En el aspecto cultural y educativo, la ciudad, así como el resto de la región, sufría problemas derivados de la llegada de La Regeneración, como la escasez de recursos por la centralización de algunas rentas. Esto se manifestaba en cifras como las que muestra Valencia Llano, donde de los 15 000 a 16 000 habitantes que tenía Buga hacia 1880, tan solo 3000 sabían leer5.
En esta ciudad y en este contexto regional nació Jorge Pablo Bejarano Martínez el 10 de noviembre de 1888. A los pocos días de nacido, como era costumbre entre las familias católicas, independientemente de su filiación política, fue llevado a la iglesia de Buga para recibir el sacramento del bautismo:
En esta santa iglesia parroquial de Buga a los diez y nueve días del mes de noviembre de mi[l] ochocientos ochenta y ocho con mi licencia el Pro Donato Cruz bautizó, puso óleo y crisma a un párvulo quien puso por nombre Jorge Pablo, nacido el diez del presente, hijo legítimo de los señores Pedro Vejarano y Delfina Martínez, abuelos paternos Pedro P. Vejarano y Matilde Duran; maternos Juan de Dios Martínez y Trinidad Campo; fueron padrinos los señores Tulio Monedero y Rosenda Soto a quienes se advirtió su obligación y parentesco; y para que conste lo firma Manuel Antonio Peña.6
La familia Bejarano tenía una larga tradición en la ciudad de Buga, la cual se remontaba hasta la época de la Colonia7. Pedro Bejarano Durani, el padre del futuro ministro de Higiene, era un comerciante perteneciente al Partido Liberal en cuyo almacén, ubicado en el costado oriental del parque Cabal, se daban cita negociantes de Palmira, Cali, Buenaventura y Manizales8. Aunque, según Llinás, Pedro Bejarano tenía cierto reconocimiento local y regional, en la relación de comerciantes importantes de la región presentada por Valencia Llano no se da ninguna pista de este personaje. La vinculación política de la familia Bejarano, que es destacada más adelante en varias fuentes, también puede inferirse a partir del estudio de Valencia Llano donde se muestra cómo surge el liberalismo independiente alrededor del diario El Telégrafo (en 1875) con sede en Palmira y el diario El Ferrocarril (1878). De esta corriente política formaban parte empresarios y comerciantes interesados en el desarrollo del Cauca en un ambiente de paz, tolerancia religiosa y el abandono de posiciones sectarias y excluyentes9. La tradición política de la familia Bejarano era el liberalismo. En ella fue formado y en ella se enmarcó Jorge Bejarano durante toda su vida.
1.1.1. Formación escolar: bajo el manto de la religión y el humanismo
Los primeros años del intelectual —que también fueron los primeros años de la nueva república conducida por La Regeneración de Núñez y Caro— transcurrieron de forma tranquila y con la holgura económica que le proporcionaba el trabajo de su padre. Su educación fue impartida por instructores privados y desde los primeros momentos estuvo acompañada por la religión. Durante la última década del siglo XIX la enseñanza primaria, que estaba instaurada en colegios oficiales, entró en serios problemas económicos debido a la centralización de algunas rentas fiscales, situación que fomentó el auge de colegios de carácter privado10. Las escuelas de aquella época impartían una educación de corte religioso, con programas de raigambre francesa, y educación clásica donde se cultivaban las letras y la filosofía griega, el latín, la teología, la lógica, la metafísica y las artes. Dichas escuelas volvieron a formar parte muy activa en la construcción de la sociedad nacional a partir del apoyo dado por el movimiento de La Regeneración y la llegada de la hegemonía conservadora a comienzos del siglo XX. En la región del río Cauca y su valle, así como en el resto de la República, existían pocos planteles y la educación solo era accesible a un número muy limitado de sus habitantes. La exclusividad que otorgaba el gobierno nacional a la Iglesia católica para dirigir la educación oficial de niños y jóvenes a partir de la puesta en marcha de la constitución de 1886 y el Concordato con la Santa Sede de 1887, se manifestó en los principales centros educativos del país.
