Kitabı oku: «Comentario de los salmos», sayfa 12
Generalmente, el salmo se clasifica como un lamento individual, que describe y articula la experiencia del dolor comunitario. Posiblemente,, el salmo se utilizaba en el culto del Templo, cuando se oraba por alguna persona en necesidad (2S 12.16; 1R 8.37) o cuando el pueblo pasaba por algún instante de crisis nacional. El poema se debe haber escrito en la época post exílica, a juzgar por las similitudes que presenta con literatura de esa época (v.1 y Sal 38.1; v.2 y Sal 41.2; v.6 y Jer 45.3; v.7 y Sal 31.10; v.8 y Sal 119.115; v.10 y Sal 35.4,26; 83.13).
El título hebreo del poema es similar al que se incluye en los salmos cuatro y cinco, con la única diferencia de la referencia a Seminit, que posiblemente alude a un instrumento musical de ocho cuerdas.
El salmo puede dividirse en cuatro estrofas. En las primeras tres se alternan los lamentos y las peticiones que produce en el adorador un sentido extraordinario de intimidad y humildad. La estrofa final es una especie de añadidura que pone de relieve la intervención sanadora de Dios, luego de haber superado la enfermedad y la crisis. El cambio brusco en el tono del salmo (vv.8-10) se puede deber a la intervención de algún oráculo divino, a través de algún profeta del culto o sacerdote.
La estructura del salmo es la siguiente:
• Petición por misericordia: vv.1-3
• Oración por salvación: vv.4-5
• Lamento por los angustiadores: vv.6-7
• El Señor ha oído la oración del salmista: vv.8-10
vv.1-3: El salmista presenta rápidamente su preocupación profunda: No quería ser reprendido por el Señor, pues prefería la misericordia y la sanidad divida al enojo y la ira de Dios. Clama en medio del dolor extremo que produce una enfermedad que le abate hasta los huesos, y que le genera algún tipo de crisis emocional o depresión.
La frase «no me reprendas en tu enojo» es un atropomorfismo, que es un recurso literario que atribuye a Dios características de las personas. Y anuque la ira y el enojo divino están generalmente acompañados de la justicia de Dios (Jer 30.11; 46.28), el salmista entiende que en medio de su dolor extremo y enfermedad está más necesitado de la misericordia y el amor. Esa plegaria pone de manifiesto un valor extraordinario de la teología cristiana, que entiende el amor de Dios como una fuerza que sobrepasa todos los límites del entendimiento.
Para el salmista la enfermedad que le abatía le afectaba los huesos y el alma. Es decir, la calamidad tenía repercusiones físicas y espirituales, y manifestaba niveles biológicos y emocionales, en una clara referencia a la totalidad de la vida. El salmista, de esta forma, relaciona dos conceptos de gran importancia religiosa: el juicio divino y la enfermedad. Y esa relación íntima entre la salud y el pecado le hace preguntar con firmeza: ¿Hasta cuándo, Señor?
Como en la antigüedad se pensaba que las enfermedades y las adversidades de la vida se relacionaban con el pecado (Éx 15.26; 2R 5.7), se entendía que únicamente el Señor era el sanador por excelencia, que equivalía al perdón divino y la liberación (Sal 41.4). La imagen del alma turbada ilustra la profundidad de la crisis (Gn 45.3). Y la pregunta retórica, «¿hasta cuándo?», es característica de varios salmos de lamentación (Sal 74.10; 79.5; 80.4). Su objetivo es expresar claramente la inquietud y la preocupación del poeta en torno a la naturaleza de la calamidad y el tiempo para su culminación o término. En la pregunta se revelaba implícitamente una petición para que finalizara la enfermedad y el dolor.
vv.4-5: El poeta se torna a Dios, y reclama su misericordia. ¡Clama por salvación! Le pide que libre su alma, que es una manera de referirse a la totalidad de la vida. Esta importante palabra hebrea nefes, que tradicionalmente se ha traducido como «alma» –y que aparece como 755 veces en el Antiguo Testamento– denota por lo menos tres niveles principales de sentido: en primer lugar se refiere a la vida misma, a la esencia vital del ser humano (Sal 107.5). El término también puede aludir al mundo emocional y se relaciona con varias expresiones sicológicas; y finalmente el término puede utilizarse para describir varias partes del cuerpo –p.ej., «garganta», «cuello» o «boca» (Sal 69.1; Is 5.14; Jon 2.5)–, para describir algunas ideas –p.ej., «envidia» «apetito», «deseo» o «coraje»– o para identificar a alguna «persona», «individuo» (Gn 14.21) o «cuerpo» (p.ej., Lv 19.28; 21.1; Nm 6.6).
La referencia al seol y a la muerte indican que los muertos no pueden alabar al Señor, que es una característica distintiva de la adoración en Israel. Los muertos, como están impuros, están excluidos de los círculos de alabanza y adoración. La imagen revela que el salmista sentía que la muerte estaba muy cerca. Posiblemente, pensaba que parte de su angustia era algún tipo de anticipo de los dolores relacionados con la muerte. Por esa razón su petición se hace intensa: «Vuélvete y libra mi alma», es decir, mírame y redime mi vida, ten memoria de mi y libera mi existencia. ¡Manifiesta tu misericordia de forma concreta con una demostración real de tu poder salvador!
En la antigüedad, los israelitas imaginaban el Seol –o la morada de los muertos– como un lugar oscuro, que estaba ubicado en lo profundo de la tierra (Job 10.21-22; Sal 63.9). En ese lugar, se pensaba, predominaba el silencio que impedía la alabanza a Dios (Sal 30.9; 88.4-6,10-12; Is 38.18-19). Posteriormente en la historia estas creencias fueron sustituidas por la esperanza en la resurrección de los muertos al final de los tiempos (Dn 12.1-3).
vv.6-7: El salmista describe poéticamente la intensidad de su oración. Ha invertido todas sus fuerzas durante las noches llorando y gimiendo por su condición: ¡Está exhausto! Regó e inundó su cama con sus lágrimas y gastó sus ojos de tanto sufrir. Y en su oración indica que su dolor de relaciona con las acciones de personas que le hieren y angustian.
El poeta utiliza muy bien la hipérbole para exagerar y poner de relieve la profundidad de su dolor. El lecho alude al lugar de descanso del salmista. En la antigüedad, únicamente las personas ricas tenían camas con patas. Generalmente, estos lechos eran lugares en el suelo, que no tenían cubiertas ni mantas, pues las ropas de los que las utilizaban servía para cubrirse durante el descanso.
«Mis ojos están gastados de sufrir» puede indicar la enfermedad del salmista. Algún tipo de condición visual que le impedía ver con claridad. Otra posibilidad es que la expresión sea una figura del lenguaje que intenta presentar la extensión del sufrimiento y enfatizar el lloro y dolor del salmista.
vv.8-10: La sección final incluye una firme manifestación de esperanza. El salmista rechaza a los que le angustian y actúan con maldad, pues exclama que el Señor ha oído su oración. Y ante la intervención consoladora de Dios, los muchos enemigos del salmista ¡se avergonzarán y se turbarán! La acción divina no solo consuela al creyente sino que identifica y rechaza los que actúan con maldad. La vergüenza y la confusión se manifiestan en la gente que actúa con maldad; pero para las personas que viven de acuerdo a la voluntad divina, acabarán las lágrimas y finalizarán los dolores.
La frase «¡Apartaos de mí!» identifica la transición entre el clamor de angustia y la afirmación de fe y triunfo. La razón de la transición es que el Señor ha oído su clamor y ruego. Y que el Señor escuchara su clamor era signo de que se había perdonado su pecado y sanado su cuerpo. Los enemigos actuarán de forma desorientada porque el Señor tomó el clamor del salmista y respondió con salud y bienestar físico y espiritual. Esos enemigos pueden ser quienes le causaron el malestar o quienes lo agravaron con sus acciones.
SALMO 7: «PLEGARIA PIDIENDO VINDICACIÓN»
En este salmo se incluye la plegaria intensa de una persona perseguida y acusada injustamente que suplica a Dios su vindicación. En su dolor, se confiesa inocente, y reclama la liberación de quienes le hieren y angustian. Comienza el poema con dos afirmaciones de confianza y seguridad: «Señor, Dios mío» (v.1,3). En la primera declaración se clama por liberación y apoyo; y en la segunda se declara su inocencia en la forma de juramento. Las dos afirmaciones se relacionan pues la liberación que se reclama se hará realidad únicamente si la persona que ora es inocente de lo que se le acusa falsa e injustamente. Utilizando un lenguaje figurado el salmista presenta su caso ante el Dios Altísimo (v.17), pues reconoce que el Señor es su «escudo» (v.10) y que salva a la gente inocente. Su liberación es motivo de cánticos y alabanzas (v.17).