El Colegio de Santo Tomás regentado por los hermanos maristas fue, junto con el Colegio Académico y la Secundaria Villegas (fundado en 1880), una de las tres instituciones más prestantes en las que los miembros de las élites de Buga y sus familias recibían la educación primaria11. Aquellas familias que poseían los medios para dar educación a sus hijos recurrían a los instructores y a los planteles de mayor tradición, calidad y renombre, así esto implicara trasladarlos a otras regiones y ciudades, donde se encontraban ubicados dichos planteles12. Esta situación concuerda con las ideas expresadas por Edward Shils con respecto a las redes de formación de los intelectuales. Shils afirma que en los países en desarrollo, las instituciones culturales e intelectuales se identifican con un esquema de centro-periferia, en el cual, las instituciones de mayor calidad, capacidad formativa, académica e investigativa se encuentran vinculados y ubicados en los centros regionales de poder13. En el caso de Bejarano, las ciudades importantes de la región caucana —Popayán y Cali, para la educación secundaria— y Bogotá—para la formación profesional (como se verá más adelante)— se configuraron como los centros regionales donde se preparaban algunos miembros de la clase dirigente de la segunda mitad del siglo XX.
Según lo muestra la revista Semana en 1949, el niño Bejarano no hizo nada especial, fuera de bañarse en el Charco del Burro y de montar a caballo “en pelo”14. El médico Juan Pablo Llinás también nos dice al respecto:
Su niñez transcurrió suave y dulcemente en medio del calor hogareño sin más amarguras que las que en contadas ocasiones le ocasionaran las reprimendas de don Apolinar Santibáñez a quien le fue encomendada la tarea no solo de desbravar la pequeña fierecilla hirsuta e impetuosa, sino la más ardua y penosa de descifrar aquellos complicados jeroglíficos que sirven para la comunicación entre los hombres. Las primeras nociones de convivencia, de acato a las normas reglamentarias, de obediencia a los maestros y de temor a Dios, las recibió, primero de los hermanos Maristas y luego de don José María Villegas el más reputado institutor de ese entonces.15
En 1903 Jorge Bejarano contaba con 15 años de edad. En ese momento fue enviado al Seminario Menor de Popayán para continuar sus estudios de bachillerato16. Esta institución educativa y religiosa, cuya fundación se remonta a 1621, fue manejada por los jesuitas hasta 1871, cuando pasó a manos de los padres lazaristas o vicentinos (por san Vicente de Paúl), quienes la tuvieron hasta los años setenta del siglo XX. La educación era impartida por sacerdotes franceses quienes enseñaban a los estudiantes griego, latín y francés, y los acercaban a los grandes clásicos de la literatura universal17.
Los estudios secundarios de Bejarano continuaron en el Colegio Republicano de Santa Librada de Cali, institución fundada en 1823 y dirigida desde entonces por frailes franciscanos. Mariano del Campo Larraondo fue el primer rector. Allí se establecieron facultades de Medicina, Jurisprudencia, Teología y Comercio. Varios estudiantes de este plantel fueron hombres notables, como el general Eliseo Payán y don Jorge Holguín, quienes ocuparon la Presidencia de la república18.
De esta manera, se aprecia que Bejarano fue integrado a los centros difusores de conocimiento por excelencia en la región. Allí recibió en primera instancia un tipo de educación de corte clásico, conservador y de estilo francés, con una injerencia directa de la Iglesia católica en cuanto a métodos, temas y contenidos. La gran mayoría de personajes e intelectuales de su generación a los que Gerardo Molina, cataloga como la Generación del Centenario19, se formaron en este ambiente de fuertes convicciones religiosas y contenidos humanistas. La influencia religiosa en la educación, de la cual Bejarano no se apartó hasta la culminación de su carrera universitaria, influyó enormemente en su concepción de la sociedad y la labor profesional.