En los Salmos el tema de apreciar y afirmar la seguridad que proviene del Señor es recurrente e importante (Sal 11.1; 16.1; 25.20; 31.1; 46.1; 61.3; 62.7-8; 71.1,7; 94.22; 141.8; 142.5). Las metáforas de «refugio» o «escudo» ponen en clara evidencia la esperanza fundamental de los adoradores en momentos de dificultad, particularmente en momentos de crisis personal, nacional e internacional. El verbo hebreo que transmite la idea de «refugio», generalmente se refiere a la protección relacionada con las inclemencias del tiempo o con la que se necesita ante las amenazas o ataques de los enemigos. Desde la perspectiva poética y simbólica, la imagen se asocia con las ideas de confianza y seguridad. La idea es proyectar al adorador un sentido de seguridad y paz en momentos de tensión y adversidad.
Este salmo generalmente se incluye en la categoría de los lamentos individuales, aunque la unidad literaria del poema es compleja. La oración pone de manifiesto los sentimientos más hondos de una persona que ha sido acusada de forma injusta. Posiblemente, este salmo se utilizaba en el Templo en momentos de dificultad extrema, cuando la persona acusada se presentaba ante Dios para implorar justicia y para esperar el veredicto divino. Por su alusión a David en el título hebreo, algunos intérpretes han relacionado el poema con las oraciones reales que se hacían en momentos de crisis nacional.
La referencia a Cus, hijo de Benjamín, en el título hebreo es difícil de descifrar y comprender. Del personaje o del episodio aquí aludidos no se encuentran referencias claras en los relatos de David que se incluyen en la Biblia. Posiblemente, el editor del salmo tenía acceso a información, episodios y leyendas de la vida del famoso monarca de Israel que no se preservaron en la literatura bíblica. En algunas ocasiones se ha relacionado a Cus con Saúl o con Simei hijo de Gera, enemigos de David, que provenían de la tribu de Benjamín (2 S 16.5-8). Y el término hebreo sigaión tradicionalmente se ha entendido y traducido como «lamentación».
La estructura del salmo puede describirse en cinco estrofas, que alternan invocaciones y alabanzas con una declaración de inocencia del salmista y una descripción de la gente malvada:
• Invocación al Señor (vv.1-2)
• Declaración de inocencia del salmista (vv.3-5)
• Invocación a Dios, juez de la humanidad (vv.6-11)
• Descripción de la gente malvada (vv.12-16)
• Alabanza al Señor (v.17)
vv.1-2: La primera afirmación del salmo es de seguridad y esperanza en el Señor. Ante la persecución, crisis e injusticia, el salmista reconoce que su salvación proviene de Dios. Su preocupación básica e inmediata es que sus enemigos le destruyan sin que haya quien le ayude y libre. La imagen del «alma desgarrada» como si fuera atacada por un león, pone en clara evidencia la naturaleza de la dificultad y revela la intensidad del problema; describe, en efecto, la violencia de los actos y las aseveraciones en su contra. El salmista se siente impotente ante las acusaciones a las que es sometido y demanda la intervención divina para superar el problema.
La expresión «en ti he confiado» puede ser una alusión al acto de allegarse al Templo e implorar la intervención divina; es una frase simbólica y poética que pone de manifiesto el fundamento de la seguridad del salmista. Y la referencia al león es parte del estilo literario de los salmos, que relaciona a los enemigos y las dificultades con animales salvajes y cazadores (Sal 9.15; 31.4; 35.7; 57.5), o con algún ejército que ataca (Sal 3.6; 27.3; 55.18). El salmo describe la hostilidad del enemigo como un acto de salvajismo, como una manifestación no humana ni racional de la adversidad. En los tiempos bíblicos, los antiguos israelitas conocían los leones persas y asiáticos, aunque con el tiempo desaparecieron en Palestina.
vv.3-5: Esta sección del salmo incluye una clara profesión de inocencia. Fundamentado en esa seguridad, el salmista se allega a Dios y ofrece su plegaria. Le reconoce no como la divinidad lejana e impersonal, sino con intimidad y cercanía: «Señor, Dios mío». Con esta declaración no pretende indicar que está libre de toda culpa sino poner de manifiesto su integridad personal. Su propósito es indicar que sus actuaciones no justifican la severidad y complejidad de su condición y dolor. La violencia a la que es sometido no puede fundamentarse en sus actos, pues el salmista ha tratado de vivir de acuerdo a buenos principios éticos y morales. Como ejemplo de su afirmación de la moral, indica que inclusive liberó a un enemigo que le perseguía injustamente (v.4).