Su educación daría un giro con su viaje a Bogotá, el centro político, cultural y social más importante del país durante la primera década del siglo XX. En este lugar se encontraban las instituciones académicas de mayor relevancia para alguien que tenía las posibilidades de llegar a la formación profesional: el Colegio de San Bartolomé, el Colegio de Nuestra Señora del Rosario y la Universidad Nacional. Cuando Jorge Bejarano decidió ser médico, recibió el apoyo de su familia para trasladarse a la capital, aunque su padre había caído en un mal momento económico:
La inquebrantable decisión de estudiar medicina le permitió superar los innúmeros obstáculos que se le presentaron; entre otros el penosísimo largo y peligroso viaje hasta la capital, a lomo de mula. Se añadió a estas y a otras penalidades la difícil situación económica de su padre que por ese entonces andaba atrasado de medios a causa de algunos desacertados negocios y luego de dos accidentes que le hicieron perder prácticamente la totalidad del patrimonio; fue el primero, el hundimiento en el Puerto de Media Canoa de 5 balsas procedentes de Cali, cargadas con mercancía y más tarde la destrucción total de su almacén por un rayo que cayó sobre unos barriles de pólvora.20
Para facilitar su ingreso a la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional, Bejarano necesitaba vincularse a colegios de aprobación oficial como los anteriormente mencionados21. En este caso fue el Colegio del Rosario. Bejarano ingresó a la facultad de Filosofía y Letras en febrero de 1906 para cursar estudios en Lógica, dictada por Julián Restrepo Hernández; Metafísica, dictada por el rector de la institución monseñor Rafael María Carrasquilla y por último, el curso de Historia Moderna, dictado por Luis María Mora. Con la mayor calificación en cada uno de sus cursos, el profesor Bejarano logró graduarse como Bachiller en Filosofía y Letras ese mismo año.
El Colegio del Rosario era una institución confesional de larga y reconocida trayectoria a escala nacional. Aquí se dictaban cursos para estudiantes secundarios y para profesionales en las facultades de Jurisprudencia, Filosofía y Letras y Ciencias, entre otras. Para acceder a sus servicios educativos se podía hacer como estudiante interno o externo (caso del profesor Bejarano), pagando los respectivos derechos de matrícula; también debía encontrar una persona que respondiera como su acudiente, requisito indispensable para ingresar al Colegio del Rosario a terminar los estudios secundarios22. En el caso de Bejarano, este personaje se llamaba Peregrino Ossa Varela23.
Durante la mayor parte del régimen conservador esta institución, y específicamente su rector, monseñor Carrasquilla, representó para un buen número de profesionales e intelectuales posiciones encontradas. Si para algunos la educación impartida bajo las directrices de monseñor Carrasquilla fue la muestra más rígida de la educación de tipo confesional, para otros la educación y enseñanzas de monseñor fueron un baluarte de preceptos morales, de tolerancia, de respeto y, sobre todo, de protección. Así nos lo presenta Bejarano durante un discurso a la memoria del fallecido médico conservador Juan N. Corpas:
Monseñor Carrasquilla protegió ahí, durante su brillante rectorado, a muchos jóvenes que llegaban al instituto de fray Cristóbal de Torres, con ansia infinita de saber. Para el ilustre rector no era inconveniente, ni mermaba un ápice su interés, reconocer que la filiación política del muchacho, que solicitaba en forma apremiante su ayuda y amparo, era contraria a la que él profesaba. Así lo vi interesarse por muchos estudiantes de aquella época, hoy grandes figuras de la vida nacional.24
El diario El Tiempo nos muestra que algunas personalidades de la época vieron en la figura de Carrasquilla una muestra de filiación política, pero también un símbolo de integración. Fue descrito como un sacerdote de avanzada, cercano al corte clásico, al estilo francés y aristocrático, cultor del humanismo25. En su cátedra exponía las ideas del positivismo, el determinismo y la relatividad, y era ante todo un patriota, que enaltecía a los libertadores y los formadores de la República26. También se afirmaba que había rescatado al Colegio del Rosario y abrió sus puertas a liberales y conservadores27. Aunque Bejarano solo estuvo un año bajo su custodia, parecía no haber visto en él tanto a un conservador como a un protector, de la misma forma que lo hacían otros liberales de su generación28.
Sáenz y Saldarriaga muestran en su trabajo que a comienzos del siglo XX, la educación impartida por el régimen conservador debió adaptarse a los cambios pedagógicos que estaban en boga entonces. Según ellos, monseñor Carrasquilla usó el positivismo en un doble sentido para adecuarse a las reformas pedagógicas de Pestalozzi introducidas en el país durante los años setenta del siglo XIX29. Lo que caracterizó esta educación fue la incorporación del neotomismo para adaptarse al discurso experimental de la ciencia: “Evitar la desconexión entre filosofía y psicología por el camino de reconocer la autonomía de objetos de cada una, pero solo para conservar la filosofía como guía moral del sentido de la experimentación: esta es la fórmula de la modernidad católica”30. El tipo de educación recibida por Bejarano se caracterizó por los elementos religiosos que se entrelazaban con una vertiente modernizadora de la sociedad: “[…] los saberes en los cuales se fundaban las esperanzas para el progreso de la pedagogía, la economía y de la defensa de la infancia y de la raza eran los saberes experimentales: biología, fisiología, medicina, psicología, psiquiatría y administración científica”31.
1.1.2. Formación profesional: la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional
La Universidad Nacional de Colombia remonta sus orígenes a mediados del siglo XIX. Era la consolidación del proyecto político y educativo de los gobiernos liberales que buscaban afirmar la educación profesional, libre de injerencias religiosas y proyectada hacia las necesidades de modernización del país. Particularmente, la Medicina, al igual que el Derecho y la Jurisprudencia, seguían constituyéndose en los estudios con mayor preponderancia entre las élites nacionales.
La importancia que ha tenido la medicina en la vida científica y social de las naciones fue definida por Michel Foucault como la medicalización indefinida, es decir, una penetración creciente de ella en todos los aspectos de la vida de los individuos y de la sociedad en su conjunto32. Colombia no fue la excepción. Con la fundación de la Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia en 1867, en el gobierno del médico Manuel María de los Santos Acosta, se institucionalizó la enseñanza profesional bajo parámetros liberales y en 1868 la Escuela de Medicina de la Universidad Nacional se convirtió en la Facultad Nacional de Medicina33. La guerra de 1876 obligó al cierre de la Universidad, lo que llevó a la Facultad de Medicina a instalarse en el antiguo claustro de Santa Inés. Desde aquel momento, y hasta bien avanzada la primera mitad del siglo XX, dicho claustro (ubicado en la avenida Caracas, entre calles novena y décima) se configuró en el centro de enseñanza médica más representativo del país.
A finales del siglo XIX se presentó en Colombia una conexión especial entre la medicina y la corriente filosófica del Positivismo. Dicha conexión posee una gran relevancia por cuanto generó una relación estrecha entre el conocimiento empírico ligado a las ciencias, la actividad política y su correspondiente injerencia en la sociedad. La medicina se ha manifestado desde sus orígenes en la antigua Grecia como un saber práctico, una técnica que da origen a una actividad profesional específica, de la cual se derivan, según su aplicación, diversas repercusiones sociales. Este saber, como bien lo ha demostrado Foucault, fue adquiriendo desde el siglo XVIII connotaciones políticas en cuanto los conocimientos que a ella competen fueron difundidos y promulgados como una verdad absoluta y utilizados como estrategia de poder, de dominación y de control social ligados a una estructura económica que se estaba consolidando: el capitalismo34.
Hacia 1867, los métodos, prácticas y saberes médicos se rigieron por la escuela francesa o anatomoclínica, que en otras palabras representa una medicina de tipo hospitalario en la que se busca por medio del diagnóstico, la observación, la terapéutica y la relación del médico con el paciente la prevención y curación de las enfermedades35. Aunque la escuela francesa mantuvo su influencia durante las primeras tres décadas del siglo XX, ya en 1910 comenzaron a notarse cambios e influencias nuevas, principalmente de Estados Unidos, con la fisiopatología y la etiopatología o medicina de laboratorio, en la cual, tiene mayor relevancia para el análisis de las enfermedades la causalidad sobre la observación o diagnóstico directo sobre el paciente.