Fundamentado en esa convicción de inocencia el salmista indica que si en verdad es culpable que le lleguen las calamidades identificadas en su oración: ¡Que el enemigo le alcance y pisotee, y que hiera su honra! Esta sección del salmo es como una especie de juramento, en el que, ante el guardián del compromiso (Dios), se afirma la inocencia o se aceptan las consecuencias de la culpabilidad. La oración es una especie de automaldición en la que se aceptan las calamidades identificadas si se descubre falta de integridad en la persona que ora.
En la antigüedad se pensaba que una persona culpable no se atrevería a orar y profesar su inocencia de esta manera, aunque debemos suponer que en el Israel bíblico había personas que no temían a «Dios ni a los hombres» (Lc 18.2). Este tipo de juramento en algunas ocasiones estaba acompañado de actos simbólicos que enfatizaban el compromiso y la seriedad de las afirmaciones (Dn 12.7). Es posible que en el contexto de este salmo se incluyera algún gesto físico, como el de lavar las manos (Sal 26.6; Is 1.15-16).
Las afirmaciones «si de algo soy culpable», «si hay en mis manos iniquidad» y «si he dado mal pago» no deben ser entendidas como declaraciones de perfección moral y ética de parte del salmista. Son, en efecto, expresiones de quien es acusado injustamente e intenta convencer a Dios y a la comunidad de su inocencia. Y las imprecaciones finales de la oración (v.5) son la prueba que ofrece el salmista de su inocencia. Respecto a la palabra hebrea selah véase la introducción.
vv.6-11: El juramento del salmista ahora se torna en invitación: Ante las injusticias de sus acusadores, reclama la manifestación de la ira divina. La oración se transforma en petición formal para que se establezca una corte que haga justicia al salmista. Y aunque el lenguaje utilizado es figurado y simbólico, el salmista pide a Dios la declaración de su inocencia y reclama el juicio divino contra sus acusadores. Esta oración no debe entenderse en el contexto del futuro escatológico, sino en el entorno real e inmediato del adorador que experimenta el dolor de la injusticia y necesita vindicación inmediata.
La oración que reclama la intervención divina comienza con varios imperativos: ¡Levántate, álzate y despierta! (el texto hebreo incluye uno adicional: «¡manda o declara el juicio!»). La fraseología revela la urgencia de la petición, el tono del clamor pone de manifiesto la intensidad de la plegaria. Se solicita la pronta intervención divina, pues mientras los enemigos continúen con sus injurias e injusticias contra el salmista se da la impresión que Dios está impotente, detenido, silente.
El lenguaje usado en la oración es militar y jurídico. «Levántate» (Nm 10.35) y «despierta» (Jue 5.12) son gritos de guerra que incentivan el coraje y fomentan la lucha; y «álzate» es una expresión sinónima que genera la misma reacción de valentía y entusiasmo. En efecto, son frases que evocan las antiguas tradiciones que se asocian con el Arca del Pacto y la Guerra Santa (Sal 3.7; 9.19; 17.13; 44.26; 102.13; Is 33.10). El adorador reclama la intervención divina en términos militares. Posiblemente, toda esta terminología bélica revela la naturaleza hostil de las acusaciones a las que estaba expuesto el salmista –p.ej., podía haber sido acusado de haber roto algún tratado–, aunque también todos estos términos pueden estar relacionados con la idea de Dios como guerrero.
La oración revela, además, un particular entorno jurídico y legal. Los pueblos se reunirán alrededor del Señor para ser juzgados en justicia y equidad. El salmista reconoce esa capacidad divina y acepta la intervención de Dios como juez, para que se reconozca que el adorador injustamente acusado ha actuado con integridad. ¡Su «escudo» está en el Dios que salva a la gente recta de corazón (v.10), y prueba la mente y el corazón de las personas justas (v.9)! El salmista no fundamenta su defensa en que es perfecto sino en que es íntegro. Además, reconoce que únicamente ante el tribunal divino es que las personas impías recibirán su merecido.
vv.12-16: En el contexto de sus afirmaciones de intervención divina, el salmista le habla a sus adversarios y acusadores. Luego de declarar que su seguridad y escudo está en el Señor (v.10), describe las actitudes y actividades infames de sus detractores: Afila la espada, prepara el arco y las armas de muerte, concibe maldad, iniquidad y engaño, y cava pozos traicioneros. ¡Presenta de forma gráfica la naturaleza de la crisis! El salmista pone en justa perspectiva su caso y revela la extensión del peligro al cual se expone. Afirma que si no hay un arrepentimiento de parte de sus enemigos estará expuesto a una serie de actos infames que se asemejan al estar expuesto a la violencia de un ejército.
El uso de la expresión «armas de muerte» pone en evidencia la urgencia de su petición, pues reacciona a los actos de maldad, engaño e iniquidad de sus enemigos. Sin embargo, reconoce que esas mismas actitudes de odios, injusticias y resentimientos propiciarán la destrucción de sus acusadores: ¡Caerán en los mismos pozos que cavaron! ¡La iniquidad que prepararon les llegará para destruirlos! ¡Su agravio caerá contra su propia coronilla!
Una de las imágenes que utiliza el salmista para describir las acciones injustas de sus adversarios es la del embarazo y parto. En el contexto original femenino, la mujer embarazada da a luz con dolores y amor. Las angustias relacionadas con el proceso de alumbramiento son superadas por el gozo de ver y disfrutar la vida del hijo o la hija. En este contexto la imagen se torna adversa e hiriente, pues lo que se concibe es maldad y lo que se produce es engaño. De esta manera chocante y adversa el salmista describe la naturaleza misma de la injusticia que vive. Solo un acto de arrepentimiento –que en hebreo se describe como un cambio radical de dirección evitará la agonía del salmista y la autodestrucción de sus enemigos.
v.17: El poema finaliza como comenzó, con una alabanza al Señor y una clara declaración de esperanza. El salmista canta y alaba al Señor porque confía en su justicia. Y ante las falsas acusaciones de sus detractores, canta con seguridad al Dios Altísimo. De esta forma la estructura literaria del salmo crea como un paréntesis temático: Inicia con una afirmación de confianza y seguridad ante una serie de acusaciones injustas, y termina con una expresión de honra y alabanza a Dios por su justicia. Se hace justicia con esta nota final del poema a la teología del salmista: El Dios justo tiene la capacidad y el deseo de intervenir en medio de las realidades humanas para ayudar a personas inocentes a superar las acusaciones falsas e injustas.
La referencia al Dios «Altísimo» evoca la divinidad los tiempos preisraelitas de la ciudad de Jerusalén. El hebreo elyon, generalmente traducido como «Altísimo», significa exaltado, elevado, alto, y se utiliza en el Salterio no solo en relación al nombre divino sino para referirse a Dios de forma independiente (Sal 9.2; 91.1). ¡Dios es mayor que los enemigos del salmista! Y cantar al nombre del Señor es reconocer esa capacidad extraordinaria de triunfo y victoria en la adversidad.
El Salmo 7 es una oración a Dios para ser liberado de los ataques injustos de los enemigos. Y con ese importante tema creyentes de muchas generaciones han encontrado apoyo y sostén en las crisis de la vida. Las imágenes de refugio y las afirmaciones de triunfo en la guerra le han brindado a la gente de fe las palabras de aliento requeridas en instantes de dificultad. Particularmente las personas que han sido acusadas y juzgadas de manera injusta descubren en esta oración un particular sentido de seguridad, pues reconocen que únicamente Dios les puede ayudar mantenerse incólumes en la dificultad y les puede apoyar para superar el problema.
SALMO 8: «LA GLORIA DE DIOS Y LA HONRA DEL HOMBRE»
Este salmo es un himno o cántico de alabanza al Dios creador, que ha delegado a los seres humanos la responsabilidad de cuidar lo creado. El poema contrasta la capacidad creadora de Dios y la dignidad y honra de la humanidad. E incluye una afirmación teológica extraordinaria: El Dios que tiene el poder de crear el mundo y cuya gloria sobrepasa los límites del conocimiento humano le brinda a las personas la mayordomía de la creación. De esa forma el Señor del universo dignifica al ser humano, al encomendarle tan grande responsabilidad ecológica y personal.