Por su parte, la corriente filosófica del positivismo impregnó el ideario nacional, sobre todo a partir del movimiento de La Regeneración. El positivismo se caracterizó por el interés de aplicar un modelo que permitiera organizar las sociedades modernas sobre bases científicas, así como de conciliar el orden y el progreso según las nociones de Comte36. Las consignas de la autoridad y del orden, necesarios para llegar al progreso material y a la civilización, llenaron desde esta época las mentes de la clase política, de los profesionales y los intelectuales. Pero, para conciliar los anteriores ideales con el arraigado clericalismo presente en las realidades de la nación colombiana, Rafael Núñez —símbolo por excelencia de La Regeneración— se guio por la corriente spenceriana del positivismo y asumió la religión como elemento esencial del orden social37. De modo que conjugados el orden moral con el ideal de progreso, los intelectuales formados con estas bases tuvieron una apreciación específica de cómo encaminar a la Nación hacia la verdadera civilización: la puesta en práctica de medidas científicas para organizar la base social con una visión religiosa de la misma. Esto se expresó de manera especialmente diciente en la medicina.
En el anterior contexto es en el que se forma Jorge Bejarano. Por un lado, una medicina en la que el contacto con el paciente es regular, que convierte la relación entre médico y enfermo en una relación paternalista y filial, con sus claras repercusiones en la concepción de la sociedad donde la gran mayoría del pueblo es vista como individuos a los que se debe educar como hijos, tanto en lo moral como en lo físico; por otro lado, una medicina que se nutre de los adelantos de la ciencia e impulsa el interés de esta práctica sobre las causas que afectan la formación y desarrollo del grupo social en su conjunto, creando herramientas, técnicas y métodos que influyan ampliamente sobre el grupo social más que sobre el individuo38.
Jorge Bejarano estuvo inclinado desde el primer momento hacia la profesión médica. Él mismo lo dirá al evocar sus años universitarios en una entrevista realizada por el diario El Tiempo en 1950:
He sido un enamorado de la medicina desde bien antes de coronar mi carrera. Me seducía esta ciencia que puede decirse tiene por objeto el conocimiento profundo del hombre. Los antiguos veneraban la medicina porque consideraban que su principal papel, aliviar el dolor, le confería una misión divina. En mi concepto, la medicina nos capacita más que ningún otro estudio o profesión, para captar o comprender todas las actividades de que es capaz el hombre. Mis estudios de medicina se realizaron entre 1908 y 1913, año en que me gradué. Guardo recuerdo inolvidable del viejo claustro de Santa Inés, convertido hoy en horrendo edificio de la imprenta nacional. Nada volverá a tener Bogotá, como claustro universitario, comparable a Santa Inés. Sólo ahí he visto —casi palpado— lo que es en realidad de un ambiente indefinible constituido por lo que rodeaba a los estudiantes. Durante mis estudios tuve como rectores —así se denominaba antes a los decanos— a los doctores Luis Felipe Calderón e Hipólito Machado, dos ilustres figuras de la medicina nacional. Al doctor Calderón se debió la restauración de los estudios médicos. Le correspondió recibir nuestra escuela médica a raíz de la guerra civil y no fue poca la labor que llevó a cabo para colocar otra vez esta carrera en el alto rango a que él la condujo.39
Con respecto al contexto cultural de aquellos años, que influía en la elección profesional de algunos individuos, Herbert Braun afirma que “[…] junto con la medicina y la vida religiosa, el derecho era una de las carreras que seguían los hijos de la élite para conservar su posición social y para la clase media, vía de acceso a ese ámbito superior”40. Así que, aparte del interés que haya demostrado Bejarano por la medicina, existía un condicionamiento social y económico proveniente de su ambiente familiar. Como ya se vio, el padre de Bejarano no aparece como un gran miembro de la élite comercial o política de Buga y se acerca más a un estrato medio de la sociedad, que de todas formas le daba posibilidad para brindar oportunidades educativas a sus hijos. El ascenso social, una expectativa de vida de la clase media, podríamos tenerlo en cuenta como explicación para el interés de los profesionales por su integración a la política y también como parte del proceso de conformación de la clase política colombiana.
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