Este salmo es el primer himno de alabanza del Salterio e interrumpe el grupo inicial de poemas de liberación y ayuda en las crisis, para hacer una afirmación firme y contundente en torno al Dios que se dirigen las oraciones: El Dios de los Salmos es una divinidad extraordinaria cuyo poder, autoridad y dominio sobrepasan los límites conocidos e imaginables para la humanidad. Además, el salmo pone claramente de manifiesto que los seres humanos no son un apéndice sin importancia y superficial en el cosmos, sino agentes divinos para mantener el equilibrio ecológico. El poema reconoce la grandeza de Dios y afirma la dignidad de la humanidad. Comienza y termina con la misma afirmación: ¡El Señor es nuestro Dios y su presencia en el mundo es importante! Y es el único poema del Salterio que se dirige en su totalidad a Dios.
Aunque tradicionalmente el salmo se ha atribuido a David, por las referencias en el título hebreo, la verdad es que es muy probable que la obra provenga de una época posterior, quizá el período exílico, cuando el tema de la creación ocupó la atención prioritaria en el pueblo de Israel. El contexto cúltico del salmo se puede relacionar con la fiesta de los Tabernáculos, en la cual el tema de la creación del mundo se enfatizaba y se revivía en el culto. La referencia en el salmo a «los cielos, la luna y las estrellas» puede indicar que se utilizaba en las noches (Sal 134; 1 Cr 9.33; Is 30.29). Las alusiones repetidas a Dios y al salmista en el salmo pueden revelar que el poema se leía de forma alternada. Y el término hebreo traducido «sobre Gittit», puede entenderse como una referencia a algún particular instrumento musical o a algún lugar de donde procedía el instrumento –p.ej., de la ciudad filistea de Gat (Sal 81; 84)–.
La estructura del salmo incluye la doble alabanza al nombre y la grandeza de Dios (vv.1a,9), la afirmación de la gloria divina (vv.1b-2), y la finitud y honra humana (vv.3-8). La grandeza divina se pone de manifiesto no solo en la creación del mundo y el cosmos, sino en su extraordinaria actitud hacia la humanidad, que siendo poco menor que los ángeles le coronó de gloria y honra:
• Alabanzas al nombre divino: v.1a
• Afirmación de la majestad y el poder de Dios: vv.1b-2
• Descripción de la fragilidad humana y la bondad divina: vv.3-8
• Alabanzas al nombre divino: v.9
vv.1 a 9: El salmo comienza y termina con la misma doble afirmación de la gloria de Dios. En primer lugar se incluye el nombre personal de Dios –en hebreo, Yahvé, que se ha traducido en las versiones de Reina-Valera como Jehová–, al cual se añade el título honorífico de Señor, que en hebreo transmite las ideas de reconocimiento, autoridad y poder. La idea del salmista es enfatizar el poder divino sobre toda la tierra y el cosmos. La teología que presupone el salmo, y particularmente este versículo, reconoce la grandeza divina, que se relaciona con el nombre de Dios. Y esa majestad divina sobrepasa la belleza y lo imponente de la creación, y las palabras humanas no pueden contener ni expresar adecuadamente la extensión de sus virtudes.
En la teología bíblica el nombre es mucho más que el distintivo que puede llamar o designar a alguna persona. Es, en efecto, una forma de aludir e identificar a la persona misma, que se hace presente en su nombre y que presenta su naturaleza íntima más profunda al revelarlo. Pedir el nombre propio es equivalente a solicitar su identidad y su esencia básica (Gn 32.29). En este sentido teológico, bendecir, invocar o conocer el nombre divino es por consiguiente bendecir, invocar y conocer a Dios, que responde a las necesidades humanas a través de la revelación de su nombre personal e íntimo (Éx 3.13-14).
Con esta importante afirmación teológica el salmo comienza y concluye. Es una manera de enfatizar la teología de la majestad divina en forma de paréntesis literario. El Dios eterno y creador es también capaz de incorporar al ser humano en el proceso de administración de la naturaleza. La capacidad divina de compartir responsabilidades con el ser humano distingue al Dios bíblico, que hace a las personas partícipes del importante proceso de llevar a efecto una buena mayordomía de lo creado.
vv.1b-2: Esta sección del salmo es de difícil traducción, posiblemente, por los problemas que se descubren en la transmisión del texto hebreo. La idea es que la gloria divina sobrepasa los límites infinitos de los cielos y llega al sector más vulnerable y frágil de la sociedad, los niños y las niñas. De un lado, la majestad de Dios se manifiesta en el cosmos, y del otro, se revela a la niñez. El salmista desea enfatizar la extensión de la gloria divina y utiliza el recurso literario de comparación de extremos para enfatizar su tema. El propósito de esa manifestación extraordinaria de Dios es callar a la gente enemiga y vengativa. El Dios cuyo poder se extiende sobre los límites del universo, reconoce y aprecia la alabanza que sale de la boca de los infantes indefensos.
La expresión «de la boca de los niños y de los que aún maman» sugiere la idea de que Dios es alabado por la niñez. Aunque en el Antiguo Testamento esa percepción teológica de la niñez no es común, ese concepto se incorpora en las narraciones de los evangelios (Mt 21.6), pues posiblemente en Mteo se fundamentó la interpretación del salmo en el texto griego. La expresión «fundaste la fortaleza» puede ser una forma poética de referirse a los cielos (Sal 78.26; 150.1), y una manera figurada de aludir a la creación. De acuerdo con esta comprensión de las imágenes del salmo, «los enemigos» deben ser entonces las fuerzas del caos primitivo que fueron ordenados por el poder de la palabra divina (Gn 1.1-2). Otros enemigos de Dios en el Antiguo Testamento son los siguientes: Rahab (Job 26.12; Sal 89.10; Is 51.9), el mar (Job 26.12; Sal 74.13; 89.9; Is 51.10), el gran abismo (Is 51.10), los ríos (Sal 93.3), Leviatán (Sal 74.14) y el dragón (Sal 74.13; Is 51.9).
vv.3-8: Como respuesta humana a la revelación de la gloria divina, el salmista contempla los cielos, la luna y las estrellas, y afirma el poder creador de Dios. En ese contexto de asombro, reconocimiento y majestad, el poeta reflexiona sobre la naturaleza humana. Ante tal manifestación de esplendor, se sorprende con la iniciativa divina de visitar al ser humano y tomarlo en consideración. Y aunque reconoce que las personas son un poco menor que los ángeles, Dios les ha concedido «gloria y honra», y les ha permitido administrar la creación, que incluye la naturaleza, los animales del campo, las aves y los peces.
La referencia a «los ángeles» en el texto de Reina-Valera proviene de la versión griega del Antiguo Testamento; el texto hebreo utiliza la palabra elohim –tradicionalmente traducido como dios o dioses–, para enfatizar el contraste divino-humano. El pasaje no menciona al sol en el entorno de las lumbreras, pues posiblemente el salmo formaba parta del culto nocturno. La referencia a la creación como el resultado de la acción de los dedos de Dios es una manera poética de enfatizar el poder divino. Y la frase «hijo del hombre» alude en este contexto específico del salmo a las personas en general, y no posee la pesada carga teológica que posteriormente desarrolló en la literatura apocalíptica.
Este salmo fue estudiado y citado con alguna frecuencia por los escritores del Nuevo Testamento. Jesús de Nazaret lo utilizó para responder a las críticas de las autoridades religiosas judías, cuando un grupo de jóvenes le cantaba «Hosanna al Hijo de David» (Mt 21.16). El Señor mantuvo la significación primaria del salmo al sostener el contraste fundamental entre los niños y los enemigos y vengativos: Los niños eran los que reconocían al Hijo de David, y los enemigos, los que querían impedir el reconocimiento del mesianismo de Jesús.
La iglesia primitiva también leyó el salmo de forma cristológica, y utilizó el tema del dominio del ser humano sobre la creación como una manera de referirse al poder de Cristo sobre la humanidad, a través de su vida, muerte y resurrección (1 Co 15.27; Ef 1.22; Heb 2.6-8). De acuerdo con la teología cristiana, la mayordomía responsable que los seres humanos deben tener sobre la creación se fundamenta en la interpretación del salmo y en el sacrificio de Jesús.